Capítulo 25
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No tardaron mucho en llegar al campamento, tiempo en el que Vladimir no se separó de Kenshi ni Klaus. El menor del grupo estaba tan débil que ahora al sentirse a salvo poco a poco iba cayendo en la inconsciencia, el resto de los rebeldes se preocupó pero Vladimir les dijo que mejor le dejaran, sería más fácil transportarlo de esa manera.
El ruso hizo un vago análisis de las heridas de Kenshi y Klaus; Kenshi en su mayoría estaba bien pero Klaus contaba con una costilla rota, el resto magulladas, golpes y cortes por todo el cuerpo, un ojo morado, herida de bala en el ala y un hueco en la membrana... Esperaba que eso no impidiera al menor volver a volar, pasaría un tiempo considerable antes de que pudiera volver a hacerlo.
Apenas entraron en el campamento llevaron a los jóvenes a la carpa médica. A Klaus lo dejaron recostado en una camilla mientras que a Kenshi después de una evaluación rápida lo llevaron a la carpa que le asignaron a Vladimir, por pura terquedad del ruso de no querer dejar solo a Kenshi.
En tanto se enteraron de su llegada, Yuki y los demás fueron a verlos, el primero quedándose cerca de la carpa esperando a que terminen con Klaus. Su mente le indicaba que se calmara, ya se encontraba allí, pero no podía. Seguía muriendo de la preocupación, dudando entre entrar o no, una enfermera indicándole que mejor esperase fuera.
En la carpa donde estaban Vladimir y Kenshi, el japonés se sentía inquieto. Quería ir a hablar con Haruto. Durante todo el camino se vio volteando a verlo, incapaz de creer que le tenía cerca, vivo, real frente a él. Se había separado al llegar a ese extraño lugar. El interior de la carpa no tenía muchas cosas salvo el equipaje, una mesa y silla, una cama y dos mesillas flaqueándola.
—Esto es ridículo. —Se levantó de la cama para salir. Tenía que ver donde se metió Haruto, necesitaba respuestas.
Pero alguien más también quería respuestas.
—¿Cuál es tu relación con él? —preguntó Vladimir que estaba revisando su inseparable maletín.
Kenshi se detuvo ante la puerta, echándole una mirada.
—Él es… especial —completó luego de dudar por un momento. Abrió la puerta de la carpa y echó un vistazo fuera. No estaba a la vista, supuso que tendría que preguntarle a alguien.
—Tan especial que tuviste que lanzarte a sus brazos apenas lo viste —desdeñó el mayor sin mirarlo.
El paso que Kenshi se dispuso a dar fue detenido, retrocediendo para girarse un poco y que su mirada sea dirigida al ruso. Por un momento estaba atónito, un simple segundo, al siguiente su expresión se ensombreció en tanto apartaba la mirada.
—Lo es... —murmuró en una voz que delataba su apagado ánimo. Haruto era especial..., era especial para él pero desde que llegaron ni siquiera el hombre se dignó a acercársele. ¿Su sentimiento era recíproco?
—¿Por qué es especial? —Vlad también se giró para mirarlo. Necesitaba hacerlo, que Kenshi tuviera sentimientos tan intensos por el japonés le apretaba el pecho.
—Porque... él fue la primera persona que amé. Porque fue mi primer amigo. Porque fue mi primer compañero de juegos. —Su mirada seguía perdida en algún punto de la tela de la carpa que los rodeaba—. Y necesito saber por qué se fue, por qué no recibí ni una carta de él... Solo se esfumó a través del mar.
Aunque estaba teniendo serios problemas para controlar sus celos, Vladimir comprendía vagamente lo que intentaba transmitir. Él nunca pasó por una experiencia parecida.
—Eso te hará más daño...
Respirando hondo, Kenshi asintió. Varias veces lo hizo, y le miró finalmente.
—Puedo con esto. —Estiró la mano para coger la tela de la carpa y abrir la entrada.- Durante años creí que lo había perdido y ahora lo tengo cerca. Tengo que saber qué pasó con él. —Y dio un paso hacia el exterior.
—Si te hace llorar, lo golpearé. —Tan sólo no quería que Kenshi saliera herido.
Kenshi sonrió como si eso le divirtiera, pero la mueca no llegó a sus ojos. Ni la sonrisa duró en su rostro cuando salió. No dijo más nada, preparándose para lo que vendría. Haruto no le haría flaquear, o eso quería creer.
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Kenshi preguntó a varias personas por el paradero de Haruto, estos le informaron que el hombre estaba reunido con su segundo y otros hombres más en la carpa de estrategias. Pidiendo indicaciones, llegó a una carpa de tela roja. No dudó en entrar.
—…10 hombres murieron, 5 fueron capturados y otros 20 han escapado. No sabemos aún del paradero de 28 todavía —informaba un hombre de cabellos rubios junto a Haruto.
Él y cuatro hombres más estaban inclinados sobre una larga mesa. En la esquina estaba un escritorio con un telégrafo que nadie estaba ocupando ahora. Todos alzaron la vista cuando Kenshi entró, su atención manteniéndose en Haruto.
—Kenshi…
—Quiero hablar contigo.
Contrario a lo que imaginó que respondería, Haruto bajó la mirada, devolviéndola a los planos de la mesa.
—Más tarde podemos hablar, espera un rato.
—He esperado 12 años para esto. —Su voz se alzó un poco, ganándose la atención de Haruto de nuevo. No, esta vez no lo iba a dejar ir tan fácil—. Y ha sido bastante.
El castaño no respondió, atravesándolo con sus ojos oscuros, insondables, provocando que el corazón de Kenshi palpitara muy rápido. La mano de Maxon a su lado le hizo mirarle.
—Ve con él. Nosotros terminamos esto. ¿Por qué no van a pescar? Un poco de sardinas nos haría bien.
Regresando su rostro hacia Kenshi, Haruto se irguió y les asintió a los demás. Salió de la carpa, no necesitando decirle al menor que le siguiera, ya lo estaba haciendo. Fueron por un sencillo equipo de pescar de y unas cestas de mimbre, Haruto cargando las cestas mientras que Kenshi se encargaba del equipo, avanzando ambos hacia el río. El campamento terminaba a casi 20 metros antes de llegar a un pequeño claro y allí enfrente estaba el comienzo del río que terminaba desembocando en un gran lago metros más allá. Haruto comentó que había un nuevo desemboque a varios kilómetros y que unía ese lago con el mar.
Haruto comenzó a preparar las cañas.
—Bueno…, debo decir que…
—¿Has estado aquí todo este tiempo? —interrumpió Kenshi, observándolo atar la carnada al anzuelo.
Haruto sonrió.
—Que no esperarías nada. —Logró terminar—. No realmente. Llegué a Tailandia donde permanecí dos años. No entendía nada, me costó un poco adaptarme a esa nueva vida. Un hombre extranjero me vio y contrató para que fuera su sirviente. Resultó ser americano. —Se irguió—. Me enseñó a defenderme en el inglés y meses después me llevó con él a Wisconsin. Hace tres años vine aquí a San Diego.
—¿Por qué nunca te comunicaste? ¡Creí que habías muerto! ¡Nunca recibí una carta tuya, nada! —La mano del pelinegro que sujetaba la caña se apretó.
Haruto frunció el entrecejo.
—Te escribí cartas, varias. Una cada semana. Jamás recibí una contestación.
Kenshi quedó estático.
—¿Qué? —Había un sentimiento amargo en su cuerpo—. Eso es mentira. Yo nunca… —Padre. Su padre pudo haber sido capaz de esconder esas cartas, tirarlas, quemarlas, quien sabe más, con tal de que no supiera de él. Pudo haber sido capaz de dejarle creer que murió, eso explicaría el porqué también jamás tuvo noticias sobre el barco en que viajó—. ¿Por qué te fuiste? Fue mi padre, ¿cierto? Luego de ese día…, tú te marchaste.
El otro asintió. Con la caña lista, se inclinó para sacarse los zapatos y arremangarse los pantalones, dejando ver unas piernas bronceadas y torneadas. Kenshi se concedió unos minutos en analizarlo mejor.
Cicatrices. Con las mangas también arremangadas, Kenshi pudo notar que Haruto tenía leves cicatrices en sus brazos, preguntándose qué cosas pudo haber pasado por su vida, cuántos hechos pudieron haberse perdido el uno al otro sobre sus vidas. Su cabello estaba un tono más claro, su castaño de niño casi parecía negro, ahora era más claro, sobre todo al sol como en ese momento. Los hombros eran anchos, músculos marcados por lo que podía apreciar por la ropa, dejando atrás al niño enclenque que veía en sus recuerdos. Pero su sonrisa seguía ahí, y sus ojos cálidos. No importaba por lo que hubiera pasado, sabía que el Haruto que conocía seguía allí; más fuerte y más sabio, pero continuaba siendo el mismo.
—Haruto…
El nombrado alzó la mirada, teniendo que abrir los brazos para no golpear a Kenshi con la caña cuando este se le lanzó de nuevo en otro inesperado abrazo. Tardó un momento en reaccionar, en rodear la cintura del menor, correspondiéndole.
—Te extrañé…, mucho. No sabes cuánto…
—Ya pasó todo —calmó—. Ya pasó todo.
—¿Por qué no volviste? —La voz de Kenshi sonó ahogada por su hombro—. ¡Quería que volvieras! Te necesitaba… Había perdido a mi madre, tú eras lo único que yo… —Se alejó, notando que ahora sus rostros estaban muy cerca— tenía… Me hiciste falta. —Por un instante, sus ojos se posaron en los labios de él.
Haruto se acercó, Kenshi esperó el beso que en el pasado soñaba una y otra vez. Los labios de Haruto tocaron su frente, los parpados de Kenshi abriéndose lentamente.
—Perdóname —susurró el castaño—. Una y otra vez quise volver, pero fue un exilio, Kenshi. Aún cuando quisiera, regresar a Japón no era mi opción. Ya Japón no es mi hogar, sino aquí. —Haruto se separó, haciendo un gesto hacia el campamento—. Esta gente me necesita, tal y como Hiroshima necesita un nuevo Señor Feudal.
—Eso significa que… cuando yo me vaya a Japón…
Haruto negó.
—No voy a acompañarte. Podré visitarte, cuando la guerra acabe, iría a Japón a visitarte. Pero eso es lo que puedo prometerte. Tú perteneces a Japón…, yo pertenezco aquí.
No fue sino hasta que parpadeó cuando Kenshi notó que sus ojos estaban arrebujados de lágrimas, su vista un poco difuminada. A Haruto le partía verle así, causarle ese dolor. Avanzó un paso…
—Kenshi… —Pero el otro retrocedió.
—No. —Le detuvo. Se frotó los ojos, intentando calmarse, pero eso solo provocaba que más lágrimas salieran. Le miró—. Todos estos años… estuve con personas muy distintas y a todas deseaba que fueras tú. Por años, cuando cada barco llegaba, tenía la esperanza de que bajaras de a bordo, que volvieras, hasta que me rendí a que nunca ibas a regresar. Fui comprometido con alguien que sabía nunca iba a amar, porque todo mi amor te lo había dado a ti… —Le señaló—. Y ahora que por fin te veo, que por fin te encuentro, que por fin puedo tenerte y llevarte a casa conmigo…, no puedes…, no quieres…, dices no. ¿De qué sirve amar si lo que amo no lo puedo tener, solo me destruye? —terminó. Dándose la vuelta, se marchó, dejándolo solo.
Haruto no intentó detenerle.
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Vladimir caminaba como león enjaulado dentro de la carpa. Kenshi se había ido a buscar a Haruto y aún no había vuelto, quería ir por él y arrastrarlo al camastro para hacerle el amor durante toda la noche hasta que se olvidara de cómo se llamaba... Pensar que pudiera estarse abrazando con ese japonés, toda esa esencia a naranja pegándosele al cuerpo, ¡que desagradable!
Una enfermera interrumpió su caminar furioso, su cara de susto lo decía todo. Apenas tuvo que murmurar el nombre de Klaus para que el doctor entendiera, y agarrando su maletín al vuelo siguió con pasos apresurados a la mujer. Cuando llegó la carpa de enfermería, era un desastre: varias de las enfermeras estaban afuera mirando preocupadas el interior mientras otros hombres intentaban calmar a Klaus, cosa imposible pues el alemán no les dejaba acercarse, cualquiera que intentaba tocarlo recibía un fuerte coletazo.
Algunas estanterías estaban desordenaban, frascos en el suelo, la camilla donde antes estaba recostado volcada y Klaus pegado a una esquina en pose defensiva, respirando con dificultad y el cabello corto desordenado pegado a su frente sudorosa.
Dejando el maletín a la enfermera que lo llevó ahí, Vladimir se adentró a la carpa y ordenó a los hombres que se alejaran. En cuando Klaus sintió el olor a madera de Vladimir, se relajó visiblemente, no lo suficiente para salir de su improvisado refugio pero ya no estaba gruñendo ni enseñando los dientes,
Vladimir se acercó lentamente, con pasos cortos pero firmes.
—No te voy a hacer daño —le dijo con voz suave, alzó las manos para que viera que no traía jeringas ni ningún otro implemento quirúrgico—. Estás gravemente herido, tienes que dejarte curar—. Klaus negó fervientemente. Al parecer tenía un serio trauma con el contacto, en la celda ocurrió lo mismo—. ¿Me dejarás a mí curarte? —Klaus no respondió, parecía pensarlo.
Dejar que desconocidos le tocaran, sus manos recorriendo todo su cuerpo, odiando el contacto o dejar que Vladimir, aquel hombre al que le tenía un profundo rencor pero conocía desde que era un niño y sabía no lo iba a maltratar lo curara.
El menor abrió la boca pero no sabía exactamente que responder así que solo asintió. Vlad continuó su paso lento hasta alcanzar al menor, Klaus se encogió en su sitio pero no atacó.
—Las enfermeras tienen que ayudarme. Trataré de que te toquen lo menos posible —le aseguró guiándolo a otra camilla donde le ayudó a recostarse.
Las enfermeras volvieron a entrar a la carpa, un par de hombres se quedaron en la entrada sólo por si acaso.
Examinando más a fondo los golpes y heridas, el ruso se alegró de que sólo la costilla y el ala fueran lo más grave. Klaus se sobresaltaba con cada toque de las enfermeras, ser tocado por alguien con el que no estaba familiarizado lo ponía nervioso. Para evitar lastimarlo se decidieron por adormecerle, ya inconsciente pudieron trabajar tranquilamente.
Reacomodaron la costilla en su lugar y después vendaron el torso esparciendo una crema natural mentolada que aliviaría el dolor. Sacar la bala del ala fue un poco más complicado pues tuvieron que abrir la carne para sacar el trocito de metal, después cocieron y vendaron. Lamentablemente no había mucho que pudieran hacer por el hueco en la membrana aparte de aplicarle alguna pomada para que no se infectara, con suerte el hueco podría cerrarse por sí mismo igual que cuando perforabas el lóbulo de la oreja y después de un tiempo sin usar aretes el orificio cerraba por sí solo. Después de eso el resto de las heridas fueron algo sencillos, más pomada y gaza fue repartida por el cuerpo del alemán.
Conectaron un suero al brazo de Klaus con una aguja tipo mariposa y lo dejaron dormir, Vlad se aseguró de ponerle varias mantas calientes encima, sentía su temperatura baja. Vlad estaba anotando en su cuaderno todos los procedimientos que tuvo que hacerle a Klaus cuando descubrió un par de ojos amarillos observándole desde la camilla.
—Sigue durmiendo, lo necesitas —le dijo en alemán continuando su escritura.
—No quiero dormir... Tengo miedo —agregó reticente.
—¿Miedo de qué?
—¿Dónde está Yuki? —Cambió el tema. No quería responder a eso.
—Klaus, ¿miedo de qué? ¿Qué fue lo que pasó? —insistió el mayor dejando el cuaderno de lado, se acercó a la camilla. Klaus no se encogió ante su cercanía.
El menor intentó hablar pero sentía las palabras atoradas en su garganta. Vladimir pasó gentilmente su mano por el cabello negro, Klaus se sobresaltó pero después se relajó ante el toque, recordaba esa leve caricia... Vladimir no era alguien de estar demostrando afecto pero cuando quería demostrarle afecto hacía eso.
—E-ellos...amenazaron a Kenshi, querían algo de él... Entonces dio la orden. —Hablaba de Tyrone—. Al principio sólo fueron golpes pero él presionó y los militares... me tocaban y me obligaban a tocarlos. —En ese punto un sollozo se le escapó.
—Tenía mucho miedo, estaban a punto de forzarme...pero Kenshi cedió. —Intentaba respirar hondo para calmarse, varias lágrimas escurrían por un lado de su mejilla al seguir acostado de lado, también tenía la nariz tapada y algo roja—. Iba a entregarle lo que ellos querían para evitar que me hicieran... eso.
Así que era eso, un trauma por intento de violación. Vladimir suspiró pesaroso. ¿Cuánto sufrimiento más tendría que soportar Klaus? Él mismo tenía bastante culpa, lo sabía, iba a intentar remediarlo.
—Ahora estás a salvo. Estás aquí, conmigo. Podré cuidarte y... —Pero Klaus se apartó de su toque frunciendo el ceño.
—No lo necesito. —¡Ja! Cuidarlo, tal como hizo antes, ¿no? Educarlo, cuidarlo, hacerle creer que tenía una familia para luego traicionarlo y usarlo de conejillo de indias... Sí, claro.
—Klaus, comprendo que no me tengas confianza, es enteramente mi culpa pero ahora intento hacer las cosas bien. —El menor le seguía mirando, comenzaba a dudar—. No te estoy pidiendo que confíes en mí inmediatamente pero podríamos volver a empezar, tener un verdadero vínculo... Ser el apoyo que siempre debí ser para ti.
—No sé...
—No te forzaré a nada. Tampoco estás obligado a responder si no quieres —le aseguró con calma—. Por ahora descansa...
Con un asentimiento débil, Klaus cerró los ojos, disfrutando de la caricia en su cabello. No se dio cuenta en qué momento su sueño se volvió profundo.
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Dos de los hombres apotrados en la puerta de la enfermería se marchó al ver que la situación se calmó y se reunió con el resto establecidos en la entrada principal. Seguían cargando las bombas que no usaron, cada munición que quedó para hacer un inventario nuevo. Otros ayudaban a los heridos, que no eran muchos.
Maxon salió de la carpa de estrategias luego de enterarse del incidente en la enfermería.
—¿Qué sucedió?
—El chico bestia se trastornó cuando quisieron curarle —informó uno de los guardias que respondía al nombre de Austin. Todo su cabello estaba rapado, una colilla de cigarro pequeña colgando de su boca.
—¿Pidieron ayuda a Volsk? —inquirió Maxon.
Los dos hombres asintieron, calmando la inquietud del más grande.
—¿Qué deliberaron? —Quiso saber Austin.
—No hay muy buenas noticias, aunque tampoco tan malas. Haruto quiere organizar un ataque directo apenas se marchen los extranjeros.
—A buena hora llegaron estos. —Uno de los que resguardaban la entrada habló, sonando un poco amargado—. Haruto hubiera usado la distracción que representaban el chico bestia y el japonés para poder—
—El chico bestia acompaña al japonés que fue parte del pasado de Haruto. Fue alguien querido para nuestro líder, alguien importante. Una de nuestras leyes es que no abandonaremos a los que son importantes para nosotros. —Fueron las palabras de Maxon, interrumpiendo al hombre—. Recuerda la ley, Ben.
Éste se calló. Haruto había creado esa ley, durante uno de sus primeros ataques. Durante uno de los momentos en las que Haruto se había quedado en el lugar de ataque rescatando al hermano de Austin que había sido herido por un impacto de bala en la pierna derecha. No se trataba de una persona importante para Haruto y sin embargo arriesgó su vida por traerlo de regreso. La ley protegía a cada persona que fuera importante para algún miembro de toda esa comunidad que crearon.
Notando la tensión que comenzaba a establecerse, un hombre de ojos muy oscuros y tez blanca, cicatrices en sus brazos y cuello habló.
—Hablando del chico bestia, ¿qué pasa con ese tipo? Su aspecto es de terror. —Le quitó la colilla de cigarro a Austin, fumando el resto de una colada y aplastándolo con el pie al tirarlo en el suelo. Exhaló el humo—. No me sorprende que Tyrone lo desee con tanto ahínco.
—Mike Hudson nos explicó que escuchó decir era una creación del mismísimo Vladimir Volsk. El hombre es un científico de la gran Rusia, y según oyó decir, planeaba hacer un ejército de hombres como el chico bestia —cuchicheó Austin.
—Todos sabemos que a los rusos les falta un tornillo —desestimó Ben—. Ese chico no tendrá una vida normal siendo como es.
—La ha pasado mal en las celdas —añadió Austin—. Mike logró decir que intentaron divertirse con él… —Hizo un gesto que daba a entender el tipo de diversión que quisieron hacer con Klaus.
Maxon frunció el ceño. Eso podría explicar el por qué era tan reacio a la cercanía de otros. Tal vez no era solo porque sean desconocidos. Sus manos se apretaron, una ira total y asco hacia los militares, y especialmente a Tyrone. Él mismo fue un militar que delegó su puesto, horrorizado por las barbaridades que permitían, por la falta de ética, por la tiranía, por el irrespeto. Por el deshonor que se veían entre las filas.
—Ahora está a salvo. Todos ellos.
—Y sin embargo, siguen en peligro. —Una voz femenina se acercó a ellos, y cuando Maxon se giró, su expresión tensa se relajó.
Evolet era una mujer con un aspecto firme, fuerte que lo expresaba en sus delicados músculos tonificados de su cuerpo y cabello muy corto. Respiró muy hondo cuando sintió su ingle hincharse, como cada vez que sucedía cuando la veía. Lo mejor: el tatuaje en su brazo izquierdo rezando: «Maxon».
—¿Dónde está Haruto? —Ella se apoyó en Maxon, rodeando la cintura del hombre que la superaba mucho en altura con un brazo—. Creí que estarían reunidos en la carpa de estrategias.
—El chico feudal prácticamente lo arrastró fuera —se burló—. Deben estar en el río.
—Lamentablemente es el único lugar donde lo arrastraría —dijo el hombre con las cicatrices, mirando más allá de Evolet en dirección al río—. Haruto no se marcharía con él tan fácilmente de regreso a Japón.
—Todos quienes conocen bien a Haruto sabemos que él no se marcharía a Japón —corrigió Evolet—. El chico pierde su tiempo si cree que él abandonaría su gente.
—Eso es algo que esperemos comprenda el chico —gruñó Ben.
—¿Y qué hay de los demás? —curioseó la mujer.
—El más grave es el chico bestia. No fue recibido con flores en la base…
Evolet bufó a las palabras de Austin.
—Nadie es recibido con flores en esa mierda. ¿Tan mal está?
Todos asintieron.
—Se desmayó en el camino a causa de todas las heridas y el cansancio. Lo maltrataron con muchas ganas… —dijo Maxon.
—Pobre hombre… —se lamentó Evolet.
—No te preocupes. —Maxon la apretó a su cuerpo, su brazo rodeándola completamente—. Tiene a personas que se preocupan por él. —Y sonriendo, señaló la figura de un joven con largo cabello castaño que se escurría dentro de la enfermería.
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Finalmente, Yuki volvió a escapar de Jim. El hombre le atrapó horas antes para llevarlo a que comiera luego de encontrarlo prácticamente vigilando la enfermería donde tenían a Klaus, Yuki dialogando consigo mismo sobre entrar o no, a veces se decía que podía estorbar si entraba y otras que Klaus le necesitaba y ya contaba con dos días preocupado, preguntándose qué le hicieron, cómo estaba, qué pasó y demás. En esa ausencia, cuando volvió, se enteró del pequeño incidente que hubo poco después de que él se marchara. Se regañó por haberse dejado llevar por Jim, quizás él podría haber calmado a Klaus. Inspirando hondo para darse valor, entró dentro de la enfermería. No había nadie, se preguntó dónde estaría Volsk, pero una persona acostada en una camilla fue suficiente para llamar su atención.
A pasos apresurados, Yuki se acercó a Klaus, ralentizando el paso al notar la ala vendada, los moretones que manchaban la blanca piel de Klaus…, quedando estático al darse cuenta de los mechones cortos. Ahora que lo tenía cerca, podía comprobar que no era que tenía el cabello sujetado…, en verdad lo tenía corto. Estiró una mano para tomar un mechón del cabello negro, sus dedos deslizándose hasta todo lo largo, que ese en particular no iba casi llegando a los hombros. Yuki sintió su corazón estrujarse.
«Oh, Klaus…» Inclinándose, dejó un pequeño beso en la frente del alemán. Al separarse, buscó un pequeño banco, sentándose al lado de la cama y tomó la mano derecha de Klaus entre las suyas, acariciándola amorosamente.
Los movimientos cerca de Klaus le despertaron. Desde el secuestro de los militares estaba paranoico, cualquier ruido por pequeño que fuera lo despertaba y siempre parecía estar alerta a los olores que lo rodeaban. Por eso cuando sintió el olor a durazno se relajó completamente, apretando el calor de la mano que sujetaba la suya, medio entreabrió los ojos para enfocar a Yuki.
Alargó la otra mano sacándola del calor de las mantas para tocar la mejilla de Yuki.
—¿Estás bien?
Con la mano libre, Yuki sujetó la de Klaus, manteniéndola pegada a su rostro.
—Lo estoy ahora. —Volteó el rostro para así dejar un beso en la palma—. Lo lamento. Por mi culpa estás así… Si no hubiera hecho caso a Shin, no hubiéramos venido y nada de esto hubiera pasado. Lo siento.
—No es tu culpa —le aseguró el menor—. Fuimos descuidados. Nos confiamos... ¿Cómo está Kenshi? —Se le ocurrió preguntar. Desde que los rescataron de las celdas no lo había visto.
Yuki no estaba seguro de eso, pero aceptó el cambio de tema.
—Le vi un momento esta mañana, estaba caminando con Haruto, el líder de esta gente. Se ve bien, al parecer no sufrió mucho daño. —Entrelazó su mano con la derecha de Klaus—. Apenas te recuperes, nos vamos a ir.
—Eso suena bien. —Sonrió el menor, una sonrisa que realmente no llegaba a sus ojos—. Sólo lamento que tengamos que retrasar el viaje por mis heridas. —Con esfuerzo intentó moverse a un lado de la camilla, lentamente hasta hacer un espacio—. Recuéstate a mi lado.
—No te esfuerces —regañó suave Yuki, pero aun así se levantó y acostó al lado de Klaus. Teniéndolo cerca, su mano se alzó para poder acariciar con suavidad la mejilla del alemán—. ¿Estás bien tú…? Estaba tan preocupado…
—Estoy mejor ahora que puedo tenerte entre mis brazos —murmuró cerca de su oído, acomodándose en la camilla para poder abrazarlo. Gruñó un poco cuando por accidente movió el ala, aún se sentía inflamada, sin embargo en tanto estuvo quieto con el cuerpo de Yuki pegado al suyo fue como si un gran peso fuera quitado de sus hombros. Pudo respirar tranquilo.
Alejándose un poco, el pulgar de Yuki delineó el labio inferior de Klaus. Sin poder o querer evitarlo, se estiró hasta posar sus labios sobre los de Klaus. El pelinegro correspondió el beso con más entusiasmo del que Yuki esperaba, pero el japonés no tenía idea de cuánto había necesitado ese contacto. Yuki tomó entre sus manos el rostro de Klaus, el beso ahogando un suspiro de alivio, disminuyendo la intensidad del beso a unos pequeños, separando sus rostros un poco.
—Espera…, estás convaleciente… —Dio un beso pequeño—. No hagamos locuras ahora.
Klaus sonrió, sintiéndose cansado de pronto.
—Ciertamente me encantaría hacer una locura pero justo ahora eso suena como algo imposible. —Mantuvo una mano sobre la cintura de Yuki, acariciándolo—. Yuki... Si te compro un anillo, ¿lo usarías?
Eso le pareció a Yuki una pregunta extraña.
—¿Un anillo? —Su mirada se perdió un momento en las escamas de su mejilla—. Sí, creo que sí, pero… ¿por qué? No es necesario que me compres nada.
—Sólo quiero algo que demuestre lo mucho que te amo...
Yuki no dijo nada por un momento, observándolo fijamente por unos segundos. Sin que su mente lo registrara, estaba sonriendo, con un leve sonrojo y el corazón palpitando fuerte en su pecho. En todo ese tiempo se fue dando cuenta de sus sentimientos, no se veía formando la familia que iba a tener pronto con otra persona. Solo Klaus.
—Yo también te amo… Mucho. No necesitas demostrar nada.
—Pero quiero hacerlo. Así cada vez que lo veas pensarás en mi al igual que yo pensaré en ti. —Pasó la mano por el apenas abultado vientre.
—Lo hago incluso sin anillo —dijo aun sonriendo—. Pero está bien. Nada ostentoso. —Frunció el ceño al notar algo—. ¿Con qué dinero piensas comprar uno?
—Vladimir va a ayudarme con eso. —Cerró los ojos aspirando la suave fragancia de Yuki—. Hemos estado hablando y le mencioné lo del anillo.
—Oh, ya veo. Entonces… ¿se llevan mejor?
—Algo así. Dijo...que quería hacer lo correcto ahora. Ser mi apoyo.
—Eso…está bien. Es decir… Sé que con lo que hizo antes, no será un camino fácil pero —Apoyó con cuidado una mano en el costado de Klaus, ocultando su rostro en el cuello del menor— que ahora quiera redimirse es algo bueno. —Estuvo un momento en silencio—. ¿Crees que algún día puedas verlo como a un padre?
Hace apenas una semana atrás habría negado completamente la posibilidad, no obstante después de la traumática experiencia, todo el apoyo y cuidado que Vladimir le dio, sobre todo tratando de no hacerle sentir incómodo...
—Sí. Es posible.
—Creo que esa posibilidad es suficiente —aceptó Yuki—. Descansa otro rato. No me voy a ir.
Klaus aceptó. A pesar de que estuvo durmiendo hasta hace poco seguía sintiéndose cansado, tal vez con Yuki a su lado podría al fin dormir profundo y no se equivocó: en menos de cinco minutos ya se había dormido, la suaves caricias de Yuki en su cabello ayudaban mucho y el calor que emanaba de su cuerpo lo hacían sentir seguro. Yuki siguió acariciándolo, arropándolo mejor. Mantuvo su rostro oculto en su cuello, cerrando los ojos después. Con Klaus pegado a él, ambos compartiéndose calor mutuamente, Yuki pudo estarse en paz.
Su dragón había vuelto por fin con él.
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Después de que atendió a Klaus y lo dejó dormido, Vladimir decidió salir de la tienda para buscarle algo de comer. Era muy importante para que no sufriera una deshidratación.
Iba camino al área comedor, guiado por su nariz, cuando vio por el rabillo del ojo al líder rebelde cargando unas cestas de pescado. ¿No se suponía que Kenshi iba a hablar con él?
Frunciendo el ceño se acercó al castaño, impidiéndole el paso cuando estuvo cerca.
—¿Dónde está Kenshi?
Haruto se detuvo, las cestas detrás de él haciendo lo propio. Observó a Vladimir un momento, dejando salir un suspiro largo. Le había costado pescar los peces, la charla con Kenshi habiéndolo desconcentrado durante un rato, y cuando ya había intentado olvidarlo un poco para enfocarse en sus tareas, viene el ruso y se lo recuerda de nuevo. Aunque su rostro era firme, sus ojos reflejaban la tristeza que sentía por dentro.
—Imagino que está en su carpa. La última vez que lo vi fue hace quince minutos. —Tomando una cesta, optó por rodear al otro para continuar con su trabajo.
—¿De qué hablaron? —No lo iba a dejar ir tan fácil.
Haruto no se movió ni habló por un segundo completo.
—Déjame dejar esto en las cocinas —dijo al fin, y continuó arrastrando las cestas con la pesca. Al llegar a la tienda que era la cocina, compartió unas palabras con las mujeres que se encargaban de la comida y salió, con un gesto indicándole al ruso que le siguiera al río.
Se inclinó en la orilla para enjuagarse las manos y guardar los instrumentos que dejó allí.
—Llegó preguntando dónde había estado los 12 años que pasaron desde que su padre me exilió de Japón —comenzó—. Por lo que dio a entender, y por lo que sospecho, Taiga Ottori no le dejó recibir ninguna de mis cartas o información alguna sobre mi estado y paradero —bufó—. Me extrañaría si hubiera pasado lo contrario —dijo, con un tono nuevo de ironía.
Vladimir se inclinó al borde del río para estar a la altura de Haruto, sus dedos rozando la superficie del río. Asintió de acuerdo con lo dicho por el japonés.
—Klaus ha mencionado un par de veces lo ruin que era Ottori. Se movía por puro interés. Para el momento en que llegué a la casa feudal, Kenshi estaba bastante descarriado, me he enterado por Klaus y Yuki que le gustaba llevarle la contraria a su padre —negó con la cabeza—. Actualmente es un joven difícil de tratar.
Haruto suspiró.
—Él no era así. Era muy curioso, y travieso. Habían dos niños que trabajaban en la casa feudal que eran gemelos —negó—. No sé quién era mala influencia para quien, pero siempre se metían en problemas. No obstante, él era... complaciente y obediente, podía decir que incluso le temía a Taiga. —Tomó las cosas de pesca y comenzó a caminar hacia el campamento—. Él quería que yo volviera a Japón. —Se calló un instante—. Le dije que no iba a hacerlo. No lo ha tomado bien.
—Podrías volver. Ottori está muerto... —Escuchándose a sí mismo, a Vladimir le dieron ganas de golpearse—. ¿Estás interesado en Kenshi de forma romántica? —El ruso entrecerró los ojos poniéndose en su camino. No quería darle la esperanza de que Kenshi se interesara en él, no ahora que estaban comprometidos.
Haruto le miró intensamente.
—No negaré que en su momento le quería, puedo decir que fuimos el primer amor del otro pero... las cosas han cambiado ahora. Aun si lo amara, no habría futuro. —Dirigió la vista al campamento—. Mira tú alrededor. Esta gente me necesita. No puedo abandonarlos, no importa qué. Esta tierra es mi hogar ahora. Estoy seguro que Kenshi lo entenderá cuando comience a encargarse del pueblo en Hiroshima. Y eso significa que estaríamos separados.- reemprendió su camino.- Yo solo deseo protegerle de este ambiente y que regrese sano a Japón. Además... —Su voz disminuyó un poco— vi cómo te miró cuando estuvimos en la base militar. Si te soy sincero..., él nunca me miró de esa forma. Con tal anhelo, como si fueras la única persona que quería ver.
Aunque lo hubiera querido, Vladimir no era capaz de evitar la sonrisa que se dibujó en sus labios rápidamente.
—Podrías ir a visitarlo una vez que termine la guerra. —Ofreció de buena gana sabiendo que Haruto no sería un obstáculo entre ellos.
—Puede ser. —Ni lo aceptó, u negó. Haruto no estaba seguro de si en verdad deseaba pisar tierra nipona alguna vez, pero dejaría que el tiempo lo decidiera—. ¿Su amigo está bien? —Optó cambiar el tema—. El chico con escamas.
—Klaus —le facilitó el nombre—. Sus heridas están sanando satisfactoriamente, sana con bastante rapidez —dijo orgulloso de ese logro—. Lamentablemente no podrá volar hasta que la herida en él haya sanado por completo.
—Comprendo. —Haruto dudó, y entró en una carpa donde guardaban las herramientas. Allí dejó los implementos de pesca—. ¿Puedo saber cómo o por qué... es de esa forma? Su aspecto. Mis fuentes indicaban que Tyrone lo ansiaba por cómo era.
—Soy un científico de la armada rusa, mi trabajo consiste en hacer investigaciones en el campo de la bioquímica que ayuden a nuestra armada. Uno de mis proyectos consistía en crear súper soldados. En las primeras pruebas no me fue muy bien, ahí es donde entra Klaus. Fue el único que sobrevivió a las pruebas.
—Súper soldados —repitió Haruto, pensativo—. Pero..., su aspecto es tan... ¿Por qué las alas o las escamas? Le hacen parecer un...
—Dragón. —Sonrió—. Lo sé. En realidad no debería lucir así. Huyó antes de que pudiera administrarle una segunda dosis. Klaus está... —Buscó una palabra adecuada para referirse al mitad dragón—. Incompleto.
—¿No le resulta difícil vivir de esa manera? —Su curiosidad le evitó no preguntar—. Su aspecto resulta tan llamativo, que imagino no debe ser fácil vivir en el mundo. Incluso para mi gente ahora es tan... —Se pasó una mano por la nuca—. No le negaré que algunos se sienten intimidados por su aspecto tan... terrorífico, pero él, Klaus..., no parece una mala persona.
Estuvo a punto de desestimar sus palabras pero pensó mejor lo que iba a decir. Recordaba la incomodidad de Klaus por su aspecto. Si no fuera por Yuki, él seguiría solo y desdichado...
—Es duro para él, reconozco que fue un poco tiránico mi comportamiento con Klaus. Él me odia.
—Pero... fue usted el único que pudo calmarle cuando fuimos a rescatarle, y también hace un momento en la enfermería. Si le odiara, no permitiría eso. —Haruto se alzó de hombros—. Eso pienso yo. El odio es un sentimiento muy fuerte.
Negó con la cabeza.
—Inconscientemente confía en mí porque cuidé de él por 4 años, pero no es como si me fuera a perdonar que lo convirtiera en una rata de laboratorio y lo convirtiera en un híbrido mitad reptil.
—No se puede predecir a los demás. Quizás no ahora, ¿pero quién dice que a futuro no lo hará? —Miró a unos de los niños que salían de unos arbustos—. Nick, Josh y Melissa, tengan cuidado de andar por los bosques —advirtió.
—Sí, señor —respondió uno de los infantes, marchándose con los otros dos a las cocinas.
Haruto suspiró.
—Con el pasar del tiempo, puede que sí le perdone.
—Quizás...
Los dos hombres se quedaron callados. Vladimir no sabía que más decir, había ido a Haruto para interrogarlo respecto a su conversación con Kenshi y dejar en claro que ahora el japonés era su prometido pero eso no fue necesario y ahora no estaba seguro de cómo proceder.
—Aprecio tu sinceridad respecto a tus intenciones con Kenshi.
—No quiero que me veas como un enemigo. No lo soy. —Negó—. Deberías ir con él. Como dije, no tomó a bien mi negativa a irme con ustedes.
—Ahora lo sé. —Sonrió Vladimir—. En realidad me alivia mucho que no haya nada romántico entre ustedes. Me ha costado acercarme mucho a él. No podría soportar a un rival amoroso. —Se encogió de hombros decidiendo que era mejor no decir en voz alta que lo hubiera golpeado hasta dejarlo inconsciente para que no se acercara a Kenshi.
—Pues, me gustaría ayudarte pero... me siento un poco... —Haruto pareció no tener palabras para expresarse adecuadamente—. Quiero decir, son doce años desde que le vi por última vez. Está muy distinto, en actitud. Así que... solo puedo desearte suerte... y paciencia. —Dio un paso para alejarse, pareció pensarlo un momento y se giró—. ¿Cómo... es la relación de los dos? Me refiero..., tengo conocimientos de que para lograr su ascenso tendría que tener asegurada una descendencia...
Por primera vez Haruto pudo ver como Vladimir adoptaba una actitud nerviosa.
—Eso es un poco más difícil de explicar.
—Kenshi tiene que casarse con alguna joven y no te agrada el asunto, ¿o imagino mal? —No creía que podría ser otra cosa. Después de todo, era la única forma para tener un heredero y que Kenshi lograra su sueño.
—En realidad ya solucioné ese problema. Antes de venir a América tuve una audiencia con el emperador, pedí la mano de Kenshi en matrimonio. Me fue entregada con la condición de producir un heredero en el plazo de un año —explicó a Haruto sin entrar en muchos detalles.
El japonés parpadeó una, dos, tres veces.
—Procrear un heredero. Ustedes dos. —Se mostró confundido—. ¿Se es posible? Disculpe, pregunta errada considerando a Klaus... —Sí. Si este hombre era capaz de crear a un híbrido como Klaus, estaba seguro de que procrear un bebé le sería muy fácil. ¿No? — ¿Cómo lo tomó Kenshi?
—No muy bien. Pero esa sólo fue su reacción inicial. —"No muy bien" era quedarse cortos tomando en cuenta los gritos y barbaridades que despotricó contra el ruso apenas se enteró—. Le he asegurado más de una vez que no es sólo un capricho y que en verdad estoy haciendo todo esto por él, incluso... —Cerró la boca antes de hablar de más. No sabía si decirle a Haruto su verdadera naturaleza.
—¿Incluso...? —insistió, movido por su curiosidad.
—No importa. —No, mejor no decirle nada—. Iré a ver a Kenshi ahora. Si te sientes incómodo yendo a Japón podrías visitar Rusia en su lugar. —Esperaba que no se mostrara receloso con la nueva oferta.
—Lo pensaré. —El japonés asintió—. Siendo honesto, no prometo nada, pero pensaré su propuesta. —Hizo un gesto en despedida, girándose en dirección al centro de comando.
Cuando Vladimir lo perdió de vista se encaminó a la carpa que compartía con Kenshi. Mientras más se acercaba a la tienda más fuerte podía sentir el olor de Kenshi, se alivió cuando comprobó que el menor estaba realmente dentro de la tienda. Cuando entró a la carpa se encontró con Kenshi sentado en la cama, abrazando una de las almohadas contra su pecho. Éste, al verlo entrar, limpió su mejilla izquierda de una lágrima que se deslizaba, hipando. No le miró, solo se encogió más en su puesto.
Sin hacer mucho ruido Vladimir se acercó a Kenshi, arrodillándose frente a él tocó una de sus rodillas llamando su atención.
—¿Quieres hablar? —preguntó en tono bajo, no queriendo perturbarle.
«Tú perteneces a Japón…, yo pertenezco aquí.»
Los ojos de Kenshi no se apartaban de la almohada, lentamente viéndose borrosa conforme sus orbes se aguaban, las lágrimas se volvían difícil de retener debido a esas palabras haciendo eco en su mente.
—Todo este tiempo… —comenzó, en un susurro—, por 12 años…, creía que había muerto. Resulta que estuvo aquí. Y en Tailandia. —Al parpadear, permitió que una gota se derramara por su rostro que limpió enseguida con su mano—. Y ahora que lo encuentro, que puede volver conmigo a casa, prefiere quedarse aquí… No lo entiendo. Quiere quedarse en un lugar donde puede morir. —Hundió el rostro en la almohada—. No era tan idiota.
Vlad se mordió el labio inferior. ¿Qué podía decirle? Si no hubiera hablado con Haruto hace un momento lo más seguro es que tuviera deseos de golpearlo pero podía comprender un poco su punto de vista, sin mencionar que estaba ese pequeño lado egoísta en su interior que se alegraba porque Haruto no estuviera más tiempo del requerido junto a Kenshi. Le quitó la almohada a Kenshi y lo guió para que enrollara sus brazos alrededor de su cuello, abrazó el cuerpo del menor contra su pecho. Kenshi pareció amoldarse a la nueva posición escondiendo el rostro en el cuello del ruso, Vladimir le acariciaba la espalda y el pelo intentando reconfortarlo.
—Han pasado 12 años separados. Los objetivos de ambos son diferentes.
—Pero yo quiero que él regrese. —Apretó más el abrazo, sonando como un niño—. No me importa si mi padre le exilio, fue él quien lo hizo y él ya está muerto. Ahora que le recuperé, ¿debo perderlo de nuevo? Él ni siquiera tiene idea de lo tanto que sufrí creyéndole muerto —sollozó—. No puede hacerme esto otra vez.
El ruso tuvo que respirar hondo recordándose a sí mismo que el mismo Haruto le dijo que no tenía nada de qué preocuparse, no tenía motivos para sentirse celoso. Aun así se sentía un poquito molesto porque el japonés ocupara tanto espacio en los pensamientos de Kenshi.
—Que quiera quedarse aquí no significa que debas perderlo. Ahora que sabes que está vivo pueden volver a comunicarse. —Un nuevo estremecimiento recorrió a Kenshi, Vladimir apretó un poco más el abrazo para reconfortarlo—. Hablé con él hace un momento, le dije que era bienvenido en Japón y en Rusia. Que podía visitarnos cuando quisiera.
Kenshi se tensó. Se alejó lo justo para enfrentarlo.
—¿Hablaste con él? —Entrecerró los ojos—. ¿De qué hablaron?
Volsk sonrió pensando que esas eran exactamente las palabras que pronunció antes. Kenshi y él eran muy parecidos después de todo.
—No nos peleamos si es lo que te preocupa. —Se aseguró de mantenerse en contacto con él, entrelazando sus dedos, dando lentas caricias en sus manos—. Hablamos un poco de todo. Me habló de ustedes, de ti, también me aseguró que mis celos eran injustificados.
—Todos tus celos siempre son injustificados —desdeñó, su atención fija en el movimiento de sus manos. No obstante, esas palabras solo servían para afirmarle lo que se negaba a creer. Haruto no le amaba como antaño—. ¿Significa eso que dejarás de ser insoportable tratándose de él como hace un rato?
Sopesando su respuesta, Vlad se mordió el labio inferior antes de responder.
—Me portaré decente, pero no me pidas que me quede tranquilo si los llego a ver demasiado juntos.
—No, no, no te lo pediré. Te lo exijo —declaró ceñudo. Desvió la mirada—. ¿Cómo... está Klaus?
Sí, claro, ya le iba a dejar camino libre. Agradeciendo el cambio de tema, Vlad se sentó al lado de Kenshi.
—Está estable...hablando físicamente. Está paranoico. Tampoco soporta que nadie desconocido intente tocarlo y parece alerta todo el tiempo, se siente inseguro con personas extrañas a su alrededor. Tuvo una crisis cuando despertó y las enfermeras intentaban calmarlo.
Kenshi se inclinó hacia el lado en el que estaba Vladimir, la cabeza apoyándose en su hombro.
—Es comprensible… Fue un infierno. Tú mismo pudiste verlo cuando Tyrone se nos presentó al intentar escapar.
Vlad asintió, sus ojos fijos en la lejanía recordando los ojos verdes taladrándolo con algo parecido al deseo. Era perturbador.
—Debo agradecerte. Si no fuera por ti, el estado de Klaus sería peor. Le salvaste.
—Por un momento arriesgando a mi país. —Kenshi tomó la mano de Vladimir entre sus manos, jugueteando con los dedos de su mano—. Fue un…impulso. En aquel ataque que hicieron a la casa…, ellos intentaron hacerme lo mismo que quisieron hacerle a él. Shin y Jim lo evitaron…
Volsk resopló. En su mente reprochó el que no le dijeran algo tan importante como eso sino hasta ahora.
—Independientemente del motivo por el que lo hiciste, estoy seguro de que Klaus te lo agradece.
Kenshi hizo un gesto despectivo.
—Como sea. No necesito que me lo agradezca. —Pasó ahora a hacer tronar los dedos del ruso—. Solo deseo volver a casa.
—Auch. —Apartó su mano cuando intentó hacer sonar el meñique flexionándolo pero no sonó. Volvió a entrelazar sus manos—. Lo haremos —le aseguró—. En cuanto Klaus se recupere lo suficiente, nos iremos de aquí.
Alzando la mirada, el menor preguntó.
—¿Lo prometes? ¿Cómo nos iremos? Los militares estarán buscándonos… Sobre todo Tyrone.
—Hablaré eso con Haruto más tarde. Como dijiste, lo militares deben estar esperando cualquier oportunidad para apresarnos. —Se inclinó para depositar un beso en su frente—. No tienes de que preocuparte.
Pero apenas acabó de hablar, Kenshi le jaló en un beso, su boca uniéndose a la del ruso en uno necesitado. Se movió de manera que quedara sentado a horcajadas en su regazo, ambas manos tomando el rostro de Vladimir quien se sorprendió al principio hasta que, en cuanto su mente procesó los brazos que lo rodeaban y los exigentes besos, no dudó en corresponder. No supo cuál fue el impulso de Kenshi para saltarle encima tan de repente pero nadie le escuchaba quejarse sobre eso. El beso duró largos minutos, Kenshi enredó su lengua con la de Vladimir, abarcó todo dentro de su boca, le besó como si hubieran pasado años desde la última vez, arrancándoles el aire a los dos. Cuando se separó, juntó sus frentes.
—Antes no pude…hacer esto —jadeó.
—Es justo repetirlo. —Lamió el níveo cuello ante de acercarse de nuevo a los labios—. Aún no estoy satisfecho. —Con esa declaración inmovilizó a Kenshi en el camastro bajo su cuerpo, situándose entre sus piernas, sus caderas chocando una contra la otra.
—Nunca estás satisfecho —se burló, sus piernas moviéndose hasta anclarse a la cintura del otro. Se estiró para obtener un nuevo beso—. Te extrañé… Creí que no volvería a verte otra vez. —Removiéndose un poco, añadió—. Es algo masoquista tomando en cuenta que a veces eres una molestia.
—Por supuesto que no, nunca tengo suficiente de ti. De tus besos, de tus caricias. —Con cada palabra iba desabotonando la camisa de Kenshi. Ciertamente el estilo oriental era lo de Kenshi pero no negaba que verlo en pantalón y camisa era toda una experiencia placentera a la vista—. Sentí un vacío en el alma cuando llegué al hotel y no te vi en ninguno de los cuartos.
Incorporándose un poco, Kenshi permitió que le quitaran la camisa, quedando desnudo de cintura para arriba. Movió las manos para alcanzar el borde del pantalón del ruso, haciendo el proceso de desabotonarlo.
—Ya estoy aquí ahora. —Besó sus labios, sus mejillas, llegando al cuello—. No voy a ir a ningún lado.
—¿Me lo prometes? —Pidió esta vez el ruso—. ¿Prometes no dejarme? —Se apoyó con los antebrazos para poder alcanzar los labios de Kenshi.
—Esa es… —Con una mano, Kenshi acarició la mejilla izquierda de Vladimir a la vez que detenía su rostro—. Sabes que soy honesto… por lo que solo tú tendrás que hacer que no salga huyendo de ti. —Sonrió; una pequeña sonrisa, pero sincera. Quizás aún le costaba asimilar que Haruto no iba a ir con él, pero independientemente de ello, era Vladimir la persona con la que iba a casarse. Iba a pasar una vida con él. Justo ahora, le había dado una oportunidad. Una oportunidad que le daba miedo—. Tú puedes hacer que te ame —susurró. Después de Haruto, nunca mantuvo algo sentimental con nadie más. Huía de ello. Ahora llega este ruso a querer lanzarle una flecha…, y era el único hasta el momento capaz de descolocarlo. Nunca lo entendió.
Por supuesto que Vladimir iba a tomar esa oportunidad que le estaba otorgando, ahora más que nunca atesoraría el momento en que Kenshi le estaba dando lo que tanto había pedido. Esta vez haría las cosas bien. Estaba decidido a enamorar a Kenshi correctamente.
Continuaron besándose y acariciando la piel del otro, demostrándose con acciones lo que las palabras no podían alcanzar, bajando la voz para que no fueran escuchados furtivamente.
N.E.: Un nuevo capítulo está disponible.
Haciendo cuentas debo anunciar que estamos a mitad del primer libro. ¡Sí, como lo leen, vamos más allá de un 50 % ! Agradecemos cada review que nos dejan, cada vista que nos hacen. Invitamos a los lectores fantasmas a dejar su opinión o comentario que deseen hacernos. No mordemos.
Felices lecturas.
