Los personajes de Brave 10 le pertenecen a Shimotsuki Kairi.
AU basado a mediados de Brave 10.
Miedo
Toda la semana... no, desde mucho antes, Saizo estaba con un humor del demonio, jurando que estaba a un puto ataque sorpresa de rebanarle la cabeza a Kamanosuke y lanzársela a Yukimura con la ilusión de partirle el cráneo y matar a dos pájaros de un tiro. El estrés que venía cargando por bastante rato se acumulaba más y más, y todo irritaba al ninja, incluso dormir. Bueno, si es que realmente pudiera dormir.
Si Saizo hubiera sabido que llegar a Ueda, arrastrado por esa chiquilla que se hacía llamar una sacerdotisa de Izumo, sería tan malditamente irritante, mejor hubiera abandonado a Isanami a su suerte y se hubiera ido a morir de hambre en otra parte. Pero no, el idiota de él había tenido que hacerse el héroe, había tenido que ceder al hambre y había tenido que dejar que su ego de hombre le ganara. Y ahora, gracias a eso, estaba a punto de explotar en más de una manera, deseando que hubiera algún enemigo sólo para descuartizarlo y ver si con eso se tranquilizaba. Aunque era mejor si podía descuartizar a los causantes de su mal humor, como Yukimura, Kamanosuke o Sasuke. O los tres... sí, de hecho serían mejor matar a los tres que sólo matar a uno.
Qué importaba si Isanami se ponía triste porque ya no tendría quien le alzara su ego de "niña bonita". ¿Qué importaba Isanami en esos momentos, además? Saizo se irritaba más de recordarla a ella y su irritación incrementaba porque no le podía hacer nada a ella.
Rodando en el futón una y otra vez, Saizo terminó sentándose entre gruñidos y maldiciones, esforzándose en inhalar y exhalar a ver si eso bastaba para calmarse. Cuando sentía que eventualmente se iba apaciguando su furia y el sueño por fin se dignaba en tomar delantera por encima de todo, los discretos pasos fuera de su habitación lo pusieron alerta, sorprendiéndole e irritándole al instante, y de sólo pensar que se trataba de aquel puto travestí homicida su poca calma se fue al carajo.
Saizo se levantó de golpe, con su espada en mano y la clara intención de decapitar a Kamanosuke, caminando hasta la puerta siguiendo el ritmo de su atacante. Él lo había advertido y no estaba bromeando. Nada de culparlo cuando le estrellara la cabeza del pelirrojo en la estúpida y odiosa cara del lord de Ueda.
Cuando los pasos se detuvieron y la puerta se fue abriendo lentamente, Saizo esperó a que Kamanosuke entrara para darle el golpe de gracia, admitiendo que esa vez estaba siendo más discreto que de costumbre, pero recordándose no distraerse porque sabía de antemano de quién se trataba.
—¿Saizo...?
El ninja se tensó, sintiendo que reconocía esa voz y al mismo tiempo suponiendo que era una trampa. Por eso, sin dar contestación, el ninja dejó caer la espada justo frente al rostro del invitado no deseado, como si una parte de sí, la racional, supiera que no era Kamanosuke. Aun así, Saizo no quería que le molestaran, fuera quien fuera, y esperaba que con esa advertencia bastara para que lo dejaran solo.
Lo que Saizo, no obstante, recibió como respuesta, fue el sonido de un objeto rompiéndose ante el impacto contra el suelo, junto auna respiración irregular, jadeante y temerosa, que removió las entrañas del ninja.
Era Isanami. Saizo sabía, sentía, aseguraba que era Isanami.
Había estado a nada de atacar a la chica.
Sintiendo un profundo pesar en su pecho, Saizo dejó caer su espada y encaró a Isanami, a quién vio aún en la oscuridad, diferenciando muy bien sus dorados ojos bien abiertos, llorosos, y su cuerpo temblando con fuerza, como si ésta estuviera viendo a un monstruo justo frente a sus narices y temiera que le hiciera algo, algo de verdad. Aquella imagen congeló al ninja por un instante, quien tardó poco en buscar con la mirada que no hubieran heridas en el cuerpo de la chica. Si bien confiaba en él, en sus habilidades, en sus reflejos y en su destreza con la espada, en ese momento ni siquiera le importaba si no la había tocado; tenía que asegurar que la sacerdotisa estuviera bien.
Isanami retrocedió, como si supiera que Saizo quería acercarse a ella, con sus manos en su acelerado pecho y sus piernas temblando como si estuviera en un temblor, incapaz siquiera de fingir una sonrisa.
—... lo siento... —susurró, con trémula y llorosa voz, antes de salir corriendo sin darle ni la más mínima oportunidad a Saizo de excusarse.
Isanami trastabilló, jadeó asustada, pero no dejó que el ninja se le acercara. No cuando Saizo estuvo a milímetros de herirla con esa espada que ella, en su inocencia, creía que eistía para protegerla.
El ninja, tras ver a la aterrada chica huir de él, desvió la vista al suelo de forma inconsciente, más que nada para dejar de ver a la chica huyendo del monstruo que se sentía en ese momento, encontrándose con una taza rota cubierta con un líquido humeante. Hacerlo sólo incrementó su remordimiento expresado en ese extraño pesar en su pecho: Isanami le había llevado un té... y él en respuesta la había atacado.
Aunque estaba estresado y de mal humor, Saizo sabía que eso no justificaba lo que acababa de hacer. Su mal humor no justificaba que amenazara a Isanami, que casi la atacara, que la asustara. No justificaba nada y eso era lo peor: no sabía cómo disculparse porque sentía que sus excusas no serían suficientes ni convincentes.
Los aterrados ojos de Isanami calaban en lo más profundo de él: dolía la idea de haberla atacado, dolía que ella huyera de él... dolía que él la hubiera asustado cuando ella buscaba ayudarlo, porque aún siendo irritante, melosa y encimosa, Isanami era atenta, demasiado atenta a él. Se preocupaba por su Luz, velaba por él muy a su manera, trataba de no molestarlo y de hacerlo sentir feliz a pesar de que ella era la causa de casi todos sus males. Y él... Saizo era como un animal salvaje y malagradecido que contestaba con mordidas los cuidados de quienes se preocupaban por él.
Pero ya no había nada que podía hacer.
Saizo regresó al futón, tratando de conciliar el sueño, aunque le fuera imposible en esos momentos. Cerró con fuerza los ojos, gruñó y maldijo y odió a todos, a sí mismo, en específico, y se forzó a mantenerse en su lugar, pues era consciente de que sería peor ir tras la chica sin saber ni siquiera qué decir o cómo actuar después de lo que había hecho.
El día siguiente, confió, cuando por fin fue cayendo en las aguas de un desagradable sueño, buscaría cómo redimirse con Isanami... eso en caso de que la chica no se olvidara de lo que había hecho. Sí, eso haría. Saizo aún no sabía cómo se redimiría, pero lo haría si era necesario.
Esa noche, sin embargo, el ninja se mantuvo en sueños lúcidos y horribles, cuan pesadillas que creía haber dejado atrás, y en ellos siempre estaba ella, porque no podía saca de su mente lo que había hecho.
Saizo entendió lo que era el miedo no sólo al verlo reflejado en los ojos de Isanami, sino al soñar que la perdía. Que él... que gracias a él la chica moría*.
* La idea es cortita y con un final que deja mucho a la imaginación (y qué desear, también) porque he andado con fiaca y no me sale escribir en los fanfics que tengo comenzados como me gustaría... además, tal vez le saque jugo a esta idea, pero más adelante, algún lejano día del siguiente año, quizá (?).
Eh, bueno... creo que ya se han dado una idea de que ando algo "oxidada" por todo lo que me he tardado en actualizar, aunque eso fue también porque me quedé sin internet, he regresado a clases y me he prometido enfocarme más en mi tesis que en otra cosa (ese título no lo obtendré si flojeo). Aun así, espero les haya gustado y que me disculpen por tardarme tanto. Prometo que el siguiente será más largo y tendrá un final mejor, y obviamente, ¡habrá mucho más interacción Saizo/Isanami! Si no tengo mi dosis de estos dos al menos mensualmente, me muero (?)
(Y si se preguntan cómo sobreviví durante mi ausencia, bueno, he estado trabajando en un MMV desde hace como cuatro meses, aunque sigo sin terminarlo xDU, así que hay tengo mi dosis que me hace chillar cada que la veo, jajaja)
¡Hasta luego!
