Capítulo 18
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Antes de salir de la casa, Vladimir contactó a los gemelos sirvientes inseparables de Kenshi. Él sabía que esos dos harían lo mejor para el chico aún si eso iba en contra de lo que él quería, y Vladimir iba a aprovecharse de eso.
Entrada la noche, volvió a su habitación después de una abundante cena en el bar. Siendo sincero, ya estaba harto de tanto pescado y sopas dulces, extrañaba la comida de su país. Con un suspiro pensó que pasaría un buen tiempo antes de que volviera probar su amado Borsh.
Era hora de cumplir el trato con el emperador. No había un tiempo especificado en el contrato pero era claro que si en un año no había resultados tangibles el contrato sería nulo y Vladimir probablemente sería deportado, en el mejor de los casos cabe destacar.
Por eso, mientras antes se pusiera manos a la obra, mejor. Esa noche se la pasó mezclando químicos, desdeñando un millón de veces la falta de equipo y espacio de trabajo. Lo diría una y mil veces: odiaba el trabajo de campo.
Alguna vez, algún científico probaba sus propios experimentos para saber de primera mano los síntomas y el resultado. Desgraciadamente no todos sobrevivían a la locura, pero Vladimir estaba plenamente confiado en sus cálculos. El compuesto que creó estaba refinado y no importaba lo doloroso del proceso, estaba seguro de que no moriría...
Al menos esa era la teoría.
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Kenshi dejó la bandeja en la cocina, luego se encaminó a su habitación. Desde hacía rato sentía los vellos de su nuca erizados, como si presintiera algo. Le tomó unos minutos notar qué era: Vladimir no se presentó en todo el día. Eso era muy extraño. ¿Por qué? ¿Se había ido? No, el enclenque seguía ahí y Klaus también. ¿Fue por ayuda? Es posible. ¿Dejó caer la toalla? Kenshi se detuvo. ¿Se habría rendido por fin? Quizás fue con el Emperador a cancelar el compromiso. No supo porqué eso le daba un ligero dolor en el pecho. Sacudió sus ideas, negándose a dejarse llevar. Mejor así. Luego podría ir a suplicar por la mano de Aiko y todo estaría bien. Ignoraba todo ese tiempo la molestia que sentía en su caja torácica. No necesitaba a Vladimir, ni lo que él le brindaba. En ningún momento necesitó el amor, eso solo le traía penas y sufrimiento. Aprendió muy pronto que no ganaba nada con ello.
Entró en su habitación donde estaban los gemelos.
—¿Qué están haciendo? —cuestionó, alzando una ceja.
Los gemelos saltaron en su sitio al no haber escuchado a Kenshi. Kuma se apresuró a ponerse delante de su gemelo mientras Kaoru cerraba el cajón donde antes tenía las manos metidas.
—Intentábamos reacomodar tus cajones —dijo Kaoru, saliendo detrás de su hermano con sonrisa inocente.
Kenshi entrecerró los ojos.
—Kuma, Kaoru, ¿qué demonios están haciendo? —Avanzó hacia ellos—. Déjenme ver.
—¡Está bien! —Reaccionó Kuma—. Queríamos redecorar tu cuarto y tu oficina con los fundoshis —confesó el gemelo.
—Pensábamos que te ibas a tardar más. —Bajó la cabeza Kaoru, intentando parecer culpable aunque Kenshi ya sabía que culpa era lo último que el par podría llegar a sentir.
Kenshi rodó los ojos.
—A la próxima les cuelgo de los fundoshi por el techo. —Desvió su camino—. Que tengan libertades conmigo no significa que… —Se cortó bruscamente, cuando un intenso dolor le llegó de alguna zona del cuerpo que no logró identificar. Doblándose, perdió fuerza en las piernas y cayó al suelo. Sus ojos se abrieron como platos. Imposible.
Ambos gemelos se asustaron ante la caída del pelinegro.
—¡Kenshi!
—¡Kenshi-sama!
Gritaron al mismo tiempo, apresurándose al lado de él. Kuma le ayudó a medio incorporarse sosteniendo todo su peso contra su pecho mientras Kaoru le revisaba frenéticamente.
—Kenshi. Kenshi. ¿Qué ocurre? —Kaoru estaba desesperando, intentando saber qué pasaba. De pronto el heredero se había puesto muy pálido y sus ojos reflejaban muchas cosas, entre ellas: temor.
—Veneno. Rápido. —Tenía que apresurarse. Sus cuerdas vocales se oprimirían al punto de que no iba a poder hablar. ¡Demonios, su vaso era el exacto!—. En el armario de la oficina… —Cerró los ojos con fuerza, jadeando—. La botella azul. —Le estaba costando respirar. Si comenzaba a tener calambres, estaba perdido.
Kaoru salió al trote del cuarto en busca del nombrado antídoto mientras Kuma se quedaba con Kenshi prácticamente encimado en su regazo, la temperatura del menor bajaba rápidamente y Kuma empezaba a entrar el pánico. Logró alcanzar el cubrecama del futón y con él arropó a Kenshi intentando que entrara en calor, al mismo tiempo rodeó su cuerpo para transmitirle confianza.
Kaoru regresó igual de pálido que Kenshi por el susto, con los lentes chuecos, y sudado por la carrera. Arrodillándose al lado de la pareja, notó como los labios de Kenshi comenzaban a amoratarse. Intercambiando una mirada de entendimiento con su hermano, destapó el frasco tomando el antídoto en su boca. Kuma le quitó los lentes chuecos antes de que Kaoru se inclinara sobre Kenshi, uniendo sus labios con el menor haciendo un traspaso de boca a boca obligando a Kenshi a tragar. El joven estaba tan poco receptivo debido al efecto del veneno en él que Kaoru tuvo que ayudar al menor con su lengua a tragar el líquido correctamente.
Cuando se separó, a Kenshi y Kaoru les escurría una gota de antídoto por los labios. Ambos gemelos se quedaron muy quietos rogando a Buda porque no fuera demasiado tarde. La reacción no fue inmediata, pero sí notoria. El tono pálido de Kenshi fue disminuyendo y la respiración errática aplacándose, aunque continuaba con la piel fría. Lentamente, sus ojos se abrieron. No veía nada. Los gemelos podrían ver que tenía las pupilas muy dilatadas antes de que los cerrara otra vez.
—Descanso. —Su voz fue ronca, muy baja que los otros dos tuvieron que prestar mucha atención para oírle—. Días. —Le costaba decir frases enteras—. Frío… —Se estremeció. No por su extremadamente bajo calor corporal, sino por el miedo. Si los gemelos no hubieran estado ahí…—…gracias.
Kuma y Kaoru no dijeron nada. Entre los dos cambiaron sus ropas por unas más abrigadas y lo trasladaron al futón con mucho cuidado donde lo arroparon con el cubre cama. Todavía sintiéndolo tan frío como un muerto –además del susto y el terrible pensamiento de que en verdad muriera si lo dejaban solo, ambos hermanos se metieron al futón con Kenshi para transmitirle calor.
Después de eso, los gemelos cuidaron de Kenshi día y noche los días que estuvo en convalecencia, no permitiendo que ningún otro sirviente les asistiera más que para que les trajeran comida a los tres y sacaran la ropa sucia. Para cuando Kenshi recuperó la lucidez, Kaoru y Kuma seguían a su lado, ojerosos y algo cansados pero ahí estaban. Kenshi aún tenía frío, pero era algo soportable. Supuso que la parte crucial ya hubo pasado, ahora solo debía recuperar fuerzas. No podría hacer movimientos bruscos, tendría que continuar bastante abrigado hasta que su cuerpo se asentase y recuperase su calor corporal. Seguía viendo borroso, pero no lo suficiente como para no saber quién estaba a su lado.
—Hola… —Su voz sonaba baja pero normal. Sí, era buena señal—, ¿cuántos días…pasaron…?
—Kenshi. —Kaoru, que estaba doblando ropa en un cajón, se acercó al joven en el futón. Se arrodilló al otro lado de donde estaba su gemelo—. No debes... Aún estás débil.
—Cuatro casi, cinco días —respondió Kuma con voz grave, delatando el nudo que se le formó en la garganta.
—¿Tantos…? —Oh, creía que no iba a tardar muchos días. En serio que le salió bastante bueno la toxina. Sin embargo, sentir que había estado a punto de… Se hundió más en la colcha—. ¿No ha…venido más nadie…?
—Jim.
—Jim-san.
Respondieron al mismo tiempo como de costumbre.
—Como siempre vino a traer la comida de Yuki-kun —comenzó Kaoru.
—Pero después pasó por acá —le siguió Kuma—. Trajo un recado del ruso.
—No le dijimos nada sobre tu condición. —Se apresuró a agregar Kaoru antes de que su gemelo continuara.
—Vino a decir que Volsk lamentaba mucho estos días que no ha venido pero ha caído enfermo de gravedad. Ha estado en cama casi el mismo tiempo que tú.
—Se nos hacía raro no haberlo visto en todo este tiempo. Pero ahora sabemos la razón.
Eso le sorprendió a Kenshi. ¿Enfermo de gravedad? ¿Vladimir? ¿Pero qué era lo que tenía? Quiso ignorar la punzada de preocupación que le golpeó. ¿Por qué se preocupaba por él? Debía de alegrarse mejor, no obstante no pudo hacerlo. El sentimiento seguía allí.
—¿Dijo…qué tenía? —De verdad iba a arrepentirse. Pensándolo mejor, justo ahora resultaba tan irónico, mientras él se auto-envenenó, Vladimir por otro lado caía enfermo. Cuán grande coincidencia.
—Temperatura alta llegando casi a los 40°, no deja de temblar, pasa la mayor parte del tiempo inconsciente... —Enumeró Kuma, recordando lo que el negro había dicho.
—Dolor muscular, vómitos... En verdad suena como que lo está pasando muy mal —mencionó Kaoru en tono preocupado.
Las manos de Kenshi se apretaron en puño bajo la colcha, nervioso. Pues sí, no se veía que lo estuviera pasando muy bien. Apoyó ambas palmas en el futón para así darse impulso y levantarse, no esperó que una corriente de aire se colara tan rápido y le hiciera temblar, obligándolo a acostarse de nuevo.
—¡Brr! —tembló. Demonios, si salía, no duraría en pie ni dos pasos sin cuatro capas de ropa encima.
—¡No te levantes! —Se escuchó el regaño por partida doble. Kuma, como muchas veces hizo, durante esa semana se acomodó junto a Kenshi en el futón para abrazarlo mientras que Kaoru iba por un té caliente que los sirvientes habían traído hace poco.
—Por favor, le pido que no sea imprudente. Aún no está recuperado.
Kenshi se apretujó a Kuma, atreviéndose a meter sus manos dentro de su ropa para que hicieran contacto con su tibio cuerpo, haciéndole dar un respingo, mientras que su rostro se hundía en su cuello. Cielos, su propio cuerpo estaba temblando… y al mismo tiempo se sentía orgulloso de una toxina tan perfectamente creada. Quizás Vladimir no era el único masoquista. Eso le hizo abrir los ojos.
—Vladimir…está peor que yo…
—En términos de salud..., sí —respondió Kaoru volviendo con la taza humeante.
—En términos de insensatez, tú le ganas con creces.
Kenshi suspiró. En esos momentos no servía de mucho discutir con ellos, ya tenía la sospecha que aún si no tuviera el asunto del frío, ellos no le dejarían salir. Con ayuda de Kuma bebió un poco del té, que le calentó todavía más por dentro, hasta dejarlo más allá de la mitad, volviendo a apretujarse en Kuma.
—Traten de descansar… —murmuró. Si Jim les vino a avisar, es porque se estaba encargando de Vladimir. Eso le calmaba un poco…, solo un poco—. Tienen un aspecto terrible.
—Agradecemos el cumplido —ironizó Kaoru, y su hermano se rió por lo bajo.
—Continúa durmiendo, todavía necesitas reponer fuerzas —le murmuró a Kenshi. Mirando a su hermano, le murmuró que fuera a dormir que él se encargaría de Kenshi. Con un asentimiento y una mirada de que lo llamara si necesitaba algo, salió de la habitación silenciosamente. Kuma se acurrucó con Kenshi en el futón dormitando, cada tanto se despertaba para atenderle y verificar su salud.
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Así pasó dos días más en lo que Kenshi se recuperó casi del todo. Aún poseía la piel fría en la punta de sus dedos, pero con usar guantes era suficiente. Convenció al par de dejarle caminar por lo menos durante la casa, así podría encargarse de su trabajo los días que estuvo enfermo y el movimiento le haría eliminar el veneno y mantenerle en calor. No salía de allí, y si debía hacerlo, mandaba a uno de los gemelos o a alguien más en su lugar. Obviamente, debido a que por la noche la temperatura bajaba, Kuma y Kaoru se quedaban con él para brindarle calor, y él lo agradecía con creces. Demonios, sí que era bien bueno en eso de los venenos.
No obstante, le asustó. Mucho. El haber estado a las puertas de la muerte le espantó más allá de lo que esperaría. Mientras estaba convaleciente, pensó mucho en ello. ¿En verdad valdría la pena enfocarse en ello? Estando abrazado al cuerpo de Kaoru por calor, oyendo el latido que representaba su vida, tuvo un largo debate consigo mismo. Y con los gemelos cuando preguntaron qué era lo que pasó. Sí, bien, tuvo un gran regaño por ello, pero en ese tiempo optó por rendirse. No quería arriesgarse más, ni siquiera por Yuki. Solo quería enfocarse en su trabajo y volver a convencer al Emperador de cancelar su compromiso con Vladimir para reanudar el antiguo con Aiko.
Vladimir… No había vuelto a saber de él, ahora que Kuma y Kaoru iban por la comida de los tres, apenas Jim se presentaba. Solo sabía que estaba algo mejor. Pero ese "algo" no le calmaba mucho. ¿Por qué se preocupaba por Vladimir? Era molesto, idiota, celoso, dominante…, atractivo, bastante bueno en la cama y tenía un halo a su alrededor que le atraía como polilla a la luz. ¡Pero, maldita sea, era exactamente eso lo que le molestaba! Él no podía enamorarse, sería como arriesgarse de nuevo. En el pasado aprendió a huir de ese sentimiento, era impensable dejarse caer por él otra vez. Aunque, claro, ¿quién le dice eso al corazón? El simple oír su nombre bastaba para que se pusiera ansioso. Y el recuerdo de sus labios, de su toque, del sonido grave de su voz. Oh, sí, tenía serios problemas.
Por eso un día optó simplemente por salir a pie de los terrenos, cuando el sol estaba lo suficientemente caliente para darle algo de calor, avisando a los gemelos que iría a dar un paseo. Había tres caminos fuera, uno de ellos dando al pueblo y que además se desviaba en un segundo. Tomó ese, observando a lo lejos las casas de los habitantes, y cuando vislumbró el desvío rodeado de arboleda –los troncos de cerezos libres de hojas y flores, ansiando él ver los hermosos pétalos caer pronto. Aún faltaba un par de meses para la primavera. A la final habría un nuevo camino que daba a una montaña, donde estaba un templo y un cementerio. Mientras, envuelto perfectamente en un yukata caliente, abrigo, sus pies envueltos en medias y botas, con guantes, caminó por el sendero bajo las ramas cubiertas de nieve. ¿Cuándo fue la última vez que anduvo por esos lugares? No lo recordaba ya, dando una exhalación. Pero resultaba muy tranquilizante ir por esa senda bajo las ramas sin hojas de los árboles que hacían débiles sombras sobre él.
Vladimir por fin se había recuperado lo suficiente para salir de la posada, casi... Tuvo que salir con un grueso abrigo, guantes, botas y bufanda como si en verdad estuviera en Rusia. Pero eso no era inconveniente. Ese día se había propuesto ir a ver a Kenshi. Imaginen su sorpresa al verlo caminar por un sendero adyacente al principal. Lo siguió a cierta distancia para saber a dónde iba.
Kenshi caminó por largo rato, hasta doblar en una intersección. Eso allí le hacía entrar en el bosque. Cruzó sus brazos, subiendo la mano hasta ahuecar su nariz; la sentía helada. Comenzó a ir en zigzag, jugando con la nieve a sus pies. Luego volvió a meterse en otro camino, o si es que podía llamarse así ya que no estaba señalado, simplemente cruzó. Mientras pasaba entre los árboles y ramas, descruzó los brazos y se inclinó para coger una bola de nieve, jugando a levantarla al aire y atraparla. De la nada, Kenshi llegó a un gran claro dónde se hallaba un lago semi-congelado, árboles y arbustos sin hojas cubiertos de nieve. Kenshi se detuvo frente al lago, para después darse la vuelta y moverse, reuniendo nieve y formando una bola grande.
El ruso observó a Kenshi un rato, rodando nieve de un lado al otro. Imaginaba que lo que quería era hacer un muñeco de nieve. Se le ocurrió que hace demasiados años que no hacía uno. Se acercó al menor rodeando su cintura en un abrazo, tomándolo desprevenido le dio un beso en la mejilla.
—¿Necesitas ayuda?
Por la impresión, Kenshi dio un respingo y un pequeño grito. Eso le tomó por sorpresa, volteando a ver sobre su hombro a Vladimir. ¿Cómo llegó allí? ¿Podría haber estado siguiéndolo? Y..., se veía bien. No parecía que hubiese estado enfermo antes.
—¿Tú...? ¿Qué haces aquí? ¿No estabas gravemente enfermo? —No dejó relucir lo feliz que le hizo verlo otra vez después de esa semana.
—Asumo que Jim te dejó mi recado. —Se inclinó sobre Kenshi, el menor pensando que lo besaría pero en realidad tocó su frente con la de él—. Aún no estoy del todo bien. —La frente de Vladimir se sentía fría, en comparación la de Kenshi se sentía tibia, por eso los kilos de ropa extra—. Pero quería verte.
Kenshi se mantuvo quieto, cerrando los ojos un momento y dejándose llevar por ese simple contacto, como entonces compartían el mismo aire.
—Y los gemelos diciendo que yo soy imprudente... —dijo a sí mismo.
Separó los párpados y le miró a los ojos, sin darse cuenta volteándose en sus brazos para ahora estar frente a frente. Una mano enguantada subió hasta tocar la mejilla izquierda del ruso, maldiciendo la tela que aunque le calentaba le impedía sentir su rostro. Ni siquiera lo pensó dos veces cuando se puso en puntillas para alcanzar sus labios y besarlo otra vez, exhalando un suspiro ante el contacto y pasando su otro brazo tras el cuello del ruso. Está bien, lo admitía: lo había extrañado malditamente.
Volsk correspondió el beso, disfrutando de la cálida sensación que era la boca de Kenshi. Gimió de gusto. Sabía que los días de convalecencia harían que extrañara a Kenshi, sólo que no supo qué tanto y en ese momento con el pequeño cuerpo del japonés apretujado al suyo... era un hermoso momento.
Apretando el agarre en su cintura, quiso alzar al pelinegro para un mejor ángulo. Subestimó la debilidad que su cuerpo seguía sintiendo. Terminó por caer a la nieve llevándose a Kenshi con él. Kenshi dio un jadeo ahogado por el movimiento, no supo si Vladimir lo había hecho a propósito o no. Supuso que no por la mueca que él había hecho. Qué pedazo de tarado, si sabía que estaba mal, ¿por qué demonios había salido de la cama aún por él? Se apresuró a apartarse.
—Que animal eres..., no, eso es blasfemia porque hasta ellos saben que no deben salir si están mal. —Le miró reprobatoriamente—. Solo a ti se te ocurre. ¿Estás bien...?
—No me importarían enfermarme su vas a estar así de preocupado por mí. —Sonrió. Lento, se levantó de la nieve sacudiéndose el sobretodo de cuello peludo, era la moda rusa—. ¿Qué haces por acá tu solo?
Kenshi rodó los ojos.
—No quiero ponerme a escarbar por un cadáver. —También se puso en pie—. Hacia un paseo, hasta el momento solitario. Así descansaba de los gemelos... y ellos hacían otras cosas aparte de andar de niñeras. —Y no lo decía por mal, realmente quería darles un descanso al par. No sabía qué sería de él si no fuera por ellos.
—La solución para eso es bastante simple. —Apretó una de sus mejillas—. No hacer estupideces. —Volvió a besarle—. Ven, terminemos tu intento de muñeco de nieve.
El menor hizo un puchero.
—En mi defensa, eso se aprende con los gemelos: nunca dejar abandonado tu niño interno. —Incluso así, se giró para amontonar más nieve e ir formando una bola un tanto más pequeño que la primera –la cual era la base.
—Hace años que no hacía esto. De niño hacia grandes esculturas de nieve. —Vlad se puso a rodar otra bola de menos tamaño para el torso—. ¿Qué hiciste durante mi ausencia?
Kenshi titubeó. Los gemelos no le habían contado, claramente el asunto había quedado entre ellos tres.
—Pues…, nada. Trabajo, ya sabes. —Restó importancia. Dejó la bola allí, dirigiéndose a un arbusto para coger unas ramas que harían de los brazos.
Vlad dejó de hacer el muñeco, entrecerrando los ojos en dirección de Kenshi.
—Me estás mintiendo. —Se le plantó en frente, mirándolo fijo—. ¿Qué hiciste? —Se cruzó de brazos, ceñudo—. ¿Volviste a ver al tarado ese?
El japonés le observó confundido hasta caer en cuenta que se refería a Hatsuharu. Negó.
—No. —Se frotó la nariz con la palma de su guante para que entrara en calor—. Bien…, anduve de vago. —Tomó las ramas que escogió y se encaminó hacia el muñeco.
Vlad continuó mirando sospechosamente a Kenshi pero no insistió con el tema.
—Vamos a terminar y volvamos. No nos hace bien tanto frío.
Uf, eso estuvo cerca. ¿De cuándo acá sabía en qué momento mentía? Era bastante raro.
Terminaron el muñeco de nieve, siendo casi del tamaño de Kenshi, a lo que empezaron a echar bromas entre los dos. El menor les guió por un sendero distinto, adentrándose y llegando a un punto en que todo a su alrededor parecía igual. No permitió que Vladimir señalara la posibilidad de que estuvieran perdidos, ya que antes de lo esperado, salieron por un camino que daba acceso a la parte trasera de la casa, justo cercana al estanque de los peces Koi.
—Tengo buen sentido de la orientación —dijo ufanado—. Sin mencionar que conozco ese bosque como la palma de mi mano.
—Haces trampa que es diferente. —Se rió el mayor—. Respecto al compromiso... ¿En verdad vas a negarte?
—Ah, mira la hora. —Kenshi tenía la vista en el cielo donde el sol brillaba—. Ya es hora del almuerzo, y tú seguro que tienes un paciente por ver. Nos vemos. —Se despidió con un gesto, dirigiéndose a la casa en busca de los gemelos.
Antes de que Kenshi se fuera por completo, Vladimir le atrapó de la muñeca, lo haló y le robó un beso.
—No me rendiré —le susurró por sobre los sonrojadas labios debido al frío. Luego le soltó permitiendo que se fuera.
—Yo tampoco —respondió, ceñudo, apresurándose en irse.
Lo vio encaminarse a la casa. Luego de que entró, el ruso también se puso en marcha hasta el cuarto de Yuki. Donde como siempre encontró a Klaus pegado al japonés.
—Recuerdo haberte convertido en un híbrido no en un siamés —saludó en alemán al chico quien lo miró con mala cara—. ¿Cómo te sientes? —preguntó a Yuki en inglés cuando se acercó.
Klaus arrugo la nariz cuando Vlad estuvo cerca.
—Hueles diferente... —Volsk no le hizo mucho caso.
—Bien, mucho mejor. Como veo que usted también lo está. —Saludó Yuki, tomando la mano de Klaus para que calme los humos—. Jim mencionó algo de que usted no se sentía bien.
—Ah, sí. Debe ser el cambio de clima. —Restó importancia. Klaus no dejaba de mirarle fijo—. Pero ya estoy mejor, ahora lo que quiero saber es como va tu embarazo. ¿Has sentido algo diferente?
—No, señor…, todo ha ido bastante bien. Una que otra nausea, y mis pies se han hinchado, pero bien. —Yuki miró a Klaus—. Ni siquiera el típico cambio de humor… ¿o lo he tenido? —preguntó. Quizás sí lo tuvo y no se había dado cuenta.
—Quizás el aumento de sexo impida que tengas mal humor. —Sonrió cuando ambos jóvenes se coloraron—. Klaus, tienes que comer más. Estar perdiendo peso.
Una expresión muy preocupada cruzó las facciones de Yuki.
—Ya le he dicho. Que cuide de mi no significa que tenga que descuidarse a sí mismo. —Yuki se sentía mal, ya que le resultaba claro que era por su culpa.
—La reparación de fluidos no es tan rápida en comparación a cuantas veces lo hacen por semana. —Esta vez, Vlad sí estaba siendo serio—. Ahora que sabemos que Yuki está en forma, no es necesario que lo hagan todos los días. Sólo les recomiendo que sean cuidadosos.
Yuki asintió, y echó una mirada a Klaus.
—No más hasta que en verdad lo necesite, ahora eres tú quien tiene que reponerse. —Apretó el agarre en su mano—. Lo vas a necesitar…
—Ciertamente. —Se burló Vladimir ante la clara insinuación de Yuki. A su parecer el embarazo le sentaba fantástico—. Mientras más avance el embarazo, más será el consumo de tu cuerpo. No hay que descuidarse.
La puerta de la habitación se deslizó, dejando entrar a Shin con una amplia sonrisa.
—¡Está en camino! —Avisó emocionado—. El barco llegará dentro de tres días a puerto, se detendrá un día por municiones y al siguiente partimos. Es decir, en cuatro días zarpamos. ¿No es emocionante? —Se fijó en Vladimir—. Hey, doc., andabas perdido.
Yuki suspiró.
—Yo no me encuentro tan emocionado como tú, pero quien te hace cambiar.
Shin le guiñó un ojo.
—Nadie, hermanito. Descuida, tendremos cuidado.
—¿Zarpamos? ¿En plural? —Miró mal a Yuki y a Klaus, pero sobre todo a Shin porque estaba seguro de que él tenía toda la culpa—. ¿A dónde creen que van?
—A América —respondió Klaus, tajante, sin oportunidad de que Shin disfrazara la verdad.
—Shin quiere ir a buscar a alguien. —Yuki no mencionó a quién. No sabía si Klaus quería que Vladimir supiera sobre Angie, prefería dejarle eso a él.
—Esos dos… —Shin señaló a Yuki y Klaus— y yo iremos a América —afirmó lo dicho por el alemán.
—Denegado. Yuki no va a ningún lado. —Se negó en seguida Vladimir. Internamente Klaus agradeció eso.
—Él ya ha aceptado venir conmigo, y que seas su doctor no te hace dueño, Volsk. —Shin bufó—. Actúas como si tuvieras derecho sobre él, seguro porque espera un bebé de Klaus teniendo en cuenta la conexión entre Klaus y tú. Faltaba más. —Se cruzó de brazos.
—¿Acaso te suenan las palabras "embarazo delicado"? —le recordó con cinismo—. Si fuera por la custodia, efectivamente puedo prohibirle a Klaus viajar, y por extensión, Yuki tampoco lo haría.
—Klaus tiene 18 años –¿tienes 18 años? Y eso ya es ser adulto fuera de Japón. Ya no tendrías poder sobre él más que como un experimento tuyo, aunque no es de eso lo que hablamos sino del viaje. —Se alzó de hombros—. Ellos ya dijeron que irían, y tampoco es que vamos a pasear por ahí, no seas idiota.
Yuki, sentado con las piernas cruzadas, apoyó el codo en la rodilla y luego el mentón en la mano, fastidiado. Otra vez discusión.
—¡No me interesa! No voy a dejar que arriesgues el embarazo por un capricho. Porque eso es lo que es, un capricho...
Antes de que Shin contestara, Klaus intervino.
—Podrías venir también. —Vladimir volteó a mirarlo. Tenía una expresión contradictoria, quería gritarle y felicitarlo al mismo tiempo por la sugerencia—. Que yo sepa, abandonaste el estudio de las plantas así que no veo motivos para que te aferres a quedarte aquí. Por otro lado, aunque el viaje es riesgoso, sabemos que si tú vas Yuki estará bien monitoreado por si surge alguna complicación.
—Que molestia —susurró Shin por lo bajo, apartando la mirada. Otro más al barco, esperaba que al capitán no le molestase.
Yuki alzó la cabeza.
—Es una buena idea. Papá decía que era mejor prevenir a lamentar…
—Lo pensaré —respondió escuetamente. En verdad sí tenía un motivo para quedarse... Pero al parecer había cambio de planes.
—Pues piénsalo rápido, porque solo tienes 4 días —avisó Shin antes de darse la vuelta—. Y yo tengo que informar al futuro Señor Feudal. ¿Cómo es que hasta para que un barco atraque puerto se le tiene que informar?
—Podría ser sospechoso, Shin —le recordó Yuki, comprendiendo el punto. Pero el otro siguió bufando mientras salía del recinto—. ¿De qué se queja? Si no tiene nada que hacer que requiera su atención… —murmuró a nadie en específico—. Aunque… —Yuki se giró a Klaus—, eso me recuerda, desde aquella vez que vino no hemos vuelto a saber nada de Kenshi-sama.
—¿Vino aquí? —Se sorprendió Vlad. Mirando de reojo el ceño fruncido de Klaus, comprendió que realmente no fue por obra de caridad—. Entiendo. Bien, si me disculpan... Tengo que pensar en la prometedora travesía —ironizó mientras se levantaba para salir del cuarto. En el pasillo vio a Shin y le dio un zape en la cabeza mientras pasaba y se perdía en un cruce.
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Tomó la flecha, lo posicionó en su arco, respiró hondo y lanzó. Hacía ya mucho desde la última vez que tomó su arco. Lo amaba. Amaba la sensación de la madera contra su mano, de cómo sus músculos se estiraban de la misma forma que el arma, de cómo se volvía uno con ella y el sonido que provocaba al soltar la flecha. Resultaba relajante y vivo a la vez. La flecha dio en el blanco, como siempre sucedía. Unos minutos atrás informó a los gemelos que estaría allí, en el dojo, específicamente en la zona de arquería. Lo hacía mucho últimamente, avisar a los gemelos a dónde iría o qué iba a hacer, probablemente por lo ocurrido con el veneno. Se dio cuenta, entonces, que no tenía a alguien a quien contarle cosas. Los gemelos sabían mucho sobre él, pero no estaba esa persona íntima, esa persona idónea. Lo que hacía que varias veces se sintiera sólo…, y él no quería estar sólo. No de una manera tan profunda a como se sentía. Deseaba alguien que solo escuchara y nada más…, alguien como lo fue él.
Realizó la misma acción de antes, exhalando el aire al tiempo que soltaba la flecha. Dio en el blanco. El sonido de unas palmadas siguiéndole después y provocando que volteara la vista.
—Bravo. Así que también eres buen arquero. ¿Habrá alguna cosa que no sepas hacer? —Shin cruzó sus brazos frente a su pecho.
Kenshi sonrió.
—No sé hacer que dejes de molestarme.
—Es que resultas tan divertido de molestar. —Shin caminó hasta detenerse a su lado, observando el largo arco japonés que tenía—. Para tu suerte, no vengo a hacer exactamente eso.
Kenshi, de nuevo, cogió otra flecha del carcaj.
—¿Qué, entonces? —Le miró seductor—. ¿Alguna clase de favor?
Shin bufó, rodando los ojos.
—Por Buda, no. No eres mi tipo, me gustan con el pecho más relleno. —Recibió la carcajada de Kenshi—. Quería que dieras la autorización de dar pase a un barco extranjero.
Eso detuvo a Kenshi, la flecha bajando.
—¿Barco extranjero?
—Sí, contacté con un hombre que nos llevará a Klaus, Yuki, supuestamente Vladimir y a mí a América.
Ahora, Kenshi frunció el ceño.
—¿Vladimir va a ir también?
—Es posible. Ya que es el médico de Yuki, tendré que soportarlo en el viaje. —Se alzó de hombros, restándole importancia a ese detalle—. El barco llegará en 3 días.
Esa información no entró muy bien en la cabeza de Kenshi, ya que toda su atención estaba enfocada en el hecho de que Vladimir pudiese ir a tierra americana. Claro que era posible que no sufriera percance alguno debido a que no era japonés ni mucho menos, ¿pero y si algo sucediera? Podría pasar algo malo y su vida estar en peligro.
Alto, un momento: ¿de cuándo acá se preocupaba por él? Maldición, antes rogaba porque un rayo le partiese en dos y ahora no deseaba que fuera a tierra hostil como lo era América. ¿Qué demonios pasaba con él? Venga, Kenshi, espabílate.
—Bien, daré el permiso. Ahora, esfúmate.
—Lo haré…, pero antes enséñame a usar el arco. —Shin no apartaba la vista del arma—. Puede resultar útil.
¿Útil?
—¿Vas a comparar un arco con un arma de fuego? Al mismo tiempo que lanzas la flecha, ya tendrías una bala incrustándose en tu cuerpo.
—Ya, pero para algo puede servir. —Le quitó la flecha y el arco—. Vamos, enséñame. —Adoptó la misma posición que vio hacer a Kenshi y preparó el arma, exagerando la postura.
A Kenshi quería darle un síncope.
—Así no. —Se movió al otro lado, poniendo una mano en su hombro—. Relaja este músculo, te ves tenso. —Ni se preguntó si debía enseñarle o no, solo lo estaba haciendo. Ya que—. Sostén bien esto de aquí. —Su otra mano se estiró para coger la que servía de apoyo a la punta de la flecha—. No, mira con ambos ojos… y mantén tu vista en el blanco. —Shin era más alto, se estiró un poco para arreglar las imperfecciones en su postura—. Tu boca es tu ancla, que tu mano toque tu boca…, así. —Por un fugaz momento, su mirada se demoró en los labios del castaño. Tragó en seco—. Respira…, retén la respiración… —Kenshi miró al blanco—. Suelta.
Y Shin lo hizo, la flecha quedando un aro por debajo del blanco. Carraspeando, Kenshi asintió.
—Nada mal para ser novato.
Shin sonreía.
—Suerte de principiante. Y ya que no quiero tentar esa suerte a una segunda vez, me voy marchando. ¿Te importa si me llevo algunas flechas y un arco por si acaso?
—Te serviría mejor llevarte un arma, pero como buscas tu muerte, haz lo que quieras.
—Eres un encanto, enano. —Le guiñó un ojo, devolviéndole el arco.
Kenshi estaba ceñudo. ¿Enano?
—¿Enano? ¡Mido 1,69! —¡Casi 1,70!— ¡No soy enano, los demás son muy altos! —Le gritó, pero Shin ya no estaba a la vista—. ¡Montaña andante! —No, la montaña era Vladimir, Shin era más bien un roble. Enano, puf. Se creía grande por medir ocho centímetros demás. Mascullando palabrotas, reanudó su práctica. No sirvió para aplacar su enojo…
El arco también le superaba altura.
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Vladimir encontró a los gemelos en su hora de almuerzo. El par tembló ante la mirada de Vladimir y ambos supieron que ya se había enterado de la visita de Kenshi a Yuki hace una semana. Ellos sabían que el hombre, aunque sin sentido del humor, no era tonto. Intercambiando una mirada relataron lo ocurrido, no estaban traicionando a Kenshi, ¡eso jamás, primero muertos! Pero si alguien podía ayudar al joven Señor Feudal ellos sabían que ese era Vladimir, alguien inflexible y más terco que el mismo Kenshi pero que lo amara. Esa era la razón de que estuvieran de acuerdo en ayudar al ruso.
El ruso hizo muecas y frunció el ceño pero no recriminó nada a los gemelos porque sabía que hicieron lo mejor que pudieron y los felicitaba por eso. Si no hubiera sido por su pronta acción, Kenshi no la contaba. A quien tenía ganas de zarandear hasta que desarrollara algo de sentido común era a Kenshi. Ya sabía él que ese niño le había mentido antes, pero jamás se le ocurrió que pudiera hacer algo así. Siendo sinceros, sí se lo esperaba pero le parecía algo demasiado extremo. Quizás lo había subestimado.
Agradeciendo toda la información, Vlad se retiró para que los gemelos terminaran de comer. También les recetó un té de hierbas que les ayudaría a recuperar las noches de sueño. Kenshi no volvió sino hasta la noche a su cuarto donde sorpresa, encontró a Vladimir recostado en su futón leyendo un libro. El ruso continuaba con mucha ropa encima pero al menos había dejado el sobretodo peludo en una percha, por lo que sólo contaba con un suéter de lana azul y la bufanda.
Contrario a lo esperado, Kenshi no gritó. Dio una vuelta alrededor de sí mismo, echándole una mirada a la habitación y luego enfrentó al ruso con los brazos cruzados.
—A ver, ilústrame. ¿En qué parte de MÍ habitación dice Vladimir?
Volsk sonrió. Dejando el libro de lado, pasó sus manos por todo el futón alzando sólo una ceja significativamente.
—Hay muchos más de mí en esta habitación de lo que crees. —Se levantó lentamente del futón, caminando hacia Kenshi—. Pero lo que más me gusta es... —Plantándose frente al joven, se inclinó para robarle un beso—. Que todo tú dice "Vladimir". —Dio una larga lamida desde el cuello hasta el lóbulo derecho de Kenshi, provocándole un escalofrío.
Estremeciéndose, el rostro de Kenshi adquirió un bonito rosado en sus mejillas. Por un breve instante, no supo qué decir. Iba a disponerse de espetar un « ¡Fuera de mi cuarto!», solo deteniéndole el hecho de que al ruso le entraría por un oído y saldría por el otro.
—Eso es mentira. —Le empujó—. Te recuerdo que antes que tú hubo otras personas. Estás al final de la lista actual.
No se inmutó por el empujón, Kenshi realmente no lo hizo con fuerza.
—Por esa misma razón seré tu última persona. Después de mi no habrá nadie más —dijo bastante seguro de sí mismo, volviendo al futón para seguir con su lectura.
—No irás a quedarte aquí, ¿o sí? —cuestionó incrédulo—. Aún si está ese endemoniado compromiso, no indica que vengas a expropiar mi habitación.
—De hecho sí. A esta hora hace mucho frío como para devolverme a la posada. —Puso cara triste—. No echarás a un enfermo al frío, ¿o sí?
Kenshi no contestó. Se volvió a su armario, sacó una cobija y cerró la puerta, encaminándose a la del cuarto.
—Buenas noches. —Él podría dormir bien en alguna habitación extra, sabía caldearla sin ayuda.
—Háblame sobre ese intento fallido de envenenamiento —le dijo antes de que Kenshi saliera—. ¿Era eso lo que estabas ocultando en la mañana? —Él sabía que sí—. ¿Por qué no me lo dijiste?
El menor se paró y giró, viéndolo con la boca semi-abierta, cerrándola en una tensa línea.
—Kuma y Kaoru te lo dijeron, ¿no? —Chistó—. No es tu problema, Volsk. Sigues teniendo a alguien a quien joder y ya. Sé feliz.
—No. —Sacó la botellita que uso Kaoru para salvar a Kenshi—. Lo deduje por mí mismo. Klaus y Yuki mencionaron tu visita y no tuve más que rebuscar para dar con el antídoto pero no con el veneno. —Todo eso era mentira, pero no iba a meter en problemas a los gemelos. Quería que siguieran siendo de la confianza de Kenshi—. Lo que me hace pensar es en que el veneno terminaste tomándolo tú por accidente, espero. —Pasó unos segundos viendo la tensa figura de Kenshi—. Tienes suerte de estar vivo —murmuró Vlad en otro tono, uno realmente preocupado—. Si hubiera sabido de esto hubiera venido... Quizás no pude salvarte pero te hubiera cuidado. No estoy contigo por tu cuerpo, tampoco por tu título ni tu riqueza...
—Te quedarás sin nada, porque no tengo más que eso para dar, aunque no es que vaya a ceder eso último. —Ni muerto. Su propio fantasma atormentaría al idiota que quisiera robar su puesto.
—Te tendría a ti. A Kenshi, no a Ottori ni al Señor Feudal... Sólo a Kenshi. —Se quedó en el futón mirando fijamente al menor, sus ojos azules no revelaban malicia ni segundas intenciones. Su mirada, por lo general calculadora, ahora resplandecía con otro tinte, salvaje podría ser la palabra pero había algo más...
Sorpresa. Era sorpresa lo que se había pintado en las facciones de Kenshi. No concebía sus palabras, eran… imposibles. ¡Estaba loco, lunático! ¿Cómo se atrevía? Su mano se cerró en puño, apartando la mirada.
—Lo siento…, pero has llegado tarde. Él ya es de alguien más.
—Si es así ¿por qué te duele cuando piensas en él? —Lo veía en su mirada, su postura... Claramente era algo mucho más profundo, quizás era el motivo por el que Kenshi era tan reacio a aceptarle—. Dime qué hacer…
—Solo… —Kenshi respiró hondo, buscando calmarse. Cuán complicado— no hagas nada. Déjame ser. Búscate a otra persona. Tan sencillo como eso.
Vlad negó con la cabeza.
—No puedo hacer eso. No encontraré nunca a nadie como tú.
Kenshi ahogó una risa.
—Es lo que crees, pero quién sabe si ya tenías a alguien entre tu grupo de científicos pero nunca lo viste… —Dándole la espalda, se detuvo frente a la puerta, la mano tocándola mientras con la otra sujetaba la cobija. Su voz bajó un poco—. Déjalo así…, yo no creo que pueda…otra vez.
—¿Es tan horrible la idea de un futuro a mi lado?
«Seguro que no lo es, pero siento que estoy traicionándole a él.»; «Suena más a algo maravilloso, pero no creo que yo merezca eso.»; «Algo me dice que más horrible es un futuro al lado de alguien como Aiko, donde solo seremos simples compañeros de etiqueta.» Tenía tantas respuestas, y ninguna le convencía.
—No lo sé. Pero el que tres de cada cuatro veces que estamos en un mismo lugar discutamos y me hayas mentido a la primera ya dice mucho.
—Las parejas no son perfectas. Discuten, gritan, la diferencia está en si a pesar de todo eso pueden seguir unidas. —Sus propios padres no eran el vivo ejemplo del amor eterno pero estaban juntos a pesar de todo y eso era lo importante. Levantándose una vez más del futón, Vladimir se acercó a uno de los cajones de Kenshi donde rebuscó algo. Al encontrarlo se acercó al joven y, tomando su mano izquierda, le colocó una sencilla alianza de oro—. Dijiste que en tu país no hacen anillos pero en el mío una alianza es una tradición. —Señaló su propia mano izquierda con la misma alianza. Mantuvo sus manos unidas.
—¿Y en serio crees…? —Sus ojos miraba las alianzas, sus manos, sintiendo las frías de él contra las suyas. ¿De cuándo acá las tiene frías?— ¿…qué nosotros seremos uno de esos? Tengo cambios de humor…
—Lo sé. —Acarició la mejilla ligeramente sonrojada.
—Quiero las cosas al momento.
—Podremos arreglarlo. —Entrelazó su izquierda con la derecha de Kenshi.
—No me importa ser grosero o hiriente. —Se le estaba formando un pequeño ceño.
—Yo lo sé bien. —Se inclinó, sus rostros cada vez más cerca.
—Tengo miedo que esto no funcione… —susurró, intentando alejarse sin tener el espacio para hacerlo, sentíase acorralado.
—Yo haré que funcione —prometió, no permitiendo que Kenshi continuara objetando. En cambio terminó por juntar sus bocas en un tierno beso, lento, cariñoso como si fuera el primero.
No correspondió de inmediato, Kenshi se mantuvo renuente un instante. Sin embargo, batallar contra el roce de aquellos labios y esa promesa haciendo eco en su mente fue más de lo que podía soportar, sencillamente algo tenía Vladimir que le bajaba las defensas. Sus manos en su pecho se deslizaron hasta los hombros, estirándose para así poder cruzarlas tras su cuello y poder pegar su cuerpo al otro, la cobija cayendo al suelo sin importarle mucho. El beso del bosque no bastó para calmar las ansias que su ausencia le provocó y negaba a aceptar.
El beso continuó adquiriendo tintes más apasionantes. Vladimir no intentó de nuevo levantar a Kenshi, sólo lo estrechó contra su cuerpo, tanto que el menor dio una exhalación ahogada que fue la señal del ruso para aflojar el agarre y separarse, sólo un poco, lo suficiente para que Kenshi recuperara el aliento.
El menor tomó una bocanada de aire, pasándose la lengua por los labios hinchados.
—Creo…que hay que dormir…
—Buena idea. —Retomando la colcha del suelo, guió a Kenshi al futón donde hizo a un lado el libro. Se acostó con el joven entre sus brazos, y entre palabras susurradas y pies fríos se quedaron dormidos.
N.E: Hasta la próxima.
