Los personajes de Brave 10 le pertenecen a Shimotsuki Kairi.


Tristeza.

Desde que lsanami desapareció de sus vidas, sacrificándose para que Susanoo no siguiera dañando al hogar que tanto amaba, Saizo no se sentía feliz, ni cómodo, ni bien en lo absoluto. Un fuerte y doloroso pesar estrujaba su pecho cada vez que abría sus ojos, o caminaba entre ratos para despejar su mente y acostumbrar a su malherido cuerpo al movimiento, o simplemente cuando trataba de vivir sin la sacerdotisa a quien nunca creyó que extrañaría, y eso no le gustaba para nada.

No le gustaba despertar sin ser recibido por la cantarina voz de esa chica. No le gustaba extrañar las discusiones de ésta con Kamanosuke. No le gustaba no verla jugar con las mascotas de Sasuke. No le gustaba no verla comer hasta el hartazgo, como si fuese un monstruo de insaciable hambre. No le gustaba cargar con la kushimitama sin dueña. No le gustaba recordar su derrota.

No le gustaba vivir sin su Isanami.

Y es que los días se hacían largos y tormentosos sin ella, sin Seikai, sin Kamanosuke —perdido en algún lugar—, Sin Ana —malherida y reposando en Iga—, sin los Valientes como un día lo fueron...

Saizo fue descubriendo gradualmente qué era ese sentimiento que lo estrujaba noche tras noche, ahogándolo en algo más que remordimiento e impotencia, y haciéndole sufrir incluso más que la muerte de ese hombre que estimó como su gran amigo.

Saizo estaba triste.

Cuando despertó tras su derrota, informado por Yukimura de la situación, el ninja no se sentía bien no sólo física, sino emocionalmente; era consciente de que no se sentía feliz porque Isanami hubiera demostrado ser fuerte —mucho más fuerte de lo que él algún día imaginó—, que no se sentía cómodo de su situación actual y le dolía no sólo su cuerpo magullado, sino algo más, algo que descubrió que era su interior, su corazón, su devastado ser. Pero no fue hasta que pudo caminar, dar largos paseos, tumbarse en el pasto con la horquilla de la sacerdotisa —que Yukimura le dio cuando despertó—, recordando sus momentos juntos y sintiendo que estaba incompleto, que el hombre descubrió que había un profundo pesar en su pecho llamado «tristeza».

Y todo ese pesar, ese dolor, ese sentir, recaía en la ausencia de Isanami.

Sí. Saizo estaba triste, muy, muy triste, se sentía incompleto, se sentía desamparado, solo, dolido y desechado cuan inservible herramienta, porque no había podido cumplir su promesa, porque había perdido, porque la había perdido. ¿Isanami estaría triste también? ¿Su Isanami, la sacerdotisa infantil y cariñosa, hostigosa y enfadosa, también estaría triste por no estar al lado del hombre que amaba y por el cual se sacrificó para que ya no lo hirieran más ni a él ni a sus amigos? ¿Isanami lo recordaría mientras su corazón se estrujaba dolorosamente, como si se resquebrajara en cientos de grietas dentro de aquel abismo, igual que sucedía con el Kirigakure al recordarla?

El ninja deseaba saberlo... y lo haría.

Tenía que hacerlo.

Iba a hacerlo.


Kiryhara: pues aquí otro capítulo medio tristón para seguir picándole a la herida xD. Aunque ya con esto termino esta fase de la ausencia de Isanami y dos paso a los últimos capítulos que me están queriendo hacer shorar asjshaf. ¡Y sí!, fue hermoso que Saizo aceptara ser la Luz. Creció tan rápido, snifsnif (?)


Una vez más un capítulo cortito (que se me olvidó publicar antes), pero complementario al anterior, sirviendo además como conector para el siguiente. Como ando siguiendo más o menos la cronología de los últimos capítulos, quise indagar un poco más en el salto de tiempo y abordar cómo Saizo, a mi parecer, debió lidiar con la situación de ese momento. Ya saben, para darle más drama a la OTP y hacer un poquitín más largo este fic (?).

¡En fin, espero les guste y nos leemos en la siguiente actualización!