Capítulo 38
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Poco después de la llegada de Sasha, y aprovechando que Vladimir estaba distraído con Klaus e Irina en otro lado de la casa, Kenshi se acercó al mayordomo para mostrarle la misma y los terrenos alrededor por sí mismo como anfitrión. Esa era una buena excusa para estar a solas con el viejo sin parecer sospechoso especialmente con Vladimir. La boda se celebrará en poco menos que una semana.
Kenshi le explicó cómo sería la ceremonia, de la misma forma que se la explicó a Vladimir. Se llevará a cabo en un santuario sintoísta. Harán una pequeña comitiva formada por el sacerdote que presidirá la ceremonia, los novios, y seguido familiares cercanos, que por no ser muchos, Kenshi cambió la regla y añadió a varios miembros de la servidumbre y guardia que son especiales para él, hacia un templo cercano. Allí cumplirán un ritual de purificación, se leerán las palabras de compromiso y harán las ofrendas a los dioses sintoístas. Ahora vendría la parte divertida, pero sumamente importante en toda la ceremonia: el rito de "San sankudo". Una sacerdotisa servirá sake en un vaso 3 veces; el novio lo beberá poco a poco 3 veces exactas –en representación del cielo, la tierra y el hombre–, seguido por el otro. Esto se repetirá 3 veces. Kenshi explicó que se hace de esa forma ya que el 3 es un número sagrado que traerá la felicidad a la pareja y representa la unión de la misma en cuerpo, mente y espíritu. Esto lo harán luego del intercambio de anillos, y los juzus –una clase de Rosario–. Terminado el rito, el sacerdote bendecirá a los novios y los declarará esposos. Se servirá sake a los invitados por igual mientras se felicita a los novios, se toca la música tradicional, una sacerdotisa bailará, acabaran con un rezo y saldrán del templo de la misma forma que entraron.
A Kenshi no le molestó las expresiones o preguntas que hizo el viejo, ya estaba preparado por la vez que le explicó lo mismo a Vladimir. Mientras daban la vuelta al final de los terrenos para regresar a la casa principal, Kenshi cambió de tema.
—Pero hay una razón en específico por la que quise dar este paseo con usted —comenzó—. Sé que Vladimir no está en buenos términos con sus padres, en especial su padre, sin embargo, me doy a la idea de que la boda de un hijo, en especial si es único, es algo importante para su progenitor. Haciendo a un lado al padre de Vlad, por lo poco que sé, no querrá venir. —Calló un instante, deteniéndose y mirando al anciano—. Pero su madre imagino que sí. Necesito su ayuda para que ella venga. Tengo la esperanza que sea más comprensiva que el esposo que tiene. Claro, todo esto sin que Vladimir se entere. —Ladeó la cabeza, echando una mirada hacia la casa a un par de metros—. Tengo la sospecha de que si se entera no le gustará, así que más vale pedir perdón que pedir permiso.
Sasha miró detenidamente al joven frente a él, hizo una pequeña mueca.
—Hacer planes a espaldas de su futuro marido no me parece la mejor manera de empezar un matrimonio —regañó arrugando la nariz. Se quitó el monóculo para limpiárselo con un pañuelo que sacó de su bolsillo—. Sin embargo, admiro su entereza por proponerme esto. —Se volvió a poner el monóculo en su lugar—. El amo Volsk ha sufrido mucho a manos del señor Dimitre pero estoy convencido de que le gustará ver a su madre, aunque no lo demuestre en un principio.
—Tecnicismos —desdeñó a sus primeras palabras—. Vlad no se queda atrás en eso. —Recordó a las veces que el muy pillo planeó ver al emperador por sí solo o cuando planeó llevárselo sin su consentimiento a América—. ¿Entonces es un hecho, viejo? Le pido a usted porque es el único aparte de Vlad que conoce a sus padres y sabrá qué razón puede ser suficiente para que su madre venga sin su esposo, sin que éste ponga quejas.
—Haré lo que pueda pero debe entender que la señora Aniushka nunca se la separado de su esposo. Es una de las razones por las que el amo Volsk no ha vuelto a verla.
—Pues siempre hay una primera vez —insistió Kenshi—. Usted lo dijo: a Vlad le gustará verla. No se va a separar por años. Estoy seguro que hay miles de formas de traerla sin el general. Un familiar enfermo, un viaje de amigas, visitar a unos parientes, etcétera, etcétera —citó.
Sasha rodó los ojos.
—Ojalá fuera así de simple —suspiró—. Iré a hacer los preparativos. Confío en que tendrá lista una recámara de huéspedes acorde para alojar a una dama europea.
Kenshi sonrió, sintiéndose de alguna manera ganador.
—Por mi futura suegra, haré todo lo que esté a mi alcance. —Hizo una leve reverencia.
—Señorito Ottori, le recomiendo comportarse cuando la señora llegue. Después de todo, va a presenciar una boda entre dos hombres. No sería prudente espantarla antes de tiempo. —Se acercó para decirle un secreto al japonés—. Los rusos no suelen ser muy abiertos de mente. Es sólo un consejo.
—Mi comportamiento será impecable. Ya lo verá. —Le instó a continuar—. Lo único que me pregunto es de dónde diablos salió la mente de Vlad. Con lo que me dice, él es su propio bicho raro.
—Yo también me lo pregunto, señorito. —Sonrió levemente el mayor, recordaba la niñez de Vladimir—. Era un niño muy curioso y activo, siempre cuestionando las enseñanzas del señor Dimitre. Vladimir era todo lo que el hijo de un pastor no debe ser.
—De no ser así, imagínese la vida tan aburrida que habría tenido —pensó en voz alta—. O deprimente. ¿Por qué es tanta la devoción de la madre para con el padre, incluso por sobre el hijo? En primera creía que los sacerdotes no podrían casarse por ser devotos a su dios.
—El señor Dimitre es un pastor, no un sacerdote. Los pastores son distintos a los sacerdotes porque atiendes a una pequeña comunidad. Se les permite formar una familia siempre y cuando cumplan con las expectativas de la comunidad. —El hombre comenzó a caminar de vuelta a la casa. Era suficiente naturaleza para él en un día, esperó a que Kenshi le siguiera para seguir hablando—. Por otro lado, la señora Aniushka es devota a sus votos. Es parte de su creencia ser fiel a su esposo y cumplir con lo que se espera de ella aún si no está de acuerdo con eso.
—Eso suena más a una vida de esclava social. —Kenshi frunció un poco el ceño. Era la misma clase de vida que tuvo e iría a tener su madre si aún hubiera seguido con vida. Suspiró—. No esperaría que se sienta relajada aquí, tomando en cuenta el complot. Solo quisiera que estuviera presente en la boda de su hijo.
—Espero que sin la influencia del señor Dimitre, ella sea comprensiva. —Le confió ese pequeño pensamiento personal a Kenshi.
Los siguientes días fueron muy ajetreados, con una actividad que hacer tras otra, Vladimir y Kenshi casi no tenían tiempo de estar juntos, mucho menos cuando empezaron a llegar los invitados rusos. Vladimir junto con Sasha tuvieron que encargarse con todo lo concerniente a ellos; alojamiento, un pequeño tour turístico para que conocieran un poco de la cultura nipona. No es como que Vladimir supiera mucho así que tuvieron que llevarse a Klaus que había vivido más tiempo ahí y manejaba el idioma. Vladimir estaba aprendiendo, lentamente pero al menos ya sabía cómo saludar, o algo parecido, le costaba mucho la pronunciación.
El día de la ceremonia, Vladimir y Kenshi fueron a arreglarse a cuartos diferentes. Mientras que Kenshi era ayudado por los gemelos, Vladimir estaba con Klaus y Sasha. El mayordomo se tomó la molestia de traerle un traje a Klaus, un frac negro muy elegante con botones de plata a la altura de la cintura y una pajarita blanca para el cuello. Una de las jóvenes sirvientas le ayudó a hacerse una cola de sirena en el pelo. Irina también fue arreglada debidamente para la ocasión, un adorable kimono blanco con flores de sakura estampadas y bordes fucsias. Klaus salió con Irina para arreglar los últimos detalles mientras Vladimir terminaba de ponerse su uniforme de gala. El ruso se contemplaba en el espejo como si aún no lo pudiera creer.
—Voy a casarme —le murmuró a Sasha en ruso.
—Así es, señor. ¿Nervioso? —preguntó pasándole las manos por los hombros para alizar la tela.
—Sí, y emocionado. ¿Alguna vez pensaste que éste día llegaría?
—Ni en un millón de años, señor —respondió honestamente y Vladimir no pudo evitar estar completamente de acuerdo. Junto con el abandono de su casa también dejó de lado toda idea de desposarse algún día, en ese tiempo pensaba que sólo iban a ser él y su trabajo por siempre, pero no contó con que conocería a Kenshi. Fue una atracción inevitable, cómo dos átomos.
Poco después de eso dio comienzo a la ceremonia, los invitados fueron acomodados en sus sillas, con los invitados de Vladimir a la izquierda y los de Kenshi a la derecha, escogieron el lago como el lugar ideal para la ceremonia. La mayoría de los invitados extranjeros, si bien no mostraban el obvio asombro que sentían, miraban todo con curiosidad, incluso a los invitados que pertenecían al lado de Kenshi con sus ropas tradicionales. Vladimir fue el primero en desfilar por el altar con Sasha a su lado, después entró Kenshi acompañado por la señora Volsk. Vladimir tuvo que contenerse de no abrir la boca estúpidamente al ver a Kenshi siendo escoltado por su madre. La mujer sonrió al llegar hasta su hijo, le puso una mano en el hombro y nada más con ese gesto Vladimir se inclinó hasta su altura para que le dieran un beso en la mejilla.
—Estás guapísimo —le dijo Aniushka con una sonrisa antes de darle otro beso a Kenshi e ir al lado de Klaus y Sasha para presenciar la ceremonia.
—¿Sorprendido? —El japonés sonrió—. Te dije que te verías muy guapo y elegante con ese traje.
El ruso dio un nervioso vistazo a los invitados, escrutando los rostros con más detalle. De alguna manera irracional temía que su padre saliera de algún rincón del templo y empezará a gritar blasfemias en contra de ellos.
Obligándose a sí mismo a calmarse, volvió su vista a Kenshi.
—Tú y yo hablaremos después.
—No he hecho nada. Relájate.
Dos sacerdotisas se acercaron junto al sacerdote y empezaron la ceremonia. El hombre intentaba oficiar en un inglés simple pero en la mayor parte lo hacía en japonés. Kenshi le decía a Vlad qué hacer en voz baja; cuando sirvieron el sake, le recordó que debían tomarlo en tres sorbos.
Cuando fue el intercambio de anillos, Kenshi tomó el del ruso y luego su mano, entrelazándola un momento.
—Cuando te vi la primera vez, creí que ibas a ser un estorbo en mi vida. Sin embargo, resultaste ser el hombre más molesto...pero maravilloso e increíble que jamás esperé conocer. Tenía miedo de enamorarme..., de salir herido, pero poco a poco lograste obtener un lugar en mi corazón. Justo ahora no me arrepiento de los momentos que tuvimos, y que espero sean más a partir de ahora. —Soltando su mano, deslizó el anillo por su dedo.
Con el corazón en la garganta, una suave sonrisa se dibujó en los labios del ruso. Acariciando el dorso de la mano de Kenshi, dijo:
—La primera vez que te vi tuve la impresión de un niño mimado y arrogante, cosa que no ha cambiado mucho y aun así, aquí me tienes a tus pies, tu lealtad y determinación me cautivaron. Aquí y ahora, frente a todos, te hago la promesa de que siempre estaré a tu lado, velaré por tu bienestar y aún cuando discutamos y nos enfademos el uno con el otro puedes estar seguro de que siempre te amaré.
El sacerdote volvió a hablar para acabar la ceremonia, anunciándolos marido y consorte; luego todos salieron del templo. No fue sino al estar fuera que Kenshi se detuvo y se giró a Vladimir, estirándose para poder besarlo como había querido dentro. Vladimir correspondió el beso con entusiasmo, incluso abrazó a Kenshi por la cintura y le hizo dar una vuelta antes de permitir que sus pies volvieran a tocar el suelo. Algunos invitados se quedaron mirando a la pareja, sólo los más cercanos a ellos aplaudieron y los felicitaron, la mayoría de los rusos aplaudieron sólo por cortesía mientras que otros los veían suspicaces. Aniushka estaba dividida entre la felicidad y la duda.
Klaus, Sasha e Irina se acercaron también a felicitarlos, la bebé quiso jalar el uniforme de Vladimir pero el alemán se lo impidió a tiempo. Todos los invitados fueron conducidos de vuelta a la casa Feudal donde celebrarían la recepción de la boda en el área del lago.
Kenshi tomó la mano de Vladimir mientras se acercaban al lago, luego de un rato en silencio.
—No estarás molesto en verdad por lo de tu madre, ¿o sí? —Le miró de reojo.
El oji-azul se tomó su tiempo para responder la pregunta.
—No molesto pero sí perturbado. Tienes suerte de que no me diera un infarto en la iglesia.
—Si es por tu padre, no pensaba mandar a traerlo. Le pedí ayuda a Sasha para que solo viniera tu madre. —Sonrió—. Ahora sé de dónde salió tu atractivo. Sus ojos son igual de hermosos que los tuyos.
Como pocas veces sucedía, el comentario logró colorear la pálida piel de las mejillas de Vladimir.
—Kenshi, contrólate —regañó en un susurró el ruso—. Todavía tenemos que esperar a la noche de bodas, no me incites antes de tiempo. —Siguieron caminando, saludaron a unos cuantos invitados en su camino para llegar a la mesa principal donde estaba el pastel—. Tengo curiosidad. ¿A mi anticuada madre no le dio un infarto cuando se enteró de que me iba a casar con un hombre?
—Es increíble que logre hacer que te sonrojes por algo así. Novato. —Desdeñó con una sonrisa—. Em, sí. Le sorprendió. Pero ya la viste, lo parece aceptar bastante bien. —Le miró—. Ama a su hijo.
—Sólo espera a que vuelva a casa y verás cuanto sigue amando a su hijo —dijo con un ligero toque amargo en el fondo pero sólo eso, no había odio profundo o resentimiento, simplemente lo tomaba como un hecho verídico que sólo estaba tardando en volverse realidad—. Ésta noche deberás hacer un gran esfuerzo para satisfacerme. Haz logrado que Sasha actúe a mis espaldas.
Kenshi se rió, pero de la forma en que alguien mantenía un malvado plan.
—No he terminado de hacer cosas. —O de un niño planeando travesuras.
—Y pretendo tener un hijo contigo —dijo en obvio dramatismo—. Realmente. ¿Qué me has hecho que he lanzado toda mi cordura por la borda?
—Tú fuiste quien me pidió matrimonio, te aguantas. —Al llegar al pastel, tomó un poco del merengue en su dedo y lo llevó a la punta de la nariz del mayor—. Te va a encantar, ya lo verás. Hasta querrás repetir —rió.
—Realmente lo espero. —Sacándose el guante, se limpió el merengue de la nariz con el dedo y se lo llevó a la boca. Besó a Kenshi con el sabor dulce fundiéndose entre los dos. Un carraspeo profundo interrumpió el beso; volviendo a la compostura, Vladimir se dio cuenta de que un hombre de su misma altura, rubio y de ojos claros estaba parado frente a ellos. Al igual que Vladimir, vestía un uniforme de gala— Arman —reconoció Vladimir al hombre quien respondió el gesto con una inclinación de cabeza.
—Quería acercarme para dar mis felicitaciones a la nueva...pareja —le dijo en ruso a Vladimir. Asintiendo, Volsk cambió al inglés para dirigirse a Kenshi.
—Arman es un compañero de la milicia —explicó al japonés, y continuando con el inglés ésta vez se dirigió a Arman—. Te presento a mi esposo, Kenshi Ottori.
—Es un placer conocerlo y que haya aceptado la invitación, además... —Kenshi hizo una reverencia. Al fijarse mejor en el nuevo ruso y sus condecoraciones, supuso que sería alguna clase de coronel. Uno muy guapo, cabe destacar.
Vlad le explicó a su compañero que era un saludo típico de Japón. El rubio hizo un gesto de "Oh. Comprendo".
—Fue toda una sorpresa enterarse de que Volsk se iba a casar. Todos apostamos a que sería el solterón del grupo.
Kenshi dejó salir una risita.
—Lamento haber sido la razón por la que algunos debieron haber perdido esa apuesta. Aunque justo ahora me alegro que haya sido así. —Volteó a ver a Vladimir, aun sonriendo con diversión—. Que terrible hubiera sido si alguien se me adelantase.
—Me debes ochenta rublos —le dijo a Vladimir, el pelinegro desestimó eso con un bufido—. Claro que nadie imaginó que te quedarías con un niño.
—Arman —advirtió Vladimir.
—El chico debe ser un pez gordo para que consideraras casarte con un hombre.
Kenshi se cruzó de brazos, indignado.
—Si es por mi tamaño, ustedes son unos mastodontes. Lo cual no es justo.
—Por favor. ¿Cuántos años puedes tener? No puedes tener más de 20, eres un niño.
—21 —corrigió—. Sin embargo, ¿ustedes consideran la edad como una escala y no la sabiduría? La madurez no se basa en la edad...
—Algo sorprendente oírlo de ti, joven Ottori.
Kenshi se giró para ver a Fujiwara acercarse a ellos. De inmediato Kenshi hizo una profunda inclinación.
—Su Majestad.
Fujiwara hizo un gesto para que se enderezara.
—Vine personalmente a presentar mi felicitación a la pareja. La verdad me sorprende... —Miró alrededor, desde el lago al bosque— el lugar escogido para la celebración.
Vladimir le susurró a Arman quien era Fujiwara, los dos hicieron una leve reverencia en reconocimiento a diferencia de Kenshi.
—Agradecemos su asistencia a la boda —pronunció Vladimir al emperador, luego hicieron la breve presentación de Arman.
—Un placer conocerlo, emperador.
—Igualmente, coronel —dijo después de un asentimiento. Se giró a Vladimir—. No iba a faltar, después de todo. Aunque no podré quedarme por mucho. Siguen avistamientos de ataques en el este que requieren de mi atención.
—¿Americanos? Creía que con la muerte de Harold y su hijo irían a cesar.
—Lo han hecho, joven Ottori, no son igual de masivos a hace un par de meses. Pero debo dirigir apoyo a los señores feudales del este. Hasta ahora, son los únicos lugares que han recibido ataque. Espero que pronto concertemos la ceremonia para su nombramiento.
Kenshi no dijo nada, salvo un leve movimiento de cabeza.
—Si necesita apoyo militar —comenzó Vlad—, como acordamos, Rusia estará dispuesto a ayudar a Japón en lo que necesite.
Arman alzó las cejas sorprendido. Así que era una boda con beneficios, eso explicaba un poco más las razones de Volsk para casarse. De verdad era difícil imaginarlo perdidamente enamorado. Fujiwara asintió, y luego de un par de palabras, se alejó.
Kenshi suspiró.
—La verdad no esperaba que asistiera...
—No sería raro —comentó Arman— Los líderes siempre quieren que todo se lleve como ellos quieren. —Volvió su atención a Vladimir—. Ahora veo la realidad de este matrimonio. Bien pensado, Volsk, muy bien pensado —felicitó el rubio—. Cómo siempre, demuestras esa aguda inteligencia que te pone a cargo en los laboratorios. ni por un momento me creí esa cursilería de votos que se pronunciaron. No combina para nada contigo.
—Las alianzas siempre son útiles. —Fue lo único que dijo, en contraste a sus palabras tomó la mano de Kenshi, discretamente acariciando el dorso con el pulgar.
—Precisamente. —Asintió el mayor—. Bien, me despido. Mis felicitaciones una vez más a la feliz pareja —dijo con una risita irónica antes de marcharse con el resto de invitados.
Esperando un momento, Kenshi jaló la mano de Vladimir.
—Vamos, tenemos que saludarlos a todos. Y tienes que hablar con tu madre.
—No necesito hablar con ella para saber lo que va a decirme —dijo obstinadamente, recorriendo el lugar para saludar a todos los invitados.
—Vladimir. —Su tono se asimilaba al que se usaría para regañar a un niño—. Es tu madre. No puedes simplemente ignorarla. —Le tomó del brazo—. Menos hoy y menos cuando está acá de invitada. ¿No tienes modales?
—No tienes idea de la índole de nuestra relación. —Llegaron con uno de los invitados de Kenshi quien también les presentó sus respetos y felicitaciones.
Fueron de un lado a otro, intercambiando un par de saludos y palabras. Como lo dijo, Fujiwara se marchó al rato. Descansaban por un momento disfrutando del banquete que Jim hizo con el resto de los encargados. Un pequeño grupo con instrumentos tocó varias canciones que la pareja bailó, a Kenshi recordándole aquel baile que tuvieron en el campamento rebelde en América.
Pronto la fiesta fue acabando. Sasha le tendió la emboscada a Vladimir casi al final de la fiesta cuando la mayoría de los invitados se fueron. El mayordomo acercó a la señora Anoushka para que hablara con Vladimir. Fulminando con la mirada al hombre mayor, el pelinegro cuadro los hombros frente a la mujer de 165 cm de estatura, cabello negro y ojos azules con un apretado vestido azul oscuro.
—Madre —dijo en un tono rígido. Claro que no se esperó el despliegue emocional de su madre cuando le lanzó los brazos al cuello y le besó la frente.
—Vlad. Mi Vlad —murmuró la mujer con los ojos aguados. Ese gesto desarmó completamente a Vladimir que terminó rodeando la cintura de su madre en un apretado abrazo y enterrando la nariz en su cuello. Ahora con los nuevos sentidos del dragón, se daba cuenta que su madre olía a lirios.
Desde donde estaba, Kenshi vio a Vlad con su madre. Sonrió, y se alejó para darles su espacio al tiempo que se reunía con los gemelos para terminar de organizar la noche.
El par se sentó en una de las mesas a conversar. Después de la parte emotiva, Vladimir sabía que los siguientes temas no serían tan placenteros, Sasha se aseguró de servir una copa de brandy para Vlad y un té para Anoushka.
—Estoy tan feliz de verte hijo. —Fue lo primero que dijo después de sorber su peculiar té verde. En Rusia no había nada parecido y menos en la taza de barro que estaba servida—. Me sorprendió mucho recibir la invitación de tu matrimonio junto a una carta de Sasha. Pensaba que nunca querrías casarte.
—Bueno. Ya ves las vueltas que da la vida.
—No fue una ceremonia católica —comentó ella.
—No lo fue —dijo simplemente el ruso y no quiso ahondar en el tema.
—Me hubiera gustado verte casado por la iglesia... —Otro sorbo de té y miró nerviosa a Vlad. Él ya sabía lo que se estaba guardando.
—Dilo.
—Es un hombre.
—Lo sé. —Vlad frunció el ceño, poniéndose rígido—. Seguramente tendrás tu opinión sobre eso —dijo despectivo.
—Las tengo —admitió en voz calma—. Pero no diré nada si sé que eres feliz. Sólo lamento que no puedas darme nietos.
—Te sorprendería lo que puede lograr la ciencia. —Vlad notó la miraba acongojada que le dirigió su madre.
—¿Sigues con eso?
—Por supuesto —respondió con orgullo—. No hay nada que me haga de cambiar de opinión.
—¿Ni siquiera tu padre? —preguntó con un poco de esperanza.
—Mucho menos él —desdeño el ruso—. Y no es mi padre. Lo dejó bastante claro la última vez que nos vimos.
Kenshi se acercó a Sasha luego de unos minutos.
—¿No cree que...sea adecuado darles un descanso? —preguntó—. Está empezando a tener esa expresión que le hace ver como un viejo amargado —dijo haciendo un gesto hacia Vladimir.
Con un discreto suspiro, Sasha asintió. Acomodándose en su recta postura, Sasha se acercó a la pareja.
—Mis disculpas por interrumpir —dijo en ruso—. Señora, su recámara ya ha sido acomodada.
Agradeciendo la intervención, Vladimir se puso de pie. Dejó el brandy sin tocar sobre la mesa.
—Seguro ya debes estar cansada. Hablaremos en otra oportunidad.
Anoushka reconoció la despedida. Le dio un beso a Vladimir en la mejilla como despedida antes de seguir a Sasha a la comodidad de la casa feudal. Solo, Vladimir se volvió a sentar masajeándose el puente de la nariz. Kenshi contó hasta cinco antes de ir con su ahora esposo; quería darle unos leves segundos. Sentándose en el sitio que ocupó la madre, le tomó la mano.
—Vamos. Solo te han aparecido dos arrugas y una cana. No ha sido tan malo ¿o sí?
—Es un sentimiento agridulce. —Haló la mano de Kenshi hasta que el menor se sentó en su regazo. Sin soltarle la mano, apretó su cintura y dejó descansar su frente en el hombro del japonés—. Es como si me alegrara de verla y quisiera abrazarla, pero entonces abre la boca y recuerdo exactamente por qué me he negado a verla tanto tiempo.
Ahogando una risa, Kenshi le abrazó, acariciando desde sus hombros hasta donde alcanzaban sus manos en su espalda.
—Suele pasar con algunos padres. Sin embargo ella te ama, a pesar de todo. Y tú la quieres, a pesar de todo. —Acomodó un mechón del corto cabello negro—. Y ve el lado positivo: le has dado un respiro de estar junto al ogro que tiene por esposo. Si yo fuera ella estaría saltando de alegría.
—Es demasiado... —se calló el apelativo degradante para sus adentros—. De cualquier manera sigue siendo un misterio para mi cómo es que logró venir sola y sin que mi padre irrumpiera la ceremonia. Supongo que me enteraré de eso luego.
—Puedes preguntarle de eso a Sasha o a ella después. Justo ahora... —Cogió entre sus manos el rostro del ruso, dándole un beso que les dejó sin aire a ambos— tenemos cosas de suma importancia, vida o muerte, que hacer.
—Noche de bodas —anticipó el ruso con entusiasmo. Pasando sus brazos bajos las piernas y la espalda de Kenshi, lo alzó en vilo para llevarlo cargado como a una novia hasta la habitación.
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El cuarto fue preparado específicamente para esa noche. El antes futón que estaba sobre el piso ahora fue colocado encima de una cama de madera baja, donde un tatami protegía la madera del suelo. Aquella idea fue creada cuando ambientaban las habitaciones de los extranjeros, incluyendo la madre de Vladimir. Pero la de ellos tenía pétalos decorando el lecho, velas y un suave olor a rosas y vainilla. Junto al lecho había por igual un bol cubierto y un pincel sobre una mesilla.
Kenshi, sin embargo, estaba más concentrado en besar a su esposo y arrebatarle cada pieza de ropa que llevaba encima. Por lo que cuando cayó sobre la cama procedió a hacer dicha tarea; ayudaba a Vladimir a quitarle y quitarse la ropa, sus manos acariciaban cada trozo de piel que descubría, sus labios devoraban los otros en un ansía sin fin. Al ser el primero en liberarse de las vestiduras –una de las ventajas orientales–, Kenshi rodó hasta quedar Vladimir bajo él ahora. Pieza a pieza volaba: desde la casaca, al pantalón, camisa, todo estorbaba en su deseo de sentir su piel haciendo contacto con la de su pareja. Acariciaba y besaba cada zona descubierta; su cuello, su pecho, dando atención a sus pezones, percibiendo como los mechones de su propio cabello rozaban la piel al deslizarse hacia abajo.
Era limitado. Se detuvo a medio camino de llegar a su verga, irguiéndose con una sonrisa.
—Quiero probar tu autocontrol...y tu tolerancia —susurró, acercándose solo para darle un largo y profundo beso, antes de inclinarse y coger el bol de la mesa junto al pincel—. No quiero que me interrumpas, al menos hasta que ya no lo soportes. —Y destapó el bol, el aroma del chocolate regándose lentamente por el lugar.
—Chocolate —murmuró el ruso al reconocer el olor de su dulce preferido. Un sonrojo le cubrió desde el pecho, el cuello hasta las mejillas, un gemido estrangulado se le escapó cuando se hizo una idea de lo que pretendía hacer Kenshi—. Eres diabólico —le dijo con una gran sonrisa. Se dejó caer en las almohadas, ofreciéndose a su esposo—. Soy todo tuyo.
—Lo sé, por eso me aprovecho. —Kenshi tomó el pincel y lo hundió en el líquido marrón usándolo como tinta.
Procedió primero a pintar sus labios; escribió símbolos que tocaban su clavícula, pecho, y torso. Ahogando una risa, escribió algo más en el que una línea llegó hasta la mitad de la verga de Vladimir. Kenshi se veía como un niño al que estaban complaciendo mientras pintaba con chocolate el cuerpo del ruso. Durante las suaves pinceladas, el cuerpo del ruso vibró y tembló cuando las suaves hebras oscilaron por sus costados haciéndole cosquillas, también vibró cuando el chocolate hizo contacto con la suave piel de su prepucio, el inesperado toque de esa nueva textura le hizo gemir y moverse incómodo.
Kenshi se movió para quedar a un lado del ruso.
—Veamos... —Se dispuso a preguntarle por donde quería que comenzara, pero prefirió hacerle esperar un poco, comenzando por sus labios.
Con su lengua lamió el chocolate que los pintaba, besándolo para compartir el dulce sabor del mismo; bajó entonces siguiendo la línea de cada símbolo que dibujó, chupando al pasar por las tetillas. Siguió el descenso hasta llegar a la línea que recorría el pene, su lengua pasando por todo el largo y continuando hasta meterlo todo en su boca.
—¡Oh, sí! —gimió Vladimir sin poner contenerse, sintió que se derretiría con el calor de la boca de Kenshi. Desde que el dragón invadió su sistema siempre tenía frío, producir calor su propio calor se volvía difícil pero aquí, con Kenshi jugando con su cuerpo, regalándole tan erótica vista de sus labios manchados con chocolate y sus mejillas llenas con su miembro hacía que el calor aumentara hasta niveles insoportables. Mordiéndose el labio, estiró su mano para enredar sus dedos con el lacio cabello negro del japonés, parpadeó confundido cuando no sintió la textura de las hebras, tarde se dio cuenta de que aún llevaba puestos los guantes del uniforme.
Con un gruñido frustrado se quitó los guantes arrojándolos a cualquier parte, acunando el rostro de Kenshi lo alejó de su erección y sentándose en la cama se inclinó para alcanzar los labios manchados de su pareja.
Sonriendo, Kenshi guió una de las manos de Vladimir hacia su propio cuerpo, mientras que con la otra se encargaba de masturbar la erección de su esposo.
—Aún queda...más chocolate...si todavía quieres jugar...
—Jugaremos —dijo con una sonrisa predadora—. Pero esta vez jugaremos a algo diferente—. Atrapando a Kenshi por la cintura, lo hizo girar hasta que quedó de cara en el colchón con el ruso sobre su espalda. Alzó su cadera hasta que su trasero quedó expuesto en el aire—. Oh, sí, esta es una buena vista —dijo, relamiéndose los labios. Embadurnando el pincel de chocolate, pasó el líquido por entre las nalgas de Kenshi, también pintó el pirineo y sus bolas—. Exquisito —dijo con la voz ronca, inclinándose para lamer todo el chocolate esparcido.
Un jadeo largo salió de la boca de Kenshi, quien volvió a hundir el rostro en el colchón. De por sí la sensación de las cerdas del pincel le provocó un cosquilleo que se extendió por toda su zona sur; su mano dejó de aferrar la sabana que cubría la cama, pasándola por todo su cuerpo hasta llegar a su miembro, eso junto a la lengua de Vladimir limpiando el meloso dulce hurgando allá abajo se volvía una sensación explosiva.
—Pon más chocolate…, solo no pares…
Con la boca embarrada de chocolate, Vlad se apartó un momento.
—Ven acá, quiero intentar algo. —Bañando su pene con chocolate, se acostó boca arriba e instó a Kenshi para que se pusiera encima de él en una posición de 69. Debidamente acomodamos, volvió a pasar el pincel por las nalgas de Kenshi para seguir lamiendo y chupando.
Relamiéndose los labios, la lengua de Kenshi lamió desde la base hasta la punta todo el chocolate que embardunaba el pene en sus manos, estirando un poco el cuello para alcanzar las zonas por las que el chocolate se deslizaba. Concentrarse en su tarea a la vez de las eléctricas sensaciones por las que pasaba su cuerpo era algo complicado. Tragó entero la erección hasta sentir la punta casi tocar su garganta, abarcándolo todo lo más posible.
—¡Ah! Espera, espera —pidió Vladimir, dejando caer la cabeza en el colchón intentando llevar la mayor cantidad de aire a sus pulmones y apaciguar su desbocado corazón. Apretaba y acariciaba los muslos de Kenshi—. Dame un momento. ¿Dónde aprendiste a hacer eso?
—Eso qué importa —desdeñó, al sacar de su boca toda la erección, aunque la manoseaba lento con una mano.
—No quiero saberlo —terminó por decir. Dio una mordida a la nalga izquierda dejando una buena marca de sus dientes en la piel clara. Embadurnando sus dedos con el chocolate, los acercó a la entrada de Kenshi—. Usaremos el chocolate como lubricante.
Con todas las preparaciones hechas con Kenshi acostado de espalda en el colchón y Vladimir entre sus piernas, el ruso comenzó a penetrarlo, primero lentamente, se sentía tan bien estar dentro de ese resbaloso interior. Espiando hacia la parte de abajo, se dio cuenta de lo morboso que era ver cómo el chocolate se desbordaba de la entrada de Kenshi cuando empujaba su miembro en su interior. Dio suaves estocadas hasta que introdujo todo donde se quedó quieto esperando a que Kenshi se acostumbrara a la invasión, mientras tanto, lo distraía con suaves besos en sus labios y cuello.
Kenshi le rodeó con brazos y piernas, acariciando hombros y espalda, respirando hondo para relajarse entero. La mayor parte del aire olía a chocolate.
—Mmh. Muévete… —incitó moviendo las caderas—. No quiero que seas suave hoy. —Llevó sus labios al cuello—. Sino rudo…, haz que no pueda sentarme mañana —bromeó, pasando su lengua por la piel, hincando los dientes en ella hasta causar una marca visible.
—Tus deseos son órdenes —irguiéndose, tomó las piernas de Kenshi para sostenerlas contra su pecho mientras sus manos se deleitaban en agarrar las caderas del menor para atraerlo hacia sí comenzando las rudas embestidas.
—¡Así, ah, así! —clamaba, poco importándole los ruidos que hiciera. Total, los invitados estaban hospedados bastante lejos de esa habitación. Los dedos de sus pies se crispaban a cada embate, al igual que su cuerpo en cuanto la punta del glande golpeaba su próstata. Eran como chispas recorriéndolo de abajo hacia arriba.
Con los músculos tensos y la respiración acelerada, Volsk arremetió con todas sus fuerzas dentro de Kenshi en un desquiciado ritmo que le haría doler los músculos en la mañana, y a juzgar por los gritos de Kenshi, lo más seguro es que no pudiera ni siquiera caminar en todo el día. Pasó los muslos de Kenshi a uno sólo de sus hombros, la nueva postura lograba que el interior del menor se sintiera aún más apretado.
Tomando su miembro en su mano, Kenshi comenzó un movimiento rápido, masturbándose al ritmo de cada arremetida, siseando ante la combinación de dolor y placer. Después de todo el tiempo organizando de un lado a otro, sin poder siquiera tener un momento de lujuria, aquello era la gloria; alargó el momento un poco más, solo hasta el punto que ya no podía soportarlo antes de correrse, su pecho siendo manchado por su propia esencia, tensándose alrededor de la erección del ruso.
—¡Ah! —gritando su orgasmo, Vlad se derramó dentro de Kenshi, quedándose quieto disfrutando del orgasmo, apretó las piernas del menor entre sus brazos depositando lánguidos besos en la piel que alcanzaba. Cuando su miembro empezó a perder dureza salió del menor, un sonido húmedo resonó en medio de la habitación. Mirando deliberadamente hacia abajo, se encontró con el desastre de semen y chocolate que era Kenshi—. Erótico —murmuró sin poder apartar la mirada.
Éste intentaba recuperar el aire, los mechones de cabello de la frente pegándosele a la misma. Dejó caer las piernas a un lado, languideciendo en la cama, respirando hondo una y otra vez. La raja la sentía arder un poco, y solo pudo sonreír ligeramente ante eso. En definitiva no iría a poder sentarse bien mañana.
—Realmente…necesitaba algo así… —Luego suspiró.
—Mis huesos se sienten de gelatina —murmuró el ruso, dejándose caer al lado de Kenshi. Rodó un poco para poder abrazarse al pequeño cuerpo—. Ésta era la sorpresa de la que hablaban los gemelos.
—Sí… —Giró la cabeza, estirándola un poco para poder alcanzar su rostro, besando mejillas y labios—. Mucho mejor que lo tradicional.
—Ciertamente, aunque verte usar un liguero tampoco estaría nada mal. —Vlad chilló cuando Kenshi le dio un pellizco en la tetilla—. ¡Auch!
—Te quedarás con las ganas. Baka —murmuró por lo bajo.
Frunciendo el ceño, Vladimir se sentó en la cama mirando a Kenshi, molesto.
—¡No estoy gordo! —le dijo indignado—. Puede que haya comido un poco más de lo debido estos días pero es porque Sasha se la pasaba detrás de mí para que probara la comida y la aprobara. También es tu culpa por traer chocolate a la cama, está fuera de lugar que me llames vaca.
Kenshi le miró a su vez, alzando una ceja.
—Baka —repitió—. Significa estúpido. Creo que sí te queda el apelativo. —Entonces, se rió—. Admite además que estás pesado.
Vlad rodó los ojos, sintiéndose realmente un idiota, aunque Kenshi debía admitir que baka y vaca sonaban muy parecido.
—¿Con que eso crees? —Con una sonrisa maliciosa, se acostó encima de Kenshi, dejando caer todo su peso sobre él sin importarle que la corrida anterior se le pegara a la piel—. Esta noche dormiremos así y no pienso moverme.
—¡Vladimir! —Kenshi le intentó apartar—. ¡Mueve tu existencia de encima! Me ahogas, estoy quedándome sin aire. Serás acusado por haber ahogado a tu esposo en su noche de bodas, ¡idiota!
Riéndose, Vladimir se apartó un poquito de Kenshi, tan sólo lo suficiente para que pudiera respirar, lo acalló fácilmente cuando comenzó a besarlo, profundos besos lentos que hicieron que el menor se derritiera y se olvidara de gritar.
Pero un par de besos después, Kenshi atacó con cosquillas, sus manos rozando cada zona sensible al cosquilleo del cuerpo de Vladimir, defendiéndose cuando este contraatacó. Finalmente, Kenshi le convenció de ir a darse un baño para quitar todo resto de chocolate que pudieran tener en el cuerpo. Les tenían preparado una tina con agua caliente en una habitación cercana, donde ambos mimaron el cuerpo del otro mientras se lavaban, a Kenshi le resultó bastante refrescante sobre todo para su trasero. Al volver, las sabanas sucias habían sido cambiadas, todo parte del plan que Kenshi ideó con ayuda de los gemelos, aunque debía de agradecer a Jim también por la idea de la cama.
Se acostó, trayendo al ruso con él, pegándose completamente a su cuerpo.
—Hora de dormir, querido esposo —bromeó, dejando un beso en la punta de su nariz—. Que tengas lindos sueños conmigo.
—Los tendré —le aseguró. Acunó a Kenshi entre sus brazos, con una pierna entre las del menor con todo su cuerpo en contacto. Relajado entre el calor de las mantas, cerró los ojos con absoluto placer—. Te amo.
—Y yo te amo a ti. —Hundiendo la nariz en su cuello, Kenshi permaneció un rato sintiendo su cercanía y los latidos de su corazón, sensación que le fue adormeciendo minuto a minuto.
Antes le tenía desagrado a casarse; haberlo hecho con quien podría considerar su otra mitad se equivaldría a haber hallado al mayor tesoro del mundo.
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