Capítulo 16

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La mañana acaeció sobre los terrenos feudales en Hiroshima. Con ella, para su propia sorpresa, el despertar mañanero que habitualmente Yuki tenía antes de que su salud empeorara. Cuando despertaba, ya Klaus lo había hecho, descubría que era casi el último en hacerlo, pero ahora no. Si bien no parecía ser la hora en la que antes se levantaba, lo estaba haciendo antes que Klaus. Y se sentía… bien.

Muy bien. Perfectamente mejor que antes. Le dolía un poco la cabeza, leves punzadas soportables, no estaban las náuseas y aunque todavía no contaba con toda la energía en su cuerpo, se veía capaz de levantarse para poder ir solo al baño, que fue lo que hizo. Era…aterrador. Sí estaba alegre de presentar una mejoría, ¿pero de la noche a la mañana? ¡Pero si el día anterior se sentía pésimo!

Con pasos calmados volvió al cuarto, sosteniéndose de la pared y así llegar al futón donde aún estaba Klaus durmiendo. Quedándose quieto, sentado, se dispuso a analizarse a sí mismo. Sí…, total y aterradoramente se hallaba mejor que antes.

Klaus se estremeció al sentir la falta de calor rodeándolo, aún estaba cubierto por la colcha pero con el clima de noviembre acechando no era suficiente. ¿Por qué hacía tanto frío de repente si hace un momento era tan cálido? Klaus se removió incómodo, intentando volver a encontrar la fuente de calor que era Yuki, entonces se dio cuenta: Yuki no estaba a su lado.

Despertó sobresaltado, mirando a todas partes intentando ubicarlo hasta que lo encontró sentado al lado del futón.

—¿Yuki? —Lo miró detalladamente. Tenía mucho mejor semblante que la noche anterior. Una corriente fría de aire le hizo estremecer dándose cuenta de que continuaba desnudo. Se arrebujó la colcha alrededor volviendo su mirada a Yuki—. No deberías estar fuera del futón. ¿Quieres ir al baño? Déjame ponerme algo de ropa y te ayudo.

Yuki volteó la cabeza para mirar a Klaus y negó.

—No..., no es eso. Klaus... —Frunció un poco el ceño, girando mejor su cuerpo para poder estar frente a él—. ¿Notas algo distinto...? Yo... me siento mejor. Mucho mejor... Es..., no sé, como si algo hubiera pasado y me hubiera hecho sentir mejor que antes...

El alemán asintió, dudoso. No podía negar la evidente mejora pero aun así se sentía preocupado.

—Es verdad pero...es extraño...

Yuki se sentía nervioso.

—¿Podrías...ir a por Volsk? ¿Y si es algo malo...? —Se apretaba las manos—. He oído casos de personas que estaban mal, se mejoran de milagro y luego...mueren...

Klaus entró en pánico. ¡No! Eso no iba a pasar, él lo iba a impedir. Apurado, se puso incluso la misma ropa del día anterior más una chaqueta abrigada.

—Quédate aquí y descansa. —Se inclinó para darle un beso a Yuki—. No hagas esfuerzo —le volvió a decir cuando ya estaba en la puerta.

Corrió lo más rápido que sus largas piernas le permitieron, estando afuera olisqueó el aire intentando conseguir un rastro. Vladimir había estado vagando por la casa los últimos días pero desconocía su paradero en ese momento. Al Vladimir tener un aroma a maderas, era bastante difícil ubicarlo, pero en el exterior donde predominada el olor a bambú su olor se distinguía. Al ubicar el rastro sacó las alas y se apresuró al pueblo, al bar de Jim donde sabía el ruso se hospedaba.

Desde que Kenshi salió de viaje, Vlad no había salido de su habitación más que para hacerle el chequeo rutinario a Yuki y comer algo en el bar. No estaba tranquilo, necesitaba saber lo que estaba pasando. Si pasaba más tiempo el deseo de Kenshi en verdad se cumpliría y ¡él no quería eso! ¡Perder una muestra tan valiosa! El hijo de un híbrido gestándose en el vientre de un hombre, sonaba hasta insólito.

Ya sabía que lo que provocaba los cambios hormonales de Yuki era el feto, pero entonces ¿por qué la debilidad? Algo no cuadraba, o más bien faltaba...

Observó los análisis de Klaus y los comparó con los de Yuki. Muestras de sangre y semen, –la muestra de semen común fue dada por el mismo Volsk para comparar. El semen se componía principalmente de la vesícula seminal que aporta entre el 40 % y el 60 % del volumen del semen y contiene principalmente: fructosa, aminoácidos, fósforo, potasio, hormonas, ácido cítrico, calcio, sodio, zinc, potasio, enzimas junto a otros cinco componentes más. Pero el de Klaus tenía al menos otros nueve componentes no registrados en la base de datos médicas.

—Un momento... —Comparó de nuevo los resultados, miraba entre uno y otro. ¡Eso es!—: ¡Está anémico!

Esa era la respuesta. ¡Yuki no podía producir los mismos nutrientes que Klaus y su cuerpo se estaba esforzando por mantener el feto dentro de él utilizando todas las reservas de Yuki!

—¡Vladimir! —El grito de Klaus lo sobresaltó. Sólo había una razón para que el joven le buscara tan desesperadamente.

—Vamos...

Yuki se mantuvo donde Klaus le indicó, se mantuvo sentado en el futón, bastante ansioso de lo que pasaba. Estaba al tanto de cada cosa que sentía, sobre todo del ligero dolor de cabeza que ya había pasado. Miraba a cada tanto la puerta, prestaba atención a si oía los característicos pasos de Volsk y Klaus fuera o de alguien más aproximándose. Tampoco Jim o Shin aparecieron y eso solo le ponía más angustiado. ¿Y si algo pasaba mientras él se hallaba solo?

Antes de que su mente siguiera imaginando cosas, los escuchó. Esos pasos fuertes, sus voces. La puerta se deslizó dejando entrar a los dos europeos, Yuki respirando de alivio. Estaban allí.

—Regresaron —suspiró.

Klaus se escurrió entra la humanidad de Vladimir para alcanzar a Yuki, se arrodilló al lado de él evaluándolo con la mirada.

—¿Estás bien? ¿Recaíste? ¿Aún te duele la cabeza?

Vladimir desde la puerta admiraba como el castaño se podía mantener erguido por su propia fuerza en el futón, cuando apenas ayer estaba tan débil que no podía pasar ni diez minutos sentado.

—Asombroso —murmuró Vlad acercándose a la pareja sin perder detalle de Yuki.

Yuki tomó la mano de Klaus, asintiendo.

—Estoy bien. Sigo teniendo una pequeñas punzadas, pero ya las tenía desde antes que te fueras… —Acarició su dorso, volteándose a Vladimir—. Esto es raro. Me siento muy bien hoy, he podido incluso ir al baño solo… cuando ayer no era así.

Estaba sorprendido, fascinado. Se sentó al otro lado de Yuki para tomar su temperatura, pulso, utilizó el estetoscopio para oír su latido y respiración, todo parecía normal, incluso la cara de Yuki se veía más rosada en vez del preocupante tono pálido.

—¿Hiciste algo ayer después de que me fui?

—No. —Yuki negó. Comió, se dio un baño y luego se acostó… Oh, y también…—. Hice lo mismo que otras veces… excepto… —La mirada de Yuki se fijó en Klaus. Ahora que lo pensaba…, esa fue la única diferencia de su rutina anterior… y era una enorme coincidencia que luego se sintiera bien en salud después.

—¿Qué? —insistió el mayor al ver que el japonés dudaba en decir algo—. Tengo que saberlo, cualquier cosa podría hacer la diferencia.

—Pues…, bueno…, Klaus y yo tuvimos relaciones anoche… —terminó, sus mejillas sonrojadas.

Klaus también se sintió avergonzado. No era necesario decir algo como eso, ¡era su vida privada! Vladimir alzó ambas cejas sorprendido, luego las frunció y miró a Klaus.

—Klaus —regañó al menor—. ¡Que imprudente!

—¿Yo? —Su sonrojo se intensificó.

—¡Sí, tú! Eres un calenturiento. Mira que abusar de Yuki en semejante estado...

—¡Él me provocó! —acusó a Yuki.

—Yo se lo pedí —afirmó Yuki, aunque miró molesto a Klaus, haciendo a un lado la sensación de su rostro ardiendo por la vergüenza—. No le culpe.

—Fue bastante arriesgado de parte de los dos. —Negó torciendo la boca, descontento. Suspiró y se enfocó—. Háblenme sobre eso. ¿Todo estuvo bien? ¿No hubo problemas? —Miró a Klaus específicamente. El moreno bajó la cabeza pero negó cualquier tipo de problema. Luego volteó a mirar a Yuki esperando respuesta.

Yuki asintió para corroborar lo hecho por Klaus.

—Sí, no pasó nada malo. —Se sentía muy incómodo hablar de este tema con Vladimir, aun cuando se tratase de su salud—. Pero…, pensando en eso…, nunca lo habíamos hecho antes y justo anoche lo hicimos y despierto mejor ahora. —Yuki expuso sus pensamientos de hace unos minutos, observando a Klaus y Vladimir—. No lo entiendo.

—Comprendo. —Sacó su libreta, más llena de papeles que antes—. ¿Eyaculó dentro de ti? - preguntó sin mirarle. Al no recibir una respuesta inmediata, alzó la vista—. ¿Eyaculó o no dentro de ti? —Volvió a preguntar.

—¿Por qué tiene que hacer esas preguntas? —susurró muy bajito Yuki en japonés, su rostro rojo. Hizo un movimiento afirmativo, y respondió en inglés—. L-lo hizo.

Vladimir miró a Yuki detenidamente y luego a Klaus, bajó el rostro a sus anotaciones. En una página con su desastrosa letra escribió los resultados de los exámenes previos, los nutrientes faltantes.

—No hay manera de que pueda inyectárselo, podría causar una reacción en su sistema pero tampoco puedo hacer un suero a partir de la sangre de Klaus. No tengo el equipo —murmuraba para sí rápidamente en ruso, pensando en voz alta. Klaus agudizó el oído para escuchar sus murmuraciones.

—¿Sucede algo? —inquirió Yuki—. ¿Sabe por qué este cambio tan…repentino? —Dudó—. No está pasando nada malo, ¿verdad?

—Ya empezó a murmurar —suspiró Klaus—. Cuando se pone así no escucha —le susurró Klaus—. No entiendo mucho pero creo que está buscando la solución a algo... —Vladimir levantó la cabeza en ese momento, mirando fijamente a la pareja, su ceño fruncido por la concentración.

—¿Cuánto tiempo se mantuvo la eyaculación dentro de ti?

Hubo un silencio por parte de Yuki, quien parpadeó confundido ante esa extraña pregunta.

—Em…, no lo sé… Quedé dormido. —Su atención se enfocó en Klaus—. ¿Toda…la noche, tal vez?

—Eh, sí... Anoche te dormiste en seguida y fuiste al baño tú solo en la mañana... ¿Qué tiene esto que ver? —Sentía que Vlad estaba dando muchas vueltas sin explicar nada.

La puerta se abrió, evitando que alguno de los tres pudiera hablar algo. Jim entró cargando una bandeja con varios platos, bostezando ampliamente.

—Buenos días, lamento el retraso. —Se acercó, dejando la bandeja a un lado del futón donde estaba Yuki—. Tu hermano está siendo una molestia —le dijo a Yuki, entonces le detalló—. Eh, te ves bien hoy.

—Gracias. ¿Qué hizo Shin? ¿Dónde está? —Tenía días sin verlo, y de no ser por los comentarios de Jim que le veía por allí, se había asustado de saber que nuevamente se marchó.

—Anda marchando de un lado a otro, buscando contactarse con un capitán. Está planeando irse a América, según me dijo.

—¿Qué?

Klaus resopló molesto.

—¿Todavía sigue con esa idea? Qué testarudo. A pesar de que le dije que no valía la pena.

—¿América? ¿Qué demonios piensa hacer él por América? —preguntó Vlad—. Lo arrestarían en cuanto pisara tierra. Los japoneses no son muy bien recibidos por allá.

Jim suspiró.

—Es lo que le dije, pero le entra por un oído y le sale por el otro. —Se dirigió a Vladimir—. ¿Puede comer Yuki, o le extraerá alguna muestra de sangre? —Se fijó en el castaño—. Aunque yo te veo muy bien… Es extraño.

Entonces Klaus se acordó que desviaron la conversación.

—Hey. Te hice una pregunta.

—Ah, sí... —Tomó los papeles de los resultados y los puso en el regazo de Yuki para que todos lo vieran—. Como saben, los síntomas de Yuki son provocados por su embarazo pero todavía faltaba averiguar por qué la debilidad latente, y esta mañana di con el resultado. —Vio a todos mirándole expectantes—. Falta de nutrientes.

Jim parpadeó, confundido.

—¿Qué? Pero si hemos cuidado que Yuki coma bien. ¿No es suficiente?

—No. Miren. —Les señaló los papeles donde mostraban todas las muestras de Yuki y Klaus, señaló los nutrientes que el cuerpo de Klaus desarrolló—. El cuerpo de Yuki se debilita porque el producto que se está gestando en su vientre necesita los nutrientes que sólo Klaus tiene. Yuki, al no poder producir los nutrientes que el producto necesita, el feto toma todo lo que puede para compensarlo provocando la debilidad de Yuki.

—Eso dice mucho del porqué has estado tan mal estos días aún con todo el descanso y alimento que has recibido —notó Jim, sus ojos oscuros posándose en Yuki—.Pero, ¿cómo es que ahora luces bien? ¿Qué es lo que ha cambiado?

Yuki no dijo nada, aunque inconscientemente una mano se posó sobre su vientre.

—Klaus, claramente, encontró la manera de transferir esos nutrientes de su cuerpo al de Yuki —terminó por decir Vlad con una sonrisa.

—Disculpa, ¿qué? ¿Cómo que encontré una manera...? No he hecho nada.

—Todo lo contrario. El sexo, una solución poco común. —Después de encontrar la respuesta que necesitaba, Vlad en verdad se veía de buen humor—. Como dicen, para casos extremos, medidas desesperadas.

Jim miraba del alemán al japonés al comprender las palabras de Vladimir.

—¿Tuvieron sexo anoche?

Yuki no cabía en su estupor. Eso significaba… ¿Qué Klaus y él debían tener… sexo si querían que Yuki obtuviera los nutrientes de Klaus…? Por un momento pensó que estaba teniendo fiebre, ya que su rostro y cuello los sentía caliente. Sus ojos quedaron en Klaus, algo abochornado.

—Eso…

—¿Es en serio? ¿Tenemos que tener sexo para que Yuki pueda vivir? —Comprobado: Vladimir estaba loco.

—Sí, pero no es sólo sexo —advirtió—. Debes eyacular dentro de Yuki o él ni podrá absorber los nutrientes que necesita, tal como ocurrió anoche.

Jim silbó.

—Con esas, ya uno quisiera estar en el lugar de Yuki. —Se carcajeó. Yuki estaba totalmente colorado y sin habla.

Klaus no sabía que decir. Era bueno por un lado..., es decir, podrían tener cuanto sexo quisieran, sería fantástico y al mismo tiempo podría ver a Yuki engordar con el hijo de ambos gestándose dentro de él. Por otro lado..., no sabía lo que Yuki pensaba de eso.

—Sí. Es el sueño de todo adolescente. Felicidades, Klaus —le dijo Vlad al chico con voz monótona mientras escribía en su cuaderno y recogía los análisis—. Les recomendaría hacerlo todas las noches hasta que Yuki se estabilice. Por ahora, continúa con tu reposo.

Yuki asintió. Jim le pasó el bol de arroz para que comenzara a comer.

—¿Podemos…, em…, hablar tú y yo…, más tarde? —preguntó a Klaus, mientras tomaba los palillos.

Klaus se preguntó por qué no podrían hablar ahora. Quizás era por la cantidad de gente y Yuki querría hablar cuando estuvieran solos.

—Claro. Iré a buscar algo de comer y volveré luego. —Se inclinó para darle un beso en la mejilla antes de levantarse. Esta vez no le dio su usual mirada hostil a Vladimir cuando salió del cuarto.

—Señor… —Yuki se dirigió a Vladimir ahora, esperando un momento después de que Klaus saliera—, ¿usted cree que…pueda volver a mi trabajo si me recupero?

—Te recuerdo que estás embarazado, Yuki. No es algo que puedas tomar a la ligera, menos ahora que estás por cumplir los tres meses. Podrías provocarte un aborto espontáneo si te sobre esfuerzas. —Cerró el cuaderno dejándolo sobre su regazo, la pluma se la colocó detrás de la oreja para sostenerla—. Eres como un caso delicado. Mejor evitar accidentes.

Eso le desanimó. En realidad sí deseaba estar mejor y cuidar de su bebé, pero no le agradaba mucho la idea de mantenerse sin hacer nada. Sintió la mano de Jim en su hombro, como si le hubiera leído la mente.

—Ya encontraremos algo que no represente riesgo y que puedas hacer.

—Pero…, ahora que Kenshi será el Señor Feudal, no quisiera estar aquí como un mueble más… Menos sabiendo cómo es él.

Jim negó.

—Ya hablaremos con él, o puedes venir al bar con Klaus. Tengo habitaciones sobrantes ahí.

—Juré mi lealtad a los Ottori cuando me aceptaron. Aun cuando pudiera, no puedo verme capaz de abandonar esta casa. He dedicado mi vida aquí, les debo mucho.

—Ahora debes pensar como un padre y preocuparte por la vida de ese bebé —regañó Vlad. Por nada del mundo iba a dejar que Yuki se pusiera egoísta y estropeara su arduo trabajo de investigación—. Te guste o no, debes adaptarte a las circunstancias.

Yuki bajó la cabeza.

—Sí, señor.

Jim le envió una mirada en reprimenda a Vladimir.

—No hay que ser tan duros.

Pero Volsk no se amedrentó, si tan solo estuviesen en el laboratorio todo sería más fácil.

—Sólo serán nueve meses —intentó consolar—. Después podrás volver a tu rutina.

Jim rodó los ojos al tiempo que Yuki asentía, enfocándose en su comida.

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Fue en el ocaso de ese día, casi a punto de anochecer, que el carruaje que traía a Kenshi llegó a la casa feudal. Bajó mientras que varios sirvientes se acercaban para descargar el poco equipaje que llevó, guardar la carreta y el caballo, y mostrarse solícitos a lo que pidiera. Pero solo ordenó un baño y cenar algo ligero, incluso para los gemelos fue algo difícil saber si se encontraba desanimado o de mal humor, su expresión era apática. Tardó un rato en el baño, disfrutando de la tibieza del agua y cenó, marchando a su habitación. El pequeño altar estaba sin vida, por lo que se dirigió allí apenas cerró la puerta y comenzó su sencillo ritual frente a él, juntando sus manos luego de encender un incienso y cerrar los ojos por unos minutos.

Vladimir, después de que regañó a Yuki, salió del cuarto para evitar la mirada de reprimenda del negro. Tenía pensado volver a su habitación alquilada pero en el camino se encontró con las plantas que quería estudiar en un principio, le pareció raro encontrarla ahí tan a la vista cuando normalmente esa planta buscaba lugares más adentrados en el bosque. Se quedó largo rato estudiándola, cuando de pronto vio el carruaje de la casa feudal.

"Kenshi volvió."

Tomando un par de datos más se encaminó de regreso a la casa. Ya se sabía el camino de memoria a la habitación de Kenshi, por pura formalidad tocó la madera de la puerta para anunciarse antes de entrar.

Kenshi viró la cabeza hacia la puerta, sin que su expresión cambiase.

—Y yo que contaba con la suerte de que no aparecieras por aquí hasta mañana. —Dio una reverencia al altar cuando se volvió hacia él, poniéndose en pie y dirigiéndose al futón.

—Quizás si no hubiera visto llegar el carruaje así hubiera sido. —Se encogió de hombros dejando el maletín de cuero al lado de la puerta. Al entrar, deslizó la puerta para cerrarla.

—Pues yo que tú, me marcharía. —Se sentó en el futón, tapándose—. No tengo ganas de hacer algo esta noche, ya cené. Lárgate.

—No es así como funciona. —Se acercó al futón. Sin hacer caso a las palabras de Kenshi, se sentó en el borde con las piernas estiradas—. ¿Tuviste un largo día?

—¿Tuviste un largo día? —remedó. Luego ladeó la cabeza, mirándolo con fastidio—. ¿Qué te hace pensar que te contaré algo de lo que he hecho? Solo somos socios, nada más. —Se acostó—. Fuera de mi habitación, Volsk.

—Incluso los socios se hacen preguntas como esas —dijo en tono calmo, observando el semblante del japonés. Desabrochándose la camisa, se acostó al lado de Kenshi, postura ladeada y usando su brazo como soporte para la cabeza—. Pareces preocupado.

Una pequeña mueca, tan fugaz como un tic, cruzó el semblante de Kenshi. Estaba comenzando a perder la paciencia.

—Sí, estoy preocupado pensando en el momento en que por fin te vayas de mi cuarto.

—Eso no va a pasar así que relájate. —En verdad, Vladimir se veía tan cómodo ahí recostado, quizás si estuviera vistiendo un yukata en vez de su usual ropa europea se vería incluso más sensual—. Me quedaré a dormir esta noche.

Kenshi sacó las sabanas de un golpe, levantándose y poniéndose a un lado de Vladimir. Su ceño se había fruncido; estaba enojado.

—No. ¡Lárgate! —Le tomó del brazo, jalándolo para sacarlo de su cama—. ¡Fuera-de-mi-habitación!

Vladimir haló en respuesta. En vista de que tenía más fuerza que Kenshi, provocó que el menor cayera encima de él, y evitando que se moviera pasó un brazo por su cintura. Sabiendo que probablemente le gritaría hasta quedarse afónico, prefirió usar otra técnica: lo silenció con un beso, un lento y sensual beso. La sorpresa inundó a Kenshi, haciendo que se quedara quieto por un momento y tardara en corresponder. Forcejeó luego, luchando por deshacerse del agarre pero… esos labios… hubo algo en esos labios, en esa extrema cercanía y su olor llenándole que fue más que él mismo; se rindió, se dejó vencer, su boca devolviendo el gesto. Podía sentir su corazón palpitando fuerte. Demonios.

Continuó el beso otro rato, Vladimir en ningún momento lo profundizó ni intentó que se volviera más intenso, un beso calmado que hechizaba los sentidos. Lentamente Vladimir fue dando la vuelta sobre el lecho, llevándose a Kenshi con él hasta que el menor estuvo recostado de espalda sobre el futón con el peso del ruso encima, su cuerpo estratégicamente situado entre sus piernas. Los brazos de Kenshi se movieron hasta pasar tras el cuello de Vladimir en un abrazo, una mano acariciando toda la espalda mientras que la otra se hundía en la negra cabellera. Fue separando su boca en ligeros besos, sus ojos lentamente abriéndose para ver al otro.

—¿Te han dicho…? —Comenzó en voz baja—, ¿lo molesto que resultas en ocasiones?

—No muchos se atreven a decirlo. —Sonrió el mayor, petulante, acariciando también el cabello de Kenshi—. Si no quieres hacerlo esta noche, está bien. —Se inclinó para darle un beso en la frente—. Podemos simplemente dormir.

Pero Kenshi no asintió ni negó, le miraba con curiosidad, fijó a sus ojos, buscando tratar de leerle la mente.

—¿Por qué? —inquirió—. Tú querías mi cuerpo…, no mi vida. No incluye dormir literalmente en mi cama. —Apartó la mirada, fijándola en la ventana, dando un largo suspiro—. Dudo que a mi futura esposa guste algo así —dijo con leve sarcasmo.

Esposa.

La palabra resonó en el cerebro de Vladimir hasta volverse un molesto eco que lo irritó hasta puntos inimaginables.

—¡¿ESPOSA!? —Revisó los dedos de Kenshi pero no vio ningún anillo—. Si estás comprometido, ¿por qué demonios no usas un anillo?

Kenshi hizo una mueca ante su grito, jalando sus manos. Le miró como si estuviera loco.

—No te tomes en serio todo lo que te digan, Volsk. Aunque para darte clases de cultura, aquí no solemos usar anillos de compromiso como en Europa. —Bufó—. Maldición, creo que me has dejado sordo. —Le empujó a un lado, sacudiéndose una oreja.

—¿Por qué no mencionaste el compromiso antes? —insistió el mayor. Se sentía tan molesto—. Tengo derecho a saberlo.

—¿Por qué tendría que hacerlo? No afecta nuestro trato en lo absoluto.

—¡Claro que importa! —Se estaba desesperando—. ¡Si lo hubiera sabido no me hubiera enamorado de ti! —le gritó en un arrebato de furia del que después se dio cuenta. Él jamás hablaba sin pensar, entonces... ¿Por qué? Se le subieron los colores a la cara. Estaba tan avergonzado que hasta las orejas se le pusieron rojas.

Los ojos de Kenshi se abrieron como platos, su corazón saltándose un latido. ¿Enamorado? ¿Volsk…estaba enamorado de él? Pero eso no podía ser, no, no. Se apresuró a levantarse, en su pecho rápidos latidos retumbando.

—Debes estar bromeando. —No le miraba, no podía hacerlo—. ¿Cómo puedes sentir eso si apenas tienes menos de dos días de conocerme? —No lo comprendía, ¡era absurdo!— Vete de mi habitación. —Se paró frente a la ventana de su cuarto, cruzándose de brazos.

—No. —No lo dijo con la misma convicción que lo hubiera hecho hace un minuto. Estuvo a punto de bajar la cabeza. ¿Por qué debía sentirse avergonzado? Jamás bajo la cabeza por nadie, en ninguna circunstancia. Desde que entró a la milicia se propuso mantener la cabeza en alto, por eso pudo llegar tan lejos teniendo sólo 35 años. No se iba a dar por vencido—. No me iré. —Se levantó del futón dispuesto a encarar la situación.

Kenshi asintió.

—Bien. —Y se movió para caminar hacia la puerta de su habitación. Si Vladimir no se iba, lo haría él. Tenía distintos lugares donde estaría en paz con su soledad. No le importaba si estaba huyendo, es lo que quería hacer. Sentía que el aire le faltaba. Destellos de recuerdos pasaron por su mente, recuerdos que creía hace mucho tiempo enterrados. Casi echó a correr.

Pero el joven heredero a Señor Feudal fue interceptado a punto de salir, Vladimir no lo iba a dejar ir tan fácil. Tomándole de las muñecas lo apresó contra una de las paredes.

—No te vas a librar tan fácil de mí.

—Siempre se hace el intento —respondió en cuanto pudo, retorciéndose—. Vladimir, suéltame ya. —En ningún momento levantó la cabeza, sus ojos siempre mirando el suelo—. No sabes lo que dices, estás totalmente confundido. Solo es un capricho lo que tienes.

—No soy uno de tus tantas conquistas. Entiende eso. —Trató de que su temperamento no le sobrepasara. Hace un momento dijo demás por no haber pensado antes de hablar—. Segundo, estoy bastante grande como para saber qué es exactamente lo que siento por ti. No soy alguien que ande esparciendo el amor. —Prácticamente se burló de eso en su tono.

—Pues estás mal. Yo no puedo corresponderte, no siento nada por ti. —Dentro de su cabeza, sabía que mentía. Había algo en este hombre que le alteraba—. Y aunque lo hiciera, no haría que cancelara mi compromiso. He sacrificado mucho para llegar a donde estoy, y ni por ti ni por nadie voy a echar todo por la borda. —Para entonces, le estaba mirando, frunciendo el entrecejo.

—Eso es mentira y lo sabes. —¿Acaso Kenshi creía que no se daba cuenta? Había mucho más entre ellos que sólo sexo—. ¿En verdad deseas casarte? Se me sincero. Si no estuvieras comprometido, ¿me elegirías a mí?

Kenshi permaneció callado. Observó su rostro, cada parte hasta demorarse en sus ojos azules, tan azules como un vasto océano que lo invitaba a hundirse en sus aguas… La respuesta se deslizaba de sus labios…

Desvió la mirada.

—No. No sería tan tonto para hacerlo. Tengo mis prioridades. —Batalló en soltarse, empujándolo con todas sus fuerzas y jalando sus manos, apenas logrando ganar algo de espacio entre ellos. No mucho, pero sí lo suficiente para él. Se frotó el lugar donde las manos de Vladimir le habían estado sujetando—. Has escogido a la persona equivocada. —Continuó apoyado en la pared, que ayudaba a estabilizarlo—. Si bien no congeniamos tanto…, ella cuadra con lo que necesito. Aquí no entran en juego los sentimientos, si no el poder y la seguridad de un descendiente. Con eso me es suficiente.

—¿Poder? Si eso es lo que quieres, entonces es lo que te daré. —Por el medio que fuera iba a tener a Kenshi, por nada del mundo dejaría que se le escapara de las manos—. Ese es tu motivo. Entonces te propongo casarte conmigo. Mucho mejor partido que una sosa niña rica a la que seguro odiarás el resto de tu vida.

—No. Es…, no lo entiendes. Crees que es fácil y no lo es. —Kenshi se movió, caminando no solo para alejarse, sino para estar en movimiento—. Y no es una simple niña rica, es la hija del Emperador, la princesa Aiko. —Kenshi se giró para verlo—. ¿Crees en serio que yo rechazaría a la hija del hombre que me otorgará el ascenso por ti? ¡No voy a hacerlo! Además, el Emperador jamás aprobaría una unión entre los dos. El ascenso feudal tiene como condición haber asegurado un descendiente. Y obviamente con Aiko como mujer podré tenerlo, contigo no.

—Casarte con una princesa no se compararía al prestigio que podrías conseguir casándote con un militar de la armada imperial rusa. —En verdad no se iba a dar por vencido, Vladimir podía ser realmente terco. Se acercó—. ¿Realmente una princesa es tan importante? Es pura apariencia que no te servirá de nada. Eres un chico listo. —Haló unos de los mechones—. Seguro sabrás lo que mejor te conviene. Además... —¿En verdad siquiera lo estaba considerando?—. Puedo asegurarte un heredero. —Al parecer sí—. Un descendiente de tu propia sangre casándote conmigo.

Kenshi retrocedió un paso, observándolo confundido.

—¿Qué? —¿Acaso estaba loco? Bufó—. Eso es imposible.

—"Lo imposible es posible" —Logró decir en japonés, se escuchó un poco extraño por el marcado acento ruso pero fue bastante entendible—. ¿No es eso lo que ustedes dicen? Soy un científico y como tal puedo conseguirlo.

La cabeza del japonés se movía de un lado al otro, negando. Dándose la vuelta, le dio la espalda.

—Esto es absurdo. —No podía siquiera creer que estaban discutiendo sobre eso, sobre su compromiso y ahora la loca idea de que ambos podrían tener un hijo de los dos. Había vuelto a casa con la imagen de descansar perfectamente después de su encuentro con el Emperador, y ahora esto. Quien se iba a volver loco era él—. Sabes muy bien que un hombre no puede concebir por sí mismo. Una cosa es convertir a Klaus en una bestia y otra muy distinta eso, sin mencionar que no quiero ni imaginar cómo tomaría eso Fujiwara. —Cielos, en verdad que no quería ni imaginar la cara del viejo si le venía con tremendo disparate, ¡y su imagen social! No, no. Caminó al futón—. Voy a casarme con Aiko te guste o no. Fin de la discusión. —Se volvió a acostar, mascullando un «ruso lunático» en japonés por lo bajo.

Vlad se rió por lo bajo. Siguiendo una vez más los pasos de Kenshi, se acostó a su lado en el futón. El menor le miró mal pero Vladimir ya había dicho que iba a dormir ahí esa noche.

—¿Tienes miedo de que en verdad pueda lograrlo? Aunque de hecho, el experimento ya es todo un éxito comprobado y si el emperador es alguien listo verá las ventajas de nuestra unión.

—Aparte de dolor de culo, eres un dolor de cabeza. —Kenshi se frotó los ojos, cansado—. ¿Qué conejillo de indias usaste para probar tamaña locura? Porque él querrá pruebas de esa fantasía que te inventas.

—El nombre del paciente no es importante. Lo importante son los resultados y tengo absolutamente todo documentado. En una sola reunión aseguraré tu futuro a mi lado. —Volvió a sonreírle—. Tienes que admitir que una vida conmigo sería mucho mejor que con una sosa princesa. Nunca te aburrirías, eso te lo aseguro.

No, no lo hagas, contenlo. Pero no pudo, y sonrió. No pudo evitar no contagiarse de esa sonrisa, por lo que optó por obligarse a ocultarla, dándose la vuelta en el futón para darle la espalda.

—Claro, haces de payaso cada día. Es como tener un circo gratis en casa, que divertido. —El sarcasmo y la burla teñían sus palabras, ignorando esa emoción que se formaba en su pecho al intentar visualizar sus palabras. No, no se haría ilusiones. No lo haría otra vez.

—Te vi sonreír. —Se acercó por detrás, abrazando al pequeño japonés contra su espalda, sus brazos rodeando su cintura y los labios dando besos por el cuello—. Te encantaría esa vida. Es una vida con la que podrías estar satisfecho. Me tendrías a mí para fortalecerte en vez de la "princesa Aiko" que sólo te sería una debilidad de la que tus enemigos se aprovecharían.

—Uy, porque eres el SeñorTodopoderoso-Yo-soy-Dios —ironizó. Rodó un poco, entre sus brazos, para poder verlo por sobre su hombro—. Si digo: «Bien, acepto» ¿te callarás y me dejarás dormir? Justo ahora estás manifestando lo molesto que eres.

—Sólo si en verdad aceptas. —Se aprovechó de la posición para robarle un beso a Kenshi—. ¿Te casarías conmigo?

El japonés cogió aire. Se removió un poco. Miró de su rostro al techo y luego a su cara. Abrió la boca y la volvió a cerrar. Se decidió y luego dudó…, hasta decidir.

—Sí —murmuró, su voz bajando un poco—. Lo haré.

Vladimir sonrió. Por alguna razón esa respuesta lo hizo más feliz de lo que debería.

—Excelente —le dio otro beso antes de acomodarse con el otro en el futón para dormir—. Vamos a dormir, hoy fue un largo día.

Kenshi se adecuó como estaba antes, cerrando los ojos. Permaneció así unos minutos, luego se volvió a mover. Esta vez, se giró completamente, sus brazos pasando a rodear también el torso del mayor, hundiendo el rostro en su cuello. Solo entonces sintió que estaba cómodo. Aunque no lo demostró, por dentro tenía miedo. Se estaba arriesgando. No iba a hacerse ilusiones. Si el plan de Vladimir fallaba, ya consideraba suplicar al Emperador permitirle casarse con Aiko…, por lo que mientras tanto iba a disfrutar todo lo que pudiera de esto.

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Klaus llegó a su habitación en la noche con las alas y la cola a la vista, también parecía despeinado. Al acercarse a Yuki, le dio un beso como saludo. Para sentarse a su lado intentó plegar las alas todo lo que pudo para no tropezar nada.

—¿Cómo te has sentido? —preguntó mientras se peinaba el largo cabello con los dedos, intentando deshacer los nudos.

Yuki ladeó la cabeza.

—¿Estás bien tú? —preguntó en respuesta—. ¿Puedes salir afuera así, con el frío que hace? —Apoyándose en él, se puso en pie para buscar la peineta de la mesa frente a ellos, y volver a sentarse—. A ver, saca tus dedos del camino.

—Sólo fue media hora. —Se excusó, dejando que Yuki tomara el control de su cabello, también aflojó la bufanda que tenía puesta y la gruesa chaqueta que uno de los compañeros de Yuki le había facilitado—. Estaré un rato al lado de la estufa y todo estará bien. ¿Tú cómo te sientes? —Volvió a preguntar.

—Bien, sigo manteniéndome igual que esta mañana. —Tomó un mechón, y fue peinándolo de abajo hacia arriba con calma—. Bueno…, ahora que estás aquí… Quería preguntarte primero, ¿por qué Shin quiere ir a América?

—El otro día recibí una carta de Angie. Shin vio el remitente y desde entonces tiene la loca idea de ir a América para buscarla. —Bufó negando la cabeza—. ¡Au, au, au! —Yuki le estaba hablando el pelo por culpa de un nudo particularmente grande.

—Aguanta, tu cabello está hecho un nido de pájaros. —Aun así, tomó el nudo e intentó desenredarlo con más suavidad. Suspiró. Así que era por eso. Temprano tenía la ligera sospecha de que podría ser por ella, aunque también barajeaba la probabilidad de que quisiera dejarle nuevamente—. Por un momento pensé que era porque quería…alejarse otra vez como antes… pero, él no sabe dónde está ella exactamente, ¿o sí? América es muy grande… y peligrosa.

—El sobre tenía un sello postal de San Diego. Cree que ella está ahí. —Dobló la bufanda cuidadosamente, mirando de reojo a Yuki.

Yuki tenía la mirada cabizbaja, acabando con el nudo y deslizando completamente la peineta por el mechón. Lo pasó por el hombro de Klaus y fue con otro.

—Entiendo. ¿Y sí está ahí? Klaus… —Negó— no quiero que le pase algo malo a Shin.

—Yo le he dicho que es una causa pérdida, no me hace caso. —Volteó la cabeza para mirar al castaño de frente—. Le he dicho tantas cosas: Es peligroso, ella no quiere que la encuentres, es muy arriesgado... Simplemente no escucha. En algún momento se le pasará la obsesión. Espero.

—Yo también lo espero. —Tomó su cabeza y la giró para continuar peinándolo. Estuvo un momento así, en silencio, para hablar luego—. Ahora…, con respecto a lo que dijo Volsk hoy…, lo de los nutrientes… ¿cómo…, qué piensas de eso…?

El menor se esperaba una pregunta así.

—No quisiera incomodarte... Pero no podemos dejar de hacerlo, mira cómo te pusiste. —No sabía exactamente que decir—. Lo importante es que tú estés bien, y haré todo lo que pueda para que eso sea así.

Un sonido, como de una risa contenida, se escuchó tras Klaus. Yuki se estaba mordiendo el labio un poco.

—Por un momento… creí que dirías que estabas feliz por eso. —Finalmente acabó, la peineta pasando suave por todos los mechones, deslizándolo por todo el cabello, quedando sedoso y brillante—. Listo.

—Lo estoy, pero entiendo que quizás te puedas sentir obligado a hacerlo y lo menos que quiero es eso. Que lo hagas por obligación. —Volvió a girarse a Yuki, tomando la peineta de sus manos—. Gracias.

—No lo sería. —Sus manos se alzaron hasta tomar entre ellas el rostro de Klaus—. Y ya que el doctor dio sus indicaciones, creo que es momento de que tome mi medicina, ¿no crees? —Le jaló hacia él para así poder besarlo.

—Todo por tu buena salud —continuó la broma, besando los sonrojados labios, acostando en la cama a Yuki comenzaron el proceso de medicación.

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Diciembre llegó, luego de que haya pasado alrededor de una semana. Shin había notificado que logró comunicarse con un capitán que podría hacer un viaje de Japón a América y llegaría bastante pronto. No así, poco caso hacía a los consejos de los demás. Pero sí se mostraba muy contento de algo: Yuki. El castaño, en esos días, había recuperado su color y energía, las nauseas matutinas habían remitido mucho y ahora solo las tenía esporádicamente. Por el contrario, ahora tenía un enorme antojo por comer dulces Dango, que Jim preparaba cada vez que podía y se los llevaba. Klaus como siempre no se separaba de Yuki, y ahora que tenía más fuerzas lo acompañaba para dar algún paseo por los terrenos. El castaño se reía de toda la ropa que el reptil se ponía encima para soportar el frío. Curiosamente cuando estaban muy juntos, conservar el calor era más fácil permitiendo que el alemán desistiera de usar la gruesa chaqueta. A su vez se exasperaba que Shin continuara con semejante locura, pero ya no había palabra que valiera, el castaño mayor no le iba a escuchar. Klaus temía que se llevara una gran decepción.

Por otro lado, Kenshi se había enfocado en sus obligaciones, gran parte del día pasándolo fuera por el pueblo. Aun si llegara a quejarse, nunca metía a Vladimir en sus cosas. Cumpliendo su propia promesa, mientras menos lo involucrara en su vida, más fácil será no hacerse ilusiones por su plan relacionado a su matrimonio. Todavía no se dignó a solicitar una nueva audiencia con el Emperador. Quizás debía de ir haciéndolo, antes de que Vladimir hiciera la tontería con el viejo.

Con eso en mente, se apresuró a completar sus tareas diarias para volver a casa e intentar sonsacarle algo a Vladimir. Aunque mayor fue su sorpresa al ver a Yuki con Klaus, caminando por sus terrenos. No era el simple hecho de que estuvieran juntos, sino de ver a Yuki con tan buen semblante, riendo con Klaus, bromeando… ¡estaba vivo y coleando, no a las puertas de la muerte como se suponía tenía que estarlo! El puño de su mano se apretó en torno a las riendas de su caballo, la ira llenando todo su ser. Espoleó al animal cerca de las caballerizas, apenas haciéndole caso a Shin –¿Desde cuándo estaba ahí? Últimamente andaba desaparecido–, y salió en busca de Vladimir. Tenía que estar por algún sitio. Iba a ahorcarlo.

Para sorpresa de Kenshi, encontró al ruso en lo que era la biblioteca. Al menos eso pensaba Vlad que era, había muchos estantes con libros y pergaminos muy viejos pero como siempre el estilo de muebles japoneses le era completamente incómodo y poco eficiente para trabajar. Estaba sentado con las piernas cruzadas en una mesa baja con un montón de papeles regados a su alrededor, un cojín era lo único que le separaba del suelo, era mullido pero después de casi cuatro horas en esa posición no sentía las piernas ni las nalgas y qué decir de la espalda, ¡lo mataba! Si por lo menos en ese lugar hubiera un escritorio y una silla del tamaño correcto todo sería mucho más cómodo.

Kenshi cerró la puerta de un golpe, sacándolo de su concentración.

—¿Qué demonios es lo que estás haciendo?

—Trabajo. A diferencia de ti, no tengo que moverme por todo el pueblo para hacerlo. —Sólo le dio una mirada antes de continuar con sus papeles. Estaba transcribiendo toda la investigación que hizo hasta ahora sobre el genoma D y el nuevo caso del embarazo masculino producto del genoma.

—¡No me refiero a eso! —Echó una mirada a la puerta y se acercó—. ¿Cómo es que Yuki está en pie, vivito y coleando, cuando debería estar en cama a punto de morir?

—Son sólo las últimas fuerzas antes de su último suspiro. —No le dio mucha importancia pero tampoco continuó escribiendo. Miró a Kenshi directamente.

Kenshi le observó, y lo hizo bien. Pero lo que vio en sus ojos solo le hizo avivar su enojo y hacerle ver qué era lo que realmente pasaba. Su expresión era de incredulidad e indignación.

—Tú no lo estás matando…, lo estás reviviendo. ¡Todo fue una mentira tuya para que me acueste contigo!

—¡Mentira! —Se levantó para estar a la altura de Kenshi, aunque en cuanto lo hizo, le pasó por unos cuantos centímetros así que tuvo que bajar la mirada—. Eso fue sólo la primera noche... Después no pude dejar de pensar en ti y ahora...

—¡Ahora vete al infierno! Fui un iluso al creer que en verdad lo harías, ¡debí saber que te pondrías de su parte como todos los demás! —Señaló sus cosas por todo el lugar—. Recoge tus cosas y lárgate de mi casa, de mis terrenos y de mi vida. —Echó casi a correr hacia la puerta, abriéndola para salir.

Vladimir interrumpió el camino de Kenshi, bloqueando la única salida.

—Cálmate un momento y escúchame. No lo hago por la razón que crees, necesito a Yuki con vida para completar mi investigación. Él es el sujeto de prueba para el embarazo.

No hubo cambio en la molesta expresión de Kenshi.

—Apártate.

—No voy a matar a Yuki mientras esté gestando. Eso está fuera de discusión. —Alzó su brazo, sin tocarlo, para indicarle a Kenshi que fueran a sentarse—. Ahora sabes que es completamente posible tener un heredero tú y yo. Hasta ahora es completamente seguro.

Kenshi tomó su otro brazo, moviéndose hasta así doblárselo tras su espalda.

—¡Yo…ya no…confío…en ti! —A cada palabra se había movido, obligándolo a apartarse de la puerta, y por último, le empujó lejos, aprovechando para deslizar la puerta y salir corriendo, perdiéndose entre los pasillos.

Murmurando una obscenidad en ruso, Vladimir miró la puerta por la que se fue Kenshi. Se pasó la mano por el pelo despeinándose, preguntándose si debía seguirlo o no. Al final decidió que mejor lo dejaría solo para que se le bajara el enojo, luego podrían hablar, así que se quedó ahí esperando la posibilidad de que Kenshi regresara.

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Pero Kenshi no regresó aquella noche, y ni volvió al día siguiente. Quien lo hizo fue Shin, encaminándose a la habitación de Yuki, aprovechando que Klaus no estaba a la vista.

—Hey, ¿qué tal estás? ¿Cómo sigue mi querido futuro sobrino? —Se sentó frente a él.

—Bien, aunque no deja de pedir Dangos. Debo estar hastiando a Jim. —Yuki bajó la mirada, avergonzado. Estaba desayunando en ese momento, acabando una de las tortillas de huevo que hizo Jim.

—No, seguro que no. A él gusta servir a los demás. —Shin le miró comer un momento antes de volver a hablar—. Yuki, necesito tu ayuda. —Obtuvo su atención—. Quisiera que me acompañaran a América. He notado que no sé en qué parte del país pueda estar Angie, y sé que Klaus podrá guiarme a ella.

Yuki suspiró.

—No puedo, Shin. Es peligroso.

—Yuki, por favor, necesito ir a por ella. Necesito saber por qué se fue, qué es lo que está haciendo, qué es lo que la está obligando a hacer lo que hace y salvarla de ello.

—Has escuchado a Klaus, ella no quiere que lo hagas. —Yuki tenía una mirada deprimida. Le hubiera gustado ayudar a Angie, pero si era algo imposible, no podía obligar la situación. No podía obligarla a ella—. Déjalo así, Shin.

—¡No puedo hacerlo! —Alzó un poco la voz—. ¿Dónde está tu sentido del honor? Sé que ella está mal, es infeliz, ¿es que acaso quieres verla así? —Su cabeza negó—. Yo no. Voy a ir allá y la sacaré de dónde sea esté hundida.

—Por favor, no lo hagas. Puede ser peligroso, y más con esos americanos por ahí. Shin…

—Entonces, convence a Klaus que venga conmigo. Vengan conmigo. Él sabe dónde es, podemos llegar más pronto y con sus habilidades no tendremos gran problema con los americanos. —Shin tomó sus manos entre las suyas—. Yuki, te lo pido…, es por Angie.

Yuki miró a Shin, a su hermano, la única persona de su familia que le quedaba. En verdad no quería que Shin fuera allí, sabía la decisión de Angie y Klaus le dijo lo que decía la carta, que no marcharan, pero Shin era tan terco y sabía bien que iba a ir sin importar qué. Le daba pánico pensar que algo pudiera ocurrirle a su hermano, ya no tenía sentido preocuparse por el hecho de que él se había ido hacía años, le volvió a recuperar y no iba a perderlo de nuevo.

Cogió aire, y asintió.

—Bien…, lo intentaré.

—No, lógralo. El barco llegará pronto.

Yuki afirmó su asentimiento.

—De acuerdo.

Shin besó sus manos, soltándolo y poniéndose en pie.

—Tengo cosas que hacer. Voy a volver más tarde —avisó, marchándose antes de toparse con Klaus—. Cuídate.

Los hombros de Yuki bajaron después de que Shin marchara. A Klaus no iba a gustarle eso, estaba seguro de que se molestaría. No obstante, le preocupaba Shin, y era mejor ir con él para asegurarse de que saliera de ese país con vida a dejarlo sólo a su suerte. Si algo le pasaba, aún cuando fuera culpa de Shin, nunca podría perdonárselo.


Continuará...