Capítulo 23
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Shin disfrutó de la vista de San Diego desde las alturas en la espalda de Klaus por un par de horas, maravillándose de la salida del sol y como iluminaba cada edificio y parque a medida que se alzaba sobre el cielo. Ahora entendía por qué Klaus solía pasar ratos largos en los aires mientras estaban en Japón e incluso se llevaba a Yuki con él. Si no fuera porque se hallaba muy a gusto con su humanidad, iría de ambicioso –e idiota– a rogarle a Vladimir que le implantara el extraño gen.
Jim les había dado una mochila con tres paquetes con comida que podrían comer por el camino, así disminuían el riesgo de acercarse a algún lugar donde podrían ser apresados. Habían hecho una parada antes, retomando el vuelo después.
—¿No deberíamos hacer una nueva parada? —comentó, alzando un poco la voz por los vientos—. Ya han pasado seis horas. —Hizo un gesto a Vlad—. Él no deberá estar tan acostumbrado. Sus aterrizajes son un buen ejemplo de eso.
Dando una mirada atrás, vio que efectivamente Vladimir ya le estaba costando mantener el ritmo, el ruso aún no sabía dejarse llevar por las corrientes de aire y en cambio aleteaba más de lo necesario. Aunque, siendo honestos, Klaus también comenzaba a cansarse; mantener el equilibrio en el aire con el peso de Shin, quien era considerablemente más pesado que Yuki, era difícil.
—¡Busquemos un claro para descender! —le gritó a Vladimir, el ruso asintió. Un kilómetro adelante encontraron un lugar bastante despajado donde aterrizaron, Vlad tropezó al no disminuir la velocidad a tiempo pero al menos no se cayó al suelo.
Shin se bajó de la espalda de Klaus apenas descendió, permitiéndose estirar todo el cuerpo.
—Ah. —Se desperezó—. Hey, al menos no comiste tierra. —Su mano hizo un gesto de chocar con la otra hacia el ruso, representando la caída que tuvo Vladimir en la cubierta. Se rió.
La gracia no le duró mucho pues el ruso enredó la cola en su tobillo halándolo haciéndole caer.
—¿Ahora quien come tierra? —Klaus rodó los ojos. Dejó que las alas y la cola se retrajeran igual que a Vladimir.
—Voy a ver que encuentro de leña —anunció antes de acercarse a los árboles a ver si encontraba ramas caídas.
—Que falta de humor. —Shin se puso en pie, sacudiéndose la tierra de la ropa—. Ruso amargado —masculló en japonés. Era una suerte que el tipo no entendiera nada.
Klaus regresó en menos de media hora con una cuantas ramas en los brazos, Shin y Vladimir habían armado un campamento improvisado con unos troncos que movieron, después hicieron una fogata gracias a un encendedor que trajo el ruso. Así se encontraron los tres, sentados alrededor del fuego compartiendo parte de la comida que les dio Jim y los europeos con sedas mantas cálidas sobre los hombros.
—Hey, Klaus. —Shin tragó el bocado de arroz que había cocinado el negro antes de proseguir—. ¿Ya han escogido Yuki y tú un nombre para el bebé?
—Habíamos pensado en un par de nombres, pero no nos hemos decidido por ninguno. —Los tres sostenía el bol de arroz junto con algunas tirar de carne seca.
—¡Momoko! Deberían ponerle, si es niña, Momoko. Significa melocotón —dijo Shin—. Y si es niño, Shun, que significa caballo veloz. Nada de nombres alemanes, son horribles, sin ofender. Además, con Shun hará honor a su tío, o sea, yo.
—"Shun". —Ambos europeos pusieron la misma mirada de desagrado por el nombre—. Si llega a ser niño, definitivamente no le pondremos "Shun". Yuki sugirió ponerle Kaori, también le gustó el nombre de Bianka.
—Irina es otro buen nombre —comentó Vlad. El pelilargo lo sopesó.
—Es lindo —terminó por aceptar.
—Irina… —Shin también lo pensó—. ¿Es alemán?
Shin obtuvo dos movimientos de cabeza negativos.
—Es ruso.
—Es un nombre bastante sencillo, muy femenino —respondió Vlad terminándose en bol de arroz. Se recostó en la hierba con una tira de carne en la mano.
Shin se terminó la carne y el arroz, dando su acostumbrado saludo al acabar.
—Bueno…, el nombre no está mal. Solo queda saber si será niño o niña.
—Si tuviera el equipo adecuado podría hacerle un ultrasonido a Yuki. Así veríamos si es niña o niño. —Klaus también se terminó su ración y se acostó en la hierba mirando el cielo.
—Bueno, será una sorpresa cuando llegue el momento —dijo el castaño. Se giró hacia el ruso—. ¿Y tú, qué? Sorpresa fue que ahora resulta que te metiste con Kenshi. Yo no los presenté aquella vez en el dojo para que luego cogieran, eh.
—No solo estamos cogiendo, oficialmente estamos comprometidos. —Mostró la alianza de oro que testarudo conservaba en su anular izquierdo.
—¿Se van a casar? —se sorprendió el alemán por la noticia, mirando entre la alianza y los ojos azules de Vladimir.
—Vamos, eso ya lo sabíamos, aunque la actitud del enano dista mucho a pensar que era broma. —Shin hizo un gesto despectivo—. Pero no es eso a lo que me refería, a que no llevan ni un mes juntos y ya van a casarse. Ni Klaus y Yuki que tienen más tiempo han pensado eso. Ahora me saldrás con que fue amor a primera vista —bufó.
Klaus desvió la mirada, la luz del fuego disimulando sus mejillas rojas.
—Si lo hemos pensado —murmuró bajito.
—Kenshi y yo hemos tenido problemas. —Aceptó solemne como si fuera algo pequeño y sin importancia—. Pero nuestra cercanía ha dado sus frutos y ahora él me acepta.
Los ojos de Shin se desviaban del ruso al alemán y viceversa.
—Primero, ¿cómo que sí lo han pensado? ¿Y en qué momento pensaban decirlo? —Se giró a Vladimir—. Segundo, espero que sea así o puede que seas plantado en el altar después.
—Es algo que hemos comentado —se defendió Klaus—. Han pasado muchas cosas y realmente no queríamos decir nada. Es...una idea —terminó bajito.
Shin permaneció en silencio por un largo rato, pensativo hasta dejar salir una larga exhalación.
—Bueno..., como el hermano mayor y responsable deberás pedir mi permiso.
Vladimir tuvo la delicadeza de no decir nada pero siendo técnicos, la pareja tenía que rendir cuentas también a él por ser el padre adoptivo del alemán.
—Van a tener un hijo, Shin. Creo que la parte de los permisos se pasaron hace mucho. —Un ruido se escuchó a lo lejos pero ambos dragones no prestaron atención pensando que sería algún animal.
—Oh. Vamos, estaba bromeando. Si me pongo en ese plan en serio, Yuki me arrancaría la cabeza. —Shin se inclinó hacia atrás, usando su brazo como almohada—. Ni siquiera me preocuparía si no tomaras tus responsabilidades en serio. Me parece que Yuki se encargaría de que los cumplieras.
—En verdad quisiera casarme con él... —expresó Klaus. El rostro de ambos dragones se distorsionó de pronto.
—Alguien está aquí —murmuró Vladimir, pero antes de poder hacer algo fueron atacados.
Varios hombres con trajes oscuros y cubiertos de barro salieron de entre los árboles rodeándoles. Sin darles tiempo de hacer algo, los hombres atacaron al trío, con eficaces movimientos dejaron a los tres inconscientes en el suelo.
Uno de los hombres dio señas hacia el cuerpo caído de Klaus, dando órdenes de que lo amarraran y entre varios lo cargaron.
—¿Qué hay de estos otros dos? —preguntó alguien más bajo que él.
Observándolos, se alzó de hombros.
—Solo tenemos órdenes de llevarnos a ese. Vámonos.
Dejando a Vladimir y Shin, el equipo partió a un vehículo que tenían estacionado a varios metros de distancia con el que estuvieron siguiendo al trío a una distancia segura.
—Vayamos por el japonés —dijo el que estaba al mando.
Acelerando el vehículo volvieron a San Diego.
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Yuki despertó en un jadeo, su frente perlada en la oscuridad de la noche. A su lado, Kenshi roncaba. Habían decidido que compartirían la cama mientras que Jim dormiría en la habitación continua. Era una pesadilla, una muy horrible pesadilla. Justo ahora no podía recordar qué era, pero la sensación aplastante en su pecho no se apartaba. Quitando las mantas, se puso en pie y caminó hacia la ventana. Era el cuarto con la vista a la calle, Kenshi prefería ese al otro cuarto, que daba más visión al puerto. ¿Qué horas eran? ¿3 de la mañana? Volteó la mirada y se fijó en el reloj, forzando la mirada para poder ver mejor. 03:33 de la mañana. Un escalofrío le recorrió. Ya era mucha coincidencia.
Pegó la frente al frío vidrio de la ventana. ¿Dónde estarán ahora? ¿Estarán bien? ¿Habrán comido? ¿Seguirán volando o estaban descansando? ¿Habrán salido de California? ¿Estaban por la mitad del recorrido o más antes, o más después? Ojalá hubiese una forma de comunicarse con ellos. Extrañaba la presencia de Klaus a su lado…
—Un momento…
Al bajar la mirada hacia la calle, notó un automóvil con un claro símbolo que no le costó identificar. Formaba parte de algunos de sus miedos.
—Oh, no. —Se volteó de inmediato—. ¡Kenshi…!
La puerta fue abierta de una patada, hombres armados entrando sin dar tregua. La luz encendiéndose al tiempo que Kenshi en la cama daba un salto por el susto. Un grupo de tres hombres apuntaron con sus armas a los japoneses mientras otro grupo de cuatro inmovilizaba a Jim en la otra habitación. En seguida se escuchó el jaleo que eso provocó con el negro intentando librarse de la opresión de los militares.
—¿Cuál de los dos es? —preguntó uno de los soldados, otro que estaba más cerca de Kenshi clavó su arma en el blanco cuello.
—Es este. —Hizo un gesto y dos hombres se acercaron a Kenshi—. Sáquenlo de aquí.
—No, no. ¡No! – Kenshi usó las almohadas de proyectiles, y al quedarse sin ellas, recurrió a las lámparas de gas que se hallaban a ambos lados de la cama.
El que estaba más cerca del pelinegro le dio con la culata del arma en el estómago sacándole por completo el aire. Cuando sus rodillas cedieron, otro de los militares le tomó las muñecas esposándoselas detrás de la espalda. Mientras se lo llevaban, el tercer hombre continuaba apuntando a Yuki.
—Muévete y te mueres —amenazó con el dedo puesto en el gatillo listo para disparar.
Yuki se disponía a hacerlo independientemente de la amenaza si no fuera por el eco de aquellas advertencias sobre cuidarse para así proteger al bebé que esperaba. Si hacía algún movimiento brusco, podría pasarle algo; si incluso se movía, ganaría algún disparo. No tenía a Klaus o Vladimir si llegara a pasar cualquier cosa grave. Estaba de manos atadas.
Con sus manos alzadas, vio cómo se llevaban a Kenshi sin que él pudiera evitarlo. El sentimiento de haber fallado se implantó en él. Bajando la mirada, derrotado, se mantuvo quieto. Perdóneme, Kenshi-sama.
Después de unos minutos el resto de militares se fue, dejando a Jim atado en la otra habitación para que no interfiriera. Con un rugido de motor, los militares se llevaron a Kenshi. Dentro del auto Kenshi fue arrojado contra Klaus, que aún permanecía inconsciente en tanto dos hombres seguían apuntando a Kenshi con sus armas.
No tardaron nada en llegar a la base americana donde la pareja fue encerrada en una celda. Quitándole las ataduras a Klaus le pusieron unos pesados grilletes adheridos a la pared igual que a Kenshi, dos guardias se quedaron afuera de la puerta que daba a las celdas.
Todo el cuerpo de Kenshi temblaba, observando las rejas, la celda, el camastro, todo a su alrededor. Se fijó en la celda continua, a Klaus. ¿Dónde estaba Vladimir? ¿Qué demonios pasó?
—Klaus —llamó—. ¡Klaus! ¡Maldición, despierta! —Intentó avanzar todo lo que la cadena de los grilletes le permitían, que no era más que unos cuatro pasos—. ¡KLAUS!
El alemán gruñó al otro lado, un fuerte dolor de cabeza martillándole las ideas. Se sentía desorientado, e intentó removerse pero algo se lo impedía. El grito de Kenshi pronunciando su nombre penetró en sus sensibles oídos provocándole mal humor.
—No grites. —Mirando a su alrededor, sus ojos se adaptaron a la oscuridad fácilmente—. ¿Qué...qué pasó? —Intentó hacer fuerza con los grilletes que le apresaban.
—¡Vaya, era hora! —bufó—. ¿Que qué pasó? ¡Pasa que nos atraparon! ¡Sabía que no debíamos venir y ustedes de idiotas que insistían! ¿Dónde está Vladimir? ¿Cómo fue que te atraparon a ti?
Detallando su entorno, Klaus se dio cuenta de la falta de Vladimir y Shin, sólo la capturaron a él... ¿Por qué? Klaus no sabía nada de estrategias, y su participación en la milicia era casi nula a excepción de su trabajo como guardaespaldas de Kenshi.
—Paramos en un claro a descansar cuando nos emboscaron. ¿Estás bien? ¿Te hirieron? —preguntó realmente preocupado, tratando de ver todo el cuerpo de Kenshi para saber si tenía alguna lesión. No sintió el olor de la sangre lo que le hizo respirar más tranquilo.
—Solo un golpe en el estomago. —Kenshi retrocedió hasta caer en el camastro sentado. Subió las piernas, apoyando los codos en las rodillas y de esa forma podría llevar sus manos a la cabeza, en un gesto desesperado—. Esto no puede estar pasando…
Klaus no dejó de moverse, los grilletes lastimando sus muñecas; Aun así no se detuvo. Lamentablemente no logró nada más que amoratarse la piel. Encogió las piernas hasta que tocaron su pecho. Se sentía tan impotente, ya tampoco sabía nada de Yuki. Se moría por preguntarle a Kenshi pero el japonés no estaba mucho mejor que él.
—¿Qué pasará con nosotros?
—No sé, no sé. —Movió la cabeza de un lado a otro—. No sé. No quiero pensar en eso ahora.
—Todo estará bien —intentó tranquilizarlo, lamentablemente sus grilletes pegados a la pared impedían que se acercara a Kenshi—. No dejaré que nada te pase.
Kenshi no dijo nada, se mantuvo en silencio, balanceándose de un lado a otro flojamente. Era como si hubiese forjado una cúpula a su alrededor, donde ni las palabras de Klaus entraban. Encerrado, sin saber qué iban a hacerle, sin saber si lograría escapar. A la final, se dejó caer en el camastro totalmente, por lo menos los grilletes le permitían acostarse sin terminar con los brazos levantados.
Klaus siguió en su intento de liberarse, hasta que horas después cuando comenzó a colarse la luz del sol entre las rejas, varios guardias entraron a las celdas, apuntando a Klaus con sus armas cuando el alemán les gruñó amenazador.
—Tú, levántate. —Un hombre rubio y fornido se adentró en la celda de Kenshi, liberándolo un momento para cambiarlo por las esposas de antes.
Con Klaus fue un poco más difícil pues el joven no dejaba de moverse y luchar. Entre dos tuvieron que retenerlo mientras un tercero le ataba los brazos detrás de la espalda con unas correas gruesas.
—Caminen.
Kenshi no avanzó.
—¿A dónde vamos? —cuestionó, receloso.
—Callado, enano —le amonestó el hombre más grande mientras los otros dos intentaban hacer que Klaus cooperaran, un tercero amenazó con golpearlo—. ¡Eh! No lo maltraten. El mayor Wilson lo quiere entero —desdeñó el rubio.
¿Mayor Wilson? ¡Ese era Tyrone! Su padre fue a quien Klaus asesinó. ¿Era por eso que los habían apresado? Aún así, Kenshi sabía que las cosas estaban color de hormiga.
—Klaus, quédate quieto —le dijo al alemán en japonés. Tenía que averiguar qué estaba pasando primero.
El menor gruñó no obstante intentó hacer caso a Kenshi. La pareja fue llevada fuera de las celdas.
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En medio del bosque, Shin y Vladimir comenzaban a despertar, el mismo dolor de cabeza con el que despertó Klaus les atacó.
Volteándose para acabar boca abajo, las manos de Shin se dirigieron a su cabeza y luego al suelo, apoyando su peso en ellas para impulsarse. El dolor era casi comparable a una endemoniada resaca. Parpadeó para aclarar su vista, desplazándola por todo su alrededor. Vio a Vladimir…, pero faltaba uno.
—Maldita sea…, se llevaron a Klaus… Argh. —Una punzada le interrumpió. ¿Cómo pudieron haberles seguido?
Vladimir despertó segundos después. Tomándose un momento para que el dolor de cabeza pasara antes de notar lo mismo que Shin.
—Se lo llevaron. —Su mente intentando hacer todas las teorías posibles por las que Klaus pudiera ser secuestrado cuando una idea se le vino a la mente: si se habían llevado a Klaus ¿qué podría garantizar que Kenshi estaba a salvo en el hotel?
Se puso de pie ignorando el repentino mareo que le sobrevino, esperó un momento a que su mente se aclarara antes de extraer los rasgos draconianos y tomar impulso para volar.
—¡E-eh! —Shin se obligó a pararse, tambaleándose un momento—. ¡No te vayas sin mí!
—Tengo que volver con Kenshi. ¡Serás una carga! —Literalmente, y Vladimir necesitaba llegar con Kenshi ahora.
—¿Y cómo demonios pretendes que regrese yo? —Se le acercó—. ¡No pensarás dejarme aquí!
—¡Ve a buscar a la maldita mocosa! Por culpa tuya estamos metidos en este lío.
—¡No puedo ir sólo, demonios! ¡Me demoraría milenios en llegar al lugar exacto sin Klaus! Vamos, ¿tanto cuesta llevarme? ¡Nos estamos atrasando!
En una batalla mental, Vladimir prácticamente asesinó a Shin con la mirada antes de volver a tierra.
—Yo no seré tan comprensivo como Klaus. Si te caes, no volveré por ti —le advirtió al castaño, inclinándose un poco para que se subiera a su espalda.
—Entonces más me vale arrastrarte conmigo si me caigo —murmuró en japonés, subiendo sobre él. Se aferró con brazos y piernas cual mono—. ¡Listo!
A Volsk le costó despegar con el peso extra de Shin, aún no estaba acostumbrado a volar y ahora tenía este nuevo peso en su espalda. No entendía cómo Klaus parecía hacerlo con tanta facilidad, meses de práctica sin duda.
Les costó un poco pero lograron llegar a una buena altura donde las corrientes de aire eran fuertes y por suerte el viento estaba a su favor. Aceleró todo lo que pudo, con el cuerpo paralelo al suelo y el viento despeinando su cabello.
—¿Por qué se habrán llevado a Klaus y no a los tres juntos? —cuestionó Shin.
—No lo sé. Hay algo que no cuadra, no tiene sentido que se lo llevaran a él.
Shin ya no dijo nada. Solo esperaba que los otros sí estuvieran completos.
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Kenshi intentó recordar los cruces y caminos por el que los llevaban a Klaus y él. Si iban a escapar, tenían que hacerlo bien. Pasaron por tres puertas custodiadas, dos escaleras y cruzaron cuatro veces. Pero además, subieron unos dos pisos y avanzaron por tres corredores, uno bastante largo. Por lo que pudo observar a través de las ventanas, era un edificio muy vasto, más grande que su propia casa, exceptuando los alrededores. Él estaba acostumbrado a dar pasos largos, sí, pero las zancadas que los militares les obligaban a dar eran incluso más de lo que él hacía. Tenía que esforzarse si no quería que le arrastraran literalmente por los pasillos.
Klaus, mientras, intentaba aflojar los amarres de su brazo. Él también buscaba manera de escapar sin embargo con las manos en la espalda eso sería difícil y más con unas ataduras tan restrictivas como esa correa. Los militares trataban de tocarlo lo menos posible pero se mantenían alerta para que no intentara nada.
Por fin llegaron a una puerta donde el hombre rubio tocó dos veces, cuando recibió la orden de adelante hicieron entrar a los prisioneros al cuarto.
La oficina del mayor Wilson; una estancia amplia, con una gran alfombra en el medio, un gran sofá de tres plazas contra una pared, un gran ventanal y al otro lado, una pared llena de planos y estrategias. Frente a la puerta por la que entraron, un gran escritorio de caoba y tras él, el Mayor Wilson. El militar de ojos verdes frunció el ceño a sus subordinados cuando se dio cuenta el estado en que traían a Klaus pero no dio lo orden para que lo desataran. La brillante mirada amarilla era suficiente para tener en cuenta ciertas precauciones.
—Mi estimado Dr. Volsk. En verdad lamento las circunstancias en las que volvemos a encontrarnos pero era algo realmente necesario —habló el Mayor con voz sedosa, intentando ser amable con el europeo.
Klaus abrió los ojos sorprendido, ¡esa era la razón! Este hombre lo estaba confundiendo con Vladimir y su obsesión era tan enfermiza que hasta lo secuestraba. Kenshi también estaba anonadado. ¿Era por eso que Wilson hacía todo eso? De él mismo lo entendía, pero sobre Klaus tenía tantas teorías y ni esa se le pasó por la mente. Era tan hilarante, que simplemente no pudo evitar reír. Poco le importaba que le miraran mal.
—¿En verdad tu estúpida mente creyó que él es Vladimir Volsk? —Miró a Klaus—. Debiste haber hecho un buen papel. —Su atención se volvió a Wilson—. Tenía entendido que era una fiesta de disfraces, y obviamente eso fue un disfraz, ¡idiota! El verdadero Vladimir Volsk nunca asistió a esa fiesta.
Klaus quiso golpear a Kenshi por estúpido e impulsivo, pero su protesta murió en su boca cuando sintió sus mejillas ser apretadas sin misericordia por la mano de Tyrone, los ojos verdes refulgieron de furia.
—Me engañaste. —El pelilargo quiso apartarse, alejarse de las uñas que se clavaban en su piel. Con un brusco movimiento fue empujado, brazos fuertes evitaron su caída. Había varios militares por toda la habitación, todos pegados contra la pared, uno de ellos fue quien sostuvo a Klaus.
Tyrone observó la imagen que daba Klaus: mejillas enrojecidas por la furia, brillantes ojos amarillos, largo cabello negro despeinado dándole un aire salvaje. Aun cuando este hombre no fuera Volsk, ciertamente su aspecto era atractivo...
—Eres el sujeto de pruebas —reconoció Tyrone por fin. El único hombre sobreviviente del proyecto Dragón. Wilson sonrió—. Serás una gran adquisición a mis filas.
—Si lo que buscabas es una semi-bestia que jamás te obedecerá, ¿entonces para qué me tienes aquí? —interrumpió Kenshi—. Creí que serías más inteligente buscando el Darality, según yo, es lo que ustedes ansiaban; solo míralo. ¿En verdad crees que acatará alguna orden que le des? —Ladeó el rostro, una pequeña sonrisa ladina apareciendo en él—. Un buen guerrero no se deja llevar por su codicia.
Tyrone giró su rostro a Kenshi, su expresión endureciéndose.
—El heredero al puesto feudal de Hiroshima. No creas que me he olvidado de ti. Sujétenlo —ordenó a sus hombres cuando Klaus quiso removerse—. Claro que queremos el Darality, por eso estás aquí. Tú nos lo entregarás.
—No lo haré. Sino por un trato. Libéralo y tendrás el Darality. —Con un gesto, señaló a Klaus—. O libérame, y te quedas con él. No ambos.
El pelinegro arqueó una ceja. Sonrió con esa mueca perturbadora.
—Ya lo veremos. —Tomando a Kenshi sin nada de delicadeza por un brazo, lo obligó a caminar detrás del gran escritorio donde se sentó y a Kenshi en su regazo, forzándolo a quedarse en esa posición mientras daba la orden a sus hombres.
—Hagan lo que quieran.
Varios de ellos chiflaron entusiasmados. Aprovechando que uno de sus compañeros mantenía sujeto a Klaus, otro le dio un puñetazo en la mandíbula, provocando que los filosos dientes cortaran su propio labio haciéndole sangrar. Un tercero le dio una patada en el estómago obligándole a arrodillarse.
—Este es el trato; me das el Darality o él paga las consecuencias.
La mirada de Kenshi se mantuvo en Klaus, en la sangre que se deslizaba por su labio y los mechones del largo cabello que se iba deslizando por su hombro. ¿Qué tanto le importaba? ¿En verdad podría sacrificar lo único que mantenía a su tierra por él? ¿Qué había hecho Klaus por él? Incluso siendo su guardaespaldas, fue Shin y Jim quien le salvaron. Incluso bajo el efecto de un afrodisiaco, Klaus le abandonó. Y por entrometerse, hizo que perdiera cuenta de los vasos y acabara envenenado, casi al punto de morir. ¿Qué tanto le importaba? ¿Por qué tenía que sacrificar a su pueblo por él?
Indiferente, se atrevió a apoyarse en Tyrone, lo suficiente para tener además la desfachatez de subir los pies a la esquina de su escritorio.
—Por mí, mátalo si quieres. —Ladeó el rostro para poder verlo—. Ya te lo dije: libéralo y tienes el Darality. —Subió sus manos, de esa forma pudo lograr acariciar su mentón con un dedo—. Libérame y te quedas con él.
—Así no funcionan las cosas, lindura. —Apartando la delicada mano de su cara, apretó las mejillas de Kenshi para que mirara a Klaus de frente—. Procedan.
Otros soldados se acercaron a Klaus. El alemán tenía varios moretones en la cara y jadeaba con dificultad, probablemente por una costilla magullada, el cabello le caía en todas direcciones desordenado. Un hombretón con una gran barba y ojos pequeños le agarró del cabello, halándoselo con fuerza.
—¿Qué demonios con este cabello tan largo? —Klaus gritó por el jalón de pelo—. ¿Qué acaso eres una chica? Maricón.
—¡Quizás le gustaría que le tratemos como a una! —propuso otro, abofeteándole la mejilla amoratada.
—¡Suéltenme! —intentaba debatirse el menor, pero otro golpe le mandó al suelo.
Un tercer hombre se le acercó por detrás, manoseándole las nalgas. Klaus saltó ante el desagradable toque, se alarmó cuando sintió que intentaban bajarle los pantalones. Volviendo agarrarle el cabello, el primer hombre presionó su miembro erecto contra los labios del pelilargo.
—Abre la boca, maricón. —Obligándole a tragar su miembro, Klaus le mordió con fuerza por reflejo, los filosos dientes clavándose en la sensible carne. Con un grito agudo, el hombretón se apartó golpeándole el tórax, esta vez un sonoro crack inundando la oficina—. ¡Me las vas a pagar, marica! —Sacó un cuchillo de su bolsillo, un compañero sostuvo a Klaus mientras otro le halaba el pelo.
—¡No! ¡Déjenme! ¡Suélteme! —Klaus intentaba escapar, removerse, cualquier cosa... Entonces sintió que la presión en su cabeza disminuía. Mirando al suelo, vio todo su cabello caer en la alfombra.
El cuerpo de Kenshi estaba tenso. Nunca se imaginó que también se atreverían a cortarle el cabello a Klaus, era extraño observarle con la cabellera corta en mechones desiguales. Y era aún más cuando la visión del alemán se difuminaba con la de él mismo en ese momento del cual Shin y Jim le salvaron. Verlos manosear a Klaus revivían los toques de los militares sobre su cuerpo el día del ataque. Cerró los ojos con fuerza, sus pies se deslizaron de arriba del escritorio.
—No, no, no. —La mano de Tyrone apretó su mandíbula con fuerza—. No debes perderte esto.
El mismo hombre barbudo volvió a agarrar la cara de Klaus, forzando su pene dentro de su boca, sofocados jadeos escapaban de su garganta. La aterrada mirada de Klaus era inundada por enormes lagrimones que humedecían sus mejillas.
—Puedes evitar todo esto —susurró Tyrone con un tono de voz bajo contra la oreja de Kenshi, su mano derecha apretando la estrecha cintura—. Si decides entregar el Darality, todo terminará.
Kenshi tuvo que abrir los ojos, incapaz de seguir soportando la presión en su rostro. Su mente viajaba a mil. Ceder el Darality, o evitar que eso continuara.
—Lo haré —murmuró bajo—. Basta. —Nuevamente, sus manos subieron, esta vez para sujetar la muñeca del Mayor que tomaba su rostro—. Lo haré…
—No te oigo —le dijo con malicia, admirando como un hombre de cabello negro y bigote se situaba detrás de Klaus. Los pantalones del joven fueron removidos hace tiempo y ahora el militar se estaba masturbando a punto de introducirse en el seco agujero de Klaus. El menor se debatía con fuerza intentando impedirlo.
—¡Basta! —gritó el japonés, impulsándose al frente lo suficiente para detenerlos. Su cuerpo temblaba, no sabiendo si era por los nervios, el terror o algo más. Se dejó caer, llevándose las manos al rostro—. Basta, basta, ya basta. Lo haré…, te lo daré. —Quería irse de allí. Quería salir corriendo, quería volver a Japón, quería volver a su casa. Quería que Vladimir estuviera allí.
Con un solo tronar de sus dedos, los militares se apartaron de Klaus, reticentes pero lo hicieron. El menor cayó al suelo encogiéndose sobre sí mismo. Se negaba soltar cualquier sonido pero su cuerpo temblaba con fuerza, el cabello en mechones desiguales era suficiente para cubrirle la cara.
—Tenemos un trato, pequeño señor feudal —dijo con burla el mayor—. Enciérrenlos.
Alguien tomó de los hombros a Kenshi instándole a caminar mientras otro más cargaba a Klaus en su hombro ignorando la costilla rota del menor.
Al ser puestos en la celda nuevamente, Kenshi no pudo voltear a ver al alemán. Volvió a recostarse en su camastro, miles de pensamientos rondando por su mente sin que uno fijo se estableciera. En cuanto a Klaus, en la celda se encargaron de volver a ponerle unos pantalones, el europeo ya no tenía fuerza para protestar; se sentía tan humillado y quebrado, casi deseaba volver al laboratorio en Rusia. Era un experimento y lo privaban de libertad pero jamás le hicieron nada como eso, nunca lo tocaron impúdicamente ni intentaron quebrarlo...
Los militares, viendo lo lastimado que estaba Klaus, no se molestaron en volver a encadenarlo a la pared. Ahora solos, el alemán pudo dejar escapar un sollozo que tenía atorado en la garganta.
Solos en las celdas, cada uno se permitió regodearse en su propia miseria.
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En la posada, Jim y Yuki tuvieron una discusión sobre el permanecer allí o irse a otro lugar. Si permanecían, decía Yuki, los militares podrían volver y hacerles algo a ellos por lo que sería mejor intentar buscar otro refugio. Pero Jim replicaba ese argumento indicando que si marchaban, en caso de que volviesen los otros no iban a encontrarlos y pensarían lo peor, además de que si hubieran querido hacerles algo, ya lo hubiesen hecho. Finalmente, permanecieron en el lugar.
Yuki estaba nervioso. Estaba muy preocupado por Kenshi, y sobre todo por Klaus. Rezaba que estuviera bien, y esa noche cuando se acostaron a dormir, luchó porque el sueño llegara. Apenas apagaron las luces, imaginaba que de nueva cuenta irrumpirían violentamente los militares como hicieron en la madrugada, matándolos a ambos, a Jim y él.
Supuso irían a ser las doce de la mañana cuando un alboroto se escuchó fuera, despertándolo. Quizás no había estado durmiendo tan profundamente como pensó. Su corazón palpitaba rápido, deteniéndose al captar algo. Esas voces…, eran de Shin y Vladimir.
—¡Jim, despierta, han vuelto! —Se bajó de la cama, al tiempo de que la puerta se abría y las luces se encendían. Vio a Vladimir entrar primero, Shin tras él, pero…— ¿Y Klaus? —Intentó ver tras los mayores—. ¿Dónde está Klaus?
Jim salió de la cama. Tenía una cura en su frente y la muñeca vendada, daños que le hicieron los militares esa madrugada.
—¡Kenshi! —Vladimir se precipitó en la habitación, intentando buscar al japonés. Al no verlo ahí trató de buscar entre las otras habitaciones que habían alquilado pero no lo encontraba por ninguna parte. Jadeante y despeinado, volvió donde Jim—. ¿Dónde está?
Yuki se dirigió a Shin.
—¿Dónde está Klaus?
—Nos emboscaron. —Shin se llevó una mano a la nuca—. Un grupo de militares se lo han llevado. —Shin tuvo que apresurarse a sostener a Yuki en tanto le vio tambalearse.
Jim suspiró, luego de oírle. Su atención se fijó en Vladimir.
—También fuimos emboscados ayer en la madrugada. Me maniataron en la otra habitación, mientras que a Kenshi se lo llevaron. Lo siento.
Vladimir se giró a Yuki, ojos amarillos furiosos a punto de reclamarle por qué no hizo nada. El olor a dulce combinado con el del miedo respondió por sí sólo. Cerrando la boca, quiso serenarse. Debía pensar con la cabeza fría.
—Entiendo por qué se llevaron a Kenshi, pero Klaus es el que no cuadra en esta ecuación —Se pasó la mano por el pelo, arreglando los desordenados mechones—. ¿Qué motivo podrían tener para capturarle?
Shin guió a Yuki a la cama para que se sentara, el menor había comenzado a derramar lágrimas. Jim negó.
—Realmente, no lo sé.
—Oh…, me parece recordar algo que Angie dijo —recordó Shin—. En su carta decía a Klaus que había averiguado algo sobre un Mayor Tyrone Wilson. Que estaba obsesionado por el científico ruso que Klaus presentó en la fiesta de Japón, que estaba enojado al no poder encontrar a dicho científico, algo así.
Vladimir actuó por instinto; golpeó la mejilla de Shin con fuerza enviándolo al suelo.
—¡Sabiendo eso nos arrastraste hasta acá!
Shin escupió sangre al medio incorporarse.
—¡Qué iba a suponer que el lunático lograría atraparlo! Además, se debe ser bien idiota para suponer que Klaus es el Vladimir Volsk que buscan.
—¿No te das cuenta del problema en el que estamos metidos? —Jim se adelantó un pie—. Debieron de habérselos llevado a su base, eso debe estar repleto de militares armados. ¿Qué posibilidades tenemos de sacarlos de ahí? ¡Y el tiempo!
—¿Qué crees que pasará cuando se dé cuenta que Klaus me suplantó? —le gruñó el pelinegro—. ¡Lo despacharán sin miramientos y a Kenshi! ¡En cuanto les de la información que quieren van a matarlos!
—Si está tan obsesionado con Klaus, y más con su aspecto, no creo que lo mate…
—¿Y Kenshi? —insistió Jim—. Apenas revele donde está el Darality, morirá. No les hará falta.
—Oigan… —murmuró Yuki.
—Deberán llevarlo a Japón, de esa manera tendrían acceso a él. Sin mencionar que yo no fui el obstinado que lo trajo sabiendo el peligro que corría. —Claramente Shin se refería a Vladimir.
—Oigan… —insistió Yuki, levantándose y caminando a la puerta.
—Todos corríamos peligro aquí. Y ellos podrían amenazarlos a ambos —replicó Jim—. No son estúpidos.
—¡Oigan! —gritó Yuki—. Alguien ha dejado esto bajo la puerta… —Al girarse, había una carta en su mano. Yuki abrió la puerta, asomándose pero luego la cerró—. No hay nadie… —Con una mano, se secó el rostro de las lágrimas.
Vladimir se asomó por sobre Yuki –al ser más alto– espiando lo que decía la carta. Gruñó descontento al notar la característica caligrafía japonesa.
—¿Qué dice?
—No dice de quien es, solo que… si queremos salvar al señor feudal y el extranjero… fuéramos a los limites del bosque mañana al anochecer…
—Es una trampa —dijo Shin de inmediato, buscando con qué limpiarse la sangre.
Yuki revisó la carta por detrás y por delante, deteniéndose en unas líneas en la parte inferior de la parte trasera.
—No…, no lo es. Dudo mucho que los militares sepan esto…
Jim se acercó, leyendo las líneas.
—"Ve a la guerra sabiendo que tal vez morirás, y vivirás para contarlo…"
—"Ve a la batalla queriendo sobrevivir, y morirás en ella." —terminó Yuki—. Es un proverbio samurái, muy antiguo. —Negó—. Esto lo escribió alguien que sabe.
—Quizás hay japoneses escondidos aquí…
—¿Con esta guerra? —ironizó Shin—. Eso es ser suicida.
—En la guerra y el amor todo se vale —dijo Vladimir, analizando la carta aunque realmente no entendía lo que decía—. Debemos arriesgarnos, es nuestra única oportunidad.
N.E: ¡Otro capítulo nuevo! ¿Podrán rescatar a Klaus y Kenshi a tiempo? ¿De quién creen que vendrá esa misteriosa carta?
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Nos vemos a la próxima.
