Capítulo 6
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Después de esa noche los mimos entre ambos fueron constantes. Aun cuando sus obligaciones no les permitía pasar el día juntos, una sutil mirada o un guiño dado a lo lejos era todo lo que necesitaban incluso cuando los Ottori requerían la atención de cada uno respectivamente. Pero llegada la noche ambos se refugiaban en el cuarto que compartían. En el momento en que Yuki entraba al cuarto Klaus le asaltaba robándole mucho más que el aliento.
También tenían sus paseos. Yuki buscaba siempre alguna oportunidad para llevar a Klaus a un lugar u otro, practicando el japonés del menor, ni olvidar también su ganas de que le paseos por los cielos. Cada vez que Ottori le pedía un favor, Yuki lo aceptaba, pero al momento de hacerlo intercambiaba la tarea con otro. Aunque eso le ganaba alguna rabieta con el viejo y un trabajo más pesado, por lo menos no tenía discusiones con Klaus. Además, los trabajos que obtenía a cambio eran mucho más interesantes.
No obstante, otro que no tuvo la gran suerte fue el alemán. Kenshi pidió a su padre relevar a Klaus de su cargo de guardaespaldas, para, en vez de protegerlo a Ottori, fuera el guardaespaldas de Kenshi. Ante eso, el señorito lo arrastraba a varias zonas del pueblo cuando hacia visitas a sus amistades, quienes se intimidaban y asombraban cuando veían a Klaus.
El alemán por lo general se mantenía estoico cuando se trataba de ser el guardaespaldas de Kenshi, tampoco intentaba establecer contacto con los pueblerinos, la mayoría de ellos lo miraban con recelo aunque de vez en cuando se acercaba algún valiente a saludarle y él le correspondía con una mirada amable. Trataba de no sonreír porque más de una vez escuchó a alguien jadeando por la vista de sus dientes puntiagudos. Los niños eran mucho más receptivos a su apariencia, más de una vez había escuchado la palabra «Sugoi» referida a él entre los infantes, Kenshi le explicó que era algo parecido a «asombroso».
A una semana de la fiesta de la princesa Aiko, hubo una noche en que Klaus llegó particularmente cansado. Un grupo de niños en el pueblo emboscaron a Kenshi y Klaus en una cruzada de bolas de barro, a la carrera la pareja tuvo que corresponder los ataques. Para el final de la tarde ambos estaban tan llenos de lodo desde la cabeza a los pies que el alemán se arriesgó a una hipotermia con tal de sacarse todo el barro del cabello.
Yuki, habiéndose enterado de eso, preparó un té que llevó para Klaus al cuarto. Lo repondría y calentaría a la vez. Sabía que faltaban dos meses para la llegada del invierno, por lo que comenzaba temprano la recolección de leña para la caldera de su habitación, así lo mantendría lo suficientemente cálida para él. Se sentó a su lado, pasándole el té.
—Ten. Es un té de ginseng. Te repondrá.
—Arigatou —le agradeció con un acento extraño. Todavía tenía que trabajar en la pronunciación. Tomó la taza entre sus manos disfrutando del calor del té en sus dedos y nariz, también estaba envuelto en el cubrecama de su futón, el chaleco que le dio Yuki y el Yukata que Kenshi insistió en que se quedara—. En verdad no quería quedarme todo lleno de lodo, no me gusta y Ottori nos regañó en cuanto nos vio tan sucios.
—Y yo igual te iba a regañar si venías al cuarto todo cochino. —Colocó un mechón de cabello negro tras su oreja—. Aunque lo compartamos, yo mando aquí. Y no admitiré cerditos escamosos. —Le pinchó la nariz con un dedo—. Oink —imitó el sonido del animal.
—Oink —repitió Klaus con una sonrisita divertida, estirando el cuello para alcanzar los labios de Yuki—. No es como que me emocione enlodarme hasta las pelotas. Ni siquiera de pequeño era de jugar con tierra.
—Adivinaré: era de pintura. —Luego señaló el té—. Se enfría.
—Sólo usé mi cabello como pincel una vez. —Se defendió el menor probando el té; Gimió de gusto cuando el líquido tibio le pasó por la garganta—. Delicioso. Oye, ven aquí. —Abriendo sus piernas y brazos, le indicó a Yuki que se sentara en medio para poder abrazarle.
Yuki obedeció, sentándose de frente a Klaus, sus piernas pasando por la cintura del menor, los brazos por su torso.
—¿No logras entrar en calor? —bromeó.
—Si te miento diciendo que no, ¿me darías un beso? —Sonrió encantador, mirándose a los ojos y sus labios a punto de tocarse.
—Creo que lo más probable es que te de un jalón de orejas, pero por ahora lo dejaré pasar. —Eliminó toda distancia entre ambos, tomando su rostro entre sus manos para poder unir sus labios a los otros.
Dejando el té a un lado, Klaus apresó la cintura de Yuki comenzando a besarlo; primero lento y, cuando el calor subía, aceleraron el ritmo hasta que en un momento Klaus embistió su cadera contra la de Yuki haciendo notar su erección. El alemán tenía las mejillas encendidas, los labios rojos por los besos y las pupilas dilatadas.
Yuki estaba en las mismas condiciones, jadeante, las manos en los hombros de Klaus, deslizándose hacia su pecho. Un aire diferente se hallaba en la habitación, lo sentía, lo sentía rodearlos. Algo estaba diferente ahí.
—Nunca…lo hemos hecho… —susurró.
—¿Quieres...? —jadeó en el mismo tono, incapaz de aguantar la emoción por ese gran paso.
Los labios de Yuki temblaron, incapaces de soltar palabra, o más bien, incapaz de pensar en alguna palabra o frase coherente. Él jamás lo había hecho con nadie, tan ensimismado en sus obligaciones. No obstante…
—Quiero… —Asintió, titubeante por los nervios—. Lo deseo.
La sonrisa de bobo que puso Klaus no tuvo igual. Él tampoco lo había hecho, a parte de un par de besos subidos de tono no sabía qué hacer. Lentamente se inclinó sobre Yuki, besándolo de nuevo, como si se conocieran el uno al otro inversamente al hecho de que Klaus ya conocía cada rincón de esa pequeña boca.
Haciendo fuerza, el alemán logró que Yuki se acostara sobre su espalda y él sobre Yuki, recostado entre sus muslos, sus erecciones aún en contacto. El gemido de Yuki fue obstruido por el beso, su lengua enredándose con la de Klaus. Imaginó que debían quitarse pronto las ropas, era lo obvio. El pensamiento que inundó su mente de ver el cuerpo de Klaus, poder tocarlo, poder besarlo, le llenó de ansia, y poco a poco su mente registraba el cómo sus manos viajaban por su pecho, sintiéndolo a través de la ropa, hasta el lazo que sujetaba la prenda superior. Al deshacerlo, las manos se internaron dentro, haciendo contacto con su torso.
Klaus se detuvo cuando sintió las manos de Yuki internándose dentro de su ropa, tuvo que recordarse que era Yuki quien lo estaba tocando. En ese momento se dio cuenta de que Yuki tendría que verle desnudo, era bastante celoso respecto a su desnudez, al menos desde que era un fenómeno; Cuando iba a darse un baño escogía incluso una hora exacta en que nadie usara el baño, que por lo general era la hora del almuerzo. Ante ese mero pensamiento Klaus sacó las manos de Yuki de su pecho, e intentando que el momento no se viera cortado se inclinó para volver a besar al castaño entrelazando sus manos.
Yuki emitió un gemido lastimero, decepcionado, al ser privado de poder tocarlo. Tomó entre sus dientes el labio inferior del menor, mordiéndolo suave, antes de volver a besarlo. Su cuerpo se arqueó en busca de fricción, del mínimo roce, del más pequeño contacto.
Alejó sus labios.
—Quiero… quiero tocarte…
Klaus titubeó.
—Prefiero tocarte yo a ti. —Empezó un camino con su lengua desde los hinchados labios, pasando por el cuello y bajando por la blanca clavícula, distrayendo a Yuki al mordisquearle el cuello aún sin dejar ninguna marca comprometedora, cosa que haría más tarde.
—Pe… —Yuki se estremeció en un jadeo, los dedos de sus pies crispados por la deliciosa sensación. Pasó su lengua por sus labios—. Klaus… —Logró soltarse una mano, cogiendo el rostro del nombrado—, ¿qué está mal? —Sus ojos castaños recorrieron su rostro, el pulgar delineando el contorno del labio inferior antes de mirar los amarillos orbes—. No mientas.
—No... No es nada. —Intentó sonreírle, su nerviosismo porque Yuki le viera desnudo mermando su excitación—. Es sólo que quiero verte a ti... —Se inclinó para besar a Yuki pero el castaño aprovechó ese momento para bajarle a Klaus una manga de la camisa, dejando al descubierto su hombro y parte del pecho donde se veía perfectamente la coloración negra de las escamas que recubrían zonas de piel.
Como con sus rostro y cuello, Yuki se sorprendió ante la visión de las escamas, la curiosidad picándole por saber hasta dónde llegaban. Klaus le ocultaba algo, lo veía en su aura, en sus ojos. ¿Tiene que ver con su aspecto? Sonaría lógico. Su mano subió hasta tocar las escamas, las yemas de sus dedos deslizándose por su textura.
Le miró.
—¿Es esto? ¿Te avergüenza que te vea?
Klaus se alejó un poco de Yuki, quedando sentado sobre sus talones. Bajó la mirada mortificado y con el sonrojo calentándole hasta las orejas.
Yuki se irguió, sentándose, volviendo a tenerlo cerca, frente a él.
—Klaus… —Yuki no supo por un momento qué decir. Lo volvió a intentar—. Permíteme enseñarte lo hermoso que eres. —Su palma hizo contacto con su mejilla en una suave caricia—. Esto no te hace repelente, sino magnifico. Nunca te he rechazado por cómo te veas, y no lo haré ahora. Porque me considero el ser más afortunado por siquiera tener tu compañía. —Se inclinó hasta dejarle un beso—. Me gustas por cómo eres, dentro y fuera. —Otro beso—. Te quiero —susurró sobre sus labios.
Klaus levantó la mirada ante las palabras de Yuki, los grandes ojos amarillos mostrándose temerosos ante cualquier atisbo de desilusión.
—¿En verdad? ¿Si me quieres? ¿No es mentira? —Por un momento el tono que uso fue tan incrédulo como si no pudiera comprender que de verdad le quisiera, por lo que sabía hasta ahora ni siquiera su padre lo quiso, sangre de su sangre.
—No gusto mentir, menos con mis sentimientos —negó Yuki—. Te quiero.
El pelinegro sonrió, genuinamente mucho más feliz y reconfortado. Todavía avergonzado, se autoimpuso complacer a Yuki, y tomando la mano más pequeña la dirigió a su pecho justo donde las escamas y la piel se unían, dejándolo explorar todo lo que quisiera.
Pero en vez de satisfacer su exploración, Yuki se estiró para besarle, su lengua invadiendo su boca, sintiéndose más confiado y seguro. Recorrió cada recodo, dejándolos sin aire. Entonces, se movió, de manera que empujó a Klaus hacia un lado, intercambiando posiciones y quedando él encima. Sus labios se deslizaron, besando las leves escamas de sus mejillas, de su frente, bajando por su sien, bajando por la mandíbula, bajando hasta alcanzar el cuello, lugar donde besó.
—Te quiero —repitió, ansiando que estuviera seguro de su cariño—. Eres magnifico —murmuró, deseando que lo viera como él lo ve, que gustara de lo que era tanto como le gustaba a él.
Fue ahí cuando sus manos, dejadas en sus hombros, procedieron con calma a internarse dentro de la ropa. Separó su rostro lo suficiente para admirar cada parte de piel y escamas que sus manos iban descubriendo a medida que apartaba la prenda, los ojos brillando de embelesamiento por como las escamas cubrían partes de su torso, duro a su tacto y de músculos marcados.
—Hermoso… —susurró en japonés. Sus ojos subieron hasta enfocarse en el rostro de Klaus.
El alemán tragó grueso, sintiéndose nervioso y ansioso a partes iguales al sentir el peso de Yuki presionando su entrepierna que lentamente volvía a la vida. No queriendo quedarse quieto, con sus manos repasó las piernas desnudas de Yuki, tenía que admitir que el yukata tenía sus ventajas, entre ellas dejar al descubierto las blancas y torneadas piernas al igual que el pecho. Relamiéndose los labios se deleitó con la vista de Yuki encima de él, acariciándole.
Yuki terminó por abrir la prenda superior, sus dedos enfocándose en el lazo que ataba los pantalones holgados. Lo hacía con calma, tomándose su tiempo, a la vez que se inclinaba por un nuevo beso. Finalmente deshizo el nudo, procedió a apartar las telas. Una ligera sorpresa le asaltó al ver que escamas negras continuaban el camino hacia la ingle, el sonrojo tiñendo sus mejillas. En su exploración nunca se preguntó si las escamas cubrían esa zona y más allá. Pero la pregunta se le fue respondida cuando se movió para poder deslizar la prenda y descubrió el miembro cubierto por las mismas.
—Increíble… —Sus manos, detenidas casi a medio muslo, se deslizaron muy lentamente por ellos, llegando a la cintura, pasando por el bajo vientre, ansiando seguir más abajo. Recordó de pronto y miró a Klaus—. ¿Puedo?
El menor luchaba contra su deseo de cubrirse y al mismo tiempo era tan morbosa la idea de ser descubierto por Yuki con sus pequeñas manos recorriendo toda su piel. Con un gemido ahogado, asintió, manteniendo sus manos ancladas a los muslos de Yuki, las largas uñas del menor rasguñando levemente la dermis dejando una tenue línea rojiza.
Ante su permiso, las manos de Yuki continuaron su recorrido hacia abajo, las yemas rozando el oscuro vello de la ingle, pasando luego a la semi-erección que rodeó con sus manos. Estaba caliente, su rostro mostrando la sorpresa por la suavidad de las escamas que lo cubrían. Era increíble. Sus dedos fueron desde la base hasta la punta, sintiéndolo todo.
Los ojos castaños se enfocaron en Klaus.
—¿Estás bien?
—Sí... Sí —suspiró de gozo. Mirando a Yuki todavía vestido, subió sus manos por sus muslos subiendo el yukata, llegando a la cintura y el pecho acariciando por sobre la ropa los pezones que sobresalían erectos de la tela—. Tú también, quítate la ropa —le ordenó ansioso, tironeando de las mangas y logrando descubrir los hombros del castaño.
Mostrando una pequeña sonrisa, Yuki asintió. Desanudó la prenda superior, quitándola con calma, sus ojos siempre fijos en el rostro de Klaus, hasta quedar expuesto de cintura para arriba. Seguido, fue con la parte inferior, poniéndose en pie sobre Klaus para apartarla por completo, solo quedando con el fundoshi, la única prenda que le cubría. Volvió a sentarse sobre el menor.
—Quítamela tú —murmuró, un ligero tono pícaro en su voz.
Klaus rio divertido por la ropa interior de Yuki.
—En verdad que ustedes son raros. —Sin la paciencia para averiguar cómo se quitaba eso correctamente, rasgó las tela con las uñas, descubriendo el miembro erecto de Yuki. Era solo un poco más pequeño que el suyo en dimensión y tamaño, pero para alguien de la altura de Yuki era perfecto.
Los ojos amarillos delinearon toda la figura; el pecho lampiño decorado por dos motones color rosa, la marcada cintura, el vientre plano, el pene que goteaba gotas de pre-semen sobre su estómago coronado por una mata de vello castaño.
—Hermoso. —Irguiéndose, el menor atrapó los labios de Yuki, nunca se cansaría de besarle.
Yuki se movió de modo que su erección rozó con la de Klaus, el gemido de ambos ahogado por el beso. El mayor pasó sus manos tras su espalda para así terminar de deslizar el pantalón, con sus yemas adivinando más escamas al pasar las manos por sus piernas. Pasó ahora sus brazos tras el cuello de Klaus, pegando sus cuerpos, frotándose contra él, deseando abarcar con sus manos toda su espalda.
—Tócame también. —Tomó las manos de Klaus para colocarlas sobre su cuerpo, sus labios a escasos centímetros.
A partir de ese momento todo fue un enredo de lengua, manos, besos, piernas, incapaces de separarse uno del otro, sus manos abarcando todo lo que podían de su pareja, apenas respirando lo necesario para no morir asfixiados. Klaus se estremeció de gozo cuando escuchó un sonoro gemido de Yuki después de que se le ocurrió morderle el cuello hasta dejar una gran marca. Quería escuchar más de esos sonidos indecentes que podría delatarlos si no bajaban la voz.
No que a Klaus le importara pero dudaba de que a los compañeros de Yuki les hiciera gracias que los encontraran con el culo al aire. Sólo por unos instantes, en los que Klaus se quedó quieto recuperando el aliento después de un prolongado beso donde Yuki le mordió con fuerza el labio inferior, el alemán notó el húmedo miembro de Yuki. Él no era ajeno a las reacciones físicas del cuerpo humano pero nunca había tocado a otra persona y se preguntó como sabría el preseminal de alguien ajeno a él. Respondiendo a su duda, bajó hasta tener la erección de Yuki frente a sus ojos, y recostado entre las piernas de japonés metió el pene del mayor a su boca sin ningún tipo de aviso.
—¡Klaus! —Yuki exclamó ahogadamente, tapándose la boca con las manos para que los demás no llegaran a escuchar. Eso fue tan sorpresivo, no lo esperaba para nada. Pero, demonios, se sentía tan bien la calidez de su boca rodeando su miembro. Sus piernas se apartaron un poco más para darle espacio—. Oh —jadeó.
Aún con su erección dentro de su boca, Klaus miró a Yuki, clavando los ojos amarillos en el rostro sonrojado y jadeante del japonés. Frunció el ceño al darse cuenta que se cubría la boca. ¡No! Él quería escucharle jadear y gemir, por lo que aprisionando sus muñecas a cada lado de su cuerpo, se metió la dura erección hasta el fondo de su garganta logrando que a Yuki se le escapara un sonoro gemido. Klaus sonrió todavía con el pene de Yuki entre los labios por eso.
Sonidos incoherentes escapaban de la boca del castaño, algunas veces nombrando a Klaus. Los dedos de sus manos apresadas se movían, arrugando la colcha bajo ellos, su cuerpo arqueándose por cada nueva sensación, por ese cosquilleo que le recorría de arriba abajo, asentándose en su ingle; bajó la mirada hacia Klaus, fijándose en él, en su rostro, en sus ojos y en cómo su boca se comía su erección. Esa sería una imagen que no podría olvidar nunca.
—Klaus… —Acostó la cabeza, cerrando los ojos, jadeante—, se siente tan bien. Por favor…, no pares…
Después de un rato de lamer y chupar ese caliente miembro, Klaus se dio cuenta de que necesitaba más. Su propia erección se sentía tan dura que ya no la aguantaba. Con los conocimientos básicos sobre sexo que cualquier joven de 18 años debería tener, Klaus podría proceder... Si tan sólo Yuki fuera una mujer. ¿Cómo se supone que lo hacían los hombres?
—Yuki...
Gimiendo, el nombrado abrió sus ojos y los fijó en Klaus, por un momento desviándose a los labios rojos e hinchados. Estiró una mano para delinear el inferior con su pulgar.
—Dime…
Atrapando el pulgar entre sus labios, dio traviesas lamidas con su lengua bífida.
—No tengo idea de cómo tener sexo con un hombre.
Yuki se quedó quieto. Era difícil saber si por sus palabras o lo que eso conllevaba. Él tenía alguna idea –no era, por lo menos, el primero de los guardias en eso– aunque…
—Es… —Carraspeó—, bueno…, durante las conversaciones de los otros… se hace analmente.
Considerándolo por un momento, Klaus asintió lentamente, como procesando la idea.
—De acuerdo. —Arrodillándose entre las piernas del castaño, el alemán miró el orificio de Yuki, luego su erección, luego a Yuki con una ceja alzada y volvió a bajar la vista al asterisco rosa. Algo no encajaba... literalmente—. ¿Estás seguro? No creo que funcione así.
—Am…, bueno… —Yuki tenía, estaba seguro, el rostro como un tomate. Se aclaró de nuevo la garganta—. Creo… que hay que… preparar el lugar… Solo me guío por lo que oí. —Miró el armario—. ¿Puedes… ver en el primer cajetín? Creo que hay una crema allí…
Gateando y descaradamente enseñando sus nalgas, Klaus se acercó al cajón señalado, encontrando crema indicada después de rebuscar. Bueno, eso le daba una mejor idea. Las mujeres se ponían húmedas lo que facilitaba el paso del pene por el cuello uterino, el mismo principio debía aplicar con los hombres entonces. Volviendo a ubicarse entre las piernas de Yuki, destapó la crema a punto de poner una generosa cantidad en su palma...
—E-espera. —Le detuvo Yuki—. Tú no. Yo lo hago. —Con su dedo señaló las uñas del menor. Era mejor si él mismo lo hiciera.
Mirándose las largas uñas, Klaus estuvo de acuerdo, pasándole la crema a Yuki.
—Toma. —Él se sentó con las piernas cruzadas mirando la acciones de Yuki atentamente.
Y dándose cuenta de ello, Yuki se sintió más nervioso. Inspirando hondo, Yuki vertió un poco de la crema en su mano, dejándola a un lado y abriendo sus piernas. Optó por cerrar los ojos y pensar que Klaus no estaba ahí frente a él, observándole. Una parte de su mente no tenía ni gran idea de cómo proceder, la otra, impulsada por impudorosas imágenes que sus compañeros relataron estando él cerca, sí. Sus dedos embardunados se dirigieron a su entrada, tanteando la zona un poco, la otra libre tocándose el miembro lento al mismo tiempo. El dedo que hacía círculos fue poco a poco entrando dentro, desapareciendo en su interior. Eso se sintió molesto, pero se concentraba en su propio toque. Con el dedo dentro, lo sacó y metió, hasta hacer lo mismo con un segundo, abriéndolo como si fuera una tijera. Un jadeo escapó de su boca ante eso, y pronto les acompañó un tercero. Los dedos se deslizaban, salían y entraban, con facilidad, al igual que su otra mano manoseando su erección.
El alemán tragó grueso, sentía la boca de seca de sólo mirar a Yuki meterse los dedos embadurnados de crema. Malditas sus hormonas alborotadas y su sucia mente de adolescente calenturiento que le hacía fantasear que la crema en realidad era cremoso semen caliente, su semen, con el que Yuki se estaba preparando para recibirlo.
¡Qué tortura!
—Yuki... —jadeó el menor sin apartar la vista de los genitales de Yuki, comenzando a tocarse su propia erección. Necesitaba algo de alivio, ¡urgente!
El castaño abrió sus dedos un poco, y creyéndose listo, al menos lo suficiente, sacó los dedos de su interior, jadeando un poco. Abrió los ojos, miró a Klaus, y luego se movió para quedar en cuatro.
—Ven —susurró—. Entra en mí…
Klaus tuvo que acordarse de respirar ante semejante visión. Cuando logró respirar profundo y que sus neuronas volvieran a funcionar, se removió, y arrodillándose tras Yuki tanteó su entrada con la punta de su erección. Se sentía resbaloso, caliente, empujando suavemente sintió la presión que el cuerpo de Yuki ejercía. Con un poco más de fuerza logró que el glande entrara, los dos jadearon por la nueva sensación.
—No aprietes —pidió Klaus cuando el esfínter de Yuki se contrajo estrangulándole.
—Es… fácil para ti…decirlo… Ah… —Yuki se había encogido, alejándose un poco cuando el miembro de Klaus se hacía paso a través de su entrada. Demonios, era grande. Tuvo que tomar varias inspiraciones para relajarse; cogió aire, y lo soltó, repitiendo el proceso varias veces hasta que su cuerpo se alivió. Para distraerse, tomó su erección algo flojo ahora, masajeándolo—. Ah…
—A mí también me duele —protestó el pelinegro.
Klaus se introdujo un poco más y con otro quejido, Yuki volvió a apretar, así nunca iban a lograr nada, era tan lento y tortuoso a los dos le dolía... Una alocada idea se le vino a la cabeza; aferrando la cadera de Yuki, apenas se acordó de advertirle –más bien fue como un gruñido distorsionado– que respirara antes de halarlo al mismo tiempo que él empujaba traspasando por completo la resistencia del cuerpo más pequeño, clavándose hasta el fondo de ese estrecho, muy caliente interior que lo ahogaba y sólo le hacían sentir ganas de mucho más. Luego pensó que tal vez Yuki no estaría tan acostumbrado al dolor físico como lo estaba él.
—¿Y-Yuki? ¿Estás bien? —Se inclinó un poco, alzando la mano para acariciar el cabello castaño que caía desordenadamente de la coleta que siempre usaba.
Yuki gimió, la cabeza agachada. Una lágrima se deslizaba por un ojo, las uñas clavadas en la colcha del futón. El dolor tan repentino era agudo, costaba identificarlo de algún otro que pudo haber tenido antes. Un sonido incomprensible salió de su boca, lastimero.
—Es…estoy bien…
—Lo siento. Lo siento —murmuraba mientras le daba besos y lamidas por toda la extensión de las espalda y los hombros. Sus manos también acariciaban los costados intentando relajarle. Quitó la cinta del cabello de Yuki, dejando que éste cayera libre por sus hombros.
Empezó con suaves movimientos, apenas entrando y saliendo, meneaba la cadera en círculos intentando hacerse espacio dentro de ese estrecho interior.
El mayor no pensaba que el dolor fuera a remitir, ni siquiera la incomodidad y la presión. Su cabello caía a ambos lados de su cara, enmarcándolo. Dio un brinco cuando, instantes después y luego de que Klaus se impulsara hacia él, un estremecimiento le impactó.
—¡Ah! —Sus ojos se abrieron— Ahí… Ha-hazlo otra vez… —Volteó un poco el rostro para intentar ver a Klaus por sobre sus hombros— Hazlo de nuevo… E-eso se sintió bien…
No tenía idea de que había hecho. Impulsándose de nuevo embistió, esta vez con más fuerza ganándose un «¡Así no!». Volvió a embestir, penetrando en un ángulo diferente que le ganó un necesitado gemido de Yuki. Después de golpear varias veces ese lugar que hacía estremecer a Yuki, se dio cuenta.
—¡Te estás poniendo duro! —Su tono fue sorpresivo y complacido a partes iguales. Tomando al castaño de los hombros, lo pegó a su pecho, sintiéndolo piel contra piel, el latido de sus corazones volviéndose uno –por más cursi que eso sonara–; embistiendo con fuerza a Yuki, locos de pasión murmurando palabras seductoras e incoherentes a punto de perder la locura por el desbordante placer.
Las manos de Yuki tomaron las de Klaus en su cintura, guiándolas por todo su cuerpo, mientras él impulsaba su trasero hacia Klaus, manteniendo el ritmo y la profundidad de los embistes. Su propia mano se cerró en torno a su pene, bombeándolo al compás de las penetraciones. Oh, eso se sentía bastante bien. Todas las sensaciones se arremolinaron en una zona de su cuerpo, y presentía que no iba a durar más. Buscaba alargarlo un poco, no quería que acabara tan pronto. Giró el rostro, su mano libre estirándose para alcanzar el rostro de Klaus, acariciarlo.
Pero era inevitable, siendo la primera vez de los dos no había manera de que pudieran durar mucho más. Con unas cuantas embestidas más Klaus se hundió en el interior de Yuki, apretándolo contra su cuerpo mientras sentía como sus entrañas se volvían puro líquido saliendo en un glorioso orgasmo. Yuki se vino junto a él, ambos cansados, jadeando pero satisfechos. El pelinegro alargó su mano acariciando la semi erección húmeda de su pareja, repartiendo besos en sus hombros al tiempo que Klaus colapsaba sobre sus piernas, Yuki quedando sentado sobre su regazo.
—Eso fue...increíble —suspiró el menor, repartiendo besos por todo el níveo cuello.
Ninguno de los dos se movió, no querían y al mismo tiempo no podían, tan agotados como estaban se quedaron en la misma posición dándose besos lánguidos y caricias lentas. Pero había algo toqueteando las bolas del japonés y no era Klaus, sus dos manos rodeaban su pecho en un abrazo y su pene seguía dentro de él, flácido pero dentro de él... Entonces ¿qué era eso que le rozaba los testículos?
Yuki separó el rostro de Klaus, su ceño fruncido y los ojos abiertos. ¿Era un animal? ¡Maldición! Dio un brinco, alejándose de Klaus, jadeando por el hecho de su miembro deslizándose fuera de su culo, y cayendo en la colcha. Buscó con la mirada, toqueteándose hasta que algo bajo el miembro de Klaus llamó su atención.
—¿Qué tienes…ahí? —Y antes de darle tiempo a reaccionar, tomó con su mano el miembro de Klaus para levantarlo y poder verlo—. Santísimo Buda —susurró en japonés, impactado.
Klaus no supo a lo que Yuki se refería, sólo sintió una cálida mano apresándolo y provocando que se le escapara un jadeo, pero la mano de Yuki se sentía diferente. ¿Por qué demonios se sentía tan duro si acababa de eyacular? Aún sentía su pene lánguido y lleno de semen. Mirando hacia abajo, abrió grandes los ojos, casi a punto de salírseles de sus cuentas.
—¡Verdammter Hurenbock! [1] —exclamó realmente aterrorizado, la presión sanguina se le fue por los cielos.
Entre sus piernas ¿un...pene? salía de un pliegue entre la base de su pene y sus testículos. El falo era extraño, igualmente recubierto de escamas –de color blanco a diferencia de las negras que tenía repartidas por todo el cuerpo–, y por lo que parecía ser, el glande estaba recubierto de púas.
Klaus se puso pálido, de la impresión la erección de esa cosa mermó, perdiendo dureza.
Yuki se fijó en Klaus, soltó su pene, cogiendo su rostro entre sus manos para que le mirara. Por su expresión, el pánico en sus ojos, supo que era también la primera vez que Klaus lo veía.
—Oye, tranquilo. Klaus, trata de calmarte.
Pero Klaus no podía dejar de mirar ese... esa... cosa. Eso salía de su cuerpo, no tenía idea de que era y más que nunca deseó que lo que sea que le inyectaron lo hubiera matado como a los otros dos hombres que también sufrieron la desgracia de ser ratones de laboratorio.
El miembro perdió por completo su dureza. Como un mecanismo exacto, el miembro se retrajo dentro de su cuerpo, apenas quedando rastro de la línea por donde salió semejante músculo.
—Klaus, por favor —llamó su atención Yuki—. Mira… —Yuki trató de buscar qué palabras usar—. En primavera, durante la época de celo, he visto a varios reptiles copular. Su miembro es…casi como… —Señaló hacia el lugar donde antes estaba el extraño pene—. Creo que…por lo que eres… también adquiriste uno. Pero, oye…, no te asustes. Sé que no… puedo imaginarme cómo te sientes pero…
El menor se inclinó contra el hombro de Yuki, apoyando la frente en su hombro.
—No digas nada... Por favor… Sólo...ignóralo. —Aún con las manos algo temblorosas, abrazó a Yuki por la cintura. Se negaba a llorar, no iba a llorar por algo así—. ¿T-te hice daño?
Yuki chistó, no respondió. En cambió, hizo un gesto para que ambos se acostaran, arreglando las cobijas para cubrirlos –se movía con un poco más de lentitud y cuidado por las acciones hechas minutos atrás. Sabía que mañana estaría peor. No obstante, los acomodó de modo que quedaba más arriba de Klaus, y de ese modo podría abrazarlo a él contra su pecho.
—Cálmate, todo está bien. Aun cuando digas lo contrario, tu aura me grita otra cosa. Pero… será a tu modo. —Besó su frente, acariciando el largo cabello, su otra mano acomodando mejor la cobija.
Aún si Yuki no tenía el sensible oído del que Klaus gozaba, no había duda de que podría oír el latido de su corazón de lo fuerte que palpitaba contra su pecho.
—Arruiné nuestra primera vez —dijo con una risa amarga—. Todo fue tan... magnífico y de pronto... —suspiró, cerrando los ojos. Sentir el calor de Yuki a su lado era realmente reconfortante.
—Por supuesto que no. ¿Cómo puedes decir eso? —Yuki lo apretó aún más, y sonrió—. He podido conocer un poco más a Klaus de lo que ya sabía antes, no importa qué sea. Estoy feliz.
El alemán rio, esta vez sin amargura o ironía, una verdadera risa limpia.
—Eres tan raro. —No pudo evitarlo, cualquiera que estuviera en la posición de Yuki habría corrido, gritado, le hubiera dicho desde barriga verde hasta tripas azules pero ahí estaba Yuki, siendo comprensivo, amoroso, intentaba evitarle los ataques de pánico con sus mimos. Si antes Klaus se sentía atraído por Yuki, ahora sabía plenamente que se estaba enamorando—. Te amo. —Besó la piel a su alcance que resultó ser la clavícula del mayor.
Yuki quedó momentáneamente de piedra al oírlo. Él...no esperaba eso. ¿Amarlo, Klaus le amaba? ¿Y él, lo estaba? Ni se sentía completamente seguro. Solo...pudo acariciar su cabellera y hombros, sonriendo.
—Duerme. Mañana tenemos deberes que cumplir.
Pero ya era tarde, Klaus estaba más que dormido. El sexo, más el susto, lo agotaron lo suficiente como para rendirse al agradable calor del futón y el cuerpo desnudo de Yuki.
El castaño suspiró. Se encargó de asegurarse de que no habría corrientes de aire colándose bajo la cobija por el lado de Klaus antes de ponerse más cómodo y cerrar los ojos.
—Buenas noches, dragón —susurró a la nada, dejándose llevar por el cansancio y el sueño.
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Como tantas otras veces, Yuki se despertó antes que Klaus. La mañana se abría paso entre las puertas de su habitación, iluminándolo. Aún cuando en su cuerpo habitaba el cansancio, sabía que tenía que levantarse, pero, ¡oh, oh!, Klaus se aferraba a él como un niño a su peluche favorito. Eso le hizo suspirar y sonreír tiernamente, dejando un beso en su frente y procediendo a buscar la forma de separarse de él. Y, ¡maldición!, en un movimiento se había apoyado en su trasero, ganándose una punzada en una zona donde antes ni una sola vez le dolía. Ni que decir al pararse o caminar. Parecía que su retaguardia hubiera caído sobre un tubo. Caminar para buscar su ropa, salir e ir al baño fue lo más complicado que pudo hacer. Al llegar al baño, ¡gracias, Buda!, el pequeño chapuzón en el ofuro le relajó todavía más el cuerpo, se sintió muy bien. Después de haberse refrescado fue a comer, y lo seguía haciendo cuando se sentó en una zona cercana al bosque, en la fresca hierba, observando la casa principal mientras pensaba en lo sucedido la noche anterior.
Su mente envuelta en anoche no le advirtió de la sensación de sentirse vigilado, y no fue sino cuando oyó un ruido que le hizo soltar su onigiri y desenvainar rápidamente su espada, volteándose, que lo notó. De entre los árboles y arbustos salía un joven un poco mayor que él, corto cabello castaño, de un metro con setenta y siete, e inolvidables y risueños ojos oscuros.
—¿Shin? —murmuró anonadado. Era imposible.
—¡Yuki! —El nombrado apartó la espada con una mano y le abrazó con fuerza, alzándolo del suelo unos centímetros—. ¡Sigues igual de enano que antes! Te extrañé tanto.
—¿Qué…qué haces…? —Yuki entonces le empujó, zafándose de él—. ¡Suéltame!
Shin apenas trastabilló, mirándolo confundido.
—¿Es esa la bienvenida que das a tu querido hermano?
—Muy hermano serás, si eso significa haber tenido que abandonarme por más de 10 años —espetó, frunciendo el ceño.
Shin mostró una expresión consternada.
—Supuse que dirías eso. Lo lamento. Al morir papá tuve miedo de todo, incluso de cuidar a un niño. Actúe como un cobarde y me marché. Cuando quise regresar, no tenía la fuerza para ello. Imaginé que no me querías de vuelta.
—¿Y por qué ahora? —La espada de Yuki descendió un poco—. ¿Qué te hizo cambiar de opinión? ¿Tienes alguna idea de lo que tuve que pasar luego de tu marcha?
—Lo sé…, sé que no lo merezco. Pero escuché que había una guerra aquí en Japón y me preocupe por la seguridad de mi hermano. Aún arriesgándome a que no me aceptara de vuelta, no podía quedarme tranquilo sabiéndolo posiblemente en medio de una guerra.
La punta del arma de Yuki tocó suelo, los ojos del menor observándolo a él. Shin había cambiado mucho desde la última vez que le vio. Su cabello estaba más sedoso y no tan pajoso como cuando eran niños, tenía grasa corporal habiéndose ganado un torso y brazos fuertes por lo que podía adivinar bajo la ropa. La forma de su rostro le recordaba a su difunto padre: cuadrada, jovial, con una nariz aguileña y labios delgados. Imaginó que tuvo haciendo trabajo al sol durante estos años, pues su piel se había bronceado al menos unos dos o tres tonos.
—Lloré durante días, noches, semanas, pensando que no me querías como decías, que me abandonaste a mi suerte, y así lo pensé por meses y años. Sudé y sangré para poderme ganar comida y un techo, me molieron a golpes y solo una mujer, que cuidó de mi, se dignó a darme los abrazos que a veces quería que tú me dieras —comenzó Yuki, mirándolo. La tristeza de Shin se veía patente en sus ojos—. Me convertí en samurái para honrar a nuestro padre, pero solo de un tiempo acá asimilé lo que había pasado. Y lo único…que me preocupaba era saber si estabas bien. De un tiempo acá no me importó entenderlo, solo si seguías con vida y a salvo —calló—. Incluso hasta ahora lo sigue haciendo. Quizás no seamos hermanos de sangre, pero te quise como a uno…, y lo sigo haciendo.
Shin le miró, luego dobló una pierna, la otra, hasta poder inclinarse al suelo y agachar la cabeza.
—¡Perdóname por haberte dejado tanto tiempo! —exclamó—. Fui un mal hermano, y le fallé a nuestro padre. No tengo derecho a estar aquí frente a ti, pero quiero intentarlo. Quiero recuperar a mi hermano. —Alzó la cabeza—. Yuki…, de verdad lo siento.
Este sintió su corazón estrujarse. Dejó caer la espada, acuclillándose frente a Shin.
—No tengo nada que perdonar —murmuró mientras levantaba una mano y acariciaba su cabellera—. Bienvenido. —Rodeó su cuello con sus brazos, pegándolo a su cuerpo en un abrazo que Shin correspondió enseguida.
Klaus despertó una hora después de Yuki. Se sentía bastante cansado, como cuando cruzó el océano para llegar a Japón. Su desnudes le recordó lo ocurrido la noche anterior, hubiera sido un buen recuerdo si no fuera por el detalle de... esa cosa. Se negaba a reconocer su existencia, no era parte de él, no formaba parte de su cuerpo.
Ni siquiera consideró bañarse, aún se sentía un poco pegajoso por el semen y el sudor pegado a su piel pero no quería verse, no quería tocarse.
Tratando de hacerlo lo más rápido posible, se vistió y se puso en pie, se sentía inapetente por lo que pretendía ir con Kenshi para empezar su trabajo de guardaespaldas cuando vio a Yuki con un hombre que no conocía de nada a lo lejos.
Eso no le agradó, por lo que aproximó su figura a ambos castaños con el ceño fruncido. La conversación era en un japonés tan rápido que no lograba entender lo que decían, se sorprendió cuando vio al japonés más grande arrodillarse ante Yuki.
—¿Que ocurre aquí?
Yuki y Shin se separaron, el último cogiendo la espada y apuntando a Klaus al verlo.
—¡Aléjate! —Sus ojos no dejaban de recorrer las inusuales escamas de su rostro, los ojos anormalmente amarillos, las garras. Cielos, resultaba intimidante. ¿Quién demonios…?
—¡No! —Yuki se interpuso entre Klaus y Shin—. Shin, baja la espada. Klaus es un amigo.
—¿Klaus? ¿Amigo? ¿Estás ciego? Parece que su padre fuera un dragón de komodo carbonizado. —Le señaló.
—Cuánta sutileza. —Yuki rodó los ojos—. Klaus trabaja para Ottori desde más de dos semanas. Escapó de Rusia donde le hicieron eso.
—Oh. —Shin bajó la espada—. Conocí a uno camino acá. Un tipo buscando una hierba extraña. Le dije algo y lo tomó a mal. Aún tengo la marca diciendo «Hecho en la Rusia Imperial» del zapato en mi trasero. —Se llevó la otra mano a las nalgas.
Yuki bufó una risa, recordando la figura de Klaus tras él.
—Klaus, él es Shin. —Miró al castaño—. Es mi hermano.
Klaus alzó una ceja mirando entre Yuki y Shin.
—Ni se parecen. —Miró a Yuki. Tenía el ceño permanentemente fruncido, difícilmente podía considerarse ese un buen día.
—Soy adoptado, ¿recuerdas? —dijo Yuki.
—Eh, no hay problema. —Al parecer, Shin también entendía inglés, aunque al suyo le costaba decir las 'r'—. Bueno, empezamos mal. —Estiró una mano a Klaus—. Shirayama Shintaro, aunque puedes decirme Shin.
Klaus la aceptó, viendo raro a Shin por ser el único japonés que lo saludó como un occidental.
—Klaus —habló a Yuki ahora—. No me acordaba de que eras adoptado.
Shin se paró a un lado de Yuki, pasando una mano por sus hombros.
—¿Verdad que no? ¿Quién puede pensar eso con la carita de nena que tiene? ¡Uh! —Recibió un fuerte codazo en el estomago que le quitó el aire y le hizo encogerse. Yuki tenía el ceño muy fruncido, molesto.
—¡No tengo cara de niña! —gritó.
—Bien, bien —masculló ahogadamente Shin, aun cogiéndose el estomago.
Klaus sonrió, debía admitir que Shin eran gracioso.
—Pero eres mi fraülein —le dijo Klaus en un tono pícaro, con una media sonrisa le acarició la coleta castaña.
—Siempre olvido averiguar qué demonios es eso —se quejó Yuki.
—Señorita. —Shin obtuvo la atención de ambos. Se erguió y alzó de hombros—. Estuve en Países Bajos –nunca vayan a Países Bajos– y llamaban así a las damas jóvenes. Es señorita.
Yuki miró a Klaus con el rostro rojo de enojo.
—¡¿Estabas llamándome señorita todo este tiempo?! —Le dio un coscorrón, así tuviera que poner los pies en punta para alcanzarle—. Eres un idiota.
—Ups —murmuró Shin, sobándose el estomago.
Pero Klaus no dejaba de reírse.
—Pensé que nunca lo descubrirías. —Se inclinó para darle a Yuki un beso en la mejilla—. Pero soy tu idiota —le susurró guiñándole un ojo.
—Eh, eh, eh. —Shin intentó ponerse entre ambos, aunque solo estaba frente a ellos—. ¿Qué está pasando aquí? ¿Y tú por qué le das besos? Tengo que tomar mi papel de hermano mayor.
También fue víctima de un coscorrón de Yuki.
—Hermano mayor irresponsable —regañó—. Eso no es problema tuyo.
—Al menos dame chance, ¿no? Se supone que debes buscarte una chica… aunque eso sería raro con tu cara —susurró, pero Yuki pareció oírle ya que alzó de nuevo su puño—. ¡No he dicho nada, no he dicho nada! —Shin puso las manos entre ellos para cubrirse.
—El próximo comentario insinuando que parezco una chica les rebano la lengua.
Shin miró a Klaus.
—¿También incluye la palabra afeminado? ¡Ah! —Shin se dio la vuelta para salir huyendo cuando Yuki cogió su espada y fue hacia él. Terminó interponiendo a Klaus entre Yuki y su cuerpo—. ¡Calma, hombre, solo bromeaba!
—¡Va en serio, Shintaro!
Shin ahogó una exclamación tras Klaus.
—El nombre completo. Peligro.
Klaus se hizo a un lado.
—Tengo trabajo que hacer, arréglatelas sólo. —Despidiéndose de Yuki, se alejó de los hermanos Shirayama. No quería lidiar con la irritación de Kenshi por llegar tarde.
—¡Oye! ¿Me dejarás aquí con esta bola de hormonas?
—¡Shin!
—Oh, oh. —Tuvo que salir corriendo, con Yuki siguiéndolo por detrás.
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Luego de ese primer encuentro con Shin, el alemán no supo más de él. Había dos opciones: ó Yuki lo decapitó con su katana, ó logró salvarse y huyó lejos. Esperaba que no; Yuki se viera feliz de tener a su hermano de vuelta.
Al día siguiente no hubo mucha novedad, intentó convencer a Yuki de que se quedara acurrucado a su lado un poco más pero solo funcionó los primeros minutos. En seguida alguno de los compañeros de Yuki le gritó algo parecido a "¡Holgazán!" –eso entendió Klaus–, haciendo que el castaño se levantara. Después de eso iniciaron su rutina.
Para la hora del mediodía que era cuando normalmente Klaus tenía su descanso, se encontró con una sorpresita en su habitación.
—¡Angie! —Se sorprendió el alemán de encontrarla ahí, muy quitada de la pena recostada en su futón.
Ese día vestía diferente. Pantalones de camuflaje –igual a los que usaban los militares–ajustados a la cintura por un cinturón marrón y una camisa negra mangas largas. Llevaba el cabello negro recogido en una trenza dejando aún más a la vista las orejas felinas. Era una visión extraña, las mujeres no solían vestir de ese modo. Más bien, Klaus nunca había visto a una mujer usar pantalones.
—Hola, escamoso —saludó la morena sentándose en el colchón—. Lo prometido es deuda.
—Nunca dudé de eso. —Cerrando la puerta tras él, se sentó también en el futón junto a ella—. Sólo que no esperaba encontrarte en mi cama.
—Como si realmente durmieras en ella. —Los ojos amarillos miraron acusadoramente el otro futón. Ella también podía percibir ciertos olores, no tan agudamente como lo hacía Klaus pero era fácil de detectar donde dormía Klaus, más cuando el futón hedía a semen, sudor y sexo—. Deberían lavar los colchones. —Klaus se sonrojó.
—Me gusta como huele. —Se excusó el menor y Angie tuvo que reírse. Dejando las carcajadas, pasó los dedos por las escamas del cuello. Klaus se tensó—. ¿Hoy si me hablarás sobre esto?
El humor del pelinegro cayó en picada. No quería mencionarlo, no quería recordarlo pero si había alguien que podía comprender completamente por lo que había pasado era Angie, después de todo ella pasó por lo mismo alguna vez.
Continuará...
[1] Hijo de la gran puta.
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Damos un agradecimiento enorme a Orseth, Noegui y en especial a Kaorugloomy por sus maravillosas palabras. En verdad nos hace feliz que te haya encantado tanto hasta este punto la historia. Este capítulo va para ustedes.
¡Nos leemos!
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