Capítulo 15
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La carta que le envió Angie a Klaus le llegó varios días después. La demora del correo, más el viaje intercontinental a otro país tomaba mucho tiempo. Por eso cuando la carta llegó a sus manos, Klaus se sorprendió mucho, era la primera vez que recibía correo y más de un japonés lo notó. Yuki se había sentido muy exhausto los últimos días, muy cansado y dormía casi todo el tiempo. Le faltaban energías hasta para levantarse. En esos momentos Jim le estaba cuidando por lo que no se preocupó, no mucho... Con ese pequeño tiempo a solas se sentó en el estanque de peces Koi, cubierto por unas cuantas capas de ropa y una bufanda gruesa para leer la carta de Angie.
Pero su tiempo a solas no duró mucho, pues saliendo de la cocina con un tokiyaki iba Shin. Se le acercó, partiendo el dulce en forma de pescado por la mitad y extendiéndole una de ellas a Klaus.
—Hey, dragón… ¿gustas? Están buenos.
Volteó a mirar a Shin, luego el dulce. Klaus lo olisqueó un poco no encontrando nada raro en él para luego aceptárselo, le parecía curioso que casi todas las comidas de Japón fueran dulces. Incluso el arroz llevaba un punto de azúcar.
—Gracias —comentó distraídamente. Volvió su vista a la carta, intentando descifrar qué decía la parte que estaba toda tachonada.
Shin se sentó a su lado, y mordisqueó un pedazo del dulce.
—¿Qué es eso?
—Una carta —dijo como obvia respuesta. Dejó de intentar descifrar lo que decían los tachones, Angie malgastó mucha tinta intentando cubrir bien sus palabras—. Llegó esta mañana.
—¿Una carta? —Sonaba sorprendido—. ¿Quién te escribió una carta? ¿De qué es? —Se inclinó para intentar leer—. Qué pésima letra…, aunque la de Vladimir es ilegible excepto para él…
—Creo que es parte de la carrera de médico, hacen curso intensivo de jeroglíficos —le burló Klaus, siguiendo la broma de Shin—. Es de Angie. No ha logrado recaudar información importante sobre los americanos, algunos movimientos menores pero nada de un ataque a gran escala.
—¿Angie? ¿Dónde está ella, está en América? —Le arrebató la carta a Klaus, intentando leer algo—. Demonios, ella también debió tomar el mismo curso de jeroglíficos pero reprobó. Apenas logro entender algo aquí… ¿Qué dice exactamente?
—Justo lo que te acabo de decir. Ella no es de escribir cartas, ésta es la primera que recibo de ella. —Estiró la mano para que le devolviera la carta—. ¡Shin, dámela!
—¿Desde qué parte de América viene esto? ¿Dónde están los sellos postales? —Buscó con la mirada el sobre. Aún tenía la carta en su mano.
—¡Shin! —reclamó el menor, intentando con más ahínco que le devolviera el papel—. ¡No es asunto tuyo! Dame la maldita carta. Se supone que no debes leer correspondencia ajena.
El castaño le apartó, pero ese movimiento le permitió ver el sobre en el que había venido la carta, arrebatándosela y dándole la carta a la vez.
—¡Ajá! —Se puso en pie, revisando el frontal del sobre dónde venían los sellos.
La parte de atrás de la carta tenía tantos sellos de cambio de dirección que era difícil saber cuál era el de origen pero la inconfundible estampilla de San Diego, Estados Unidos, reveló el lugar original del envío.
—¡Deja la maldita obsesión! —le gritó al castaño, harto de la misma cantaleta con Angie—. ¡Ella no me envió esto para que cayera en manos de un idiota obsesivo!
Shin le miró.
—Exacto. Por eso es que lo voy a guardar, para evitar que caiga en esas manos. —Le guiñó un ojo, dando un último mordisco al dulce y dándose la vuelta para marcharse al tiempo que guardaba dentro de su ropa el sobre.
El pelinegro siguió a Shin de cerca.
—¿Qué pretendes con esto?
—¿Cómo que qué? Ir allá, por supuesto —respondió como si no fuera lo obvio, chupándose los dedos por el dulce—. Tengo que contactarme con un amigo, tiene un barco… —decía para sí mismo.
—¿Qué? —Se paró frente al castaño deteniéndole el paso—. ¿Estás loco? La carta claramente dice que Japón es más seguro, ¿y tú quieres ir directo a territorio enemigo? ¡Estás demente! Además, Angie no va apreciar para nada el que quieras buscarla.
—Tampoco es como si fuera a cargar con un cartel diciendo: « ¡Hey, mírenme, soy japonés! Péguenme un tiro.» —Rodó los ojos—. Y tengo que hacerlo, me debe respuestas. —Le hizo a un lado para seguir su camino.
—Eres lo suficiente estúpido y llamativo sin necesidad de un cartel. Todo tú dice "¡Mírenme!". —Continuó siguiendo al mayor, no lo iba a dejar tan fácil—. ¿De qué respuestas hablas? Angie no te debe nada. ¿Crees que por acostarte con ella una noche ya te debe algo?
—¿Qué harías tú en mi lugar, si se tratara de Yuki? ¿En verdad lo dejarías pasar y te olvidarías de eso? El sexo apenas representa algo, no soy tan superficial. —Shin se detuvo al darse cuenta de algo—. Maldición, me tomará un par de días dar con el capitán… —Se dijo. Suspiró, y reanudó su marcha—. Deja de seguirme como un mocoso, Klaus. Nada de lo que digas hará que cambie de parecer.
—¿Aún si te digo que nunca podrás obtener lo que buscas? —le dijo con voz triste, suficiente alto para que Shin le escuchara y se detuviera—. Ella no puede corresponderte. Otros antes que tú también pensaron como tú pero simplemente no es posible. —Él jamás conoció a esos otros hombres pero Angie le había confiado esas anécdotas, en esa época en que preguntaba con imprudencia queriendo conocer a esa misteriosa mujer que había abandonado su humanidad.
Shin le miró por sobre su hombro.
—Pero yo lograré la diferencia. Recuérdalo. —Y continuó. Tenía un capitán que contactar.
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Klaus no fue el único que recibió correo. A tempranas horas de esa mañana, un ligero toque se escuchó en la habitación de Kenshi, alguien tocando su puerta. Estaba aún acostado, Vladimir con él, pero se hallaba acostado sobre el ruso. Odiaba levantarse temprano, y más aún cuando venían a despertarlo, y peor todavía debido a su ligero sueño. Podría dormir por muchas horas, pero el mínimo ruido le despertaba… como aquel. La persona que le vino a despertar tendría que tener muy buenas razones para hacerlo, ahora que su padre no estaba y hasta ahora no había nada del que debía encargarse.
Gruñendo, se levantó, apenas arreglando su ropa y arrastrando los pies. La débil punzada que comenzó a sentir entre sus nalgas aumentaba su mal humor y espantaba más su sueño. Para cuando abrió la puerta y se topó con uno de los gemelos, estaba con una nube negra sobre su cabeza, el ceño fruncido y bien despierto.
—Kaoru…, espero que sea importante.
El gemelo ya conocía los modos de Kenshi, por lo que no se inmutó ante el mal humor matutino.
—Es una carta de Fujiwara-sama. Llegó hace poco. —Le extendió una bandeja de plata con un pergamino enrollado pulcramente con el sello del emperador.
Un nuevo gruñido salió desde su garganta, pero Kenshi tomó el pergamino.
—¿Se ha marchado el mensajero? —Cuando no era así, es porque debía entregar una respuesta.
—Lo ha hecho —confirmó el joven con respeto—. Inmediatamente después de entregar todas las cartas.
—Así que no fui el único con correo, eh —inquirió, disponiéndose a desenrollar el pergamino y ver qué demonios quería el vejete ahora.
—Incluso Klaus-kun recibió una carta —comentó como de pasada pero sabía que a Kenshi le interesaría ese dato—. Todos los demás hablan de eso. Es la primera que recibe desde que llegó.
Kenshi se detuvo en plena acción de comenzar a leer el contenido de la misiva, levantando la mirada. Enarcó una ceja.
—Así que Klaus también, ¿no? Hmm. —Miró más allá del gemelo, pensativo, su atención puesta momentáneamente en esa información. Bajó la voz—. Ya veo… Traten de averiguar algo sobre eso, Kuma y tú… Quién lo envió y qué contiene…
—Difícil —contestó Kaoru.
—Muy difícil —le secundó Kuma quien asomó la cabeza por la puerta, el resto del cuerpo escondido tras la pared.
—Shin-san discutió con Klaus-kun en la mañana y ahora es él quien tiene la carta —terminó por reportar Kaoru acomodándose los lentes.
Kenshi parpadeó mirando de uno a otro. ¿Kuma había estado ahí también? Condenado… y no pudo más que bufar una risa. Por eso le gustaban, además de sus travesuras y ser sus ojos y oídos donde él no estaba. Pero, por otra parte, ese detalle no le sorprendía.
Sonrió.
—Oh, ¿así que lo tiene Shin? Perfecto. —La mano que sostenía el pergamino bajó—. De Shin me encargo yo. ¿Algo más? ¿Qué tal el samurái enclenque?
—Débil —respondió esta vez Kuma—. Apenas logra levantarse de la cama para ir al baño, siempre siendo ayudado por el alemán.
—Nunca se despega de su lado —completó la información Kaoru.
—Entonces solo necesitaría un empujón… —dijo a nadie en específico. Asintió—. Bien, retírense. —Iba a cerrar la puerta pero se detuvo, alzando un dedo hacia ellos—. Y a la próxima, a no ser que la casa esté en llamas…, no me despierten. Dejan este tipo de cosas en el escritorio —añadió, señalando el pergamino—. Ah, y… quiero un baño tibio… —A cada movimiento le punzaba el culo. Era insoportable—. Vayan.
Ambos asintieron, cerrando la puerta de la habitación. Los tres sabían que no importara la orden que dijera Kenshi, ellos lo iban a seguir despertando si era necesario. Para cuando llegó a la cama, Vladimir lo esperaba despierto. Él de por sí no dormía mucho y era de sueño muy ligero, como Kenshi se despertaba con cualquier cosa. Estaba acostado en la cama, con los brazos tras la cabeza exhibiendo el blanco torso, lo único que cubría su desnudez era el cubrecama.
—¿Correo?
—Correo. —Se golpeó el mentón con el borde del pergamino, observándolo intensamente y sonrió—. Mmh. He de considerarme afortunado: no todos los días tengo a un atractivo europeo desnudo en mi cama. —Un ligero tono de burla se podía notar en su voz, suspirando dramáticamente y enfocándose en leer la misiva recibida.
—Deberías aprovechar. El atractivo europeo tiene trabajo que hacer —comentó divertido. Vio la carta que tenía Kenshi en la mano reconociendo a un lado la marca del sello imperial—. Alguien tiene correspondencia importante. ¿Qué dice?
Pero Kenshi no respondió, y su expresión divertida fue desapareciendo, volviéndose apática y hosca. Un resoplido salió de su boca, y poco antes de cerrar el pergamino, rodó los ojos, mascullando algo en japonés. Se fijó en la luz que entraba por la ventana, calculando la hora. Marchó hacia su armario.
—Lamentablemente, no esperes encontrarme esta noche, ruso, al menos hasta mañana por la tarde. —Volteó a verlo, el atisbo de una expresión alegrada mostrándose en su rostro—. Pero no te preocupes, encontraré divertidas formas de pensar en ti estando fuera. —Su tono daba a entender la clase de formas a las que se refería, regresando para buscar un cambio de ropa y un extra.
—¿Fuera? ¿A dónde vas? —Vlad también se puso serio, frunciendo el ceño. Tomó el yukata que siempre le dejaban los gemelos, poniéndoselo descuidadamente y salió del lecho—. ¿Qué decía la carta? —Volvió a preguntar.
Kenshi alzó la vista al cielo, pidiendo clemencia. Giró hacia Vladimir.
—Mira, ruso, vamos a dejar claro algo: ni te intereses por lo que hago, ni yo por lo que tú haces. Según tus palabras ayer, esto entre nosotros no tiene nada que ver con lo que hago yo soy, solo mi cuerpo hasta que cumplas tu parte. —Guardó la carta dentro de su ropa—. Repito, voy a salir y llego mañana por la tarde. Estoy seguro de que puedes sobrevivir un día sin follar. —Sacó la prenda que había estado viendo, y otra cualquiera.
Vladimir no estuvo de acuerdo. Aún si era un burdo acuerdo el que los unía, Vlad sentía muchas cosas cuando estaba con Kenshi y que éste lo despachara como si fuera un cualquiera, ¡que atrevimiento!
Se cruzó de brazos resoplando.
—Bien. Como quieras. Cualquier otra puta servirá para satisfacerme —le dijo con un tono enojado, dándole la espalda para poder ponerse los pantalones
—En el pueblo hay una chica llamada Saori, es muy buena. —Le miró—. Podrías decirle a Shin que te la presente. —Cogió un cambio de ropa, llevándose uno de los yukatas que había sacado y caminó a la puerta, se giró—. O si no, hay otros que hacen un buen trabajo de igual manera. —Pensativo, su mirada se perdió en algún punto del techo, sonriendo como si recordara algo agradable al tiempo que acomodaba mechones de su cabello que sentía enredados. Bajando la mirada, se fijó en él—. Que te diviertas también, Volsk. —Le guiñó un ojo, abriendo la puerta para ir a su baño caliente.
¡Pequeño mocoso descarriado! rabió Vlad en su interior. Tenía ganas de estrangular al renacuajo, cogérselo tan duro que no recordaría ni su nombre y luego lo estrangularía. Más le valía que nadie lo tocara o habría consecuencias. A él no le agradaba compartir saliva con terceros.
Murmurando obscenidades en ruso, continuó vistiéndose, tenía que volver a la habitación en que se estaba hospedando y seguir buscando una cura para su paciente. Yuki se debilitaba cada vez más y no era obra suya. No podía dejar que semejante avance científico se le fuera de las manos.
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Kenshi marchó en carruaje una hora después, dejando leves órdenes y tan solo se despidió de los gemelos. No dio una segunda mirada a Vladimir cuando le notó, indiferente. Solo montó en el carruaje y el cochero emprendió el camino, fuera a dónde sea que debían ir.
Yuki había despertado con un poco de calentura y nauseas, costándole horrores a Jim hacer que ingiriera algo de alimento. Para la media mañana se la pasó durmiendo hasta que dieron la 1 de la tarde, donde recibió la visita de Vladimir aunque apenas prestaba atención a lo que decía. Ese día no se encontraba tan aceptable como los otros. Aunque su debilidad no había aumentado, no tenía gran apetito, más bien se obligaba a comer pero eso le ganaba las nauseas; Sabía que tenía que hacerlo por el bebé, no obstante, era una lucha terrible.
Shin había salido también, ya que no estaba por ningún lado de los terrenos y ni siquiera Jim supo a dónde fue. Apenas se enteró que Kenshi marchó de igual manera ante una citación del Emperador. Suspiró. Ayudó a Yuki en un baño tibio que le relajó luego de la consulta con el ruso, le hizo comer un poco de sopa de miso, con un bol de arroz y tempuras –lo único que podía comer, ya que rechazaba el sashimi o el pollo– antes de marcharse y dejarle con Klaus.
—No recuerdo… —comenzó, estirándose un poco en el futón— qué dijo Volsk… ¿dijo algo importante…?
El alemán se acercó a Yuki, acariciando las hebras castañas. En la mañana le trenzó el cabello para que no se le ensuciara cuando tuviera ganas de vomitar.
—Dijo que aún no daba con tu diagnóstico. Teme que te debilites demasiado. —En su interior también lo temía, él sabía que si esta condición se postergaba mucho más podría morir de inanición—. Las nauseas son parte del malestar del primer trimestre de embarazo, igual que algunos males menores como la calentura y el dolor de cabeza ocasional pero hay otra cosa que te está quitando fuerzas.
Yuki tomó la mano de Klaus entre las suyas, con sus dedos acariciando el dorso, el interior, los largos dedos y las uñas. Luego se la llevó a sus labios, dejándole un beso en la palma. Exhaló aire.
—¿Y si…no llega a dar con él…? —Sus labios se movieron contra la palma cuando habló.
—Lo hará. —Se apresuró a responder Klaus, inclinó su frente contra la de Yuki hablando en susurros—. Puedo odiarlo todo lo que quiera pero no puedo negar que es excelente en su trabajo... Llegará a una solución.
Los ojos castaños recorrieron cada tramo de su rostro, demorándose en los reptilianos ojos que provocaban en él como una hipnosis, un hechizo atrayente. Estiró su cuello, levantando la cabeza unos pocos centímetros de la almohada, lo suficiente como para que sus labios alcanzaran los de Klaus. No fue un corto beso, su mano fue tras la nuca del alemán, volviendo a acostar la cabeza al tiempo que atraía la de Klaus, sin interrumpir el beso, degustando sus labios e introduciendo su lengua cuando tuvo la oportunidad.
Klaus correspondió enseguida, la mano del pelinegro enredándose en la trenza del mayor acercándolo más, ayudándole a mantenerse en esa posición. A pesar de estar literalmente día y noche juntos, no se besaban mucho, Klaus no quería exigirle nada a Yuki menos estando en ese estado pero justo ahora, estando los dos envueltos en los brazos del otro, compartiendo ese íntimo momento, se permitió el pequeño capricho de saborear la dulzura de Yuki.
Por un momento Yuki temió que Klaus le apartase, sabía que él estaba débil. Sin embargo, no podía negar lo mucho que le extrañaba, algunas veces despertando durante las noches para volver a quedar dormido después de haberle contemplado por minutos, horas, atreviéndose en varias oportunidades a pasar su mano por sus mejillas, como lo hacía ahora, su cabello, rozar sus labios. Exhaló, acompañado de un ligero sonido ahogado por el beso. Los pequeños besos que se habían llegado a dar en ese tiempo no servían para menguar su nostalgia, ya habiendo olvidado la embriagada sensación de su lengua haciendo contacto con la bifurcada de Klaus, algo bizarro y fascinante.
A pequeños besos se separó, viajando a su mejilla, y así llegar cerca de su oreja.
—Klaus… —Su voz era muy baja—, necesito… —Sus mejillas ardían un poco—. Quisiera…que hiciéramos el amor… —Alejándose un poco, le miró—, por favor… —Dio un beso—, lo necesito…
El menor se separó un poco de Yuki, solo un poco para poder mirarlo correctamente.
—Yuki... No creo que... No sé si pueda —murmuró bajando la mirada, sintiéndose avergonzado—. Estás tan...por mi culpa. ¿Y si te hago daño?
—No lo harás…, lo sé… Y podré soportarlo…, de verdad. —Yuki estiró la mano para así tocar su mejilla—. Solo por hoy…, por favor…
Miró a Yuki, las mejillas sonrojadas, los labios hinchados, la mirada cristalizada por el deseo.
—Si te duele, dímelo en seguida y me detendré. —No esperó el asentimiento de Yuki, volvió a apoderarse de sus labios, los dos gimiendo de gusto cuando el beso tomó algo más de energía.
Siendo cuidadoso, el pelinegro pasó sus brazos bajo el torso de Yuki, abrazándolo contra su cuerpo, sintiendo toda la calidez de su extensión a través de todo su cuerpo. Se sorprendió a sí mismo cuando sintió su propia dureza encontrarse contra la de Yuki, a pesar de todo lo ocurrido y el conflicto emocional se sentía aliviado de reaccionar como cualquier adolescente debería hacerlo. Yuki pasó sus manos por su espalda, y apretó entre sus manos la ropa de Klaus, el ansia creciendo en su interior. Besó sus labios como si no hubiera mañana, su respiración irregular y los sonidos que salían de su garganta ofuscados por el beso. Las manos entonces soltaron la prenda, yendo hacia la nuca de Klaus, luego introduciéndose bajo la ropa, después de tanto tiempo sintiendo contra sus manos la piel tibia del menor, cuánto lo había extrañado. Quitó sus labios, que emprendieron un camino de besos desde allí hasta el cuello, sus dedos serpenteando entre sus cuerpos para ir desatando ropajes que quería quitar de en medio.
Klaus no le permitió mucho movimiento a su pareja, no quería que se cansara pero al mismo tiempo quería complacerle. Comenzó a dar besos y lamidas haciendo un recorrido desde el cuello, la clavícula el pecho –donde se demoró devorando los turgentes pezones–, el estómago donde jugó con el ombligo del castaño dejando una suave marca purpura. En su descenso fue descubriendo la piel del mayor hasta quitarle por completo el yukata. Traviesamente Yuki estaba sin ropa interior –era mejor mantenerlo así ya que el fundoshi era muy estorboso a la hora de llevarlo al baño.
Al llegar a su erección, se dedicó a hacerle una felación, deseoso de escucharle gemir de placer.
—¡Ah…! —Yuki cerró los ojos, una mano bajando hasta enredarse en la cabellera negra mientras la otra se apretaba en puño en torno a la colcha del futón—. ¡Klaus…, cielos…! —jadeaba, aquella boca tibia envolviéndolo completamente, el roce de su lengua haciéndole temblar de pies a cabeza. Los dedos de sus pies se retorcían mientras de su boca escapaban algunas palabras combinadas en japonés o inglés, o simples gemidos que no eran lo uno ni lo otro. No sabía si era por su estado u otra cosa, pero se hallaba tan sensible que ese toque le enloquecía.
Klaus gimió de gusto al sentir el sabor de Yuki en su lengua y al mismo tiempo sentir su miembro aprisionado contra el futón y su propio cuerpo. Se dedicó a lamer y chupar con gula el miembro rebosante de líquido preseminal, bajó para chupar también las bolas, con mucho cuidado de que los dientes puntiagudos no le hicieron daño.
Con una mano libre alcanzó su propio pene por entre el futón para poder masturbarse mientras continuaba dándole sexo oral a Yuki. Yuki separó los párpados, bajando la mirada hacia Klaus entre sus piernas y, ¡oh, Buda!, resultaba tan excitante ver como su erección desaparecía dentro de su boca, el falo brillando por su saliva. Para pasados unos minutos, se volvió una dulce tortura en la que fue incapaz de poder soportar.
—Klaus…, Klaus…, si sigues… voy a venirme… —Un jadeo le interrumpió, pasando su lengua por los labios resecos—. Quiero…contigo dentro de mí…
Deteniéndose de su gloriosa tarea, miró a Yuki con ojos preocupados.
—Yuki, no sé... Eso es una actividad más fuerte. —Estaba preocupado y mucho, pero tampoco podía ignorar la palpitación de su miembro y el de Yuki entre sus manos—. ¿Estás seguro? ¿Podrás resistirlo?
—Bas…, bastante bien… —Le observó—. Quiero hacerlo…
Aún medio inseguro, Klaus se levantó para quitarse toda la ropa abrigadora que tenía encima para adentrarse muy rápido bajo el cubrecama junto a Yuki, no quería perder nada de calor corporal. Entre besos se restregaron un momento más uno contra el otro. Acordándose de pronto del lubricante, Klaus lamió sus propios dedos y preparó a Yuki concienzudamente, cuando estuvo abierto y húmedo se deslizó con lentitud dentro de él, lento pero seguro llenó a Yuki con su dureza.
—Estás apretado —murmuró Klaus contra los labios de su pareja, dejando largos besos. Se movió suavemente dentro de él, sin apuros, dejando que su miembro se deslizara lentamente fuera y luego volvía a introducirse, trataba de no mover la cadera como un poseso para no hacerle daño a Yuki.
Yuki respiró hondo al momento en que Klaus entró dentro de él, y sabía que lo estaría, desde el fatídico día en el palacio imperial no había estado con nadie. Sus brazos se cruzaron por sobre el cuello de Klaus en un brazo, separando más las piernas para darle espacio. Sentirlo llenarlo completamente era tan maravilloso, tomando aire tan profundamente como si nunca antes hubiera podido hacerlo. Lo ocurrido en el baile no representó ningún problema porque este era Klaus, era su Klaus…; su cuerpo pronto adaptándose a él, sus dedos acariciaron las escamas de la espalda.
—Estoy bien… —Le dio un profundo beso—. No te contengas…
Klaus asintió gimiendo bajo contra el oído de Yuki, lo besaba y acariciaba y lo penetraba y estaba tan hambriento de Yuki, su Yuki, su más grande tesoro. Justo como lo pidió, aumentó el ritmo, lo suficiente para hacerle jadear, tuvo que cubrirle la boca para evitar que los demás escucharan esos magníficos gemidos. El pene de Yuki se frotaba entre el vientre de Klaus y el suyo con cada envestida del pelinegro, sus cuerpos completamente en contacto.
—Se siente tan bien.
Yuki quería decir lo mismo, aunque la mano de Klaus tapándole la boca lo evitaba. Pero sí, se sentía tan malditamente bien. Klaus golpeaba a cada penetración su próstata enviándole tales corrientes que sacudían cada parte de su ser. Era más intenso, mucho más intenso. Una de sus piernas se alzó hasta rodear la cintura de Klaus, sus manos recorriendo todo el torso del alemán, rozando su propia erección, acariciando cada trozo de piel escamosa.
El sonido de las pieles chocando, de los jadeos ahogados se oía dentro de la habitación. Yuki se sentía al límite, sin poder soportarlo, y no fue sino hasta un par de penetraciones después que se corrió, manchando su propio pecho con su semen.
Klaus gimió con fuerza al sentir como el interior de Yuki le apretaba, terminó por correrse, gimiendo su orgasmo contra el cuello del castaño dejándole una marca de beso bastante vistosa. Ambos se quedaron lánguidos un sobre el otro, acostados sin poder o querer moverse todavía hasta que sus respiraciones se regularan un poco.
—Eso fue... —Dejando de aprisionar la boca de Yuki, se dedicó a acariciar sus labios con la punta de sus dedos.
El castaño movió un poco sus labios para atrapar uno de los dedos, dejando un beso antes de soltarlo, jadeante. Su pierna se deslizó de la cintura de Klaus hasta caer sobre las de él, pero mantuvo el abrazo con el que se aferró a su figura, no queriendo que se separara ni un poco de él.
—Quédate así…, solo así… —Sonrió perezosamente, mirándolo con ojos entrecerrados. Tomó aire, lo retuvo y dejó salir con lentitud—, un rato… ¿sí…? Ha sido…más intenso que otras veces… Creo que estoy más sensible. —Hablaba en pequeños intervalos, tomando aire para continuar.
—Tengo que admitirlo, estuvo increíble. —Tomó el cobertor y se cubrió hasta el cuello junto con Yuki—. Se sintió...tan bien y tú, tú eres increíble. —Sintió el pecho del castaño intentando respirar hondo y las pulsaciones rápidas—. ¿Estás bien? —preguntó preocupado, levantando la cabeza para detallar a Yuki y su embobada sonrisa.
Yuki asintió.
—Muy bien…, solo algo cansado…, como siempre. —Colocó una mano tras la cabeza de Klaus para acercarlo y así dejarle un beso tierno—. No te preocupes…, estuvo más que increíble… Solo debo descansar un poco…
Volvió a recostar la cabeza en el hombro de Yuki, no muy seguro. El mayor se fue quedando dormido lentamente como siempre con Klaus velando su sueño. Pasó un buen rato vigilando que en verdad estuviera bien hasta que él mismo sucumbió al sueño, quedándose dormido abrazado a Yuki.
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Kenshi llegó al atardecer al castillo imperial en Kyoto, siendo escoltado por unos sirvientes al salón donde discutieron con el Emperador su padre y él la vez anterior. Se hospedaría en algún lugar cercano. El Emperador no dio hospedaje, solo lo citó y conocía bien al viejo como para saber que tampoco le dejaría pasar la noche allí. De igual forma, él podría cuidarse bien solo sin la ayuda de cualquier otro sirviente. Antes de entrar al salón respiró hondo, adoptando su papel como tenía que hacerlo e irrumpió en la estancia, donde Fujiwara lo esperaba sentado en la mesa.
Hizo una profunda reverencia.
—Su Majestad —saludó.
El hombre levantó la mirada de los papeles que leía. Como siempre iba vestido impecable con un yukata perfectamente arreglado y de la más alta costura, a un lado de los papeles estaba una taza con oloroso té verde. Al ver a Kenshi le hizo una seña para que se sentara.
—Es bueno verle, joven Ottori —le contestó como recibimiento el hombre— Entiendo que tengas tareas de las que encargarte pero no se podía postergar por más tiempo esta reunión. Ahora sin tu padre, todos nuestros planes deben ser adelantados. Espero comprendas. —No es como si Kenshi tuviera mucha opción, la decisión ya estaba tomada sólo estaban cumpliendo el protocolo por pura formalidad.
Kenshi se sentó donde le indicaron, asintiendo solemnemente. Por dentro, gritaba de frustración.
—Sí, Su Majestad, lo comprendo perfectamente, lo esperaba venir ante la desafortunada partida de mi padre. ¿Cómo se encuentra Su Alteza la princesa?
—Espera ansiosa el día de su enlace. —Un sirviente se acercó para traerle una taza de té, igual a la de Fujiwara, a Kenshi—. Fue criada para estar junto a su marido y cuidarlo como toda una joven japonesa tradicional. Por supuesto se sentirá complacido con esto.
—Y honrado, debo añadir, de ser enlazado con una joven como ella —dijo en una leve inclinación—. Debido a que debemos adelantar la fecha del casamiento, ¿cuál será el día señalado?
—No debe preocuparte eso todavía. —El mismo sirviente que le sirvió a Kenshi trajo unos dangos como bocadillo y sirvió más té verde a Fujiwara, una hojita de té flotó en la superficie del líquido—. En cambio hay que enfocarse en tu próximo ascenso a Señor Feudal de Hiroshima. Espero ya esté todo preparado.
Kenshi se contuvo de gruñir. No le gustaba no saber cuándo iba a casarse. Si la boda era pronto y Yuki seguía vivo para entonces, tendría que deshacerse de un atractivo y altamente erótico europeo también, lo cual sería un desperdicio. Se contuvo de suspirar también.
—Lo está, Su Majestad. Inclusive todo relacionado con el Darality.
Fujiwara asintió en aprobación, se dio cuenta de la hoja de té en su bebida y sonrió antes de beberla.
—La buena fortuna nos sonríe, joven Ottori-kun. —Releyendo los avances de sus tropas y algunos reportes de los puertos, se acordó de algo importante—. Qué hay del extranjero que mantienes en tu casa... Eh... ¿Kal...Klaus-kun?
El joven asintió.
—Sigue allí aún, Su Majestad, cuento con la suerte de que aún con la falta de mi padre, él no haya marchado. —Por ahora, se dijo. Si Volsk completaba su trato, no le importaría tanto si se lo llevase. Sonrió.
—Me alegra oírlo. He escuchado anécdotas de cómo el extranjero se desenvolvió en la emboscada en la que murió vuestro padre —dijo el Emperador—. Es una lástima que no haya podido salvarlo de la muerte.
Kenshi no dijo mucho respecto a eso, pero asintió en un gesto que indicaba su simpatía con las palabras del hombre.
Las siguientes horas se discutió los procesos de la ascensión de Kenshi y la ceremonia del mismo. El menor estaba consciente de las cosas que implicarían ser un señor feudal; tomaría el dinero de los pueblerinos a base de impuestos altísimos y tiranías, como había hecho su padre y estaba haciendo el resto de terratenientes que habitaban otras regiones. Kenshi quería el poder, quería la gloria, pero en un momento de su pasado, a través de una persona tan especial para él y que ya no estaba, comprendió que no era el camino que deseaba tomar.
Esa persona sufrió las penurias de una tiranía desde muy pequeño…
Razón por la que iba a cambiar un par de situaciones. Kenshi era visionario, y divergente. Como señor feudal, no debería estar continuamente relacionándose con los vasallos, yendo al pueblo, pero lo hacía. Le gustaba enterarse de lo ocurrido en el exterior. Había un nuevo sistema en occidente llamado burguesía, en la que artesanos y comerciantes practicaban una economía libre. Por legado, Kenshi poseía vastas tierras a lo largo y ancho de Hiroshima, tierras que eran trabajadas por los vasallos, de donde extraían la comida para todos. ¿Pero qué les impedía implementar ese nuevo sistema en la región? ¿Qué le impedía a él reducir los impuestos e incitar a los pueblerinos su propia economía?
No era señor feudal. No era el terrateniente oficial. Y un gran cambio así no podía hacerlo. Tenía que lograr la ascensión. Y lo haría.
Nota Editora: Porque estoy cabreada, les estaré publicando cinco capítulos seguidos. Si logro terminar de editar para el domingo, otros cinco capítulos más. Y así hasta terminar el libro.
Mi cabreo no es por ustedes, son asuntos personales que han comenzado desde hace unos pocos días, y esta es la forma en la que intento desahogarme.
Espero que ustedes sí tengan un buen día.
