Capítulo 5
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La tan esperada visita llegó bastante temprano, incluso antes de que amaneciera. Klaus se llevó un buen susto cuando sintió a alguien más en el cuarto, el olor a fresas en la habitación le tranquilizó.
—¿Cómo entraste aquí? —Acuclillada a una lado de él, la misma joven de la noche anterior.
Sin el disfraz se podía ver perfectamente su silueta extremadamente femenina; piel morena quedaba al descubierto gracias al escote, al ser una temporada calurosa en Japón no llevaba mangas. El cabello negro ondulado se encontraba recogido en un moño alto, largos bucles de su flequillo le cubrían un lado de la cara, los grandes ojos rasgados como los de un gato, de color amarillo y largas pestañas negras, lo miraban divertido en la penumbra del cuarto. Los tacones negros los tenía en la mano para evitar rayar la madera, y usaba sólo las medias de seda. A diferencia de la noche anterior tenía los carnosos labios pintados de rojo. El conjunto complementado con unos guantes negros. Pero había una peculiaridad: de entre su cabello sobresalían unas puntas, mirando de cerca eran peludas. Unas orejas como las de un gato con la punta de color blanco.
—¿Cómo más? Por la ventana. —Le haló un mechón de cabello al alemán—. Levántame, vamos a fuera antes de que tu nena se despierte—. Klaus miró de reojo a Yuki que dormía cómodo entre sus brazos. Asintiendo, se desenredó de él, se colocó el chaleco marrón que el castaño le dio el primer día y salió junto con la morena de la habitación.
Yuki despertó cuando comenzaba una pequeña llovizna, por lo que el cielo se veía como si estuviera amaneciendo aún. Klaus no estaba a su lado, le extrañó eso ya que generalmente era el primero en levantarse de los dos. Alzándose de hombros, tomó su ropa para ir a darse un baño, agradeciendo el agua tibia y luego fue a la cocina. Llevaba dos horas de retraso. En otra circunstancia se hubiera horrorizado, en cambio aún se sentía cansado por la misión del día anterior, sentíase un alivio al poder vestir sus ropas normales. Acabando de comer, caminó hacia la oficina de Ottori. Por lo muy tarde que llegaron anoche, no pudieron informarle de lo que averiguaron. No sabía si Klaus ya se hubo encontrado con él o no, pero igual debía ir a verle.
Tocó dos veces la puerta de madera antes de deslizarla y reverenciar.
—Buenos días, Ottori-sama —saludó al hombre, entrando y cerrando tras de sí.
—Yuki-kun —Ottori apenas vio al castaño entrar le sonrió cálidamente dejando los papeles que estaba leyendo sobre su escritorio—. Me alegra que hayas venido, empezaba a preocuparme al no verlos ni a ti ni a Klaus-kun. —Le hizo un gesto con la mano para que se sentara en uno de los dos cojines dispuestos frente a su escritorio.
—Oh, así que él no se ha aparecido —comentó, caminando hacia el cojín y sentándose en él—. Lamento eso. Llegamos muy tarde anoche, y la fiesta y el viaje fueron agotadores.
—Imaginé que así sería. —Asintió el hombre, comprensivo—. ¿Hubo algún problema? ¿Alguien sospechó de ustedes?
—Por un momento creí que sí, pero Klaus se ocupó de la situación bastante bien —recordó la charla de aquel americano respecto al dichoso Vladimir Volsk o luego con el viejo borracho que le manoseó. Suspiró, sacudiendo mentalmente aquellas imágenes y concentrándose en lo que le traía allí—. Hemos descubierto algunos planes. Pensarán desabastecer los recursos alimentarios de las tropas, de los pueblos. Toda munición ellos lo tomaran. Buscarán sembrar hambre y desesperación, es un complot.
El Señor Feudal frunció el ceño.
—Debemos prevenir a las tropas y los pueblos, pero sin ocultar todo o se darán cuenta de la infiltración de alguien, hay que ser precavidos. Escribiré al emperador para ponerlo al tanto de la situación. —Miró a Yuki—. ¿Algo más? ¿Algún plan de ataque a gran escala?
—No, señor. Pequeños ataques… ¡ah! Hablaron de una tropa que marchará a Osaka para iniciar el plan de desabastecimiento.
Ottori escribió todo lo que Yuki le dijo en un papel, después haría una reunión con la división de estrategia.
—Entiendo. —Dejó los papeles de un lado para que la tinta se secara—. ¿Algo más?
—No, señor. No pudimos obtener más que eso. —Yuki bajó la mirada.
Taiga asintió, al menos era algo y evitarían el caos.
—Háblame sobre los americanos, su comportamiento. ¿Qué pudiste observar de ellos?
La mirada de Yuki fue apagada.
—Crueles. No dejaban de burlarse sobre nosotros, ofendían a nuestro Emperador, a las jóvenes que tenían subyugadas las humillaban mucho peor de lo que se podría imaginar. Algunas incluso, estoy seguro, torturaban prohibiéndoles el comer y beber. —Sus puños se apretaron—. Los sirvientes eran maltratados. Se jactaban de tener la victoria con su poder y superioridad. De pronto acabar con nuestra raza.
—Qué terrible —dijo apesadumbrado el mayor—. Es por este motivo que debemos expulsarlos de nuestro país, para que monstruos como esos no mancillen nuestro honor. —Ottori se levantó, caminando hasta colocarse tras de Yuki, pasando las manos por sus delgados hombros—. Hiciste algo muy valiente anoche, Yuki. Gracias a Klaus-kun y a ti hemos logrado averiguar parte de sus intenciones y eso es una ventaja en la batalla.
—No es nada, señor. —Yuki sentía que se encogía ante cada palabra del hombre, a pesar de que su pecho se llenaba de orgullo; era una sensación contradictoria—. Klaus hizo la mayor parte del trabajo.
—Te estás subestimando, Yuki. —Se inclinó para hablar muy cerca del oído del menor—. A pesar de lo que digas... se requiere valor para enfrentar a los americanos, pero se necesita más para saber cuál es el momento adecuado para atacar. —Bajó sus manos por los brazos en una caricia prolongada—. Estoy muy orgulloso de ti.
El cuerpo de Yuki se estremeció, pero no fue el mismo estremecimiento cuando Klaus le tocaba, era otro que no le agradaba. Hizo una pequeña inclinación.
—G-gracias, señor. ¿Puedo…retirarme?
—Aún no. Hay algo muy importante que quiero hablar contigo. —El rostro de Ottori estaba tan cerca que Yuki podía distinguir fácilmente las arrugas de los ojos y cerca de los labios. De imprevisto la puerta del pasillo exterior fue abierta dejando mostrar a Klaus. Taiga, malhumorado, tuvo que alejarse de Yuki—. Klaus-kun, pensaba que ya no te vería por hoy. —Intentó sonreír pero solo salió una mueca tensa; no estaba contento por haber sido interrumpido.
Mientras, Klaus taladraba con la mirada al hombre.
—Venía a informarle sobre la fiesta de anoche.
—No es necesario —interrumpió el mayor—. Yuki-kun ya me ha informado de todo.
—Yo tengo algo más que podría interesarle. —Klaus no se dejó amedrentar, en cambio se adentró en la oficina.
Yuki respiró con alivio, toda la tensión abandonando su cuerpo. Cuando miró a Klaus, frunció un poco el ceño, pero no dijo nada. ¿Qué otra cosa pudo haber averiguado? ¿Y en qué momento?
—Habla entonces —apuró Taiga, mosqueado.
—Hay un traidor entre sus filas. —Eso captó la atención de Ottori por completo.
—¿Cómo dices?
—Anoche me enteré de que uno de sus hombres le ha estado vendiendo información sobre sus tácticas a los americanos.
Los ojos de Yuki se ampliaron como un plato. ¡Un traidor! ¡Imposible! ¿Quién podría hacer algo así? En su lugar, valdría más la muerte que traicionar a Japón.
—¿Quién es?
—No tengo idea de quién pueda ser. Fueron bastante cuidadosos de no decir nombres —Klaus hizo una mueca.
—Un traidor... ¡INACEPTABLE! —gritó en japonés, estaba colérico. ¿Cómo se atrevía uno de los suyos a vender su propio país? En cuanto descubriera quién fue, lo mataría—. ¿No pudiste averiguar nada más? —El tono del Señor Feudal se escuchó ansioso. Klaus negó.
—Lo siento...
—No importa, no importa... Es...es bastante que sepamos que hay un traidor, tenemos que ser más precavidos. Cerrar el círculo de confianza.
—¿Cree que sea de aquí mismo, señor? —preguntó Yuki—. Podría ser de otros estados, podría… —Yuki ahogó un grito— ¡hasta podría estar cerca del mismo Emperador!
—Hay que ponerlos en sobre aviso. —La mención del emperador le recordó a Taiga cierto tema importante que quería discutir con Yuki—. Klaus-kun, agradezco tu arduo trabajo, no tendríamos idea de nada si no fuera por ti. Puedes tomarte el resto del día libre.
—Gracias —respondió escuetamente. Normalmente tendría que irse, después de todo, esa fue una clara despedida pero Klaus no tenía ninguna intención de dejar a Yuki solo. Ottori notando esto, se tragó su coraje.
—Yuki-kun, sé que has hecho bastante pero quisiera pedirte un favor.
Yuki gimió internamente. ¿Sería alguna otra misión? Tendría que recordarse su petición hacía meses: quería acción, ahora la tendría, si bien no era la que deseaba. Mejor saber lo que quería.
—¿Cuál es, señor?
—Dentro de dos semanas habrá un baile en el palacio del Emperador. Quisiera que me acompañaras. —Por un momento dejó su mal humor de lado, sonriéndole a Yuki.
La boca de Yuki tocaría el suelo si no la tuviera pegada a la cara.
—¿A-acompañarlo, señor? Pero… ¿cómo podría hacerlo? Estoy seguro que tendría a personas más adecuadas para eso.
Taiga negó con una sonrisa enternecida.
—No. Quiero que seas tú. —Le extendió una mano.
Yuki tenía la imperiosa necesidad de mirar a Klaus, pero por alguna razón, ya sentía su mirada encima. Y por alguna razón, frente a él destelló la cruel expresión que le dio mientras fingía ser un aliado americano en la fiesta. Por impulso, tomó la mano de Ottori. Cuando lo notó, ya no podría retractarse.
—Gustaré acompañarlo, señor. Es un honor.
Ottori sonrió victorioso. Su buen humor se elevó aún más cuando escuchó pasos airados detrás de él.
—Esperaré el baile con ansias. —En un movimiento arriesgado, acarició la mejilla del castaño con su mano libre—. No deberás preocuparte de nada. Conseguiré incluso la ropa más fina para ti. Te verás hermoso.
Yuki se sintió mal al notar la salida de Klaus, pero tuvo que sonreír –falsamente– a Ottori.
—De acuerdo, señor. ¿Cuándo…será el baile?
—Debes estar nervioso. —Sonrió el mayor pasando un mechón de cabello rebelde castaño tras la oreja de Yuki—. Mencioné antes que será dentro de dos semanas, tal vez aún estás cansado por tu misión de anoche... Descansa por hoy.
—Cierto, perdón, estoy distraído. —El tener a Klaus allí, y su remota salida, aún más—. Si es todo, me retiro, señor. —Se puso en pie, haciendo una reverencia.
—Adelante. —Le permitió irse al menor—. Descansa, Yuki...
—Gracias.
Yuki salió de la oficina, deslizando la puerta… y soltando un largo suspiro. Debería buscar a Klaus…, pero supuso que estaría molesto. Mejor dejarle. Lo que necesitaba ahora era una buena sesión de entrenamiento, lo suficiente hasta sentir todos sus músculos molidos. Sus pies le llevaron al Dojo.
Estando allí, se cambió por su vestimenta de entrenar y su espada, dedicándose a una extensa batalla con Shouta con espadas, y otra en cuerpo a cuerpo con Nagisaki. Si bien la ventaja de Yuki es que era más ligero, Nagisaki usaba más fuerza que él. Tenía que ser directo y golpear los puntos claves del cuerpo para vencerlo, aunque eso no le evitaba unos buenos porrazos que una que otra vez le tiraron al suelo. Pero le ayudaba bastante aquello, le liberaba. Cuando iba a abrir la boca para rendirse, se acordaba de la fiesta, de la impotencia y los maltratos que les hacían a sus camaradas, funcionando para renovarle las energías y contraatacar. A la final, dando en un punto bajo el brazo, le noqueó completamente, no lo suficiente como para acabarle en sí.
La punta de una espada se posicionó contra su cuello.
—Denle la espada a la nena. —Una irritable voz ordenó. Luego le dijo—: Te reto a un duelo.
Yuki cerró los ojos, armándose de paciencia, mientras sentía cómo alguien le pasaba su arma. La punta de la espada de Kenshi se alejó, tomando posición a unos pasos de él.
—¿Y? ¿Fue divertida la fiesta americana?
Yuki tomó posición, su ceño fruncido, tanto en concentración como molestia.
—¿Por qué? ¿Celoso?
Los demás soldados armaron un circulo grande a su alrededor, lo suficiente para darles espacio de movimiento.
Kenshi bufó.
—¿Celoso por no haber sido vestido de nena y con senos falsos? Por supuesto —espetó con sarcasmo—. Aunque aclaremos que te quedó bien, combinaba perfectamente con tu rostro.
Algunos hombres presentes se rieron. El rostro de Yuki se coloreó de rojo y atacó, Kenshi conteniendo el golpe y contraatacando. El sonido del choque de espadas se oyó por el lugar. Yuki dio un salto alto ante un ataque lateral de Kenshi, quien terminó dándole vista de su espalda, cosa que aprovechó para darle una patada que le desestabilizó. Gruñendo, Kenshi se giró y avanzó los pasos que había entre ambos, ahora siendo más certero, más rápido y mucho más brutal en sus ataques. El anterior entrenamiento de Yuki le había molido lo suficiente como para que sus movimientos fuesen ahora defensivos, Kenshi evitaba darle tregua a un contraataque. Las voces y chiflidos de los otros soldados también le desconcentraban; retrocedía, se agachaba, y cuando se le ocurrió atacar, Kenshi realizó una acción que le permitió arrebatarle su espada, que quedó flotando en el aire, lanzó una patada que le tiró y se hizo con el arma de su contrincante. Para cuando Yuki se dio cuenta, ambos filos le apuntaban a la garganta. Su pecho subía y bajaba, jadeante.
—Me pregunto… ¿qué habrás estado haciendo como para descuidar tu entrenamiento? —Los ojos negros estaban estrechados—. A tu paso, habría muerte en el campo de batalla… pero de la tuya. – su voz era burlona—. He ganado. —Sin más, dejó caer la espada sobre su pecho, volteándose hacia los vítores que lanzaban los demás a su victoria.
Yuki dejó caer la cabeza, derrotado. Podría atacarle, estaba dándole la espalda… pero un buen guerrero nunca ataca por la espalda. Shouta le ayudó a ponerse en pie, se apoyó en él para salir del Dojo, dejando a los demás allí.
—No hubieras aceptado el reto como estabas. Sabes cómo es el señorito.
—No quería darle la satisfacción.
—Pues es exactamente lo que hiciste. —El chico rodó los ojos, su cabello negro en punta y brilloso por el sudor.
—No me salgas tú con regaños ahora. Solo quiero un largo baño relajante y comer. ¡Ay! —gritó. Shouta le apretó, sin quererlo, el costado.
—Perdón.
—Está bien —gruñó. El golpe de Nagisaki aún le dolía.
—¿Pedirás la revancha?
—Cuando no tenga el cuerpo como si un pelotón hubiera pasado sobre mí. —Asintió.
—Realmente te excediste en el entrenamiento. —Ambos entraron en los baños.
—Puedo continuar. —Suspiró—. Y tenía una razón para hacerlo.
—Sea lo que sea, es una razón tonta. —Shouta le dejó para que pudiera refrescarse en paz.
Yuki permaneció largo tiempo dentro del baño, disfrutando de la tina con agua caliente, que supuso debió haberse quedado dormitando allí. Se secó, vistió, y para cuando salió, al menos sus dolores disminuyeron. No pudo decir lo mismo del hambre. Bastaba decir que su almuerzo fue suficiente para tres personas.
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Horas antes
En la mañana, a esa hora no había muchas personas levantadas, sólo algunos guardias más dormidos que despiertos por culpa del turno nocturno por lo que caminaron por los terrenos de la casa feudal sin preocuparse mucho, al menos las zonas menos transitadas.
—Nunca más supe de ti —murmuró Klaus, no sabiendo exactamente qué decirle.
—Oh, vamos, te conozco desde hace años. —Ella dio un suave empujón a modo de broma—. No es necesario que te comportes como si fuéramos extraños.
—Es como si ya lo fuéramos, Law... —Empezó a decir el apellido pero ella le miró mal—. Angie.
—Mejor. —Angie sonrió. Ella le tomó del brazo y Klaus en un gesto automático lo acomodó para caminar juntos—. Tú sabes que por mi trabajo pocas veces podía ir a visitarte pero desde que desapareciste de Alemania no supe más de ti. Lo que me lleva a mi siguiente pregunta. ¿Qué haces tú aquí? —El suspiro de Klaus fue tan largo que casi se le fue el alma.
—No pensé que llegarías a esa pregunta tan pronto. —Entre la caminata llegaron a una esquina alejada de los terrenos donde Angie se sentó en una roca alta, cruzando las piernas mientras que Klaus se sentó a su lado en el suelo—. ¿Recuerdas a mi padre, Georg?
La morena asintió, frunciendo el ceño. Murmuró con asco el apellido "Wolfhart". Ese hombre nunca le agradó, menos la forma en que trataba a Klaus. ¿Qué clase de hombre no amaba a su hijo? Está bien, mala pregunta, había muchos padres que no amaban a sus hijos por la razón que fuera pero nada como para maltratarlo verbalmente o no regañar a los hermanos mayores cuando le hacían alguna maldad al menor.
—Al final terminó haciendo lo que tanto deseaba, se deshizo de mí. Fui vendido a un hombre ruso.
—Oh, Klaus. —Estiró la pequeña mano para acariciar el largo cabello negro. Klaus se sintió reconfortado por ese gesto, mucho mejor que si le hubiera dicho un montón de palabras de consolación, por eso le agradaba la morena. No es como si fuera una madre, ni siquiera una hermana, quizás una amiga en la que Klaus confiaba profundamente pero Angie era... simplemente Angie. Escuchaba sin recriminar y no te miraba con lástima—. Eso explica porqué cuando volví no pude encontrarte.
—Me hubiera gustado dejarte una nota pero para cuando me di cuenta de que no volvería a casa ya era demasiado tarde. —Negó suavemente. Era tonto llorar por la leche derramada—. ¿Qué hay de ti? ¿Sigues haciendo ese trabajo? —Klaus realmente no sabía exactamente en qué trabajaba Angie, nunca lo supo porque ella siempre daba una respuesta vaga pero aún a sus 5 años, cuando se vieron por primera vez, Klaus supo que ella hacía cosas malas. No porque estuviera orgullosa de eso o siquiera le gustara, simplemente tenía que hacerlo.
—¿Tú qué crees? —Le preguntó con una sonrisa irónica, su tono claramente decía que aunque quisiera no podía negarse—. Ayer cuando nos encontramos en la fiesta tenía un trabajo que hacer... —Vio la interrogativa en los ojos... ¿amarillos? No recordaba que los ojos de Klaus fueran amarillos, mucho menos con esa pupila rasgada tan antinatural, como la suya propia. La última vez que vió al alemán a sus 8 años, el niño seguía teniendo los ojos verde pardos y no tenían ese aire depredador, sin mencionar las escamas esparcidas por el rostro y el cuello—. Terminé el trabajo, por si te lo preguntas, pero dime. ¿Qué ocurrió contigo muchacho? —Deslizó una larga uña a lo largo de la nariz del alemán, causándole un estremecimiento.
—¿Por cuánto tiempo te quedarás aquí?
—Un tiempo, aún tengo que deshacerme de un par de tipos más antes de volver a América —respondió ella con una ceja alzada.
—Entonces te lo contaré después, aún no me siento listo para hablar sobre eso. —Angie asintió, con el ceño fruncido pero aún así no lo presionó—. Anoche te pedí que intentaras recaudar algo de información. ¿Tienes algo?
—Klaus, por favor, me subestimas.
Volviendo a un aire menos incómodo, Angie empezó a explicarle qué después de que Klaus junto a su pareja se fueron, ella se encargó de escuchar aquí y allá entre las conversaciones. No hubo mucho que pudiera sacar no obstante escuchó a unos militares hablar sobre un japonés de la milicia que les vendía información. Se jactaron largo rato de eso, de la ventaja que tenían en la batalla al saber todos los movimientos de los asiáticos, bla, bla, bla. Angie dejó de escuchar después de eso.
—Lamentablemente no escuché el nombre del traidor, se lo tienen bien oculto.
—Ya veo, al menos es más de lo que nosotros pudimos averiguar. —El joven miró a la morena, tan pequeña que incluso con él sentado en el suelo aún podía verla a la cara sin tener que alzar la mirada—. Sigues igual... —Angie rio, luego ronroneó cuando una de sus orejas que sobresalían de su peinado fue acariciada.
—Dijiste eso anoche. Siempre te sorprendes por eso. —Inclinó la cabeza para seguir sintiendo la caricia.
—Es que me resulta extraño. Desde que tengo memoria siempre te has visto igual, nunca envejeces. Recuerdo cuando apenas te llegaba por la cintura y ahora te sobrepaso por al menos 20 centímetros.
—19 centímetros. —Le corrigió ella, haciendo un cálculo rápido entre su metro cincuenta y seis, y el metro setenta y cinco de Klaus—. Un centímetro es un centímetro.
—Vale. 19 centímetros.
—Ya te lo había explicado —suspiró ella cuando apartó la mano de Klaus de sus sensibles orejas peludas—. Mi tiempo está detenido. No puedo envejecer o morir, y antes de que preguntes... Hace tiempo dejó de importarme.
Recordaba que cuando Klaus tenía 6 años le preguntó si ella era infeliz viviendo tanto tiempo. Ella le respondió exactamente lo mismo: "Hace muchos años dejó de importarme". No tenía idea de qué edad tendría Angie, sólo que eran muchos más de los que él podría calcular en ese entonces.
Después de eso cambiaron de tema, pasando un agradable rato bromeando y Angie contando historias. Klaus recordaba que siempre le gustaban las historias de Angie. Cuando el sol comenzó a calentar las escamas de Klaus se dieron cuenta de lo tarde que era. Con una promesa de que volverían a verse dentro de poco, Angie salió de los terrenos sin que nadie la viera. Con la nueva información en mano, Klaus se encaminó a la oficina de Ottori.
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Estúpido Yuki. Le advierte sobre no quedarse a solas con el hombre y lo encuentra siendo manoseado por el viejo, para colmo va y acepta su petición. ¡Pues bien! Si él quería que un viejo verde le cortejara, era su maldito problema.
—¡No le voy a estar cuidando el culo a nadie! —gruñó el alemán cuando llegó al estanque de los peces Koi. En las últimas semanas ese se volvió su lugar preferido, le gustaba ver a los peces nadar. Era tan relajante.
Se ven deliciosos.
Klaus negó la cabeza. No tenía idea de dónde venían esos pensamientos, culpaba a su mutación por esos pensamientos tan irracionales.
—Traes una cara… —La voz de alguien se escuchó, acerándose hasta colocarse a su lado—. Aunque pareces una criatura ansiosa que demás. ¿Te gustan los Koi?
Klaus se sorprendió de ver a Kenshi tras él. Estaba tan metido en sus pensamientos que no le escuchó.
—Eh... Sí, se ven deliciosos. Digo...lindos. Se ven lindos.
Kenshi se sentó a su lado, bastante cerca, observando el estanque.
—Recuerdo que a mamá le gustaba venir para acá, a alimentarlos. Había muchos otros peces aquí también. —Tomó una rama, y con ella tocó el agua, llamando la atención de los animales—. Este estanque está aquí desde hace dos generaciones. Mi bisabuelo lo mandó a construir.
—Oh. —Klaus no parecía tan interesado en la historia, sólo se quedó mirando el movimiento de los peces en el agua.
—¿Y? —Kenshi volteó a verlo—. ¿Por qué estás aquí? Ni veo a Shirayama revoloteándote.
—¿Shirayama? Ah. Yuki. —Hizo una mueca—. Debe seguir con tu padre. —Hubo un gruñido entre sus palabras—. Viejo pervertido —murmuró entre dientes.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, ocultando el interés que sentía.
—Ottori le pidió a Yuki ir a un baile... Él aceptó. —El alemán parecía bastante molesto por eso—. Si él quiere andar con un viejo espeluznante, pues allá él —desdeñó, al parecer sin acordarse del padre de quién estaba hablando.
Pero por dentro, Kenshi se estaba riendo. Era bastante bueno en ocultar su diversión si lo quería.
—Tiene gustos muy extraños —dijo con una mueca, la mirada en un punto perdido—. Pero no tienes porqué mortificarte. Si le gustan los ancianos, quizás por eso es que antes no andaba con nadie. Por algo acepta y hace todo lo que mi padre le dice —chistó. Volteó a verlo—. Es más, ¿qué tal si vienes tú conmigo al baile? Imagino que debe ser el de Aiko-chan. ¿Qué dices? Demuestra que no te importa verdaderamente lo que haga.
Eso captó la atención de Klaus.
—¿Me estás pidiendo que te acompañe al baile? Kenshi. —Sonrió casi con lástima—. No querrás tener a alguien como yo como compañero. Sólo mírame. —Se señaló las escamas de la cara y los ojos.
El mayor pasó un brazo por sus hombros, en un semi-abrazo.
—Eres perfecto. Eres único. ¿Por qué no iba a querer disfrutar de tu compañía? No te menosprecies. —Sonrió—. Además, mereces disfrutar. Que seas como seas no te impide disfrutar tu vida. Vamos, anímate y acompáñame al baile.
¡No!
—Sí. —Correspondió la sonrisa del heredero. Si Yuki iba a ir al baile con Ottori, no había motivo para que él no fuera con Kenshi—. Agradezco que me hayas tomado en cuenta para ser tu pareja en el baile.
—Es lo menos que puedo hacer por todo lo que estás haciendo por nosotros. —Se alzó de hombros, siempre sin quitar la sonrisa que tenía en el rostro—. Ahora, ¿quieres hablar de algo? Vamos, soy libro abierto.
—No es como si tuviera mucho que decir. —Alzó la mirada al cielo. Normalmente esta era la hora en que se ponía a practicar un par de piruetas en el aire—. Háblame sobre este baile. Dijiste que era de ¿Airoh? ¿Aiko? —Dudó de cuál era el nombre correcto.
—Aiko. Fujiwara Aiko. Es la hija menor del Emperador. —Kenshi se apoyó con sus brazos, inclinándose hacia atrás—. Es su festejo número 19°. La mayoría de altos mandos en Japón estarán ahí. Te preguntarás cómo es que hacen un baile en esta situación, pero está todo cubierto. Tendremos un pequeño viaje de tres, cuatro horas desde aquí a Kyoto, donde está la residencia Imperial. Pasaremos la noche allí, regresaremos por la tarde del día siguiente. El Emperador está enterado sobre ti, es una buena ocasión para que le conozcas. No te preocupes por él: ni halaga ni busca que le halaguen. Sé seco cuando le veas, y malditamente honesto. Él lo es. —Sonrió—. La primera vez que lo vi solté que era un viejo, él me llamó mocoso. Nos llevamos bien.
—Así que conoceré al emperador en persona. Suena como algo muy importante. —Se miró la sencilla ropa holgada que le entregaron. Tenía un montón de conjuntos iguales a parte de varias prendas abrigadoras que normalmente usaban en invierno—. No tengo nada que ponerme.
—Dentro de unos días vendrá nuestro sastre. Le serás todo un reto, se divertirá. —Asintió—. Te dejaré elegir lo que quieras usar, siempre y cuando cumpla con lo adecuado.
—¿Tendré que usar un kimono? —Era graciosa la manera en que el alemán se consternaba por la idea de usar la típica vestimenta japonesa.
Kenshi también pareció consternado pero dejó salir una risita.
—No veo problema en que uses ropa americana. Y a los que les moleste, que vayan a freír espárragos. No eres asiático, ten presente tus raíces. —Luego se inclinó hacia adelante, un brazo apoyado en su rodilla derecha—. ¿Te gusta vestir así? Sé honesto.
—No es que no me guste, es sólo que no estoy acostumbrado. —Haló la tela de los holgados pantalones—. Es cómoda y práctica, en cambio los trajes delinean la figura. Los japoneses ocultan mucho con tanta ropa. —Miró a una joven caminando por uno de los pasillos exteriores de la casa—. Incluso las mujeres. Hasta la joven más recatada de Europa le gusta mostrar sus atributos.
—Entonces, estás conforme con vestir así. Sabes que puedes aprovechar y pedirle algo más al sastre si lo necesitas. Alguna prenda extra —pensó en voz alta—. Ya en dos meses entraremos en invierno.
Un escalofrío recorrió a Klaus, alborotándole las escamas.
—Más ropa para el invierno suena bien. Dudo resistir el invierno con sólo la ropa que tengo.
Kenshi le miró curioso.
—Oh, ¿eres delicado al frío? —Una idea le cruzó por la cabeza; le podría hacer sonreír más pero se contuvo de hacerlo—. Puedes dormir en una de las habitaciones de la casa principal. Es más caliente y acogedora que los nexos para los guardias.
—No podría. Sé cuál es mi lugar en esta casa. —Se relajó, acostándose en la hierba, un agradable rayo de sol calentándolo—. No sería correcto.
—Lo sería. Estarías como mi invitado. Y estarías completamente caliente durante la noche. —murmuró intencionado, pellizcándole el costado con diversión, riéndose luego.
Klaus captó la indirecta al ver la mirada que le dirigía Kenshi.
—No es correcto y lo sabes —dijo irguiéndose en el pasto. Mirando los ojos negros del japonés.
—¿El qué? —preguntó inocente—. No estés pensando cosas raras, eh —acusó.
—Si quieres hacerte el inocente. —Se volvió a recostar en la hierba, dejando que el largo cabello se desparramara a su alrededor haciendo un alto contraste entre el negro y el verde—. No es como si no escuchara de tus aventuras.
—¿Y creerás lo que digan los demás? No seas iluso.
El alemán se giró, descansando la cabeza en una de sus manos para poder mirar a Kenshi.
—¿Me dirás que absolutamente nada es cierto? —Arqueó una ceja—. Por alguna razón deben ser los rumores, ¿no?
—No lo es. Incluso nos ven juntos ahora y ya tendrán de qué hablar. —Se alzó de hombros—. Los prejuicios abundan en Japón. Te ven dando un beso a alguien en público y ya te tachan de algo; te ven tomando de la mano a alguien y ya te tachan de otro. Una cosa es ser inocente y otro atrevido. —Sonrió—. Yo soy lo último. Si no lo fuera, sería un soso como los que están alrededor. —Indicó con un dedo hacia atrás—. Aunque, aventuras. Mmh, no estaría nada mal. O quizás… —Se inclinó hasta apoyar su codo en la hierba, el mentón en la mano, teniendo el rostro de Klaus bastante cerca. Bajó la voz— ¿no has estado con alguien antes?
—No, y por lo que puedo oler tú tampoco. Eso es bueno, no deberías entregarte a cualquiera. —No le incomodó la cercanía del mayor—. Me agrada que seas diferente. Quiere decir que serás un buen hombre cuando te toque heredar el patrimonio Ottori.
La expresión de Kenshi cambió ante lo último, rodando los ojos y dejándose caer en la hierba, la mirada fija en el cielo.
—Felicidades, alemán, lo has arruinado. —Sus ojos se dirigieron hacia arriba de sus cabezas, estirando la mano hasta coger un mechón de cabello de Klaus—. Tu cabello es largo como el de Rapunzel. ¿No te pesa? —Se colocó el mechón bajo su nariz, a forma de bigote—. ¿Crees que me luzca bigote? —Achinó los ojos, en una mueca cómica.
El pelilargo rió por la payasada del mayor.
—Para nada. —Tomó otro mechón de su propio cabello, pasándoselo a Kenshi por la cara como si fuera un pincel—. Ya me acostumbré a tenerlo así. Si me lo cortara ahora me sentiría muy raro.
Kenshi apartó el rostro, riéndose igual, pero sostuvo su muñeca para detenerlo.
—Oh, y mira esto. ¡Qué puntas! —Lo colocó frente a sus ojos—. ¿Ni siquiera un recorte pequeño? Vamos, que lo tengas largo no quiere decir que lo descuides.
Klaus hizo una mueca al ver las puntas partidas.
—Pensar en el estado de mi cabello no fue una prioridad mientras huía —se excusó el menor.
Kenshi se irguió.
—Salvo el de salvar tu trasero, pero ahora podemos arreglar eso. Claro, si el señor Dragón así lo desea —dijo con diversión, haciendo una pequeña reverencia—. ¿Qué tal una sesión de acicalamiento? —Hizo un gesto a las puntas de su cabello—. No vas a ignorar esto, menos ante un baile acerándose. No, no, no.
El menor lo pensó por un momento. Ottori le dio el resto del día libre y un poco de cariño no le vendría mal. Durante las primeras dos semanas había superado el miedo irracional de que en cualquier momento lo encontrarían y lo obligarían a volver, por lo que pensar un poco en sí mismo era una buena idea.
—De acuerdo. Pero me niego a que me cortes más de 5 centímetros.
—Descuida. —La sonrisa de Kenshi fue amplia—. Ni lo notarás. —Se puso en pie, estirando la mano hacia él—. Mereces que te mimen. Ikimashou.
—Vámonos —confirmó el alemán, tomando la mano ofrecida de Kenshi quien le ayudó a levantarse del césped. Ambos se encaminaron dentro de la casa, y pasaron una tarde entretenida, hablando de todo y de nada a la vez. Klaus prácticamente ronroneó de gusto cuando Kenshi le cortó el cabello y se lo cepilló, a veces bromeaban, y eso estaba bien.
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Escuchó los murmullos de los demás.
Luego de haber almorzado, Yuki optó por una caminata por el pueblo. Durante todo el resto del día anduvo caminando por las vías, ayudando a algunos campesinos, visitando a algunos amigos, e incluso jugueteó con varios niños de la zona. Ellos le querían mucho, y él a ellos. Era bastante bueno con los niños, los adoraba. Así quizás le daba espacio a Klaus para que se calmara un poco, y a sí mismo para pensar en los prontos acontecimientos que se le fueron encima. Sin embargo, parecía que Klaus encontró una buena distracción para calmarse, y no pudo ser otro que Kenshi. Al llegar a la casa feudal, casi anocheciendo, oyó a varios guardias decir que el alemán pasó la tarde con Kenshi, y las sirvientas murmuraron que estuvo consintiendo a la bestia con los mejores mimos que solo un príncipe puede aspirar. Sí, vaya forma de calmarse. Eso le demostraba lo lejano que estaba Klaus para él, en muchos aspectos sin importar por lo que tuvo que pasar durante su encierro. Por suerte su corazón no había sido lo suficientemente sacrificado como para que el dolor no fuese tan imposible de soportar. Podía vivir con la punzada que tenía. Digno, caminó hacia su habitación para acostarse, agradeciendo que aún no hubiera nadie allí.
Se cambió, preparó su propio futón –le dejó el otro a Klaus, aumentando un poco más la distancia entre ambos, como al inicio de su estadía allí– y se acostó. Klaus no necesitaba que le vigilara como niñera, estaba claro que podría cuidarse bien sin él. Cerró los ojos, pero el sueño se negaba a venir a él. En su mente, dio una sarta de maldiciones por eso.
Klaus volvió bastante entrada la noche, envuelto en un yukata oscuro con motivo de peces Koi. La tela a simple vista parecía bastante cálida y de muy buena calidad. El recorte de cabello que le hizo Kenshi causó una gran diferencia a su apariencia. Antes parecía sólo un joven desaliñado pero, como en la fiesta, podría pasar sin problemas como alguien de alcurnia; tenía todo el cabello del mismo largo, Kenshi se encargó de cortarle un flequillo que le enmarcaba ambos lados de la cara a la altura del cuello. El resto del cabello seguía siendo igual de largo, viéndose mucho más sedoso.
Entró a la habitación en silencio, decepcionándose por ver su cama alejada de la de Yuki. Eso era un claro mensaje que al alemán no le cayó nada bien. Bufando, se acercó al armario para cambiar sus ropas a las de dormir.
Yuki se giró en la cama, dándole la espalda a Klaus. No abrió los ojos, no quería verle. Estaba despierto, bastante, no había conseguido dormir como deseaba. Y el suave perfume de lo que sea Kenshi le haya untado en Klaus le llegó a su nariz. Se tapó con las sabanas completamente hasta la cabeza. Su cabeza comenzó a dar vueltas, pensando una y otra vez todo lo sucedido. Llegó, entonces, a la conclusión de que era estúpido permanecer enojado por una tontería. Suspiró. Se quitó la sabana y se sentó.
—Hay que hablar. —Se frotó el rostro con sus manos—. Esto es altamente tonto. ¿Qué es lo que está pasando?
Klaus miró a Yuki con la camisa a medio quitar entre los brazos; no esperaba que el japonés fuera a hablarle.
—Aparentemente irás al baile con Ottori a pesar de que te había dicho que no te quedarás a solas con él, ahora pasarás toda una velada a su lado.
—Te lo dije una vez: puedo cuidarme las espaldas. ¿Por qué demonios no puedes confiar en mí? No soy samurái para hacerme interesante.
—Bueno... —Se terminó de sacar la camisa y se puso la que usaba para dormir cuando sintió un escalofrío en la espalda—. Creo que ya no importa... —Trató de restarle importancia a pesar de que por dentro algo rugía en protesta—. Ya escogiste ir con él y yo iré con Kenshi.
Yuki lo miró fijamente, impactado, incrédulo. Desilusionado. Poco a poco su expresión desapareció, volviendo a acomodarse.
—Bien. Buenas noches. —Se acostó.
Era verídico, personas como Klaus entran en un estatus social que él no podía aspirar. Incluso bajo esas escamas todo el ser de Klaus abarca una escala muy alta para Yuki, y habiéndolo visto aún con la poca luz que tenía, el cambio que notaba en su aspecto, lo confirmaba más. Suspiró levemente, cerrando los ojos. Debería comenzar a buscar alguna campesina adecuada por el pueblo.
Klaus suspiró. Pensaba que se sentiría más tranquilo dándole una cucharada de su propia medicina a Yuki, o por lo menos que lucharía un poco por él... La realidad es que se sentía fatal y con una opresión en el pecho.
—¿Así termina? —Se arrodilló al pie del futón de Yuki, con el yukata que le dio Kenshi sobre los hombros para evitar el frío de la noche.
—Estás en tu ambiente. ¿Por qué he de reclamarte algo? —Ni volteó a verlo ni abrió los ojos. Solo hablaba—. Yo no he pedido nada a Ottori, ningún lujo salvo un techo donde dormir y comida para vivir a cambio de mi lealtad. Que haya aceptado ser su acompañante no indica que me interesa, sino que puedo estar cerca para protegerlo como un samurái protege a su líder. Pero salvo eso, no estoy pidiendo nada porque no es mi origen. No he estado perdiendo el tiempo en nimiedades, sé cuál es mi lugar aquí y lo respeto profundamente.
—Yo no he pedido más a Kenshi más de lo que tú mismo has pedido. —Se sintió ofendido de que le insinuara que de alguna manera él estaba con Kenshi sólo por el trato que le dio—. Y por si no te has dado cuenta, Ottori no le interesa tenerte como guardaespaldas. ¿Qué acaso no te das cuenta de cómo te ve?
—Pues déjame discrepar de eso, no es lo que estoy viendo. Y si quisiera estar con Ottori, estaría en su habitación y no aquí contigo.
En un segundo Klaus estuvo encima de Yuki, apresando sus muñecas contra el futón y sus labios siendo besados con pasión, dejando sin respiración al castaño. Cuando se separaron un fino hilo de saliva aún los conectaba.
—Nunca...vuelvas a insinuar nada con Ottori. —Los ojos amarillos refulgieron más que nunca.
El pecho de Yuki subía y bajaba por su jadeante respiración, las mejillas adquiriendo un tono rosáceo al tiempo que sus ojos se fijaban en Klaus. Más allá de sus palabras y su aspecto temerario, era su intensa cercanía la que lo alteraba.
—S-sí —susurró.
Pasando los fuertes brazos por debajo del cuerpo de Yuki, lo abrazó con fuerza queriendo fundirse en ese abrazo.
—No voy a permitir que nadie más te toque.
Sin saber qué hacer, las manos de Yuki quedaron quietas, el corazón latiéndole que creyó Klaus podría oírle. Tardó a que sus brazos se movieran, rodeando a Klaus por igual. Quería decir algo, regañarlo, quejarse, apartarlo, y sin embargo no tenía la voluntad de ello. Exhaló una bocanada de aire.
—Klaus…, me aplastas.
—No quiero. —Dejó de apretar tanto a Yuki pero se quedó donde estaba—. No quiero perderte —murmuró contra su cuello.
Yuki cerró los ojos, su cuerpo comenzando a relajarse. ¿Qué más quedaba? Su mano acarició desde su espalda hasta la cabellera negra, girando el rostro hasta que su mejilla descansó contra la de Klaus.
—Eso no pasará —afirmó bajito.
—¿Me lo prometes? —Besó sus labios con tanta delicadeza.
El castaño asintió. Sus manos enmarcaron el rostro de Klaus, los pulgares acariciando las mejillas.
—Te lo prometo. —Él mismo levantó su rostro hacia su encuentro, besando sus labios.
Entre besos y palabras susurradas, ambos se quedaron dormidos, cubiertos por la calidez del yukata de Kenshi y el futón.
Continuará...
¡Muy feliz año 2017! Esperamos que hayan pasado una grandiosa navidad y fin de año. ¿Qué les ha parecido el primer capítulo de este nuevo año? ¡Ya hemos descubierto quién era la misteriosa chica del baile!
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