Capítulo 3

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Yuki lo llevó al Dojo, una de las construcciones anexas por separado a la casa principal, cercana a las caballerizas. El dojo era una estancia enorme, espaciosa, con varios muñecos de práctica en una esquina, una puerta lateral que daba acceso a un pasillo con vista a una serie de blancos para arquería a varios metros, un armario donde se almacenaban las armas y equipo de entrenamiento. Cerca de la puerta, había un altar dedicado a los dioses Bishamon y Denix, dioses de la guerra y protectores de la misma. El lugar era bien iluminado, con el techo en oscura madera, y tanto las paredes como el piso tenían un tono cercano al marfil.

Allí ya habían guardias entrenando en el centro, con los característicos gritos de ataque; poca protección traían, lanzando sus golpes certeros y rudos; patadas, codazos, clavados, puños, acrobáticos movimientos; otros usaban lanzas o espadas para atacar. En la puerta de acceso a la arquería, se escuchaban los sonidos de disparos, lo que daba a entender que también practicaban con armas de fuego. Algunos se detuvieron al mirar a Yuki y Klaus entrar, pero continuaron, otros simplemente les ignoraron.

—Bien, bienvenido al Dojo —dijo Yuki—. Aquí puedes venir a practicar siempre que lo necesites, aquí es donde entrenaremos. Primero practicaremos una sesión rápida de meditación, y luego… —Le miró— ¿pasa algo?

Klaus observó el lugar sorprendido. Era diferente a todo lo que había visto antes. A pesar de que era claramente un lugar de entrenamiento, no había una sensación opresiva como en los campos de entrenamiento que había visto en su trayecto de huída, todo olía a pólvora, en cambio aquí había un aire perfectamente respirable incluso agradable, sin las explosiones de las armas de fuego.

—No. Sólo...estoy sorprendido, nunca había visto algo así. —Ladeó la cabeza cuando observó a uno de los compañeros de Yuki practicando con una larga espada, pudo notar que ésta no tenía doble filo como otras de estilo europeo que él conocía.

Yuki sonrió suavemente, girando la cabeza hacia los demás.

—Normalmente las técnicas de combate que practican son judo, taek-won-do, y aikido. Todos buscan aplicar precisión y ataques directos para noquear al enemigo prontamente, sobre todo el aikido que ataca los puntos vulnerables. —Señaló una pareja que peleaban entre sí; uno de los contrincantes lanzó un golpe y el contrario lo esquivó, dando una patada en un costado seguido por un codazo que lo derribó. Tardó en ponerse en pie—. Aunque debo mencionar que mi entrenamiento como samurái me hace conocedor de otras técnicas, algunas más rudas de las que estás viendo ahora, por no decir mortales. —Sus ojos viajaron al alemán—. Debo enseñarte de todo un poco lo más pronto posible, lo suficiente como para que sepas dar golpes certeros que evitaran al enemigo levantarse de nuevo, que es el punto de todo, como un guerrero. Es lo que estoy seguro Ottori desea.

—No —respondió Klaus simplemente, cruzándose de brazos.

Uno de los hombres que estaba descansando después de haber combatido contra un compañero se dio cuenta de que los dos más jóvenes del grupo estaban parados en la puerta sin hacer nada. Realmente no le interesaba lo que hiciera el extranjero, mientras más lejos se mantuviera mejor, por otro lado.

—¡Eh! Yuki —llamó al castaño—. Te estás atrasando, más vale que empieces a entrenar.

—Oh, ya voy —respondió. Se giró hacia Klaus—. Klaus, la idea de esto es que estés preparado. Y para estar preparado, debes entrenar. Puedes empezar con técnicas básicas, luego iremos avanzando de nivel. Por ejemplo, yo entrené a Ikuto y… —Señaló a uno de los que luchaban. Este se enfrentaba a una lucha ardua, su frente brillante por el sudor del esfuerzo. Lanzó varias patadas, un tanto rudas, que logró sacarle el aire a su contrincante, se inclinó hacia atrás cuando este intentó dar un puñetazo antes de que devolviera un golpe certero que le mandó al suelo. Yuki asintió—. Espero que Shouta esté bien. Ikuto es uno de los mejores guardias que están aquí. Ven, vamos a entrenar. —Comenzó a caminar hacia un espacio libre.

—Que no. —El alemán se quedó firme en su sitio—. Me opongo a la violencia —le terminó por decir, tal vez así le dejara en paz.

—Oye. ¿Qué está pasando aquí? —Uno de los veteranos del grupo se acercó al ver que esos dos seguían discutiendo.

Yuki no podía creer lo que estaba escuchando.

—¡Pero si atacaste a un grupo de americanos! Argh, que bobo. —Se giró al hombre mayor—. No quiere entrenar —respondió en japonés.

—¡Eso fue diferente! —protestó Klaus—. ¡Iban a matar a esos aldeanos! Me veo como un monstruo, no soy uno.

—¿No quiere? —El japonés mayor miró a Klaus con el entrecejo fruncido, no entendiendo lo que dijo—. Todos los soldados están obligados a entrenar.

—Dice que se opone a la violencia —explicó Yuki al hombre, lanzando una mirada al alemán—. ¿Cree que debería hablarlo con Ottori-sama?

Oír eso complació al viejo, eso quería decir que podrían echar al extranjero.

—Oh, por supuesto que sí. —Casi se pudo escuchar la alegría en su tono—. No vamos a tener aquí fenómenos extranjeros que no nos sirven de nada. Tú, camina. —Fue a tomar el brazo de Klaus para halarlo fuera del dojo pero en el momento en que su mano hizo contacto, Klaus le gruñó, enseñando los dientes, un sonido gutural como el de un animal amenazándolo con morderlo. El viejo por el susto le soltó enseguida, el alemán no hizo amago de querer atacarlo pero seguía teniendo una mirada bastante huraña.

Alrededor de ellos los demás detuvieron lo que hacían para ver qué era lo que pasaba, todos mirando con desconfianza a Klaus por el antinatural gruñido. Yuki, nervioso, observó desde los demás al extranjero, temeroso de que algo suceda. Con una mano sujetando la empuñadura de su espada, se colocó entre su superior y Klaus, levantando una mano y dejándola en el pecho de Klaus, empujándolo levemente.

—Klaus, compórtate. Él solo quería llevarte con Ottori, no tientes tu suerte y salgamos de aquí.

—No quiero que me toque —le susurró a Yuki, aún sabiendo que no le entenderían.

—Bien, pero no hay que gruñir. Dices no ser un monstruo, compórtate como tal. —Se giró al hombre mayor—. Wakaoji-sensei, yo lo llevaré con Ottori-sama.

Wakaoji iba a protestar pero no tenía intenciones de pasar más tiempo al lado de..."eso".

—Bien. Dile a Ottori-sama que no necesitamos inútiles-extranjeros-holgazanes. —Les dio la espalda a ambos para seguir con el entrenamiento sin esperar una respuesta de Yuki, desde lejos le dio una mirada desdeñosa a Klaus.

Klaus y Yuki salieron del dojo camino a la casa principal para hablar con el Señor Feudal. Durante el trayecto, las facciones de Klaus se suavizaron un poco pero seguía tenso.

—Es instintivo. No puedo evitarlo —le dijo a Yuki, refiriéndose al gruñido que se le escapó.

Yuki suspiró, su mano alzándose para palmear el hombro de Klaus, frotándolo un poco.

—Tenemos que arreglar eso un poco, o definitivamente los demás nunca confiarán en ti. —Bajó la mano—. Estás siendo complicado. Vamos a ver qué dice Ottori-sama respecto a que no quieras pelear…

—Mira, mientras no invadan mi espacio personal todos seremos felices —le dijo al castaño, el pelinegro miró el sol que estaba bastante alto. Para esa hora el agua de los ríos debería haber calentado un poco, la hora perfecta para tomar un baño.

Llegaron antes de lo esperado a lo que sería la oficina de Ottori. Al igual que todos los cuartos, mantenía una estilo puramente japonés; pergaminos colgando las paredes a modo de decoración, jarrones finos de cerámica, muebles de madera oscura, pisos de madera perfectamente pulidos, y Ottori se encontraba sentado tras un escritorio bajo, donde podía mantenerse en una silla al nivel del suelo pero con respaldo.

—Yuki-kun y...Klaus-kun —reconoció el importante hombre cuando uno de los sirvientes les dejó pasar alegando que requerían una audiencia con él—. ¿Ocurre algo?

Yuki respiró aliviado en su interior al ver que el mal humor de Ottori de la mañana había desaparecido. Carraspeó.

—Ottori-sama, tenemos un pequeñísimo problema con… Klaus. —Señaló a su acompañante—. Se niega a entrenar.

Ottori alzó una ceja.

—¿Por qué? ¿Acaso el dojo no te gusta...?

Antes de que el hombre terminara de hablar, Klaus negó:

—El..."dojo" es bastante agradable, pero yo me opongo a la violencia.

—Según lo que oí, mataste a unos americanos el otro día con nada más que tus manos desnudas ¿y dices oponerte a la violencia? —Ottori se rió.

—Eso fue diferente... —intentó argumentar.

—¿Por qué? —desafió Ottori.

—Iban a matar a los aldeanos...

—Y tú mataste a los americanos antes de que ellos los mataran, muy convincente. —El tono del Señor Feudal era completamente irónico, no creyéndose ninguno de los argumentos de Klaus. Para él, si Klaus pudo matar con tanta facilidad una vez, podía seguirlo haciendo.

Yuki puso una mano en su cinturón y la otra en la empuñadura de su espada.

—¿Qué sugiere, señor? Él está negado a pelear.

—¿Qué sugieres, Yuki? —preguntó Ottori en japonés, sin usar ningún tipo de honorífico con el castaño.

Yuki se sonrojó un poco. Ottori pedía su opinión, eso era importante. Debía pensar bien, o parecería un tonto. Poniéndose recto, lo pensó un momento, luego carraspeó y habló.

—Pues…, creo que, si él no desea unirse a las filas, podría adoptar una posición que no requiera de rudeza, donde no necesite usar la violencia. Como…un protector… Me parece que un guardaespaldas solo requeriría el uso de violencia cuando sea necesario, cuando la vida de Ottori-sama corra peligro…, señor.

—¿Te preocupas por mi bienestar, Yuki? Es tan lindo de tu parte. —El Señor Feudal sonrió hacia Yuki, mirándolo de arriba a abajo. Klaus no entendía nada de lo que estaban diciendo pero no le agradó la expresión que puso el viejo al mirar a Yuki, por lo que carraspeó. Ottori pareció entrar en sus cabales—. Yuki-kun ha sugerido que seas ubicado como guardaespaldas en vez de soldado. —Klaus miró sorprendido a Yuki—. ¿Crees poder hacerlo?

Klaus lo pensó, no era un puesto violento, no tendría que matar por órdenes de otros, sólo debía asegurarse de que Ottori fuera debidamente protegido.

—Sí. Si alguien intenta atacarle, lo protegeré —dijo Klaus aunque no con el mismo respeto que si le hubieran asignado la misma tarea a algún soldado japonés.

—Excelente. Creo que eso resuelve el dilema.

Yuki ejerció una reverencia.

—Sí, señor. Con su permiso, nos retiramos.

—Bien. Klaus-kun —llamó Ottori antes de que se retiraran—. Mañana empezarás con tu trabajo, intenta ponerte al día con alguno de mis asistentes y con el encargado de la seguridad. —El alemán simplemente asintió en respuesta a que había entendido—. Pueden irse.

Haciendo un asentimiento como Klaus, Yuki salió de la sala, cerrando la puerta tras de Klaus y caminando hacia el exterior. Dejó escapar un bufido largo, medio suspiro.

—A Wakaoji-sensei se le irán al retrete las ilusiones de verlo fuera de aquí —se dijo a sí mismo en japonés, susurrando. Su atención se volvió a Klaus—. Ahora eres guardaespaldas de Ottori-sama. Te confiamos su vida.

—Haré lo mejor que pueda —le aseguró. Mientras avanzaban por el pasillo de madera, Klaus miró de reojo a su compañero—. ¿Qué clase de relación tienes con Ottori?

El castaño rodó los ojos.

—¿Volverás con el tema? Qué molesto. Ottori-sama es el señor feudal, yo soy uno de sus guerreros.

—¿Te has quedado a solas con él alguna vez? —ignoró la protesta del mayor.

Yuki parecía pensativo. Asintió.

—Sí, varias veces desde que llegué. Al menos cuando tenía tiempo.

—No lo vuelvas a hacer —le dijo de una, frunció el ceño.

—No voy a ignorar una orden de Ottori. —Yuki tenía una expresión seria—. Si él requiere mi presencia en privado, debo hacerlo. No des órdenes como si tuvieras jurisdicción sobre algo.

—Hazme caso. Podría ocurrir algo de lo que después puedes arrepentirte —le dijo en tono serio; No le daba buena espina Ottori.

Yuki se detuvo. Le miró fijamente, sin moverse un ápice.

—Te recuerdo que soy samurái. Así como puedo defender la vida de otros, también puedo hacerlo con la mía. Si Ottori quisiera hacerme algo, ya lo habría hecho —negó—. Eres muy imaginativo —continuó con su camino.

—Yo lo llamaría "instinto" —dijo más para sí mismo que para Yuki, aunque lo hubiera dicho en inglés—. A todo esto ¿cómo es que sabes inglés y tus compañeros no?

—Con los que te has topado no lo saben, pero hay varios aquí que sí. Era necesario cuando saqueábamos campamentos americanos. Había documentos y planos en inglés. Antes de que la guerra comenzara, se hacía comercialización con América. Para ellos era complicado aprender japonés, y ya que es un idioma más…, no sé, mundial… algunos de nosotros se aplicó a aprenderlo. Justo ahora nos es de gran ventaja… —le miró—: tenemos una forma de comunicarnos.

—Ah —respondió sin mucha emoción. Continuaron caminando hasta salir al exterior, Klaus aún tenía ganas de un baño así que pretendía perderse un rato para disfrutar del agua calentada por el sol, asolearse un rato en el techo y luego buscaría a alguien que le explicara cual sería su trabajo.

Yuki observó el cielo, calculando la hora con la posición del sol.

—Iré a entrenar. Sé libre de andar donde quieras, solo no pongas nervioso a los demás. Sabes dónde encontrarme si me necesitas. —Se calzó sus getas y caminó al Dojo—. Hasta el almuerzo.

—Te veré después —se despidió el alemán, tomando un camino diferente al de Yuki.

Cuando llegó la hora del almuerzo, Yuki no encontró a Klaus, de hecho una de las chicas jóvenes que trabajaba en la cocina le dijo que el pelilargo había pasado por ahí antes, con el cabello húmedo y recogido en una coleta descuidada, se las arregló para indicar que tomó fruta y salió de la cocina. No lo habían vuelto a ver desde ese momento. Yuki se mostró algo preocupado. ¿Dónde estaría? ¿Se habría ido? No, lo dudaba…, esperaba que no. Optó por no darle muchas vueltas y esperó a que le sirvieran el almuerzo del día; de inmediato comenzó a devorarse el arroz apartando la fritura de pescado. Luego iría por la tortilla enrollada de mariscos.

No volvieron a verse en todo el día, ni siquiera por casualidad cuando Yuki continuó con su entrenamiento o en la hora de almuerzo. Una vez más, las mujeres le dijeron que el alemán pasó por ahí pero al no saber cómo comunicarse simplemente indicó que tomaría fruta y uno de los pescados crudos, ellas se lo prepararon para llevárselo.

Se encontraron en el dormitorio. Cuando Yuki deslizó la puerta de papel, Klaus estaba recostado, mirando al techo con una manzana entre las manos.

—Ah, estás aquí. Ya pensaba que habías escapado. —Yuki tenía otra ropa, y su cabello estaba húmedo. Rebuscó entre el armario una peineta, sentándose frente a la lumbre. Procedió a cepillar su cabello para que se secara.

—Estuve explorando el terreno. —Rodó hacia un costado para mirar a Yuki acicalarse—. Después Ottori me facilitó a alguien que hablaba inglés que me explicó lo que tenía que hacer.

—Oh. Wakatta (1). —Asintió. Se echó el cabello a un lado, para así secarlo mechón a mechón—. ¿Qué te parece todo, en general? —Giró el rostro para mirarle—. ¿Te parece mejor el trabajo de guardaespaldas?

Klaus lo pensó por un momento, volviendo a girarse quedando boca arriba y mirando el techo.

—Es un lugar agradable, muy espacioso. No me hace sentir atrapado, creo que eso es lo mejor. —Se encogió de hombros—. Ser un guardaespaldas... Confieso que no es mi mayor ilusión, pero sirve...

—¿Qué hubieras querido ser? Aparte de lo obvio, claro, ser libre —preguntó, agradeciendo que parte de su cabello se estaba secando bien, y ya su cuerpo entró en calor luego del frío baño.

—No sé. Nunca tuve oportunidad de pensar en lo que quería hacer. —Su voz se hacía poco a poco más débil—. Siempre decidieron por mí, y un día simplemente no tuve elección.

—Ahora tienes la oportunidad de elegir. —Le recordó—. Bien, es cierto que también ya no eres el mismo de lo que fuiste antes, pero estás vivo, y por muy difícil que sea, algo podrás hacer, algo que te guste. —Yuki dejó la peineta, poniéndose en pie y avanzando al armario para guardarla, con solo las puntas algo húmedas—. Sabes que puedes contar conmigo para ayudarte.

Klaus se sentó, mirando la espalda delgada de Yuki y el cabello largo, los hombros angostos.

—Entonces ¿puedo pedirte algo?

—Mmh. Si está en mis capacidades, puedes —respondió sin girarse, cerrando luego el armario y caminando hacia su futón para acostarse.

—Quiero aprender japonés. —El alemán siguió todo el tiempo al joven samurái con la mirada—. Ya se inglés, ruso y alemán... No creo que el japonés sea tan difícil.

Yuki se sentó de rodillas, apartó la sabana y se metió bajo ellas, quedando sentado.

—Bueno…, creo que puedo enseñarte. En realidad, creo que lo que te hará dificultoso será escribirlo, porque la escritura americana es muy, muy distinta… —Yuki pareció pensativo—. Sí, puedo enseñarte eso. Encontraremos algún momento en el día para que aprendas —terminó, acostándose y estirándose completamente en el futón.

Se escuchó el movimiento a su lado, y antes de saber lo que ocurría, sintió como Klaus recostaba su cuello sobre el suyo propio, en seguida sintió una vibración que provenía desde la garganta del alemán. Klaus estaba ronroneando.

—Gracias.

Yuki quedó estático, paralizado por el movimiento que ni siquiera él mismo pudo proveer. Se regañó por eso, ya que su intuición debió de haberlo prevenido, se supone que si no era capaz de prever ese tipo de acción, estaría acabado en el campo de batalla. Dejó salir una exhalación para relajarse, su mano dando palmadas en la espalda de Klaus.

—Haces un sonido raro, como un gato —murmuró divertido—. Pero de nada. Después de todo, debes aprenderlo si vas a estar aquí.

—Hueles muy bien —suspiró el menor, recostando la cabeza del pecho de Yuki, mirándolo desde una posición cómica con la nariz de Yuki sobresaliendo gracias a la perspectiva. Klaus se rió por lo bajo por su ocurrencia.

—¿Cuál es el chiste, lagarto? —Yuki colocó un brazo bajo su cabeza, permitiéndose así tenerla un poco más alzada para ver al alemán—. Cuidado con burlarse de su futuro profesor. —advirtió, con la otra mano jalándole un mechón de cabello negro.

Hubo un ligero quejido pero continuó recostado sobre su pecho.

—Acabo de recordar que antes me gustaba dibujar. La perspectiva que tengo de tu rostro desde aquí me parece curiosa.

—Dibujar…, interesante. Tienes cara de artista. —Yuki apartó el brazo, estirándolo junto con el otro en un bostezo—. ¿Dibujabas de niño?

Se encogió de hombros.

—Nada realmente especial; a veces para entretenerme salía y pintaba el paisaje, unos cuantos garabatos con plumillas; a veces usaba oleos.

—¡Eh, kawaidesu (2)! —No pudo evitar murmurar Yuki al imaginar un niño pequeño de cabello negro con manchas en manos y ropa—. ¿Gustabas pintar paisajes?

—Eh... Sí. A veces también dibujaba personas, cuando no se daban cuenta. —Sonrió ante el recuerdo—. ¿Qué es eso de "Kawadasu"?

Kawaidesu —corrigió—. Qué lindo. Te imaginaba siendo más pequeño y totalmente lleno de manchas de pintura.

—Sí... —bostezó el menor—. Era muy divertido. Siempre me regañaban por eso, terminaba hasta con el cabello lleno de tinta... —Lentamente se le fueron cerrando los ojos—. Hace años que no lo hago pero podría dibujarte a ti... Eres muy lindo...

Yuki abrió los ojos, y entonces se removió, emitiendo un pequeño carraspeo.

—Bueno, creo que es mejor que vuelvas a tu futón. —Se irguió, incitando a Klaus hacer lo mismo y que se moviera—. Mañana hay cosas que hacer.

—¿Hmm? Sí. Tengo que levantarme temprano. —Perezoso, estiró la mano hasta que tomó la colcha de su futón, pasándosela por encima y volviendo a recostar la cabeza del pecho de Yuki—. Buenas noches.

—¡Eh! ¿Pero qué haces? —Yuki le movió, ceñudo—. Klaus, a tu lugar. No soy ninguna almohada tuya.

—Eres cálido. Déjame quedarme aquí esta noche, no logro que mi temperatura suba.

Yuki iba a replicar, pero… no lo hizo. Chistó.

—Cámbiate de postura. Podré moverme durante la noche, así que mejor que estés alineado—. Yuki le instó a erguirse, haciendo un espacio a su lado. Agradecía que no hubiera suficiente luz para que notara el sonrojo en sus mejillas.

Con una sonrisa, Klaus se acomodó al lado de Yuki, sus cuerpos en contacto a todo lo largo del costado. Cuando sus pies se tocaron el castaño, pudo notar los pies fríos del pelinegro, sus manos también a pesar de que no había una temperatura particularmente baja.

—Buenas noches.

—Wuo, sí que estás helado. —Yuki acomodó sus cobijas, de modo que ambos tendrían una cobija extra encima—. Bien. Buenas noches.

Guten Abend, fräulein (3).

Yuki se prometió a sí mismo saber qué demonios era fräulein.

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Klaus se levantó al día siguiente una hora antes que Yuki. Después de asearse y coger algo ligero en la cocina, se encontró con el jefe de seguridad que por suerte hablaba inglés, uno muy malo y apenas entendible pero lo suficiente para que se pudiera comunicar con Klaus. Después de un explicación detallada del horario de Ottori y las reglas que debía tener como su guardaespaldas, Klaus se pasó casi medio día acomodándose para saber cómo era el trabajo, un día de prueba. Al final el alemán optó por quedarse en el techo, justo arriba de la oficina de Ottori, desde ahí podría cuidar el exterior y podía escucharlo perfectamente desde esa distancia, sus agudos sentidos tenían sus ventajas, un bono extra era que podía asolearse tanto como quisiera y cuando su temperatura estaba en el punto justo simplemente se movía de lugar y se sentaba frente a la ventana de Ottori.

Se le fue informado que aparte de él otros 5 hombres se mantenían cerca, por lo que tenía un agradable período de descanso al medio día para bañarse y comer. Para cuando el sol comenzaba a ocultarse Klaus terminaba su jornada y podía hacer lo que quisiera con su tiempo que, por lo general, era comer y meterse en el cuarto a esperar a Yuki donde pasaban una hora o dos practicando el japonés del alemán antes de acostarse.

Los últimos días Klaus durmió en el mismo futón que Yuki, se había hecho costumbre que el joven diera la excusa de que no podía entrar en calor para colarse en la cama del castaño. Yuki primero rezongaba pero al final accedía hasta que se adaptaron a la rutina en que Klaus inevitablemente terminaba en su cama aún sin siquiera preguntarle. Su japonés mejoraba lentamente, al menos podía saludar, decir gracias, pequeñas palabras, de hecho entendía más de lo que podía hablarlo, por el momento eso estaba bien porque podía seguir las órdenes del jefe de seguridad y sólo tendría que asentir para que el hombre supiera que le había entendido.

Una figura que pasaba frente a la zona donde estaba el techo en el cual Klaus estaba recostado alzó la vista por instinto, fijándolo en él. Al inicio, sus ojos se abrieron con gran sorpresa, lentamente calmándose hasta mostrar una leve sonrisa. Silbó.

—Vaya, debe ser una vista perfecta la que tienes ahí —habló alto para hacerse escuchar.

Klaus miró hacia abajo encontrándose con un chico –en lo que Yuki le había explicado era un yukata– de cabello negro con ojos de igual color, el largo del cabello no sobrepasaba de los hombros y piel cremosa blanca, su rostro era ovalado; tenía los labios con el superior fino y la nariz respingada. Desde la distancia lograba captar un agradable olor dulce.

El alemán no le contestó, su japonés aún no era tan bueno como para haberle entendido.

—¿Aún sigues sin poder hablar japonés? —intentó ahora en inglés, cruzándose de brazos.

—Me cuesta pronunciar algunas palabras, y parece que los demás no me comprenden por culpa de mi acento. —Se enderezó, cruzándose de piernas para mirar al joven correctamente. Por el momento no tenía intenciones de bajar del techo—. No te había visto antes.

—Digo lo mismo respecto a ti. Aunque también añado que tu acento es muy exótico. —Ladeó la cabeza—. ¿De dónde vienes exactamente?

Klaus entrecerró los ojos.

—¿Quién eres?

—Disculpa por no presentarme. —Hizo una leve inclinación—. Puedes llamarme Kenshi.

Entonces Klaus comprendió: era el hijo de Ottori. ¿Eso quería decir que debía tratarlo diferente? Realmente no le tenía respeto a Ottori, no iba a tampoco a tenérselo a su heredero problemático.

—Me llamo Klaus —le correspondió aunque él no hizo la acostumbrada reverencia.

—Klaus —repitió el nombre, pensativo—. Suena al suroeste de Europa. A que adivino. ¿Vienes de alguna zona cercana a los Países Bajos?

El pelilargo se rió.

—Casi. Soy alemán pero estuviste bastante cerca.

Kenshi tronó los dedos, decepcionado.

—Casi. Pero estuve bastante cerca a la primera, solo un poco más al este. ¿Y, qué haces ahí arriba? —Se apoyó en un pie, una mano descansando en su cintura—. Tengo entendido que eres el guardaespaldas de mi padre, pero no necesitas quedarte en el techo.

—Para mí es más fácil cuidarlo desde aquí —le contestó al ojinegro—. No estorbo a nadie, puedo calentarme con el sol todo lo que quiera y puedo cuidar a tu padre perfectamente desde esta posición.

—Comprendo. —Kenshi asintió—. Debe ser bastante aburrido permanecer todo el día ahí.

—Es agradable, ni siquiera el viento en la cara me molesta. —Inhaló profundo, disfrutando de la brisa cálida que recibía desde ahí. En poco tiempo no podría seguirlo haciéndolo, en cuanto el clima cambiara tendría que hacer serios ajustes—. Tú en verdad debes estar aburrido si estás hablando conmigo.

Kenshi sonrió.

—Si digo que sí, ¿bajarías de ahí y darías una vuelta conmigo? Mi padre tiene otras 3 niñeras con él que pueden vigilarle.

El alemán negó.

—Lo siento. Quizás durante mi descanso. Me gusta el puesto que me dieron, prefiero conservarlo.

Kenshi cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, dando una mirada a un lado antes de volver al alemán.

—Comprendo. Diviértete. —Le hizo un gesto de despedida con una mano, marchándose.

"Impertinente" fue la primera palabra que se le vino a Klaus a la cabeza mientras observaba al joven heredero alejarse. En un principio le pareció agradable, pero con ese último gesto se dio cuenta cuán mimado era, claramente notó como el interés de Kenshi se fue en picada en cuanto le dijo que no. "Interesado" no, quizás "mimado" era una buena descripción para Kenshi. Vagamente comprendía la molestia de Ottori con su hijo.

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Otra mañana con el vivo sol esplendoroso de septiembre, al menos así lo creía Klaus, ya había escuchado a varios japoneses quejarse del calor. Para el alemán era simplemente perfecto... Sus clases de japonés iban bien, cada vez podía comprender más y comunicarse, aún algunas palabras se le seguían dificultando pero para tener nada más un mes aprendiendo ni estaba tan mal.

Ese día no pudo quedarse en el techo, varios subordinados de Ottori junto con algunos militares del equipo de estrategias se reunían con el Señor Feudal en su oficina y Klaus tenía que cuidarles, para desagradado de los mismos.

—Los americanos han estado ganando terreno en las costas. Hemos logrado detenerles para que no llegaran a los pueblos pero es inevitable que algunos grupos pasen y hagan estragos —informó uno de los militares, un hombre entrado en años y una barba semi blanca.

—¡Tenemos que detenerles! —gritó otro más joven.

—Son demasiados... —replicó un tercero con un yukata verde chillón—. ¡Si supiéramos su estrategia, podríamos atacarlos antes de que se movilizaran!

—¿Cómo saberlo? Sus altos mandos monitorean todo desde tierra firme.

—Señor, hay una posibilidad —dijo un hombre, líder de la estrategia militar.

—Habla —ordenó Ottori.

—Hay una reunión entre los americanos, los altos mandos americanos estarán ahí. Si infiltramos a alguien, podremos sacar información. —Todos lo miraron.

—Eso podría funcionar... —murmuró Ottori.

—Ottori-sama —interrumpió un general con el pulcro uniforme militar—. ¡Con todo respeto, es una idea absurda! Sin mencionar un suicidio, ese lugar estará lleno de vigilancia; militares armados y todos especialmente entrenados.

—Para eso está nuestra división, General Akira. —Se indignó el jefe de la división de estrategias—. Podemos infiltrar a alguien sin causar ninguna herida, solo la extracción de información.

—Ajá —dijo escéptico—. ¡Me encantaría poder infiltrar a uno de los nuestros en una reunión llena de americanos! —Ottori carraspeó y al instante todos callaron para escucharle.

—Si bien el General Akira tiene un punto, no podemos dejar la oportunidad de conseguir valiosa información —Se llevó un dedo a la barbilla, golpeándoselo rítmicamente, pensando. Ya que Ottori era el más cercano a la puerta exterior, pudo escuchar un ronroneo que sabía venía de Klaus, era un sonido al que se había acostumbrado con los días. Entonces se le ocurrió algo—. Pero sí tenemos a alguien que pueda infiltrar bajo nuestras órdenes y sacar la información que queremos.

—¿Quién? —preguntó ansioso el hombre con el yukata verde. Ottori miró hacia atrás, golpeó con sus nudillos la puerta corrediza y en seguida Klaus asomó la cabeza.

—¿Me llamaba? —preguntó en inglés el alemán. Todos los generales y los hombres de logística se quedaron un momento pasmados.

—Klaus puede infiltrarse fácilmente con los americanos, habla un inglés perfectamente fluido y seguro sabe las costumbres americanas mucho mejor que nosotros. —les dijo a sus hombres en japonés, sonriendo a Klaus. El alemán frunció el ceño. Desde afuera podía escuchar la conversación de los nipones, le costaba entender algunas partes pero entendió la mayoría y que ahora lo involucraran dentro de sus planes era molesto. Se abstuvo de comentar cualquier cosa.

—Ottori-sama, con todo el respeto no creo que sea una buena idea. —Se opuso Akira, educado—. No es alguien en quien podamos confiar y francamente su aspecto... —Miró de arriba a abajo al joven; el cabello largo, mucho más de lo que era permitido entre los hombres, las uñas largas, los rasgos reptilianos, el claro gesto desafiante, sin disciplina. El general hizo una mueca de desagrado—. Llama más la atención de lo que cualquiera de nuestros hombres lo haría.

—¿Quién garantiza que está de nuestro lado y no al primer momento en que lo dejemos sin vigilancia irá con la milicia americana para vendernos? —apoyó otro general a su compañero.

Los de estrategia, mucho más abiertos a las posibilidades, vieron la oportunidad de oro. No confiaban en Klaus tanto como Ottori pero había una solución bastante simple.

—Señor —interrumpió el líder de la división—, nuestros informes indican que la reunión será una fiesta de disfraces. Con creces el chico podría pasar desapercibido entre los americanos. —Ottori sonrió en aprobación.

—¡No enviaremos a un extranjero a luchar por nosotros! —Akira en verdad era obstinado. Klaus rodó los ojos.

—Por supuesto que no, general Akira, el chico sólo sería la tapadera para ingresar. Alguien tiene que ir con él, uno de los nuestros se infiltrará con él y reunirá la información requerida —dijo como si fuera obvio el líder de logística.

—¡Brillante, Kyouya-san! —alagó Ottori, el general Akira tuvo que tragarse su rabia al ver la aprobación del Señor Feudal—. Ahora, respecto al compañero de Klaus-kun...

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Acababa de regresar de ser una escolta. A Yuki no le gustaba ser la escolta de nadie, menos de alguien como Kenshi. Pero claro, el señorito quiso salir con una joven de buena familia –la señorita Himeko Kouyama, hija de un rico hacendado de la región– por todo el pueblo y le ordenó que él, junto a otro guardia, les escoltara a ambos, una forma de buscar humillarlo durante el paseo. Típico.

Para rematar, Ottori mandaba a llamarlo apenas llegaba a los terrenos feudales. ¿Qué querría el hombre ahora? Atravesó el camino desde la entrada principal, bajando del caballo y dejándoselo a un guardia cercano para que lo llevase a las caballerizas y diera de comer y beber, aparte de una buena cepillada. Todavía le dolía el trasero y las piernas por culpa de Kenshi, había hecho que el caballo le tirara al suelo. El maldito tenía buen temple con los animales, quizás porque era uno de ellos también. Bufó.

Asegurándose de estar presentable, tocó dos veces la puerta corrediza y entró. Aparte de Klaus y Ottori, identificó a Akira-san, y Kyouya-san también. Raro.

—Lamento la tardanza —Hizo una pequeña reverencia—. ¿Me llamaba, Ottori-sama?

—Yuki-kun, pasa, pasa. —Cuando el castaño cerró la puerta corrediza y se sentó en el suelo junto a los otros dos militares, Klaus se mantenía recostado de una de las paredes un poco alejado. Ottori asintió—. Tenemos una misión muy importante para ti.

Akira y Kyouya asintieron en reconocimiento al menor.

Los ojos de Yuki brillaron en ansias. ¿Una misión? ¿Le mandarían por fin a alguna cuadrilla o tropa en algún lado de la región? Era importante, tenía que ser eso. ¡Por fin, el momento de demostrar sus habilidades en batalla!

—¿De cuál se trata, señor? —Obligó a su voz a no demostrar la gran emoción que sentía.

—Debes infiltrarte junto con Klaus en una reunión americana para extraer información sobre sus planes de ataque —le dijo Ottori mortalmente serio, con la espalda recta en el respaldo de su silla.

Yuki no pudo evitar no mostrar la decepción que tuvo al oír eso. ¿Infiltrarse? ¿Debía jugar a los espías? Él era un samurái, no un ninja.

—¿Infiltrarme, señor? Pero… ¿cómo lograría es…? —Entonces, su mente hizo eco de algo importante. Miró a Klaus, luego a Ottori—. ¿Con él? No comprendo, ¿cuál es el plan?

Ottori miró a Kyouya para que diera el informe.

—Según nuestros informes, nos hemos enterado de una reunión con los altos mandos militares de América. Si tienes éxito en esta misión, podremos apoderarnos de información invaluable que ayudará a expulsar a los americanos de nuestra tierra. La función del chico alemán —Se escuchó un bufido de Akira a su lado— es que él debe darte pase a la fiesta, él sólo será tu tapadera.

Yuki suspiró. Deseaba negarse, pero si era fundamental para obtener algo de ventaja sobre los americanos y que además era Ottori quien se lo pedía a él… Era un honor, el simple hecho de que le consideraran para la misión.

—De acuerdo… —Recordó un detalle que pasaba por alto—. ¿Cómo se supone que ingresaré en la supuesta fiesta?

Esta vez Ottori tomó la palabra.

—Ya que Klaus-kun será algo así como tu escolta… —Akira volvió a bufar. Según él, era un insulto lo que se le iba a pedir a Yuki—, como hemos sido informados, los americanos llevaran ciertas compañías a la fiesta, sus premios... Mujeres japonesas que ellos han capturado durante sus ataques. —Todos los hombres del grupo negaron indignados—. Por eso debes ser la acompañante de Klaus-kun.

—¡¿Nakamada (4)?! —Yuki se sentía indignado—. No estarán insinuando que debo vestirme de una chica, ¿verdad? —Su ceño estaba fruncido. Podía aceptar cualquier cosa, menos que le travistieran.

Klaus ni siquiera se sintió aludido, él seguía de lo más tranquilo sentado contra la pared. Es más, hace rato dejó de intentar traducir la conversación en su cabeza aunque por la reacción de Yuki ya sabía de que hablaban.

—Es necesario, Yuki —le dijo Ottori en un tono comprensivo—. Si hubiera otra manera la haríamos pero sólo así podremos garantizar un considerable margen de éxito en la misión. —Kyouya asintió, confirmándoselo.

El castaño estaba en un dilema. Si se negaba respetando su honor propio, defraudaría a Ottori y entorpecería el avance que tendrían en la guerra, causando el desastre; si lo aceptaba, conseguiría algo de información útil que les permitiera ganar la batalla, pero sentiría que el desprestigio mancharía su imagen de guerrero y su persona. Sus manos se cerraron en puño.

—Desearía que se me concediera un lapso de tiempo para pensarlo, señor.

—Lo entiendo, Yuki-kun. Llévate a Klaus-kun contigo, seguro querrás discutirlo con él —le concedió Ottori.

Yuki no pretendía eso, pero solo asintió. Antes de abrir la puerta, se giró a Ottori.

—Señor… ¿por qué me escogió para esta misión?

—Porque ningún otro quería trabajar con ese —dijo despectivamente el general Akira señalando a Klaus. El alemán solo le enseñó los dientes e hizo un gruñido quedo en respuesta, luego de eso se levantó del suelo para salir de la oficina de Ottori.

—Más te vale vigilarlo, chico. No queremos ninguna traición.

—Sí, señor. —Hizo una reverencia y salió. Cerró la puerta detrás de sí, soltando el suspiro que estaba reteniendo y caminó al exterior, ni siquiera se fijó en Klaus, solo caminó hasta calzar sus getas. Quería caminar largo y tendido, necesitaba pensar.

Pero Klaus le alcanzó y le tomó el brazo, deteniéndole, para cuando Yuki se giró a verlo el pelinegro ya tenía los rasgos reptilianos a la vista.

—Vamos a la montaña —le dijo antes de cargarle en brazos y salir volando. No tardaron más que unos minutos en llegar; en todo ese tiempo con la cantidad de tiempo libre que Klaus tenía había mejorado mucho en su vuelo y el aterrizaje ya no era tan desastroso.

Cuando Yuki bajó de los brazos de Klaus, algo molesto por haber sido llevado así pero restándole importancia; caminó hacia la fuente del templo, sentándose en el borde, subiendo las piernas para estarse de lado. Apoyó el codo en las rodillas, dejando reposar la cabeza en su palma, aunque de esa manera tendría la mirada en el interior vacío de la fuente y no en el alemán.

—Esto apesta —masculló en japonés por lo bajo.

Klaus no se molestó en retraer las alas o la cola, no había nadie ahí que lo molestara por eso. Se sentó bajo una sombra de un árbol recostando la cabeza del tronco, esperando a que Yuki se calmara. El sonido de campanas se escuchó, rato después, aunque más parecía Yuki que Klaus quien lo oía. El mismo monje de la vez anterior se apareció saliendo del templo, portando una campanilla que hacía sonar. Lentamente, el espíritu se acercó, portando la campanilla.

—Vaya cara larga. ¿Acaso te rebajaron a paje, muchacho?

Yuki bufó.

—Eso al menos no sería tan deshonroso como vestir de chica.

—¿Vestir de chica? ¿Por qué harías algo así? —Se extrañó el espíritu.

—Ottori-sama y otros generales propusieron que me disfrazara de chica para infiltrarme en una fiesta americana. —Su ceño se frunció—. No me gusta. Seguro lo hacen porque tengo cara de una.

El monje asintió.

—A veces uno debe tomar decisiones que no nos agradan por el bien de los demás. Un buen guerrero se sacrifica por su pueblo, por su gente, por los que ama. Existe una vieja leyenda proveniente de China acerca de una mujer disfrazándose de hombre para entrar en el ejército, ocupando el lugar de su anciano padre.

—Sí, sí, sé la leyenda. Era Hua Mulan. —Yuki negó—. Pero ella era una chica…

—¿Y por qué tú no puedes tomar el papel de una, si ella logró tomar el de un hombre? Tu honor no debe basarse en tu apariencia, sino en tus acciones y lo que hiciste por tu pueblo.

Yuki se calló. Eso…tenía razón. Bajó la mirada a sus rodillas, pensativo, y al mirar hacia el monje, este ya no estaba. Yuki respiró hondo, poniéndose en pie.

Klaus notó el momento en que Yuki comenzó a hablar solo. Lo dejó tranquilo para que hablara con los espíritus que decía ver. La verdad es que él seguía sin ver nada pero lo sentía y aunque ya no le ponía los pelos de punta como antes, igual se sentía nervioso; sabiendo que Yuki necesitaba de un lugar apartado para pensar, lo trajo ahí.

El japonés caminó hacia Klaus.

—Ya he decidido —anunció, en inglés, al pararse frente a él. Apartó la mirada—. Yo…lo haré. —Entonces le miró, entrecerrando los ojos—. Pero si en algún momento te llegas a burlar, Klaus, te saco a patadas de mi habitación y duermes donde veas que puedas.

—Créeme. Estoy tan feliz como tú sobre ésta misión, la diferencia radica en que a ti te dieron la oportunidad de negarte. —Se levantó del suelo sacudiéndose la tierra de los pantalones.

Yuki le mandó una mala mirada.

—No estoy feliz con esto. No es a ti a quien vestirán de mujer. Tú puedes ir de ti mismo, yo no.

Ignoró eso.

—¿Vas a volver a la casa o no?

Exhalando, Yuki caminó hasta quedar a su lado, dejando un pequeño espacio entre ambos, y así sentarse en la hierba donde antes lo había estado haciendo él.

—No tengo ganas de volver aún. Preferiría no volver nunca, pero no soy un cobarde para salir huyendo. —Se agarró las piernas con los brazos, el mentón apoyado en sus rodillas. Se veía frágil y absorto.

Klaus se acercó a Yuki, acuclillándose frente a él. El peso de la cola y las alas dándole equilibrio.

—Creo que estás haciendo de esto una tormenta en un vaso de agua.

Yuki miró a otro lado.

—Tú no lo entiendes. No has tenido que lidiar con que te confundan con una chica, y aún peor ahora, tengas que vestir y actuar como una. Lo arruinaré todo.

—Creo que quien no entiende eres tú. Estás haciendo tu trabajo, nada más, uno muy importante debo decir. Yo en cambio sólo soy tu tapadera para entrar, Ottori está confiando plenamente en ti para el éxito de la misión, en tus habilidades y tu capacidad de adaptación.

El castaño levantó la mirada, fijándola en Klaus.

—Tú… ¿crees eso?

—Lo sé —le sonrió, pasando una mano sobre su cabeza para darle unas palmaditas—. El general viejo estuvo proponiendo nombres pero Ottori desde el primer momento dijo "Yuki-kun debe hacerlo" —intentó imitar las palabras que escuchó en japonés, probablemente lo hizo bastante bien por la expresión de Yuki.

Este dejó salir una pequeña risa que luego se calmó.

—¿Ottori-sama…pensó en mi para esta misión antes que nadie…? —Ni siquiera sabía cómo sentirse—. Es…un hala…, sí, un halago muy grande —suspiró—. Supongo que otros se sentirían honrados de esta oportunidad.

—Sí, sí. Todo un honor. —La mano que tenía en la cabeza de Yuki la movió rápido despeinando al castaño, desarreglando su perfecta coleta—. Terminado el drama, vamos a decirle a Ottori que aceptas, aún debes enterarte de los detalles.

—¡Klaus!

Yuki le apartó la mano de un manotazo. Quitó el listón, el cabello completamente liso cayendo sobre su espalda. Se alisó los mechones desarreglados. No obstante, una brisa fuerte azotó la zona, arrebatándole el listón a Yuki de la mano. Sin pensarlo mucho, Yuki se lanzó al frente para recuperarlo, pero solo logró chocar con el alemán, tirándolo hacia atrás y por ende cayendo sobre él; aunque pudo recuperar el listón, terminó con el rostro muy cerca del otro y varios mechones cayendo a ambos lados de su rostro.

Estando tan cerca del japonés, Klaus sintiendo su calor entre sus piernas, el dulce olor del durazno, los hermosos ojos castaños rojizos tan cerca, sus labios a un palmo de distancia. Su corazón latió con fuerza...

«Mío... »

No se dio cuenta, el olor a durazno le nublaba el juicio. En cuanto sintió los suaves labios de Yuki sobre los suyos pudo tomar real consciencia de lo que estaba haciendo, ni siquiera se enteró del momento en que sus manos se enredaron en la cintura y cabello de Yuki. Ambos se quedaron estáticos, mirándose sin saber qué hacer. Klaus se adelantó, y cerrando los ojos continuó el beso.

El corazón de Yuki se saltó un latido, de eso estaba seguro. ¿Cómo es que estaba sucediendo? Ni siquiera él se había planteado si le gustaban los hombres; Pero, había algo en la persona bajo él, había un magnetismo que le atraía totalmente a Klaus. No podía adivinar lo que lo causaba, ni menos lograba resistirlo. Le tomó quizás un minuto dejarse vencer por dicho sentimiento, tomando consciencia del firme cuerpo en el que estaba encimado, de aquella mano en su cintura, de la otra en su cabeza y los labios haciendo contacto con los suyos. Suspirando, solo se dejó llevar, queriendo más, curioseando por más.

—Mmh —gimió Klaus dentro del beso cuando Yuki correspondió, entusiasmado abrazó por completo la cintura del japonés, apapachándolo con fuerza. De alguna manera se sentía muy bien poder apretujarlo, sentirlo completamente pegado a su cuerpo.

Yuki se atrevió, tímido un poco, a acariciar con una mano la mejilla de Klaus, sus labios moviéndose lentos sobre los alemanes. Sentíase un poco nervioso al inicio, pero ese abrazo le calentó el pecho, le fue llenando de una emoción que incluso antes nunca sintió. No obstante, empezaba a faltarle el aire, ni siquiera conocía el truco de los amantes que llegó a ver de poder besarse por lo que parecían horas. Tuvo que separarse, respirando sobre los labios del menor, sus mejillas arreboladas…, sus ojos brillantes.

El pelinegro dejó caer la cabeza al suelo, los ojos cerrados y los labios curveados en una sonrisa boba, su pecho subía y bajaba intentando calmar su desbocado corazón. Pasó sus manos perezosamente por la espalda de Yuki, quedándose dentro de la zona segura de sus omoplatos y la espalda baja. Yuki apoyó la cabeza en el pecho del otro, por un segundo sus ojos cerrándose antes de abrirlos. Le costaba asimilar aún lo que acababa de pasar. Era simplemente… increíble, increíble en muchísimos aspectos. Oía el sonido de los latidos de Klaus, pareciéndole el sonido más fascinante de todos. Tenía las manos en los hombros del alemán, temiendo moverlas, temiendo romper el momento. Por primera vez, no sabía qué hacer.

Se quedaron un rato así, abrazados, sintiendo el palpitar del otro, sus respiraciones, podía sonar cursi pero, Klaus sintió que podrían volverse uno. Ese beso..., su primer beso y fue maravilloso. Comenzó a ronronear, la vibración escuchándose desde el fondo de su garganta, resonando en su caja torácica, permitiéndole a Yuki escucharlo. Las alas y la cola del alemán estaban perezosamente extendidas a todo lo largo.

Casi Yuki podría decir que eso era como una canción de cuna. No sabía por qué, pero ese ronronear le calmaba, le invitaba a cerrar los ojos y dormir allí, en el pecho de Klaus, dejándose abrazar por él. Sus ojos incluso estaban a medio cerrar, se sentía tan glorioso… de no ser por ese aviso en su cabeza de que debía informar a Ottori de su decisión. Con un ligero carraspeo, obligándose a desperezarse, a establecer su mente firme y con una misión en camino, hizo el ademán de ponerse en pie.

—Mmh, hay… Tenemos que volver —dijo en un susurro, arreglándose prontamente el cabello en una coleta. Sus ojos, que miraron por un segundo a Klaus, se apartaron, el rubor tiñendo sus blancas mejillas.

Cuando se levantó del suelo el pelinegro se volvió a sacudir la ropa, sonriendo cuando notó el sonrojo de Yuki.

—Te ves adorable. —Le pellizcó la mejilla a modo de broma, luego se acercó robándole un pequeño beso—. ¿Podremos continuar? ¿Luego?

Eso aumentó el sonrojo, las mejillas del japonés ahora pareciendo dos manzanas rojas. Se sentía un completo chiquillo de quince, y ya alcanzaba su madurez adulta. Increíble.

—Em, eso…, sí…, creo… —carraspeó, adoptando un tono más firme—. Sí. Volvamos. —Se dio la vuelta para salir de la sombra del árbol.

Dulce. —Se relamió los labios, la legua bifurcada a la vista. Una vez más volvieron a la casa volando aunque Klaus se tomó su tiempo en el cielo.


Continuará...

[1] Wakatta: entiendo, en japonés.

[2] Kawaidesu: ¡Qué lindo!

[3] Buenas noches, señorita.

[4] Nakamda: compañero, acompañante.

Tercer capítulo liberado. ¿Qué les ha parecido? Por favor, comenten sus opiniones y/o críticas. Esperemos que les esté siendo interesante. Apenas acaben las temporadas estudiantiles, existe probabilidad de que las actualizaciones sean más constantes. No se desanimen, y compartan esta historia con sus amigos.

¡Nos leemos!

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