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• cuatro •
La parte favorita del día, para Eren, es volver a casa.
Levi siempre está ahí, esperándole, sumergido en sus ideas; a veces, muy pocas veces, envidia su vida aparentemente pacífica, sin los horarios fijos de un trabajo de medio tiempo; otras veces, cuando le ve andar de un lado a otro con las ideas revoloteando en su cabeza, o con la frustración de no saber la forma correcta de continuar una historia, Eren no le envidia tanto.
Hoy parece ser un día pacifico. Levi está sentado en el balcón leyendo un libro, la luz solar provocando que sus oscuros cabellos resplandezcan de forma idílica.
Antes de acercarse a él y hacerle saber que ha vuelto, Eren va a la cocina y preparará un par de tazas con café.
Se acerca rompiendo el silencio con el tarareo de una canción que aprendió de su madre, con un saludo amable, y manos delicadas que ofrecen dulcemente una de las tazas a su esposo. Levi, apenas sorprendido, acepta su oferta, responde su saludo y aparta el libro para darle su absoluta atención. Cuando Eren se acurruca a su lado, siente su respiración acompasarse con el suave susurro del viento en verano.
Levi le pregunta cómo ha ido el día. Eren habla sobre los pacientes y clientes del día. Señoras comprando toda clase de juguetes chillones para sus perros; padres y niños ansiosos por la aparente adopción de su primera mascota; niños llorando ante el horror de ver a sus pequeños amigos enfermos. Habla y habla. Y Levi le escucha.
Después de varios minutos de charlas triviales, Eren se acomide más contra Levi y susurra:
—Pero mi momento favorito del día es este. Siempre este.
Porque sí. Eren lo sabe cuando se acerca a Levi y todo a su alrededor es pacifico; estos son los momentos por los cuales vive, siempre junto a Levi.
