Capítulo 21

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Para la segunda semana de navegación en mar abierto lograron divisar tierra. Kenshi, todavía algo inquieto por el barco, se alegró de ver tierra. Baron anunció la llegada a Hawái, por lo que Klaus llevó a Yuki a la proa del barco por sobre el barandal de seguridad para ver la nueva tierra.

Vladimir mantuvo un ojo sobre Kenshi como había estado haciendo durante todo el viaje pero sin atosigarle. El capitán era otro cuento, él sí había estado atosigando al ruso desde que encontró a la pareja teniendo relaciones en la mañana del segundo viaje. Hacía insinuaciones subidas de tono y bromeaba con los marinos sobre el desempeño europeo pero nada más que eso.

Ahora el capitán del Kimera estaba entretenido guiando a sus hombres para atracar en el puerto de Hawai.

—¿Vamos a pasar tiempo aquí? —preguntó Yuki a Klaus—. Sería agradable ir a curiosear.

Shin se les acercó a los dos, hablando antes que el alemán.

—Un día, dos a lo mucho. Podemos caminar por ahí, pero tendremos que cambiar nuestras ropas por unas más… normales. —Shin miró a Klaus—. Tú eres el del problema. Lo mejor es que te quedes aquí. – con un gesto, señaló las escamas de su cara.

El pelinegro frunció el seño descontento pero asintió sabiendo que era mejor no alertar a las personas. Dudaba que fueran tan tolerantes como los japoneses.

—Al menos podré volar durante la noche —se consoló a sí mismo.

Shin le palmeó el hombro.

—Descuida. Jim, Vladimir y yo cuidaremos de Yuki.

—¿Crees que Kenshi-sama quiera venir?

—Es posible, e incluso apuesto a que optará por esconderse en tierra antes de querer subir al barco de nuevo.

Yuki bajó la mirada.

—Debe extrañar mucho Japón.

Shin negó.

—No es el país, sino la tierra. Kenshi tiene fobia a viajar en barco. Anda con la paranoia de que el barco se hundirá en cualquier momento. —Se alzó de hombros—. Es normal cuando tu madre y tu primer amor de niño murieron en un naufragio.

Yuki levantó la vista, los ojos abiertos como platos al oír esa revelación. Sintió que su corazón dejaba de latir por un instante, los ojos aguándose por las lágrimas.

—Eso es…tan terrible… Sabía que la señora ya había muerto cuando yo llegué a esa casa, pero nunca supe cómo.

Klaus bajó la mirada sabiendo lo que se sentía perder a una madre a temprana edad. Sacudió levemente la cabeza intentando quitarse esos pensamientos de la mente, su cabello recogido en una cola alta balanceándose detrás de él.

—Volvamos a cubierta. —Shin ayudó a Klaus a pasar a Yuki por sobre el barandal—. Debemos conseguirte ropa adecuada. No es bueno que caminen por ahí con los yukatas.

—Vamos. Aunque creo que a Yuki le vendría bien un lindo vestido.

—¡SHIN! —El grito de Yuki resonó por todo el lugar.

—De acuerdo, de acuerdo.

Bajo la cubierta, Kenshi se había escapado de la constante vigilancia de Vladimir para hurgar en los rincones del navío. Tenía que asegurarse de que no había fugas. Si por algún lado se filtraba el agua, entonces el barco se llenaría y se hundiría y él moriría. No, no. Debido a que la mayoría estaba arriba, pasar desapercibido por los demás fue sencillo. Se escondía entre los recodos, sus ojos buscando goteras o filtraciones por el suelo. Fue más allá de las habitaciones y las cocinas, bajando a las bodegas y donde estaba la maquinaria. En varias ocasiones curioseaba más que mirar, consciente de que también era la primera vez que estaba en un buque. Contó más de 6 compartimentos, tres y tres, antes de tener acceso a la maquinaria donde oía las voces de más marineros. Supuso que se encargaban del carbón y esas cosas…

Estaba en uno de los compartimentos, repleto de cajas que sabía trasportaba el opio y lo que sea que también traficaban. Eran piratas, no mercantes, eso le quedaba claro. Vigilante, se acercó con gran temor a las paredes de metal del barco. Esas paredes es lo único que le separaba del mar. Shin dijo que era un barco seguro, pero debía asegurarse por sí mismo.

—¡Eh, tú! —gritó uno de los marinos lleno de manchas negras por culpa del humo de la caldera y trabajar constantemente con el carbón—. ¡No puedes estar aquí! Esta no es un área de juegos, niño. —El hombre tomó a Kenshi del brazo para sacarlo fuera de ahí.

—¡No estoy jugando! —Kenshi intentó zafarse del agarre—. Vine a asegurarme de que esto no va a hundirse. ¿Le han dado mantenimiento? ¿Cada cuanto? ¿Resiste arrecifes? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto soporta? ¿En qué año fue lanzado al mar?

—Tenemos suficientes años viajando por mar como para saber cómo opera este barco, ahora ¡lárgate! —Con un rudo empujón, sacó a Kenshi de la sala de máquinas, cerrando la pesada puerta de metal en su cara. Kenshi intentó obtener respuestas pero fue completamente ignorado.

Un segundo hombre fornido se encontró a Kenshi en el pasillo. Smith se acercó al japonés.

—¿Qué haces aquí? Deberías estar preparándote para desembarcar.

—Asegurándome que esto no se va a ir hacia el fondo —respondió, cruzándose de brazos.

Mirando la puerta de la sala de máquinas cerrada y al joven parado tercamente cerca de esta, adivinó lo sucedido.

—Es mejor que no molestes a los que trabajan ahí. Son irritables. —Se acercó a Kenshi. Sin tocarle, le guió por el pasillo—. Todo está en orden y tocaremos tierra dentro de poco. Si algo le sucede al barco es mejor que lleguemos a tierra donde podremos repararlo. Te recomiendo que te alejes de esta zona, así no causarás accidentes.

Ante esa palabra, Kenshi le miró con horror. Sin decir nada, se dio la vuelta y salió corriendo de allí. No, él no quería causar accidentes. ¿Y si hacía algo y el barco se iba al fondo por su culpa? ¡No, no!

Kenshi llegó a los pasillos de los camarotes, y detuvo su caminar cuando vio al capitán Cohen saliendo del camarote que compartía con Vladimir. El fornido rubio se despidió con una enorme sonrisa del ruso antes de alejarse por el pasillo.

—Sabes que si necesitas cualquier cosa puedes llamarme —le había dicho el marino con voz alegre.

Kenshi se apresuró a esconderse antes de que el hombre le viera, entrecerrando los ojos. Esperó hasta que se fuera para acercarse a la habitación y entrar dentro. Encontró a Vladimir sentado en la cama, estrujándose los ojos y el ceño considerablemente fruncido. A su lado habían una cuantas prendas de ropas, pero a juzgar por el tamaño no le quedaban a Vladimir, eran de una talla más pequeña.

Cuando el ruso alzó la mirada se encontró con Kenshi, medio sonrió al verle, apartando sólo parte del mal humor que sentía.

—Volviste.

El japonés señaló tras él.

—¿Por qué estaba aquí? —Y luego a las prendas—. ¿Y por qué están aquí? —Parecían ropas del ruso que al lavarlas, encogieron.

—Cohen pensó que si vamos a bajar al puerto ustedes debían tener ropas más adecuadas. —Tomó una de las camisas de la cama, arrojándosela a Kenshi—.Trajo esto para ti, también debió llevar algo parecido a Yuki, Shin y Klaus.

Ropa pirata. Ropa hurtada. Ropa sin gusto.

Kenshi miraba la camisa de todos los ángulos con ojo crítico. ¿Tenía que vestir como americano? Peor aún, ¿Vestir como pirata? Se lo imaginaba usándola, desluciendo su cuerpo como sucedía con el resto.

—¿De dónde sacó…esto?

—No tengo idea —respondió sinceramente. Cohen apareció minutos después de que él entrara al camarote cargando la ropa, parloteando incesantemente para irritación de Vladimir—. Estaba pensando en darte algo de mi ropa pero pensé que te quedaría grande. Con las camisas no habría problemas pero los pantalones son otro tema. —Se acercó a su baúl donde guardaba la ropa enseñándole a Kenshi las camisas, normalmente blancas de manga larga que usaba el ruso.

—¿Y por qué debo usar eso? —Tomó la otra camisa y se acercó a la cama, dejándolo allí, observando las demás. Cada una, para él, más espantosa que la otra. A cada minuto que pasaba rodeado de todos ello, su tortura crecía.

—Porque no puedes caminar vestido así por el puerto —respondió como si fuera lo más obvio del mundo. Recogió de la cama la camisa que le pertenecía—. Serías como Klaus mostrando sus escamas descaradamente. Debemos ser más precavidos.

Kenshi recuperó la camisa del ruso y volvió a dejarla en la cama, cruzando sus brazos y apoyando el mentón en una mano, pensativo.

—Bien. —Luego, caminó hasta ir tras el ruso y empujarlo hacia la cama—. Siéntate ahí. Voy a necesitar una segunda opinión, sé objetivo —advirtió—. Esto es algo malditamente serio, ¿de acuerdo? —Procedió a ir desanudando la cinta que sujetaba el yukata—. Tengo que probarme todo esto, a ver cuál es menos espantoso estando puesto. Estos americanos tienen unos gustos de ogro, es vergonzoso.

Mordiéndose el labio inferior para evitar reírse de Kenshi, Vladimir se acomodó en la cama disfrutando de la vista. Pasaron un buen rato en eso. Vladimir, aunque le encantaba la idea de que el japonés usara sus camisas, era imposible: Vladimir era de hombros más anchos y aunque Kenshi se veía adorable con las mangas dobladas pulcramente y los hombros prácticamente escurriéndosele, el menor se negó a llevar algo que le quedara tan holgado. Teniendo que escoger entre las camisas que trajo el capitán, sólo había dos juegos de pantalones, uno como los que usaba Vladimir en color caqui y otro de tela oscura, optando por el de tela oscura. Vlad convenció a Kenshi de usar los ligueros que iban en la cinturilla del pantalón para que no se le cayeran.

A la final, Kenshi traía los dichosos pantalones, con una de las camisas que el capitán había traído, hurgó también entre las cosas del ruso, robándole una chaqueta. Añadió a todo eso, los zapatos –que para su sorpresa, no eran tan incómodos como supuso. Terminando, se acercó al ruso, sentándose en su regazo, poco importándole el desorden que había en la cama.

—Es increíble la falta de color que tienen en sus ropas. Solo negro, marrón… y blanco. —Bajó la mirada a las mangas de la chaqueta –que le quedaba un poco grande– y al pantalón—. Me siento raro.

—Usamos los colores por temporadas. La que llevas puesta es de verano, seguro que los colores de primavera te gustarán más. —El ruso pasó sus manos por la cintura de Kenshi, disfrutando de su cercanía—. Admito que mi gama de colores no es muy amplia que digamos. No estoy particularmente interesado en la moda pero a ti te queda muy bien. —Alagó al joven dándole un beso que se extendió hasta su cuello—. Te sienta la ropa occidental.

—Todo me queda bien cuando lo sé llevar. —Sonrió—. Sé embellecer las cosas. Klaus, por ejemplo, cuando tuvo que asistir a ambas fiestas. —Kenshi se separó para acomodarse mejor, sentándose de frente encima del regazo de Vladimir, sus brazos pasando por los hombros del mayor—. Será bastante agradable tenerte de modelo cuando sea la boda. Se me ocurren tantas ideas... —Ladeó la cabeza, sonriendo ladino.

Volsk alzó las cejas, sorprendido. Era la primera vez que Kenshi hablada de una boda sin tener un gesto raro en la cara, era gratificante y provocaba un cosquilleo cálido en su pecho.

—Me encantaría escuchar todas esas ideas. —Sonrió el mayor, depositando un corto beso en la respingada nariz. Estaban a punto de continuar el beso cuando unos toques que la puerta les interrumpieron. Con un gruñido, Vladimir dejó caer la cabeza en el hombro de Kenshi—. ¿Qué? —Soltó de mala gana.

—Empiezo a odiar este barco más allá del punto de que se hunda —masculló Kenshi.

La puerta se abrió, dejando pasar a Shin. Como Kenshi, vestía pantalones y una camisa que se había arremangado hasta el codo. Le sentaba bien.

—Eh, vengan afuera, ya estamos llegando. Se ven unas olas por la orilla alucinantes y el clima está bastante… ¿qué?

Kenshi le fulminaba con la mirada.

—¿Qué no ves que estamos ocupados?

—Ya, pero ahora es que tienen tiempo para eso. Vengan, muevan su culo.

Vladimir igualmente lo fulminó con la mirada.

—Debí matarte cuando tuve la oportunidad.

—Ah, ¿tú también? Porque hay una fila larga. —Les guiñó un ojo—. Vamos, cojan un poco de sol que parecen fantasmas. —Dejando la puerta abierta, Shin marchó.

Kenshi alejó su cuerpo de Vladimir susurrando palabras en japonés por lo bajo.

—Es sorprendente que todavía siga vivo —comentó Vladimir, acomodándose la camisa que Kenshi se la arrugó un poco—. Vamos, seguro que estás ansioso por bajar del barco. —Pasó su brazo por los hombros de Kenshi, dándole un fugaz beso en la sien antes de que salieran del camarote.

Se encontraron en la cubierta con el resto de los hombres. Yuki iba igualmente vestido como Kenshi pero sin los ligueros, en cambio usaba un sencillo cinturón. Klaus continuaba con su cabello recogido; usaba pantalones que se ceñían a su figura para agrado de los marineros, usaba una camisa verde musgo que resaltaba sus extravagantes ojos amarillos y un chaleco oscuro sin abotonar dándole ese aire salvaje. Miraba con tristeza el puerto.

Yuki tomó su mano, llamando su atención.

—Oye, ¿pasa algo? ¿Por qué esa mirada?

Klaus sonrió ante la preocupación de Yuki por él. Apretó su mano en respuesta.

—No podré acompañarte al puerto.

La otra mano de Yuki se estiró hasta rodear a Klaus en un abrazo.

—No importa, entonces. Me quedaré aquí contigo.

Shin se acercó a ellos.

—Eh, ¿ya preparados para bajar?

Yuki negó.

—No voy a bajar sin Klaus. No quiero que se quede aquí solo.

Klaus se enterneció ante el gesto. Besando el dorso de la mano de Yuki, se alejó un paso de él.

—Sé lo entusiasmado que estás por descubrir un nuevo lugar. Ve, yo estaré bien —le aseguró.

—Pero… —Shin le interrumpió, tomándolo por los hombros.

—Venga, ya lo oíste. Tenemos mucho por ver. —Le arrastró hacia el puente, Yuki volteándole a ver cada tanto.

A eso, Kenshi y Vladimir se acercaron.

—¿No vas a bajar? —preguntó el japonés.

Klaus negó en silencio, mirando obstinadamente a Yuki al lado de su hermano mayor.

—Yo me quedaré con Klaus —anunció de pronto Vladimir. Tal fue la sorpresa que el alemán volteó a verle con los ojos muy abiertos.

Kenshi miró de uno a otro, alzándose de hombros.

—Bueno. —Continuó el camino al puente, silbándole a Shin y Yuki para que se detuvieran, ansioso por salir de ese infernal barco.

—No es necesario que te quedes —murmuró Klaus en alemán. Normalmente era así, cuando ambos europeos quedaban solos, ellos hablaban en la lengua materna de Klaus. El joven continuaba negándose a hablar en ruso, más por orgullo que por otra cosa.

—Lo sé —contestó Vladimir en el mismo idioma, mirando la partida de Kenshi—. Pero quiero hacerlo. Es mi culpa que no puedas bajar del barco.

—Puedo escaparme durante la noche —contestó terco.

—Sé perfectamente que eres muy capaz de eso. Tus habilidades de camuflaje y escape son innegables pero hay otro motivo por el que quiero quedarme. —Klaus volteó a mirarlo con una ceja alzada—. Quiero que me enseñes a volar...

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Hawái era una amplia isla con playas claras y suave arena blanca. Para desgracia de Shin, cuidar de Yuki y Kenshi era como intentar cuidar de un viejo y un niño inquieto. Había extranjeros allí, como tailandeses y ya que para los demás todo asiático era igual, no tuvieron problema con el hecho de que eran japoneses. El único problema era que Kenshi no se estaba quieto, y ya que Jim aún no estaba a la vista, Shin tuvo que arreglárselas solo con Yuki.

—Maldito mocoso. Tan grande y comportándose como un chiquillo. —Shin tenía tomado a Yuki de la mano, recorriendo las calles en busca de Kenshi—. Vladimir va a querer arrancarme la cabeza.

—Yo creo que más a Kenshi que a ti. —Estaba atardeciendo y debían volver al barco antes de que anochezca. Su mirada giraba de un lado a otro—. ¿No crees que haya vuelto al barco?

Shin se detuvo, pensativo.

—Ven.

Ambos tomaron un nuevo camino que los llevaba al puerto, mientras, el mayor le iba explicando.

—Vas a subir y revisar si está ahí. Si no está, buscas una linterna y parpadeas tres veces. Pero si está, solo enciendes la linterna y la moverás de un lado a otro. Pero cuidado que no te vean Vladimir y Klaus o estaremos en graves aprietos.

Yuki asintió. Shin se quedó en puerto y Yuki subió a bordo, mirando a todas partes y vigilante de que Klaus o Vladimir anduvieran cerca. Revisó las habitaciones, cada sector disponible del barco, luego buscó una linterna en su camarote, en el de Shin y Jim, saliendo al borde. La encendió y parpadeó tres veces.

—Maldita sea —masculló Shin en puerto. Le hizo un gesto de que se mantuviera allí mientras él iba por Kenshi.

Yuki le miró partir al tiempo que apagaba la linterna, nervioso. ¿Dónde podría haberse metido? Se tensó al sentir una presencia detrás de él, la linterna casi cayéndole al mar cuando las voces le asustaron.

—¿Volvieron tan pronto? —Se escuchó la sorprendida voz de Klaus detrás de Yuki sobresaltándolo, casi provocando que soltara la linterna que sostenía.

—¿Qué se supone que haces con eso? —inquirió también Vladimir que estaba al lado del adolescente. Ambos europeos iban vestidos con sendos abrigos, bufandas y guantes, demasiado abrigados como para estar en una isla.

—Em, yo. —Yuki bajó la linterna—. Nada, nada. Solo yo volví, estaba cansado. —Se deslizó a un lado, en dirección a los camarotes—. Los demás volverán más tarde.

Vladimir estrechó la mirada, no creyéndole nada.

—¿Ya te vas? —murmuró desilusionado Klaus—. Íbamos a volar. ¿No quieres ver como se estrella Vladimir en su primer intento? —le preguntó con ojos rebosantes de diversión. Vladimir fulminó con la mirada al menor pero éste no le hizo mucho caso.

Los ojos de Yuki se ampliaron.

—¿Estrella? Eso quiere decir que… —Su atención fue hacia Vladimir— ¿usted…también es un dragón?

—Es algo reciente —respondió Vlad en un tono seco.

El muy idiota se inyectó el genoma él mismo —le comentó a Yuki en japonés, uno bastante comprensible a pesar de su acento.

—¿Por qué haría eso? ¿No es algo peligroso? —Yuki le miró de arriba abajo, y de nuevo—. Parece normal. ¿En serio es un dragón?

Demostrando lo equivocado que Yuki estaba, el ruso, como Klaus, fue recubierto de escamas; dos alas fuertes con garras saliendo del anclaje y una peligrosa cola con púas al final de ésta. A diferencia del Klaus, las escamas de Vladimir eran de un azul brillante, los ojos azules se tornaron en amarillo reptiliano y la boca se volvió como la de Klaus, dientes puntiagudos y lengua viperina.

—Oh, wuo. —Yuki retrocedió un paso por la impresión, parpadeando varias veces. Entonces caminó alrededor, observando desde las grandes alas hasta la cola, inclinándose un poco para verla más de cerca. Se giró a Klaus—. Es distinto a ti. ¿Por qué? ¿No debería ser igual? Hasta las escamas son de color diferente.

—Por la misma razón que tú y él son diferentes a mí, nuestros ADN son diferentes y aunque el genoma hiciera mutar nuestro ADN, seguimos siendo diferentes. Probablemente si una tercera persona llegase a tener el genoma D...

—Cosa que espero no hagas —recriminó Klaus.

—También tendría características distintas —terminó su explicación el ruso sin escuchar mucho a Klaus.

—¿Eso también aplica al hecho de que usted antes parecía normal y ahora se le notan los rasgos como se le ven a Klaus? —Yuki señaló las escamas en el rostro de Klaus y de Vladimir.

—No. Eso es porque yo si apliqué la dosis completa. A Klaus aún le faltaba una segunda fase cuando escapó. —El nombrado giró el rostro bufando. No iba a entrar en ese tema.

—¿Entonces puede parecer normal si se aplica la segunda dosis? —Yuki se dirigió a Klaus—. Podrías hacerlo y así no tener que ocultarte de los demás…

—Primero muerto antes de que él quiera tocarme con sus agujas de nuevo —gruñó el menor. Aunque Klaus no lo demostrara, el rencor hacia el ruso continuaba latente, escondido en la superficie de sus emociones.

—Pero… —debido a que los demás no verían bien cómo eres, no podríamos salir juntos a pasear como sucedió hoy, pensó Yuki sin atreverse a expresarlo. La emoción que antes sintiera se evaporó, no queriendo presionar a Klaus. Suspiró—. Comprendo. Iré a ver qué harán para cenar. —Se dio la vuelta para internarse en la cabina del barco.

Klaus sabía lo que quiso expresar Yuki, con sólo ver su mirada lo supo. Él tenía el mismo sentimiento; quería pasear con Yuki por ahí sin preocuparse por su aspecto pero el miedo que sentía era mayor a ese sentimiento...

Lo siento —murmuró a Yuki en japonés antes de que se alejara demasiado.

Yuki le miró, pero hizo un gesto negativo con la cabeza.

—No, no te preocupes —respondió igual—. No quiero forzarte a hacer algo que no quieras. Está bien. —Sonrió, entrando dentro después.

Con una última mirada, Klaus giró sus ojos a Vladimir. Gruñó descontento ante la visión del hombre ruso. Con un nuevo gruñido dejó salir la cola y las alas, de mala gana haciéndole un gesto a Vladimir para que le siguiera a su primera lección de vuelo.

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Shin ya se estaba dando por vencido. Había llegado a una zona de la isla en la que solamente bares y clubes de mala muerte rondaba por la calle. Maldición, iban a despellejarlo vivo. Optó por intentar en la playa, donde también se veían personas festejando y tambores. ¿Acaso hacían sacrificios alguna tribu? Bien, quizás estaba fantaseando mucho pero en Singapur se vio a varios haciéndolo.

Zigzagueando entre las personas, chocó con un hombre haciéndole tirar la bebida.

—Perdón. —Era más alto, por lo que Shin tuvo que bajar la mirada. Grande fue su sorpresa al toparse con Kenshi.

Más bien, con un Kenshi borracho como cuba.

—¡Eh, más cuidado! —Cuando alzó la mirada, Shin pudo notarle las mejillas arreboladas—. ¡Shin! ¡Mira, están dando copas con sombreritos! ¡Es mejor que el sake, le llaman cócteles!

Shin quería darse de topes con un coco. Solo al enano se le ocurría emborracharse en Hawái en época de guerra. Ni hasta a él se le ocurre.

—Venga, vámonos. —Le tomó del brazo—. No puedo creer que yo llevara buscándote tres horas y tú por acá de fiesta. ¿Has visto el cielo? ¡Ya anocheció! Maldición.

Pero el andar de Kenshi era tan torpe debido al alcohol, que el castaño tuvo que cargárselo a la espalda. Dio varios pasos antes de…

—Quiero vomi…

—¿Eh? ¡No, no! Sobre mí, no. —Shin se lo bajó pronto y llevó a una esquina para que escupiera el contenido de su estomago.

Duraron unos minutos allí, solo reanudando la marcha al ver que Kenshi escupió todo. Esta vez se lo apoyó por un lado, de ninguna manera lo iba a cargar como mujer. Vieron entrar y salir a varios marineros del Kimera de los bares, algunos solos, otros en grupos y un par con mujeres a su lado. Apenas le dirigían miradas. Llegar al puerto les demoró una hora, a la final Shin optó por cargarse a Kenshi en la espalda otra vez.

—Shin…

El nombrado creyó que lo imaginaba, pero mirando por sobre su hombro, notó que Kenshi tenía los ojos abiertos.

—¿Qué? ¿Quieres ir a la esquina otra vez?

El pelinegro negó, y bajó los parpados.

—Gracias.

—No me lo agradezcas. —Suspiró—. Eres un grano en el trasero. —Le escuchó bufar, pero supo que sonrió.

Llegaron a puerto en silencio, Shin subió a bordo aún con Kenshi a su espalda, supuso que dormido.

Shin brincó del susto cuando un borrón de brillante azul se estrelló contra la cubierta del barco. Arriba se escuchó el aleteo de Klaus junto a su risa, al parecer divirtiéndose de lo lindo al ver el desastroso aterrizaje de Vladimir.

—¿Qué fue eso? —Se escuchaba la voz divertida de Klaus desde arriba—. Te dije aterrizar suavemente, no atacar como bólido.

Vladimir gruñó en descontento, medio incorporándose para fulminar a Klaus con furiosos ojos amarillos.

—Si al menos explicaras cómo...

—Te mostré cómo hacerlo, ahora cállate y vuelve aquí arriba. Intentémoslo de nuevo. —Vladimir estaba comenzando a aletear para elevarse cuando Klaus notó a Shin—. ¡Hey! Al fin volvieron.

El ruso volteó encontrándose a Kenshi siendo cargado por el castaño.

—¿Qué le pasó a Kenshi?

—¿Qué te pasó a ti? —Shin miraba a Vladimir de arriba abajo. Cargó mejor a Kenshi—. ¿Desde cuándo demonios eres un lagarto subdesarrollado?

—Desde antes de zapar —respondió automáticamente—. No me cambies el tema. ¿Qué le pasó a Kenshi? —Se acercó a ambos japoneses pero el ruso tuvo que retroceder cuando sintió el penetrante olor a alcohol que el pelinegro emanaba—. ¿Lo llevaste a beber? ¿Sabes lo peligroso que es eso? ¡Estamos en territorio americano!

Shin iba a reclamar que él no tuvo la culpa pero se lo pensó, un suspiro saliendo en su lugar. Negó.

—Qué iba a saber que fuera a ser tan delicado. —Mejor llevarse la mayor parte del problema.

Vlad gruñó.

—Dámelo. —Con una mueca cargó a Kenshi, intentando no respirar mucho. Sentía que se embriagaba de sólo respirar el aliento del joven.

Klaus con eso dio las lecciones de vuelo terminadas, volviendo a la cubierta. Limpiamente retrajo las alas y la cola al mismo tiempo que sus pies tocaban la superficie plana.

—Iré por Yuki —anunció a los demás.

Shin se alejó un poco, estirándose al tiempo que farfullaba por lo bajo.

—Ese enano me debe varias.

Pero antes de que Klaus entrara a la cabina, Yuki salía con una manta alrededor de los hombros.

—¿Ya han vuelto…? Oh. —Se cortó al ver a Kenshi en los brazos de Vladimir—. ¿Qué le pasó?

Shin, detrás del ruso, hizo un gesto con el dedo hacia su boca, indicándole a Yuki que estaba borracho. El joven negó.

—Debimos haberlo supuesto cuando escapó. —Tarde notó los gestos de Shin de que se callara.

—Argh. Se supone que no debían saberlo.

—Creí que se lo dirías cuando le encontraras —replicó Yuki.

—Preferí salvarle el trasero…, otra vez. —Shin se alzó de hombros.

El ruso enseguida se volteó a mirar a Shin, estrechando los ojos, esa mirada antes intimidante ahora era el doble de terrorífica a causa de los ojos amarillos.

—¿No que lo ibas a cuidar? —le dijo sarcástico. Vlad caminó hacia Shin con malas intenciones cuando un ala negra se cruzó en su camino, separando a ambos hombres.

Girando el rostro, Vlad se encontró con el ceño fruncido de Klaus.

—¿No tienes un borracho que atender?

Murmurando obscenidades por lo bajo, Vladimir se dio la vuelta dejando a los otros tres en la cubierta.

—De nada —le dijo Klaus a Shin.

—¿Cuál es su problema? Hasta tú sabes las tendencias escapistas de ese enano. —Shin se estremeció, pero decidió atribuirlo al frío.

—Él da miedo así. —Yuki se arrebujó más en la manta.

—Es su pareja —respondió Klaus como si esa fuera la respuesta a todo—. No le hagas caso, es sólo el instinto hablando. Ya se acostumbrará. —Le restó importancia, acercándose a Yuki para darle un beso—. ¿Ya cenaste?

—Quise esperarte a ti. No quiero cenar solo aquí. —Dio un vago gesto al barco—. Jim consiguió un buen pescado, dijo que era para ti.

Klaus se relamió los labios de gusto ante la promesa del pescado.

—No lo hagamos esperar entonces. —Sin esperar más, volvió a retraer los apéndices antes de tomar la mano de Yuki para caminar con él a la cocina. Cuando eran solo ellos cuatro, se reunían agradablemente en la pequeña mesa de la cocina y en vista de que los demás pasarían la noche afuera, tenían todo el barco para ellos.


Nota Ed.: Nuevo capítulo que espero les guste. No olviden que un comentario es nuestro mejor pago.