Capítulo 37
.
.
Wen caminaba por el pasillo hacia la oficina de Kenshi para dejar unos documentos. En tres días tenía que partir a China por requerimiento de su padre. Eso, lamentablemente, le imposibilitaba estar presente en la ceremonia de su primo, si calculaba bien la fecha. No creía que al emperador le agradase retrasar más la boda de lo que ya había sido. Y él tampoco podía desobedecer las órdenes de su padre. Después de todo, nunca quedó en buenos términos con los Ottori y tampoco iría a aprobar el tipo de matrimonio que Kenshi tendría. Wen seguía siendo menor de edad, no podría enfrentársele. Suspiró con tristeza.
Tuvo la esperanza de pasar más tiempo con Klaus.
No esperó toparse con Yuki al girar en una esquina.
—Oh..., Yuki. ¿Cómo te encuentras?
El castaño le hizo una leve inclinación en respeto. Wen seguía siendo superior a él.
—Bien, Wen-san. Me alegra verlo ahora... Verá, quería disculparme.
El chino quedó extrañado. Perplejo. ¿Le había causado daño Yuki?
—¿Por qué?
—Por mi comportamiento grosero cuando fue en mi búsqueda. Usted amablemente se ofreció a buscarme por pedido de Klaus y yo fui irrespetuoso.
—Admito que te sentí extraño cuando solías ser muy simpático, pero supuse que debías sentirte cansado.
—No realmente. Estaba...molesto... No, celoso. —Klaus había usado esa palabra y era la correcta a como se sentía—. Usted...gusta de Klaus ¿cierto?
Nuevamente, Wen quedó asombrado. Un ligero sonrojo coloreó sus mejillas al minuto siguiente.
—¿Tan obvio soy? —cuestionó con vergüenza, pero sus ojos se veían tristes.
—Creo que Klaus no se ha dado cuenta..., pero sí.
Wen negó.
—Me atrae Klaus. Es muy diferente a cualquier otra persona. Es divertido, amable, habilidoso, y a pesar de su aspecto, puedo percibir un ser sensible y afectuoso bajo él. —Wen miraba a la nada, pensativo, hasta que sus ojos oscuros se fijaron en Yuki—. Pero no soy ingenuo, y puedo ver también cuánto te ama. No sería capaz de entrometerme entre ustedes. Puedo conformarme con ser un amigo cuando lo necesite... —Sonrío después—. O un compañero de entrenamiento al cual moler a golpes.
Yuki no pudo evitar corresponder aquella mueca.
—Yo sé que no debería desconfiar de sus sentimientos, durante mucho tiempo él me los ha dejado claro, pero...a veces no puedo no sentir inseguridad...
Wen le interrumpió con suavidad al colocarle una mano en su hombro.
—Oye, no debes sentirlo. ¿No te has fijado en cómo sus ojos se suavizan cuando te mira, o la manera en que su voz se dulcifica al hablar sobre ti? Él te ama, creo que más que a sí mismo. No importa qué, no es algo que vaya a cambiar ni en más de mil años. —Le soltó—. Además..., yo me iré pronto. Y tú seguirás aquí, con él. No dudes de Klaus, ni dudes de ti.
—Gracias. —Y en verdad lo sentía. Junto a la vergüenza por haber pensado por un instante mal de Wen—. Yo...espero que también podamos ser amigos algún día.
—¿Pero qué dices? Ya lo somos. Siempre que necesiten ayuda Klaus o tú podrán contar conmigo. —Compartió por un momento estrechar su mano con Yuki, algo un poco occidental pero no tan incómodo como un abrazo.
—Gracias..., otra vez, Wen-san —murmuró Yuki, soltándolo y continuando su camino. Wen le siguió con la mirada hasta que se perdió de vista.
»El tesoro estuvo en lo cierto.
Le comentó Feyn a Klaus después de escuchar la conversación. No fue su intención, fue pura casualidad. Estaba recostado en el techo donde podría agarrar un poco de sol para calentarse cuando escuchó sus voces en el pasillo, su agudo oído le permitió escuchar todo con claridad.
—Wen me ama... —Todavía no podía creérselo—. ¿Qué debemos hacer?
»Él dijo que no interferirá con el tesoro. No es de mi interés.
—No puedo sólo ignorar esto —se quejó el alemán.
»Sí puedes.
—No puedo. Hablaré con Wen, es lo menos que puedo hacer.
»Haz como quieras, le gruñó Feyn irritado por su testarudez.
Wen dejó los papeles en el escritorio de Kenshi antes de salir. Recordó que tenía que ir al pueblo también antes de la tarde. Debía buscar unos planos que le pidió Kenshi y llevarse unas cosas también. Antes del viaje a América Kenshi le había pedido que hiciera un inventario de todo lo que había en las habitaciones de la casa, fue un trabajo largo pero agradeció enormemente la ayuda de los gemelos. Ahora con su vuelta había muchísimas cosas de las cuales se iba a deshacer por lo que tendrían más espacio. Algunas de las cosas a Wen le daban nostalgia de las veces que pasaba sus veranos allí. Envidiaba la facilidad de Kenshi de deshacerse de objetos que contenían recuerdos hermosos.
—Ya que.
La mayoría sería donada, y ahora que Kenshi terminó de clasificar lo que se quedaría y lo que no, debía ir a encargarse de eso. Eran sus últimas tareas antes de que se marchara. Salió al exterior, en la parte frontal de la casa, dando una respiración al aire de primavera. Estaban terminando de preparar la carreta con las cosas para donación. Cierto pelinegro se interpuso en el camino del chino, tenía una expresión seria en su rostro.
—Necesito hablar contigo.
Wen se vio preocupado, pero asintió.
—¿Sucede algo?
—Camina conmigo. —Con un gesto de cabeza le indicó que le siguiera.
Caminaron en silencio hasta el estanque de los Koi. Klaus se sentó cerca del agua y comenzó a jugar con su cabello, quiso hacerse una trenza pero ahora sólo le alcanzaba para hacerse una coleta baja. Le indicó a Wen que se sentara a su lado.
—Yuki nos vio el otro día que estábamos entrenando aquí. Malinterpretó la situación y me gritó por ser un idiota... Le dije que sus miedos eran infundados y que estaba viendo cosas donde no las había. —Volteó a mirar a Wen—. Parece que me equivoqué.
Wen tardó un momento en darse cuenta de a lo que se refería. De pronto su corazón latió un poco más rápido.
—¿Él...te dijo lo que hablamos?
—No. Estaba en el techo cuando los escuché hablar. —Señaló la construcción a sus espaldas—. Paredes delgadas.
—En China no es así exactamente. —Wen se rascó una mejilla—. Pues..., no es algo que pensaba decir. Amas a Yuki, y respeto eso. Como le dije a él, no podría atreverme a interferir en su relación. —Bajó la mirada al tiempo que hacía un gesto de negación—. No soy ese tipo de personas.
—Sé que no lo eres. Por alguna razón tiendo a llamar la atención de los hombres pero en ningún momento has actuado como ellos y te agradezco eso.
Wen le palmeó la espalda.
—No debes agradecer por eso. Siempre se puede encontrar un poco de educación y amabilidad en el mundo. —Bajó la mano—. Yo solo quiero verte sonreír. Tu cara cambia cuando lo haces, y siempre sucede cuando está Yuki. Jamás te separaría de eso. Solo me gustaría que fuéramos amigos, con eso me basta.
—Aún si no te corresponde, ¿estás bien con eso? —El menor parecía apenado por tener que rechazarlo pero no había manera de mirar a Wen de otra manera. Él amaba a Yuki.
—Lo estoy. Sé a lo que me enfrentaría. Pero nadie puede mandar al corazón. —Se alzó de hombros—. Prefiero pensar que en alguna otra vida yo tenga alguna oportunidad. Pero por ahora, supongo que Yuki se me adelantó. No me molesta, soy un buen perdedor y aceptaré la derrota con honor —dijo, tratando de bromear.
—Entonces... seamos amigos. —Le ofreció su mano a Wen.
—Amigos. —Y Wen la estrechó, permitiendo a su corazón sentirse feliz por no ser rechazado totalmente, porque Klaus aún le permitiera estar a su lado, así fuera como amigo.
Wen era feliz con eso.
.
.
.
Cuando Wen tuvo que irse, Klaus y Yuki le despidieron junto a Kenshi, llegaron a prometerse correspondencia con regularidad y alguna visita en el futuro próximo.
Desde eso pasaron unos cuantos días, Yuki se veía pálido y se cansaba con mucha facilidad, más que antes Klaus estaba preocupado, todavía más con la fecha del parto tan cerca. Esa noche el alemán llevó la cena a la habitación. No se lo dijo a Yuki, pero prefería que se quedara en cama. El castaño tuvo que pedir un poco de ayuda a Klaus para poder sentarse y así comer. No tenía mucha hambre pero comió lo justo. En varias ocasiones la comida se le caía de los palillos y, por alguna razón, eso le parecía hilarante. Al ver la expresión de Klaus ante su rara actitud le recordó a las primeras semanas de él en Japón cuando no sabía usar los palillos.
Terminada la comida, Yuki descansó un rato mientras que Klaus se llevaba la bandeja. Cuando volvió, se recostó en él.
—Ya falta poco para conocer a nuestro bebé. Debemos escoger su nombre... Si es niño, me gusta el nombre de Yuryoku... Pero, si fuera niña, quisiera algún nombre europeo..., como Irina. El señor Volsk me dijo algunos nombres, ese me gustó mucho.
—Irina es ruso. —Se quejó en voz baja mientras le hacía una trenza en el pelo a Yuki. Ahora que él tenía el pelo corto se aprovechaba de Yuki para practicar peinados—. Aunque para serte sincero hay pocos nombres lindos en Alemania para niñas.
—¿Qué nombres te gustarían a ti? —Aunque a veces se quejaba de que Klaus le tratase como a una muñeca, esa vez le dejó. La sensación en su cabeza era relajante.
Klaus se quedó callado un rato. Gruñó para sí mismo cuando se dio cuenta de que sólo se le venían a la cabeza nombres rusos.
—No me sé nombres alemanes... Todo lo que se me viene a la cabeza es ruso: Katiana, Katiuska, Aniuzhka, Katerina... —suspiró derrotado—. De todos creo que Irina es el más bonito.
—Irina queda entonces, si es niña. —Yuki cerró los ojos, y pidió que Klaus le recostase en el futón luego—. Estoy emocionado por verla.
—Yo también. —Se acomodó tras Yuki para abrazarlo. Repartió pequeños besos en su cuello—. Yo me pregunto si podemos conseguir una casa. Desde que llegué Kenshi me ha dado un sueldo como al resto de los militares, no he gastado nada de ese dinero...
—Estoy seguro de que podemos. Yo también tengo algo. —Dejó salir un suspiro de gusto—. Cuando el bebé nazca podemos comprar una bonita casa, verlo crecer y cuidarlo y amarlo. Ser una familia los tres.
—Espero que el bebé tenga alas. Así podré enseñarle a volar. ¿Puedes imaginarlo? —Con una sonrisa ensoñadora empezó a meter las manos en el yukata de Yuki para acariciar el interior de sus muslos.
—Klaus... —Una mano del mayor detuvo las de Klaus, su voz siendo un murmullo—, hoy no. Me siento muy cansado para hacer nada. Solo... me gustaría que me abraces... ¿Está bien?
Klaus no era un joven calenturiento, por lo que no estaba decepcionado por la negativa. Estaba preocupado.
—Yuki, no lo hemos hecho en varios días... No hemos podido hacer la transferencia de nutrientes.
—Lo sé, pero no tengo ganas hoy. —Giró un poco la cabeza para verle—. Para mañana estaré mejor. Podríamos dar un paseo y luego venir aquí a la tarde hasta la hora de la cena. ¿De acuerdo?
Mordiendo su labio inferior Klaus asintió.
—De acuerdo. —En vez de sus muslos, Klaus acarició el vientre de Yuki, sintiendo de vez en cuando una patadita del bebé en su mano—. Yuki. Te amo. Te amo. Te amo.
—Y yo a ti. —Acarició las manos de Klaus, dejándose llevar por el sentimiento de tenerlo cerca y oír su voz—. A los tres.
A la mañana siguiente, Shin se apareció en la casa llevando un par de dulces que mandó Jim. No iría a la mansión en todo el día para quedarse preparando el bar para una celebración que quería hacer en honor al compromiso oficial de Kenshi y Vladimir, una preparación a la que Shin tendría que unírsele pronto. Con todo lo sucedido, no lo habían podido festejar, ni el cercano nacimiento del bebé de Klaus y Yuki. Shin notó que también estaban preparando algo en la casa, especialmente en la zona cercana a la oficina de Kenshi. Cuando le preguntó a este, se negó a responder alegando una leve sorpresa. Sea lo que sea, sería algo grande y que implicaba lo que parecía láminas de metal.
Yuki estaba recostado en unos almohadones para cuando Shin llegó a la habitación donde estaba con Klaus y Kenshi, este último con la nariz en unos documentos que pendiente de la pareja. La ausencia de Vladimir se debía a su idea de las bombas lacrimógenas aún.
Pero mientras se deleitaban con los dulces, Yuki se impulsó abruptamente hacia adelante, ante una fuerte punzada que le impactó de pronto. Y a esa comenzaron más y más, haciéndole lagrimear de dolor. Kenshi dejó los papeles a un lado para ir en busca de Vladimir mientras que Shin y Klaus se quedaron con Yuki, sin saber qué hacer exactamente. Para cuando Vladimir llegó, varias mujeres venían tras de él para ayudarlo. Sacó a todos de la habitación incluido Klaus a pesar de sus protestas para trabajar él con las mujeres. Por lo que sabía ellas eran las que atendían los partos en la casa.
Shin, Kenshi y Klaus estaban afuera del cuarto ya que no podían hacer nada más, el alemán intentaba esperar tras la puerta, los gemelos entraban y salían del cuarto con todo lo que Vladimir les pedía. Shin estaba parado frente a la puerta, a suficientes pasos como para no estorbar, totalmente pálido, junto a Klaus. Kenshi estaba apoyado en la pared del frente, cruzado de brazal mirando el techo. A los minutos se sentó en el suelo.
Los tres pudieron oír un grito desde el interior rato después.
En la habitación, Yuki apenas era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Su mente estaba concentrada en soportar cada punzada que le azotaba la zona baja del vientre. Parecía que el tiempo pasaba con tal lentitud que era más una tortura. De a momentos sentía perder la conciencia, otras veces no sabía si alguien gritó o fue él. Lo que ocupaba la mayor parte de su mente era el bebé. Era levemente consciente de que le daban indicaciones, otras que le limpiaban el sudor de la frente, que le pinchaban, quizás Volsk le inyectaba algo. Pero si se llegó a escuchar algún llanto de bebé, la oscuridad que le invadió entonces no le permitió notarlo.
Todos en el pasillo se quedaron estáticos cuando escucharon el llanto del bebé.
Los gemelos fueron los que salieron con un pequeño bultito en sus brazos. Klaus se acercó a ellos, temblando.
—Es una niña —le anunció Kaoru con una enorme sonrisa. El gemelo le pasó a la pequeña envuelta en una mantita blanca y esponjosa. A Klaus se le aguaron los ojos apenas la tuvo en sus brazos.
—No tiene escamas. —Se sorprendió mucho por eso. Detalló a toda la niña, con la piel muy blanca, las mejillas estaban un poco rojas y una pelusa negra sobre la cabeza—. Es hermosa. —Le dio un beso en la frente antes de mirar a los gemelos—. ¿Cómo está Yuki?
Kaoru y Kuma se miraron entre ellos con pesar, Kaoru se mordió el labio inferior no sabiendo que decir. Klaus dejó de sonreír ante su renuencia a hablar. Volviendo a entregar a la bebé a Kaoru, entró en la habitación. Shin también había mirado a la niña por encima del hombro de Klaus, sus propios ojos aguándose por la felicidad de ver a su sobrina por primera vez. Pero al ver a los gemelos, también se preocupó. Entrando con Klaus, vio justo el momento en que una de las mujeres que entró con Vladimir cubría el rostro de Yuki. Fue como si le hubieran dado un golpe en lo más profundo de su ser.
Lo siguiente pasó tan rápido que apenas pudo procesarlo. Tuvieron que llamar a varios guardias para retener a un Klaus completamente alterado hasta que Vladimir le administró un sedante. Kenshi ordenó a los gemelos que se llevarán a la niña para que los gritos y el estado de Klaus no la asustaran. Shin era ajeno a todo aquello, mirando ido el cuerpo de su hermano, incrédulo.
Yuki estaba muerto.
Klaus, a pesar de que el sedante seguía en su sistema, fue lo suficiente terco para volver al lado de Yuki. Para ese momento el pasillo estaba vacío, el olor de los duraznos se iba disipando lentamente. Cuando Klaus llegó al cuarto, Yuki seguía ahí con la sábana cubriendo su cuerpo. El alemán se sintió morir en ese momento, las piernas le flaquearon cayendo al suelo de rodillas con el rostro empapado por las lágrimas. Hipando, llegó hasta Yuki; le descubrió. Feyn lamentó profundamente la pérdida de su tesoro y Klaus siguió llorando por ambos, se derrumbó a su lado, agarrándole la mano. Se apoyó en su hombro donde se quedó dormido por culpa del sedante.
Vladimir lo encontró así varias horas después, con el rostro surcado de lágrimas secas, aferrado desesperadamente al hombre que amaba. Kenshi venía por otro pasillo, acabando de dar una orden de llevar a Shin al bar con Jim. El hombre estaba por los suelos, y Kenshi tenía suficiente lidiando con Klaus en la casa. Al ver entrar a Vladimir, se le acercó topándose con la misma escena.
Suspiró.
—No vamos a dejarle allí toda la noche, ¿o sí?
Vlad negó.
—Es increíblemente testarudo. ¿No crees? A pesar de haberle dado un sedante fuerte se las arregló para llegar aquí. —Sonrió sin ganas. Pasó su brazo sobre los hombros de Kenshi—. Mi dragón también está lamentando la muerte de Yuki porque sabe que era importante para el dragón de Klaus.
—Siento decir que sólo me da lástima Klaus y el bebé. —Kenshi se cruzó de brazos—. No es como si el enclenque fuera santo de mi devoción.
Vladimir no dijo nada más. Se acercó a Klaus para sacarlo de ahí, aún dormido hizo un poco de resistencia pero nada que el ruso no pudiera manejar. Arrastrando a Klaus fuera del cuarto, se detuvo un momento en la puerta para mirar a Kenshi.
—Habrá que mantenerle vigilado un tiempo. No quisiera que hiciera algo estúpido.
Kenshi asintió. Esperó hasta ver desaparecer a los europeos por el pasillo para acercarse al cuerpo. Al inclinarse, tomó la cobija.
—Mírate. Siempre tuve razón —le dijo al cuerpo de Yuki—. Siempre fuiste débil. Te dejaste morir dando a luz a un bebé y dejando a Klaus solo. ¿Y ese era todo el amor que le tenías? Qué patético. —Le cubrió, poniéndose en pie y caminando a la salida—. Más te vale no andar de vago también en el inframundo y cuides que Klaus no haga una tontería. De lo contrario, te patearé el trasero en cuanto te vea. —Salió de la habitación, cerrando tras de sí.
.
.
.
Cuando alejaron a Klaus del cuerpo de Yuki, se aseguraron de limpiar el lugar, enterrarían al castaño al día siguiente y debían prepararle, mientras los sirvientes agarraban las pocas pertenencias de Klaus y las movían a una nueva habitación por orden de Kenshi. Vladimir estuvo con él un rato administrándole el suficiente sedante para que no tuviera otra crisis nerviosa. Las matronas, mientras, se encargarían de la nueva bebé. Cuando se reunió con Kenshi en el salón, Jim y Shin estaban ahí acompañándole.
Jim estaba intentando hacer hablar a Shin, sin embargo el castaño miraba a la nada. Un brazo del negro le rodeaba los hombros.
—¿Cómo fue que pasó? —preguntó en una voz ligeramente baja hacia Vladimir cuando le vio entrar—. Estaba bien, ¿no?
—No realmente. Yuki ya estaba débil cuando entró en labor de parto... También perdió mucha sangre durante la cesárea —explicó.
—No lo soportó —resumió Jim, una expresión entristecida apareciendo en sus facciones—. Ahora Klaus deberá cuidar a una criaturita solo. ¿Cómo está? Klaus, me refiero.
Sinceramente no tenía palabras para describirlo.
—Mal. Muy mal, temo que entre en depresión... Como dirían algunos "morir de amor".
—Quizás mantenerlo aquí no sea una idea buena. —Jim miró alrededor—. Justo ahora, el ver cada sitio le hará recordar. ¿No cree que sea mejor llevárselo por un tiempo lejos de Japón?
—Sería lo más conveniente. —Asintió el ruso después de pensarlo un momento. Volteó hacia Kenshi—. Cuando vayamos a la luna de miel en Rusia, Klaus puede venir con nosotros.
Kenshi se alzó de hombros, conforme.
—Si así evitamos otra tragedia, no perdemos nada.
—¿Qué hay de la bebé? —siguió Jim—. ¿Está bien?
—Completamente sana, en perfectas condiciones. Extraordinariamente no tiene los mismos rasgos dracrónicos que Klaus —dijo el ruso con una sonrisa.
—Eso es estupendo, los hijos son una buena forma para distraerse de la tristeza.
—Lo dices como si supieras. —Kenshi alzó una ceja.
Jim se vio digno.
—Hago suposiciones. Me parece que cuidar de la niña podría hacerle bien. ¿Qué nombre le han puesto?
—Aún no lo sé. Es más ni siquiera sé si la ha visto, sólo vi que los gemelos la sacaron del cuarto para ponerle ropa. —Asintió totalmente de acuerdo ante lo dicho por Jim—. Pienso que enfocar su atención en su hija lo distraerá del hecho de que Yuki ya no está con él.
—Sí la ha visto —afirmó Kenshi—. Pero cuando preguntó a los gemelos por Yuki no le dio otra mirada.
Jim suspiró.
—El primer amor es uno de los más importantes de nuestra vida. Sin embargo, tengo fe que pueda encontrar el amor nuevamente.
Vladimir miró a Shin que no había abierto la boca en todo ese rato.
—¿Qué hay de él? ¿Estará bien?
Jim asintió.
—Yo me encargo de él. No se preocupen. Como Klaus, solo necesita tiempo.
Shin frunció el ceño entonces.
—No crean que no estoy escuchando. —Su voz fue un susurro ronco.
Kenshi suspiró.
—Ni por un momento se nos pasó por la cabeza —aseguró Vladimir, al menos Shin respondía y eso era bueno. No sabía que más decir, aunque hubiera querido discutir con Kenshi los detalles de la muy próxima boda prefirió quedarse callado. No era el momento.
Yuki recibió una ceremonia y honores por su desempeño como último samurái activo mientras estuvo en vida, Kenshi dando un mensaje de agradecimiento en representación de los Ottori por los años de dedicación que otorgó a la familia. No porque deseara hacerlo en su interior, sino por ser su deber al haber sido Yuki parte de sus trabajadores. Como tal, se le dio un lugar especial cercano a los soldados muertos provenientes del condado. Kenshi no dio explicaciones a los pueblerinos que conocían a Yuki y asistieron al entierro por su repentina muerte, ya que hacerlo le generaría preguntas acerca del genoma que era mejor no explicar. Para la tarde envió carta a Wen. Conociendo lo cercano que había sido su primo a Klaus los días que estuvo en Japón, creía conveniente informarle de los últimos acontecimientos.
Los preparativos de la boda iniciaron con lenta pulcritud. Si bien Kenshi guardaba respeto por Klaus, sabía que al emperador no le importaría la muerte de un simple guerrero que ni siquiera formaba parte de su guardia directa. Se organizaba todo con calma e intentando mantener un luto adecuado.
Durante la ceremonia, Klaus estuvo todo el tiempo con la mirada baja. En todo ese tiempo, Klaus no había querido ver a la niña, tenía miedo de que se pareciera tanto a Yuki, ella sería un recuerdo constante de lo que perdió ese día. Vladimir, harto de esa actitud, tomó cartas en el asunto y le llevó su hija a Klaus, e ignorando todas sus protestas, le puso en los brazos a la niña y le obligó a que le diera de comer. Renuente, Klaus lo hizo, estaba bajo la amenaza de que le lanzarían una anguila encima si no lo hacía. Sentado en medio de su habitación con la bebita entre sus brazos, miró a su niña beber del tetero, tan tranquila y pequeñita... Al ver a su padre, la pequeña gorjeó de alegría e imitó la apariencia de Klaus; escamas rosas cubrieron su piel y diminutas alas y cola brotaron de su espalda. Era simplemente maravillosa.
—Mi niña... Mi pequeña Irina. —Volvió a llorar el alemán, esta vez de felicidad. El vacío que estuvo sintiendo fue llenado poco a poco por la risa de su adorable dragona.
Shin no dio tal muestra de avance. Jim dijo que durante dos días seguidos se mantuvo en una borrachera que casi le hacía agotar el inventario de sake. Aún seguía sin aparecerse en la mansión.
Los preparativos para la boda volvieron a su flujo normal a los pocos días, Kenshi agradecía tener la ayuda de los gemelos o todo aquello le volvería loco. Por lo general, su madre era quién iría a encargarse de ello. Pero no estaba. Pedía opiniones a Vladimir, lo hacía lo más sencillo posible –según su criterio de sencillo–, pero resultaba una lástima ser el único de la pareja que hablaba japonés y no todos los demás organizadores competentes conocían otra lengua.
A pesar de que Vladimir no podía comunicarse correctamente con los trabajadores, Klaus se quedaba a su lado para ayudarle con las traducciones, ahora más que nunca el alemán se estaba esforzando con el idioma- Irina era cargada a todas partes por Klaus, el pelinegro no había querido separarse de ella en ningún momento.
Una semana antes del gran evento llegó otro ruso a la casa para ayudar con los preparativos, un hombre mayor vestido con un frac negro y pantalones formales grises, todo el cabello y el bigote cano y la piel incluso más pálida que la de Vladimir, ostentaba un monóculo en el ojo izquierdo. El hombre mantenía una postura extremadamente recta. Vladimir salió a recibirlo dándole un fuerte abrazo. Klaus, al enterarse de quien llegaba, también salió a recibir al hombre, fue abrazado y le regalaba una brillante sonrisa.
Jim que se presentó en la mansión para ayudar en lo que requirieran, se acercó con Kenshi a conocer al recién llegado. El japonés dio una mirada de arriba abajo al viejo estirado, y aunque se presentó con respeto, algo le decía que ese viejo iría a sacarle algunas canas verdes antes que sus hijos. El hombre le mostró su respeto con una inclinación de cabeza, Klaus le susurró en ruso que recordara hablar inglés.
—Al fin le conozco, señorito Ottori. —Justo como Vladimir, el apellido de Kenshi se oyó raro debido al marcado acento—. Vladimir lo ha mencionado mucho en sus cartas.
—Kenshi. —Vladimir le pasó al menor una mano sobre sus hombros con una gran sonrisa—. Él es Sasha, es mi mayordomo.
Kenshi asintió en reconocimiento.
—Ya veo. Sea bienvenido. Espero que sea bueno el contenido sobre mí en esas cartas —dijo, dando una mirada de reojo a Vladimir—. O lo lamentarás —susurró.
—Ya entiendo a qué te refieres con lo de mal carácter siendo tan pequeño —le comentó en ruso a Vladimir. A Klaus se le escapó una risa, se mordió el labio para no seguirlo haciendo—. Traje todo lo que me pediste.
—Fantástico, siempre puedo contar contigo. —Le dio una fuerte palmada en el brazo como agradecimiento—. Llevemos todo adentro, quiero enseñárselo a Kenshi. ¿Trajiste también la ropa para Klaus?
—Por supuesto, está en la otra maleta. —Acercándose al carruaje, el mayordomo sacó 3 grandes maletas.
—¿Para mí? ¿Qué se supone que me trajeron? —Klaus se acercó a curiosear la maleta pero Sasha le regañó como a un niño pequeño.
—Ropa de invierno —cortó Vlad—. Para ti e Irina. La necesitarán cuando vengan con nosotros a Rusia. —El menor frunció el ceño. Sasha no se sorprendió por la mención de la niña en vista de que fue Vladimir quien le solicitó que trajera las prendas, aun así se sentía curioso por ver a la hija del niño Klaus.
—Yo no quiero ir a Rusia.
—La decisión está tomada. —Klaus estuvo a punto de protestar pero logró escuchar el llanto de Irina que recién se despertaba de su siesta. Con un gruñido frustrado, Klaus se giró para irse.
—¡No iré a Rusia! —gritó antes de meterse en la casa.
—Imagino el motivo por el que no quiere volver —comentó el mayordomo.
—Ha mejorado bastante —le confesó Vladimir, tomó una de las maletas y las otras dos las cargó Sasha, negando la ayuda de algún sirviente—. Vamos, Kenshi, también pedí algo para ti.
El japonés les siguió.
—Me pregunto qué será.
Dentro de la casa guiaron a Sasha por los enredados pasillos hasta el salón principal. Jim se encargó de algún tentempié, algo simple del occidente pero con el toque oriental para ir acostumbrando al recién llegado a la gastronomía japonesa. Como todo europeo recién llegado, Sasha se sintió desconcertado por el tamaño de los muebles y por los ¿cubiertos? ¡Palos de madera! Miró a Vladimir en busca de una explicación pero el ruso tan sólo se encogió de hombros. Sentado en el piso, el pelinegro comenzó a abrir las maletas. Dejando a un lado la que pertenecía a Klaus, primero abrió una de cuero marrón. Dentro había abrigos, camisas, corbatas, guantes, gorros y bufandas de lana, todo en la talla de Kenshi.
Kenshi tenía una cara extraña; se sentía como un niño que espera juguetes en su cumpleaños y recibe ropa interior.
—¿Ropa invernal? —Tomó una gorra y se lo colocó. Sabía que era un error dejarle entrar a su habitación—. Es crueldad desilusionar a las personas con este tipo de cosas, ¿sabes?
—No seas gruñón, de todos modos no ibas a encontrar nada apropiado aquí en Japón para el frío de Rusia. —Le enredó al japonés una bufanda en el cuello y le puso un abrigo azul marino sobre los hombros. Sasha, mientras tanto, rebuscaba en la otra maleta. Le alcanzó a Vladimir una pequeña caja de terciopelo rojo—. También está esto. —Abriendo la cajita, le mostró un hermoso anillo de oro blanco con un zafiro como adorno además de dos circones a cada lado.
—El anillo de la familia Volsk —dijo Sasha, nostálgico—. La señora Aniushka le dio este anillo al señor cuando cumplió su mayoría de edad. Lo estuve guardando hasta que el momento adecuado llegara.
Kenshi se quitó las prendas de ropa, dejándolas sobre el equipaje. Observó el anillo, abriendo un poco más los ojos por la sorpresa. Era una pieza increíble.
—Ninguno de ellos vendrá, ¿no?
Sasha quiso responder a eso pero Vladimir se le adelantó.
—Ni de chiste. —Tomando la mano de Kenshi, le puso la joya en el dedo anular. Admiró como la joya prácticamente se adaptaba a Kenshi—. Hermoso —le dijo, dándole un beso corto—. Éste es el anillo que te pondré cuando digamos los votos matrimoniales —añadió mientras rebuscaba en su maleta algo.
Kenshi no dijo nada, mirando el anillo con expresión neutral.
—¿No te importa? —preguntó—. ¿Siquiera tu madre?
Vlad detuvo su búsqueda. Se quedó mirando unos abrigos como si la prenda fuera la cosa más interesante del mundo. Respirando hondo, los hizo a un lado para seguir buscando.
—No creo que a mis padres les agrade mi matrimonio. —Llegó hasta el fondo de la maleta, sacó un traje empaquetado perfectamente en una bolsa de tela—. Si te hace feliz, le enviaremos a mi madre unas flores y una fotografía de la ceremonia. —Levantándose del suelo, sacó el traje, era un traje de gala militar en rojos, azul marino y decoraciones en dorado—. ¿Qué te parece? Lo usaré en la boda.
Sin embargo, Kenshi ya estaba ideando algo.
Miró el traje, en cambio, y asintió.
—Elegante. Te verás bastante guapo. —Luego, dejando el codo en la rodilla y apoyando en mentón en la mano, sonrío coqueto mientras decía—. Al menos durante el tiempo que lo uses ese día hasta la noche.
Vlad sonrió encantado. En verdad esperaba la noche de bodas.
—Ya quiero que llegue esa noche. Los gemelos me dijeron que te tienen un traje especial. Te verías encantador con un liguero. —Medio se burló el ruso pero la realidad es que la simple idea lo excitaba muchísimo.
Sasha carraspeó para hacerse notar. No iba a tolerar una charla tan subida de tono. Kenshi se carcajeó.
—Sigue soñando, porque solo ahí me verás usando eso. —Hizo un gesto despectivo—. Pero no hablemos de eso en frente de los viejos.
—Encantador —farfulló Sasha con la nariz arrugada—. Excelente elección ha hecho, señor —dijo con un sutil tono sarcástico. Vlad sólo sonrió, Sasha realmente era un hombre ortodoxo.
—En unas semanas te acostumbrarás a él. —Se giró a Kenshi para hablarle en voz baja—. No le hagas caso, nunca he logrado hacer que se relaje.
—Déjame eso a mí. —Sonrió, levantándose— Les dejaré por un momento. Si no estoy para vigilar los preparativos, harán un desastre monumental. —Al pasar junto a Vladimir, se estiró para dejarle un beso— Siéntase como en su casa, viejo —le dijo a Sasha.
Bufando, el mayordomo se puso a recoger toda la ropa que Vladimir desordenó. Vlad sonrió encantado cuando se acordó de que Kenshi continuaba usando el anillo.
—¡Eh! —Le detuvo antes de que saliera del salón. Le dio otro beso y al mismo tiempo le quitó el anillo—. Esto se queda conmigo.
—Ah, cierto. Por ahora. —Hizo un gesto hacia Sasha—. Será mejor que le presentes a la bebé mientras. Klaus debe tenerla acaparada.
—Al menos está distraído.
Cuando Kenshi se fue, el ruso se sentó con las piernas cruzadas en la mesa de centro. Mientras veía a Sasha acomodar las maletas, le contó lo sucedido con Klaus y los avances de su experimento.
—Está enamorado —dijo al cabo de un rato el hombre, mirando significativamente a Vladimir.
—Asombroso, ¿verdad? —Sonrió el mayor.
—Casi un milagro. —Eso le borró el buen humor a Vladimir.
—Tonterías.
—A la señora seguro le alegraría... —comenzó Sasha pero Vladimir le cortó.
—Si le envío una invitación a ella, lo más seguro es que mi padre venga. Ella no hace nada sin su aprobación —dijo con amargura—. La unión de dos hombres con dos nacionalidades completamente diferentes ya es bastante llamativa como para agregarle una riña familiar. —Sasha no intentó persuadirle de nuevo. Cuando terminó de acomodar, Vlad le ayudó a pararse—. Vamos para que conozcas a Irina, es toda una ternura.
N.E.: ¡No estábamos muertas, estábamos de parranda!
¡FELIZ NAVIDAAAD!
Aquí en Venezuela ya es navidad. Y bueno, excusas no daré, solo que hubo mucho trabajo para cada integrante del grupo; trabajos, universidad, vida, etc., pero no acabaremos el año sin terminar esta historia. Así que prepárense para una HIPER-MEGA-SUPER MARATÓN con los ÚLTIMOS 10 CAPÍTULOS de ENTRE TUS GARRAS. Así que mantengan su pañuelo cerca.
Copyright © 2016 protegido en SafeCreative.
No al plagio. Sé Original.
