Los personajes de Brave 10 le pertenecen a Shimotsuki Kairi.


Basado durante los capítulo 27-29 de Brave 10 S con insinuaciones del último capítulo de Brave 10 Tawamure.


Advertencia: ¡SPOILERS! Si no han leído el manga, los spoilers que se vienen podrían afectarles.


Soledad.

Saizo estaba acostumbrado a la soledad desde que aprendió que la vida de ninja no era ni fácil ni agradable, menos para un niño como él, que poco a poco marchitó su inocencia y felicidad con el paso del tiempo. Pero a Saizo dejó de gustarle la soledad cuando la sonrisa de Isanami apareció en su vida, iluminándola y aislándola de la sangre, muerte, engaños y traición a la que estaba él acostumbrado desde que comenzó su vida como ninja.

A Saizo dejó de gustarle sentirse solo luego de conocer gente maravillosa, estúpida, excéntrica y tan diversa como una cesta de frutas, y convivir con todos ellos fingiendo no agradarle saber que podía confiar en los demás, todo gracias, de alguna manera, a esa chica que cambió para siempre su vida. Al hombre Saizo Kirigakure, no sólo el ninja, dejó de gustarle despertar día con día sin ver el rostro de quien le profesaba un amor infantil, tierno, inocente, fuerte, terco... un amor increíble que no supo apreciar hasta que era tarde.

Sí: a Saizo ya no le gustaba sentirse solo porque la ausencia de Isanami dolía mucho, dolía más que cualquier cosa en el mundo, y no escuchar su voz, cantarina y dulce, a veces chillona y a veces molesta, era una daga que se mantenía aferrada en su pecho, recordándole su debilidad, su derrota, su pérdida.

Si él hubiera sido más fuerte, se decía, Isanami no hubiera tenido que sacrificarse para protegerlos a todos. Si no hubiera tardado en llegar, Seikai estaría vivo. Si no hubiera tenido miedo de enfrentarse a Susanoo... Isanami aún estaría con él, y él hubiera podido consolarla por su pérdida... y hubiera... hubiera podido... pero no lo hizo.

El ninja, el Valiente de Luz que había perdido a la Oscuridad que lo contrastaba, día con día miraba la horquilla, el único recuerdo de Isanami, por interminables horas, prometiendo internamente que algún día volvería a verla sin importar si no era la Isanami que conocía, su Isanami. Él iba a encontrarla, iba a salvarla... iba a mantenerla con él porque había descubierto que vivir sin ella era peor que la muerte.

Saizo se sentía solo desde hace meses: Seikai había muerto, Ana estaba malherida, Yukimura se había vuelto un vago, Jinpachi se había ido, Kakei también, Kamanosuke estaba perdido, Benmaru tenía nuevas responsabilidades e Isanami... su Isanami ya no estaba. Sus sonrisas, sus risas y chillidos, sus miradas, sus llantos, sus gráciles movimientos al bailar, su fuerza y jovialidad... su amor incondicional, su ingenuidad, su ternura y su belleza de niña y mujer... ya no quedaba nada de ella más que los recuerdos, agridulces y dolorosos, de quien un día fue la peor pesadilla de Saizo y su sueño más hermoso también.

La ausencia de Isanami, a fin de cuentas, era como un agujero negro en su pecho. Despertar sin saber de ella, sin verla en la puerta de su habitación esperando por él, o sintiendo su mano —cubierta con su manga— sostener su muñeca o tirar de su camisa para apurarlo, se sentía como si le hubiesen quitado su motivación, su razón de seguir. No ver ni escuchar ni saber nada de esa chiquilla era como si... como si a una rosa le arrebataran todos sus pétalos, y su tallo con espinas quedara a la deriva, abandonado, sin gracia, sin belleza... sólo un escudo que protegía algo que ya no tenía.

Saizo se sentía como un tallo sin flor. Simple y sencillamente se sentía así, porque Isanami era esa flor perdida... esa sacerdotisa cuya mirada se perdió en aquella rosa que había atacado al ninja en uno de los últimos paseos que tuvieron los dos Valientes —a solas—, y con sus mejillas que enrojecieron con encantadora pero tranquila felicidad, era la flor que le faltaba al tallo con espinas que protegía su belleza del tirano mundo exterior*.

«¡Tú eres mi luz, Saizo!»

Esas palabras sonaban cuando el ninja, hundido en la oscuridad, trataba de dormir. Y por extraño que pareciera, más que extrañarlas... las aborrecía.

Él la había cegado, después de todo. Se había cegado a sí mismo por la luz que irradiaba de él, y deseaba, desde que Isanami no estaba, haber sido él la oscuridad, porque ser una sombra le quedaba bien a él, no a ella. Porque brillar le dolía, no era algo que él merecía, pero sí esa sacerdotisa cuya sonrisa era más brillante y cálida que el sol...

Pero todo se extinguió tan rápido que Saizo quería aferrarse a que era un sueño. Un largo sueño de ya medio año...

Dos años atrás, Saizo estaba acostumbrado a la soledad, y prefería estar solo que acompañado. En la actualidad no era así. En la actualidad, aún habiendo gente a su alrededor, Saizo se sentía solo y sentirse solo ya no era lo que él quería. Sin Isanami en su vida, a Saizo ya no le gustaba la soledad.

Saizo extrañaba a Isanami.

La luz extrañaba a su oscuridad**.


* Siento que queda bastante bien la analogía entre la pareja y una rosa. Esta idea me la dio el capítulo de Tawamure (sólo lo encontré en japonés pero pude hacer unas traducciones cuchas) y casi lloro recordándolo. Fue tan hermoso y doloroso.

** Se NOTA que Saizo extrañaba a Isanami, ¡hasta fue a buscarla! O sea, más claro no podía estar pero aún así ajdhasjf, ya, me iré a llorar que ya los demás capítulos que ando escribiendo me tienen toda moquienta.


Sofy-Chan X3: tal vez debería buscar si hay coincidencia entre ser monja y sacerdotisa, jajaja. Y bueno, ya comencé con la idea, perdona que la ponga primer y no tu idea del fanfic, es que me ganó de último momento :'v

¡Y bueno!, espero les guste. Está cortito el capítulo pero lo hice con mucho cariño, y dolor, y tristeza... ¡nos leemos en la siguiente actualización!