Capítulo 30
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Todo había sido tan ajetreado ese día. Desde la llegada de Shin y Vladimir, el ataque del ruso a ese hombre americano y el intento de suicidio... Demasiadas emociones para un sólo día. La cena en comparación fue más normal; como todas las noches, se prepararon las largas mesas y la comida llenaba el aire. A partir del momento en que Klaus salió de la enfermería aportaba su granito de arena, a veces ayudando en la cocina o cuidando a los niños junto con Yuki. Todavía se sentía un poco paranoico pero no era nada que no pudiera controlar, mantener sus sentidos siempre alerta nunca estaba demás.
Cuando se anunció que la cena estaba lista todos acudieron al comedor. Yuki, Shin y Jim se sentaron en una de las mesas mientras que Kenshi y Haruto lo hicieron en una más alejada, Klaus llegó después arrastrando a un Vladimir con no muy buen semblante, de hecho Klaus lo obligó a salir de la enfermería.
—Siento la demora —dijo el alemán al sentarse, dándole un beso a Yuki en los labios como saludo.
—Descuida. —Restó importancia Yuki. Se inclinó un poco hacia Klaus—. ¿Qué tal está? —cuestionó refiriéndose a Vladimir. Jim le servía un plato con la cena al ruso.
—Les está afectando más de lo que creí —le susurró a Yuki—. No ha intentado...otra cosa pero no tenía ánimos para comer. Normalmente le habría dejado tranquilo pero estoy bastante seguro de que no ha comido nada desde la mañana.
—Haruto anunció hace un momento que mañana por la noche harán una fogata. Quizás allí podamos animarlo un poco… —Giró la cabeza hacia donde se hallaba Kenshi; actuaba normal, como si nada pasara. Luego devolvió la mirada al ruso, suspirando acongojado—. No es agradable verle así.
—Estoy deprimido, no sordo. Dejen de hablar de mi como si no estuviera —gruñó Vladimir moviendo las papas de un lado al otro de su plato.
—Deprimido se queda corto. —Frunció el ceño Klaus. Jim le pasó su propio plato pero él se lo pasó a Yuki.
—Es bueno saber que aún puede gruñir. —Sonrió un poco Yuki. El recuerdo de algo llamó su atención, y no queriendo perturbar a Vladimir, optó por dirigirse a Klaus en japonés y en voz baja—. Oye, ¿dónde dormirá? Sospecho que Kenshi no va a querer compartir carpa con él…
—¿Sabe bailar, doctor? —le intentó sacar conversación Jim al ruso mientras continuaba sirviéndoles la comida.
—La verdad no tengo idea —respondió Klaus en el mismo idioma, tardándose un poco para acordarse de algunas palabras—. Espero que no se quede en la enfermería. Ese sitio es deprimente.
—Bailes de salón. Vals sobre todo, el paso doble no lo domino mucho —respondió por inercia el ruso.
—Podemos buscarle un lugar adecuado al terminar de comer. —Yuki comenzó a comer iniciando con el puré de patatas—. Tú lo has dicho, no puede volver a la enfermería.
—Mmh. Bailes clásicos. —Siguió Jim—. Durante la fogata de mañana habrá bailes. Veremos qué tan bien mueve los pies, y no aceptaré un No por respuesta. —Le guiñó un ojo.
El ruso no contestó. Bajó su mirada al plato para seguir revolviendo la comida, de vez en cuando y porque Klaus le miraba feo comía alguna papa o un pedazo de carne.
Continuaron hablando, a veces Jim intentando integrar a Vladimir pero éste casi no le escuchaba, muy ocupado mirando a Kenshi al otro lado del comedor, o respondía con monosílabos y gruñidos. A mitad de comida una mujer de piel morena y despeinado cabello castaño caminó hacia Klaus. Al pasar a su lado acarició su cabello al vuelo, una larga caricia a las hebras negras. La joven se alejó de la mesa contoneando las caderas, dedicándole una suave sonrisa de atrayentes labios rojos al alemán. Klaus por casi un minuto se quedó petrificado mirando a la joven. Con un carraspeo se disculpó con los demás antes de levantarse y seguir a la joven.
Yuki siguió con la mirada a Klaus, extrañado. Una sensación extraña le recorrió, comenzando a amargarle el gusto de la comida. Señales de alarma sonaron en su cabeza, e intentó aplacarlas diciéndose a sí mismo que no hay peligro. Confiaba en Klaus y él no…, él no le engañaría, ¿verdad? Se lo demostró varias veces antes. Regresó su atención a su plato, continuamente sus pensamientos desviándose hacia Klaus y la mujer. Le costó mantener el apetito.
En el otro lado del comedor, en el grupo donde estaba Kenshi, bromeaban y reían, en un momento haciendo un brindis en juego. Kenshi participaba en las charlas y bromas con los demás hombres, sintiéndose en su ambiente por ese instante. Haruto estaba a su lado, aunque el ambiente entre los dos se sentía un poco tenso. Cuando Haruto le sirvió otro poco más puré, se inclinó para susurrarle algo. Mientras Kenshi tomaba su vaso, volteó levemente a mirar hacia el lugar en el que se hallaba Vladimir, por unos segundos conectando su mirada con él hasta apartarlo y decirle algo en respuesta a su compañero. Bebió luego, reintegrándose a las charlas.
Incluso Vladimir se dio cuenta de la precipitada ida de Klaus de la mesa. Le pareció tan raro, Klaus nunca dejaría el lado de Yuki y que ahora siguiera a esa desconocida con olor a fresas por una simple insinuación...
—Ella huele a fresas. —No lo dijo a alguien en concreto, sólo se le escapó el pensamiento.
Klaus no había ido muy lejos, desde donde estaban aún ponían ver al pelinegro hablando con la joven.
—¿Quién es ella? —La pregunta provino de Jim, quien tomaba un pedazo de carne—. ¿La conoce Klaus?
—No lo sé. —La voz de Yuki fue baja, un poco abatido, dando leves miradas por sobre su hombro hacia donde marchó Klaus. ¿Por qué tardaba tanto? ¿Y qué estarían hablando? Las ganas de acercarse eran cada vez mayor, pero eso no se vería bien.
"Fresas". Klaus le dijo que alguien olía a fresas ¿Quién? Vladimir no tuvo mucho tiempo de pensarlo, Klaus se devolvía a la mesa. La joven miró hacia la mesa, esperando.
—Ven con nosotros —le dijo a Vlad, poniendo una mano en su hombro.
—¿Para qué? —Mirando nerviosamente a los demás, Klaus no supo qué contestarle al principio.
—Sería bueno para tu humor si te distrajeras un poco. —Sutilmente señaló con la cabeza a la morena. Vladimir frunció el ceño.
—Estás loco si crees que voy a tontear con ella.
—No te estoy preguntando —gruñó Klaus—. Es algo que nos concierne a los dos. —Agarrando el brazo de Vladimir con fuerza, lo obligó a levantarse. Ignorando las replicas del ruso y las mirada de los demás, volvió al lado de la joven. Vladimir pareció impactado por un momento, desde lejos los demás podían ver cómo platicaban acaloradamente hasta que Vladimir dio un asentimiento de acuerdo. Klaus pasó un brazo por los hombros más pequeños de ella, los tres alejándose del comedor.
Varios pares de ojos les observaron marcharse, de distintas mesas. La mirada de Kenshi siguió con sutileza la partida del trío, luego prefirió enfocarse en una charla con Maxon y los otros compañeros de Haruto. Yuki no fue tan despreocupado, apenas perdió de vista a Klaus su apetito también desapareció. Había comido un poco más de la mitad, no obstante no quiso continuar.
—Yuki… ¿estás bien?
El castaño alzó la vista hacia Jim, asintió una vez antes de limpiarse con su servilleta.
—Yo… estoy cansado —dijo con desánimo—. Si… si Klaus vuelve… dile que ya me fui a dormir. —Se levantó de la silla, despidiéndose del resto. Dando una última mirada al camino que tomó Klaus y los otros dos, se dirigió a su carpa.
En la mesa, Jim suspiró.
—Tengo un mal presentimiento.
—¿De qué? —Shin se estaba terminando su segundo plato de la noche.
—¿No te diste cuenta? —preguntó el negro.
—No, estaba más pendiente en coger el pedazo de carne más grande.
Rodando los ojos, Jim no le respondió.
El trío llegó hasta la tienda de la enfermería, ninguno dijo nada desde que salieron del comedor. Vladimir miraba de vez en cuando a la joven.
—No lo entiendo. Tanto empeño en que ese hombre disuadiera a Shin de irse y ahora tú vienes directamente acá. Sinceramente es una estrategia un poco estúpida. —Ya dentro de la enfermería, Vladimir se alejó un poco para buscar un estetoscopio mientras Klaus insistía para que la morena se sentara.
—Porque sé lo estúpidos que pueden ser los hombres en su empeño de querer meterse donde no los llaman —desdeñó Angie—. Klaus, ya te dije que estoy bien. —Intentó que Klaus se apartara un poco. Al parecer, el enterarse de que estaba embarazada de repente lo puso nervioso y era odiosamente cuidadoso.
—Me quedaré tranquilo cuando Vladimir confirme que tú y el bebé están bien —respondió obstinadamente, ayudando a Angie a subir a la camilla.
—¿Estás embarazada? —Angie le dirigió una mirada desdeñosa—. Eso explica todo. Si Shin llegara a enterarse, no habrá poder humano que le saque de la cabeza la idea de salvarte. —Se acercó a la morena, primero revisándola a ella, procedimientos de rutina y luego al bebé.
—Él no puede saber que vine aquí. —Se estremeció cuando el estetoscopio frío tocó la cálida piel de su estómago.
—Entonces, ¿por qué viniste? —preguntó Klaus.
—Para asegurarme de que se larguen —le espetó ella en un tono duro—. Por lo poco que sé de Shin, no se quedará quieto por mucho tiempo. Algo hará y sinceramente ya tengo bastantes muertes en mis manos.
—Si te importa —se burló Klaus.
—No me tientes, Klaus, no estoy de humor —le amenazó—. ¿Esto va a tardar mucho más? —Comenzaba a ponerse nerviosa.
Vladimir pareció volver a la realidad. Mientras pasaba el estetoscopio por el estómago de Angie, escuchando el funcionamiento de su estómago, el constante movimiento, pudo también notar suave latidos, muy rápidos, la prueba de que un bebé se gestaba en su interior.
Vlad iba a preguntarle si ella quería oírlo pero la incómoda expresión de su rostro disuadió al ruso de hacerlo.
—Asumo que tienes cinco meses de embarazo ya que tu única noche con Shin debió ser el día de la fiesta donde Klaus... —Vlad no terminó la frase. Klaus lo estaba fulminando con la mirada—. Eh, sí, eso. Decía... Tu peso no es correspondiente al de una mujer de cinco meses, eso no es bueno. Deberías intentar comer más. —Ella no respondió—. No puedo saber exactamente tu condición en estas circunstancias pero podría aventurarme a afirmar que estás anémica. A la larga eso les hará daño a ti y al bebé.
—No es de tu incumbencia.- le interrumpió bajándose de la camilla, se acomodó la ropa ignorando las palabras de Vladimir.- Como dije sólo vine a asegurarme de que se fueran, si se quedan más tiempo será desastroso.
—Pero Angie... —Klaus se acercó a ella—. Tú también estás en peligro. Con ese hombre...
—No puedo hacer nada, Klaus, lo sabes. —Se apartó del alemán.
—¿Y qué hay de ese niño?
—Cuando llegue el momento pensaré en algo —respondió con voz derrotada.
La charla no se prolongó mucho más entre ellos, Angie les mencionó haber visto bastante movimiento en los militares. Deberían tener cuidado.
Klaus insistió en acompañar a Angie para irse, durante el corto recorrido lograron de hablar de temas más amenos. Cuando fue el momento de decir adiós, Klaus la apretó entre sus brazos y le dio un beso en la mejilla. Con eso la morena se fue, perdiéndose en la oscuridad de la noche con el follaje del bosque como camuflaje.
En el regreso, el alemán se topó con Jim. Los demás estaban recogiendo todo y preparándose para ir a descansar.
—Voy a hacer a un lado el asunto con esa misteriosa chica para decirte que Yuki ya fue a dormir. Pero tenemos a alguien más con un asunto parecido. —Hizo un gesto hacia el campamento—. Ya que el doctor parece no tener lugar donde dormir, podríamos sugerirle dormir con Shin. Yo podría acompañar a Kenshi o ya encontraré lugar en otra cama. —Estaba claro a lo que se refería con eso.
—Eh, sí. —Él aún estaba lo suficiente preocupado por Angie como para entender todo lo que le dijo el negro. Sólo le importó realmente la parte donde mencionó a Yuki—. ¿Se fue a dormir tan temprano? Él no come tan rápido.
—Bueno, no terminó su plato. Dijo que estaba cansado. Se fue al rato que desapareciste. —Se rascó la nuca en un gesto despreocupado—. Quizás sea por el embarazo. ¿Dónde dejaste a Vladimir?
—No terminó... —Yuki no era de los que dejaba de comer, al contrario, el embarazo más bien le había dado más hambre—. Lo dejé en la enfermería. Dile que vaya a ver a Yuki mientras le busco un plato de comida. Si dejó de comer algo podría estarle doliendo.
—No creo que algo ande mal con él —objetó Jim, comprensivo por su excesiva preocupación—. No debes preocuparte. Seguro solo estaba cansado, es normal en el embarazo.
El menor hizo una mueca. No estaba realmente convencido.
—Aun así le llevaré un plato, podría darle anemia. —Su preocupación en ese aspecto era completamente justificada. Ahora que sabía Angie tenía anemia no quería que a Yuki le pasara lo mismo.
Asintiendo, Jim se dio la vuelta para ir en busca de Vladimir e informarle.
Acostado en la cama, Yuki observaba el techo de la carpa a pesar de estar sumido en la oscuridad. Muchísimas imágenes de Klaus con esa mujer rondaban por su cabeza. Se concentró en pensar en otras cosas, como en su pequeño retoño que crecía día a día dentro de su vientre. No supo porqué una solitaria lágrima escapó de su ojo izquierdo. No le gustaba estar tan sensible. Quizás especulaba cosas y no sucedía lo que pensaba realmente. ¿Pero por qué otra razón Klaus iría tras esa mujer? Y sin decir nada… Le costaba conciliar el sueño. Limpiándose la lágrima, se colocó de costado, buscando una posición cómoda.
Cuando al fin logró su cometido, Klaus entró a la carpa cargando una bandeja con jugo, un platito con puré de papas y un ponqué de chocolate.
—¿Ya te dormiste? —Se sentó al lado de Yuki, acercándole el dulce a la nariz—. Oí que te fuiste antes, no alcanzaste al postre.
—Oh. No. Sigo despierto pero… gracias. —Yuki movió la mano, estirándola un poco para coger el ponqué.
Klaus apartó el dulce, en cambio le acercó el plato de puré.
—No, no. Primero la cena, después el postre.
Un pequeño puchero se le escapó al castaño.
—Pero ya cené.
—No. Dejaste la mitad del plato. —Klaus fue firme en ese aspecto.
—Se me quitó el apetito. —Se defendió Yuki.
Eso alarmó a Klaus. Dejando el plato de lado, le tocó la frente a Yuki e intentó sentir su pulso.
—¿Te sientes mal? ¿Tienes nauseas? ¿Cólicos?
—Klaus, déjame. No me estoy muriendo. —Conteniendo su frustración, respiró hondo—. Estoy bien. Si solo viniste a molestarme, te hubieras quedado con tu amiga. —Acomodándose, se cambió de posición de manera que ahora le daría la espalda.
—¿Cómo no quieres que me preocupe? Si de pronto dejas de comer y dices que no tienes apetito cuando sé que los últimos meses apetito es lo que más has tenido y... —Dejó de hablar cuando comprendió las palabras de Yuki—. ¿Amiga? ¿Te refieres a An...Anna?... ¿Ella que tiene que ver en todo esto?
Yuki no habló por un minuto.
—¿Por…por qué te fuiste con ella? —Su voz fue un susurro.
—Ella... —¿Qué decir? No podía decirle a Yuki quien realmente era, Shin podría saberlo, pondría a Yuki en peligro—. Ella necesitaba ayuda.
—¿Ayuda? —Silencio—. ¿Por qué pedírtelo a ti, de entre todas las personas aquí? Parecías conocerla…
La duda hirió un poco a Klaus.
—¿Qué acaso me crees tan incapaz de ayudar a alguien? ¿O es que nadie se acercaría a pedirme ayuda por mi aspecto?
—No he dicho eso y lo sabes —refutó Yuki, volteándose—. Vladimir estaba a tu lado, la enfermería estaba cerca. ¿Qué clase de ayuda necesitaría como para ir directo a ti?
—Yo insistí en que Vladimir la examinara —reveló—. Olía dulce, como tú... Vladimir dijo que también estaba un poco anémica. Yo no quiero que eso te pase a ti —dijo con voz más calmada. Esta vez dejó el pastelillo cerca de Yuki antes de levantarse de la cama.
Pero Yuki atrapó su mano, no permitiendo que se alejara. Tenía la cabeza gacha, y agradecía la poca luz para ocultar su sonrojo.
—Yo… lo siento —murmuró—. Es… estaba celoso. Ella apareció de pronto y fuiste tras ella sin dudar… Creí que no era suficiente para ti.
Un sonoro suspiro se le escapó a Klaus.
—No lo entiendo —dijo suavemente, y acarició la cabeza de Yuki de la misma forma, largas hebras castañas enredándose en sus dedos—. ¿Por qué dudas de mí cuando sabes que tú eres lo más importante para mí?
Yuki apretó la mano que aún no soltaba.
—No quería hacerlo. Confío en ti pero… aparecían esas imágenes de ella y tú en mi cabeza que… no pude evitarlo. —Lento, levantó la cabeza—. Lo siento.
El pelinegro se inclinó hasta que sus rostros estuvieron lo suficiente cerca para que sus narices se tocaran.
—Eres el único para mí. Nunca olvides eso. —Selló su promesa con un suave beso.
Beso que Yuki profundizó alzando una mano y pasándola tras la cabeza de Klaus, separando los labios. Lo atrajo más hacia sí mismo, jalando su mano y haciendo que volviera a la cama. Klaus terminó acostado al lado de Yuki, el beso adquiriendo profundidad, sus manos comenzaron a acariciar a Yuki tratando de cubrir toda la piel que pudiera, desacomodando su ropa, manos ansiosas y besos ardorosos que calentaban el ambiente.
—Quiero un Klaus de postre —susurró Yuki sobre los labios del menor—. ¿Puedo ahora? —inquirió, comenzando a apartar la ropa que traía encima, sus besos desviándose por sus mejillas a su cuello.
—Mmh —gimió al sentir un mordisco—. Eres un goloso. —Sin quedarse atrás también, comenzó a desprender las ropas de Yuki, dejando expuesto su pecho, incluso se las había ingeniado para desabrochar los pantalones de Yuki dejando su erección a la vista.
—Tú me haces goloso. Tú y nuestro bebé. —Yuki enredó una de sus piernas con las de Klaus, comenzando a frotarse contra él. Metió una de sus manos dentro del pantalón de Klaus.
El romanticismo del momento se vio cortado cuando Yuki se dio cuenta de que cierta parte de Klaus no estaba para nada interesada en lo que estaba ocurriendo entre ellos, su miembro como si no se diera por aludido continuaba perfectamente flácido entre su ropa interior cuando normalmente a estas alturas estaría más que dispuesto y orgullosamente duro al ser besado y tocado por su pareja.
Al alemán le entró la angustia cuando se dio cuenta de tremendo predicamento, la sangre fluyendo hacia la zona equivocada coloreó sus mejillas por la vergüenza.
—Lo siento.
La mano de Yuki lentamente se fue deslizando fuera. Un suspiro escapando de él.
—No te preocupes. —Se estiró para alcanzar la mejilla de Klaus, dejándole un beso—. Supongo que… es cosa del embarazo.
—Pero... tú aún estás... —Miró insistentemente hacia la punta del pene que sobresalía de los pantalones del mayor—. Yo podría...
—Está bien… —Yuki sostuvo su rostro entre sus manos, haciendo que le mirase, volvió a dejarle un beso. De la nada, dejó salir una pequeña risa—. Me siento como un pervertido insaciable.
—Eso me gusta —le confesó, con una sonrisa, volvió a besarle, lentamente, esta vez sin el desespero de la calentura—. Voy a complacerte. —Acomodó a Yuki sobre su espalda, en esa posición se situó entre sus piernas para comenzar a darle placer. Al no estar dolorosamente excitado se tomó todo el tiempo del mundo para acariciar a Yuki; sus piernas, los blancos muslos, genitales, largos besos cubriendo toda la piel, desesperando a Yuki, llevándolo al límite.
No importaba que Klaus no estuviera excitado mientras fuera capaz de complacer a su pareja, eso era lo único que le importaba.
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Para la siguiente tarde, todo el campamento estaba ajetreado preparando la fogata en despedida de los extranjeros. En la mañana Haruto reunió a los seis para arreglar los detalles de su marcha y cómo se moverían ahora que al parecer el puerto estaba siendo vigilado por los militares. Apenas Haruto acabó, el primero en marcharse fue Kenshi.
La atención de Vladimir estuvo dividida la mayoría del tiempo entre escuchar lo que decía Haruto y mirar a Kenshi. Klaus, como había dicho, mantenía un ojo sobre Vladimir, ayudado por Yuki y Jim intentaban entretenerlo para que no pensara mucho. Lamentablemente ese era un gran problema, el ruso nunca dejaba de pensar, pero por lo menos habían logrado que volcara su atención en otros temas.
Ya sentados al aire libre y esperando los preparativos de la fogata, a Klaus se le ocurrió preguntarle algo.
—Antes mencionaste algo sobre un escamoso en tu cabeza —recordó el alemán de pronto—. ¿A qué te referías?
Vladimir se le quedó mirando un largo rato a Klaus, meditando cómo abordar el tema.
—¿Has escuchado voces... una en particular en tu cabeza?
Yuki, sentado junto a Klaus, tenía la cabeza apoyada en su hombro antes de alzarla para verle.
—¿Voces? —giró a Vladimir—. ¿Cómo voces?
—¿Algo así como la voz de la conciencia? —preguntó Shin, con la boca llena de maíz. Una mazorca mordisqueada estaba en sus manos.
—¿Estás escuchando voces? Eso lo explica todo —dijo Klaus en un intento de humor negro.
—Responde la pregunta —gruñó el mayor.
—No. Yo no estoy loco. —Frunció el ceño Klaus.
—No se trata de locura, idiota —resopló el ruso—. Recientemente descubrí que es un efecto secundario del genoma. No es un trastorno de personalidad múltiple, es como si mi mente se hubiera dividido en dos y la otra mitad perteneciera a mi lado primitivo.
Yuki se erguió, empalideciendo. ¿Dos mentes habitando un mismo cuerpo? Dándose cuenta de algo, volteó la mirada a Klaus. Flechazos de cierta noche centellaron en su mente.
—Klaus…, ese día… en la fiesta en casa del Emperador… no eras tú. —Yuki titubeó un instante antes de continuar—. Tu voz había cambiado y fue… como si fueras otra persona diferente.
Klaus pareció preocupado por las palabras de Yuki.
Yuki. Sé que lo que te hice ese día fue imperdonable, no es necesario que intentes justificar mi conducta.
—¡No! No justifico nada, pero eso explica lo que pasó ese día. —Yuki se levantó. Se volvió al ruso—. ¿Es posible, verdad?
—Cabe la posibilidad —concedió no muy seguro—. En el laboratorio Klaus nunca manifestó nada parecido a una personalidad dividida. También el descubrimiento de... este efecto secundario es reciente. —Volvió a mirar a Klaus, los ojos azules mirándolo como si fuera otra vez uno de sus experimentos—. ¿Has escuchado voces? —preguntó por tercera vez.
—Por supuesto que... —comenzó a responderle irritado cuando se dio cuenta de que no estaba tan seguro de esa respuesta—. No lo sé. ¿Cómo podría identificarla? ¿Cómo sé que no son mis propios pensamientos?
—Por lo poco que he logrado averiguar, esta segunda mente está ligada a las emociones. Es nuestro lado más primitivo, no reacciona racionalmente sino que se deja llevar por el instinto —intentó explicarse.
—Entonces…, eso explicaría lo que pasó esa noche —insistió Yuki—. Es posible que lo que te hicieron ese día haya provocado que ese otro tú reaccionara…
—¿Te refieres al afrodisíaco? —cuestionó Shin, que había dejado de lado el maíz para prestar atención a la conversación.
—Sí. —Yuki asintió.
—Pero yo no... —Ahora en verdad estaba preocupado. ¿Y qué pasaría si esa otra personalidad intentaba volver a hacerle daño a Yuki? ¿O si se volvía contra él? Algo en ese pensamiento le hizo mirar a Vladimir—. ¿Por eso querías separarte? Te estaba atormentando. —Renuente Vladimir asintió.
—Pero, oye… —Yuki volvió a sentarse, tomando las manos de Klaus entre las suyas—. Creo que también depende del entorno… —Conociendo a Klaus, Yuki sabía que se preocuparía de que algo como aquel día sucediera de nuevo, fuera de estar bajo los efectos de alguna droga—. Esa noche también enloqueciste porque Ottori-sama iba a forzarme… Me parece que… —suspiró— nada pasará otra vez si no me encuentro en una situación crítica. —Yuki giró la cabeza para mirar a Vladimir—. Tengo entendido que eso también pasó cuando Kenshi-sama se enfadó con usted.
—Bueno, veámoslo de esta manera: es una bestia cuidando su territorio. —Se burló Shin, volviendo a mordisquear su mazorca.
A ninguno de los dos europeos les sentó bien el comentario. El dragón reaccionaba con demasiada violencia, pero siendo sinceros: ¿Qué les hubiera pasado a Kenshi y Yuki si no hubieran reaccionado así? Yuki hubiera sido forzado por Ottori, y Kenshi hubiera recibido una buena golpiza y probablemente terminara siendo forzado a pesar de las protestas de que podría defenderse solo.
—Todo esto es tu culpa —terminó por decir Klaus. Vladimir asintió.
—Lo sé.
Yuki se estiró para abrazar a Klaus, dejándole un beso en la mejilla.
Pasaron el rato hablando, los demás terminando todo. Pronto se llenó el aire con el olor de un buen asado, y el lugar donde antes se armaba el comedor fue cambiado por troncos y sillas colocadas alrededor de una hoguera. También habían sacado un par de instrumentos, que en esos momentos afinaban. Pronto se hizo de noche, instante en que comenzaron a encender la fogata y la música empezó, al igual que fueron sacando la comida. Los niños, contentos, fueron los primeros en disfrutar de todo.
Kenshi se unió a todos los demás acompañado de Haruto, detrás de ellos venía Maxon y el resto del grupo del castaño. Jim ayudaba a las mujeres a llevar la comida al mesón donde estaba servida. Allí, repartían pinchos de carne que iban calentando en la fogata. Varias parejas optaban por bailar, otros preferían sentarse en torno al fuego y comer, o simplemente aplaudir.
Klaus, Yuki y Vladimir fueron de los que se quedaron sentados alrededor de la fogata, disfrutando de la comida y la vista. En algún momento Klaus llevó a Yuki al grupo de bailarines para unírseles. Algunas mujeres notaron el talento del alemán para bailar e intentaban persuadirle para que bailaran con ellas pero Klaus declinaba la oferta prefiriendo quedarse con Yuki. Cuando el castaño se cansó volvieron al lado de Vladimir.
Dejando a su pareja de baile actual, Jim se movió al ritmo de la música alegre hacia el ruso, tomándole del brazo y levantándole de su puesto.
—¡Venga, doctor, vamos a bailar! —Aprovechaba su altura y fuerza para arrastrarlo a la pista con las demás parejas. Estaba claro que no aceptaría una negativa.
—¡Jim suéltame en este instante! —protestó el pelinegro intentando separarse del negro, pero Klaus con una sonrisa maliciosa le empujó logrando que cayera de lleno en sus brazos.
Dedicando una enojada mirada a Klaus, se concentró en bailar con Jim.
Del otro lado, Kenshi charlaba con un grupo de personas. Haruto se le había desaparecido de la vista. Suspirando, se desconcentró de la conversación al girar su atención a los bailarines. Se veía más divertido que mantenerse allí de pie junto a otros como floreros. A varios pasos de él, vio a Haruto acercarse.
—Tu cara denota aburrimiento —le comentó.
—Me preguntaba si suelen celebrar de esta manera tan salvaje.
Una de las comisuras de los labios de Haruto se alzó en una pequeña sonrisa.
—Claro, cierto que en Japón las fiestas son más recatadas. —Tomó la mano de Kenshi, quitándole el vaso y dejándolo en una mesa cercana. Y tosió un—: Aguafiestas.
—¡Oye, tú! —Kenshi le dio un empujón, pero no se movió ante la inclinación de Haruto—. Yo… no creo que deba…
—Es solo un baile. Tienes que divertirte, a ver si de esa forma se te quita lo huraño y cabeza hueca que eres.
—Yo no soy un... —Haruto no le permitió seguirse quejando al arrastrarlo al centro de la zona que era la pista de baile, dándose bromas el uno al otro.
Pronto la dinámica de todas las parejas era cambiar a una señal de la misma música, por lo que Kenshi tuvo que en un giro cambiar a Haruto y en su lugar terminó una joven rubia aparentemente de su misma edad. Vladimir, más acostumbrado a los bailes de salón, tuvo que adaptar su rutina a la nueva música; era un baile mucho más liberal, donde tenías que pensar con los pies y no con la cabeza, moverte al ritmo de la música sin contar los pasos.
Klaus se la estaba pasando en grande viendo a Vladimir bailar. En un cambio de música había terminado con una mujer algo gordita entre brazos, hasta ella parecía tener más ritmo que Vladimir.
Yuki tuvo que taparse la boca con la mano para evitar reírse. Él también disfrutaba viendo al estoico doctor bailando algo tan alegre como aquella música. Shin se sentó al otro lado de Klaus, donde antes estaba el ruso, y en tanto vio al hombre bailando, no se detuvo en carcajearse divertido.
—¡Vamos, Volsk, mueve esos pies! —Aplaudió Shin, animado.
Vladimir le respondió algo en ruso por sobre el ruido de la música que hizo que Klaus se atragantara con su bebida, estaba a la mitad de una fuerte tos y la risa.
—¡Qué vocabulario! —Se burló el alemán. Dieron la señal de nuevo, esta vez el ruso terminó en los brazos de otro hombre, como Jim al principio del baile.
Shin no le paró y continuó aplaudiendo hasta que finalmente se cansó y prefirió echar porras y ánimos a las parejas, sobre todo al ruso por malicia. Kenshi ya no prestaba atención en brazos de quien caía, la música, muy diferente al que solían tocar en los bailes que asistía en Japón, le empezó a envolver por total. Supuso que había cambiado de pareja unas cinco veces. Hubo un nuevo cambio de música, esta vez más lenta que las anteriores, pero él ya no prestaba atención a ello, sino a la persona con quien había caído.
Largos segundos en los que Vladimir se quedó quieto sintiendo el reconfortante calor de Kenshi entre sus brazos. Respirando hondo sujetó con más firmeza a Kenshi comenzando a bailar con él. No intentaron hablar, tan sólo se dejaron llevar por el momento, al principio un poco tenso pero conforme se movían se soltaban un poco más, sus pasos coincidiendo con el de su pareja, como si todo fuera perfecto.
El japonés optó pensar que ese constante sonido en su cabeza no eran sus palpitaciones sino que provenían del tambor de los músicos. No quiso armar escándalo ni llamar la atención de los demás, por lo que continuó el baile esperando el nuevo cambio de pareja. Para su sorpresa, la música no cambió sino que acabó. Las demás parejas se separaron para aplaudirles, Kenshi haciendo lo mismo también. Vladimir renuente también se separó para aplaudir, echando en falta el cuerpo de Kenshi tan cerca del suyo. No logró apartar mucho tiempo su atención de Kenshi. Casi en seguida sus ojos volvieron a posarse sobre el menor, delineando su figura, sus gestos, parecía un poco tenso.
El ruso quiso decirle algo, lo que fuera con tal de no seguir con esa indiferencia, abrió la boca para decirle algo pero Kenshi se le adelantó.
—¿Quién era la mujer de ayer por la tarde? —preguntó sin mirarle.
Al pelinegro le tomó unos segundos reordenar sus ideas para poder responder.
—Una...conocida de Klaus.
Entonces, el menor giró la cabeza para mirarlo unos momentos, volviendo a su antigua posición.
—Ya veo. —No dijo más, comenzando a alejarse en busca de Haruto, o de cualquiera. ¿Estaba listo para un momento así?
—¡Espera! —Detuvo Vladimir a Kenshi, tomándolo del brazo. Sintió los músculos del menor tensarse, así que se apartó un poco para no invadir su espacio personal. Detenerlo había funcionado y ahora le miraba, tenía toda su atención, pero no tenía idea de qué decirle exactamente. Quizás algo como—: Lo siento.
Kenshi tardó en decir algo en respuesta. Parte de su mente se mantenía consciente de que estaban allí parados en medio con los demás moviéndose de un lado a otro, los músicos refrescándose un poco antes de continuar. También su mente estaba consciente de las molestas reprimendas que tuvo que soportar de parte de Klaus, hasta de Yuki y Jim… la de Haruto, que a pesar el hombre lo trataba afable como siempre, todavía se sentía esa tensión un poco incómoda que le clavaba más hondo esa espina que se clavó durante su discusión.
Kenshi respiró profundo.
—Vladimir...
—¡Hey! Gran baile, ¿eh? —Shin se les acercó, detrás del ruso, apoyándose en él casualmente—. Te movías bien, ruso.
¿Destino, cobardía? Kenshi prefirió retirarse al ver esa oportunidad. Se alejó antes de que pudieran detenerle. No estaba listo todavía
Vladimir se quedó pasmado viendo como Kenshi se iba sin haberle dicho nada, todo por culpa de Shin. Un tic se apoderó de su ceja izquierda por la furia que estaba sintiendo.
Miró al castaño como si quisiera desmembrarlo lentamente.
—¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer, tú grandísimo idiota?
—¿Qué hice? —Sus manos se alzaron en un gesto inocente.
La mueca inocente de Shin sólo lo hizo enfurecer aún más. Murmurando obscenidades en ruso, le dio un puñetazo al castaño en el brazo lo suficiente duro como para tirarlo. Sin importarle saber si Shin realmente había caído al suelo o no, se alejó de la fogata.
—¡Argh! —Shin se llevó una mano al brazo dolido, sobándose la zona donde el golpe le palpitaba.
Por otro lado, Jim se acercó al ruso mientras se alejaba. El negro traía un vaso en la mano, y traía la camisa algo desarreglada.
—Doctor, aquí está. Tengo un problema que quizás le guste solucionar…
—Más vale que sea bueno o te dejaré igual de amoratado que el idiota de allá. —Señaló a Shin que todavía se estaba sobando el golpe. Una oscura satisfacción le llenó al saber que mañana tendría un feo moretón.
Jim observó a Shin, haciendo una mueca. Algo habrá hecho como para merecer algún golpe, por lo menos estaba volviendo el Shin tarado que conocía. Suspiró.
—Me salió una cita de despedida. —Con un gesto, señaló a un hombre de fuerte musculatura que esperaba recostado en un árbol—. Kenshi no gusta de dormir solo desde que sucedió el asunto de los militares. Ya sabe, agarró cierto pavor luego de eso. Así que me preguntaba si usted quisiera… acompañarle.
Eso evaporó cualquier tipo de furia que pudiera estar albergando Vladimir en su mente pasando a que su rostro se mostrara sorprendido.
—¿Crees que querrá dormir conmigo, después de lo que ha pasado?
—Les vi bailando. —Jim se alzó de hombros—. Y sería por esta noche si nada pasa… No le hará bien pasar la noche despierto tomando en cuenta lo que nos espera mañana.
—Yo... Eh..., sí. Tienes razón. —Miró alrededor intentando encontrar a Kenshi. Lo vio con Haruto al otro lado de la fogata, frunció un poco el ceño pero nada más.
Jim le palmeó el hombro en despedida, dándose la vuelta para reunirse con su cita.
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La celebración se alargó otro rato, Yuki quiso volver a bailar una canción más, y un par de minutos después, comenzó a sentir sueño así que Klaus le acompañó a la carpa a descansar. Los niños también habían hecho lo mismo; los músicos duraron otras tres canciones hasta que decidieron parar y guardar los instrumentos. Ya solo quedaban algunos adultos que se reunieron alrededor de la fogata a charlar y repartir los restos de comida que quedaban para no desperdiciar nada. Kenshi se mantuvo todo el rato al lado de Haruto, en ese momento sentándose los dos muy juntos mientras hablaban en voz baja. Luego, Kenshi comenzó a bostezar, Haruto instándole a levantarse e ir a dormir con un gesto. El menor se levantó, dio un vistazo alrededor como si buscara a alguien, pero se despidió de Haruto y caminó hacia su carpa, siempre mirando a su alrededor. ¿Dónde demonios estaba Jim? Llegó a su carpa y entró, chistando. Esperaba que Jim llegase pronto.
Vladimir entró a la carpa prácticamente detrás de él.
—Jim no va a venir esta noche. Consiguió una cita. —El ruso se quedó parado cerca de la entrada.
Kenshi, a punto de acomodar las mantas, se volteó. Como antes, no habló enseguida, observándolo. Dejó caer las mantas sobre la cama, y cruzó los brazos.
—¿Y te mandó a ti de mensajero?
—No. Soy algo así como su reemplazo. —Seguía cerca de la entrada, tratando de mantener sus facciones neutras, quizás de esa manera Kenshi no se asustaría con él—. Espero no te importe.
Dudas. Eran dudas las que rondaban la cabeza de Kenshi. Miró la cama, luego a Vladimir. Sus labios se separaron dispuesto a negarse, pero algo le detuvo. Tomó aire, y separó los brazos. Se volvió, tomando la manta, la sacudió para estirarla y acomodarla sobre la cama. Entonces se sentó y procedió a sacarse los zapatos.
—Si vas a dormir parado, al menos quítate de la entrada. La obstruyes.
—No soy una gárgola —respondió en un tono que esperaba Kenshi tomara a broma. Vacilante se acercó a la cama. Observando la reacción que pudiera tener Kenshi, se sentó, comenzando a quitarse los zapatos, para luego acostarse boca arriba en la cama. Se sentía un poco rígido.
Kenshi le miró de reojo antes de acostarse y ponerse de lado.
—Pues pareces. Estás más tieso que una estatua —bostezó y se arropó con las mantas—. Buenas noches.
Vladimir se quedó un rato mirando el techo de la carpa. Decidió cambiar de posición, e imitó la de Kenshi rodando hasta quedar sobre su costado de frente al joven. Agradecía que sus ojos ahora fueran capaces de adaptarse a la oscuridad, de esa manera podría observar las facciones del japonés, delinear sus labios y velar su sueño.
N.E.: ¡Por fin, pude traerles un nuevo capítulo! Fanfiction ha tenido ciertos problemas que no me permitían subir el capítulo pero bueno, finalmente he aquí lo esperado.
Mi deseo había sido traerlo el 03/02 siendo el cumpleaños de una de nuestras editoras, Kat. De mi parte, vayan a dejarle mucho amor en sus redes (que encontrarán en el perfil de Entre Tus Garras). Es una personita maravillosa (y un poco loca) que vale la pena conocer.
Por ahora, me despido hasta la siguiente entrega.
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