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• tres •
—Levi, ¿si tuvieras que cuantificar tu amor por mi cómo lo harías?
Levi baja el libro que está leyendo mientras ve a Eren acercarse a él con una taza de té que no ha pedido, aunque es bienvenida. Analiza cuidadosamente cada uno de sus movimientos, desde la forma gentil en la que se sienta a su lado hasta la forma nerviosa con la que juega las mangas de su suéter. Está mordiéndose el labio inferior y sus orejas están terriblemente rojas, no por vergüenza, Levi sabe que no.
Tragándose un pesado suspiro, Levi pone el té que le ha sido entregado antes sobre la mesita frente a ellos, y envuelve su brazo en los hombros de Eren atrayéndolo hacia él. Siente bajo su tacto el cuerpo del crío tensarse, pero ceder de todos modos, y acomodar su cabeza en su regazo.
—¿Qué hiciste? — Levi le mira desde arriba, Eren rehuye de su mirada.
—Oh, bueno. ¿Recuerdas que dijiste que no debería acercarme ni de broma al borrador que dejaste en la mesa porque es el que entregarías a Hanji? Pues~ la buena noticia es que yo no me he acercado a él...
—¿Y la mala?
Eren le mira fugazmente antes de desaviar la mirada de nuevo.
—La mala es que Verano sí lo hizo — eso es un susurro, y, junto a la posibilidad de impedir que Eren nombre a sus mascotas de acuerdo al momento en que llegaron aquí, también se guarda en su memoria la nota de jamás dejar algo fuera de su oficina de nuevo.
Levi gruñe echando su cabeza hacia atrás. La maldita bola de pelos aparece de entre los pasillos meneando su cola con felicidad. Apenas es un cachorro joder, ¿como mierda es que alcanzó las malditas hojas de la encimera?
—Oí' Eren.
—... ¿Dime?
—Tienes suerte de que te ame lo suficiente como para creer esa mentira.
Eren suspira en alivio.
—Maldición, Levi, pensé que me matarías.
—Oh, no, no podría hacer eso. Sin embargo no tienes tanta suerte, muchacho, todavía tienes que pasar media hora de tu vida imprimiendo un nuevo lote.
Levi ve el ceño fruncirse, a punto de replicar, pero no hay nada que replicar, el mocoso malcriado tiene suerte de que Levi esté siendo condescendiente, y de que le conozca tanto como para pensar en esta posibilidad y haber guardado una copia en su usb.
—¿Pero todavía me amas?
Levi rueda los ojos.
—Hasta el infinito y más allá.
Eren se ríe.
