Capítulo 13

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Pasaron los días y Vladimir cumplió con lo dicho, yendo a hacerle la revisión diaria a Yuki; cambiando sus vendajes y haciendo los chequeos de salud. Klaus continuaba mirándolo con recelo pero había optado por la táctica de sobretodo ignorar al ruso en vista de que se veían casi todos los días. Yuki no había mejorado mucho más, la herida estaba sanando lentamente pero los malestares junto con las nauseas matutinas y las fiebres seguían iguales, Vladimir temía darle más antivirales por si le hacían más daño que bien.

De los análisis de sangre de Yuki pudo constatar que algo sucedía en su organismo provocando el estado en el que se encontraba, sin embargo no podía dar un diagnóstico claro. De la muestra de sangre de Klaus no descubrió nada que no hubiera visto antes en el laboratorio, en cambio la muestra de semen fue mucho más reveladora. Como Yuki había dicho, era más espesa. Normalmente, menos del 10% del volumen del semen de una eyaculación corresponde a los espermatozoides por lo que la densidad normal de los espermatozoides en el semen varía de 50 a 150 millones por mililitro en un hombre sano común, no obstante la muestra de Klaus era prácticamente el doble, y a juzgar por la cantidad de semen fácilmente podía decir que el chico había pasado varias semanas sin ningún tipo de actividad sexual. Con esos datos podía decir que si alguien con el genoma en su sistema tuviera relaciones sexuales con una mujer, las posibilidades de embarazo serían del 70% cuando la cifra normal sería de un 30%.

El genoma no sólo fortalecía la fuerza y resistencia del individuo, sino que también garantizaba la reproducción.

Yuki pasaba todo el tiempo en cama, apenas caminaba lo suficiente para ir al baño y estirar un poco las piernas, siempre con la compañía de Klaus y Shin a su lado, pero no duraba en pie más allá de 30 minutos. Las cosas de Klaus habían vuelto a traerse a la habitación de Yuki para así garantizar su cuidado –o más bien, mantener tranquilo al extranjero– y Shin se mudó a la que fue la habitación de Klaus.

Finalmente, Kenshi había otorgado algo de atención al estado de Yuki. Tan envuelto estaba en la muerte de su padre, encargarse de su puesto, informar al Emperador y demás, que ni supo que Yuki fue herido en aquel ataque y estaba con una salud débil. Ahora más libre, convocó a los gemelos una noche y creó un ligero plan para ayudar al pobre samurái. Cada día, se encargaban de llevar las bandejas de comidas a la habitación de Yuki del desayuno y almuerzo, puesto era Jim quien se encargaba de las meriendas y la cena. Ya era costumbre verlo rondar por ahí como Vladimir.

No obstante, pasando los días, ya para dos semanas después del ataque, Yuki fue sintiéndose peor. Las nauseas se intensificaron al punto de provocarle el vomito, continuamente tenía dolores de estomago, y llegó a pasar una noche con calentura.

Vladimir llegó apresurado a la habitación de la pareja. Klaus lo miró angustiado dejando de lado su resentimiento.

Hemos hecho lo que dijiste. No mejora, y cuando toma la medicina, vomita —le dijo en un angustiado alemán—. Si sigue vomitando...

Podría deshidratarse gravemente. ¿Le has dado agua? —continuó la conversación en el mismo idioma. Klaus asintió—. ¿Y las galletas? —Las galletas saladas por lo general ayudaban a estabilizar el estómago cuando estaba en ese estado.

Es lo que ha podido comer sin que le caigan mal, pero no puede estar a base de galletas y agua.

Por ahora eso es lo que haremos. —Tocó la frente de Yuki, sintiéndola afiebrada—. ¿Puedes conseguir agua fresca? —Klaus dudó en irse dejando a Yuki solo con Vladimir—. Hay que bajarle la temperatura. No le voy a hacer nada. —El alemán entrecerró los ojos, dándole una mirada de advertencia antes de salir a buscar lo pedido.

—Yuki —llamó suavemente, palmeando su rostro—. ¿Puedes oírme? Yuki.

El castaño abrió lentamente los ojos, parpadeando hasta lograr enfocarlos en los azules de Vladimir.

—…sí…, lo oigo… —Su voz sonaba muy baja, débil.

—¿Sientes dolor? —Presionó un punto en su estómago muy suavemente.

Yuki hizo una leve mueca.

—Allí…, y la cabeza… —Intentó levantar la mano pero no tenía fuerzas para eso.

—¿Tienes idea de cuándo comenzó el malestar?

—Yo… no sé… Una semana…, creo… —respondió. Tenía sus ojos cerrados, muy cansado de pronto como para intentar mantenerlos abiertos. La luz de pronto le parecía muy brillante.

—Yuki —llamó de nuevo Vlad—. No te duermas, te necesito despierto. —Otra vez le dio palmadas. Vladimir pensó rápido. Esto no era obra del semen de Klaus, esto era otra cosa, algo más haciendo estragos en el cuerpo de Yuki. ¿Qué podía ser? No había nada diferente, el agua no se veía contaminada y la dieta de Yuki era bastante estable. La herida de bala también estaba cicatrizando... ¿Entonces?—. Dolor de cabeza, fiebre, dolor estomacal... —enumeró. ¿Sería que la comida le estaba cayendo mal?—. Yuki. ¿Eres alérgico a algo?

—No…, que sepa… —negó, obligando a sus ojos a mantener los parpados separados—. No he tenido…problemas de alergia antes…

No era una reacción alérgica. Descartado todo lo interno, entonces debía pensar en lo externo. Claramente algo estaba indigestando Yuki pero nada era tan grave como para ponerlo en ese estado. Una de las bandejas de comida estaba todavía ahí. Tomándola, cogió el plato de Yuki, lo olió y probó, había algo... Casi imperceptible para el paladar común, pero para alguien acostumbrado a los químicos…

Klaus entró en ese momento con una cubeta de agua y paños secos.

—Aquí está lo que pediste... ¿Qué haces? —Vio al ruso intentando cargar a Yuki.

—Ayúdame. Hay que llevarle al baño, vamos a hacerle un lavado de estómago. —Klaus se apresuró a cargar a Yuki. Se sentía tan liviano desde la última vez que lo cargó.

—¿Qué? ¿Por qué? —Observó a Vladimir sacar todos los implementos que creía iba a utilizar.

—Yuki está envenenado. —Terminando de recoger todo, vio a Klaus aún parado viéndolo pasmado—. ¡Muévete! —El menor hizo lo que le dijeron y entre los dos se encargaron de atender a Yuki.

Luego de eso, Yuki quedó exhausto, descansando el resto de la tarde. Al enterarse, y a partir de allí, Jim era quien le preparaba sus comidas –más ligeras, naturales, basado más que nada en sopas y agua–, llevándoselas personalmente al acabar. Shin por otra parte se encargaba de investigar quién había intentado envenenar a Yuki, y aún con la amenaza de ganarse la ira de Klaus, nadie parecía ser culpable. Eso no le detuvo y continuó su investigación. El samurái mejoró un poco, puesto que al día siguiente sus dolencias comenzaron a remitir, y la fiebre se había ido.

Klaus dejó la caza del culpable exclusivamente a Shin, él no se iba a separar de Yuki para nada y aunque fuera Jim el que le trajera la comida ahora Klaus estaba muy pendiente de todo lo que ingería Yuki. El negro era lo bastante amable para no molestarse con Klaus por su paranoia, a veces intercambiaba turnos con Klaus para que pudiera ir a bañarse y hacer sus necesidades.

Vladimir pidió una muestra de orina y otra de sangre a Yuki para ver si quedaban residuos de veneno en su organismo. Por suerte los resultados salieron limpios al menos lo que se refería el veneno, porque de lo otro sus niveles continuaban siendo extraños. Los glóbulos blancos estaban altos y los niveles hormonales también estaban cambiando, la producción de hormonas se estaban disparando e incluso el pH de la orina estaba cambiando, claramente eso era obra de la absorción del semen en su sistema pero eso no tenía por qué pasar, era semen...

Una absurda idea se le vino a la mente. Preparando el químico necesario, tomó la orina de Yuki y lo agregó. Al cabo de unos segundos el líquido resultante se volvió azul.

Mierda —murmuró Vladimir en ruso.

Al día siguiente llegó a la habitación de Yuki junto con Jim que llevaba el desayuno. Expedía un aire serio, más de lo normal. Yuki giró la cabeza al verlos, dando una sonrisa a Jim y un leve gesto con la mano a Vladimir. Jim le ayudó a sentarse para que pudiera comer cómodamente. Pero, en cuanto se fijó en la expresión de Vladimir, su rostro adquirió una de preocupación.

—¿Pasa algo malo?

El alemán miró fijamente a Vladimir entonces lo notó, la expresión seria con ojos centelleantes que indicaban la inquietud de sus pensamientos. Eso no auguraba nada bueno.

—Mis días de investigación han dado fruto —comenzó a decir incierto. No era una noticia fácil de dar—. Me tomó un tiempo pero he dado con tu diagnóstico, el que tenías antes del envenenamiento.

El castaño se detuvo antes de beber el primer sorbo de sopa.

—¿Cuál es? ¿Es algo malo? —Yuki negó—. Por favor, no se demore en decirlo. Solo…dígalo, no importa que…

—Estás embarazado. —Tal como pidió Yuki, lo dijo rápido y sin anestesia. La expresión de todos en el cuarto pasaba desde la sorpresa a la incredulidad.

Los ojos de Yuki estaban abiertos como platos, y de no ser por Jim que le sostuvo el bol de sopa, se hubiera derramado el líquido encima. Jim le quitó el bol, pero sus movimientos eran automáticos, su mente en shock como los otros dos presentes.

—Eso… Está bromeando, ¿verdad, doctor? —preguntó el negro—. Yuki… Es decir…, es imposible. Es un chico.

Pero Klaus si le creyó, consecuencias de convivir con el ruso, llegabas a un punto en el que en verdad creías que todo lo que el ruso ideaba era posible. Él era la prueba viviente de eso.

—Difícilmente Vladimir tiene sentido del humor.

—¿Esta…esperando un bebé? —Jim miró de Klaus, a Vladimir y luego a Yuki—. ¿Cómo…pudo ser…?

Yuki bajó la mirada a su estomago. ¿Una vida crecía dentro de él? ¿Una vida creada por Klaus…y él? Él amaba los niños, y siempre soñaba con tener hijos pero…, jamás pensó que los tendría de esa manera.

—¿Está…enteramente seguro…? —preguntó a Vladimir, aún incrédulo.

—Bastante seguro. También explica todos tus síntomas anteriores, nauseas matutinas, antojos.

—¿Cómo? —secundó la pregunta de Jim, él también quería saber cómo era eso posible.

—Analizando la muestra de semen que me diste, encontré que tal como Yuki dijo la densidad era diferente —les explicó la cantidad de espermatozoides que contenía el semen y las cifras que tenía la muestra de Klaus—. Como ven, la producción de espermatozoides es excesiva. Con una sola eyaculación podría dejar embarazadas a cinco mujeres. Claro que caí en el error de no verificar todas las posibilidades... —Miró a Yuki específicamente.

—Pero...eso no tiene sentido, aún si soy "excesivamente fértil". —Prácticamente despreció el término—. Yuki es un hombre, no tiene un óvulo al cual fertilizar.

—Claramente. Pero dado que tu ADN fue modificado pienso que eres capaz de procrear aún si tu pareja es un hombre. De esa manera aseguras tu reproducción al ser el único de tu clase —le explicó el mayor.

—Está bien, digamos que es posible... —Klaus en serio intentaba no ofuscarse—. ¿Cómo demonios Yuki puede mantener dicho embarazo?

—¡Esa es la función de las púas! —dijo Vladimir en un tono casi alegre.

—¿Está diciendo…que por medio del desgarre…, que fue el desgarre que causaron las púas…lo que me hizo quedar…en estado? —Incluso decir embarazado, para Yuki, sonaba raro.

—Esa es la idea. —Vladimir se veía casi emocionado por sus hallazgos—. En su primera copulación no hubo ningún tipo de consecuencias pero durante la copulación con el hemipene si hubo una diferencia y fue el desgarre. No tengo todos los equipos para comprobarlo, pero tengo una idea bastante buena de lo que está ocurriendo dentro de tu cuerpo.

De pronto, entró Shin.

—Hey, ¿llego tarde para la visita médica? ¿Qué han dicho? —Cerró detrás de sí—. Oye, creo que es tiempo que conozcas a Kenshi. Me han dicho que está por… ¿qué pasa…? —Las caras de los demás, a excepción de Vladimir, no le gustaron.

Yuki suspiró.

—¿Podría…darme un respiro? —preguntó a Vladimir—. Es…es mucho… No es fácil…

—¿Qué está pasando, demonios? —insistió Shin. Jim se le acercó y le susurró algo. La boca de Shin caería al suelo si no la tuviera pegada a la cara—. ¡Qué! —gritó.

Klaus frunció el ceño ante la mirada brillante de Vladimir. Quería partirle la cara para quitarle esa mirada, la misma mirada que le daba a él cuando lo analizaba en el laboratorio o una idea daba resultados positivos, y la odiaba aún más porque esa mirada la estaba dirigiendo a Yuki. ¡No iba a dejar que le hiciera a su tesoro lo mismo que a él, por sobre su cadáver!

En un pensamiento fugaz se preguntó en qué momento comenzó a llamar a Yuki "Tesoro" en su mente. Ignorando la palabrería de Shin, se dedicó a ayudar a comer a Yuki mientras Vladimir continuaba anotando en su libreta.

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Gran parte de la mañana Shin estuvo discutiendo y dando palabrería al descubrir el real estado de Yuki, incapaz de creer que dentro del vientre de su hermano se gestaba un verdadero niño. Maldijo contra Vladimir, luego contra Klaus, luego contra Yuki, contra él y contra todos los demás. Yuki les pidió a los otros que le dejen estar, mejor que lo suelte ahora, y no le hicieran caso. Después de calmarse, al haber dado varias respiraciones profundas, fue cuando le dijo al ruso de ir a ver a Kenshi. Yuki agradeció eso, más porque le daba tiempo de asimilar lo que dijo que por nada, así que luego de que Vladimir hubiera tomado sus cosas, salieron de los nexos.

A Shin le habían dicho que Kenshi estaba en el dojo, así que se encaminó con Vladimir hacia allí. Por el camino, suspiró.

—No puedo creer que esto... —Atravesaban el terreno para alcanzar el dojo— esté pasando. Es... No me entra en la cabeza. ¿Yuki esperando un bebé? ¿Cómo es que gesta? ¿Cómo saldrá el bebé? Y lo más importante: ¿cómo se supone que vendrá el niño?

—Mis respuestas en este momento son limitadas... —En verdad lo eran y lo odiaba—. Te agradará saber que he cambiado mis planes. Pienso quedarme aquí para monitorear el caso de tu hermano.

—En realidad no me alegra nada saber eso porque ahora lo convierte en tu experimento..., y Klaus debe opinar igual.

Rodó los ojos, claro que estaba al tanto de eso, si hasta sintió los ojos amarillos prácticamente atravesarle el alma de tan fijo que lo miraba.

—No le voy a hacer nada malo, y dado que el embarazo es un efecto colateral del genoma, tampoco sé que esperar.

—Aparte de un posible bebé alterado genéticamente.

Vladimir sonrió.

—Sí. Es posible. Este experimento realmente superó las expectativas, y eso que aún le falta una segunda dosis.

Shin bufó y guió a Vladimir hacia el dojo. El lugar no tenía a tantas personas dentro, solo a un par luchando con alguna que otra persona alrededor. Ambas personas que luchaban tenían un traje especial puesto que era un protector que iba de la cabeza al cuello, forrado y con una rejilla en la parte delantera, un protector desde la mano al antebrazo, otro en el tórax y abdomen y otro protector en la parte pélvica, un mandil grueso compuesto por faldones. Shin le informó que eso se llama bogu, y es usado sobre ropa que consiste en una chaqueta de algodón gruesa –llamado Kendogi– y un par de pantalones de anchos de pliegues similares a una falda. Todo eso conformaba el traje que se usa al practicar kendō, un arte marcial japonés formativo y más moderno que se destaca por el uso y manejo del sable de bambú.

Y deporte favorito de Kenshi, por lo que quedaba claro que uno de los que peleaban era él, ya que no se veía cerca.

Shin prefirió identificar a los batallantes como guerrero 1 y guerrero 2, al no saber quién era Kenshi. Guerrero 1 atacaba a la defensiva, deteniendo ataques en vez de contrarrestar a los mismos, mientras que guerrero 2 era cruel y duro, sin dar treguas, sus pies pareciendo ligeros sobre el suelo del dojo y se movía con bastante agilidad y rapidez. En un momento, guerrero 1 logró obtener un chance para atacar, pero su contrincante se dobló hacia atrás, la espada de bambú pasando por sobre su máscara a lo que enseguida guerrero 2 le atacó. Debían de tener rato en eso, porque Shin notó signos de cansancio en guerrero 1. Dando un giro, este quiso intentar un golpe hacia abajo, posiblemente para así imposibilitarle los movimientos de sus piernas a su contrincante pero el otro saltó pasando por incluso encima de la espada, de un golpe logró arrebatarle de las manos la espada de bambú que terminó a un lado con su dueño tambaleándose y de inmediato tuvo la punta de la espada a un centímetro de su cuello. Ambos guerreros jadeaban, por el movimiento de sus pechos, y luego guerrero 2 se apartó.

El ruso admiró la batalla. No había nada remotamente parecido en Rusia. Había escuchado del esgrima en Francia, pero lo más cercano en una pelea cuerpo a cuerpo era usando puños o cuchillos. Admiró los gráciles movimientos de guerrero 2 y la destreza con la que atacaba. Vladimir dudaba mucho de tener esa gracia al caminar. Su tamaño –5 cm más que Klaus– le hacía moverse con la espalda recta y sus pasos eran largas zancadas fuertes muy diferente de los japoneses que daban pasos pequeños, casi no se sentían al caminar excepto cuando usaban esas sandalias de madera.

Quitándose la rejilla, Guerrero 2 reveló el rostro. Era Kenshi, con las mejillas arreboladas, delicados mechones de cabello saliendo de su coleta y cayendo a un lado de su rostro.

—Estás muy flojo —decía en japonés—. Si así luchas aquí, ¿cómo será en batalla? —Su expresión era seria, firme, molesta—. ¿Qué clase de patético entrenamiento recibes?

El otro también hizo lo mismo, pero su cara revelaba vergüenza y cansancio.

—Lo siento, Ottori-sama.

—No me llames así. —Su voz sonó más dura, en regaño—. Ya les he dicho cómo deben llamarme.

—Sí…, Kenshi-sama.

Bufando, el nombrado hizo un gesto despectivo.

—Ya, desaparece de mi vista. —Dejó caer la espada, quitándose el resto de la máscara y el protector. Liberó su cabello sujeto en una cinta para mantener así su rostro despejado, sacudiéndolo un poco mientras que uno de los espectadores se acercaba para ayudarlo—. Comunica a Wakaoji-sensei —habló—. Quiero una reunión con él. Estoy harto de ver lo patético que son todos mientras pelean…

—E-esas son los entrenamientos que su padre indicó recibieran, se…

Kenshi le pasó con algo de brusquedad su máscara y la rejilla, entrecerrando los ojos.

—Mi padre… —Mostró una sonrisa falsa— estaba descontinuado. —que desapareció tan pronto como se vio—. Ya no más. Quizás por eso es que tuvimos muchas más bajas que la tropa americana…

—O quizás es que ustedes traen tan mal agüero como la muerte. —Se hizo oír Shin, acercándose con Vladimir.

Kenshi sonrió arrogante, dándose la vuelta para encararlo.

—Claro. —Ladeó el rostro, su cabello cayendo a un lado—. Tienes toda la razón. —Se enderezó y le señaló—. Tú eres la prueba exacta de eso.

Shin se cruzó de brazos.

—Incluso con la muerte de tu padre sigues siendo insoportable.

Apoyando una mano en la cintura, en una pose altiva sin dejar de sonreír, Kenshi levantó una ceja.

—Pues, por si no lo sabes, tengo un actual maestro del que aprendo todo el tiempo… —Se inclinó un centímetro hacia adelante, siempre mirándolo— y del que estoy viendo justo ahora.

Chistando, Shin prefirió que la burla de Kenshi fuera hacia alguien más. Habló en inglés esta vez.

—Mira, no sé si sabes, pero un doctor extranjero ha estado visitando a Yuki estos días. Es él. —Señaló a Vladimir a su lado—. Enano, te presento a Vladimir Volsk. Ruso, Kenshi Ottori.

Los ojos oscuros de Kenshi se fijaron en Vladimir, teniendo que alzar un poco la mirada al ser más alto. Lo recorrió con la mirada, desde el pulcro cabello negro, los profundos ojos azules, el amplio pecho, a las puntas de los zapatos. No parecía impresionado de verlo, más bien, su expresión era de leve aburrimiento. Una ceja se alzó.

—Ruso. —Su inglés sonaba británico, y varias veces Shin le preguntó si había ido a Inglaterra pero Kenshi nunca dio información de dónde había aprendido el idioma—. Ya veo. —Asintió. Luego, como si no valiera la pena enfocarse más en él, volvió a Shin—. Lo quiero fuera de mis terrenos. Ahora. —Le ordenó, dándose la vuelta para marcharse.

—Entiendo —respondió el ruso sin ningún tipo de emoción—. Shin, ayúdame a trasladar las cosas de Yuki y Klaus. Hay que cumplir las órdenes del chico feudal.

Kenshi se detuvo, se giró de nuevo.

—Uh, no. Ellos se quedan, tú eres quien va fuera.

—¿Y cómo pretendes que Yuki mejore si es él quien está a cargo de él? —preguntó Shin, ceñudo.

—Oh, como si fuera el único doctor competente en el mundo, Shin.

—Vladimir es el único que puede hacerlo—

Fue interrumpido por Kenshi.

—A no ser... —Miró a un lado, un ligero nuevo brillo apareciendo en sus ojos. A Shin no le agradó verlo—...que acepte un trato conmigo —completó, volviendo la vista a ambos hombres.

Vladimir arqueó una ceja.

—Te escucho...

Kenshi levantó un dedo, moviéndolo en negación al tiempo que hacía un sonido en la misma forma.

—Mañana. —Observó a Shin—. A solas, sin metiches. Sé libre por hoy. —Sus ojos volvieron al ruso, y caminó lento hacia él, sin apartar su mirada de los azules, sonriendo ladinamente—. Hasta entonces. —Y siguió de largo, pasando por su lado y salir del dojo.

Shin le susurró al ruso.

—Ten cuidado.

El mayor se quedó mirando la silueta de Kenshi mientras se alejaba. Era una lástima que el uniforme de Kendō ocultara tanto su figura.

—La única razón por la que quiere hablar conmigo es para evitar que Klaus se vaya. ¿Viste su reacción cuando dije que me los llevaba?

—Sí, pero hay algo allí que me da mala espina. —Shin se alzó de hombros y se dio la vuelta para marcharse—. Vamos... No sé, pero a veces puede ser traicionero... O quizás solo lo sea conmigo. A Yuki tampoco parece caerle bien, y hay rumores de su promiscuidad rondando por el pueblo.

Vladimir arqueó ambas cejas.

—Así que promiscuo... Creo que tendré la ventaja en cualquier trato que quiera proponerme.

Shin cabeceó negativamente.

—Solo ten en cuenta lo que te digo —habló—. ¿Te acompaño al bar? —preguntó luego de suspirar—. Ya Yuki pidió el día libre.

—Lo tendré en cuenta —le aseguró—. No hace falta que me acompañes, puedo regresar por mi cuenta, tengo mucho más que investigar. ¡Las horas del día no alcanzan para un científico! —dijo con entusiasmo, teniendo su maletín en mano se desvió del camino de Shin para ir a la puerta principal.

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El resto del día Vladimir lo pasó en un estado de emoción constante. Con cada nuevo descubrimiento o idea, se emocionaba por querer saber más y también estaba intrigado por la charla que tendría con Kenshi. Si jugaba bien sus cartas, podría tener todo lo que quisiera... Se relamió los labios ante la idea.

A la mañana siguiente llegó a la casa feudal. Hizo el chequeo necesario a Yuki, y cuando iba saliendo de su cuarto los gemelos ayudantes de Kenshi lo interceptaron para escoltarlo a la oficina.

Unos suaves toques en la puerta le indicaron a Kenshi la llegada del ruso. Fue Kuma quien abrió la puerta.

—El extranjero ha venido a verle —dijo el gemelo en un inusual tono formal.

Kenshi levantó la mirada de unos documentos que leía, enrollándolo y dejando entrever una pequeña sonrisa. Al darse cuenta de ello, de lo mucho que le hacía recordar a su padre –bastantes veces soportó verlo haciendo eso– la mueca se borró de su cara, regañándose por ello en su interior.

—Que pase. —Sus palabras salieron en japonés—. Kuma, Kaoru y tú vigilen. No quiero a personas indeseadas escuchando. —Le envió una mirada indicando a quienes se refería.

El par asintió, saliendo de la oficina y cerraron la puerta quedándose cerca. Vladimir desdeñó un poco el tener que sentarse en un cojín en el suelo pero de todos modos lo hizo.

—Kenshi Ottori —dijo el ruso en voz alta, saboreando el nombre con ese acento profundo.

—Puedes robarme el nombre si así lo deseas. —Se burló Kenshi—. Vamos a lo que vienes. En realidad representas un estorbo. De todas las formas posibles. Si no fuera por ti… —Silencio—, Yuki estaría muerto. Pero…, teniendo en cuenta que debido a ti Klaus es como es, considerando la mucha ventaja que se puede obtener de él, y que seguramente para ti representa un orgullo científico, no le dejarías marchar. Ya ayer lo demostraste al pretender marcharte con él… y la carga de Yuki. —Rodó los ojos, restándole importancia—. Klaus está ahora bajo la protección del Emperador, bajo su entera custodia, por lo que llevártelo a Rusia no te será fácil. No obstante, te propongo… —Kenshi delineó la mesa frente a él con un dedo— que te deshagas de Yuki, y podrás obtener la ayuda necesaria para devolver a Klaus a tu amado país. —Su voz destilaba ironía.

El pelinegro arqueó las cejas. En verdad Kenshi pensaba que lo tenía con la espalda contra la pared. Porque el joven no estaba consciente del profundo odio que le tenía Klaus y que la única manera de que el chico se fuera con él era llevándose a Yuki. Por otro lado, la custodia de Klaus estaba a disposición de Vladimir legalmente y, emperador o no, era imposible hacer algo en su contra. Más derecho tenía Vladimir sobre Klaus que todo Japón por un simple papel donde se le otorgaba la custodia... Pero Kenshi no tenía que saber nada de eso.

—Por lo que tengo entendido, Yuki es un leal samurái que incluso batalló en el ataque resultando herido para proteger a su líder. ¿Por qué lo querrías muerto?

—En realidad…, no es tu problema. —Se puso en pie de forma elegante. Comenzó a caminar alrededor de la mesa, y de Vladimir a la vez—. Que inoportuno eres —lamentó— Si no hubieras llegado, con grandes posibilidades hubiera muerto por la herida… No quiero a Yuki fuera de mis terrenos, de Hiroshima o Japón. —Se detuvo a su lado—. Es bajo tierra donde quiero que esté. Así que… puedes hacer algo al respecto… o sufrir las consecuencias si te sigues entrometiendo.

Siguió a Kenshi con la mirada, los ojos azules recorriendo cada pliegue de la tela intentando adivinar la figura del menor.

—Tus métodos fueron muy obvios, incluso el peor médico de tu arsenal se hubiera dado cuenta del envenenamiento. Necesitas utilizar un método más sutil.

—¿Envenenar? —negó. Era una completa mentira y lo sabía, nadie había logrado encontrar los rastros de venenos antes, pero le divertía el intento—. Yo no tuve nada que ver con eso. Por si no lo sabes, solo llevo dos días de estar aquí. —Se inclinó, y al hacerlo, había quedado muy cerca de él, con solo un paso de distancia entre ellos. Sonrió—. Créeme…, ni el más experimentado en químicos notaria algo si yo mismo lo estuviera envenenando. ¿Te gustaría que hagamos la prueba? —Había una leve amenaza en su baja voz.

—Sería interesante —le dijo en un tono bajo también, provocándolo—. Pero volviendo a la propuesta inicial... Puedo deshacerme de Yuki...

Kenshi entrecerró los ojos un poco.

—¿Pero…?

—Te tengo una condición —Sonrió el ruso—. Quiero algo a cambio.

La expresión de Kenshi fue seria, callándose por un minuto. Mirando más allá de él, pensativo, humedeció sus labios antes de dar un asentimiento.

—¿Qué cosa?

—A ti. —El hombre se levantó del cojín, dándose el lujo de ver a Kenshi desde otra perspectiva—. Te quiero a ti.

El japonés tuvo que morderse el labio para no reírse, aún en cuclillas, poco a poco erguiéndose. Vaya con tal pedido. ¿En serio era eso lo que pedía a cambio? Tosió. Puso los brazos en jarras.

—Vaya, vaya. Que inesperado. —Se le escapó una pequeña risa—. Así que ese sería el trueque…, si lo aceptara. —Aclaró—. Sin embargo, debo decir que yo… —comenzó a dar nuevas vueltas a su alrededor, lento, acechando, recorriendo todo el cuerpo del otro con su mirada— valgo algo más que eso, ¿sabes? —Se detuvo frente a él—. Podrías obtener otra cosa más adecuada a lo que vale la vida de un simple samurái.

—Tu cuerpo por la vida del castaño. —Se mantuvo firme—. No estás sacrificando tu título ni tu posición, sólo tu cuerpo. Es un trueque muy simple y bastante barato, diría yo.

Un ligero brillo de molestia atravesó los ojos negros de Kenshi.

—Exactamente. ¿En verdad crees que mi cuerpo vale igual que su vida? —Hizo un sonido negativo—. Deberás pedir otra cosa, o dar algo más para igualarlo. —Avanzó un paso— Yo…—otro—, …no soy… —y un último, una palma separándolos nada más, su rostro alzándose un poco para verlo, su mano subiendo hasta tomar su mentón—…igual a los demás, Volsk. —Su pulgar rozó el labio inferior—. Para nada.

Vladimir apresó la muñeca de Kenshi, inclinándose hacia adelante con el pelinegro intentando retroceder lo cual impidió apretando su cintura con el brazo libre, sus rostros quedando a un palmo de distancia.

—Precisamente por eso es que te deseo —dijo en un tono ronco sobre los rosados labios, haciendo que sus alientos se entremezclaran y una corriente eléctrica les recorriera la piel.

Kenshi se recuperó de la sorpresa y la sensación tan rápido como pudo, volviendo a tener control sobre sí mismo, la sacudida que serpenteó por todo su cuerpo y la velocidad de los latidos dentro de su pecho. Algo le decía que estaba entrando en un peligroso juego.

—Suelo causar ese efecto —susurró, un atisbo de sonrisa divertida en sus labios—. Aunque…, en caso de que aceptara…, debo advertir que no soy fácil de complacer. —Acercó su boca, y solo cuando estaban a punto de tocarse con la otra, la alejó, jugando—. Me aburro muy pronto. —Le observó—. ¿Crees estar a la altura?

El mayor sonrió presuntuoso.

—Tendrás que comprobarlo. —Le tentó, acercando sus labios al lóbulo de la oreja, no mordió ni lamió, solo se quedó ahí sintiendo el estremecimiento de Kenshi por sentir sus labios tan cerca de ese punto sensible—. Dicen que los zurdos son muy creativos en el sexo. —Para demostrarlo, movió la mano izquierda con la que sostenía la muñeca a Kenshi, dándole una lánguida caricia, sus uñas apenas raspando la blanca piel del antebrazo.

Cerrando los ojos y saboreando la sensación, un pequeño jadeo escapó de entre los labios de Kenshi. Sonrió, separándose solo lo justo para verlo.

—¿Una pequeña prueba? —No permitió respuesta cuando juntaba sus labios con los ajenos, la mano libre y que se había apoyado en el brazo de ruso deslizándose por su hombro hasta alcanzar la base de la nuca, enterrándose luego el negro y pulcro cabello que hacía rato quería revolver.

Volsk no perdió el tiempo. En cuanto sintió los labios de Kenshi correspondió el beso con la misma intensidad, mordió suavemente el labio inferior y con esa pequeña treta adentró su lengua en la pequeña boca, su mano izquierda enredándose en el cabello de Kenshi para impedir que se alejara y al mismo tiempo sentir los suaves mechones entre sus dedos. Era simplemente intoxicante. Enredando su lengua con la del ruso, Kenshi ahondó en su boca, luchando por tener el control del beso, su cuerpo arqueándose en busca de más contacto, más roces. Fue pidiendo más, queriendo más, sus dientes chocando en el abrasivo beso, sus respiraciones erráticas. Entonces se detuvo, jadeante, un delgado hilo de saliva uniéndolos aún.

—Nada mal —murmuró, con su lengua lamiendo el labio inferior del otro, mordiendo suavemente luego—. Bien…, supongo que serás una buena distracción… —Su dedo índice rozaba la mejilla izquierda de Vladimir—. Solo hasta que me canse de ti.

—Es un trato —zanjó el mayor, volviendo a apoderarse de la boca de Kenshi. Así continuaron luchando por el control, desarreglando sus ropas y arrancándose mutuos suspiros y gemidos hasta que, lamentablemente, la siguiente cita de Kenshi llegó. Tenía una reunión pendiente.

El menor se separó, colocando sus ropas en orden, aunque cuando miró a Vladimir, lo dejó un poco de lado para ayudarlo con la suya.

—Dile a uno de los gemelos que te guíe a mi habitación esta noche —murmuró—. Y presta atención al camino, o podrías perderte —avisó divertido, recordando a otros que sufrieron ese destino. Al acabar, se alejó para volver tras su escritorio, terminando por ponerse presentable.

Le miró goloso desde su posición. Todas las cartas a su favor.

—Te veré esta noche. —Con una última mirada se separaron. Cada uno volviendo a su quehacer, sin ser realmente conscientes, anhelando la noche.


Nota Editora: En conmemoración a los 100 "Me gusta" en la página de Facebook, hoy daré este capítulo y el anterior para ustedes. Se supone que estarían disponibles un par de horas antes, pero bueno, la patria y sus racionamientos de luz. Disfruten y no olviden dejar sus comentarios que siempre nos animan a seguir.