Capítulo 26

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La rutina en el campamento era algo que todos, incluido Kenshi, notaron. Una gran fogata era montada en el centro del lugar, cercano al lago, donde todos se sentaban alrededor a asar brochetas sea de pollo, o carne, otras veces pescado. Se era servido pan, algunas tantas verduras, cerveza o jugo –dependiendo el gusto y también por los niños–. Normalmente, revelaron, no servían postre a no ser alguna fruta.

No contaban con mucho dinero, la mayoría de los hombres y algunas mujeres salían temprano a ejercer trabajos y aparentar ser civiles normales, regresando al atardecer. El ingreso monetario que recibían era destinado a conseguir armas, comida y lo que haga falta además. Las féminas se encargaban de comprar los suministros alimentarios y cuidar de los niños, un tercio de ellos asistían a las escuelas públicas del estado.

Para poco antes de medianoche, todos dormían. Un par quedaba haciendo vigía; amanecía y eran suplantados por otros. Unas mujeres despertaban para preparar el desayuno, limpiaban los caminos de las hojas que cayeron durante la noche y procedían a prepararse para salir a la ciudad. Los hombres aparte se informaban sobre nuevos sucesos y los estados militares. Con las bajas y el ataque en el que rescataron a Klaus y Kenshi, Haruto solo contaba con dos infiltrados a salvo en la base. Tyrone andaba receloso con todo militar que le rodeaba, al igual que los cabos, lo que volvió difícil la filtración de planes y movimientos. Haruto temía que Tyrone cambiase los planes de antes, por ahora contaba con que estaría enfocado en querer capturar de nuevo a Klaus y Kenshi, y con la última información que recibió, posiblemente Vladimir también. Optó por enfocarse en sus actuales planes: sacar al grupo extranjero y Kenshi de San Diego. Ya había ordenado a algunos hombres investigar la ubicación del capitán del barco en que vinieron.

Yuki se acercó a la enfermería portando una bandeja con un poco del desayuno. Traspasó la cortina que aislaba a Klaus confiriéndole un poco de privacidad, dando leves saludos a los otros hombres que habían regresado heridos del ataque también. Colocó la bandeja en una mesa cercana, aproximándose al alemán.

—Despierta, dragón —acarició su rostro—. Ya amaneció.

El alemán no le costó mucho despertar, si bien aún se despertaba por cualquier cosa, tener a Yuki a su lado le calmaba lo suficiente para conciliar el sueño durante la tarde y parte de la noche, pues no era recomendable que Yuki durmiera en una incómoda cama de hospital. Vladimir le estuvo proporcionando cuidados intensivos a la herida; siempre le decía que tuvo suerte de que no se astillara el hueso ni tuviera fragmentos de bala desperdigados. Todo el tiempo era asistido por un par de enfermeras, a las que Klaus se estaba habituando de a poco, para que le ayudaran con el aseo y cuidado del ala. Continuaba un poco inflamada pero no era tan insoportable como al principio. El resto de las heridas ya estaban curando y la costilla rota se iba solidificando por lo que ahora podía sentarse y respirar con relativa normalidad, aún así Vladimir insistía en que continuara con el reposo.

El genoma recorriendo el sistema sanguíneo de Klaus ciertamente era muy útil, sanaba las heridas con rapidez e impedían que el sistema inmunológico del alemán flaqueara.

—Buenos días —canturreó suave Yuki, inclinándose para dejarle un pequeño beso—. ¿Cómo te sientes hoy?

—Mejor. —Sacando una mano de las mantas, Klaus atrapó la cabeza de Yuki para darle un beso más largo que hizo sonrojar al mayor. Cuando se separaron, ambos tenían la respiración irregular y los labios rojos—. Vladimir dice que si sigo sanando así de rápido, podré retraer el ala sin problema, aún no podré volar pero...algo es algo.

—Es algo muy bueno. Así podremos volver a casa pronto. —Yuki hizo una pausa, hizo una pequeña mueca de la nada, y sonriendo ampliamente, tomó la mano de Klaus y la colocó sobre su vientre—. Siente. No, aquí. —Lo cambió de sitio, hacia la derecha—. ¿Lo sentiste?

Klaus se desconcertó por un momento, no entendiendo qué era lo que Yuki quería enseñarle. Entonces lo sintió; era leve pero ahí estaba. Sonriendo a su pareja intentó sentarse, y cuando lo logró, posó sus dos manos en el vientre del mayor, la sonrisa ampliándose encantadoramente, sus ojos brillaron encontrándose con los castaños de Yuki.

—¡Se mueve!

Yuki asintió sin quitar la sonrisa.

—¡Lo hace! Comenzó más temprano, cuando estaba despertando. Creí que era otra cosa, pero no. En verdad se está moviendo. —Bajó la mirada al vientre un momento para luego verlo a él—. Es extraño sentir a nuestro bebé moverse…, y… agradable. Me hace sentir impaciente, querer conocerlo ya.

—Es diferente tener una prueba tangible de que en verdad tienes a un bebé creciendo en tu interior. —Acarició con ternura el vientre, subiendo un poco la camisa para besar la tersa piel—. Se siente tan real.

—Lo es —aceptó Yuki, sus manos posándose sobre las de Klaus. No obstante, por un momento su vista se desenfocó, mareándolo un poco. Dio una larga bocanada, aliviándose lentamente. Carraspeó—. Te traje el desayuno. —Señaló la bandeja a un lado—. Jim vendrá en un momento a verte. Ha preguntado por ti.

El alemán estaba tan enfocado en Yuki que era imposible que no se diera cuenta de su pequeño vahído. Abrazándolo por la cintura, le acercó hasta que estuvo sentado a su lado en la cama.

—No estás bien. —No era una pregunta.

—No te preocupes. Fue solo un ligero mareo. —Yuki sonrió—. No es nada. —Apoyó la cabeza en el hombro de Klaus—. Debes comer…

Klaus miró la bandeja con el típico desayuno americano: huevos fritos, tiras de tocino, panqueques con jarabe y jugo de naranja en abundancia. Tenía que reconocer que ellos hacían comidas a lo grande, grasosas pero muy ricas. Tomó una de las tiras de tocino, al morderla disfrutando del característico crujir de la fritura.

—Me preocupa que no hayamos podido..., tú sabes. —Se sonrojó un poco—. Si esperamos demasiado podrías tener una recaída grave como en Japón.

—No pasará. Es la primera vez que me he mareado desde entonces. Y te estás recuperando bien. —Yuki tomó la bandeja, y con cuidado lo colocó en las piernas de Klaus, agradeciendo las patas de la bandeja que permitía estabilizarla—. El bebé no me ha tomado todos los nutrientes. Estaré bien.

—No quiero que nada te pase. —Ignorando la bandeja en su regazo, Klaus se inclinó hacia Yuki para capturar sus labios. A punto estuvieron de besarse cuando Yuki embutió uno de los panqueques en su boca para que se concentrara en comer en vez de coquetear.

—Come, Klaus —regañó—. Nada de besos hasta que te comas todo lo que hay en la bandeja.

—Aguafiestas —refunfuñó como un niño antes de ponerse a comer; mojó los panqueques con las yemas de los huevos como si fuera un pan y a eso le agregó unas tiras de tocino. Así fue comiendo, de vez en cuando le ofrecía algo a Yuki pero al parecer tanta grasa en la comida le daba nauseas por lo que sólo aceptó uno de los panqueques sin nada.

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Kenshi se despertó antes que Vladimir, saliendo para ir a darse un baño antes de pasar por la carpa donde estaban las cocinas. Preparaban el almuerzo dentro, y cocinaban afuera. No solo tenían los alimentos allí, sino todos los platos y demás utensilios. Kenshi tenía pensado buscar a Haruto para hablar con él de nuevo, su marcha de antes no fue correcta y Vladimir tenía razón en algo: ahora sí podían tener comunicación, Haruto incluso prometió que le visitaría. Quizás no podría verle todos los días, pero seguirían en contacto. Supuso que podría aceptarlo. Al entrar a la carpa, el olor de algo frito inundó sus fosas nasales. Nunca comprendió la cocina americana, era tan aceitosa la mayoría de sus alimentos que no entendía cómo algunos continuaban tan delgados. Vio en una esquina a Jim y Shin.

La cocina estaba dividida en una sección con todas las verduras puestas en cajas, una larga mesa en aquellos momentos abarrotadas de platos, cubiertos, vasos y demás, frente a otra mesa con lo que le pareció huevos fritos, las pancetas en tiras y fritas, y unas torres de un extraño alimento redondo. Escuchó que le llamaban panquecas. ¿Qué sería eso? Todo estaba apilado en varios platos enormes, unas mujeres exprimían varias naranjas, el jugo servido en unas jarras.

Se aproximó a Jim y Shin, escuchando parte de alguna conversación que tenían en japonés.

—…ya han pasado dos días. ¡Estamos perdiendo el tiempo! —decía Shin.

—No puedo creer que aún con todo lo pasado, sigas queriendo ir con Angie.

—Para eso vinimos, ¿no? No voy a irme.

—Estuvieron en peligro, Shin. ¿Qué no lo entiendes? —Jim se señaló la sien, enfatizando sus palabras—. Klaus sigue en la enfermería. ¿Cómo piensas ir?

Shin calló. Jim tenía razón. Klaus era quien sabía dónde estaba Angie. Se dispuso a responder cuando alguien le interrumpió.

—¿En verdad quieres ir por esa mujer? —Jim se apartó para dejar ver a Kenshi—. Eres un idiota, Shin. Estoy seguro que incluso si no nos hubieran sacado de ahí, tú querrías ir tras ella.

—Por supuesto que no, pero no hay ningún plan ahora. Si no fuera por mí, tú seguirías pensando que Haruto estaba muerto. ¡Por este viaje sabes que no es así!

—Y por este viaje, mi país casi va a la ruina. Eres tan cínico.

—Lo dice quien es un santo —replicó Shin con sarcasmo.

—Yo por lo menos no hago viajes suicidas.

—Yo por lo menos no juego con los sentimientos de los demás.

—Yo no lo hago.

—¿Ah, no? ¿Y qué me dices de Haruto y Vladimir? Vas a casarte con uno estando enamorado de otro. ¿O me dirás que no es así?

Kenshi no tenía qué rebatir a eso. No por un momento.

—Si no quisiera a Vladimir, no habría aceptado el compromiso por nada.

—Pero no lo amas.

—¡Bueno, ya basta! —cortó Jim. Tomó a Shin por el cuello de la camisa—. Ve a hacer algo productivo. —Le sacó de la carpa. Luego volvió con Kenshi—. No le hagas caso… Ven, vamos a servirte un poco.

Kenshi le siguió.

—¿Tú crees eso? Que estoy jugando…con los dos —aclaró.

Jim cogió una bandeja, colocando un par de platos allí y dos vasos. Luego fueron a la otra mesa, poniendo los huevos, tocinetas y panquecas.

—Creo… que debes guiarte por lo que dice tu corazón. No sé cuánta es la profundidad en la relación con ambos, pero Haruto representa tu pasado ahora. —Volteó a verlo—. A veces uno tiene miedo de avanzar, de aventurarse a ver qué trae el futuro, porque el pasado no nos significa más que recuerdos, sino también seguridad, es algo que ya conocemos. —Procedió a servir el jugo—. Pero el tiempo avanza, y es necesario para nuestro bien ir a la par. Vladimir es un buen hombre, no significa que Haruto no lo sea, sin embargo ya hay una barrera que lo separa de ti.

—Él dijo…que no podría ir con nosotros…

—Exacto. Ambos tienen responsabilidades. Haruto lo sabe… Shin se equivoca —negó—. Si estuvieras jugando con los sentimientos de ambos, estarías actuando de manera distinta. No es fácil cuando manda el corazón, pero hay una diferencia entre el amor y la amistad. Está en ti decidir a quién dar uno y a quién dar lo otro. —Le entregó la bandeja—. Justo ahora tienes que elegir bien.

—He…decidido darle una oportunidad a Vladimir.

Jim asintió.

—Ya has decidido, al menos en palabras. Falta que aquí decida. —Tocó su pecho, sonriendo luego—. Iré a ver a Klaus. Hay suficiente ahí para Vladimir y para ti. Vamos.

Jim le acompañó a la salida, los dos separándose para ir a sus respectivos destinos. Jim se encontró con la adorable escena de Yuki y Klaus recostados en la cama del segundo, la bandeja vacía de comida a un lado de la cama y ellos dos abrazados hablando en voz baja.

El alemán levantó la cabeza en dirección de Jim cuando sintió el olor a tutti-frutti del negro, un olor muy peculiar para un hombre.

—Hola Jim.

Este quedó estático, la cortina cerrando detrás de sí, observando a Klaus. Desde que llegó, no le había visto, por lo que la visión del cabello corto del alemán le impactó sobremanera. Era bastante extraño ver a Klaus con el cabello en ese corte, los mechones desiguales. Se recuperó bastante bien de la impresión.

—Hola, Klaus. —Se detuvo a un lado de la camilla, sentándose al final y dando un par de palmadas en la pierna del joven—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor —afirmó. Y era verdad, tenía mejor semblante—. Te sorprende mi cabello ¿no? —El pelinegro supo interpretar la mirada que Jim daba constantemente a sus mechones disparejos.

—Pues, lo hace —asintió—. Ya estaba acostumbrado a verte con…, bueno, el cabello largo.

Yuki se apretujó a Klaus como pudo cuidando de no tocarle las heridas. Nunca le preguntó eso a Klaus, no sabía qué tanto le importaba y no quería arriesgarse a herirlo. Aún cuando tenía esa punzada de curiosidad, prefería ahorrarle el mal momento.

—Te hace falta un arreglo de puntas. —Jim se pasó una mano por la nuca—. No soy experto, pero de lo contrario, no te crecerá bien…

—Agradecería el arreglo. —Se pasó la mano por el pelo, algunos mechones quedaron en punta—. La navaja nunca es buena para el pelo, bifurca las puntas, como mi lengua. —Le sacó la lengua a Yuki haciéndolo reír—. ¿Sabes? —habló a Jim—. Me siento extraño. Más liviano.

—Tenías el cabello largo, pienso que resulta obvio que ahora sin ese peso te resulte liviano —corroboró Jim—. Pero te queda bien. Me parece que la forma de tu cara es ideal para el corte. ¿Qué opinas tú, Yuki?

Yuki volteó a verlo, analizándolo y luego sonrió.

—Se ve muy guapo. No importa qué use.

El menor sonrió, sus ojos brillando de alegría. Se inclinó hasta atrapar los labios de Yuki y estuvo a punto de encimársele pero el ligero dolor en su tórax le hizo desistir; aún no estaba listo para ser espontáneo.

—Halagador —le acusó—. ¿Cómo está todo allá afuera? —preguntó a Jim.

La sonrisa que Jim también traía tembló un momento, suspirando.

—Bien, te agradará conocer a los demás. Son unas personas muy amables, sobre todo los niños.

—Son adorables —añadió Yuki.

—Lo son…, pero… Debo decirlo antes de que te enteres. Antes de que se enteren —corrigió Jim—. Hace un rato hablé con Shin. Sigue con la idea de querer ir tras Angie.

Klaus abrió la boca en indignación pero después la cerró, frunció el ceño.

—Si ese es su deseo, dudo que alguien lo vaya a detener. Él hace oídos sordos a mis advertencias y no pienso volver a separarme de Yuki. —Quizás los demás pensaban que quería quedarse con su pareja para cuidarle y protegerle, en parte era verdad pero la realidad era que se sentía seguro a su lado.

—Está loco. ¿Cómo piensa seguir con esa absurda idea después de todo esto? ¿Es que no ha entendido? —Y no solo la indignación golpeaba a Yuki por igual, sino el dolor. ¿Cómo Shin puede continuar con esa idea tan suicida?

Jim dejó salir una bocanada de aire.

—Estuve discutiendo con él. Está terco. No logro convencerle…

—Klaus no va a marcharse de aquí por él para ir tras ella —sentenció Yuki—. Ya lo hizo antes y le atraparon. Los militares estarán como halcones esperando ver una nueva oportunidad. —Yuki bufó—. No puedo creerlo.

—Si Angie se llega a enterar de la obsesión que Shin tiene con ella... —Klaus negó con la cabeza—. Shin nunca logrará dar con ella. Angie sabe moverse, escabullirse para que nadie la encuentre. Le dije eso muchas veces pero él parece que no escucha.

—Él busca que le hagan algo. —Yuki se pasó ambas manos por el rostro, frustrado, preocupado. No comprendía a Shin, no podía. ¿Cuál era su fin?

—De alguna manera él buscará llegar a ella. —Jim se fijó en la expresión de Yuki, mostrándose algo abatido—. Lo siento. Te estoy preocupando.

—Igual me iba a enterar…

—Lo sé, pero no pretendía que fuera mayor. —Jim se puso en pie—. Por ahora, lo saben… Traten de calmarse. Ya luego hablaremos con él. —Rodeó la cama para tomar la bandeja—. Me llevaré esto. —Miró a Klaus—. En cuento estés capacitado para salir fuera, podré arreglarte las puntas del cabello, ¿está bien? Creo que por ahora es mejor que sigas en reposo, no quisiera que recibamos un regaño del doctor. —Sonrió.

—Por ahora le haré caso a Vladimir, me muero por salir de esta cama. Ya no la aguanto. —Se recostó en el respaldo de la cama con mucho cuidado de no maltratarse el ala vendada, cruzando las piernas a la altura de los tobillos—. Espero con ansias tu corte de pelo.

Guiñándole un ojo, Jim salió de la enfermería llevándose la bandeja. Yuki se volteó un poco, logrando poder apoyar mejor la cabeza en el hombro de Klaus. Podría hablar de Shin, pero la verdad no tenía ganas de hacerlo.

—Estoy pensando… sería agradable, cuando lleguemos a Japón, no sé, conseguir una casita. La mansión feudal es cómoda y le debo mucho a la familia Ottori a pesar de todo, pero creo que, ahora que vamos a formar una familia… Quizás deberíamos hacerlo en una casa propia de los dos.

—Sería maravilloso. ¡Podría pedirle a Jim que me enseñe a cocinar! —Se entusiasmó Klaus ante la idea—. Una casa cerca de la playa, donde el bebé pueda jugar en la arena.

Yuki dejó salir una pequeña risa ante esa idea.

—Eso suena tan hermoso. Hasta puedo ver al bebé correteando algún pobre cangrejo. —Se abrazó al torso de Klaus, cuidando no tocarle las heridas—. Me gusta, una casa en la playa. Los Ottori poseen una, casi nunca van allí, pero la única vez que fueron cuando yo estaba ya a su cargo, era prácticamente un sueño.

—¿Te imaginas? Convencer a Kenshi de que nos deje usar esa casa. —Claro que sólo estaban fantaseando realmente no se veía capas de pedirle una cosa así.

—Bueno, no sé. Vladimir es responsable de ti, y él va a casarse con Kenshi-sama. Podríamos hacer un intento, creo. Pero si no, ya nos arreglaremos con eso. —Sonrió—. Aún tenemos un par de meses más antes que el bebé nazca…

Klaus rió bajito.

—Por ahora tenemos que enfocarnos en nuestra salud. En cuanto me den de alta no te permitiré salir de la cama en unos cuantos días. —Le prometió al mayor, atrapando sus labios en un apasionado beso.

—Estoy ansioso por ello. —Alcanzó a decir Yuki antes, correspondiendo al beso con la misma efusividad.

En ningún momento antes había sentido tanta felicidad como ahora, en ese justo instante.

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Kenshi convenció a Vladimir de desayunar fuera de la carpa. Se llevaron una manta y la colocaron bajo un árbol cercano al campamento, tipo picnic, así podían ver a los demás pasar de un lado a otro pero a la vez tener algo de privacidad.

—Es algo fresco este clima. —Kenshi picó uno de los panqueques. Descubrió que saben tan bien con azúcar, que casi dejaba al ruso sin lo suficiente para su café—. No hace tanto frío como en Japón…

—Es un clima agradable —concordó el mayor disfrutando de su taza de café caliente—. Extrañaba el no usar tanta ropa. Ser de sangre fría tiene sus desventajas.

—Sí, lo tiene. —Kenshi asintió, tomando una tira de tocino—. Por ejemplo, no se puede dormir desnudo sin tener el riesgo a sufrir hipotermia. Qué lástima. —Dio un mordisco a la tira. Lo admitía, la gastronomía americana era extraña pero sabrosa.

—Quizás en época de verano, y apretujado contra otro cuerpo deliciosamente caliente. —Miró a Kenshi con intención, sonriendo detrás de su taza mientras arqueaba una ceja insinuante en su dirección—. Entonces si podría.

—Algo me dice que no es muy posible eso. —Kenshi fingió morirse de calor—. En verano hace tanto calor que provoca dormir sin sábanas incluso. Si no fuera porque tengo educación y no puedo arriesgarme a desmayar a otros, andaría desnudo por la casa en ese tiempo.

—Estoy bastante seguro que podríamos catalogar ese suceso como "inapropiado". —Se burló el ruso—. Necesitas pasar una temporada en Rusia.

—Ir a la Gran Rusia Imperial. —Kenshi pareció pensativo—. Podría ser, pero después de que esté libre. —Terminó su desayuno, tomando el vaso con el jugo y dando ligeros sorbos—. ¿Viven tus padres solamente allí?

Vladimir se tensó ante la pregunta. Frunció el ceño mirando al frente, evitando que sus ojos se toparan con los de Kenshi.

—Sí.

—Ah, los suegros. —Kenshi burló—. Sabes, a un principio me preguntaba cómo es que eres tan diferente a los otros rusos. Rusia es tan conocida por su tradicionalismo, no aceptarían un matrimonio como el nuestro. —Le miró—. Apuesto a que tus padres no les agradará igual.

Volsk se permitió sonreír en una torcida mueca, imaginando el infarto que le daría a su padre si llegara a enterarse de su matrimonio con otro hombre.

—Efectivamente: no les gustaría para nada. Pero no tienes que preocuparte por eso. —Se relajó contra el tronco del árbol en el que estaba apoyado—. No es como si fueras a conocerlos.

Eso sorprendió a Kenshi, bastante.

—¿Ah, no? — ¿Debería tomar eso a bien o mal?— ¿Por qué?

Mirando de reojo a Kenshi por un momento, pensó en que si iban a casarse tenía que decirle cuál era la relación con sus padres.

—No hablo con ellos desde que me fui de casa.

—No me digas: no les agradó que fueras para ambos bandos —intentó adivinar, bajando el vaso ya vacío y colocándolo junto a los otros platos.

—No soy gay —le aclaró a Kenshi sin ningún tono en particular. En realidad era cierto, a él no le gustaban los hombres. Kenshi era el primero en llamar su atención de ese modo—. No. Nuestras ideologías chocaban constantemente, un día me harté y dejé la casa.

—No eres gay. —El tono de Kenshi destilaba ironía—. ¿Y yo qué, soy una nueva especie?

—Que me haya enamorado de ti no quiere decir que vaya a hacerlo de otro hombre. Sólo contigo me siento así.

—Eso es lo más extraño que he oído en toda mi vida. —Rodó los ojos. No sabía si sentirse halagado u ofendido—. Entonces, no les hablas a tus padres, ¿así sin más? ¿Ni siquiera a tu madre?

Para él tenía bastante sentido.

—Ella a veces manda cartas o paquetes... A veces le respondo. —Se encogió de hombros—. A veces empieza con su irritante conversación sobre que debo al menos visitarles en los días festivos pero hasta yo sé que eso es una pérdida de tiempo.

—Yo sí lo haría, al menos por ella. Sigue viva. —Kenshi se inclinó hacia atrás, apoyándose en sus manos, lo suficiente para que la luz del sol que se filtraba por entre las ramas le diera de lleno, permitiéndose asolearse un poco. No mentía. Él hubiera dado todo por tener unos minutos con su madre otra vez. No había día en que no la echaba de menos.

—Si ella no insistiera en seguir al lado de mi padre, podría ser diferente. Pero en vista de las circunstancias... —Dejó la frase al aire—. Está claro que nunca vamos a llevarnos bien, no vale la pena gastar mi energía en fingir lo contrario.

Kenshi no dijo nada. Debía aceptar que tenía razón en algo. Bajó la mirada y la fijó al frente. De unas de las carpas vio salir a una mujer joven, quizás de su edad, vistiendo pantalón y una camisa arremangada, era la tercera vez que veía a una mujer vistiendo ropajes masculinos. Desde esa distancia, le llamó la atención algo negro en el brazo de ella.

—Maxon —leyó. Era un tatuaje con un nombre—. Ese es el segundo al mando de Haruto. Así que ella debe ser su novia, eh… Bastante acertada.

Ella estiró los brazos, desperezándose, y luego se enrolló el cabello en un moño. Por el camino que tomó, Kenshi supuso que iba a las cocinas. Era el tipo de chica que no dudaría en patearte el trasero. Para alguien como Maxon, estaba a la altura.

—Con eso, cualquiera que la viera, ya sabría de quien es novia. —Dejó salir una risilla y luego optó por acostarse sobre la manta—. Tan curioso.

Vladimir observó a lo que Kenshi se refería, era una idea brillante. Si ellos hicieran eso, nadie volvería a acercarse a Kenshi.

Es una magnífica idea.

Alto. ¿De donde salió ese pensamiento tan nítido?

Hay que marcarlo. Así nadie se atreverá a tocarle.

Por un momento el ruso se asustó, esos pensamientos no eran suyos. Entonces, ¿qué...? Una punzada en su cabeza le hizo inclinarse al frente, se llevó ambas manos a la cabeza, una fuerte palpitación le hacía encogerse en su sitio.

Abriendo los ojos, Kenshi se fijó en el ruso, irguiéndose.

—Oye, ¿estás bien? —Apartó las bandejas y gateó dos pasos hasta estar frente a él.

¡Debe ser mío, sólo mío!

—¡Ah! —El dolor de cabeza iba en aumento, junto con él el ferviente deseo de cumplir la idea de hace un segundo. Marcar a Kenshi, grabar su nombre a fuego en su piel para que todos lo vieran—. Kenshi... Kenshi. ¡Aléjate!

Kenshi retrocedió un paso. ¿Irse y dejarlo solo en lo que sea le estaba pasando? Supuso que eso tenía que ver con el genoma, los ojos azules tornándose verdes le indicaban que pronto dos orbes amarillos le estarían devolviendo la mirada. Por un instante deseaba obedecerle, marcharse e irse incluso al otro lado del campamento. No estaba tan seguro de lo que iría a pasar, y la imagen de Klaus, de un intimidante Klaus aquel día en la fiesta de Aiko se presentó a su mente. ¿Y si Vladimir fuera igual? Pero, él no le haría daño ahí donde todos pudieran verlo, ¿o sí?

—No… No voy a dejarte solo. —Forzó a su voz sonar tranquila, lejos del temor que sentía—. ¿Qué tienes?

¡Un analgésico! Eso era lo que necesitaba, algo que le quitara ese punzante dolor de cabeza.

—Ayúdame a volver a la carpa —le urgió Vlad a Kenshi, en su maletín recordaba que habían unas pastillas analgésicas muy efectivas.

Pensamientos incoherentes continuaban llegando a su mente, cada uno más inaudito que el anterior y todos forzando a Kenshi. En cuanto lograra poner sus ideas en orden intentaría averiguar que era lo que estaba pasando.

Vladimir sintió que tardaron una eternidad en volver a la carpa. Le pidió a Kenshi que buscara un vaso de agua mientras él se inclinaba hasta alcanzar su maletín, vertió el contenido del mismo descuidadamente sobre una mesa. Las punzadas ya eran insoportables provocándole ganas de vomitar, por suerte encontró las pastillas que quería, sin esperar el agua se tragó dos píldoras.

Logró llegar a la cama donde se dejó caer boca abajo, la peor parte sería esperar a que el analgésico hiciera efecto. Kenshi regresó con el vaso de agua, y viendo al ruso acostado, dejó el vaso en la mesilla junto al lecho, sentándose al lado de Vladimir. Acarició su espalda y los hombros. Estaba preocupado.

—¿Es esto normal? —preguntó en voz baja—. Bebe un poco del agua.

No quería moverse, sentía que si se movía sería peor. Pero tenía la sensación de las pastillas atoradas en su laringe, así que con movimientos lentos tomó el vaso de agua bebiéndoselo todo de un tirón. Se quedó acostado de lado medio mirando a Kenshi.

—Es la primera vez que me pasa. Surgió de pronto.

Kenshi acarició los cabellos negros, observándolo fijamente. Sus ojos parecían volver a la normalidad. Eso le alivió.

—Quizás Klaus sepa algo… A lo mejor algo que hayas pasado por alto, suele pasar. —Se inclinó para dejar un pequeño beso en su mejilla—. Descansa un rato… —Se levantó para ir por la bandeja abandonada.

Vagamente escuchó lo que dijo Kenshi. El alivio que estaba sintiendo no era normal, quizás se había excedido un poco con la dosis pero justo ahora esa era la última de sus preocupaciones. Lentamente se dejó llevar por el sopor de los analgésicos. No pasaron ni cinco minutos cuando volvió a abrir los ojos, como si saliera del agua después de pasar mucho tiempo sin respirar y tomó una gran bocanada de aire. Miraba a su alrededor como viendo por primera vez su entorno.

Kenshi tardó dos minutos más en regresar, cerrando la entrada. Al volverse y fijarse en Vladimir, se detuvo en seco.

—Ay, mierda —masculló por lo bajo en japonés. Los ojos azules de Vladimir habían sido reemplazados por los mismos amarillos que veía en Klaus. «Y yo creyendo que no iban a aparecer. Genial» Avanzó lentamente, sentándose a su lado. Tomó un respiro para calmarse un poco y preguntó—: ¿Ya te sientes mejor? —Supuso que sí, si ya era capaz de estar en modo semi dragón.

"Vladimir" volteó a mirar a Kenshi, una larga mirada de reconocimiento, como si intentara beber de su imagen. Sonrió cuando estiró la mano derecha y con ella acarició la tersa mejilla, poco a poco se fue inclinando sin apartar la mirada ambarina de los ojos oscuros del asiático hasta que sus labios se unieron.

Un largo beso que intentaba tomar todo de Kenshi; su sabor, su textura, su forma...

Me siento vivo —le contestó cuando se separaron. Su voz sonó diferente, sin el característico acento y en un tono más profundo.

De acuerdo, aquello era bastante extraño. Primero la actitud; Vladimir actuaba como si viera todo por primera vez, le ponía nervioso esa insistente mirada amarilla. Y luego estaba su voz; ¿por qué sonaba diferente? Cuando estaban en el barco, no sonaba, ni actuaba igual.

—Creo que las pastillas te hicieron mal. Será mejor que duermas un rato. —Procedió a pararse para irse.

Una mano en el borde de su pantalón se lo impidió, su protesta murió en su garganta cuando fue halado de regreso a la cama, aterrizando en el regazo de Vladimir.

He dormido suficiente. Ahora te quiero a ti. —Enfatizando sus palabras dejó caer de lleno su mano en la entrepierna del menor, masajeando y apretando todo el órgano, poco a poco el pene de Kenshi iba despertando. Los constantes movimientos del joven sobre el regazo de Vladimir estaban provocando que cierta parte de su anatomía también despertara.

—Vladimir…, espera. —Kenshi continuó removiéndose a pesar de los toques del otro. No podía negar que se sentían bien y anhelaba más, pero había algo que no le dejaba disfrutarlos del todo. Viendo que no le dejaba levantarse, optó por retroceder y caer a su lado en la cama, sujetando sus manos y apartándolas de él—. ¡Espera! —Se alejó unos centímetros, sentándose sobre sus piernas. Pasó sus manos por su rostro, soltando luego un bufido que llegó a soplar su flequillo. Le miró de reojo—. No me siento cómodo.

Vlad no le hizo caso, y apresando uno de sus tobillos le haló por la cama dejándolo acostado. Aprovechándose de la confusión se situó entre las piernas de Kenshi, y aunque el menor intentaba patearle el oji-ámbar tomó ambas piernas apresándolas con un sólo brazo, las pantorrillas de Kenshi quedaron apoyadas en el hombro izquierdo del mayor.

No voy a parar. No ahora que puedo tenerte sólo para mí. —Sin desabotonar los pantalones, haló la prenda hasta que el trasero de Kenshi quedó expuesto junto a la semi-erección.

—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Estás demente? —El corazón de Kenshi latía rápidamente. Esto no le estaba gustando nada. Pensando con rapidez, tomó la almohada y le golpeó con toda sus fuerzas en el rostro, lo suficiente como para zafar una pierna y empujarle por el torso, liberando la otra. Inmediatamente se levantó y arregló a las prisas su ropa, retrocediendo—. He dicho no. Cálmate —ordenó, señalándolo. No lo reconocía, para nada. La situación le comenzaba a inspirar miedo—. ¿Qué es lo que te está pasando?

El oji-ámbar se pasó las manos por el pelo haciendo que los mechones negros apuntaran en todas direcciones. Oarecía un poco frustrado.

Quiero hacerte una marca —le soltó de pronto—. Como la que tenía esa chica que vimos.

Kenshi no supo qué se refería por un instante.

—¿El tatuaje? ¿Quieres hacerme un tatuaje? —Negó—. No voy a manchar de negro mi piel.

Podemos hacerlo de otra manera. —Los ojos amarillos se veían brillantes mirando a Kenshi fijamente.

Aún manteniéndose a un par de pasos, Kenshi se cruzó de brazos. Continuaba alerta.

—¿Qué manera?

Miró alrededor de la habitación como intentando encontrar algo, los ojos ámbar se toparon con el maletín de Vladimir. Eso le dio una idea. Entre las cosas tiradas sobre la mesa, logró divisar lo que estaba buscando.

Esto. Usemos esto. —Mostró el bisturí de entre todas las herramientas que tenía Vlad.

La boca de Kenshi se desencajó, incrédulo.

—¡Qué! —No podía creer lo que acababa de oír. Se alejó aún más, todo su centro de atención era el artefacto en su mano, el brillo del filo centelleando amenazadoramente hacia él—. ¿Por qué mejor no esperamos a que se te baje el efecto de las pastillas? —Sí, definitivamente haberlas tomado no le hacía nada de bien.

¡Estoy bien! —Se volvió a acercar a Kenshi—. Anda, no seas cobarde. Usaremos esa cosa que te inyectan para que no te duela.

—¡Anestesia! —nombró—. ¿Ves? Ni siquiera sabes cómo se llama. No estás en facultades de hacerlo. —Movía las manos en un gesto que se mantuviera apartado—. Descansa, esperamos a que se te pasen el efecto de las pastillas y ya después discutiremos sobre eso.

Te prometo que seré muy cuidadoso. —Logró tomarle de la mano—. Por favor.

Kenshi no dijo nada, y parecía a punto de negarse rotundamente. Cerró los ojos, contó hasta tres y soltó un resoplido.

—Nada en los brazos. Y más te vale tener una letra bonita o te va a pesar.

No dijo nada pero su sonrisa fue muy amplia. Se inclinó para darle un beso, al mismo tiempo le empujó hasta que volvió a caer en la cama. Reticente se separó del menor para buscar el dichoso anestésico. Tardó un poco en identificarlo, se llevaba todos los frascos a la nariz hasta que encontró el que buscaba, preparó una jeringa y volvió al lado de Kenshi.

Quítate los pantalones.

Tragando en seco al verlo con la jeringa, Kenshi obedeció, dudoso. ¿En qué parte se supone iba a hacerle la dichosa marca? Bueno, al menos contaba con que si resultaba salir muy fea, podría cubrírsela bastante bien.

Vladimir acarició la piel que quedaba al descubierto, pasando la mano por el vientre y las piernas, sus ojos fijo en un punto en su cadera.

Aquí. —Aplicó el anestésico con un piquete, por suerte sólo tenían que adormecer la dermis.

Afirmó el bisturí con la mano derecha comenzando a "escribir" sobre la blanca piel.

Kenshi optó por cerrar los ojos, solo frunció el ceño ante el pinchazo, ya que prefirió no ver lo que iría a hacer, nada.

—No puedo creer que esté dejando que hagas esto… ¿por qué lo querías?

Gracias a la inyección previa, Kenshi ni siquiera notó los cortes en su piel, apenas la presión que hacía el bisturí al cortar pero nada de dolor.

¿Por qué?... —murmuró con ese nuevo tono. Era tan raro escucharlo sin el acento—. Porque de esta manera puedo demostrar que eres mío, que soy el único para ti.

Kenshi abrió los ojos y le miró, un tanto sorprendido. Luego bufó, sin tanta importancia.

—No creo que para eso necesitaras demostrarlo. Si no fuera así, no iría a casarme contigo y estaría con cualquier otro… —Volvió a cerrar los ojos—. Siendo honesto…, eres el único que me pone nervioso…, incluso ahora. En el buen sentido de la palabra…, a veces. Nadie lo había hecho antes.

Frunció un poco el ceño pero no apartó la mirada de su trabajo, ya iba por la mitad.

Puede ser, pero sólo así te siento verdaderamente mío. Es difícil cuando sólo le das atención a Vladimir.

¿Por qué habla de sí mismo en tercera persona? Kenshi le miró como si estuviera loco.

—¿Qué…? Eso suena raro. Estás hablando de ti mismo como si fueras otra persona. Insisto en que esas pastillas no te hicieron bien.

Tal vez porque no soy Vladimir. No enteramente —aclaró. Fijó la vista en Kenshi.

Le tomó unos segundos al cerebro de Kenshi hacer clic. ¿Y si quizás no fueran las pastillas lo que le hacía actuar así…, sino otra cosa?

—Pero eso es imposible —susurró. Él nunca vio nada más en Klaus…, al menos no en los momentos que estuvo a su lado. A no ser que hasta entonces nunca se hubiera fijado enteramente. Como aquel día en la fiesta. ¿Podría haber sido el afrodisiaco un simple incentivo?— Él nunca…dijo nada sobre esto… —Nunca le dijo que también iba a lidiar con esto.

Una sonrisa algo torcida se formó en los labios de Vladimir, sus ojos prácticamente brillaron de diversión.

Porque no lo sabe. —Dejando el bisturí sobre la cama, manchando el cobertor de sangre, se inclinó sobre Kenshi dándole un beso que el menor intentó rehuir—. Es un pequeño secreto entre nosotros dos.

La boca de Kenshi se movió, como si intentara hablar pero ningún sonido se escuchara provenir de ella.

—¿No lo sabe? —gritó, medio incorporándose—. ¡Cómo que no lo sabe! ¿Y cómo explicas…? —Cuando bajó la mirada a su muslo, leyó el nombre de "Vladimir" en su piel. Entonces, miró al dragón ceñudo—. ¿Y qué crees que dirá cuando vea esto? Mejor, ¿qué pretendes que diga cuando vea esto? —E imitó la voz de Vladimir, o lo intentó—. « ¿Quién te hizo eso?» Fuiste tú. « ¿Yo? ¿En qué momento?» Oh, en el momento en que tu brillante cerebro se puso a modo dragón y en el cual yo creía que te había poseído un espíritu. Ya iba a llamar a un sacerdote para hacer un exorcismo. —Su voz destilaba sarcasmo.

Una carcajada se le escapó.

¿Y por qué mejor no lo averiguas? —Le guiñó un ojo. Con esas palabras, el brillo amarillento fue menguando dejando paso al azul intenso de los ojos de Vladimir. Cuando el brillo desapareció por completo, el ruso se llevó las manos a la cabeza—. Ugh. ¿Qué hace un rato no me tomé unas aspirinas? —se quejó audiblemente.

Kenshi también se llevó las manos a la cabeza, pero de frustración.

—Vladimir, un día de estos vas a tener una accidental caída por un barranco, con todo el cuerpo atado. —Se apartó las manos y le miró—. Sí, genio. Te las tomaste, dejándome a cargo de tu otro yo. ¿Fue adrede el que no me dijeras que tienes un dragón en tu cabeza? ¡Mira lo que hizo que le dejara hacer! —gruñó, señalando la marca en su costado, que sangraba ligeramente.

—¿Qué tonterías dices? Yo no... —Se calló súbitamente cuando observó la sangre fluyendo de la cadera de Kenshi, largos hilos rojos manchaban su piel y la colcha. Lo peor: su nombre estaba escrito en letras mayúsculas. Con horror se dio cuenta de que su mano derecha estaba manchada de sangre y el bisturí olvidado sobre la cama era inequívoca prueba de que él era el único culpable—. ¿Cómo demonios pasó esto?

—Te lo acabo de decir: el dragón de tu cabeza lo hizo —respondió Kenshi como quien le habla a un niño—. Cabe destacar que según él, tú no tienes ni idea de nada. —Bufó—. ¿Quieres curarme eso?

Ante lo último, el ruso se puso en movimiento, mantuvo el ceño fruncido y la boca torcida en una mueca de preocupación. Volvió a la cama con todo lo necesario. Desinfectó la herida, cuidadosamente limpió los alrededores, más de una vez alzó la mirada para decirle algo a Kenshi pero parecía arrepentirse en el último minuto y volvía a su quehacer.

Después de 5 minutos la herida estuvo limpia y vendada, un gran parche de gasa sujetado por tiras adhesivas.

—No lo entiendo —murmuró dándole la espalda a Kenshi.

Kenshi suspiró.

—Hey, ya relájate. No actuaba en serio. —Kenshi movió las piernas, poniéndose en pie para así poder quitar las sabanas ensangrentadas—. Si en verdad me molestara, no habría cedido. Y es lo que dije, tu dragón fue quien lo hizo. Es como si fuera otra persona dentro de ti..., literalmente. Hasta tenía otra voz.

—¿Trastorno de personalidad múltiple? —Fue lo primero que se le vino a la mente—. Pero eso... No tiene sentido. Klaus no presentó signos de nada como esto, y estoy seguro de que yo tampoco lo tenía... —Se acordó de las veces en que surgían pensamientos o ideas que sabía con certeza él no habría pensado, los insistentes celos enfermizos por cualquiera que se medio acercara a Kenshi volvían con mucha más fuerza que cuando no tenía el genoma—. ¿Cómo era? —-preguntó a Kenshi—. ¿Cómo es...él?

—Hasta el momento, las únicas diferencias eran la voz y tus ojos. —Kenshi sacó las cobijas, arremolinándose en una esquina y buscó sus pantalones—. Tu voz se hizo más profunda, no tenías el acento ruso, y tus ojos eran como los de Klaus. Amarillos. —Procedió a colocárselos—. Intimidante. Bizarro. Creía que estabas siendo poseído.

—Lo siento. —Una sensación aplastante se instaló en su pecho. Una entidad que podía controlar su cuerpo y sus acciones sin que él se enterara, aunque... Si buscaba entre sus recuerdos, podía ver vívidamente el momento en que empuñó el bisturí para cortar a Kenshi, la satisfacción que cada letra marcada le daba, aún así era algo que no podía controlar—. No te hizo daño, ¿o sí?

Kenshi caminó, ya vestido, hasta tomar el brazo de Vladimir y voltearlo, haciendo que se sentara en la cama. Así podía alcanzar su rostro sin tener que estirarse.

—Luces patético. Estoy bien, bueno... —Hizo un gesto a su cadera, donde estaba la marca— en lo que cabe. Así que quita esa cara. —Le dio un par de palmaditas en la mejilla antes de inclinarse a dejarle un beso—. Sé feliz con que ahora llevo tu nombre "tatuado" en mi cadera. Oyéndolo así, suena bastante sexy —sonrió.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, disfrutando de las caricias de su pareja. Siendo sincero consigo mismo, en verdad estaba complacido porque Kenshi tuviera su nombre plasmado en su cuerpo.

—Muy sexy. —Le besó el cuello, sus manos apretando su cintura—. Tú eres muy sexy.

—Eso ya lo sabemos. —Kenshi dejó salir una pequeña risa. Miró la mano que estaba en su cintura, tocándola y moviéndola más arriba—. Sigo con esa parte dormida... ¿Dolerá después? —indicó hacia la marca cubierta por la venda.

Tocó la piel adyacente verificando.

—Quizás te pique un poco cuando empiece a formarse la costra. No fue un corte profundo. —Se inclinó dejando un beso donde sabía estaba el ombligo y luego un poco más arriba, arriba, arriba, hasta que alcanzó los pectorales.

Kenshi subió una pierna a la cama, medio encimándose en su regazo. Entre sus manos tomó su rostro, inclinándose para alcanzar sus labios. Solo fue un beso pequeño.

—Ahora... ¿Qué harás con tu yo escamoso? Debo decir que eso fue raro..., apareció luego que te quedaras dormido por las pastillas.

—Al parecer se aprovechó de mi falta de consciencia para tomar el control. —Abrazándolo por la cintura, le instó a que se acostara en la cama a su lado, con cuidado de que no se apoyara sobre la gasa—. Hasta no saber exactamente de donde salió esta... entidad, evitaré que tome el control de nuevo. Tiene ideas muy peculiares. Prefiero mantenerla bajo control e interrogaré a Klaus al respecto.

—Bueno..., tengo que admitir que resultó agradable. —Kenshi le tomó la mano y entrelazó sus dedos—. Solo que, como dije, es intimidante... No fue como esa vez cuando estábamos en el barco y me enseñaste cómo eras ahora, seguías siendo tú. Hace un momento no.

Pegó su frente con la de Kenshi, disfrutando de la cálida piel, el toque de cuerpo con cuerpo.

—Siento que este experimento se me escapa de las manos. Es mucho más grande de lo yo pensaba que sería. Cada vez descubro cosas nuevas y cuando creo tener todas las respuestas, algo más surge. Es fascinante...

—Yo me frustraría. Es como intentar tapar un hoyo, siempre aparecerá otro más. —Arrugó la nariz en una cómica mueca. Estuvo pensativo un momento—. ¿Crees que las pastillas hayan hecho que...aparezca?

—Es posible —asintió pensativo. Era la única respuesta a que se hubiera manifestado ahora y no antes—. El estado de somnolencia bajó mis defensas dándole la oportunidad de tomar el control.

Kenshi se apartó un poco, sin realmente notarlo. Solía hacerlo cuando pensaba, tomar instantáneamente un espacio entre sí mismo y los que le rodeaban.

Si las pastillas habían hecho que esa otra entidad aparezca en Vladimir, eso indicaba que no fue Klaus a quien tuvo enfrente aquel día en la fiesta. El afrodisiaco sacó a relucir su otra entidad. Eso explicaría su actitud tan distante del que conocía era Klaus. Tembló brevemente al recordarlo, la imagen todavía manteniéndose nítidamente en su cabeza. Le había visto capaz...de haberlo matado. Y si Klaus en ese estado se veía tan amenazante, aunando al saber lo que le hizo a Yuki... ¿qué probabilidad había que la otra entidad en Vladimir no fuera capaz de hacerle lo mismo? Momentos antes creía que hubiera pasado. Si Klaus esa vez logró asustarle... ¿cómo no sería Vladimir...?

Lo que tendría que hacer era evitar que Vladimir ingiriese algo que le permitiera a su otro yo apoderarse del cuerpo. No quería repetir la escena de la fiesta con él..., o peor.

Se levantó, separándose y tomando las sabanas manchadas.

—Creo que sería mejor que descansaras ahora. Te dolía la cabeza, ¿no? Trata de dormir, no tomes nada. Yo iré a llevar esto a que lo laven —recomendó a voz rápida, girándose para marcharse.

Vladimir se preocupó ante la huida que intentaba hacer Kenshi.

—¿Seguro que estás bien? —Hace un momento parecía que Kenshi necesitaba poner distancia entre ambos.

Kenshi se giró un poco.

—Claro —sonrió conciliador—. ¿Qué tal si damos una vuelta por el bosque alrededor, a explorar en un rato? —Puso los ojos en blanco—. Con Haruto ocupado todo el rato y sin nada qué hacer, siento que me volveré loco.

Mirando su reloj de muñeca, Vladimir calculó que le daba tiempo de acompañar a Kenshi un buen rato antes de que tuviera que ir a ver a Klaus a la enfermería.

—Me encantaría. —Se levantó de la cama, cambiándose el pantalón manchado con gotitas de sangre antes de tomar la mano de Kenshi para al salir de la tienda.


N.E.: Por fin me han dado las vacaciones navideñas, así que habrán actualizaciones más contantes. Para dar información, con cierta seguridad puedo decir que para el primer trimestre del año siguiente, este primera entrega estará terminada. Como habré dicho, estamos a mitad de historia, mucho más de la mitad, así que no queda mucho para su final.

Muchas gracias a los que nos acompañaron, e inviten a amigos a que se unan a esta lectura. No olviden dejarnos algún comentario en el recuadro de abajo.

Felices lecturas.

NOTA: A partir de ahora, los diálogos de los dragones se verán en negritas, como sucedió en el capítulo de hoy, pues hará diferencia entre el dragón y el portador.