Capítulo 34
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Kenshi se recuperó un poco a los dos días. Permaneció uno entero acostado, y al siguiente le pidió a Vladimir que lo llevará al menos a su habitación, eso le permitió caminar por unos minutos. No había recordado nada aún. Yuki por otro lado tuvo una recarga de energía que le mejoró, claro que optó por ya no hacer esfuerzo ninguno, Jim iba por las tardes a ayudar a Klaus a cuidarlo, marchándose al atardecer cuando iba a atender el bar. Wen se mantenía un tanto ocupado reemplazando a Kenshi hasta que se recuperará, por lo que todavía no se acercaba a Klaus a darle las lecciones que le prometió.
Al tercer día, Kenshi estaba ya harto de permanecer en su habitación todo el tiempo, y pidió al ruso que estaba con él llevarlo al estanque de los koi.
A pesar de que Kenshi no lo necesitara, el ruso lo cargó al estanque, excusándose con que prefería cuidar a su paciente. Claro que esa era una burda mentira, tan sólo quería tocar a Kenshi, el dragón sentía una morbosa satisfacción por volver a estar en contacto con la nívea piel, necesitaba sentirlo para estar en paz. Dejó a Kenshi cerca del estanque mientras que Vladimir tomaba asiento en una roca, esa costumbre de sentarse en el suelo que tenían los japoneses no le convencían.
Kenshi respiró el aire puro tomando una larga bocanada, llenándose los pulmones. Sentía la nostalgia de aquel lugar remitir ahora que ya estaba allí, si bien aún no sabía cómo habían vuelto realmente. Le dijo unas palabras a un sirviente que pasó cerca de ellos, a los minutos esté volviendo con un saquito de alimento. Kenshi procedió a alimentar a los peces que de inmediato se amontonaban para atajar la comida.
—Nunca pueden ser ordenados —comentó al aire.
—Pueden, si se les entrena —acotó Vladimir recordando un par de experimentos en el laboratorio—. Un compañero logró entrenar un par de animales acuáticos, aunque mi conocimiento sobre especies marinas niponas es limitado.
—¿En serio? —Kenshi le miró—. Mmh, debería hacer eso... Sería interesante. —Volvió echar alimento. En un momento se echó a reír al ver que un koi naranja le ganó un grano a otro blanco—. ¡Lerdo!
El ruso se quedó contemplando un rato a Kenshi, disfrutando del ambiente relajado, cosa que había sido casi imposible en las semanas que pasaron en el barco y mucho menos durante su estadía en América.
—¿Te sientes bien?
—Salvo un poco frustrado por no recordar nada todavía, sí. —Kenshi asintió. Dejó la bolsa a un lado y se recostó en la hierba. Conservaba la mano vendada aún, por lo que apoyó la cabeza en la otra mano para mirarse la que estaba con la venda—. Pero más me vale no pensar en eso o me da jaqueca.
—Lo siento —dijo sin pensar el ruso. Se sentía culpable pero como había dicho Jim, era mejor dejar fluir las cosas. Crear un nuevo vínculo era la mejor opción.
—¿Qué sientes? —Kenshi le miró de reojo. Intentó mover los dedos pero hacerlo le causaba dolor por lo que simplemente desistió.
—Por no poder protegerte. —Era verdad, sólo que Kenshi no era consciente de la profundidad de esa culpa—. No quiero que nada te pase.
—Relájate. Solo me caí de un caballo, no es la primera vez que me pasa. —Prefirió mover los dedos de los pies.
Ignorando cualquier protocolo europeo, se acostó a al lado del joven, acariciando su mejilla.
—Pudo haber sido peor.
—Sí, como quedar desmemoriado. Ya está ocurriendo. —Giró un poco la cabeza para verlo—. Al menos eso incluyó la tortura del viaje de regreso por mar. —Sacó la mano debajo de su cabeza, de paso tomando una hoja de hierba, y la dejó flotar en el aire.- Debe ser increíble más bien hacerlo por aire...
—¿Quieres intentarlo? —Vlad se irguió apoyándose en sus antebrazos para poder mirar a Kenshi—. Volar —especificó.
El japonés le miró un poco ceñudo.
—¿Contigo? Eres apenas un novato, ¿no? Suficiente tengo con la caída del caballo.
—He estado practicando —refutó el mayor—. No es como si fuéramos a hacer piruetas.
Kenshi dudó.
—Bueno..., pero si caemos, caes de cara a ti. A mí no me uses de salvavidas.
El mayor resoplo al ponerse de pie.
—Podrías tenerme un poco más de confianza. —Cerró los ojos y al abrirlos vio su piel cubierta de las ahora familiares escamas azules.
Kenshi se había sentado en la hierba ahora, receloso. Aún recordaba la visión del dragón atacando a aquel americano. Estaba a punto de negarse y mentir diciendo que no se sentía bien cuando ya estaba levantándose. Respiró hondo y se sacudió un poco la ropa.
—Bien..., bueno... —carraspeó—, de acuerdo...
—No te dejaré caer —le aseguró Vladimir. Hincó una rodilla en el suelo esperando a que Kenshi se encimara en su espalda, cuando lo hizo volvió a erguirse—. Sujétate fuerte. —Comenzó a batir las alas, se dio cuenta que le era mucho más fácil despegar ahora, además que Kenshi era mucho más ligero que Shin
Kenshi se abrazó fuerte al ruso, casi al punto de estrangularlo, cuidando de no aplastarse la mano vendada. Lo admitía, estaba sumamente emocionado. A los primeros días de conocer a Klaus a veces le observaba volar, imaginándose cómo sería surcar los cielos como él lo hacía.
—¿Apoya el doctor que haga estas cosas a tres días de mi caída? —preguntó, ocultando el ansia que sentía.
—No Hay ningún peligro —le aseguró comenzando a elevarse. Antes de que Kenshi se diera cuenta ya estaba varios metros sobre la casa—. Extiende el brazo —le dijo el mayor cuando llegaron a las nubes.
Haciendo lo que le indicaron, Kenshi estiró el brazo hasta que su mano pudo alcanzar las nubes, una sonrisa mostrándose en su rostro al ver como la masa blanca escapaba entre sus dedos como el agua.
—¡Es tan increíble! —Se sentía como un niño en una feria. Se asomó por sobre el hombro del ruso para mirar hacia abajo, ahogando un grito de emoción—. ¡Se ve todo tan fantástico desde acá!
Cuando alcanzaron una altura respetable, Vladimir se dejó llevar por las corrientes de aire, planeando recorriendo los cielos, a veces dando una vuelta en el aire, sin hacer nada forzoso, solo disfrutando del viento en su cara. Kenshi se cansó de intentar atrapar las nubes, volviendo a abrazar desde atrás al ruso y disfrutando de la vista que tenía; las montañas, los pueblos ahora pequeños, el vasto mar a la lejanía. Toda la vista era mucho más espectacular de lo que llegó a imaginar.
—Gracias —susurró a su oído por el viento.
Por alguna inexplicable razón, se le subieron los colores al ruso.
—No es nada. —Cuando el viento helado comenzó a hacer estragos en la temperatura del mayor fue hora de aterrizar. Con cuidado llegó a tierra dejando que Kenshi bajara de su espalda, se pasó las manos por los brazos para entrar en calor.
—¡Eso definitivamente estuvo increíble! —Kenshi levantó los brazos sobre su cabeza—. Tenemos que hacerlo otra vez… —Se giró a verlo—. ¿Estás bien?
—Sí, sí. —Tiritó un poco cuando el viento sopló un poco—. Sólo necesito entrar en calor.
Apenas terminó de hablar, un peso chocó contra él haciéndole retroceder un paso. Kenshi se había abalanzado a él, abrazándolo con fuerza, intentando no apretar su brazo enyesado.
—¡En verdad gracias! Realmente no voy a olvidar eso, ¡fue maravilloso!
Vladimir lo abrazó igualmente, una sonrisa se le escapó, de pronto ya no sintió frío, todo el calor que necesitaba se lo estaba dando Kenshi.
Apretándolo de la cintura, le alzó dando vueltas con él mientras reían.
—¡Vladimir, bájame! —Las palabras se entremezclaban con las risas—. ¡Me vas a marear! Me va a doler la cabeza, basta —mintió.
Eso fue suficiente para detenerse, miró preocupado al joven entre sus brazos. Dejó que el joven se deslizara por su cuerpo hasta que sus pies tocaron el suelo.
—¿Te sientes mal? Puedo traerte un analgésico.
—No, fue solo para que pararas. Al menos funcionó. —Kenshi se apartó el flequillo del rostro—. Oye... ¿me llevarás a volar mañana? —pidió.
—Mmh. No lo sé. Depende de cómo esté tu salud. —Se inclinó hasta sus frentes se juntaron—. No tienes fiebre y tus latidos se oyen bien. Hay grandes posibilidades de salir a volar mañana.
—¡Sí! —Kenshi estiró ambas manos en señal de victoria.
—Ah, aquí están. —Jim apareció al cruzar una esquina portando dos sushi en unos palillos cada uno, ambos estaban aderezados con una salsa en color suave—. Quiero que prueben esto. Será parte del almuerzo de hoy. —Les dio a comer en la boca los sushi.
Kenshi se metió de un bocado la rodaja, mordisqueándola y haciendo un sonido de gusto.
—Mmh. Está buena la salsa.
Vladimir no tuvo más que masticar, saboreó el roll, sorprendentemente no estaba crudo y de hecho el que estuviera frito le daba un sabor muy interesante.
—Está bueno... —Logró hablar Vladimir aún masticando, no entendía como los japoneses podían meterse un roll entero a la boca con tanta facilidad—. ¿Qué es?
—Sushi de langostinos con salsa de anguila. —Jim sonrió orgulloso.
—Oh, ya decía que está salsa me era conocida —comentó Kenshi, terminando de tragar el rol—. Te quedó más sabrosa que a nana.
El ruso se quedó congelado al escuchar la palabra anguila. Alterado, lo único que se le ocurrió hacer fue escupir todo el sushi en el suelo, por suerte no había tragado nada pero esperaba que la salsa que aún impregnaba su lengua no le hiciera reaccionar mal.
—¡Anguila! —escupió de nuevo—. ¿Acaso intentan envenenarme? ¡El dragón es altamente alérgico a la anguila!
—¿En serio? —Kenshi parpadeó sorprendido.
—Oh, cielos, lo siento. No lo sabía y... ¡Diablos! —Jim se llevó una mano a la cabeza—. ¡Shin les llevó unos a Yuki y Klaus! ¡Mierda! —Jim salió corriendo a todo lo que podía al cuarto donde estaba la pareja.
Vladimir logró calmarse lo suficiente para que el susto por ingerir anguila pasara, luego pudo volverse a Kenshi para contestarle.
—Espero de verdad que Klaus no llegue a probarlo, ya pasó por eso una vez. Nos dio un buen susto en el laboratorio.
—¿Por qué una anguila? —Kenshi devolvió la vista al ruso hasta que Jim desapareció—. Suena hasta chistoso.
—No lo sé realmente. —Tuvo que confesar—. Uno de mis colegas cocinó las anguilas que había usado para su experimento, le di a Klaus una ración. Durante el proceso de digestión se volvió loco; se puso violento, atacando a cualquiera que se le acercara, le subió la temperatura a 43°, no podíamos contenerlo. Cuando vomitó fue que nos dimos cuenta de que era una reacción alérgica a la anguila. Creemos que es a causa de las toxinas que posee que el dragón reacciona de esa manera.
—Cielos. —Kenshi no dijo mucho por unos segundos—. Y tan sabrosa que es... —siseó mientras intentaba meter un dedo dentro de la venda—. Odio esto. Si llego a tener picazón, no puedo aliviarlo —gruñó.
Tomando la muñeca de Kenshi, usó sus garras para rascar el lugar preciso sin hacerle daño.
—Tardará un poco en sanar, debes ser paciente.
—Paciente mi abuela —desdeñó—. Gracias. Hablando de paciente, Wen debe serlo bastante para haber soportado todo el cargo hasta ahora. No es su estilo de trabajo —suspiró. Dio la vuelta para buscar la bolsa de alimento de los koi de antes—. Con todo esto, ni he ido con el Emperador... —Y susurró—. Estoy muerto.
Eso hizo tensar a Vladimir, plegó sus alas contra la espalda y su cola terminó entre sus piernas sin que se diera cuenta.
—¿Por qué tendría que ir con el emperador?
—¿No es obvio? —Kenshi le miró con cierta sorpresa. Al ver que para el otro no, rodó los ojos—. Hay que preparar todo para mi ascenso y la boda.
—Oh. —El ruso estaba visiblemente aliviado por eso—. Claro que no lo he olvidado. Sólo me preocupa que tengas que hacer un viaje tan laborioso estando aún delicado de salud.
—Mmh. Sí..., lo que significa que su Majestad deberá esperar. —Se alzó de hombros y caminó hacia la casa, aprovechando que el otro no le estaba cargando. Al menos podía usar las piernas.
El pelinegro se quedó un rato más pensando en eso. Le haría caso a Jim y disfrutaría de la actitud de Kenshi un poco más. Pensó en que si volar con Kenshi se volvería algo rutinario lo mejor sería practicar un poco más. Se adentró en la casa para buscar un abrigo.
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Como acordaron, Kenshi pidió a Vladimir por cerca de una semana salir a volar, recorriendo varios sectores de Hiroshima, encantado al japonés con la vista del lugar desde los cielos. Aún seguía sin recordar mucho, pero una noche había despertado en medio de gritos llamando a Haruto. Cuando Vladimir logró calmarle, ya el menor no podía recordar lo que había soñado si bien se mantuvo toda la noche nervioso hasta volver a caer dormido aferrado al ruso.
Wen, por otro lado, buscó la forma de liberarse de los deberes que hacía por Kenshi para poder tratar de pasar rato con Klaus; Ayudaba a Kenshi con el asunto de la boda, y otras cosas sobre la administración de la casona y el pueblo.
Cierto día, caminando con Kenshi hacia el dojo –el chico se había recuperado bastante, pero su brazo lo tenía aún enyesado–, se toparon con el alemán.
A Wen se le iluminaron los ojos al verlo.
—Klaus, que bueno que te veo. ¿Quieres acompañarnos al dojo? Así te doy esas clases que te debo, recuerdas.
—Y decide rápido —masculló Kenshi, mirando alrededor.
Wen rodó los ojos.
—Está huyendo de Vladimir. No creo que le guste que vaya al dojo.
—Estoy aburrido, y él no me deja hacer muchas cosas divertidas —se excusó el japonés.
—¿Muchas cosas divertidas? —desestimó el alemán con una sonrisa—. Por lo que tengo entendido, no hay tarde en la que no salgan a volar.
—No podemos volar por siempre. —Había titubeado un poco—. ¿Llevarás tu trasero al dojo o no?
—Espero que sí. Realmente me gustaría practicar y Kenshi, debido a su mano, no puede hacerlo conmigo. —Wen hizo un leve gesto hacia el brazo de Kenshi.
—A veces cansa ver los mismos paisajes. No hay nada nuevo.
—Yo creo que sería interesante —dijo Wen—. Aunque le temo un poco a las alturas.
—Lo que tú digas, nipón de tierra. —Se burló Klaus, y pasó su brazo por los hombros de Wen a modo de camadería—. No te preocupes, si quieres puedes dar una vuelta conmigo. Será mi pago porque me enseñes a pelear.
—Pues..., me encantaría. —Se esforzó en que la gran cercanía no le afectara—. Pero espero que estés en condiciones después.
—Uh, sí. —Kenshi sonrió—. Wen es un poco rudo en peleas.
—No exageres. Intentaré ser suave.
—Te lo agradeceré. —Palmeó el hombro del chino para luego retirarse de su espacio, normalmente no era así de amistoso pero Wen le caía bien, le había dejado una buena impresión antes de irse de Japón y ahora al volver le cayó incluso mejor—. Debo confesar que mi estilo de pelea no es tan refinado como el del resto de luchadores. —Refiriéndose a los japoneses específicamente—. Yuki siempre me regañaba cuando entrenábamos.
—Ya veremos cuando lleguemos y comencemos. Primero calentaremos un poco y tendremos una pequeña pelea para analizar tus movimientos —pensó en voz alta Wen—. Creo que es mejor sacar ventaja de tu estilo y no cambiarlo.
—Tú mandas.
En el dojo el grupo usual de soldados estaban entrenando, algunos se dieron cuenta de la llegada del trío, en seguida atendieron a Kenshi para que tuviera un lugar cómodo donde sentarse y mirar las peleas. Klaus y Wen se fueron a un lugar vacío donde no estorbaran a nadie. Después de calentar, empezaron una pelea de prueba, nada muy en serio para poder adaptarse el uno al otro. Después de un rato Klaus tuvo que quitarse la camisa porque estaba sudando mucho, dejó al descubierto las escamas de su espalda que se extendían a lo largo de su piel como una cicatriz.
A Wen le costó bastante mantener la concentración con Klaus en aquel estado. Por suerte supo aparentar control en sus movimientos, excepto a sus ojos que siempre buscaban recorrer el torso del alemán.
Kenshi a cierto momento se alejó para ir a la zona de arquería.
Pasó al menos una media hora antes de que Wen dictaminará un descanso.
—Tu punto fuerte son los reflejos, y tu...tu cola. —le era extraño aún decir aquello. Tragó para coger aliento—. Creo que puedo idear algunas técnicas que podrían servirte. —Buscó un pañuelo para secarse el sudor, pasándole otro a Klaus—. ¿Por qué no gustas de usar armas?
—Es muy útil cuando te acostumbras a usarla. —En algún punto del entrenamiento Klaus había exteriorizado los rasgos draconianos y los utilizó durante la lucha, sobre todo la cola para hacer caer a Wen enredándola a su tobillo cuando el mayor no se daba cuenta—. Soy lo suficiente mortífero para prescindir de las armas. Además, Vladimir me enseñó a usar algunas de fuego, sólo por si acaso.
—Bueno, eso es algo estupendo. Si bien es cierto que puedes no necesitarlas, siempre es recomendable saber usar algunas, en especial para atacar a algún enemigo a distancia.
—Vladimir tiene la suerte de poder atacar a distancia sin tener que usar ningún tipo de arma —comentó de pasada. Cuando Wen le miró raro, tuvo que aclarar—. Puede lanzar espinas con la cola, unas largas y puntiagudas espinas que te pueden atravesar el torso.
Wen se estremeció cuando su mente hizo una imagen basándose en sus palabras. Realmente era una muerte horrible y que no quería presenciar por nada.
—No he visto al ruso en su forma…de reptil, pero no quisiera ser quien le haga usarla ni en práctica. ¿Quieres ir a tomar algo?
—Algo caliente me vendría bien. Después de los entrenamientos, mi cuerpo se enfría tanto que empiezo a tiritar. —Klaus buscó su camisa, sus músculos flexionándose cuando alzó los brazos para ponerse la camisa. Klaus no era un hombre con mucha masa muscular, era delgado y con una deliciosa cintura estrecha con un pecho amplio, con los justo de musculatura marcada, pero se notaba trabajado, sobre todo la espalda ya que los vuelos contantes y las acrobacias temerarias hacían trabajar esa parte de su cuerpo más que las demás.
—Yo quiero algo frío. —Porque de verdad sentía su cuerpo bastante caliente. Era un esfuerzo titánico no quedarse viendo a Klaus.
Salieron del dojo camino a la cocina, pidieron un par de bebidas y se sentaron frente al tanque de los koi. Hacía una brisa fresca allí. Wen dio un buen trago a su té frío, sintiendo el líquido refrescar su garganta. Klaus en cambio tomaba el mismo té pero caliente, sus dedos era lo primero que siempre se le enfriaba y sentir el calor de la tasa de barro traspasarse a sus dedos era agradable.
—Gracias por tomarte la molestia de entrenarme.
—No me lo agradezcas. Ha sido divertido. —Wen sonrió—. Hace mucho que no practico de esta manera.
—Ciertamente ha sido divertido —corroboró el menor, inhalando el aroma del té. Un viento fuerte interrumpió la conversación cuando el cabello de Klaus voló por todas partes a capricho del viento y el pelinegro tuvo que apresurarse para atarlo. Es en ese momento cuando el alemán sintió un aroma que no pertenecía a ese país—. Avellana... —Olió a su alrededor, la respingada nariz tratando de captar más de ese dulce aroma hasta que encontró su fuente: Wen—. Hueles a avellanas. —El menor se inclinó, olisqueando la zona del cuello donde el aroma es más fuerte.
—¿Y-yo? —Wen se sintió un poco avergonzado con aquello, notándosele el sonrojo—. ¿De dónde sacas eso?
Klaus se retiró a su propio espacio, divertido por la reacción del chino.
—Es parte del paquete "fenómeno dragón". Mi nariz se ha vuelto tan sensible que puedo detectar la esencia particular de cada persona.
—Oh… ¿en serio? Entonces… ¿huelo a avellanas? —Dejó salir una leve risita—. No sé cómo sentirme respecto a eso. ¿A qué hueles tú?
—¿Yo? —La verdad es que no se había molestado en identificar su aroma. Llevándose la muñeca a la nariz, olió donde la piel es más caliente gracias a la sangre que fluía bajo ella—. Huele como...pasto recién cortado.
—Somos una combinación rara, entonces. —Wen bebió el resto de su té.
—Avellanas y hierbas, no está mal. —Sonrió el menor tras su taza—. Suena a una buena combinación.
—Lo es…sería. —Se corrigió, sabedor de que Klaus tenía a Yuki. Suspiró—. Em, iré a la cocina por otro poco de té. ¿Quieres que te traiga otro poco?
—No. —Se levantó de la grama, sacudiéndose los holgados pantalones—. Ya he dejado a Yuki mucho tiempo solo. ¿Entrenamos mañana?
—Claro. —Ocultando su desilusión, Wen tomó el vaso que Klaus tenía—.Yo llevaré esto, no te preocupes. Te esperaré en el dojo mañana temprano.
Inclinándose, le dio un apretón en el hombro a Wen.
—Te lo agradezco —le guiñó el ojo mientras sonreía mostrando los dientes puntiagudos—. Hasta mañana, avellana. —Se alejó del estanque para adentrarse en la casa dejando solo a Wen.
Wen solo pudo bufar, mirando mientras Klaus se alejaba. En verdad le gustaría poder pasar más tiempo con él, estar en el lugar de Yuki, pero no iba a atreverse a separarlos. No cuando había visto cómo le brillaban los ojos a Klaus cada vez que veía al castaño. Wen no podía ser ese tipo de personas. Levantándose de la grama, caminó directo a la cocina. Descansaría un poco antes de ir a por un baño.
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Wen y Klaus siguieron practicando durante los próximos dos días más hasta que el chino tuvo que interrumpir las sesiones por un par de asuntos del condado. Por otro lado, por intentar hacer cosas a escondidas del ruso, Kenshi casi terminaba fracturándose un pie al tratar de volver a montar de no ser por Shin que le sostuvo a tiempo cuando intentaba montarse encima del caballo que se había inquietado. Ahora no había momento en que le dejasen solo en caso de que intentará hacer alguna otra cosa. El chico no tuvo más opción que quedarse en su despacho haciendo medicinas con las hierbas medicinales que tenía a la mano.
Vlad no regañó a Kenshi, bastante tenía con el susto de la caída y la verdad era que no quería forzar la situación. El chico aún no recordaba nada de lo que sucedió en San Diego, tan sólo fragmentos aislados, de ser posible quería que eso se mantuviera así. Klaus pasaba su tiempo libre con Yuki, acompañándolo, cumpliendo cualquier antojo que pudiera, el sexo entre ellos era difícil, completamente necesario, de modo que tenían que ingeniárselas.
Hubo una ocasión en que Kenshi logró escaparse de sus guaruras, caminando por el bosque que rodeaba los terrenos. Se había llevado una cesta, pensaba buscar más hierbas medicinales y además caminar un rato. Mientras recogía hierbas por los campos, mascullaba palabrotas en contra de los vigilantes que tenía –especialmente los gemelos y Vladimir– y los caballos asustadizos que le hacían caer de la montura. Nadie sabía lo que había espantado al caballo aquel día, pero había llegado a tener idea de que fue un gato. Recordaba haber visto de pasada un gato negro.
—Gato negro en martes 13. Wen estaría alterado si supiera. Tarado supersticioso —murmuró, arrancando una hierba.
Luego fue a una zona más húmeda en busca de otra. Lo que no esperó fue que se le escapase un grito al ver salir un ciempiés. Se subió sobre una roca, pálido como un papel, siguiendo con la mirada al animal. Ahora no tenía cómo salir de allí mientras el monstruo no se alejara.
El ruso, que volvía de examinar a Yuki, se encontró a los gemelos buscando a Kenshi por toda la casa. el muy se les escurrió de nuevo.
—No importa —se dijo a sí mismo—. Tan sólo debo seguir mi nariz.
Sólo tuvo que caminar un poco por los terrenos hasta que encontró el rastro que buscaba, lo siguió sin prisas. Kenshi no podría haber ido tan lejos. Se encontró al japonés encaramado en una roca con las piernas escogidas mirando obsesivamente el suelo. Vladimir alzó una ceja.
—¿Qué pasa? ¿Te torciste algo más?
Kenshi le señaló un lugar entre la maleza, incapaz de decir nada. Sorprendido por el comportamiento de Kenshi, dirigió su mirada donde le señalaba. Un ciempiés que caminaba perezoso sobre la hierba.
—¿Eso es lo que te tiene paralizado?
—Se está acercando. —Su voz fue muy bajita, encogiendo más las piernas como si quisiera salir del alcance del animal.
Recubriéndose la piel con las escamas, Vladimir se agachó para tomar al insecto, el animal se retorcía en su mano intentando picarle, eso no le preocupaba puesto que las escamas eran lo suficiente gruesas para protegerle.
Terminó por lanzar al ciempiés fuera del claro y lejos de la casa.
—Ahora estás a salvo.
Kenshi se dejó caer en cuanto estuvo seguro por sí mismo que estaba seguro del animal. Se cubrió los ojos con las manos, y al mínimo toque o movimiento alrededor saltaba. Temblaba totalmente.
Vladimir se acercó con cuidado a Kenshi, intentando no alarmarlo. Le pasó una mano por el hombro en una caricia suave.
—Ya pasó. Estas a salvo.
El chico se abalanzó al ruso, hundiendo el rostro en su pecho mientras le abrazaba con fuerza.
—Son unas cosas horribles, ¡horribles!
—Lo sé. Tranquilo. —Le abrazó con cariño, su mano derecha haciendo círculos en su espalda mientras con su otra mano le acariciaba el pelo—. Volvamos a la casa. Le pediremos a los gemelos que te preparen un té.
—No... —murmuró. Alejándose, colocó una mano tras su nuca y bajó su cabeza hasta alcanzar sus labios en un beso.
El ruso se quedó quieto un instante, no se habían besado desde lo acontecido en San Diego. Siendo sincero consigo mismo, el toque de esos cálidos y suaves labios era la gloria. Inclinándose hacia adelante continuó besando a Kenshi, lento, muy lentamente. El japonés enredó los brazos tras el cuello de Vladimir, apegándose a su cuerpo mientras profundizaba el beso en sí. Sabía que no se habían besado en mucho tiempo, pero todo su ser lo registraba como en décadas y más. El miedo fue reemplazándose por el deseo y el alivio, el sentimiento pleno de haber encajado una pieza faltante. Con mucha calma, a cortos besos, fue separando sus labios, si bien sus narices casi se rozaban por la aún cercanía que había entre ambos.
—Eso...siempre es mejor que un burdo té.- susurró.
No podía refutar eso, también había un hecho que era incapaz de negar: los besos de Kenshi son adictivos.
—Mucho mejor que cualquier medicina.
Kenshi asintió, su mano acarició la mejilla del ruso un instante.
—Se lo agradezco, doctor. —Hizo el ademán de levantarse para coger la cesta con las hierbas medicinales.
—No. No. —Vlad cargó a Kenshi al estilo nupcial, con la cola agarró la canasta para tomar el camino de regreso a la casa.
—Vlad, puedo caminar. —Aunque poco hacía para bajarse. Su mente gritaba alerta a algún otro ciempiés—. Me tratas como una damisela. —Luego se abrazó a su cuello—. Pero..., gracias...por haber aparecido.
—Sé que puedes caminar pero quiero sentirte contra mí. —Besó el cuello de Kenshi—. De nada.
Llegaron a la casa donde por fin Kenshi logró que le dejaran caminar, y tomando la cesta entre sus manos fue a su despacho donde la dejó para luego guardarlas por tipo. Se quedó unos minutos quieto, pensativo, pasando sus manos por las hierbas. Se veía que tenía una discusión consigo mismo, y mostrando una expresión firme, muy de él, se volvió hacia el ruso.
—¿Puedo pedirte algo?
El tono de la pregunta lo sorprendió al mayor.
—Claro —le dijo mientras retraía las escamas para no tropezar nada con las alas o la cola.
—Quiero que tengamos sexo. Todo el resto del día —anunció. Luego se frotó los brazos, desconcertado—. Creo que aún tengo algo de pavor... y ya que tengo un doctor cerca, pues, sería bueno que me curase, ¿no crees?
Es una suerte que tuviera la quijada pegada a la cara sino habría caído indecorosamente al suelo. Parecía pez fuera del agua de tan abierta que tenía la boca.
—¿Aquí? ¿Ahora? —preguntó con un hilo de voz. Tenía la boca seca y los ojos vidriosos, excitado por la erótica imagen de un Kenshi temblando de placer con las piernas abiertas sobre el escritorio.
—Bien, podemos comer algo de comida o comernos mutuamente —bromeó, acercándose cada vez más hasta tenerlo a poco centímetros—. Y donde sea. Vamos a casarnos ¿no? Ya habrá mucho que explorar después.
—No se hable más entonces. —Sin aviso el ruso se lanzó a atrapar la boca de Kenshi en un nuevo beso, más agresivo, más posesivo. Cayó en éxtasis cuando Kenshi gimió dentro de su boca y le tocó las nalgas en un impúdico apretón—. Travieso —regañó divertido comenzando a desvestir a Kenshi, teniendo cuidado con su brazo.
—Te encanta que lo sea, ni lo negarás. —Ayudó a que le quitaran la ropa, haciendo lo mismo con el ruso, ansioso. Quería sentir su piel, su toque sobre su cuerpo ya.
—Me encanta, me encanta —confirmó en una retahíla que se perdía de a momentos cuando el ruso bajó por el torso de Kenshi haciendo un camino de besos hasta arrodillarse ante él, le quitó el fundoshi como pudo besando la sensible piel del prepucio y sus alrededores.
—Mmh. —Kenshi se pasó la lengua por los labios, enredando sus dedos en el cabello negro del ruso, desordenándolo todo—. Voy a hacer travesuras más a menudo —bromeó, aunque ambos sabían que las haría de igual forma.
Estaba inquieto, frustrado por la tortura de los besos cuando quería más que ello.
—Niño malo, tendré que disciplinarte. —Sonriendo malévolo, Vladimir dio una larga lamida al pene erecto de Kenshi, repitió varias veces el proceso, a punto estando Kenshi de protestar Vladimir se metió todo el miembro a la boca hasta la base, reteniendo el miembro en su garganta varios segundos para soltarlo de pronto.
—Ah ¡no! —lloriqueó. Aquello había sido tan glorioso, la tibieza de su boca rodeándolo todo y el muy maleante se apartaba—. Eso tiene un nombre y es crueldad. —Le dio un ligero jalón de cabello.
—Pequeña sabandija. —Apartó la mano que le tiraba el pelo—. Date la vuelta y pon las manos sobre la mesa. —Le dio una nalgadas para que cumpliera con lo pedido.
Kenshi hizo lo que le pidieron, apoyando las palmas en la madera y dejando su culo ante él, que contoneó traviesamente. Contenía una sonrisa.
—¿Y ahora, doctor? —preguntó con inocencia.
—Relájate. —Aún arrodillado en el suelo, el ruso apretó las nalgas del joven hasta dejarlas rojas, lamiéndose los labios daba besos aquí y allá junto con alguna mordida, su propio miembro estaba a punto de reventar dentro de sus pantalones de lo duro que estaba. Pasó su lengua desde los testículos, pasando por el pirineo hasta el ano, el cual chupó, lamió y penetró con su lengua lubricando toda el área.
Las manos de Kenshi se deslizado hasta provocar que apoyase casi todo el torso en el escritorio, palabras intercaladas con gemidos escapando de su boca. Por instinto movió un poco más su trasero hacia el ruso.
—Oh, cielos..., oh, cielos... Vladimir..., hazlo ya..., ¡por favor!
—Si lo hago ahora te dolerá —contestó entre lamidas, provocando a Kenshi—. Estás muy estrecho. —Con sus dedos apretó un punto en su pirineo que le hizo ver puntos blancos.
Kenshi murmuró un par de palabras en japonés, lo cual hacía imposible saber si no le maldecía. Su cabeza cayó contra la mesa; era como si había pasado años desde la última vez.
—Me importa diez cacahuates si me duele o no, esto es tortura China. Te necesito ahora, y es ahora.
—Como su majestad ordene. —Dándole otra nalgada, se levantó posicionándose tras Kenshi. Siseó de placer cuando por fin pudo liberar su miembro, el desastre que hizo en su ropa interior era vergonzoso—. Relájate. —Volvió a decirle frotando un par de veces el glande contra la empapada entrada antes de entrar, primero lento y cuando ya sólo faltaba la mitad terminó de empalarse dentro de Kenshi. Ambos gimieron.
—Oh sí. —Respirando hondo, Kenshi fue relajando su cuerpo, poco a poco esa leve punzada desapareciendo. Se removió solo para indicarle al ruso que podría moverse, las manos del menor buscando aferrarse a la madera del escritorio.
—Bendito Darwin —proclamó el ruso al verse apresado en tan estrecho y caliente interior, sentía como si su pene se fuera a derretir en cualquier momento. Cumpliendo la petición de Kenshi, comenzó a moverse en su interior, después de un par de embestidas dejó las sutilezas de lado para cogérselo duro y con gusto, sus caderas chocando contra la madera del escritorio. A ese ritmo ninguno de los dos iba a durar mucho tiempo.
Kenshi soltó una mano para dirigirla a su miembro, masturbándose al ritmo de cada embestida; en algún momento llegaron a mover el escritorio por el constante movimiento contra el mueble aunque a ninguno les importó, ni siquiera a Kenshi si sus gemidos se oían fuera del lugar. Estaba bastante envuelto en la neblina de placer que lo rodeaba junto a Vladimir, tan increíble, que no bastó más que unas cuantas penetraciones más antes de venirse en su mano, manchando la madera de paso.
Por todos los...
Si antes creía que Kenshi era estrecho, ahora prácticamente le estaba estrangulando el pene, exprimiendo cada gota de cordura hasta dejarlo seco. Tuvo su orgasmo llenando el agujero del japonés con borbotones de caliente semen, parte de sus nalgas también fueron manchadas con su semilla.
—Oh, Vladimir... Por tu culpa...no tengo fuerzas para moverme. —Kenshi seguía recostado en la mesa, flojamente, regulado su respiración.- Fue tan genial... —Cerró los ojos—. Vas a tener que llevarme al cuarto.
El ruso respiraba profundo, apoyaba sus manos en el escritorio para no aplastar a Kenshi con su peso.
—Ese ha sido el mejor orgasmo en meses. —Se inclinó un poco para alcanzar la oreja del menor donde depositó un beso—. Eres increíble.
—Lo sé, lo soy —aceptó sonriendo ufano—. Pero quisiera acostarme. —Descansó la cabeza en la madera otra vez—. Sí hablaba en serio sobre estar ocupados todo el día. Necesito recuperar fuerzas... y estar más cómodo.
Haciendo uso de todo el autocontrol que le quedaba, Volsk se separó de Kenshi, su miembro haciendo un sonido húmedo al salir del interior de su amante, el semen que quedó adentro se estaba escurriendo hacia afuera.
—Linda vista. —Sonrió el mayor—. Aprieta las nalgas, Kenshi.
—Duele un poquito —murmuró. Hizo lo que le pidieron, acomodándose nada más que el yukata. Se giró al erguirse, estirándose lo suficiente para alcanzar los labios del ruso.
Acomodándose el pantalón, devolvió el beso con entusiasmo, sin importarle si Kenshi protestaba o no lo cargó al estilo nupcial.
—Te lameré hasta que deje de doler.
Kenshi dejó salir una risa al tiempo que se abrazaba a su cuello.
—Si eso sucede, entonces tienes una lengua mágica también.
—Te encantará saber todo lo que puedo hacer con mi lengua —presumió llevándose a Kenshi fuera del estudio. Espiaron el pasillo para que nadie les viera encerrarse en el cuarto. De vez en cuando pasaba alguno de los gemelos para dejarles comida.
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Tenía que pagarle a Wen.
Diciéndose que ya era tiempo de retomar parte de sus responsabilidades, Kenshi se topó con que la mayoría estaba terminada. Solo algunos permisos que debía dar por escrito y que Wen no estaba capacitado al completo para dar. Razón por la que estaba allí en el estudio, con papel, pincel y tinta a la mano, escribiéndolos. Al menos tenía algo interesante que hacer. Y estaba de buen humor. Claro, después de tantas horas encerrado en su habitación hace unos días con sesiones de sexo junto al ruso, ¿quién no? Y dicha persona había entrado al lugar a media hora después de que comenzara su quehacer. Ya día pergaminos estaban a un lado de él, esperando que se secara la tinta para poder mandarlos. Solo le faltaban dos, y pensaba enviar una carta al Emperador. Consideraba tiempo de ir a hacerle la visita que le debía.
Vladimir llegó con su maletín de cuero al estudio de Kenshi, a su parecer no era el lugar más cómodo para trabajar pero le estaba sacando provecho a la mesa baja de centro en la que había desperdigado un montón de papeles que según Kenshi tenían un montón de garabatos ininteligibles y dibujos feos y su inseparable libreta de anotaciones. El ruso desde hacía bastante rato estaba comparando notas y revisando los datos obtenidos del embarazo de Yuki. Tenía la intención de decirle a Klaus que necesitaba un nuevo chequeo pero sabía que eso no lo iba a hacer por voluntad propia, no con el recuerdo del laboratorio de Rusia aún demasiado fresco.
Pasó un rato hasta que Kenshi finalmente tuvo los pergaminos listos y secándose a un lado. Cerró la cajita con la tinta para no causar desastres, descansando la mano un momento antes de ponerse a hacer la carta para el emperador.
Suspiró.
—Ojalá Jim llegue con dulces. Necesito azúcar.
—No me gustan los dulces japoneses —comentó Vlad, siguiendo la línea de conversación de Kenshi—. Saben raro. —Apartó la mirada de sus papeles para fijarla en Kenshi, se le quedó viendo un rato. Los ojos azules terminaron paseándose por el escritorio notando la tinta y el pincel—. ¿No sería más fácil si usaras una pluma fuente? —Enseñó la pluma que él estaba usando, azul rey con la punta metálica en oro con grabados.
Kenshi se alzó de hombros.
—No importa eso. —De su yukata sacó un listón que usó para sujetarse el cabello.
—Hmm. —Hizo el mismo gesto, volviendo la vista a sus papeles—. ¿Cuales son las probabilidades de convencer a Klaus de que me deje sacarle un poco de sangre? —dijo con humor.
—No lo sé. ¿Qué tiene eso que ver? —Gateó y se acostó a un lado del escritorio, usando los brazos de almohada.
—El genoma D es un proceso genético muy complejo, hay que tener constantemente monitoreada su evolución para una buena documentación —explicó el mayor ojeando sus primeras notas en la libreta.
—Mmh. ¿Pero por qué preguntas qué probabilidad tienes de qué él deje que le saques sangre? No me digas que no te deja... —se burló.
—Le tiene fobia a las agujas —suspiró—. Debo admitir que eso es mi culpa. Yo lo dejaría tranquilo si hubiera otra persona además de nosotros dos que tuviera el genoma. —Jugó con la pluma un rato haciendo rayones en una hoja cualquiera—. ¿No te gustaría intentarlo?
—¿Inyectarme? —Kenshi se estiró en el suelo cual gato.
—Ser un dragón...
—¿Qué? —Volteó a verle— ¿Serlo, yo? Es broma, ¿no? —Se irguió hasta sentarse—. ¿Por qué querría serlo?
—Lo dices como si fuera algo malo. —Frunció el ceño Vladimir.
—Estás evadiendo lo que dije primero.
Rodó los ojos volviendo a garabatear en la hoja.
—No lo sé. Creí que encontrarías la idea atractiva. Incluso disfrutaste volar conmigo
Kenshi estuvo en silencio.
—Si hubiera sabido que irías a pregunta eso no te lo habría pedido. —Bufó.
—Puedes pedírmelo cuantas veces quieras —aclaró—. Eso no te obliga a nada... —Mirando entre sus notas, recordó algo importante—. Por otro lado, creo que sería beneficioso para ti a la hora de embarazarte si pudieras tener el genoma D en tu sistema.
—No le veo necesario. El enclenque sigue siendo un humano común, ¿no? —Encogió los hombros en un gesto despreocupado—. Y está esperando la cigüeña.
—Yuki está constantemente rozando la anemia por la falta de nutrientes poniendo en peligro su embarazo. —Entre sus notas buscó la lista de nuevos nutrientes que desarrollaba el genoma para mostrársela a Kenshi—. Para asegurar la sustentabilidad del feto es necesario que absorba los mismos nutrientes que le crearon.
—Pero..., de ser así ¿cómo le están haciendo ahora? Si no puede proveerse de esos nutrientes por sí mismo...
—Klaus le ayuda. La manera más eficaz para la absorción de nutrientes es la copulación pero me han confesado que con su estado tan avanzado cada vez es más difícil. —Revolvió papeles intentando encontrar en donde había anotado eso—. Podríamos hacer lo mismo, tu y yo, pero siendo sincero me sentiría más seguro sabiendo que tú mismo puedes proveer esos nutrientes para el bebé.
Bajando la mirada, Kenshi se mantuvo en silencio; comprendía lo que Vladimir le decía, e incluso le parecía una vía aceptable...pero...
—Lo pensaré. —No daba paso a réplica.
—Comprendo —aceptó el ruso. Se inclinó hacia Kenshi dándole un beso, uno de esos que tanto le gustaban, suaves, apasionados. Le dio un par de picos más antes de separarse.
Kenshi se mantuvo en su sitio un momento más antes de regresar al lugar frente al escritorio para hacer la dichosa carta al emperador.
—¿Crees...que deba mandar una carta a Haruto? —preguntó, preparando el pergamino.
La inesperada pregunta provocó que parte de la tinta de la pluma se le derramara, por suerte no manchó nada importante.
—No creo que vayas a recibir respuesta...
—¿Por qué? —Kenshi levantó mirada, en plena faena de abrir la cajita de tinta.
Inhalando hondo, Vladimir tomó una decisión.
—Debe estar muy ocupado con el grupo de rebeldes. Creo que debes esperar. Puede ser peligroso.
Mirándolo, Kenshi dudó. Supuso que tenía razón.
—Bueno..., está bien. —Haciendo una ligera mueca, comenzó a escribir lo que iba a enviarle al emperador.
Pasó un rato para que a Vladimir se le bajara el nudo que se le formó en la garganta, volvió a convencerse de que era lo mejor. Estaba claro que Kenshi se enteraría algún día pero creía que era mejor esperar. Pasaron el resto de la tarde en silencio, cada uno trabajando en lo suyo, de vez en cuando comentando algo.
N.E.: Otro capítulo nuevo. Ayayay, ¿qué más pasará en esta pareja? ¿Y cómo se desarrollará la relación entre Klaus y Wen? Sigan leyéndonos para estar al pendiente.
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