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• doce •
Las muestras de afecto de Levi son sutiles, la mayoría de las veces, permitiéndose ser tan atento y cariñoso únicamente en la privacidad de su departamento, y aún así no es a menudo. Pero cualquiera que le conozca lo suficiente puede ver las pequeñas diferencias de su trato a Eren con otros, como, por ejemplo, la pequeña sonrisa que lucha por reprimir cuando simplemente escucha su nombre ser mencionado, o la forma menos hosca que tiene de hablarle, y el como secretamente admira su forma tan linda en la que sus ojos se arrugan al reír, de la misma forma en la que admira sus ojos de océano tan transparentes como el agua, y tan directos como un espejo. Un espejo en el que Levi se puede ver reflejado cada día de la mejor manera, donde se recuerda besándole la nariz mientras duerme y tomándole de la mano para depositar un anillo en su dedo anular ante su nula habilidad verbal.
Un espejo que le enseña que es lo que en realidad busca y quiere, que le enseña cómo puede ser feliz.
Sentados en una cafetería, Levi se desliza sobre el sillón y se acerca por completo a Eren, sus cuerpos apenas siendo separados por un diminuto espacio de aire; Eren inhalando profundo y mirándole con sorpresa cuando Levi busca a tiendas su mano bajo la mesa para entrelazar sus dedos.
Y, siempre que se trata de Eren, Levi gira el rostro indiferente, pretendiendo que no siente su corazón palpitando contra sus costillas con fuerza.
Piensa que, si alguna vez le diesen a elegir entre todo lo material que tiene en la vida y Eren...
Eren, definitivamente elegiría a Eren.
