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• u n o •
—Levi, mira esto.
Levi, sentado en el comedor, tecleando tan rápido como le es posible sobre su ordenador, apenas suelta un umm, para hacerle saber al recién llegado que le está escuchando. No despega la vista de la pantalla, demasiado concentrado en sus ideas.
Cuando escucha pasos chirriantes, de botas que han estado bajo la torrencial lluvia y que empapan ahora su piso, es cuando levanta la vista y la dirige a la figura risueña empapada de pies a cabeza, con las manos enrolladas sobre su pecho, ocultando algo en su gabardina.
Levi suspira, quita sus gafas y masajea el puente de su nariz. Conoce lo suficiente a su esposo para saber qué está sosteniendo y cómo terminará todo eso.
—Lo encontré mientras venía a casa — y lo suelta, sin más, una pequeña bestia peluda que entusiastamente se acerca a Levi y se talla contra su pierna, meneando la cola de un lado a otro.
—Eren...
—Estaba afuera, en el frío, no podía simplemente dejarlo...
—Eren...
—Voy a cuidarlo, lo prometo, no tienes que preocuparte mucho por el desorden, le sacaré a pasear cada tarde después de que vuelva del trabajo y...
—Eren — En un segundo Levi está frente a él, le cubre la boca con su pálida mano. Eren le mira sorprendido, al parecer no demasiado consciente de cuándo fue el momento en el que Levi se acercó tanto —. Mira a tu alrededor y dime qué ves.
Levi observa los hermosos ojos cerúleos moverse alrededor del departamento y la realización iluminándolos como farolas en la oscuridad.
—Ah, te refieres a Miércoles — dice despreocupadamente, mientras el gato que recogió el mes pasado se mantiene sobre un librero en pros de alejarse de la bestia que le espera impaciente ahí abajo. —. No será tan malo, solo es cosa de aprender a convivir, es decir, míranos, tu y yo terminamos casados.
Levi rueda los ojos ante la broma de Eren. Toma la punta de su nariz entre sus dedos y la aprieta con fuerza. —Ve a ducharte, estás asqueroso y cuando termines limpias este desastre.
—Sí, mamá.
Eren se aleja todavía con esa sonrisa burlona en su rostro. Levi, con los brazos cruzados sobre su pecho, observa al pequeño monstruo revoletear de un lado a otro, corriendo como si las inclemencias del clima no hubiesen hecho mella en él.
Sus pelos castaños y sus grandes ojos le recuerdan a Eren. Sonríe ante la ironía. Vuelve a su trabajo, mientras lo hace, piensa y espera que su departamento no termine convirtiéndose en un zoológico en el futuro por favor.
