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• trece •

En ocasiones, cuando hace buen tiempo y Levi no está demasiado concentrado en sus ideas, él va a recoger a Eren a la estación cercana al edificio en el cual viven. Hoy, es uno de esos días.

Apenas saliendo por entre la muchedumbre que se arremolina en las puertas del vagón, Eren ve a Levi esperándole cerca de la entrada. Trota hasta él con una suave y sincera sonrisa antes de decirle un Hola.

Caminan lado a lado en un silencio cómodo. El sol tiñendo de rojo y naranja las nubes, los hojas secas de los árboles crujiendo bajo sus pasos, el frío del próximo invierno a Eren le provoca escalofríos; con las parejas a su alrededor caminando demasiado juntas, como si desconocieran el significado de espacio personal, apenas han avanzado dos cuadras desde la estación cuando Eren se da cuenta del espacio que les separa a ellos, frunce el ceño al concluir que eso no está bien. Mirando de soslayo a Levi un deseo inhumano por abrazar a su esposo y fundirse con él para siempre le domina, y no se esfuerza mucho por controlarlo.

Obstruyéndole el paso Eren fugazmente se coloca frente a Levi, y de la misma manera fugaz envuelve sus brazos alrededor de la cintura de su esposo y esconde el rostro en su cuello.

Levi siente momentáneamente el impulso de apartarse ante la inesperada muestra de afecto, pero (secretamente) quiere hacerlo porque la situación ha provocado que su corazón lata tan fuerte que teme que alguien le escuche.

—Quedémonos así para siempre — Eren le dice, aferrándose más fuerte a él, acurrucándose mientras aspira su aroma.

Nunca antes se han abrazo tan íntimamente en público, y por primera vez desde que se conocen Levi siente vergüenza, no obstante, contra cualquier alegato que pueda tener, envuelve sus brazos en Eren y oculta su propio rostro en la unión del cuello de este, agradecido de que Eren no pueda ver el tenue color en sus mejillas.

Ahí alrededor de una transitada calle, muy cerca uno del otro, la calidez les envuelve en esta tarde fría.