Capítulo 2

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Para cuando el pelinegro despertó, ya el cielo presentaba unos cuantos matices anaranjados que se colaban en la habitación. No recordaba haberse quedado dormido pero realmente durmió muy bien, como no lo hacía en años. Mirando alrededor se encontró con Yuki en el otro futón, los ojo amarillos brillaron en la semi oscuridad. Se arrebujó más entre el cobertor.

—¿Has estado ahí todo este tiempo?

—Buenas tardes, Klaus —saludó Yuki, con cierta ironía—. Algo. Hace una hora me fui por unos 15 minutos. Aún seguías roncando cuando volví.

—Yo no ronco —protestó, rascándose un ojo—. ¿Qué hora es?

—Sí roncas —replicó—. Faltan unos minutos para las 5 de la tarde. —Yuki entonces se levantó, revelando que había estado con el cabello suelto. Liso como una seda marrón, cogió pronto su listón y procedió a amarrarlo con pulcritud—. Debes tener hambre. ¿Quieres comer?

—El sol se está ocultando, ¿tienes algo que pueda usar encima de la ropa? —Se enderezó pero aún no se desprendía del cobertor, le costaba mucho agarrar calor y no quería perderlo tan rápido.

—¿Qué asunto hay con el frío? A todo esto… —Yuki se puso en pie y avanzó al armario— ¿cómo es que eres así? —Abrió los cajetines, hurgando en ellas a ver qué encontraba para el extranjero.

—Sabes que en bajas temperaturas una persona normal podría morir de hipotermia. Debido a las modificaciones de mi cuerpo, yo tolero el frío mucho menos que cualquier otra persona. —Miró con curiosidad los alrededores, inspeccionando el cuarto como no lo hizo cuando entró. Era sencillo: los dos futones en medio de la estancia, un armario grande, un biombo para cambiarse, la caldera y dos sencillos jarrones como decoración. Yuki no parecía tener muchas cosas más allí—. Tampoco produzco calor, igual que una serpiente. Dependo del calor de otros o del ambiente. Más de una vez estuve a punto de hipotermia.

Yuki encontró un grueso chaleco de lana, que usaba en las temporadas de frío invierno. A él le quedaba grande, pero supuso que a Klaus le vendría casi a su talla. Era en un color marrón, y tan grueso que incluso le inspiraba calor.

—Pruébate esto. —Se acercó para que lo tomara—. ¿Quién te hizo así? ¿Es la persona de la que te escondes?

Klaus maniobró dentro de la colcha para ponerse el chaleco, tenía un color horrible –para él– pero al menos era cálido y le quedaba justo, un poco más y no le serviría.

—Un hombre que no conoce sus propios límites.

Yuki se sentó sobre sus piernas a dos pasos de Klaus.

—¿Cómo fue qué terminaste con él?

Klaus lo miró con el ceño fruncido. Pensándolo detenidamente, no había motivo para ser hostil.

—Fui vendido.

Comprendiendo que no deseaba hablar de ello, Yuki solo asintió, sin seguir interesándose por su pasado. De igual forma, no era asunto suyo.

—Entiendo. —Se puso en pie—. Vamos a la cocina —anunció, inclinándose para coger su espada.

Klaus le siguió. En largas zancadas llegó a su lado.

—No pareces un soldado común...

—¿Estás buscando pelea, lagarto? —Yuki le envió una mirada ceñuda—. A la próxima vez que sigas con lo de que parezco una chica, te rebano la lengua.

—Quizás me expresé mal —dijo para sí mismo—. Quise decir que no usas uniforme y tampoco llevas un arma. Solo esa espada que cargas a todos lados. ¿Eres alguna clase de soldado especialmente entrenado?

Salieron al exterior, calzando Yuki sus getas y Klaus sus botas.

—A eso me refería antes. Tengo mi uniforme, fue el que viste ayer, el totalmente negro. Esta es mi ropa de diario. No he requerido de un arma de fuego como los americanos, y tampoco… he requerido de llevar mi uniforme todo el tiempo porque, como ves, justo ahora no me hace falta. No estoy en combate, no voy a ejercer una orden en el que requiera de la protección de mi vestimenta oficial…

—¿Por qué no usas armas de fuego? —Caminaba relajado gracias a que el chaleco de lana le permitía conservar todo el calor que logró reunir durante la tarde de sueño reparador.

El tono de voz del castaño era de desprecio.

—Esas armas son deshonestas. Te escondes tras ellas, no eres capaz de dar la cara al enemigo usándola; puedes disparar a larga distancia o escudarte a pocos pasos, pero nunca luchas en su totalidad. Es un camino fácil y deshonroso.

—Ah. Eres un tradicionalista. Había escuchado de personas como tú. —Eso le hizo gracia a Klaus—. Oye, ¿qué se supone que haré aquí? No lo tengo muy claro.

—Por ahora solo puedo entrenarte y enseñarte lo que debas saber. No sé qué planes tenga Ottori-sama para ti.

Llegaron a la cocina. En el mesón del centro estaba repletos de deliciosos platillos colocados en dos bandejas: en una, había dos porciones de caldo y verduras en dos bol; otro, un gran caldero con fideos hirviendo, con platos amontonados a un lado, y en el tercero, filetes finamente cortados de pescado crudo en un plato, dos tazas con arroz blanco en forma de triangulo y adornados con una hoja de alga, dos bol con tempuras, y dos tazones pequeños con lo que se veía era una clase de salsa.

Yuki y Klaus se acercaron.

—Esta debe ser la cena para Ottori-sama y su hijo. —Le echó una ojeada a Klaus—. No vayas a tocar nada.

—¿Por qué con él? ¿No se supone que los altos mandos no deambulan por la cocina? —Se burló el menor sentándose con las piernas cruzadas en la mesa baja.

—No lo hacen. —Las chicas terminaron de ordenar todo y procedieron a llevarse la comida. Yuki mostró una sonrisa superior a Klaus—. Se lo llevan.

Una de ellas tapó el caldero con una tapa y ayudada por otra, se llevaron el caldero. En total salieron de la cocina 4 chicas, la última llevando tazas, palillos y una jarra de té. Aún así quedaron dos en la cocina junto a los jóvenes y la cocinera. Hablando con ella, Yuki consiguió que le dieran a ambos unos platos de sashimi –los filetes de pescado crudo encima de unas bolas de arroz–, dos tazas de caldo y verduras junto a un bol más grande con fideos.

—Vamos a comer. —Yuki se sentó en la mesa donde comieron antes, tomando sus palillos. Frente a cada uno tenían sus platos de caldo y filetes, los fideos en el medio y unos platos apartes vacíos—. Itadakimase —murmuró Yuki. Con una mano sostuvo uno de los platos vacíos, los palillos usados para sacar unos cuantos fideos; los sostuvo sobre el plato, soplando antes de sorberlos haciendo ruido—. ¡Mmh, está bueno!

Klaus miró a Yuki atentamente. ¿Esos eran los modales asiáticos? A Klaus jamás le permitieron sorber la sopa, comer sentado en el suelo mucho menos, pero en esa cultura todo eso era permitido e imaginaba que era lo correcto, para él aún se sentía extraño. Una vez más tuvo su batalla con los palillos antes de poder comer, desistió de los fideos. Cuando él intentó sorberlos, se ensució todo el mentón y la ropa, así que se bebió la sopa de vegetales dejando los fideos de lado.

Yuki cogió su caldo, sorbiendo un poco al beberlo del plato, luego tomó un poco de sus fideos y los metió dentro del caldo, mojándolos unas dos veces antes de sorberlos, sujetándolo con sus palillos para así evitar que se pegaran a su rostro. Tragó, y miró a Klaus.

—¿No comerás fideos?

—No. Me ensucio cuando intento sorberlos. —Miró mal los fideos—. Ustedes tienen costumbres muy diferentes, hasta los cubiertos son diferentes. —Hizo un movimiento gracioso con los palillos, se le salieron de control y cayeron en la sopa de vegetales de Yuki—. Lo siento.

Yuki negó, pasándole el palillo.

—Tienes que sujetarlos siempre. —Yuki tomó sus palillos, y cogió los fideos. Se los llevó a la boca y sorbió, sujetándolos con los palillos, sorbió una vez más y sujetó las puntas hasta terminar. Tragó unas dos veces antes de hablar—. No lo hagas rápido o te ensuciarás. Sé que es difícil, pero una vez que te acostumbras, todo es sencillo.

—Estuve acostumbrado casi toda mi vida al cuchillo y el tenedor, es difícil desligarme de ciertas cosas. —Una vez más intentó comer los fideos, ahora no fue tan desastroso pero de todos modos no se los comió, dejándoselos a Yuki—. También esto de dormir y comer en el suelo, los baños también son raros, hasta la ropa el diferente. —Se vio el pantalón holgado que le dieron y...usan sandalias.

—Creo que esa es la parte divertida de vivir en otro país, ¿no crees? —dijo. Agarró unos fideos, mojándolos en el caldo—. Conocer algo nuevo… Piensa que es tan distinto a lo que estás acostumbrado, que ni siquiera los que te están buscando pensarían buscarte aquí. —Revolvió suavemente los fideos antes de tomarlos y sorberlos.

—Con suerte me dieron por muerto. En primer lugar no tenía muchas probabilidades de sobrevivir. —Terminó de comer, dejando los palillos sobre uno de los tazones como vio que Yuki hizo durante la comida de la mañana.

Yuki acabó con los fideos, tomándose el resto de la sopa. Luego cogió uno de los onigiri, dando una gran mordida que hasta llegó a alcanzar un trozo de alga.

—¿Qué hay de tu familia? —preguntó. Con los palillos cogió un pedazo de salmón y mojó en la salsa de soja.

—No sé. —Se encogió de hombros indiferente—. Es difícil llamar familia a alguien que abusó de ti y jamás te quiso.

Los movimientos de Yuki se congelaron al oírlo, pareciendo preocupado.

—Lo siento… No pretendía tocar un tema así…

—Me afecta menos de lo que crees. —Sonrió condescendiente a Yuki—. Mi abusivo padre es el menor de mis problemas, créeme. ¿Y tú? ¿Tienes familia?

Yuki dudó.

—Bueno…, sí y no. —Se llevó el salmón a la boca.

—¿Sí y no? —Klaus rió—. ¿Podrías explicarte mejor?

El mayor sonrió un poco avergonzado.

—Fui adoptado hace años. Cuando era casi adolescente, mi padre adoptivo murió. Su hijo era mayor que yo, y era un hermano verdadero para mí. —Tomó otro onigiri—. Pero cuando murió nuestro padre, él desapareció. Un día simplemente ya no estaba. Cuidé de mí por unos años hasta que Ottori-sama me recibió y permitió que Kishimoto-san me entrenara como samurái —negó—. Nunca supe qué fue de mi hermano adoptivo. Pienso que está por algún lado, aunque no esté aquí. —Mordió la bola de arroz.

—¿Te abandonó? —Pareció sorprendido de eso.

Yuki asintió, dando otra mordida a su bola de arroz. Tragó un poco al hablar.

—En su momento me enfadé, tenía solo unos… —dudó, recordando—. 9 años… Pasé unos años pensando en el porqué. Nunca me gustó tener rencor hacia los demás, así que solo lo atribuí al miedo de estar solo y la responsabilidad de cuidar de mí. Le he perdonado por eso, aunque yo no lo hubiera abandonado, comprendí sus acciones. —Sonrió, una ligera expresión triste mientras cogía un nuevo filete de salmón—. Luego de eso, incluso ahora, solo me pregunto si está bien… A pesar de todo tengo la esperanza de recibir alguna noticia de él.

Klaus se quedó mirando a Yuki perplejo, no sabiendo si era muy idiota o solo alguien con un gran corazón. Él no podía hacer lo mismo que Yuki, ciertamente no le importaba lo que pasara con su familia o el hombre que lo convirtió en...eso, pero estaba seguro que jamás podría perdonarlos, a ninguno de ellos. Mirando a un lado se encontró con la mirada recelosa de la mujer a cargo de la cocina, con un suspiro se levantó de la mesa.

—Volveré a la habitación, imagino que si estoy más tiempo aquí los nervios de la mujer explotarán.

Yuki dudó en si acompañarlo o no. Ottori dijo que cuidara de él, ¿tendría que seguirlo a todas partes? Si estuviera en su lugar, se volvería loco. Asintió.

—De acuerdo. Iré en un rato. ¿Estarás bien sólo?

—No es tan difícil llegar al dormitorio. —Al pasar por su lado, le palmeó la cabeza como si fuera un niño—. Te veo allá. —Salió de la cocina camino a su cuarto asignado, haciendo un gesto de despedida para la señora.

Apenas Klaus salió, Masami se acercó a Yuki.

—Yuki, no deberías congeniar con ese extraño.

—¿Por qué? —Yuki se detuvo en plena faena de llevarse el último salmón a la boca—. Es agradable, no importa si es extraño. —El salmón fue a parar a su boca.

—Confía en lo que te digo. Fíjate en cómo es. No solo por ser un extranjero, sino es su aspecto. —Ella tenía una mirada seria en el rostro—. No cuestionamos las órdenes de Ottori-sama, pero no creo que haya sido una buena idea mantenerlo con nosotros.

Yuki se levantó, agradeciendo la comida, y tomando el último onigiri luego de beber de un sorbo largo su taza de té ya tibio.

—Masami-san, no se preocupe. Confío en mis instintos, Klaus-kun no es alguien peligroso. Pero…tomaré su palabra. Tendré cuidado.

Se marchó de la cocina.

No fue directamente a su habitación, sino que se demoró comiéndose la bola de arroz, dejándole un tiempo a Klaus mientras iba a dar una vuelta. Tardó casi como una hora, entrando en su habitación.

Yuki encontró a su compañero temporal acostado en el suelo, con los brazos tras la cabeza a modo de almohada, la mitad del cobertor encima y los ojos cerrados. Se veía tranquilo y relajado, abrió uno de sus ojos viendo que llegó el castaño, luego volvió a cerrarlo.

—¿Está la posibilidad de que alguien aquí intente matarme o envenenen mi comida?

El mayor negó, acercándose a su armario para sacar un cambio de ropa.

—No, solo dale tiempo… Comprende que tu aspecto no es el más común que hayamos tenido. —Sacó un par de prendas—. Eres el protegido de Ottori-san. Dudo que alguien se atreva, aquí, a desafiar sus órdenes.

—¿Es por eso que tú me aceptas con tanta facilidad? No estás histérico, apenas te sorprendiste y hace rato dejaste la faceta de en guardia. —Se giró en la cama, quedando acostado sobre su estómago para mirar a Yuki cambiarse.

Yuki se despojó de su espada, y luego fue desanudándose la parte de su pantalón.

—En realidad, te observé mientras estabas inconsciente. —Se despojó el pantalón holgado, quedando con el kimono. Alcanzaba a cubrirle hasta las rodillas, por lo que dejó a la vista las tonificadas y fuertes piernas blancas—. No digo que no resultas intimidante por tu aspecto, ¿pero debo permanecer aterrado todo el tiempo? Hay una guerra sobre nosotros. Si muero en ella, o si resulta que muero debido a un ataque sorpresa tuyo, no hay ninguna diferencia. —El kimono superior también se fue, por lo que quedó en una sencilla bata blanca. Sus manos se alzaron para soltar el lazo que mantenía sujeto el cabello castaño—. Tengo prioridades de las cuales preocuparme que el hecho de que seas diferente a nosotros o no.

—Eres la primera persona que llega a esa conclusión —comentó sorprendido, mirando detenidamente la piel blanca de las piernas, tonificadas...

«Hermoso

—¿Entonces ya no me temes? —Ignoró esa pequeña voz interior.

El castaño le miró, solo su cabeza girando a verle.

—No lo he hecho, Klaus. Me sorprendió verte la primera vez, pero si no le temo a la muerte, ¿podré temerle a alguien como tú? —negó, su cabellera moviéndose levemente—. Mi único temor son los gusanos. —Sonrió—. Les tengo un asco enorme. —Dejó sus ropas ordenadas en una mesa, caminando hasta su futón, recostándose en él, dando un largo suspiro de alivio, y estiró su cuerpo completamente.

—¿En serio? Son bastante nutritivos. —Por alguna razón, Klaus no pudo apartar la mirada del muslo que quedó descubierto, la ropa deslizándose cuando Yuki alzó la pierna derecha, con facilidad podía ver el comienzo de la redondeada nalga.

Yuki le giró a ver.

—¿Te los comes? —Hizo una expresión de asco, sus facciones haciéndolo más adorable que de desagrado—. Iuk.

—Se hace lo que se puede para sobrevivir. Pasé unas cuantas semanas comiendo gusanos y carne cruda —dramatizó el menor, encantado con la mueca adorable que hizo el castaño—. Es difícil encontrar comida cuando es invierno, ni loco me metería al agua a intentar pescar algo, y era mejor permanecer fuera de la vista de las personas. Por suerte vino primavera y pude dejar los gusanos de lado para comer las bayas silvestres. Aprovechaba las horas de sol para meterme al agua y buscar algunos peces.

Yuki se colocó de lado, el codo reposando en su almohada y la cabeza en la palma, de esa forma podría ver mejor al extranjero, la cabellera cubría el hueco que había entre su brazo y su cabeza.

—Debió haber sido duro… ¿Pasaste mucho tiempo en esa situación?

Klaus contó en voz baja, mostrando los dedos de largas uñas mientras murmuraba.

—Casi 8 meses —respondió, se colocó también de lado para poder mirar a Yuki.

El samurái se mostró sorprendido.

—¿Pasaste 8 meses viviendo de esa forma? —Yuki estaba anonadado. Era el hecho de que Klaus no estaba acostumbrado a una cultura diferente. Con él era distinto, él nació y creció en esa tierra, cuando su hermano se fue, la diferencia radicaba en que él sabía lo que tenía que hacer para vivir: sabía cosechar leña, sabía cómo ganarse su comida, no tenía que esconderse… y no tenía problemas con el frío. Pero imaginarse a Klaus pasando todas esas calamidades… Su corazón se estrujó, maldiciendo mentalmente a la persona que le causó eso—. Es… totalmente increíble que aún sigas vivo… No solamente por salir de Rusia, sino cruzar el mar de Japón y parte del país hasta llegar a Hiroshima… Aunque… ¿por qué venir acá? Pudiste ir al oeste, su clima no estaría tan álgido como acá.

—Debo reconocer que en cuanto aprendí a volar todo fue mucho más fácil. Podía recorrer distancias más largas en horas, pero como siempre, el factor frío me obligaba volver a tierra y coger algo de calor. Las corrientes de aire son bastante frías. —Tomó un mechón de cabello negro comenzando a jugar con él, primero enrollándolo en su dedo y luego dejándoselo sobre el labio como un bigote—. Mi prioridad era salir de Rusia. Para cuando me di cuenta estaba más hacia el este que al oeste; lo que me interesa es alejarme, no importa el rumbo.

—Pero no naciste ahí, ¿verdad? —intuyó. Estiró la mano libre para hacerle caer el mechón—. No te luce bigote —bromeó.

A modo de broma, tomó el mismo mechón pasándoselo por la cara a Yuki como una brocha.

—A ti no te luce el negro... No. Yo no soy ruso —respondió después de un momento—. Soy de Alemania.

Yuki manoteó la mano del otro, ahogando una sonrisa.

—Ah, así que eres alemán. Ya decía yo que tus primeras palabras eran muy extrañas. ¿Por qué no regresaste a tu país? Oh… —Se dio cuenta—. Lo siento, pregunta tonta: te iban a regresar a Rusia.

—Probablemente me hubieran linchado. Si crees que la reacción aquí de las personas a mi apariencia es mala, en Alemania sería peor. Ellos no necesitan muchas excusas para ponerse violentos. —Se volvió a poder boca arriba, agarrando un mechón de cabello más grande y comenzando a trenzarlo—. ¿Por qué te dejas el cabello largo?

—¿Por qué te dejas el cabello largo? —devolvió la pregunta, divertido.

Klaus bufó de igual manera.

—¿Qué tienes, 5 años? No me remedes —terminó la trenza para hacer otra—. No fue una decisión dejarlo largo, simplemente las circunstancias se dieron y estando atrapado en Rusia no pude volver a cortarlo. Ahora tú.

—Preguntaste primero, y no tienes el cabello corto que digamos. —Exhaló aire, bajando la mirada al borde del futón—. Mmh. Creo que no tengo una razón importante del porqué lo tengo largo. Creo que es más bien el hecho de que no me importa tenerlo largo o corto. Mientras no me sea un estorbo durante la batalla, estoy bien. Hasta ahora no me ha dado problemas… excepto con las chicas. Algunas son envidiosas.

Por un momento, el alemán se quedó callado mirando a Yuki. Lentamente estiró la mano hasta tomar uno de los mechones del cabello de Yuki.

—Te queda muy bien.

Yuki agradecía que no hubiera tanta luz para que así el recién descubierto alemán no notara su sonrojo. Carraspeó.

—Espero que no sea porque me veo como chica o dormirás con un ojo morado, Klaus —advirtió, alejándose solo para así acostarse boca arriba, buscando la cobija para cubrirse.

—Conste que yo no lo dije —se burló del castaño, dándole la espalda, arropándose hasta las orejas para dormir.

—Pudiste insinuarlo. —Le sacó la lengua aunque no pudiera verlo—. Buenas noches, Klaus.

—Buenas noches... —respondió con un bostezo, sintiéndose seguro y calentito, con la agradable sensación de que Yuki podría ser alguien especial.

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El cuarto poco a poco fue iluminándose con las luces matutinas, despertando a Yuki de la somnolencia en el que se había visto envuelto. Estiró sus brazos, torso, frotándose los ojos para espantar la bruma del sueño, bostezando ampliamente. Debían ser las 6 de la mañana, probablemente. Volteó a ver a su compañero, notándolo más dormido que oso hibernando. Podría dejarlo dormir a sus anchas, pero tenían trabajo que hacer. Apartó las mantas, eliminando espacio entre Klaus y él.

—Oye, Klaus, despierta —dijo, moviéndolo con suavidad.

—Hmm —gruñó dentro del nido de mantas que se hizo durante la noche.

—Anda, despierta.

Yuki se levantó, estirando cada musculo, el alivio recorriendo su cuerpo ya desperezado. Se alisó los cabellos con la mano, aunque solo tenía un poco de friz. Esa era la parte que odiaba. Miró a Klaus, que seguía inmóvil. Con una mirada maliciosa, calculó en qué posición estaba bajo las mantas, y atacó sus puntos débiles: le hizo cosquillas a los costados y el cuello.

—¡Despierta, holgazán!

Klaus en seguida se retorció, gritando y riendo, su cuerpo contorsionándose gracioso intentando escapar de las manos de Yuki.

En un descuido del mayor, el reptil extrajo alas y cola; la cola la enredó en la cintura del samurái separándolo de su cuerpo y con un movimiento fluido lo atrapó entre el futón y su cuerpo, las garras apresaron las muñecas de Yuki, inmovilizándolo. Klaus respiraba agitadamente, la boca entre abierta y los ojos cerrados, a esa distancia tan corta Yuki pudo ver con detalle los dientes anormalmente puntiagudos del alemán junto con una lengua bífida.

Yuki cogió aire, soltándolo en un silbido.

—Wuo. Interesante. —Se rió—. ¡Eh, ya estás despierto! Buenos días.

El alemán volvió a gruñir.

—Tengo sueño. —Se acostó encima del cuerpo de Yuki, al ser más alto lo cubrió por completo, descansando la cabeza en el hombro del castaño—. ¿Qué es interesante? —preguntó, rozando su aliento en la sensible piel del cuello.

Yuki tragó. Hubo algo…, había algo en esa posición que le ponía incomodo…, se esforzaba en apartar la también sensación agradable que era tener a Klaus sobre él. No, no, no pienses cosas raras.

—Em…, tu lengua es como la de las serpientes. Es interesante. —Incluso esa simple frase le sonrojó. Quizás por tener la palabra lengua en medio.

—¿En verdad lo crees? —murmuró bajo, disfrutando del calor que irradiaba Yuki y calentaba su cuerpo. No recordaba la última vez que sintió un cuerpo tibio en contacto con el suyo, se sentía agradable. Ronroneó de satisfacción; no quería salir de ahí nunca.

—Bueno…, no todos los días te topas con alguien con esa particularidad —carraspeó, moviendo los dedos de sus manos—. Am… ¿Klaus…? Exijo mi libertad. —Su pie tocó la pierna del alemán.

—¿Por qué? Estás tibio, quiero todo tu calor. —Pasó las manos por los costados del cuerpo más delgado, acurrucándose aún más.

Yuki recordó el problema de la temperatura que tenía el otro, y supuso que quizás no debió de haberlo despertado estando el clima aún álgido afuera, el sol todavía no había calentado lo suficiente el exterior. Suspirando, y ya con sus brazos libres, frotó los brazos del menor.

—Te ayudaría más colocarte frente a la estufa. —Miró hacia la esquina en donde estaba el brasero, a su izquierda—. Te calentaría mejor.

Klaus suspiró.

—Estaré bien, estamos en agosto, la temperatura aún es buena. —Con un bostezo, liberó a Yuki, y quedó de rodillas sobre el futón, tomando la cobija se la pasó por encima cubriéndose con ella—. ¿Y? ¿Por qué me levantas a esta hora?

Apoyándose en sus brazos, Yuki se erguió un poco.

—Entrenar. Y en realidad no es tan tarde, más bien estoy atrasado por una hora. —Volteó hacia la puerta, donde estaba al completo el día claro afuera—. Normalmente me despierto antes de que el sol salga. —Le dio una palmada a Klaus en la rodilla—. Vamos, apártate. Quiero darme un baño.

Klaus se estremeció al pensar en bañarse a esa hora de la mañana. Él prefería esperar a que el sol estuviera más arriba.

—Bien. Ya que me despertaste, iré a estirar las alas un rato, aún me cuesta aterrizar correctamente —le comentó acercándose al chaleco lanudo que Yuki le dio la noche anterior.

—¿Tu cara golpea la tierra? —Se burló Yuki, levantándose y rebuscando en su armario una muda de ropa diaria.

A Klaus se le crispó una ceja. Enredó su cola en uno de los tobillos de Yuki en su camino a la puerta, cuando lo rebasó, simplemente tiró haciendo caer a Yuki en el suelo de madera.

—Te veré afuera, fräulein.

—¡Hey! —Yuki le miró mal, poniéndose en pie. No obstante, solamente tenía una única duda en su mente…: ¿qué demonios significaba fräulein?

Chistando, terminó su búsqueda y marchó al baño. Allí, como solía pasar, se demoró. Era muy concienzudo con su limpieza, sobre todo si su cabello estaba en medio de esa faena. Afortunadamente, pocos como él gustaban de darse un baño cuando el agua estaba helada. A él no le preocupaba, le espantaba todo rastro de sueño y le mantenía activo.

Se vistió y salió, devolviéndose a su habitación para sentarse frente al caldero a secar su cabello. ¿Qué era fräulein? La palabra le sonaba a viejo [1]… ¡¿Le estaba llamando viejo?! ¡Pero si era dos años mayor!

—Condenado alemán —refunfuñó, cepillándose la castaña cabellera hasta que quedó lisa y seca. La ató en una coleta y salió. Miró por todos lados, incluso al cielo, pero no le vio. Debía de preocuparse pero…—. Está mayorcito para cuidarse solo. —Ceñudo, caminó a la cocina por algo para comer.

Yuki ya iba a mitad de comida cuando vio la cabeza de Klaus colgando boca abajo en la puerta.

—Aquí estás. Creí haber olido duraznos. —Bajó del techo de un salto, acercándose a la mesa para también comer—. Te tomaste tu tiempo en el baño.

El ceño volvió al rostro de Yuki, ignorándole y continuando con su comida. Varios murmullos comenzaron a llegarle desde la cocina, y mirando de reojo, todos los que trabajaban allí no apartaban la mirada de Klaus: de sus alas y su cola a la vista. Temerosamente, una de las jóvenes ayudantes se acercó a ellos, llevándole un plato de arroz a Klaus, con sopa de miso, huevos revueltos con rodajas de tomate y otro bol con tsukemono de col y pepino, haciendo un esfuerzo monumental en que sus manos no temblaran por los nervios; Yuki tenía lo mismo, aunque había revuelto el huevo con el arroz, pareciendo bastante tranquilo. No obstante, esta vez, a Klaus le colocaron un tenedor en vez de palillos.

—Gracias, Amu-chan —agradeció Yuki a la joven. Ella solo asintió, apresurándose en retirarse—. Estás haciendo más nerviosos a los demás.

Klaus se miró las manos de las uñas negras. Había olvidado retraer las alas cuando bajó a tierra. Bueno, técnicamente terminó en el techo y caminó por el tejado de madera hasta la cocina cuando a su nariz llegó el embriagador olor del durazno, supo enseguida que Yuki estaba ahí.

—Lo siento. Lo olvidé. —Retrajo las alas y la cola, sorprendentemente el hueso se contraía volviendo al interior de su cuerpo sin dejar ningún rastro. Klaus notó el tenedor, sonrió encantado—. Que detalle. —Se sintió mucho más aliviado de tener el tenedor en sus manos, comió correctamente, sin hacer morisquetas ni ensuciarse.

—Sí, ya no quiero seguir viendo cómo haces un desastre con los palillos —bromeó—. Es una suerte que Masami-san tenga cubertería americana, aunque no la use tanto. —Dejó el plato con arroz y huevos un momento para coger el último col que le quedaba. Los tomates ya estaban en su estomago junto con el pepino.

—No importa lo que digas, aprecio que me facilitaran cubiertos. —Klaus pasó los dedos por el mango del cubierto, notando el grabado muy fino, se acercó los dedos a la nariz—. Incluso son de plata. ¿Está bien que yo los use? —Aunque preguntó eso, ya estaba metiendo el tenedor en los huevos y llevándoselo a la boca.

—Si no los quieres, entonces déjalos y usa los palillos. —Yuki volvió con el bol de arroz y huevos.

—Ya los estoy usando. —Comió del arroz que normalmente dejaba de lado por ser muy difícil de agarrar con los palillos. Le resultó raro sentirlo dulce, pero comida era comida y no la iba a dejar—. ¿Entonces esta es tu rutina? ¿Te bañas con agua helada y vienes a desayunar?

—Doy caminatas por el pueblo antes de ponerme a hacer cosas. Por lo general, un samurái como yo debería estar en un templo, constantemente entrenando, no es algo que se deba detener en su día a día, pero aquí… —Yuki detuvo su comer, suspirando largamente— lo hago aunque se supone que no deba "hacer nada". Es sencillo. Solo he estado en dos o tres revueltas de pueblo, que no son nada más que campesinos peleando entre sí por la cosecha. —Su expresión se volvió seria—. Por eso me gustaría que me enviaran a alguna contienda, algún lugar donde pueda exponer mis habilidades totalmente… Un verdadero campo de batalla.

Klaus miró a Yuki con el ceño fruncido y un bocado de huevos con arroz en la boca a medio tragar.

—¿Eso es lo que aspiras, ir a una batalla? Que desperdicio. Las guerras nunca traen nada bueno, y tú deseas ir directamente a una trifulca entre países. Brillante —ironizó.

—Es la gloria de proteger a la tierra en donde naciste y los tuyos, del ir y perseverar, volviendo con honor o morir por igual sabiendo que diste todo por defenderla. —Yuki negó, apilando lo último de su arroz—. Para ti no será nada, pero yo me siento inútil aquí sin hacer nada que valga la pena, teniendo una función que no ejerzo. —Y se llevó el bocado a su boca.

—Claramente no tengo amor patrio. —No comentó nada más, se concentró en su desayuno. A diferencia de cuando usaba los palillos, no tardó en terminar.

—Es obvio. —Yuki dejó el bol del arroz, tomando ahora el de la sopa de miso.

Unas jóvenes volvieron con platos usados, supuso que habían recogido la mesa donde Ottori-sama y su hijo desayunaron, aunque varios platos aún conservaban comida. Oyó a Masami suspirar sonoramente.

—El joven Kenshi volvió a pasar la noche fuera, ¿eh?

Las otras jóvenes asintieron.

—Ottori-sama no está de buen humor.

Yuki se terminó de tragar un tofu que había estado triturando antes de hablar.

—Me parece que Ottori-sama no está de buenas hoy —comentó a Klaus—. Si te llega a requerir, trata de no… enervarlo.

Klaus miró a las mujeres que entraron cuchicheando.

—¿Sabes el motivo?

—El joven Kenshi —dijo, sorbiendo luego un poco de la sopa. Ante la mirada confundida de Klaus, aclaró—. Su hijo. Es un año mayor que yo, pero es muy… —Yuki dudó—. Ha tenido más parejas que no podría contarlos con todos mis dedos. Todos aquí saben eso, no es que a él le importe. Es un mimado arrogante —terminó, acabándose de un tirón su plato—. Gochisou-samadeshita —agradeció, uniendo sus manos en plegaria. Se levantó.

—¿Cuál es el problema? —Klaus se encogió de hombros—. No está comprometido o algo así ¿no? ¿No deberían dejarle en paz? —Agarró la sopa que dejó para lo último, llevándose el cuenco a los labios—. Mmh. Estuvo bueno.

—No, pero a Ottori-sama no le agrada que ande de…revoltoso. —Cuando una de las chicas vino a buscar los platos usados, Yuki le ayudó pasándolos—. Ottori, creo, quiere que formalice una relación beneficiosa y sólida, pronto será el nuevo señor feudal de la región. No se toma sus responsabilidades en serio.

—Oh. —Fue todo lo que dijo, no quería ahondar en ese tema—. Entonces... ¿Irás a dar una vuelta por el pueblo? Si es así, volveré a la habitación. —Se levantó de la mesa mirando a la chica dándole un asentimiento de cabeza a modo de gracias. No sonrió para no mostrar los dientes puntiagudos, no quería que gritara y saliera corriendo, eso sería muy incómodo.

—Mmh. En realidad…, pensaba en ir a las montañas. —Ambos salieron de la cocina, y Yuki señaló el bosque que rodeaba los terrenos—. Hay un camino que da a un monte, ¿ves la punta de ahí? —Señaló el pico de una montaña que se alzaba—. Son varios, pero hay unos que son pequeños. Existen un par de templos ahí, son unos lugares muy pacificos. Por ese camino también podemos ir a un cementerio. No queda muy lejos, como unos 15 minutos de caminata. —Comenzó a dirigirse hacia allí—. Puedes venir si quieres, no creo que haya algo que espantar aparte de estatuas. Aunque los del pueblo tienen su propio camino, a esta hora no van.

Mirando la montaña alejada, Klaus se dijo "¿Por qué no?". No iba a hacer más nada en el cuarto a parte de dormir o mirar el techo, ni siquiera podía leer un libro para entretenerse, dudaba que tuvieran algún libro en inglés.

—Voy contigo —respondió, alzándose de hombros—. ¿Quieres caminar o volar?

Yuki se detuvo, mirando a Klaus con los ojos como platos. Miró la montaña, luego a Klaus, después la montaña y al voltearse al alemán, un ceño preocupado se estableció en su rostro.

—¿Eres seguro? Dijiste hace rato que no sabes aterrizar bien. No quiero que mi rostro se estrelle con la tierra por tu culpa.

—No seas miedoso. Además, si eso pasa tendré algo blandito en qué aterrizar. —Le dio una palmada en la espalda a modo de broma. Sacando las alas y la cola nuevamente, puso una rodilla en tierra dándole la espalda a Yuki—. Sube.

—Sí, como tu trasero —dijo Yuki. Echó un vistazo alrededor, sus ojos del color del ladrillo fijándose en Klaus, dudoso—. ¿En serio eres seguro?

—No te tiraré si eso es lo que temes. —Giró la cabeza para mirarlo, se pasó la mano por el cabello para quitarlo de su espalda y que Yuki no se lo halara. Las alas estaban extendidas en toda su longitud, eran enormes, y fácilmente podrías llegar al metro setenta—. Vas a subir o no?

Yuki no contestó. Solo respiró hondo, acercándose hasta subirse sobre la espalda de Klaus, los brazos firmemente agarrados en torno a su cuello, pero sin llegar ahorcarle.

—Si me dejas caer, y sigo con vida, tú no correrás la misma suerte —advirtió.

—Sí, sí, lo que digas. —Pasándole las manos bajo los muslos para sostenerle se puso de pie, tambaleándose un poco por el peso extra—. Tenme paciencia, es la primera vez que hago esto. —Movió las alas tentativamente, cerrando y abriendo—. Sujétate bien. —Hizo que Yuki cruzara los tobillos para que se aferrara mejor a su cuerpo, así tendría las manos libres.

Flexionando las piernas y extendiendo las alas, saltó y al mismo tiempo movió las alas con fuerza dándose impulso hacia arriba, luego comenzó a batir con fuerza agarrando más y más altura. Luego de sobrepasar las copas de los árboles, Klaus se inclinó hacia adelante en dirección a la montaña. Subió unos cuantos metros hasta agarrar las corrientes de aire, así podría planear y se cansaría menos.

Yuki había cerrado los ojos durante el ascenso, aferrándose a Klaus y ocultando un poco el rostro ante las corrientes. Su corazón palpitaba muy rápido, por un momento inclinado a echarse para atrás y pedirle al menor que le bajara, pero apenas abrió los ojos y observó el paisaje que se alzaba frente a él, bajo ellos…, calló. El pánico que debió tener no estaba. Solo estaba maravillado; los verdes bosques que se extendían por toda la región, lograba ver el pueblo entero y la sorpresa le invadió al ver que desde ahí, era mucho más grande de lo que creía. A lo lejos se apreciaba el gran castillo imperial, más grande en comparación a la casa feudal.

Sugoi… —Estaba sin aliento, su cuello estirándose por todas direcciones, queriendo abarcarlo todo, no solo lo que había bajo ellos, sino incluso alzando la vista hacia las nubes y mucho más allá encima de sus cabezas—. Es… increíble… Completamente hermoso…

—Debo reconocer que ser un fenómeno tiene sus ventajas —comentó Klaus, girando un poco la cabeza para que Yuki le escuchara. Con la velocidad que llevaban y la altura del viento, no tardarían en llegar a la cima.

Yuki acomodó sus brazos, las manos cerrándose en torno a la prenda que llevaba, logrando poder descansar el mentón en el hombro izquierdo del alemán.

—Lo es… Nunca querría bajarme de aquí. Ni siquiera en el pico de la montaña lograría una vista como esta… Es… —Calló, suspirando. Sus ojos se fijaron en Klaus—. Gracias.

Klaus no respondió, solo se dedicó a mirar al frente con las mejillas arreboladas echándole la culpa al frío aunque fuera una mentira. Al llegar a la punta de la montaña, Klaus intentó bajar lentamente, su problema era que aún no podía calcular bien el batir de las alas mientras descendían. Si aleteaba muy rápido, subía, pero si dejaba de hacerlo se desplomaba al suelo. Pasó sus manos por las piernas de Yuki solo para asegurarse de que no se caería, estuvo aliviado cuando solo le faltaban unos 5 metros para tocar suelo. Cuando tocó tierra, pisó mal, se fue de lado al no poder estabilizarle por el peso extra; ambos cayeron al suelo.

Yuki gritó por la sorpresa, aunque luego de caer totalmente desplomado, una burbujeante risa se abrió paso a través de su cuerpo, y solo pudo carcajearse. Estaba algo sucio por la tierra, y adolorido por la caída, pero simplemente se reía.

El alemán miró preocupado a su compañero. ¿Se golpeó en la cabeza?

—¿Estás bien? ¿Alguna contusión?

—Estoy bien, bien. —Yuki se irguió, sentándose. Con una mano, se limpió una lagrimilla del ojo—. Eso fue…divertido. Solo me acordaba de los polluelos cuando caen torpes al intentar volar. —Volvió a reír—. Lo siento.

El sonrojo de Klaus volvió, miró a otro lado haciendo un adorable puchero.

—Te dije que estaba aprendiendo.

Yuki sonrió.

—Lo haces bien. Bastante bien. Digo, no es que sea experto, pero yo imaginaba otra cosa —negó—. Vuelas mejor que una cría de águila. —Le miró—. Sí, es un cumplido. —Se puso en pie, estirándose un poco y sacudiéndose las ropas—. El aterrizaje es otro caso. —Estiró la mano para ayudarle a levantarse.

Aceptó la mano ofrecida.

—Necesito más práctica. —Estuvo de acuerdo. Aceptó la ayuda del mayor, cuando ambos estuvieron de pie comenzaron a caminar, Klaus ocultando las alas y la cola—. Debiste verme cuando recién lo estaba intentando, me estrellaba contra las copas de los árboles. —Recordó que también pudo escapar gracias a las alas. Lanzarse de un séptimo piso hubiera sido mortal si no fuera porque cuando saltó sus alas se abrieron permitiéndole planear y salir de los límites del laboratorio.

El castaño dejó salir una pequeña risa al imaginarlo.

—Me lo imagino. Puedes venir a practicar acá, como dije, casi nadie viene. —Llegaron a un camino que da a un conjunto de pequeños templos; edificios con columnas altas y gruesas de madera que soportaban las paredes, pisos y complejas estructuras de cubierta entre corchetes. En el centro, había una fuente. Todo se notaba abandonado—. Los monjes que habitaron este lugar se marcharon hace muchos años. —La brisa azotó el lugar, moviendo los árboles y hojas caídas. Yuki cerró los ojos y aspiró el aire puro—. Es un lugar muy pacifico.

—¿Por eso vienes? —Klaus miró los alrededores, arrugando la nariz un poco por el olor a moho en la estructura—. ¿Por qué abandonaron este lugar?

—Primero, sí, por eso vengo. Segundo, no sé, solo supe que ellos se marcharon. Pero sea cuál sea la razón… no sé, no tengo idea. He venido aquí durante tres años y no me he topado con nada raro. —Yuki se sentó en el borde de la fuente—. ¿Qué pensarás hacer de aquí en adelante? Es decir…, tu futuro… El hecho que te ocultes de los que te hicieron eso, no puede privarte de ello, ¿o sí?

—Seamos sinceros. Por mi aspecto no hay mucho futuro para alguien como yo, además de fenómeno de circo y al parecer carne de cañón como tu viejo líder hace. —Parecía bastante resignado a no tener un futuro. Se sentó en una roca grande mirando a la nada, tomó su cabello comenzando a desenredarlo con los dedos.

—Oh, no digas eso. No puedes dejar que tu aspecto te limite. —Yuki hizo un gesto despectivo—. Todos tenemos talento, sé que habrá algo que puedas hacer más allá de ser un fenómeno; alguien estará por ahí esperando toparse contigo. El tan dichoso amor verdadero como lo dicen las chicas. —Se burló.

Por alguna razón, el corazón le latió con fuerza ante esas dos palabras. Amor verdadero.

—¿Tú esperas eso? ¿Amor verdadero? Suena muy trillado.

«Mío...»

Yuki bufó.

—No digo que sería lindo encontrar a alguien que te quiera y a quien tú quieras, pero por ahora, mi único amor verdadero… —Sacó su espada, sonriendo— es mi país. Si continúo con vida después de esta guerra, probablemente me proponga interesarme en alguien. Quién sabe. Alguna chica agradable a quien le guste dar caminatas por ahí…, que no sea muy problemática. —Hizo una mueca—. No me gustan los que siempre andan de bravucones.

Klaus rió, se deslizó por la roca sentándose en la tierra, la espalda recostada en la roca.

—Para mí, el amor suena como un sueño lejano.

Yuki suspiró.

—Eres muy negativo, Klaus. Si piensas que nunca lo conseguirás, entonces se cumplirá. A pesar de lo que te pasó, no debes permitir que eso también destruya tu espíritu. —Le miró—. No le des la satisfacción de que acabe contigo totalmente. Has logrado escapar, has logrado sobrevivir, ¿para ser infeliz? Vamos, estás dejando que gane. Esfuérzate en lograr algo, no importa si tienes que ser entretenimiento para mundanos. —Sonrió con un suave toque de diversión. Yuki le tocó la rodilla con el filo de la espada—. Aspira alto, no te desanimes.

—Soy realista, no negativo. —Se levantó rápido. En un segundo miraba a Yuki desde el suelo y al otro estaba parado aprovechándose de su estatura para mirarlo desde arriba con esos ojos anormalmente amarillos como los de un reptil, prácticamente atravesándole el alma con la intensidad de su mirada—. ¿Quién va a quererme así? ¿Quién en su sano juicio sería capaz de decirme "Eres guapo"? Apuesto a que tú ni siquiera serías capaz de besarme...

—Am, no, porque independientemente de cómo seas… eres un chico —dijo, con un tono que dejaba en claro lo obvio—. Y claro que eres atractivo, tus ojos son bonitos, y tu cabello. Además, ¿quién no querría tener alas? Apenas se acostumbren, comenzarán a actuar distinto.

Klaus rodó los ojos, respondió con un bufido volviendo a recostarse de la roca. Para esa hora el sol estaba muy arriba, Klaus se quedó sentado en esa roca donde pegaba bastante el sol. Se quedaría ahí un rato agarrando calor.

Yuki observó a Klaus un momento, exhalando aire, y girando el rostro a otro lado. No dijo nada. Se estableció un ligero silencio que no sabía atribuir si era incomodo o no. Entonces, de la nada salió un monje, caminando calmadamente frente a ellos. Yuki miró a Klaus, no reaccionó.

—Típico —murmuró en japonés. El viejo monje se detuvo mirando a Klaus, acercándose, se inclinó un poco, viéndolo fijamente. Yuki se mordió el labio para no reírse.

—Kami-sama…, ¿el chico está enfermo?

Yuki suspiró la risa, levantando la vista al cielo.

—No lo está, excelencia.

Klaus sintió algo. No sabía qué pero ese algo le alborotaba las escamas desagradablemente. Gruñó por instinto, enseñando los dientes a modo de amenaza.

—¿Qué tanto murmuras? —Miró a los lados, intentando ver si algo los estaba amenazando, pero no veía nada.

Yuki sonrió.

—Nada.

—Oh… ¿no tendrá un demonio dentro? —El monje seguía observando al alemán—. Debería ir por mis pergaminos sagrados. Quizás aún pueda salvarlo.

—No hay problema, excelencia —respondió Yuki al ente—. Él es así por la ciencia humana.

—¿Ciencia? —El monje le miró.

—Alquimia.

El monje frunció el ceño.

—Artes prohibidas. —Yuki asintió—. Pobre muchacho.

El dragón se levantó del suelo tenso, con un gruñido a punto de brotarle de la garganta.

—Hay algo aquí que me está poniendo los nervios de punta. —Le dijo a Yuki—. No me agrada este lugar.

Yuki hizo una mueca. Miró al monje.

—Su excelencia, ¿podría dejarnos? Lo pone nervioso.

—¿Seguro que no necesitas de mis pergaminos? Quizás aún pueda salvarlo.

—Estamos bien.

Con una última mirada, el monje se alejó. Subió los escalones de uno de los edificios cercanos, desapareciendo al cruzar una esquina.

—Oh, le agradaste al monje Soma. —Yuki sonrió—. No siempre quiere dar su ayuda. —Se levantó y estiró los brazos—. Tu instinto te advertía de un espíritu. Pero no era malo, solo llamaste su atención.

Klaus miró al samurái raro, y preocupado, con una ceja alzada.

—¿Estás seguro de que no te diste un golpe en la cabeza cuando aterrizamos?

Yuki soltó una risita.

—No eres el único fenómeno aquí. Puedo ver, oír y hablar con espíritus. Aquí hay varios monjes, son agradables. Por eso me gusta venir aquí. —Yuki sonrió al lugar—. Ven, es hora de irnos. Tenemos práctica que hacer.

Klaus miró a los alrededores dando un último gruñido antes de caminar por el sendero que los llevó ahí.

—¿Desde cuándo puedes hacer esto?

El castaño se detuvo.

—Am… ¿desde siempre? —Se alzó de hombros y continuó—. Al principio me asusté, tenía 7 años cuando vi al primero. Mi papá adoptivo se dio cuenta y me ayudó a comprenderlo. Fue un gran apoyo hasta que murió. Aparte de él y tú, nadie más sabe que hago esto.

Klaus también se detuvo. Miró de reojo a Yuki sintiéndose avergonzado.

—Gracias por el voto de confianza. —Continuó su camino—. Vamos, se me alborotan las escamas aquí.

—Creo que lo mereces por haberme dejado montarme a tu espalda y mostrarme lo increíble que se siente estar allá en el aire —indicó, haciendo un gesto hacia arriba. Había una sonrisa contenta en su rostro—. No creo que vaya a olvidar eso nunca.

—¿Es acaso una indirecta de que quieres volver a subir a mi espalda? —preguntó divertido.

Riendo, Yuki solo alzó las manos.

—Puedes pensar lo que quieras. Pero lo haría solo cuando esté seguro de que no tendrás un aterrizaje torpe.

—Cuando tenga más práctica te llevaré a volar entre las estrellas. ¿Qué te parece?

Deteniéndose, el japonés giró a verlo.

—¿Es en serio? ¡Eso sería increíble! —Su rostro reflejaba la emoción ante esa perspectiva; el paisaje de volar bajo el cielo estrellado.

—Te lo prometo —le sonrió a Yuki.

—¡Arigatou [2]! —Sin que el otro lo esperara, Yuki estiró sus brazos hasta lanzarlos hacia Klaus, anclándose a su cuello en un abrazo. Su mentón quedó apoyado en el hombro derecho de Klaus, una mano en su cabeza sintiendo las hebras negras y la otra alcanzando su espalda.

Klaus se quedó congelado. Literalmente, no sabía qué hacer, si debía corresponderle, acariciarle la cabeza... ¿Quizás un beso en la mejilla? Después de que la impresión inicial pasara, Klaus rodeó la cintura del mayor, enterrando su nariz en el cuello del castaño. Inhaló ese dulce olor a durazno, sintiéndose cálido por dentro.

«Mío

Yuki se separó entonces.

—Vamos, tengo que patear tu trasero en el entrenamiento. —Se burló, girándose para bajar ambos a la casa feudal.


Continuará...

[1] Viejo en japonés es "Furui". Más adelante se sabrá qué es fraülein.

[2] Significa Gracias.

Segundo capítulo liberado. ¿Qué les ha parecido? Por favor, comenten sus opiniones y/o críticas. Esperemos que les esté siendo interesante.

¡Nos leemos!

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