Capítulo 35

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Una vez más, Wen y Klaus se reunieron para practicar. Esta vez no sucedió en el dojo, sino en el campo al lado del tanque de los koi. Era un lugar fresco y agradable, más cómodo al concurrido lugar de entrenamiento.

Durante el tiempo que estuvo ocupado Wen se las había arreglado para encontrar técnicas que funcionaran con las habilidades de Klaus, y en ese momento las estaban poniendo en práctica. La mayoría del rato que pasaban juntos siempre le pedía a Klaus que atacara, para analizar sus movimientos y así indicarle sus debilidades. Por otro lado a Wen le gustaba esos momentos con Klaus, no solo disfrutaba de la vista, sino del simple rato con él.

En el tiempo que duraron los entrenamientos Klaus se dejaba guiar por el instinto, hasta ahora era lo que le había salvado el pellejo y no iba a empezar a dudar de él, aunque a veces se le salía un poco de control. Mientras Wen hacía una voltereta para asestarle una patada a Klaus, éste tuvo tiempo de dejar salir los rasgos draconianos y darle al chino un latigazo con la cola en el costado derecho lo suficiente fuerte para tumbarlo sobre la hierba y dejarle un moretón en la piel.

—¡Lo siento! —Se comenzó a disculpar Klaus en cuanto se dio cuenta de lo que hizo—. Perdón, perdón, fue instintivo. —Se acercó a Wen para ayudarlo a levantarse.

Wen aprovechó ese momento para deslizar una pierna por los pies de Klaus, haciendo que él también cayera antes de volver a quedarse quieto intentando calmar el dolor del golpe.

—Auch —murmuró débilmente tirado en el suelo, había caído sobre una de sus alas, por suerte no se fracturó—. Eso fue un golpe bajo.

Wen rió aunque luego soltó un leve quejido.

—Dejemos...la práctica por hoy. Has mejorado, debo decir. Aprendes rápido.

—Tengo un magnífico maestro —elogió sentándose en el pasto—. Última lucha —pidió entusiasmado—. Prometo no usar la cola.

Exagerando un suspiro, Wen se levantó. No le era molestia, significaba que podía estar un rato más con él.

—De acuerdo. Vamos.

Ambos se levantaron, tomándose un momento para prepararse, hacer estiramientos y en el caso de Klaus contraer las alas y la cola. Cuando estuvieron listos se pusieron en posición de batalla. Con un gesto empezaron la lucha, Klaus se estaba esforzando para no dejarse llevar por el instinto esta vez, no se daba cuenta de que el chino lo estaba arrinconado hacia el estanque. Wen estaba determinado a ganar esa batalla, Klaus estaba tan ocupado esquivando sus golpes que no se dio cuenta del terreno que estaba pisando. Terminó tropezando con una de las rocas que rodeaba el estanque, eso lo desestabilizó por completo permitiendo que Wen le asestara un último golpe en el abdomen haciéndolo caer en el estanque.

Claro que el chino no se esperaba que Klaus en su intento por permanecer de pie se aferrada a la cinturilla de su pantalón, clavando las uñas en la tierna piel del abdomen en el proceso, cayendo los dos al agua.

Yuki salía del cuarto donde permaneció casi la mayor parte del día. El bebé absorbía tanto de él que a veces le costaba estar en pie por mucho rato. Hacía casi una hora que no sabía dónde estaba Klaus. En su mente se presentó la idea de que quizás estaría practicando con Wen. En pocas ocasiones, una punzada se presentaba en su interior, y no tenía otro nombre más que celos. Intentó controlarlos diciéndose que era cosa de las hormonas… Pero lo que vio cuando giró en una esquina cercana al tanque de los koi… Nunca lo había sentido tan fuerte. Ver a Wen sobre Klaus, ambos empapados, dentro del tanque. Una parte de su mente se preocupaba por Klaus, aun cuando faltaba poco para el verano, estaba consciente de que no era bueno que anduviese en ese estado como pollito mojado. Pero…

—Lo siento —oyó a Wen decir. El joven se erguió, por un instante quedando sentado sobre Klaus antes de apartarse. Fue solo un instante que para Yuki significó mucho.

—Está bien, fue mi culpa. —El menor se quitó el pelo que le había caído sobre la cara, hizo una mueca cuando sintió los pantalones mojados pegándosele a las piernas. Al ser una tela tan suelta, delineaba perfectamente su figura y ciertas partes de su anatomía sobresalían indecorosamente. Cuando Klaus alzó la vista notó que los rasguños en el abdomen de Wen sangraban—. Hay que curarte eso.

Wen comenzó a sentir el ligero ardor en tanto lo notó.

—Sí, le pediré a Volsk que lo haga, tú debes ir a cambiarte. —Wen salió del tanque para no seguir perturbando a los koi—. Cielos... —Soltó una risita sin poder evitarlo.

Klaus se levantó del estanque escurriendo agua a montones, se apretó la tela del pantalón para quitarse el exceso de agua.

—La próxima vez tendré más cuidado con las uñas —le dijo mientras se escurría el pelo también—. ¿Habrá una próxima vez no?

—No te preocupes por eso. —Wen se quitó la parte superior de su ropa, revelando un torso torneado y delgado—. Y respecto a eso, si así lo quieres, no hay problema en repetirlo. Siempre y cuando no caigamos en el agua de nuevo —bromeó mientras escurría su ropa.

Incapaz de soportarlo, Yuki giró y se marchó del sitio.

—Hecho. —Sonrió el alemán, al igual que Wen se quitó la camisa. Escurrió todo lo que pudo antes de entrar a la casa—. Te veré mañana —le dijo como despedida pensando en darse un agradable baño caliente para entrar en calor.

Removiéndose en su sitio, Wen estaba inquieto. Se había controlado muy bien, sin embargo necesitaba hacer algo. Tomando una decisión, se marchó de allí.

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Yuki se había ido donde Jim, luego de pedirle a uno de los chicos prepararle una pequeña carroza para transportarlo al ser incapaz de ir a pie y menos a caballo.

Jim fue quien le recibió en el bar, apenas sirviendo algunos desayunos. Shin, le comentó, estaba en el pueblo comprándole un par de cosas.

—Yuki, ¿viniste solo?

—Sí. —No se le veía un gran ánimo. Vio a un cliente comiendo dangos—. ¿Podrías servirme uno de esos, por favor?

—Claro. Dame un minuto. —Jim se fue a la cocina, volviendo con un plato repleto de deliciosos dangos, té y bolas de arroz—. Ten. ¿Dónde está Klaus? ¿Cómo sigue Kenshi?

—Kenshi-sama sigue bien, por lo que he visto. —No respondió nada sobre Klaus.

Jim comprendió enseguida que muy posiblemente Yuki y Klaus discutieron, era una respuesta al hecho de que no quisiera hablar nada relacionado al alemán.

—Me alegro. Y veo que el bebé crece bien. Cada vez te veo más gordito.

Yuki se detuvo a mitad de un mordisco a un pincho de dango.

—¿Estoy gordito? ¿Estoy gordo?

—El bebé. —Jim se corrigió—. Está creciendo. No te pongas sensible con eso, los que están en estado siempre creen que engordan cuando uno se refiere al bebé. —Jim era un muy directo.

—Lo siento. Supongo que tienes razón...

—No supongas, lo tengo. —Se apoyó en la barra, acercándose al castaño—. Más bien dime ¿qué pasó con Klaus?

Yuki frunció el ceño. Aún tenía muy fresco en su mente aquella imagen de Klaus con Wen.

—No quisiera hablar sobre eso.

—¿Al menos Klaus sabe que estás aquí? —cuestionó.

Yuki se alzó de hombros.

—Él está muy ocupado. Además, no estaré fuera por mucho tiempo. Al menos necesito un respiro.

—Creo que Klaus se pondrá paranoico cuando sepa que no estás. Debiste de haberle dicho al menos.

—Ya te dije: está ocupado. —Con Wen, pensó más no añadió.

Jim suspiró, y deseó que Klaus no hiciera una escena en la mansión cuando se diera cuenta de la desaparición repentina de Yuki. Optó por alejarse un momento para mandar a alguien a llevarle un mensaje, esperaba que no fuera tarde.

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Luego de haber estado con Klaus, Wen no se quedó en su habitación. Minutos después de buscar su ropa, caminó hacia el baño, todo su cuerpo temblaba y estaba muy nervioso. La visión de un Klaus con solo su pantalón y zapatos puestos, con el torso al desnudo aun lo tenía muy presente en su mente. ¡Dios, nunca había visto a un joven tan sexy! Aquel acento, aquellos ojos tan peculiares como los de una serpiente, la piel tersa y suave y…

Por fin llegó al baño, encerrándose al entrar. Su respiración estaba aumentando al igual que los latidos de su corazón. Dejando la ropa limpia a un lado, se sacó el resto de la que tenía puesta. Su mirada fue hacia su pene, erecto y palpitante. Estaba malditamente excitado y comenzó a partir de aquella mañana, aquella condenada mañana en que vio a un Klaus sin camisa, con un leve sudor que hacia brillar la piel y el cabello negro largo hasta los hombros, que lo hacía verse como un Dios.

Gimió al sentir otro leve tirón por la excitación contenida. Era una atracción fuerte, quería tener a Klaus. Quería que aquellos brazos lo rodearan, lo atrajeran a su cuerpo, lo acariciaran. Los labios, firmes y gruesos, le besaran hasta quitarle todo el oxígeno; una mano, la derecha, bajó a su pene y, rodeándolo, se fue moviendo de arriba abajo. Jadeó fuertemente, el movimiento firme, lento, sin titubeo. Los ojos se cerraron, dejándose llevar por sus pensamientos, por esos en lo que Klaus lo tomaba: ambos acostados con Klaus sobre él, y tocando cada centímetro de su piel, de su cuerpo, besándolo, amándolo. Los movimientos de la mano aumentaron de velocidad, la otra yendo a su pecho, acariciándose a sí mismo, pasando dulcemente por aquel punto donde las uñas de Klaus le rasguñaron. No sentía dolor por ese golpe, sino un ligero placer. La respiración era ahora errática al igual que la mano que lo masturbaba, su mano bajando y subiendo por el palpitante pene. Quería estar con el alemán, ser llenado por su miembro, recibirlo gustoso dentro de sí… tan solo… por una vez.

—Klaus… oh, Klaus.

En el baño se escuchaba solo los jadeos y gemidos de Wen, mientras que su propia mano se encargaba de saciar su deseo. Extensos minutos después, Wen se veía zaceado, su miembro liberando un buen chorro de semen. Cayó de rodillas, y no dejó de bombear su pene hasta el fin, respirando entrecortadamente.

Luego de calmarse, de por fin sentir que aquella tensión le dejaba, se dispuso a darse un merecido baño, limpiando su desastre de lujuria después.

—Eres mi dilema, Klaus… Te deseo tanto… pero, sé que no podré tenerte. —Sonrió con tristeza.

El corazón de Klaus pertenecería siempre a Yuki, lo sabía. Solo podría conformarse con ser su apoyo, con darle sus consejos, con verlo feliz junto a otra persona. Por suerte, pronto se marcharía, confiando que en la distancia total sanaría y sacaría a Klaus de su corazón.

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En la casa feudal, Vladimir se había hecho con una habitación alejada de los dormitorios y que podía usar como laboratorio provisional. Se le ocurría que en caso de un nuevo ataque a la casa feudal él podría preparar un gas lacrimógeno que sería muy útil en contra de cualquier enemigo. Por suerte había traído todo su material de química, lo único que había tenido que hacer era mandar a un criado al pueblo para que le consiguiera glicerina y bisulfato de sodio.

Justo ahora estaba en medio de la preparación, tenía que hacer todo con mucho cuidado; la mezcla se estaba calentando, llegada al punto de ebullición la mezcla comenzaba a burbujear y sacar espuma, las burbujas eran de gas lacrimógeno por lo que debía tener mucho cuidado de no inhalar nada.

Estaba en el proceso de embotellar la mezcla corrosiva cuando una tromba llamada Klaus entró a su improvisado laboratorio.

—¡Vladimir! ¡No encuentro a Yuki! ¡No puedo encontrarlo por ningún lado! —Del susto Vladimir soltó la mezcla y todo el gas llenó la habitación, ambos europeos gritaron cuando el gas le llegó a los ojos y la nariz.

Ellos lograron salir del cuarto hacia el exterior, los dos tirados en el pasto agarrándose la cara. Así fue como les encontraron los sirvientes. Usando paños empapados en vinagre alrededor del rostro los sirvientes pudieron entrar para limpiar el desastre que la mezcla de gas lacrimógeno dejó. Mientras, Klaus y Vladimir estaban recostados fuera del cuarto, los ojos les lagrimeaban, tenían una seria irritación en la nariz y los ojos estaban rojos dificultándoles la vista.

—Todo esto es tu culpa —gruñó el ruso con un paño húmedo sobre los ojos.

—Lo siento...

—¿En qué estabas pensando para entrar así? Dejé dicho que no debían molestarme.

—Yuki no está. Nadie lo ha visto desde la mañana. —Se levantó como pudo del pasto. Tenía que encontrar a Yuki.

—¿Estás seguro? Yo lo vi en la mañana. —Al escuchar el crujido del césped, Vlad se quitó el paño para ver a Klaus tambaleando intentando caminar—. ¿A dónde crees que vas?

—Tengo que encontrar a Yuki. Podría haberle pasado algo y yo no lo sabría. —Intentó caminar con más firmeza pero al no poder ver bien terminó tropezándose y cayendo de cara al pasto. Vladimir se apresuró a su lado.

—Así no lograrás nada excepto hacerte daño. —Ayudó al alemán a levantarse.

Un joven menor a la edad de Klaus se les acercó, murmurando algo en japonés mientras miraba el desastre del lugar. Luego volteó hacia los europeos.

—Em, ¿tú eres Klaus, verdad? —preguntó hacia el alemán luego de verlo atentamente por más tiempo del debido. Estaba claro que era por la sorpresa que le hacía sentir por sus rasgos.

El pelinegro tuvo que achicar los ojos para detallar al recién llegado.

—Soy yo —afirmó precavido. No conocía a ese joven de nada y no era de los trabajadores de Kenshi—. ¿Cómo entraste aquí?

Hizo una reverencia, como si se hubiera acordado de pronto en hacerla.

—Los guardias me dejaron entrar. Tengo un mensaje que hacerle de parte de Jim-san. —Y empezó a buscar en su ropa, por un momento preocupado de no encontrarla, hasta que finalmente sacó un papel doblado por la mitad, a parte de una dobladura en una esquina. Se la tendió.

"Yuki está conmigo en el bar. Jim."

Decía la nota en inglés, Vladimir leyó, como pudo, por sobre el hombro de Klaus.

—¿Ves? Yuki está bien.

—Sí... —dijo más aliviado, aunque le molestaba un poco que el castaño no le hubiera dicho a donde fue, en su estado eso era muy peligroso—. Gracias por traer esto —le dijo al joven japonés, recordando de pronto que seguía ahí.

Asintiendo, el japonés se dio la vuelta y se marchó. Del mismo camino se vio llegar a Wen, quien observó el alboroto de los sirvientes en la habitación y luego a los europeos.

—¿Qué sucedió aquí? —preguntó cuando les alcanzó.

—Klaus me hizo derramar el gas lacrimógeno que estaba preparando —explicó el ruso limpiándose la lágrimas que se le seguían escapando.

—Ya te pedí perdón por eso... —se excusó el menor.

—¿Gas lacrimógeno? —Wen se vio preocupado—. ¿Es peligroso?

—El compuesto principal del gas lacrimógeno es el bromuro de bencilo. Se utiliza este compuesto químico por su baja toxicidad y por no ser letal. Es útil para dispersar un disturbio, ya que pueden producir incapacitación sensorial; al ser expuestos a este gas, casi al instante provoca lagrimeo —Volvió a limpiarse las molestas lágrimas—, irritación —Se señaló la nariz que la tenía roja y moqueaba un poco—, y ceguera temporal que desaparecen tras cesar la exposición. Pensé en hacer un par de bombas por si volvíamos a estar bajo ataque.

—¿Temporal? —intervino Klaus, sarcástico—. Apenas puedo ver más allá de mi nariz, y ya han pasado más de 20 minutos.

—Prácticamente nos explotó la bomba de gas encima, es obvio que nos afectó mucho más de lo que debería.

Wen arrugó la expresión, como si pensara que no había sido una buena idea pero no dijo nada.

—Será mejor que vayan al salón a refrescarse y esperar a que pasen esos efectos mientras se limpia todo. —Lo pensó un momento—. ¿No es más peligroso para él por su estado? —Señaló hacia Klaus—. Es más sensible que el humano común, ¿no?

—Sí. Es por eso que está tan ciego como un topo —se burló del menor.

—Cállate. Tú estás igual. —Klaus, enfadado, le dio un codazo en el estómago para que dejara de molestarlo—. ¿Cuánto tiempo estaremos así?

—No lo sé —respondió sinceramente el mayor—. Tan sólo espero que esto no afecte nuestro sentido del olfato.

—Wen. ¿Nos ayudas a llegar al salón? De verdad no podemos ver nada.

—Cla-claro. —Se encontraba un poco confundido. Hablaban en plural sobre esa condición de reptil. Kenshi no le había mencionado que el ruso también estaba en el mismo estado. Colocándose entre los otros dos hombres, los tomó por el brazo y les empezó a guiar hacia el interior de la casa principal.

Llegados al salón, los europeos se recostaron en el suelo, uno de los criados les trajo toallas húmedas para los ojos, eso realmente fue un alivio para sus ojos irritados. Vladimir se lamentaba que por un tiempo no iba a poder trabajar con químicos, debía tomar muchas más precauciones y tener un lugar adecuado. Comenzaba a extrañar su laboratorio en Rusia.

—No sabía que usted también tuviera un dragón —comentó Wen, sentado frente a los otros dos—. Aunque, a usted no se le es tan notorio como a Klaus.

—Es porque Klaus no tiene el tratamiento completo. —El ruso estaba muy cómodo acostado en el suelo, con el paño sobre los ojos y la cabeza en un almohadón—. No todos aquí lo saben, sería bueno que no lo mencionaras. Es un buen factor sorpresa.

—Comprendo… —Wen se puso en pie, entonces—. Cielos, olvidé que debía ir al pueblo. Les dejo. Ordenaré a alguien a que esté al tanto de ustedes, por si necesitan algo.

Klaus se apoyó en sus codos para ver a Wen, al menos la mancha borrosa que era Wen.

—¿Puedes hacerme un favor?

El chino se detuvo frente a la puerta para verlo.

—Claro. ¿Qué necesitas?

—Pasa por el bar del pueblo y dile a Yuki que regrese. Estoy preocupado por él.

—¿Yuki está en el pueblo? —Wen parpadeó por la sorpresa. Había pensado que estaría en su habitación—. De acuerdo. No te preocupes.

—Gracias. Por todo. —Le sonrió el alemán, sus ojos estaban rojos por la irritación.

Como cada vez que le hacía eso, el corazón de Wen dio un vuelco y asintió torpemente. Salió de la habitación, sintiendo sus mejillas ardientes.

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Fue incómodo el camino de regreso a la casa feudal. Wen encontró a Yuki dándose un atracón con unos platos que Jim le sirvió. A Jim le sorprendió el hostil saludo que le dio Yuki a Wen cuando se acercó, pero el chino o lo ignoró o no le dio importancia, y luego de un rato de discutir, en los que claramente Jim se puso de parte de Wen y por lo tanto Klaus, Yuki accedió a regañadientes a marcharse con el chino.

Wen notó que Yuki no quería hablar, y aparentemente menos con él, así que durante todo el viaje en el carruaje estuvieron en silencio. Apenas llegaron Yuki se apeó como pudo sin aceptar ayuda y anduvo en dirección a la casa. Llegó al salón donde encontró a Klaus aún tirado.

—Wen dijo que te cayó un gas encima. ¿Aún sigues mal? —habló para hacerse notar pero no entró completamente a la estancia.

Irguiéndose, a Klaus se le cayó la toalla de la cara. Sus ojos seguían rojos e irritados, parecían un poco inflamados pero ya no lagrimeaba, sonrió cuando vio a Yuki. Levantándose llegó hasta Yuki dándole un abrazo.

—Estaba preocupado por ti —murmuró, dándole un beso en la mejilla—. Vladimir dice que para mañana puede que mejoremos.

—Mmh. Qué bien. —Yuki desvió la mirada; se había tensado un poco al ser abrazado pero en cuanto escuchó las palabras de Klaus se vio relajándose—. Solo fui donde Jim, no seas ridículo. No es necesario que estés preocupado por nada.

—¿Cómo podría no preocuparme? No quiero que te pase nada. —Acarició el cabello de Yuki, pasando un rebelde mechón tras su oreja—. ¿Por qué no me dijiste que saldrías?

—No tengo por qué decirte nada. No me ha pasado nada. —Yuki dio un manotazo, apartando la mano de Klaus de sí, su ceño fruncido—. Estás siendo extremista. Ya no estamos en América, Klaus.

El alemán frunció el ceño. ¿Por qué Yuki estaba siendo tan hostil? ¿Era culpa de las hormonas?

—¿Qué pasa contigo? Desde que llegamos aquí estás actuando raro.

—Por lo menos no estoy siendo un estúpido controlador que quiere saberlo todo —espetó—. No puedo ni ir a la esquina porque debes saberlo.

—¡Pues discúlpame por preocuparme por mi pareja! —le espetó al mayor—. Te recuerdo que tu estado es muy delicado, por no decir único, así que tal vez si soy un estúpido controlador es por algo.

—Sé cuidarme a mí mismo. Mejor que otro por lo que puedo ver. —Un ligero sarcasmo hacia destacar el estado de Klaus debido al gas.

Gruñendo, el alemán se cruzó de brazos.

—Mejor termina de decirme que es lo que realmente te molesta. —Frunció el ceño, molesto. Admitía que fue un poco estúpido de su parte alterarse tanto pero no podía evitarlo, ¿sí? Algo dentro de él entró en pánico cuando no pudo encontrar a Yuki.

—No es tu maldito problema. —Yuki pocas veces maldecía, no era algo que estaba en su vocabulario, por lo que cuando sucedía era porque se hallaba realmente cabreado. Se giró y abrió la puerta para marcharse, necesitando establecer una distancia cuanto antes entre ambos.

—¿Que no es mi...? —Gruñendo, Klaus comenzó a seguir a Yuki. Por culpa de su visión limitada tenía que caminar con la mano en la pared para no tropezarse con nada. Seguía a Yuki guiado por el sonido de sus pasos—. Por supuesto que es mi maldito problema. ¡Se supone que somos una pareja, eso se traduce a que tus malditos problemas son mis malditos problemas! —gritó una grosería en alemán cuando tropezó el dedo chico del pie contra un mueble que sostenía un jarrón con flores.

Yuki miró por sobre su hombro a Klaus pero no se detuvo.

—Déjame en paz, Klaus. Vete a molestar a otro. No soy ningún chiquillo para que estés sobre mí, ¡no necesito una jodida niñera! —Se detuvo a gritarle, continuando después hasta llegar a la salida, donde se colocó sus calzas y siguió colérico.

El menor se quedó ahí en medio del pasillo. Deslizándose por la pared, se sentó en el piso sobándose el dedo golpeado, por eso odiaba no usar zapatos dentro de la casa. Ya no podía seguir a Yuki, no en esas circunstancias. Yuki estaba molesto, más que molesto, furioso y no entendía por qué. Klaus no había actuado diferente, siempre estaba pendiente de Yuki. Él le decía a dónde iba y a veces Klaus le acompañaba pero no entendía cuál era el problema ahora.

—¿Problemas en el paraíso? No dejan disfrutar la lectura con sus gritos. —Kenshi había deslizado una puerta cercana, mordisqueando luego un dulce que traía en la mano—. ¿Estás bien? Te ves horrible.

—¿Vlad no te contó lo de que nos cayó gas lacrimógeno encima? Hubo un buen alboroto por eso. —Se pasó la mano por el pelo—. Yuki está molesto conmigo pero no sé por qué y no me quiere decir.

—No he visto a Vladimir desde la mañana. —Negó—. ¿De dónde sacó el gas?

—Seguramente lo hizo él mismo. —Recordando, notó que cuando Yuki llegó, Vlad no estaba en el salón cuando despertó—. Ahora que lo pienso, no sé donde se metió. Estaba conmigo hasta hace un rato.

—Bueno, debe andar por ahí. —Kenshi hizo un gesto despectivo restándole importancia—. Así que el enclenque anda con malas pulgas. Seguro se le quita después. Igual te necesita para subsistir.

Eso sonaba horrible, como si Yuki sólo estuviera a su lado por eso.

—Lo haces sonar como si me estuviera usando —murmuró cabizbajo, acercando sus piernas para abrazarlas contra su cuerpo.

—Yo así lo veo. Si en verdad le importaras no estarías aquí como perro abandonado ¿o sí? —Mordió otro poco de su dulce—. Aunque es divertido verle enojado, o escucharle. —Tragó y sonrío—. Eso no es algo de todos los días.

—Sólo cállate, y ayúdame a encontrarlo. Tengo los ojos irritados y no puedo ver mucho. —Kenshi sugirió que siguiera su nariz—. No puedo distinguir olores. El gas nos afectó demasiado.

—¿Les cayó a ambos? —Kenshi se terminó su dulce, sacudió sus manos y se acercó a Klaus. En su mente se preguntaba dónde demonios se habrá metido Vladimir si estaba igual. Bueno, las malas noticias vuelan rápido, y si no había recibido ninguna, entonces el ruso estaba vivo—. ¿Alguna sugerencia de a dónde ir primero?

—Sí. Sentí como la nariz me ardía como si hubiera comido toda una cucharada de wasabi. —Levantándose del suelo, Klaus puso una mano sobre el hombro de Kenshi para que le guiara—. Se me ocurre el dojo y el estanque de los Koi.

—Entonces iremos a las caballerizas. Si el enclenque quiere estar lejos de ti, evitará los lugares que será obvio lo buscarás primero. —Sonrió—. Principios básicos.

Sin embargo, Yuki no estaba en las caballerizas, pasaron de paso por el dojo y tampoco. Aprovechando la cercanía, fueron a sus habitaciones y tampoco estaba ahí. Siguieron hacia los alrededores de la casa y a lo lejos Kenshi vio que por el estanque de los koi no había nadie, así que guió a Klaus hacia un pozo cercano al bosque donde se guardaba una provisión de agua para las épocas de sequía. Pocas veces iba ahí, era muy aburrido, pero hizo un sonido de triunfo cuando vio una panza sobresaliendo por un lado del pozo. Yuki debía estar sentado en la hierba con la espalda apoyada en los ladrillos.

—Para tener una carga encima caminó bastante —comentó más para sí mismo. El sitio era fresco pero muy solitario, casi nadie se acercaba salvo para ir a coger agua del fondo.

—Gracias —le murmuró a Kenshi—. Creo que puedo yo solo desde acá. —Podía ver entre tanto verde la silueta de Yuki y su yukata azul claro.

Se acercó a Yuki a paso vacilante, mirando hacia el suelo para no tropezarse con nada. Llegando al pozo, tanteó las piedras para guiarse hasta sentarse al lado de Yuki, tomó la misma posición que cuando estuvo en el pasillo, con las piernas abrazadas contra su pecho y la cabeza apoyada en las rodillas, mirando con la cabeza ladeada al castaño.

—Lo siento. —Fue lo primero que dijo.

Yuki hipó. Sus mejillas estaban un poco húmedas luego de limpiarse las gotas que surcaban su rostro.

—Yo...yo también. No debí... No debí decirte eso. —No se había girado, tenía miedo de verlo—. Pero Wen...y tú... No quería verlos y tú insistías... Sé que debo controlarme y no hacerme ideas pero...

¿Qué tenía que ver Wen en todo esto?

Stop. Stop, stop, stop. —Apuró el alemán para acallar la diatriba de Yuki. Tomando de los hombros al mayor, le giró para encararlo, encontrándose con esos hermosos ojos almendrados, sus mejillas estaban sonrojadas y mojadas por el llanto, con su misma camisa limpió su cara con cuidado—. ¿Qué que es todo eso de Wen y yo? ¿De qué están hablando?

—Wen y tú...estuvieron juntos en el estanque de los koi... —Bajó la mirada, su voz apenas un susurro—. Él estaba sobre ti... Tú le gustas, se le ve en la forma en que te mira.

—¿Sobre mi...?

»Cuando entrenábamos.

—¡Oh! Te refieres a cuando estábamos entrenando. Wen me hizo tropezar y yo me agarré de él pero al final caímos los dos al agua —relató el suceso a Yuki para luego caer en cuenta de sus palabras—. ¿Que yo le gusto? Eso...eso no puede ser.

Yuki asintió.

—Lo hace... Resulta obvio. ¿No te has dado cuenta?

Por la mirada que le estaba dando Klaus, era claro que eso ni siquiera se le había pasado por la cabeza.

—Entonces es eso... Estás celoso. —Cayó en cuenta al fin.

Yuki no dijo nada, solo el profundo y avergonzado sonrojo en sus mejillas delataba que estaba en lo cierto. Klaus soltó una pequeña risa, ahora todo era mucho más fácil de entender bajo esa nueva perspectiva. Yuki, celoso, ¿quién lo hubiera imaginado?

—Ven acá. —Ayudando a Yuki, se acomodaron para que el mayor quedara sentado entre sus piernas y pudiera usar a Klaus como almohada—. No hay motivo para que estés celoso de Wen.

Yuki se abrazó a Klaus, la cabeza apoyada en su hombro, por un momento cerrando los ojos sintiendo su cercanía y tibieza.

—Su-supongo...

—Yuki. Mírame —susurró contra su oído—. Tú eres el único para mí. No importa nada más. Yo solo te amo a ti.

»Eres mi tesoro.

—Eres mi tesoro. —Le dijo al tiempo que se inclinaba para besar a Yuki.

—Te amo. —Yuki se estiró por un beso más, uniendo luego las frentes de ambos—. En verdad lamento lo que dije antes...

—Está bien. Estabas celoso. —Pasó sus brazos por el cuerpo de Yuki, abarcando su hinchado estómago, acariciaba con ternura la curvatura del embarazo—. Lo que me hace preguntarme: ¿Cuánto tiempo estuviste pensando en eso para llegar con semejante humor aquí?

—Yo... —Yuki ya no contestó, avergonzado. Dejando claro que desde el momento en que les había visto.

—¿Es por eso que te fuiste sin decir nada? Porque estabas molesto conmigo...

—No... Sí... No, es... —Suspiró—. Habías enviado a Wen. Quería estar fuera un rato, no pensar por un momento... Y entonces entró Wen viniendo de parte tuya y... —Jugueteaba con el borde de la camisa de Klaus, las mejillas ardiendo por el sonrojo.

—Oh. —Entonces se dio cuenta—. Ahora entiendo realmente tu enfado. Nunca se me hubiera ocurrido pedirle a Wen que fuera al bar si hubiera sabido lo que estabas sintiendo. —Dejó descansar su barbilla en el hombro de Yuki. Normalmente podría sentir su dulce aroma a durazno pero ahora con la nariz irritada apenas y podía oler algo, no se había visto en un espejo pero imaginada que la debía tener roja por estársela frotando tanto—. La verdad es que hice un buen escándalo por toda la casa cuando no te encontré. Entré en pánico y fui donde Vladimir para que me ayudara a buscarte pero provoqué que derramara una mezcla en la que estaba trabajando. El gas lacrimógeno nos cayó encima. Apenas podíamos ver y oler, de hecho me tropecé varias veces en mi afán de querer seguir buscándote. Por suerte llegó ese mensajero de Jim y me sentí más aliviado cuando te supe a salvo.

—¿Mensajero de Jim? —Yuki no sabía nada. Jim debía de haberlo hecho sin que se diera cuenta—. Yo... Quizás debí haberte dicho algo o dejado algún mensaje, pero no soy un niño. Sé cuál es mi estado y puedo tener cuidado del mismo. —Dejó en paz el borde de la camisa viendo que la estaba arrugando mucho—. Fui en carroza para no caminar todo el trayecto, Jim estuvo conmigo y me preparó unos platillos. Quería esperar a que Shin llegara para devolverme con él...

—Lo sé... Yo sólo... Lo siento. Sé que sabes cuidarte y de hecho, eres mayor que yo. —Con su mano derecha acarició los largos mechones del cabello de Yuki mientras hablaba—. No puedo controlar esta ansiedad que siento cuando no sé dónde estás, necesito saber que estás bien para sentirme tranquilo.

Descansando la cabeza en Klaus, Yuki suspiró y cerró los ojos.

—Estoy bien. Me molesta que te preocupes por nada porque no quiero que estés así. Estoy bien. —Levantó el rostro lo suficiente para poder besar su cuello—. Sabiéndote aquí, que nos tenemos el uno al otro no importa qué, que tú estás más a salvo que yo, es suficiente para que yo esté bien. Así que no tienes que estar preocupado por eso.

Besó el cuello de Yuki, su mejilla, hasta alcanzar sus labios, prolongando un poco más el suave contacto.

—Mientras nos cuidemos el uno al otro, nada más importa. —Continuaron besándose otro rato, otorgándose suaves caricias, tan sólo demostrando el amor que se tenían el uno al otro—. Volvamos al cuarto. Ahí podremos estar más cómodos.

Asintiendo, Yuki se separó para ponerse en pie. Tuvo que apoyarse en Klaus para hacerlo, costándole un poco.

—¿Aún te cuesta ver? —Le preguntó en cuanto estuvo en pie.

—Algo. Me arden los ojos. —También se levantó, le tomó la mano a Yuki para poder caminar—. Estoy haciendo esfuerzos titánicos para no frotarme la nariz o los ojos justo ahora. Vladimir dijo que tenía que ponerme un pañuelo húmedo pero creo que lo dejé en el salón.

—Iremos a la cocina y luego al cuarto. Lo mejor será tener un balde donde humedecer el pañuelo constantemente hasta que te cures. —Yuki guió a Klaus al tiempo que éste le servía de apoyo.

Hablaron en voz baja, cuidando uno del otro en el trayecto que les llevó llegar a la casa, Klaus se aseguraba de que Yuki no se cansara durante la caminata y Yuki guiaba a Klaus para que el alemán no se tropezara con algo. Llegados a la cocina ni siquiera tuvieron que decir nada pues una de las chicas, que ya les habían dado los paños a los europeos antes, se acercó para dar otro pañuelo y además llevar el balde con agua a la habitación de la pareja donde Klaus y Yuki se acomodaron para una pequeña siesta.

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En la casa, Kenshi había revisado de punta a punta todos los lugares dejando de ultimo su habitación. Semi-abriendo la puerta, vio que su búsqueda había terminado. La cerró y se fue a otro sitio. Unos minutos después, entró nuevamente y se recostó a un lado de Vladimir. Seguro aún continuaba con los efectos de aquel gas como Klaus.

—Un saco de escamas negras me contó que fueron auto-atacados por un gas que hacías —murmuró, su dedo acariciando la mandíbula del mayor de izquierda a derecha.

—Fue todo culpa de Klaus —acusó. Se quitó el pañuelo de los ojos para poder ver a Kenshi, sonrió al verle tan cerca de él, es una lástima que no pudiera sentir el olor de los cerezos—. Pensé que sería buena idea tener alguna reserva por si ocurría un ataque, nunca se sabe.

—Lo es. Qué lástima que todo haya salido mal. —Se inclinó, besándole la mejilla—. Debes sentirte terrible, ¿verdad?

Haciendo una cara triste, Vlad asintió.

—Un beso me haría sentir mucho mejor.

—Puedo darte más que eso. —Kenshi se llevó las manos al cinto que sujetaba el kimono que llevaba, revelando la nula existencia de ropa que traía debajo; colocándose a horcajadas sobre Vladimir, se inclinó y le besó—. Deje que el enfermero Kenshi cuide de usted, señor Volsk. Verá lo rápido que va a reponerse bajo mis cuidados.

Vladimir miró fascinado todo el cuerpo de Kenshi, ataviado tan sólo con el kimono, la cremosa piel expuesta junto a los rosados pezones. Era toda una visión.

—Eres el enfermero más inapropiado que he visto en toda mi carrera. —Alzó las manos acariciando toda la piel a su alcance mientras se relamía los labios, ansioso de probar cada bocado de él—. Eso me fascina...

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Kenshi envió la carta al Emperador. A pocos días recibió la contestación, donde le daba cita en una semana para asistir junto a Vladimir y así arreglar todos los detalles faltantes del compromiso. Durante el tiempo de espera a la contestación, los vuelos entre Vladimir y él fueron cambiados a simples caminatas o exploraciones. En especial cuando Kenshi le llevó a la playa y le mostró la casa que sus padres tenían allí, una sencilla vivienda con hermosa vista al mar y de dos pisos. Aunque claro, dicha casa había sido dejada por muchos años y debía ser reparada antes de ser usada nuevamente.

Kenshi pensó mucho la petición del ruso respecto a ser dragón. Había muchas cosas para decidir pensarlo antes de dar una respuesta final. Esto no era algo de aceptar impulsivamente. Por lo que sabía, era una decisión de por vida; era doloroso, estaba en juego su vida y el cómo podría gestarse su futuro heredero. Durante ese tiempo juntos Vladimir le había explicado varias cosas a petición de él, pero nunca dio una respuesta más allá de un: "Lo sigo pensando". Y tampoco había recordado mucho. Las pesadillas remitieron, algunas noches apareciendo aunque después no recordara nada. Era algo frustrante.

Excepto un día.

Caminaba por el bosque junto a la casa, llegando a la zona donde crecían manzanos. En muchas ocasiones los pueblerinos y hasta él mismo iban allí a hurtar algunas manzanas. El mismo claro contaba con varias piedras alrededor de un pequeño lago, no tan grande como el que estaba cerca de su casa, ya que apenas la mayor profundidad llegaba a su cintura.

Kenshi trepó la rama del árbol para poder tomar una rojiza manzana. No esperó que la rama en la que se apoyó quebrara, él cayendo al suelo y rodando hasta darse un golpe con una de las rocas. Pasó un rato, no supo cuánto, hasta que abrió los ojos. Seguía en el claro, tirado junto a la piedra y con un terrible dolor de cabeza. Al tocarse el punto adolorido, su mano se manchó de sangre, por lo que dando un leve quejido, se puso en pie. Miró confundido alrededor... ¿dónde estaba...? Lentamente comenzó a recordar, sentado allí, como si alguien estuviera martilleándole la cabeza.

Haruto. Estaba muerto.

Le tomó un rato llegar a la casa. Un pañuelo estaba siendo presionado contra el golpe que se dio. Uno de los gemelos avisó a Vladimir de que Kenshi volvió de su paseo y se dio un duro golpe en la cabeza. Guiado por el gemelo que usaba lentes, Kaoru, llegó hasta la habitación que compartía con el japonés. Se preocupó al ver el pañuelo con sangre.

—¿Qué te pasó? —Se apresuró a su lado para poder ver la herida. Por suerte el otro gemelo, Kuma, ya tenía un pequeño botiquín de primeros auxilios a la mano.

—Caí de una rama —respondió sin emoción alguna, observando un punto en sus pies como si fuera la cosa más interesante del mundo.

—¿Acaso eres un niño? Debes tener más cuidado Kenshi —regañó el mayor, revisando la herida que por suerte no era nada grave—. ¿Te duele la cabeza? —Tocó el área afectada, sintiendo cómo una protuberancia comenzaba a formarse—. Te saldrá un chichón.

—Auch. —Kenshi se apartó haciendo una mueca—. Había una manzana perfecta y roja allí. No es mi culpa que la rama fuera tan débil.

—Imprudente e infantil. Eso es lo que eres. —Tomando al japonés, lo volvió a acercar para poder curarle—. No seas llorón, ven acá. Tengo que desinfectarte eso. —Bajo sus instrucciones, Kuma le iba pasando todo lo que necesitaba.

Kenshi gruñó un poco más pero dejó que le curara. Después, pidió a Kuma que los dejará solos. Al estarlo, habló.

—¿Por qué no me dijiste que Haruto había muerto cuando no recordaba nada? —No le miró al preguntarle.

La pregunta tomó tan desprevenido a Vladimir que se le derramó un poco del alcohol en la herida haciendo que le ardiera.

—¡Lo siento! —Se apresuró a pasarle un algodón. No dijo nada al principio, temía ese momento—. No quería que tú... —No terminó la frase. Dejó caer las manos sobre regazo, el envase de alcohol y el algodón continuaban en su mano. Apretó los labios al no saber cómo seguir.

—Te lo iba a decir.

Kenshi siguió callado, por unos minutos más.

—Sabes que lo amaba, ¿cierto? Y no voy a ocultar o negar que esperaba... esperaba algo entre los dos cuando nos encontramos allá en América. —Comenzó, cambiando su postura para poder abrazar sus piernas—. Pero algo había cambiado, y no sólo en nosotros sino en él. Luego en lo sucedido en el lago él lo dijo... —Su voz fue un leve murmullo—. No...podía amarme ya que nuestros caminos nunca irían a cruzarse de esa forma. No lo entendía..., o quizás sí y no quería verlo.

»No estaba seguro de qué realmente era lo que sentía. Hacia ti, me refiero. Me gustan tus ojos porque son azules y profundos como el mar; escuchar tu voz me daba un sentimiento de seguridad; tienes inteligencia y astucia, eres leal y protector con los tuyos, y aunque eres irritante y controlador, lo compensa tu ternura o cariño.

Kenshi negó, como si hubiera algo que no comprendía.

—Justo ahora no sé si molestarme porque me lo hayas ocultado, o sentir alivio de ello. Creer que quizás estuviera vivo, no recordar nada de lo ocurrido ese día, actuó como si...como si no hubiera nada que me hiciera sentir culpable de amarte. —Suspiró, iba a descansar el mentón en sus rodillas pero pareció arrepentirse y se miró las manos entrelazadas—. Sentía culpa hacia Haruto de hacerlo, al no recordar fue como si no sintiera nada, y...ahora que siento te amo, estoy como en un laberinto sin saber qué camino tomar.

Dejando un momento de lado la curación, Vladimir tomó valor para hablar de eso.

—Después de lo que pasó en el puerto de San Diego, no sabía qué hacer. Me dije a mi mismo que no era el fin del mundo pero eso era una completa mentira. —Rió sin humor—. Era el fin de mi mundo porque me di cuenta de lo importante que eres para mí... Los días que pasamos aquí antes de tu accidente con el caballo, me sentía ahogado, no soportaba tu indiferencia. —Negó—. Jim estaba conmigo cuando te diagnostiqué la amnesia, no sabía qué hacer. ¿Estaba bien decirte de la muerte de Haruto? ¿Reaccionarías mal por la noticia? Seguramente. ¿Me despreciarías de nuevo por habértelo dicho? Posiblemente. Tenía miedo de decírtelo porque no creí poder soportar tu ferviente rechazo una tercera vez. —Mientras hablaba, había fijado su vista en sus manos, y la pared, vagamente viendo a Kenshi a la cara—. Jim me convenció de que esperáramos para decírtelo. No ocultártelo, tan sólo... Esperar.

—Ocultarlo o esperar daba lo mismo, porque igual lo supe por mi cuenta pero no es eso lo que me importa ahora ya. —Levantó la mirada, y le hizo verlo a los ojos, al tomar su cara y girarla—. Ese accidente fue porque iba cancelar el compromiso. Porque no estaba seguro de lo que sentía, porque tenía culpa, porque no quería un error... Porque no creía que te amaba o que pudiera hacerlo.

Vlad abrió los ojos, sorprendido, por un momento le costó respirar. Él ya sabía eso pero siempre era un golpe duro escuchárselo decir, igual que en el barco cuando se lo dijo:

—¿Y ahora? —preguntó con voz queda. Vio a Kenshi a los ojos, buscando alguna clase de esperanza.

—¿No has oído lo que dije? —Tomó aire, aunque puede que se armaba de paciencia—. Lo iba a hacer porque no estaba seguro de mis sentimientos, pero ahora... —Entonces, tomó su mano entre las suyas— no. Te amo. Aunque en ocasiones seas irritante, es difícil imaginar una vida sin Vladimir Volsk.

Apresó la cintura de Kenshi para atraerlo a un apretado abrazo. Se sentía estúpidamente feliz, el sentimiento era extraño y algo tardío pues las últimas semanas conviviendo con Kenshi le demostraron que en verdad el joven le amaba, pero siempre estaba su miedo interior de lo que ocurría si Kenshi se enteraba de que le había ocultado información. Ahora que sabía por sus propias palabras que esos sentimientos seguían siendo los mismos, era como si un gran peso se le quitara de encima.

—Te amo.

Devolviendo el abrazo, Kenshi besó su mejilla, acariciando su espalda mientras cerraba sus ojos y se dejaba llevar por el sentimiento de estar en sus brazos, su cercanía, su calor, y lentamente sentir que tomó el camino adecuado.

Al separarse tomó su cara entre sus manos y lo besó una y otra vez; luego apretó sus cachetes en juego, dejando salir una risa.

—A lo que aún no tengo respuesta es a ser un saco de escamas. Lo sigo pensando.

—No te obligaré a nada —le dijo como la primera vez que se lo propuso—. Pero tampoco empezaré el proceso de embarazo si no tienes el genoma D. No pienso arriesgarme a perderte.

—Lo dices como si fuera peligroso. ¿El enclenque está en peligro? —Alzó una ceja.

—Me preocupa que en un estado más avanzado la trasferencia de nutrientes sea insuficiente —confesó su preocupación poniendo su atención en la herida de Kenshi nuevamente. Curaría el corte y le pondría una crema cicatrizante junto a una venda para proteger la herida—. Imagino que debes saber que el bebé obtiene todo lo que necesita de su madre; nutrientes, alimento, anticuerpos, todo... Debido a que Yuki es un hombre, su cuerpo no está acostumbrado a semejante demanda física, sin mencionar que hay nutrientes que su cuerpo no produce y sólo Klaus puede proveerle. Aún cuando pudiera extraer sangre de mí o de Klaus para intentar proveer de otra manera a Yuki con dichos nutrientes, no tengo como procesar la sangre. Todo mi equipo está en Rusia.

—Entonces hay riesgo. ¿Klaus lo sabe? —Eso explicaría su paranoia de ser así, recordando la pelea que tuvo hace poco con Yuki.

El ruso asintió.

—Se lo he explicado. Por lo menos para que esté prevenido. —Alcanzando las vendas comenzó a cubrirle la herida.

Kenshi permaneció quiero y en silencio mientras era curado, sus pensamientos yendo de esa información a toda la que Vladimir le había dado respecto al genoma. Sí lo había pensado, no era como si no le importara y esperaba que él lo olvidase, pero no era una decisión fácil. Sin embargo, también se preguntaba cómo se vería con cola y alas o cómo sería eso de tener algún sentido subdesarrollado o...

—¿Qué pasó con tu otro yo? —preguntó de pronto. La última vez que le recordaba fue en el campamento en el día que le hizo la marca en el muslo—. ¿Ha desaparecido?

—Sigue ahí. Molestando, merodeando al borde de mis pensamientos —gruñó con desagrado, recordando las veces que había hecho acto de presencia. Por alguna razón que no llegaba a comprender, el dragón se esforzaba en herirlo emocionalmente, de hacerle dudar de los sentimientos de Kenshi. El por qué hacía eso, escapaba de su lógica—. A veces hace algún comentario pero no ha vuelto a tener control de mi cuerpo.

—¿Klaus también tiene uno? —preguntó—. ¿Yo tendré uno? —No estaba seguro si eso le agradaba o no.

—Durante la recolección de datos en el laboratorio no manifestó nada parecido a otra consciencia, y tampoco ha mencionado algo similar en todo este tiempo. —Terminó con los vendajes y se dispuso a recoger todo, acomodándolo en el botiquín—. No sabría decirte si también tendrías uno. —Usó la misma expresión de Kenshi para referirse al dragón—. Hasta ahora, soy el único con las dos dosis del genoma D completas... Quizás si Klaus me dejara inyectarle el segundo suero podría manifestarse esta segunda consciencia —especuló para sí mismo, pensando en voz alta.

—¿Y si...no le agrado? ¿O no le agradas? El tuyo es distinto a ti, entonces puede haber posibilidad que si lo tuviera también sería distinto a mí. —Se cruzó de brazos—. Si apenas lo soportas ¡imagínate yo!

—Por lo poco que he podido deducir del comportamiento del dragón, creo que es una mezcla de nuestros deseos más puros y el instinto animal arraigado en lo más profundo de la mente humana. —Acordándose del único acto que logró hacer al apoderarse de su cuerpo en un momento de descuido, acarició el lado derecho de la cadera de Kenshi donde sabía estaba la cicatriz—. También he descubierto que es diferente a mi porque él es todo lo que yo no soy; Es irracional, impulsivo, primitivo, apasionado...

—Y no es zurdo. Aunque ya ha quedado claro que no son nada parecidos. —Kenshi le fue empujando hacia atrás, haciendo a un lado los implementos que usó para curarlo, montándosele a horcajadas—. Voy a aprovechar el hecho de que no estoy en esas condiciones para disfrutarlo. Se escucha totalmente atractivo tener dos Vladimir en uno. —Sonrió divertido.

—Ah. ¿Ahora soy un combo de dos por uno? —Sonrió, acariciando las caderas de Kenshi por sobre la tela del yukata. Lo único que le gustaba de la ropa oriental es que era fácil de quitar y le permitía acariciar la piel de las piernas de Kenshi cuando quisiera.

—Un total e increíble combo ruso. —Bajó el rostro, besando sus labios, descendiendo por la mandíbula al cuello—. Que quiero disfrutar aquí y ahora, así que doctor, este paciente necesita sus atenciones con urgencia. —Ordenó, al tiempo que sus manos iban desacomodando la ropa del cuerpo bajo suyo.

Gimió por las caricias. Cuando Kenshi desabotonó su camisa, pasó las manos por todo el pecho, acariciando en su caminó los pezones que se endurecían debido a la excitación que le hacía experimentar. Tardíamente Vladimir se acordó de que Kenshi tenía una herida en la cabeza. Con los pantalones desabrochado y la camisa a medio quitar, el ruso tomó las manos de Kenshi, unió sus labios con los del menor, durante el beso lo condujo suavemente hasta que fue Kenshi quien quedó recostado en el suelo.

—No debes hacer esfuerzo —le susurró sobre sus labios mientras desacomodaba el yukata del japonés.

—No estoy haciendo nada —habló inocente, zafando sus manos para ayudarle a quitarse su propia ropa. Con la parte superior fuera, Kenshi se impulsó solo lo suficiente para besarlo—. Ahora necesito que me cures otra cosa.

—El trabajo de un médico nunca termina —dijo dramáticamente, haciendo un recorrido de besos desde los pezones hasta el ombligo, mordiendo y chupando, dejando alguno que otro chupetón cerca de la ingle. Se detuvo a mirar el fundashi—. Tengo curiosidad. ¿No es molesto usar esta tela? —Tocó por encima de la tela blanca el miembro erecto del japonés.

—Justo ahora... es demasiado. —Pasándose la lengua por los labios, impulsó la pelvis hacia aquella mano, deseando más, un contacto más directo—. Debo decir que sería algo interesante si lo usaras.

—Te vas a quedar con las ganas. —Terminó por quitar la tela blanca del camino—. No hay modo de que yo use algo como eso. —No dejó a Kenshi protestar, se encargó de que las siguientes dos horas el japonés no pudiera hacer nada más que gemir su nombre.


N.E.: Solo les diré que estoy teniendo sentimientos encontrados como editora en estos momentos. Por un lado estoy triste... porque estamos por acabar esta primera parte. ¡Nos quedan 10 capítulos aproximados! Y por otro, se acerca mi capítulo favorito (como editora). Falta poco.

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