Capítulo 9
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Kenshi no había regresado a su habitación luego de la marcha de Klaus..., o lo que había sido él. Había ido a otro lugar, al otro extremo del palacio donde el joven Tsubaki, hijo de un señor feudal de Hokkaido, estaba en su habitación. Tsubaki no era dado a las fiestas, le vio salir una hora después de que comenzara del salón. Tuvieron sus roces sexuales cuando Kenshi cumplió sus 15, Tsubaki era 4 años mayor, por lo que ahora contaba con 25 años.
No tocó la puerta, solo la deslizó y entró. Tsubaki tenía, como él cabello negro, largo hasta el mentón, pero sus ojos estaban tras unos lentes delgados. Era un erudito aficionado, puesto era muy inteligente y siempre andaba leyendo e investigando sobre todo lo que habitara la tierra, aunque su especialidad era la geografía.
—Kenshi... —Pero para ser erudito, era atractivo con el rostro cuadrado, nariz recta y los ojos rasgados. Tenía su misma altura—. ¿qué haces aquí?
El menor caminó por el cuarto, muy idéntico al suyo propio, antes de mirar a Tsubaki como quien mira a su presa. No quería pensar en Klaus, ni en su rotundo rechazo, su abandono y su terrorífica imagen bestial.
—¿No es obvio? Vine a visitarte... —Se arrodilló en la cama, gateando hasta él. Le vio tragar duramente ante sus movimientos—. Hace mucho que no te veo, Tsubaki... —Sus labios rozaron los del otro, sacando la lengua y lamiendo el inferior— ¿no puedo extrañarte? —Tomó el libro que leía, apartándolo y posando la mano en su pecho, internándose entre las ropas. Su rostro se inclinó mientras besaba sus mejillas y bajaba al cuello—. Mmh..., tu pulso se alteró... ¿Te pongo nervioso...?
—Sí...
Kenshi rió. Besó el cuello, lamió la piel hasta la clavícula, al tiempo que sus dos manos apartaban los ropajes de Tsubaki.
—Vamos..., tú y yo necesitamos sentirnos mejor en esta aburrida fiesta... ¿No lo crees...?
—No parecías aburrido al estar con aquel extranjero. —Hizo notar.
Kenshi no se mostró alterado.
—Es solo para aparentar... —No le dejó contestar cuando se puso en pie y comenzó a quitarse sus propias ropas. En pocos minutos, sin dejar de mirarle, estaba solo con la ropa interior cubriéndole—. Tú eres más importante... y más atractivo. —Se inclinó, capturando sus labios en un profundo y húmedo beso, las manos de Tsubaki siendo guiadas por Kenshi a su cuerpo para ser tocado por él, frotando sus miembros semi-despiertos por sobre las capas de ropa.
Luego, usaría los conocimientos de Tsubaki para vengarse de Klaus... Así como hirió su orgullo, Kenshi iba a herirlo a él.
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En la fiesta, Angie y Shin habían seguido discutiendo animadamente por un rato hasta que uno de los hombres de la fiesta intentó llevársela a una habitación. Shin los había detenido.
—Disculpe, pero ella ya está conmigo. —Y sin dilución, se la llevó alejándola—. Vaya que eres requerida, ángel.
—¿En qué momento dije que estaba contigo? ¡Suéltame! —Ella se soltó de su agarre y le miró enojada—. ¡Nosotros no tenemos nada! No tiene nada que ver contigo, así que no te metas.
No obstante, Shin había sonreído ampliamente.
—¿En serio lo crees? —Le plantó un fugaz beso—. Porque yo no opino lo mismo.
Lo siguiente fue que tomó su rostro entre sus manos y la besó de nuevo, apasionadamente, doblegándola, succionando los labios y tratando de separarlos para introducir su boca en ella. Arrastró a Angie a un cuarto libre del primer piso, saboreando cada lugar de su boca y bajando una mano para acariciar un turgente pecho por sobre la ropa, tanteando el suave montículo.
Angie se resistía, pero Shin notó claro como a medida que la besaba y atendía cada parte de su cuerpo, se dejaba, se rendía. Como pudo cerró la puerta y apresuró a acostarla en el futón con delicadeza, sin separarse de ella, cubriéndola con su cuerpo. Los labios de Shin dejaron la boca de Angie, y ella le sintió descender por su cuello, lamiendo su piel morena cubierta por el maquillaje, desatando el molesto kimono hasta dejar su torso al descubierto. La cabeza de Shin bajó y atrapó un pecho en su boca, arrancándole gemidos de placer, jugando con su pezón un rato para luego hacer lo mismo con el otro. Pudo notar las manos de ella aferrándose a su cabellera, él deleitándose con los sonidos de su boca. Volvió su atención a ella, entretanto que con las manos amasó los pechos.
Se separó lo suficiente para despojarse a sí mismo de su ropa, dejando ver un cuerpo musculoso y firme. Al tiempo, por fin pudo quitarle el vestido, deleitándose con la figura femenina bajo él.
—Eres tan hermosa, mi ángel —dijo, contemplándola, y sin darle tiempo a la chica de contestar, volvió a besarla.
Bajó una mano hacia su entrada, tanteándola y sin dejar de besarla, la penetro con un dedo, sintiéndola caliente y húmeda.
—Eres estrecha. Me gusta.
Metió dos dedos, luego tres, y comenzó un vaivén con ellos, sacándole gemidos de placer a Angie. Extrajo los dedos, dirigiéndolos a su propia boca, chupando su esencia.
—Mmh. Tan dulce. —Bajando la cabeza, fue dejando pequeños besos hasta llegar a la feminidad de Angie—. Te haré gritar de placer, mi vida —dijo con una sonrisa pícara antes de lamer y meter la lengua en el interior de Angie. La penetró una y otra vez con lengua, deleitándose con su sabor. Angie estaba a punto de llegar al orgasmo cuando Shin se detuvo, ella gruñendo, parándose para terminar de desvestirse, mostrando un erecto miembro, grueso y goteante. Posicionándose, tomó su pene para comenzar a tantear la entrada de Angie.
—¿Quieres que entre ya? —cuestionó, burlándose, y antes de que la chica replicara algo mordaz, la penetró, sintiendo como era aprisionado por las paredes internar de su útero—. Oh, sí. Eres estrecha —musitó ahogadamente, acariciando sus costados—. Eres perfecta. —Y comenzó un vaivén lento, aumentando a cada estocada, penetrándola dura y rápidamente. Angie había rodeado la cintura de Shin para darle más espacio, facilitándole, mientras gemía y pedía más.
Y pensar que tenía que ser seco y frío. ¡Al infierno con eso! Ella lo que necesita es una mano duramente apasionada, pensó, mientras seguía penetrándola repetidamente. Él masajeó el punto tras sus pliegues al ritmo de las penetraciones, haciéndola llegar al orgasmo al tiempo que él lo hacía, quedando ambos completamente exhaustos.
Shin se acostó al lado de Angie, respirando trabajosamente pero feliz. Se había acostado con su ángel, se había corrido dentro de ella… Y tan difícil que te haces…, caviló, antes de quedarse dormido.
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Despertó con el alba, los primeros rayos de sol colándose por la ventana. Lo primero que sintió aparte de la calidez de las sábanas fue el inconfundible olor a sexo que impregnaba el lugar, una vez más llevaba a cabo su trabajo, un día más sintiéndose como un obje... Angie no terminó su pensamiento al darse cuenta de que al lado de ella no estaba el viejo panzón que se suponía tenía que seducir, en cambio estaba el atractivo castaño.
Se le fue el alma a los pies cuando recordó que la noche anterior ni siquiera se molestó en hacer su trabajo, de alguna manera Shin logró su cometido. Se levantó de la cama alejándose de él, tomó la tela de su kimono para usarlo como bata y cubrirse.
¿Qué acaso era una principiante? ¡Se supone que no debía caer ante cualquier encanto! ¡Tonta! ¡Estúpida!
—¿Si él se entera...? —masculló para sí, aterrada—. Si se entera lo matará y a mí me castigará... No... No se va a enterar, no tiene por qué enterarse, aún tengo tiempo de cumplir con el trabajo. —Sin importarle dejar a Shin solo en la cama, sin una nota ni una despedida recogió toda su ropa, con suerte el viejo panzón aún estaría dormido y ella entraría a robarle. Eso.
Antes de salir dio una última mirada a Shin.
—Eres un idiota —dijo al aire sabiendo que no le escucharía.
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Justo como predijo, tuvo el tiempo suficiente para entrar en los aposentos del hombre, tomar lo que necesitaba y salir sin ni siquiera ser notada. Pocas veces podía decir que la suerte estaba de su lado. Como decían, los gatos negros atraen la mala suerte y ella no era la excepción pero hoy...hoy todo iba a ir bien; se cambiaría de ropa, se despediría de Klaus y saldría del palacio sin que nadie la notara, ese era definitivamente un excelente plan.
Cuan equivocada podía estar...
Entró con el mismo silencio que lo había hecho en la otra habitación. Desde afuera podía oler el característico olor del sexo, no sería nada raro. Jóvenes con las hormonas alborotadas, Klaus no era de acero, se alarmó cuando sintió el olor a sangre seca. Ahí los vio, en el medio del cuarto, ambos cuerpos encogidos sobre sí mismos sin tocarse, el de Yuki cubierto de moretones y rasguños el mayor daño que logró ver estaba en su trasero, de donde escurría una sustancia entre blanca y rosada, semen teñido de sangre.
—Oh, Klaus... —Se lamentó ella. Con mucho cuidado se puso de cuclillas—. Klaus —le susurró acariciándole la cabeza. Cuando el menor abrió los ojos, tuvo que volver a cerrarlos con fuerza cuando la luz le lastimó los ojos.
—A-Angie. —Logró reconocerla por el olor, no podía ver. La luz era mucha y tenía una fuerte jaqueca.
—Shhh. —La morena notó las muecas del alemán. Que ella supiera, Klaus no bebió nada la noche anterior y sabía que él no era violento, ¿entonces qué paso?— Ven conmigo. Estás horrible. —El viaje tendría que esperar.
—¿Qué pasó anoche? —preguntó incómodo, se dejó guiar por Angie porque él seguía con los ojos cerrados.
—Hablaremos de eso. —Se les dificultó el caminar a ambos, Klaus por sentirse desorientado y débil, y Angie porque ella no podía con el peso de Klaus. Por suerte la habitación de al lado estaba vacía así que metió a Klaus ahí—. Hueles a sexo y sangre —le dijo mientras le quitaba la ropa desaliñada, dejándolo sólo con los pantalones de tela, las alas y la cola seguían a la vista. Angie se permitió en admirar la anatomía del alemán, nunca había visto algo así.
—¿Qué? No...Yo...yo no... —Pero no pudo terminar, una punzada de dolor le hizo repetir los recuerdos de la noche anterior, varias escenas reproduciéndose en rápida sucesión en su cabeza. Quiso abrir los ojos pero la luz seguía lastimándole, sintió húmedas las mejillas—. Lo violé —dijo como un murmullo, apenas logrando encontrar su voz—. Violé a Yuki. Yo no quería —intentó justificarse tomando los hombros de Angie, lágrimas se escapaban de sus entrecerrados ojos—. ¡Lo obligué! Pero yo no... Angie, yo no quería lastimarle, sólo sentía que si no lo tenía me volvería loco, nunca quise... ¡Sabes que yo no haría esto! —Angie se maldijo. Klaus estaba histérico; como pudo lo abrazó dejando que descargara todo su sentir, le acarició el largo cabello enmarañado tratando de susurrarles palabras tiernas, no sabía qué más hacer. No es como si alguna vez hubiera cuidado de alguien.
Así pasaron un rato hasta que el menor se cansó de llorar. Angie no sabía cómo consolar o cuidar de alguien pero podría averiguar lo que había pasado y lo que tenía hasta ahora es que Klaus no había actuado por impulso propio, algo lo coaccionó a actuar de esa manera.
—Déjame verte. —Alejando su cabeza le revisó las pupilas dilatadas, por eso le dolía abrir los ojos. También agregándole eso a su estado emocional y los labios resecos, sólo había una explicación: afrodisiaco. Lo supo al instante porque conocía demasiado bien el efecto de esas drogas y, que además lograra descontrolar tanto a una persona al punto de volverla violenta, era porque le dieron una dosis más de la debida.
—Klaus. Klaus, mírame. —El alemán en verdad hizo un esfuerzo por verla—. No fue enteramente tu culpa. ¿Me entiendes? Alguien te provocó esto.
—P-pero... Yuki... —hipó, justo en ese momento aun cuando sobrepasaba a Angie por 19 centímetros se veía diminuto, encogido en su propia culpa.
—Lo sé. Lo sé. Ahora me encargaré de él. Tú debes seguir descansando, aún no estás bien.
—Quiero verlo...
—No. Klaus, lo alterarás. —Le instó al menor a acostarse en el futón.
—Yuki...
—Duérmete. —El alemán no protestó mucho más. Con lo cansado emocionalmente que se sentía, se durmió en seguida.
Angie le arropó y lo dejó allí, cerró las cortinas y salió de la habitación, por suerte en su equipaje siempre llevaba medicinas, uno nunca sabía qué clase de heridas podrías hacerte estando en mitad del trabajo. Bolso en mano, volvió a entrar a la habitación donde estaba Yuki.
Le removió suavemente del hombro para despertarlo.
—Yuki...Yuki.
Los ojos del castaño se abrieron lentos, pesados, tardando en enfocarse en la chica delante de él. Pasó unos segundos así, sin hablar.
—…tú… Angie…
—Si. Soy yo —respondió con voz calma—. Trata de no moverte mucho, no sé qué tanto de ti esté intacto.
Él pareció confundido. ¿A qué se…? Destellos de lo ocurrido anoche, que por un instante creía fue una pesadilla, impactaron su mente con la verdad: todo fue real. Todo sucedió. Eso despertó tal sufrimiento en su pecho que sus ojos se aguaron en tanto bajaba la vista.
—Sí…pasó… —poco a poco, a cada minuto que su mente tomaba consciencia, despertaba, después del letargo y el sueño se iba, comenzaba a sentir los dolores en su cuerpo. Definitivamente pensaba tomar en cuenta su consejo: no deseaba moverse para no avivar el que poseía en su trasero.
—No te me derrumbes. —No hubo real emoción en su voz—. Ya tengo suficiente con Klaus. —Eso sí pareció ser dicho con un tono de lástima—. Te ayudaré a levantarte, hay que limpiarte y después te curaré las heridas. —Pasó sus pequeñas manos por el torso de Yuki intentando que se levantara lento para que no le doliera mucho.
Yuki se apoyó en ella un poco, apretando los dientes para no gritar. Ahora más que nunca dolía, cada vez con más nitidez venían los recuerdos.
—¿Dónde…está Shin? —preguntó, su voz ahogada. Contuvo un gemido.
—¿Durmiendo? No lo sé. Lo dejé en el cuarto roncando cual cerdo. Arriba —dijo. Dándose impulso, logró que Yuki y ella se pusieran de pie, una gota gorda de semen y sangre escurría de la entrada del castaño hasta el suelo y otras más pequeñas le bajaban por las piernas—. Aprieta. No queremos hacer un desastre. —Con pasos lentos llegaron al baño donde Angie ayudó a Yuki a lavarse para su profundo bochorno.
En tanto terminaron, y Angie le guió nuevamente a la cama luego de vestir algo aceptablemente limpio, los ánimos de Yuki estaban por los suelos. De la decepción pasó al dolor, la vergüenza y ahora solo deseaba desaparecer total de la tierra. Klaus le había herido de la forma más terrible que pudo hacerle, su honor estaba manchado y Ottori probablemente le dejará en la calle con la dignidad destrozada. Ahora entendía por qué todo el mundo le decía que tuviera cuidado, que se mantuviera alejado de Klaus. Pero de ser así, ¿no hubiera dejado eso el camino libre a Ottori?
Era peor: no solo su cuerpo fue acabado, sino su confianza y su corazón.
—Gracias…, Angie…
—Te dije que no te derrumbaras —le regañó—. Mira, ya es bastante duro lidiar con la culpa de Klaus como para tener que lidiar con tu dignidad. —Se acercó al bolso que dejó a un lado de la puerta y regresó con él, dejándolo a su lado mientras comenzaba a sacar ungüentos y pastillas—. Necesito que al menos uno de los dos no esté al borde del colapso.
—Es fácil decirlo para ti. —Apartó la mirada. No podía creer lo insensible que era hacia su situación, algo que para él no era sencillo—. No fuiste atacada, violada, por la persona que más confiabas. Qué podrás saber.
La morena se contuvo de rodar los ojos, se repetía a si misma que debía tener paciencia.
—Klaus fue drogado. —le dijo, siendo totalmente sincera.
Yuki no dijo nada, indiferente, y sin mirarla siquiera. Prefería pensar en otra cosa que no fuera Klaus; su hermano, por ejemplo, o qué le pasaría cuando estuviera frente a Ottori de nuevo.
Viendo la poca reacción de Yuki, suspiró. Ella no tenía por qué meterse donde no la llamaban, menos en líos como esos pero no podía evitar hacerlo por Klaus. Ella estaba segura de que Klaus aún podía ser feliz incluso si la vida se lo ponía difícil, lo ayudaba porque no quería verlo terminar como ella algún día. Dios sabía que era fácil caer en el abismo y muy difícil salir de él.
—Voy a tocarte —le advirtió antes de pasar sus manos por su cuerpo, por suerte no había daño interno, sólo los rasguños y moretones. El mayor daño estaba en su ano, aplicaría una crema en todo el cuerpo que evitaría las infecciones y lo cicatrizaría—. Trata de no tensarte —le volvió a advertir cuando separó las blancas nalgas para ver el maltratado ano, no quería ni saber que había hecho Klaus para dejarlo así—. No se ve bien —murmuró en voz baja.
Él tenía los ojos cerrados en una pequeña mueca, las manos aferradas a la colcha y los dedos de los pies crispados. Se esforzaba en no tensarse, pero el más simple de los movimientos le enviaba fuertes punzadas por todo el cuerpo. Como deseaba que esa terrible molestia, esa tortura, acabara ya.
—…por favor…
—¿Por favor qué? —preguntó ella. Estirando la mano para utilizar otra crema exclusiva para uso en esos delicados lugares, no miró a Yuki, se concentró en aplicar el ungüento medicinal incluso dentro de su cuerpo.
—No te tardes —pidió en un bajo murmullo.
No respondió. Aplicándose más crema en las manos, abrió las nalgas de Yuki y metió un dedo, incluso con las uñas largas su tacto era gentil, experimentado, tratando de no hacer nada que abriera las heridas de nuevo.
—¿Hablarás con Klaus?
—No —respondió simplemente, pasado apenas unos segundos.
—Tienes que hacerlo. —Terminó la curación sacando sus dedos, dejó la crema a un lado de Yuki—. Tardará en sanar, debes seguir aplicando la crema y evacuar lo menos posible hasta que te cures. Limpia el área cada vez que te pongas la crema.
—Gracias. —volvió a murmurar, pero no añadió nada referente a Klaus, asintiendo a sus últimas indicaciones.
Ella iba a dejarlo así, en verdad que sí, pero al parecer después de muchos años todavía no aprendía a mantener la boca cerrada.
—¿En verdad vas a hacer esto? ¿Vas a dejar que lo que haya pasado aquí los consuma a los dos en vez de hablar directamente con Klaus e impedir que tal vez se suicide? Klaus es los bastante joven y lo suficiente estúpido para hacerlo. ¡Es un niño! ¡Un niño que le arrebataron la infancia y al que le obligaron herir a lo más preciado que tiene! Sé sincero conmigo. ¿Crees que si Klaus hubiera estado en sus cinco sentidos te hubiera hecho un sólo rasguño?
Yuki, entonces, giró a verla, una expresión derrotada surcando su rostro.
—Angie…, por favor, déjame solo. —Regresó a su antigua posición—. Yo…, yo… cuidaré de él… solo necesito tiempo. Por favor.
Suponía que eso era lo máximo que podía sacar del castaño.
—Trata que alguien le de mucha agua, todavía tiene las pupilas dilatadas. Hay que sacarle toda la droga del sistema. —Le dio unas palmaditas en la cabeza antes de levantarse—. Si Shin habla sobre mí, no digas nada —le pidió como un favor.
El menor asintió. Era lo menos que podía hacer por ella después de su ayuda, a pesar de que no entendía mucho sobre eso.
—Gracias otra vez.
Iba a decirle que no lo necesitaba pero imaginaba que un poco de compasión no le haría daño.
—De nada. —Con eso dejó sólo a Yuki, silenciosamente salió del palacio sin ser notada por nadie, justo como tenía que ser.
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Kenshi caminaba por el patio tomando una taza de té caliente luego de haber desayunado con el resto de los invitados. Su padre anduvo…raro. Sí, raro podría ser la palabra. Frunció el ceño. Su intuición –e inteligencia– le gritaba que Klaus tenía mucho que ver con esas expresiones. Tsubaki le dijo algo que le hizo pensar el hecho de que posiblemente la actitud de Klaus se derivaba al afrodisiaco. Torció la boca. Maldición. No tenía idea de qué habría pasado para que su padre estuviera…trastornado e irritable, pero con gran seguridad no fue nada agradable. Suspiró ansiando que al menos recibiera la noticia de la muerte de Yuki, quizás Klaus pudo haberle matado, había animales que mataban a sus parejas después del acto, como la Mantis Religiosa o la Viuda Negra.
—Sí, sería como un milagro del cielo si eso pasara… —Bebió de su té—. Deshacerme de Yuki… un milagro.
—¿Disculpa?
Oyendo el tono irónico, Kenshi se volteó ceñudo por ser interrumpido en su soledad, topándose con un castaño alto, atractivo, y a juzgar por la abertura de su ropa que dejaba ver parte de su pecho, desvergonzado.
—¿Quién demonios eres?
—Por si no lo has notado, enano, yo iba en la parte trasera del carruaje de tu padre.
Kenshi alzó una ceja.
—Nunca suelo fijarme en las vasijas que lleva mi padre cuando va de viaje.
Ahora era el turno de Shin en fruncir el ceño.
—Tal padre, tal hijo. —Rodó los ojos—. ¿Qué era eso que decías de Yuki?
—¿Qué, te importa?
—No es tu problema, enano.
—Tampoco el tuyo.
Shin gruñó. No estaba de tan buen humor. Había despertado solo en una habitación luego de una buena follada, y eso no tanto le enojaba, sino decepcionaba. Creía que podría haber conquistado a la morena y no fue así. Fue un golpe bajo.
—Si es mi problema porque es mi hermano.
Kenshi abrió los ojos como platos, algo poco usual en él demostrarlo a otros, dando una segunda mirada a Shin.
—¿Tú, hermano de esa poca cosa? Estás bromeando, ¿verdad?
Shin tomó el brazo de Kenshi, gruñendo.
—No llames así a mi hermano.
—Hey, hey, no te alteres. —Se desasió de él—. No parecen hermanos para nada.
—Hermanos adoptivos.
—Mmh, eso lo cambia todo. ¿Cómo es que nunca te vi antes? —cuestionó, bebiendo un sorbo de té.
—Bueno, tampoco es que estar rodeado de caballos en la caballeriza me hace popular. Porque ni de bufón los jamelgos me quieren.
Kenshi dejó salir una pequeña risa. Eh, no estaba mal. El hermano del enclenque tenía sentido del humor.
—En ese caso, me presento: Kenshi…
—Ottori, sí. —Shin puso los ojos en blanco, ignorando la ligera mueca de humillación que mostró Kenshi—. Como si no supiera quién eres. —Estiró la mano—. Shirayama, Shin.
Kenshi miró la mano, luego a Shin. Este parecía extrañado.
—¿Qué?
—Es lo que te pregunto. ¿Qué con esa mano?
—Se estrecha, ¿sabes? —La movió un poco, en ademán a que la tomara—. Es un saludo.
Kenshi arrugó la nariz.
—Eso es americano.
—En casi todo el otro mundo.
—Aquí se reverencia.
Shin bufó.
—No eres Su Majestad para andarte reverenciando. —Siguió con la mano extendida. Kenshi la apartó—. ¡Qué!
—No voy a tomar la mano como un burdo americano. Soy superior a ti. Reverénciame.
—No voy a reverenciarme ante un niñato. ¿Qué te has creído?
—¡Hazlo!
—¡Que no, maldición! —rebatió Shin.
Estuvieron en un duelo de miradas hasta que finalmente estallaron en risas, más cortas en Kenshi que Shin. La situación le recordaba a algunos momentos con los gemelos, pero sabía que no podía confiarse. Este tipo era aliado de Yuki, de la peste de Yuki.
—Eres como un mocoso malcriado de 5 años. —Shin se limpió las lágrimas que escapaban de las comisuras de sus ojos.
—Y tú un rebelde descarriado. —Kenshi suspiró—. ¿Cómo es que viniste aquí? No me digas que lo hiciste para hacerle de niñera al enclenque de tu hermano.
Shin iba a regañarlo por llamar enclenque a Yuki pero chistó. La cara de Kenshi reflejaba que no iba a dejar de hacerlo, y que de ser así, lo haría por un apodo peor. Qué caso tenía.
—Tu pervertido y asqueroso padre quiere con mi hermano. No puedo dejarle ser.
Contrario a lo esperado, Kenshi no se alteró por lo escuchado de la boca de Shin. Bebió otro sorbo de té.
—Mmh. Pero aun así le dejas a Klaus dejarle ser con él —puyó.
—Es un buen chico.
—Es una bestia. —Se lo había dejado muy claro la noche anterior.
—Superficialmente.
—Interiormente.
—Comienzas a irritarme.
—Comienzas a ser idiota. —Lluego añadió—. No, error: ya eres idiota. Tu cara lo dice todo.
—¿Acaso tu madre no te dio de amamantar? Eres una vergüenza humana. Como dije, tal padre, tal hijo. ¡Ag! —Shin se sobó su pie.
—Lo dicho. Eres un idiota. —Kenshi, dignamente, se volteó y marchó. Su taza de té estaba vacía, quería más y no necesitaba estar cerca de seres inferiores a él como lo representaba Shin. Además, su padre y en especial el emperador, querrían que pasara un tiempo más con Aiko antes de su regreso a Hiroshima.
Frígida. Apática. Desinteresada. Y asquerosamente amable. Aiko representaba todo lo que odiaba de las mujeres de la corte. En sus charlas, no se molestaba en llevarle la contraria. Asentía, como si estuviera de acuerdo en todo, nunca imponía alguna… oposición. Una opinión. Estaba consciente de la postura de las mujeres, su padre le había instruido cuál era y lo que debían hacer, pero Kenshi había conocido a tantas personas; conocía a todo el pueblo, gustaba de las fiestas donde podría regodearse de la atención de todos, y saber que tenía que compartir su vida con alguien tan vacío…
Quería a alguien con quien sentirse vivo.
—Kenshi-kun.
Un escalofrío le recorrió cuando giró su atención a esa voz seca, aguda, sutil y regia. La figura de la dichosa princesa, ataviada en un kimono imperial en tonos salmón, se presentó detrás de él, por lo que ejerció una reverencia.
—Aiko-denka.
Ni una sonrisa, ni un leve rubor, solo un pequeño asentimiento.
—Espero esté teniendo un buen día. El emperador me ha pedido que vaya en su búsqueda. ¿Le ha encantado los jardines en esta época del año?
Así que el viejo mandó a la princesa de hielo a buscarlo, cosa que sabía era una burda excusa para que cumpliera su orden de estar con ella un par de horas, un par de insufribles horas, hasta que llegue el momento de abordar el carruaje rumbo a Hiroshima. Cuán conveniente.
—Vuestros jardines siempre son una maravilla, aunque prefiero más la primavera, en especial a comienzos de verano. La naturaleza es un colorido escenario digno de admirarse…, pero poca comparada a su belleza, su alteza.
Ella no se inmutó. Sus expresiones faciales eran tan limitadas, lo cual hacia denotar su mentira. Aiko sí era una joven hermosa, con un rostro en forma de corazón, pequeña nariz y delicados labios, sin embargo siempre estaban fijos en una línea y sus ojos tenían un brillo glacial que ocultaba perfectamente cualquier emoción.
—Tiene usted razón, la creación de Buda es sin duda majestuosa en esa época. —Otra vez, solo fue complaciente. Jamás la había oído decir "pero".
Esforzándose y armando todo su ser de paciencia, hizo un gesto para que se uniera a él.
—¿Gusta de acompañarme, su alteza? —Le dejó el vaso vacío a un sirviente que pasó, despidiéndose de sus ganas de desaparecer un rato para beber otro poco de té mientras leía. Eso le dio una idea, repetida como en otras ocasiones, de algún tema a exponer para con la princesa—. ¿Ha leído Nanshoku Okagami, su alteza?
¡Y por fin, por fin una reacción! Incluso con el maquillaje, podía asegurar de que ella se sonrojó.
—Me parece que no es un tema apropiado, Kenshi-kun.
—¿Por qué? Por su respuesta, me parece dilucidar que lo ha leído. —Quería hacerla reaccionar. Vamos, vamos…
—¿A Kenshi le ha gustado la obra de Ihara Saikaku? —preguntó ella a su vez.
—Es una obra magnifica. Los diseños de los relatos me cautivaron absolutamente. Saikaku-sama tiene una prosa tan cautivante que no pude detener las lecturas, su forma de relatar las relaciones entre los samuráis y los jóvenes fue tan sublime…
—Como siempre, tiene la razón.
Y ya todo se fue al diablo en cuanto no dijo más. Ahogando un suspiro de pesar, Kenshi solo se enfocó en hacer comentarios cortos. Rezaba porque ese momento pasara muy, muy rápido.
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Los Ottori marcharon de Kyoto para la tarde de aquel día. Yuki tuvo que soportar un sermón por parte de Shin cuando fue a buscarlo, y retenerlo cuando iba a por Klaus. Recordar todas las palabras que usó supuso un mero dolor de cabeza que no le ayudó en nada. Luego le suplicó llevara algo de agua a Klaus, quien al menos se salvó del sermón –un poco, no significaba que Shin iba a ir callado y ganas no le faltaron de recitar todo un discurso. Klaus cuando volvió a despertar para beber el agua que le trajo Shin, sólo escuchó la mitad de lo que dijo, estaba deprimido y el sentimiento de culpa amenazaba con consumirlo. No intentó hacer contacto con Kenshi ni su padre.
Por mucho que fuera el ansia de Ottori en dejar a Yuki y Klaus allí, la impresión que dio el extranjero en el Emperador fue tanta que tuvo que tragarse sus planes y traer de regreso a Hiroshima a Klaus y Yuki. No obstante, Kenshi junto a su padre y los gemelos viajaron en un carruaje mientras que Shin, Klaus y Yuki en otro. El viaje fue totalmente tenso, Yuki optó por acomodarse en un puesto entero como pudo, dándole la espalda a los otros dos y dormitar el resto del camino. No miró a Klaus, no le habló ni aceptó su ayuda, solo de Shin, haciéndole sentir más miserable al alemán. Cuando Klaus vio a Yuki, sus moretones y el fuerte olor que desprendía que pertenecía al mismo Klaus, el alemán bajo la mirada avergonzado, sólo una vez intentó hablarle a Yuki para disculparse pero el menor no le dejó, subió al carruaje dejándolo con la palabra en la boca. Con eso fue suficiente para que Klaus no quisiera hablar el resto del camino, sólo se quedó mirando por la ventanilla siendo una cáscara vacía. Kenshi obviamente tampoco se dirigió a Klaus, y quizás el único que lo hacía era Shin.
Fueron unas largas horas de viaje, muy incómodas para todos.
Llegando a Hiroshima casi al anochecer, Shin llevó a Yuki a su habitación donde luego se hizo un par de cambios: Yuki había pedido al mayor sacar el segundo futón de su habitación. Frente al cuarto de Yuki había otro libre, allí pidió que reordenara las cosas de Klaus. Después de asegurarse de que el joven estaba bien, Shin salió para informarle los nuevos cambios a Klaus. Klaus miró con desagrado su cuarto, tan frío y falto de Yuki, ya auguraba unas cuantas noches en vela por el mismo motivo. No tenía idea de que pasaría con su trabajo o si Kenshi o seguiría queriendo como guardaespaldas pero por ahora eso no le importaba, estaba lo suficiente cansado y deprimido para cerrar los ojos y dormir. Por suerte el sueño le venció rápido aunque sus sueños no fueron tranquilos, las pesadillas habían vuelto.
Kenshi, por otra parte, optó por tener una charla con su padre a pesar de que no estaba de tan buen humor. Se enteró de varias cosas que le sorprendieron, y bien había notado algunos feos cardenales en la piel de Yuki. Fue allí donde definitivamente agradeció que no hubiera pasado nada entre el alemán y él. No comentó eso a su padre, pero sí tuvo que aguantar la palabrería de los gemelos cuando les dijo.
Al día siguiente en que llegaron del largo viaje, Ottori decidió hacer algo respecto a Klaus y Yuki, ambos habían caído de su gracia y ahora tendrían que arreglárselas ellos solos. A Yuki se le encomendaban las misiones de alto riesgo que antes se le negaban mientras que Klaus fue delegado completamente a Kenshi para que hiciera la vida del monstruo un infierno, Taiga no quería saber nada de él.
Yuki se tuvo que obligar a recuperarse lo más pronto posible para cumplir sus misiones. Seguía las indicaciones de Angie respecto a su curación, pero aún no podía hablar con Klaus, salvo pedirle a Shin que cuidara de él –ignorando sus quejas– mientras estaba fuera. Las misiones le mandaban a los límites de Hiroshima muy temprano por la mañana, haciéndole volver al anochecer, por lo que casi nunca podía ver a Klaus. Shin terminaba pronto sus obligaciones en las caballerizas para ir a hacer lo pedido por Yuki, pero Kenshi pocas veces requería de Klaus, a partir de las tardes le dejaba el resto del día para él, y ya casi no parloteaba como antes.
Cansado de lo mismo, ya que aquella monotonía se estableció por el resto del mes y comienzos del seco mes de octubre, Shin tomó a Klaus una tarde luego de que Kenshi le despachara para dar una vuelta por los vastos terrenos feudales.
—Tienes un aspecto terrible.
Klaus no se molestó en contradecirle. Como había predicho sus noches se habían vuelto largas y tediosas por la falta de sueño, no había vez que cerrara los ojos y tuviera una pesadilla, aunque ese momento llegaba sólo cuando caía agotado por falta de comida y su temperatura que cada vez era más difícil de mantener.
—¿Cómo está Yuki?
—Mejor que tú, seguro. —mintió. Shin no dejaba de mirarlo de reojo de vez en cuando—. Oye, Yuki me matará si te dejo morir. Aunque no lo creas, está pendiente de ti.
—Estaré bien. —Desde hace días no se veía al espejo pero estaba seguro de que sus ojeras eran tan profundas como las de un mapache y probablemente había bajado de peso pero no podía importarle menos—. Sobreviví el viaje a Rusia ¿no? —intentó tranquilizar con un poco de humor pero en su rostro se formó una extraña mueca que poco indicaba alegría. Secretamente las noches que en verdad tenía sueño y no podía dormir esperaba que todos durmieran para escabullirse hasta la puerta de Yuki, nunca entraba, se quedaba ahí en el pasillo sintiendo el aroma de Yuki traspasar las paredes, sólo de esa manera conseguía un par de horas de sueño.
—Sí, bien… —Shin soltó un suspiro. Podía decirle al chico que en realidad, Yuki andaba como él o quizás peor desde que hacía unos cuantos días comenzó a presentar síntomas de alguna gripa, pero ya mucho tenía encima como para preocuparlo aún más—. Mira, estaba planeando algo… Dentro de 10 días será el cumpleaños de Yuki, y tengo un amigo también extranjero que posee un bar en el pueblo. Ya que Yuki obtuvo un día libre, pensaba llevármelo ese día al bar para festejar su cumpleaños… ¿te apuntas?
En los ojos amarillos se veía el anhelo de pasar aunque sea unos minutos al lado de Yuki pero...
—Dudo mucho que él me quiera ahí. Apostaría incluso a que en el primer momento en que me vea, volverá y se encerrará en su habitación.
Shin negó.
—No, para nada. Yuki…me ha estado platicando durante las noches en las que vuelve que ha estado pensando mucho en lo que pasó entre ustedes… y, bueno… creo que no te considera… tan culpable como crees que lo hace. Es solo que esas misiones no le permiten hacer otra cosa.
Klaus frunció el ceño. Shin podría ser un gran mentiroso pero él podía percibir completamente esa mentira gracias a sus agudos sentidos, y aunque sabía que lo hacía con buena intención –al menos eso creía–, en verdad no estaba de humor para aguantarle el engaño.
—No me mientas, los dos sabemos que eso no es cierto.
—Solo te he mentido en que Yuki ha estado pensando, en realidad he sido yo quien le ha metido el tema en la cabeza. —se alzó de hombros.
Eso sacó una pequeña sonrisa en Klaus.
—Te lo agradezco.
—No tienes porqué. Realmente es una tortura verlos a los dos cargando esas caras —dijo con un tono de fastidio, pero su expresión claramente decía que bromeaba. Pasó un brazo por los hombros del menor—. Entonces, ¿cuento contigo para la fiesta?
—Ahí estaré —le aseguró—. Oye. ¿Qué sucedió contigo y Angie esa noche? Los vi irse del salón y después no supe más de ustedes.
Shin se detuvo, el brazo que estaba en los hombros de Klaus cayendo. Suspiró sonoramente, un gruñido escapándose a la vez.
—Tuvimos nuestras cosas. Y desperté solo a la mañana siguiente. —no le miraba—. No fue una buena mañana —dijo, viéndole de reojo.
—Es sorprendente que siquiera haya dormido contigo. ¿Qué truco usaste? —Cuando Klaus conoció a Angie siendo un niño, no tenía idea de a qué precio debía cumplir sus misiones pero sabía que ella, fiel a los gatos, era bastante huraña con quien no quería cerca.
—Eso no se cuenta. Pero incluso haciéndolo, no funcionó como deseaba. —Apartó el rostro—. Se fue. —su voz sonó desdichada.
—No podías poner tus ojos en alguien menos inalcanzable. —Klaus detuvo la caminata que habían estado sosteniendo cuando llegaron hasta el estanque de los Koi, lugar preferido de Klaus—. Aléjate de ella. Es lo mejor para ti.
—Es lo mismo si yo te dijera: aléjate de Yuki. Es lo mejor para ti. —rebatió.
Klaus frunció profundamente el ceño, eso fue un golpe bajo.
—Yuki no me enterraría un cuchillo por la espalda si se lo ordenaran. —En verdad esperaba que eso fuera cierto, sino estaba muerto. Él no volvería a lastimar a Yuki aún si eso significaba perder la vida.
—No lo haría porque Ottori no quiere ganarse el odio del Emperador, pero Yuki fue entrenado para obedecer órdenes. —Suspiró, sentándose en el suelo frente al estanque—. Aunque siendo como eres, serás idiota si te dejaras matar.
—Angie fue entrenada para matar, sobre todo a aquellos que estorban en su camino —le informó a Shin. Miró un momento al castaño mayor y luego al estanque dejando que su vista vagara en un Koi de escamas blancas—. Shin. Justo ahora no tengo motivos para vivir.
Shin apoyó el codo en la rodilla para así descansar la cara en su mano, observando a Klaus.
—Pareces una chica en su fase de drama. ¡Vamos, hombre! Ve a la fiesta en el bar y habla con él, demonios. No seas cobarde. —Chistó—. Yuki no es de enojarse para toda la vida. Te aceptará la palabra.
—Te dije que iba a ir ¿no? —Se recostó en el pasto de lado, disfrutando del poco sol que octubre le otorgaba—. No quiero hacer nada que Yuki no quiera.
—Bueno, entonces no le digas nena y estarán bien. —Se acostó plenamente en el suelo, estirando las piernas—. En verdad no entiendo cómo es que te viniste a enredar con mi hermano, con tanta mujer guapa alrededor…
El menor se encogió de hombros.
—No comprendo a las mujeres y hasta ahora ninguna se me ha acercado.
—Quizás porque pareces inaccesible. Pero mira la cosa, ni descendencia tendrás. Yo planeo tener tantos hijos como mis huevos me lo permitan —dijo en un bostezo.
—Yo... No sé si quiera hijos. —Nunca lo había pensado pero considerando la idea...— En caso hipotético de que alguna mujer quiera tener hijos conmigo... Mis hijos podrían ser híbridos, como yo. ¿Qué clase de vida podría darles? Mejor que esta cosa muera conmigo.
—Eres muy negativo, chico. —Shin desvió su mirada al cielo—. Si yo fuera tú, estaría contento de tenerlo y poblaría al mundo de mini-dragones para patear traseros. ¿Sabes lo divertido que eso sería?
Por primera vez en semanas Klaus rió, se carcajejó con ganas e hilaridad. Debía darle crédito a Shin por levantarle el ánimo de esa manera.
—Estás loco —comentó, sonriendo, imaginando la escena que Shin le planteaba.
—Eso es lo que Jim me dice a veces, pero siempre hay razón en la locura. —Le guiñó un ojo—. Jim es el dueño del bar. Te va a agradar, adora los extranjeros…, los pocos que vienen, claro.
Klaus bostezó. Tener a alguien a su lado y su calor cerca era reconfortante.
—¿En serio? ¿Cómo es? —preguntó somnoliento.
—Un carbón: negro, caliente y muy grande. Viene de África. Nos conocimos en Singapur hace cuatro años y le sugerí venir aquí a Japón. Me llevé una sorpresa cuando me topé con él en el pueblo. —sonrió—. Es un nómada, pero parece haberse establecido acá.
Klaus rió bajito por la referencia de Shin.
—Algo le habrá encantado de este lugar —dijo en voz baja. Encogió las piernas en posición fetal mientras se rodeaba a sí mismo con sus brazos, el cabello negro suelto sobre la hierba color ocre—. Sigue hablando —le pidió más dormido que despierto.
Shin volteó a verlo, sintiendo su corazón apretujarse en tristeza. A pesar de su altura y aspecto, Klaus era un niño sin importar que lejos de Japón fuera considerado adulto. Suspiró con pesar, asintiendo.
—La primera vez que vi a Jim fue el momento más inapropiado y traumante de toda mi vida… —comenzó.
A medida que hablaba, notó que Klaus poco a poco se dormía. No le despertó, ni hizo nada para hacerlo. Habló y habló hasta que estuvo seguro de que estaba en un profundo sueño. Luego, se puso en pie buscando la manera de cargarlo. Puede que sea más alto que el europeo por unos centímetros, pero Klaus tenía peso, no importa si estaba consciente de que su apetito hubo disminuido esos días. Como pudo, se las arregló para llevarlo a su habitación –maldiciendo lo lejos que quedaron– y, sabiendo su problema con la temperatura por Yuki, lo arropó.
Salía de la habitación del alemán cuando se topó con Yuki.
—¿Qué haces?
—Lo acabo de acostar. Se quedó dormido mientras hablábamos… —Se pasó una mano por el castaño cabello—. Está agotado, se carga unas ojeras de muerte… y no come bien.
Yuki bajó la mirada, apenado y preocupado. Le miró, frotándose un brazo.
—¿Podrías quedarte con él esta noche? Sabes…, la temperatura…
Shin le miró por unos minutos.
—Bien…, ve un momento mientras descargo el tanque. Estoy que me hago en los pantalones. —No esperó respuesta, marchándose fuera de los nexos.
Yuki quedó unos instantes allí hasta que entró dentro, encontrando a Klaus arropado. Con temor, se acercó y arrodilló, su mano estirándose, apartando un mechón de cabello negro del rostro. Pero su mano no se quitó, acarició lentamente su rostro desde la sien a la mandíbula. Casi no le había visto. Le extrañaba…
Inclinándose, besó la frente del joven. Luego, se quitó su chaleco de lana que lo había mantenido caliente aquella noche, dejándolo sobre su cuerpo. Podría quedarse él, pero no estaba preparado por si Klaus despertaba en plena noche, aún si lo deseara. Para cuando Shin volvió, él ya estaba de pie y a punto de salir. Dándose una mirada en despedida, Yuki salió del cuarto cerrando tras de sí mientras que Shin se acomodaba a un lado de Klaus. No hizo nada al ver la prenda de Yuki sobre Klaus, solo cabecear negativamente y cerrar los ojos.
Continuará...
Gracias por sus comentarios, pero he de decir que la continuación de esta historia tardará en subirse. Dejen algún comentario, y puede que, como editora, me apresure en traerles el 10mo episodio.
Esperemos que les esté siendo interesante.
¡Nos leemos!
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