Capítulo 39

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Los recién casados no salieron del cuarto sino hasta la tarde, se unieron justo a tiempo en el comedor con los demás para un almuerzo tardío. Cuando llegaron, se encontraron con Klaus e Irina acompañando a Anoushka, gracias al ruso fluido del alemán podían mantener una agradable conversación. Anoushka estaba dándole algunos consejos sobre bebés que el alemán tuvo mucho cuidado de memorizar.

Con un par de semanas de vida, la niña estaba más activa y ahora movía la cola y las alas intentando jugar con ellas. Al principio la señora Anoushka estuvo perturbada por la apariencia de padre e hija pero como los demás, hizo de la vista gorda.

—Buenos días, madre —saludó en ruso Vladimir al entrar al comedor tomado de la mano de Kenshi, ayudó a su esposo a sentarse en el comedor.

—Buenos días, Mrs. Anoushka —saludó por igual Kenshi, primeramente, y luego a los demás.

Tuvo que sentarse con mucha calma, y maldijo en silencio las costumbres occidentales. Habían ambientado la casa de acuerdo a esas costumbres por las visitas, así que se sentaban en mesas y sillas a la hora de comer –en los salones de descanso continuaban con lo usual–, por lo que hubiera preferido sentarse sobre sus piernas a hacerlo sobre la silla. Intentó decirse que era su culpa y aceptara las consecuencias. «Valió la pena», se gritaba en su mente.

Klaus le envió una sonrisita burlona al japonés por su limitada movilidad.

—Días —respondió Anoushka a Kenshi en un precario inglés, se notaba que aunque lo entendía no lo hablaba mucho a diferente Vladimir. La mujer extendió su mano a su hijo y él la tomó para darle un beso en el dorso luego se sentó al lado de Kenshi.

—Me agrada éste cambio —dijo al referirse a la mesa de comedor.

—Disfrútalo mientras puedas —murmuró Kenshi por lo bajo— Solo lo hago por los occidentales. Pero justo ahora mi trasero no está feliz —terminó. Antes de empezar a comer, añadió en un tono más normal—. Al terminar de comer podríamos darle un paseo a tu madre por el lugar. No todos los días se visita una tierra nueva. ¿Qué le parece la idea?

Vlad transmitió el mensaje a su madre en ruso y ella asintió agradecida hacia Kenshi. La señora Anoushka estuvo un par de minutos intentando imitar el movimiento de palillos de Klaus pero se rindió prefiriendo usar los cubiertos occidentales que acostumbraba.

—¿Cómo les fue anoche? —preguntó Klaus a la pareja. La pregunta hizo que las mejillas de la mujer tuvieran un leve tono rosa.

—Klaus, eso no se pregunta en la mesa. ¿No tienes modales? —regañó Kenshi, sin siquiera avergonzarse—. Sobre todo delante de una dama.

—Qué serio —se burló el menor. Su humor en estos días estaba considerablemente mejor a comparación a sus primeros días después del funeral, a veces tenía alguna recaída pero Irina lo sacaba fácilmente de su estado depresivo.

—Vladimir —interrumpió Anoushka—. ¿Cuáles son sus planes para la luna de miel? ¿Tendrán una?

—La tendremos —confirmó el ruso, al igual que su madre optó por usar los cubiertos, no tenía suficiente práctica con los palillos—. Planeamos ir a Rusia un par de días, tengo que organizar algunos papeles y también quiero enseñarle el lugar.

—Oh. Que maravilloso. Tu padre se pondrá tan feliz cuando vayas de visita.

—No iremos a casa, madre.

—No creo que sea adecuado —intervino Kenshi. Luego bajó la voz para dirigirse a Vlad—. No intentes discutir con ella en la mesa.

Vladimir asintió pero Anoushka no estaba dispuesta a dejar el tema tan fácilmente.

—Vladimir, ya han pasado 17 años. Estoy segura de que si hablan...

—Ya hemos hablado de esto. Miles de veces, él tiene su modo de pensar y yo el mío. Evidentemente no llegaremos a un punto medio. —¿Por qué ella tenía que insistir?

—Ya entiendo de dónde salió tu tozudez —se burló Kenshi—. Cambia el tema o distráela. —Tomó el vaso para beber un poco de agua.

—Madre, por favor, no discutamos eso aquí. —Trató de apaciguar Vladimir. Anoushka se mordió el labio inferior y asintió, bajando la mirada a su plato.

Por un momento. hubo un silencio incómodo hasta que Irina comenzó a gimotear llamando la atención, entonces Klaus se encargó de distraer a la niña haciendo morisquetas, lo cual distrajo a los adultos y el almuerzo pasó sin mayor inconveniente. Jim llegó para ayudar a las chicas a recoger los platos. Era además quien se encargaba de las comidas, ya que era el único que Kenshi conocía que sabría la gastronomía occidental. Aprovechó así para ayudar a Klaus a cuidar de la bebé. Fue un gusto para él ver que estaba la madre de Volsk. Durante la ceremonia la había visto aunque no pudo acercarse a presentarse. Hasta ahora.

—Madame, Jim Alhassan a su servicio. Di alojo a su hijo cuando llegó aquí a Japón. Comprendo ahora de dónde sacó su atractivo —dijo, al hacer una reverencia—. Es un gusto conocerla, él no suele hablar de su pasado.

Anoushka pareció avergonzada y encantada con el elogio a partes iguales, al menos hasta que escuchó la última parte, parecía triste.

—¿No lo hace? —miró a Vladimir con grandes ojos azules.

—No hay mucho que decir —dijo como quien no quiere la cosa.

—No. La verdad siempre sentí curiosidad por quienes eran sus padres o la razón de su silencio. Sé que no debería meterme, pero siempre sentí curiosidad.

—No sabía que te causáramos tanto vergüenza como para tener tanto secretismo sobre tu familia, Volodya —dijo su madre decepcionada y el rostro rígido.

—No me llames "Volodya", no soy un niño.

—Te comportas como uno —continuó ella.

—¿Exactamente qué es lo que quieres que diga, madre? Quizás quieras que hable de mi enfermizamente estricto padre, que me hacía memorizar la misa en latín y libre dios que me llegara a equivocar en una palabra. El hombre me corregía con un reglazo y me hacía repetir todo desde el principio, o esa vez que me mandaron a hacer 4 horas de penitencia arrodillado recitando el padre nuestro sólo porque tuve curiosidad cuando encontré un libro sobre evolución de Charles Darwin. ¿Cuál de las dos prefieres?

Por debajo de la mesa, Kenshi colocó su mano en su pierna a la altura del muslo, pidiéndole que no sea duro con ella. Jim por otro lado, aunque sabía que había inducido a un tema peligroso, no pudo evitar sorprenderse abriendo mucho los ojos. Él mismo era devoto a su propia creencia, pero jamás había escuchado de un caso tan extremista como aquel. Ni siquiera...

—No sabía que tu padre fuera tan religioso —murmuró.

—La palabra se le queda corta —dijo en un ligero tono burlón, posó su mano sobre la de Kenshi bajo la mesa, indicándole que apreciaba su preocupación.

—No era la primera vez que te regañábamos por leer las palabras de un hereje...

—Charles Darwin es un científico reconocido que demuestra su teoría respecto a la vida del planeta con hechos tangibles —discutió Vladimir con los dientes apretados.

—No deberías tomarlo como si fuera una ofensa —intervino Kenshi, augurando una fea tormenta—. Ni debería importarte. En realidad a ninguno. Creo que el principal problema aquí es que anteponen las creencias a la unión familiar —suspiró—. Después de todo, según los cristianos, Cristo es todo amor, ¿no es así? —preguntó con un tono irónico. Negó—. No deseo que discutan. No fue mi razón para haberlos reunido aquí, sin importar quién tenga la razón.

Respirando hondo, Vladimir se obligó a calmarse, sólo para no seguir haciendo un espectáculo.

—Sí, disculpen la escena, no era mi intención arruinar el almuerzo. Madre, disculpa mi falta de respeto —dijo muy formal, inclinando la cabeza levemente hacia Anoushka.

Sabiendo cómo se sentía Vladimir, Klaus le dio una excusa para alejarse un poco.

—Irina y yo saldremos a calentar nuestras escamas. ¿Nos acompañas, Vlad?

—Sí. Calentar escamas, suena agradable. —Se levantó de la mesa junto al alemán, brevemente le dio un beso a Kenshi—. En un rato podemos reunirnos para el paseo.

El par de europeos salió del comedor sin comentar mucho. Klaus se despidió de Anoushka dejando a la mujer con Kenshi y Jim. Kenshi se sirvió un poco de agua, mientras que Jim ocupaba el asiento de Klaus.

—Lamento haber causado un problema —dijo Jim.

—Tarde o temprano iría a ocurrir. Ninguno de los dos debería sentirse mal. —Miró a la mujer—. Imagino lo tormentoso que debió resultar cada discusión cuando él estaba con ustedes.

Anoushka estaba sentada recta en su silla, estoica, negándose a dejarse llevar por las emociones negativas que la embargaban. Lindo papelón hizo durante el almuerzo con su nuevo nuero, no era necesario agregarle un estado deprimente a eso.

—La relación entre ellos empeoró cuando Volodya cumplió los doce. Entiendo su enojo, estaba de acuerdo en que algunos de los castigos eran muy arcaicos.

—Pero es muy difícil anteponerse ante la pareja especialmente si se es mujer —murmuró.

—Lo dices como si supieras... —notó Jim.

Kenshi asintió, tomando el vaso.

—Mi madre. Yo también tenía que atenerme a las reglas de mi padre, cosa que no quería. Aunque no eran igual a los de Volsk Padre, gracias al cielo. —Bebió un poco de agua.

—Pensaba que estaba haciendo lo correcto —murmuró ella, fijando la mirada en el intrincado diseño de un pergamino colgado en la pared—. Cuando me di cuenta de que eso sólo lo alejaba más de nosotros ya era un adolescente, el resentimiento estaba ahí y no había mucho que pudiera hacer.

—Solo debe ser valiente. —Kenshi dijo, alzándose de hombros—. Vladimir es su hijo también, aunque ya sea un hombre ahora. No creo que sea tarde para nada..., mientras aún le importe. Y él la quiere, me lo ha dicho, pero es todo este asunto con su padre y la religión que le irrita. Por eso digo que no debería darle tanta importancia.

—Ya a estas alturas no tiene caso, la última vez que intenté reunirlos todo fue un desastre, en ese entonces no podían estar en la misma habitación sin discutir, imagino que ahora se ignorarían mutuamente como si el otro no existiera. —Una risa amarga se le escapó—. Eso es exactamente lo que hacen, ignoran la existencia del otro.

—¿Quien dijo algo sobre ellos? Ya lo dijo, no tiene caso e incluso yo que ni conozco a Volsk Padre. Me refería a ustedes dos. Se puede sentir una ligera tensión entre ambos. —Bufó—. Mejore su relación con él. Aún más cuando vayamos a Rusia. Su esposo no puede prohibirle verlo, es su hijo, está en su derecho como madre.

Jim asintió.

—A usted todavía le queda algunos años para disfrutar de su compañía también.

Ella iba a decir algo pero pareció pensárselo mejor, en cambio asintió. Pensó que sería bonito disfrutar a Vladimir todo lo que pudiera en esta tierra con extrañas costumbres, porque estaba segura de que una vez que volvieran a Rusia la distancia volvería y ella no podría volver a verlo. Dejando ese pensamiento de lado alzó la mirada sonriendo a Kenshi.

—¿A qué se refería Klaus con calentar sus escamas?

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Pasaron un par de días antes de que fuera la marcha de los invitados, incluyendo la madre de Vladimir. Kenshi había inducido a todo tipo de acercamiento entre madre e hijo a pesar de que este último refunfuñara. Después de todo, Kenshi deducía que pocas serían las oportunidades –sino nulas– de que un encuentro así podría suceder de nuevo. Kenshi le dio de regalo a Anoushka una muñequita de cera vestida con el traje típico japonés, quien cargaba un mini rosario entre sus manos unidas en plegaria. La figura fue creada expresamente, por órdenes de él, para ella, en recuerdo a ese viaje. Kenshi aún no podía dejar Japón hasta que llegara el suplente que se encargaría de su trabajo mientras estuviera en Rusia. Lamentablemente esa vez no podía contar con la visita de Wen.

Cuando regresaron a la mansión, el japonés tuvo que separarse para supervisar unos arreglos que haría a la casa, dejando a Klaus con la bebé y Vladimir.

La sección que estaba siendo reconstruida daba total acceso al patio trasero y tenía conexión también a la oficina de Kenshi. Este no había querido que nadie aparte de él y los trabajadores se acercaran. Desde antes de la boda estaba siendo remodelada, y sería la única sección completamente distinta al resto de la casa, saliendo de lo tradicional. Él mismo lo consideraba bizarro por respeto a la casa en la que varias generaciones vivieron antes que él, pero era un mal necesario. Luego de eso, se dirigió al dojo para entrenar un poco. Pasó muchísimo desde la última vez que batalló, recordando entonces que su última lucha fue justo el día en que conoció a Vladimir. Se le escapó una sonrisa ante ese recuerdo y lo ocurrido después.

Le sorprendió mucho ver a Shin discutiendo con unos guardias. ¿Cuántos días pasó desde que le vio? ¡Ni Jim sabía dónde se había metido! Luego del entierro de Yuki se desapareció, y ya había creído que se marchó de Japón. Lo que no esperaba era que, al verle, Shin se le acercó con el ceño fruncido. Viéndolo fijo, tenía un aspecto deplorable: el cabello desgreñado, una barba de pocos días y la ropa desarreglada, algo sucio. Parecía un mendigo total...

Hasta que le dio un puñetazo.

—¡Eres una maldita escoria! ¡Tú y tu maldito padre deberían estarse refundiendo en el infierno! —Unos guardias le detuvieron antes de que volviera a golpear a Kenshi.

Este se agarró la quijada, agradeciendo que no le hubiera roto un diente.

—¡¿Qué demonios te ocurre?!

—¡Izanagi me mandó a preguntarte si el puto brebaje que le pediste funcionó! —Se envalentonaba en querer soltarse de los guardias—. ¡Qué! Funcionó, ¿verdad? ¡No tuviste escrúpulos para cumplir tus caprichos!

Kenshi estaba pálido, incluso el dolor era poco comparado al frío que sentía. Ni siquiera se movió para defenderse cuando Shin se soltó de los guardias y volvió a golpearle, sangre escapando de su nariz por el golpazo. Eso fue suficiente para hacerle reaccionar, inclinándose ante un nuevo ataque, optando por una postura defensiva. Al tenerlo cerca pudo oler el alcohol, por lo que era fácil predecir que Shin estuvo bebiendo. Aún así le sorprendió que tuviera tal fuerza o reflejos.

Quizás no estuviera borracho..., aún.

—¡Detente de una vez!

—¡Tú no te detuviste para drogarlo! —espetó. Kenshi le sostuvo desde atrás, maldiciendo la estatura de Shin cuando éste usó el codo para darle en el pecho, quitándole el aire y provocando que le soltara.

Más guardias llegaron, tres sosteniendo a Shin y otros cuatro apuntándole con sus armas.

—¡Quieto!

Otros dos se acercaron a Kenshi.

—Kenshi-sama, ¿se encuentra bien?

—Necesita un sanador.

—¡Acaben con él!

—Basta ya —masculló Kenshi, escupiendo sangre y saliva a un lado—. Llévenlo a las celdas...y denle un baño de agua fría. Luego me encargo de él.

—Pero, señor... —Quiso discutir uno, siendo interrumpido por Kenshi.

—Obedezcan. —La orden salió entrecortada por un ataque de tos ligero.

Haciendo un asentimiento, arrastraron a Shin a pesar de sus protestas y palabrotas.

—¡Esto no se quedará así, bastardo! ¡Izanagi me lo dijo! ¡Todo fue causa tuya! ¡Fue tu maldita culpa! ¡Tú causas–!

—¡A callar! —Uno de los guardias le dio un puñetazo, cortándole las palabras.

Vladimir y Klaus estaban dando un paseo por los terrenos cuando escucharon el alboroto, el ruso corrió hasta donde estaba Kenshi mientras que Klaus se quedaba rezagado escuchando la palabrería de Shin.

—Kenshi. —El ruso dio un respingo cuando vio el hilo de sangre que manchaba los labios y ropa del japonés—. Sube la cara —le instruyó. Se sacó un pañuelo del bolsillo con el que presionó la nariz de Kenshi para detener la sangre—. ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Por qué te golpeó?

—Está borracho —murmuró, quitándole el pañuelo y presionándose la herida él mismo—. Todos vuelvan a su trabajo, el show terminó. Manténgalo vigilado y que nadie se le acerque—. ordenó a los demás, caminando a la casa.

—Los borrachos no actúan sin un motivo —replicó Vlad, siguiéndolo—. ¿Qué le hiciste?

Kenshi tuvo que detener su caminata cuando la muralla llama Klaus se le plantó en frente.

—¿Es cierto lo que dijo Shin? —le interrogó con el ceño fruncido—. El brebaje que te dio Izanagi —repitió las palabras de Shin—. Es ese brebaje, ¿no? El que me hizo perder el control y violar a Yuki.

Kenshi le miró, serio. Indiferente, se hizo a un lado para seguir su camino. No avanzó mucho, Klaus le agarró la garganta. Vladimir reaccionó gruñendo a Klaus e interponiéndose entre ambos.

—¡Habla! —le exigió al japonés a punto de perder los estribos.

Kenshi bajó el pañuelo, frunciendo el ceño.

—No tienes ninguna maldita prueba salvo lo dicho por un borracho descarriado.

—¡Puedo olerlo en ti! —le gritó.

—Me importa un comino lo que huelas —espetó—. Lo que sea que hagas no cambiará nada. Enfócate en tus malditos asuntos, Klaus.

Anticipando las acciones del alemán, Vladimir empujó a Kenshi para apartarlo de la furia del pelinegro, terminó recibiendo un fuerte golpe que lo tumbó en el suelo.

—¡Por si no lo has notado, es mi maldito asunto!

—¿Y qué pretendes que haga? ¿O qué pretendes que diga? ¡Sí, te drogué esa vez! ¿Quieres que diga que lo lamento? No voy a hacerlo porque no lo siento —espetó, completamente harto—. Lo que sea que hicieras estando drogado no fue mi jurisdicción, porque no sabía lo que harías. Así que no puedes culparme de más nada salvo haberte puesto el brebaje. —Hizo un gesto con la mano hacia un lado—. Vete a hacer tus cosas. Golpearme o matarme no te hará cambiar el pasado.

Apretando los dientes, Klaus giró para irse pero se dio la vuelta dándole una cachetada a Kenshi.

—Lo único que te importa eres tú mismo. ¿No es así? Ciertamente, nada que haga ahora cambiará lo que hice ese día pero el dolor que causé es algo que no podré olvidar nunca. Yuki me tuvo miedo por semanas, pero por supuesto a ti no te interesa porque simplemente te lavaste las manos. ¿Así es como vas a comportarte cuando seas un Señor Feudal? Magnífico líder vas a ser —dijo con ironía.

—No tengo que darte explicaciones de cómo trabajo —murmuró, luego de sonreír—. Si no fuera así..., sería débil... Justo como tú. —Se giró, alejándose del lugar y de la casa sin mirar atrás.

Klaus se quedó tieso, temblando de rabia e impotencia, con la mirada gacha y los puños apretados con tanta fuerza que se le pusieron blancos. Vladimir se levantó del suelo un poco mareado, con un hematoma comenzando a formársele en el pómulo derecho, quiso poner una mano en el hombro de Klaus pero el menor se alejó.

—Siento el golpe —murmuró sin mirarle.

—Está bien. Lo entiendo. —En verdad lo hacía.

—No debiste intervenir.

—Fue instintivo, por eso mismo no te culpo —explicó el mayor, con la punta de los dedos se tocó el área hinchada, dio un respingo cuando un pinchazo de dolor le recorrió—. Buscaré un paño húmedo. ¿Estarás bien?

—No. Pero eso no es algo nuevo en estos días. —Se apartó sin decir nada más, cada uno tomó su camino por lugares diferente de la casa.

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El viaje en barco fue un verdadero martirio. Si cuando estaba embarazada fue horrible por las nauseas, fue mil veces peor por las nauseas del niño. En verdad era un asco de madre. ¿Cómo se le ocurría siquiera a Levoch pensar que ella podría hacerse cargo de un infante? La idea era hasta ridícula, por suerte durante el trayecto una señora mayor se apiadó de ella –tuvo que viajar en un barco para turistas. Al parecer la mujer mayor iba a visitar a su nieto recién nacido cuando se encontró a Angie intentando hacer que el niño se durmiera. Con una sonrisita conocedora se le acercó y preguntó "¿Madre primeriza?", la morena no pudo hacer más que asentir, entonces ella tomó a Michelle en brazos y en pocos minutos el renacuajo estuvo dormido. Desde entonces ella le ayudaba a cuidar a Michelle, al menos mientras estuvieran haciendo el viaje en barco, pero estaba aprendiendo un montón de técnicas para cuidar de un bebé. Sinceramente, el asunto fue más llevadero una vez que sabía que tenía que hacer. Cuando la mujer comenzó a preguntar sobre el padre de la criatura le dijo que se iba a reunir con él, ella no tenía que saber que iba a dejar a otro hombre que no era el padre encargado del bebé mientras ella se iba. No era abandono, se recordó a sí misma, estaba dándole un buen futuro lejos de ella y lejos de la influencia de District.

Llegó a Japón un mes después. Se despidió de la amable mujer en Hawái, ella tenía que seguir otra ruta. Llegada a los muelles de Japón, se encargó de buscar un transporte que la llevara a Hiroshima. Normalmente iría caminando pero ahora con Michelle en brazos el viaje se ralentizaba considerablemente. Una vez en Hiroshima tendría que pedir alojamiento.

Jim le vio ingerir la segunda taza de café con un poco de whisky de la mañana. No sabía si hacía eso durante las mañanas en la casa feudal o solo aprovechaba que estaba ahí para hacerlo. Esos dos días, Kenshi había tenido la misma rutina desde el día hasta la noche. Suspiró. Que vida matrimonial tan divertida si ya había pasado la noche –dos en realidad–, fuera a los pocos días de casarse. Llegó de improvisto diciendo que se quedaría allí por algunos días... y luego le contó lo ocurrido.

Se distrajo al ver a una mujer cargando un bebé entrar.

—Bienvenida, madame. ¿En qué puedo servirla?

La mujer morena de ojos amarillos le dio una larga mirada antes de acercarse a la barra.

—¿Tiene habitaciones disponibles?

—¡Por supuesto! —Se giró para buscar la llave de una habitación—. Primer piso, quinta puerta. Girando a la derecha por ese pasillo están las escaleras —le indicó, dándole la llave.

—Gracias —dijo tomando la llave y acomodando al bebé en sus brazos—. ¿Tiene algo de comer para el niño?

—Sí, creo tener un biberón de una clienta a la que se le olvidó —pensó en voz alta. En caso contrario tendría que pedirlo a una de las casa vecinas—. ¿Desea que se lo lleve a la habitación?

Aburrido, Kenshi volteó la mirada desde su lugar para ver con quién hablaba Jim. Frunció el ceño. Aquella mujer le parecía bastante familiar...

—Sí. Lo agradecería bastante. También quisiera un Whiskey en las rocas. —Se acomodó el enorme bolso para bebé en el hombro, antes de irse volvió a mirar a Jim—. Y que sea doble —le dijo antes de subir las escaleras siguiendo las instrucciones del negro.

Jim parpadeó. No debía ser la madre..., si fuera su bebé y tomando en cuenta el tamaño de este, debía de estar lactando aún. Todas las madres que él había conocido no bebían alcohol mientras el bebé lactaba, la leche materna era primordial en su crecimiento.

—Curioso... —murmuró, rebuscando la mamila para adentrarse en la cocina.

—¿Quién era?

Jim se detuvo para mirar a Kenshi.

—Em. No le he preguntado el nombre. —Se alzó de hombros—. No suelo imponer eso. La mayoría de los inquilinos que he tenido extranjeros vienen y se van, y no suelen querer decir su identidad.

—¿Y si es un asesino psicópata igual no le preguntaras? —ironizó.

—¿Por qué en vez de decirme cómo tratar a mis clientes no regresas con tu marido? —Se puso los brazos en jarras—. ¿Sabe él que estás aquí?

—Conociéndote, ya habrás delatado mi paradero —espetó, dando otro trago a su café, más bien el último.

—Esa no es una respuesta. Klaus debe de haberse calmado...

—No seas molesto. Ahora soy un cliente tuyo. Creo que deberías tratarme como tal.

—Eres el único que he tenido que se esconde como un niño tras la falda de su madre.

—Sí, sí, como digas. —Dejó la taza y salió del bar a dar una vuelta.

Jim le vio partir, alzando la mirada al cielo en busca de paciencia. Regresó a su quehacer. Tardó unos quince minutos en llevar una mamila con la leche tibia para el bebé y un vaso con el whisky en una bandeja a la habitación de su recién nueva huésped. Cuando Jim entró al cuarto después de tocar, se encontró con la mujer sentada en la cama luchando con el niño de cabello castaño para cambiarlo de ropa. El bebé estaba siendo testarudo al no querer dejarse poner el conjunto de marinero que Levoch le compró, en cambio intentaba coger el cabello de la morena que tenía al alcance.

—Quédate quieto. A mí tampoco me gusta el conjunto pero tienes que soportarlo. ¡Auch! —se quejó cuando Michelle le cogió un largo mechón de pelo y se lo tiró—. Maldito renacuajo. Espero que Klaus te tenga más paciencia que yo.

—¿Klaus? —Jim parpadeó, dejando la bandeja en una mesa cercana—. ¿Conoces a...? —Le tomó un minuto exacto saber quién era la mujer—. Eres Angie, ¿cierto? —Avanzó hacia ella—. Permíteme. No pareces tener paciencia con los niños. —Pero en cuanto se fijó en la criatura, quedó de piedra. Como Irina, era distinto, pero en vez de toparse con unas diminutas y adorables escamitas, unas orejas extrañas salían de su cabeza y una cola por atrás... Orejas y cola de gato.

Miró del niño a ella..., el distinto color de cabello...y esos rasgos, sobre todo en la forma de sus hijos difícil de pasar por alto.

—Este bebé...es hijo de Shin... ¿Cierto? Shin me ha hablado mucho de ti... —comentó, colocándole el traje al bebé con la práctica que solo haber ayudado a Klaus con Irina pudo darle.

Angie entrecerró los ojos, tomándose un largo minuto para decidir si el negro era una amenaza y qué hacer con eso. Al final optó por tomar la pequeña ventaja que se le ofrecía.

—Lo es —afirmó, siguiendo con la mirada los movimientos de Jim—. ¿Dónde está ese irritante japonés?

Jim suspiró.

—Según me dijo Kenshi, encarcelado. —Cuando terminó con el bebé, se giró para ir por la mamila y el vaso—. Creo que te has perdido de mucho. —Le tendió el vaso. Luego, cargó al bebé y procedió a darle el biberón—. Primero, debes saber que Yuki murió. Fue mientras daba a luz. Digamos que eso no sólo ha destrozado a Klaus sino a Shin también. Se perdió por un tiempo mientras se emborrachaba hasta que volvió y causó un revuelo en la casa feudal que tuvieron que ponerlo bajo arresto.

Tomó el vaso ofrecido dándole un largo trago satisfactorio, por todos los infiernos, en verdad necesitaba eso.

—Qué lástima. Klaus parecía feliz a su lado. —Sinceramente le importaba muy poco la muerte de Yuki pero si eso afectaba a Klaus, entonces eso cambiaba las cosas—. ¿Shin está encarcelado? —Ella sonrió—. Vaya, que buena noticia. Tal vez deba aprovechas mi suerte antes de que se termine. ¿Qué tan deprimido está Klaus? —Tanteó alzando una fina ceja.

—No podría decirte justo ahora, pero la última vez que le vi estaba bien —dijo—. La presencia de la bebé le ha ayudado bastante a sobrellevarlo.

—Bien. —Dio otro sorbo a la bebida—. Entonces otro bebé lo mantendrá el doble de ocupado.

Jim la miró.

—Así que dejarás al bebé con Klaus... —No era una pregunta. Le afirmaba el doble la presencia de ella con el bebé allí.

—Así es —murmuró ella sin mucha ceremonia. Miró a Michelle en los brazos de Jim, tomaba la leche tranquilamente, moviendo las manitos, las orejitas moviéndose intentando captar cualquier pequeño sonido. Ella tuvo que recordarse una vez más que estaba haciendo lo correcto.

—Te importa —dijo el hombre—. Creo...que hubieras podido ser una buena madre...si estuvieras en otras circunstancias, claro. —Giró la mamila un poco—. ¿Tiene nombre?

—Magnifica madre hubiera resultado. —Se burló ella—. Ni siquiera puedo cambiarlo de ropa sin ayuda. —Miró a otro lado intentando distraerse—. Michelle. Se llama Michelle.

—Es solo cuestión de práctica. —Su mirada bajó hacia el bebé—. Michelle —repitió—. Es un bonito nombre.

Angie iba a decir que ella ni siquiera lo escogió pero no tenía caso decir algo como eso, en cambio estuvo de acuerdo con Jim.

—Es un bonito nombre. —Estuvieron un rato sin decir nada más, Jim terminó de alimentar a Michelle y ella dio el último sorbo a su whiskey antes de levantarse—. Si me disculpas, es hora de que me reúna con Klaus, no quiero quedarme más tiempo del indispensable.

Jim asintió, afortunadamente el bebé había quedado dormido. Se lo pasó a Angie, cuidando no despertarlo. Antes de que ella saliera del cuarto, habló.

—Es peligroso, ¿verdad? Por eso quieres que él se mantenga alejado...

—Es lo mejor que puedo hacer —le dijo sin voltearse a mirarlo—. Michelle será criado con amor lejos de la corrupción y Shin... Shin seguirá vivo. —Fueron sus palabras al cerrar la puerta tras ella.

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Habían pasado dos días y todavía no sabía nada de Kenshi, bueno en realidad sabía dónde estaba, como la otra vez Jim envió a un mensajero para notificar la presencia de Kenshi en su bar. Sin Kenshi en la casa Vladimir era prácticamente el responsable puesto que ahora era su esposo, por suerte los gemelos Kuma y Kaoru estaban a su lado para hacer las traducciones necesarias. Un guardia le recordó a Vladimir la presencia de Shin, agradeciendo el recordatorio el ruso fue a hablar con Shin, esperaba que esas horas en la cárcel le dieran la oportunidad de serenarse.

Shin estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared mirando a la nada. Salió de su ensimismamiento al oír que alguien se acercaba. Después de todo, solo él estaba en aquel maldito lugar.

Sonrió irónico al ver a Vladimir.

—¿Qué, tú serás el juez?

—Shin, comportarte. No soy tu enemigo. —Se paró frente a la reja con la espalda recta—. Ahora que el alcohol salió de tu sistema podemos hablar civilizadamente.

Shin chistó, apartando la mirada.

—¿Qué quieres?

—Liberarte, pero sólo si estás calmado. Tendrás que quedarte aquí si sigues con intenciones de atacar a Kenshi.

Shin se rió amargamente, sin gracia alguna.

—Claro. Que se puede esperar. Tú y él son idénticos. Tú no te detuviste en arruinarle la vida a un hombre tal como él con tal de cumplir sus deseos. —Bajó la cabeza, rascándose la ligera barba que tenía—. Tal para cual —susurró. Giró la cabeza hacia él—. Tú no estuviste para ver el estado de Yuki... pero eso te da igual, ¿cierto?

—No. Llegué para ver las consecuencias de dicho acto y para traer al mundo a la sobrina que has estado ignorando por más de una semana. ¿Dónde está el aclamado amor de hermano? Si ni siquiera te has dignado a saber cómo está la niña y tu cuñado.

Shin no habló, mirando obstinado a Vladimir. Éste último continuó.

—Mira, yo no soy Jim para darte consejos y ser paciente. Si quieres mantenerte aparte, yo no te voy a detener. —Le hizo una seña a un guardia que estaba cerca para que abriera la puerta—. Sólo digo que no deberías alejarte de la única conexión que te queda de tu difunto hermano. —La puerta fue abierta y Vlad esperó con las manos dentro de los bolsillos a que el castaño se levantara—. En caso de no volverte a ver quiero agradecerte por traerme hasta acá, nunca lo hice. En caso contrario espero que vayas con Jim, te des un buen baño y vayas a ver a Irina. Klaus debe estar con ella calentando sus escamas.

Shin le observó ceñudo unos dos minutos antes de levantarse. Pasó por su lado sin decirle nada, saliendo de aquel calabozo. Vladimir tampoco dijo nada, caminaron juntos en silencio hasta que tuvieron la oportunidad de separarse tomando caminos diferentes.

Afuera en la entrada de la casa feudal, una mujer joven cargando un niño hablaba con el guardia. Con un poco de convencimiento la dejó entrar, vagamente preguntó el paradero del soldado alemán, le dijeron que podría encontrarlo en el estanque de los peces koi, ese era su lugar predilecto. Shin iba a pasar de largo si no fuera porque aquella figura le era jodidamente conocida. Tuvo el impulso de seguir su camino, de no seguir en ese lugar... pero tenía que ir tras ella. Había preguntas que necesitaban respuestas.

Angie caminó por los terrenos mirando a todas partes por si veía a Klaus, por suerte el guardia tuvo razón, el alemán estaba sentado en el estanque de los koi con un bultito rosa en su regazo. A tan sólo unos pasos de distancia, Klaus se volteó para verla, sintió su característico olor a fresas a la distancia.

—Angie... —se asombró de verla ahí.

—Hola —saludó ella. Con pasos lentos se acercó al pelinegro y se sentó en una roca sobresaliente al borde del estanque. Acomodó a Michelle en su regazo.

—¿Tu bebé? —Estiró el cuello para tener una mejor vista, el pequeño era un poco más grande que Irina, Klaus fácilmente podría calcularle un mes de diferencia con su hija—. Es adorable. Se parece mucho a ti.

—Ella se parece mucho a ti. —Señaló la morena cuando los ojos amarillos de la niña captaron a la nueva persona.

—Sí. También heredó mi condición —dijo en un tono apagado, todavía no sabía sentirse incómodo o feliz con eso. Angie sonrió cuando le quitó el gorrito marinero a Michelle mostrando el cabello castaño y las orejitas gatunas—. Oh. Sucedió lo mismo.

—Así es. —Los dos se quedaron un momento sin decir nada. Angie tomó la iniciativa yendo a sentarse al lado de Klaus en la grama, los bebés al tenerse cerca intentaron alcanzarse torpemente—. Necesito un favor. —Klaus la miró atento a sus palabras—. Quiero que te quedes con Michelle.

Las oscuras cejas del alemán se alzaron hasta casi alcanzar el borde de su cabello.

—Tú... Quieres que yo... Angie, no puedo —comenzó a negar—. Yo no sé... Soy un padre primerizo, todavía me las estoy arreglando con Irina...

—Klaus —interrumpió ella—. Sabes que no te lo pediría si no fuera por... —Su tono de voz bajó hasta hacerse casi un murmullo—. Por favor. Sé que estará mucho mejor contigo. Yo no quiero que tenga una vida como la mía... —terminó por decir, bajando la mirada a su bebé que logró atrapar los deditos de Irina—. Quiero que sea feliz y consentido, que sea criado por un padre amoroso y no por prostitutas. Quiero que aprenda a hacer galletas, no ha beber una botella entera de Whiskey a los 10 años sin vomitar. Te lo pido... —Alzó la mirada conectándose con la de Klaus—. Te lo imploro.

El alemán miró de Angie al bebé, respirando hondo asintió.

—Yo lo cuidaré.

El rostro de Angie se iluminó, estaba tan feliz que se inclinó para besar la mejilla de Klaus.

—Gracias. Una cosa más... No le digas que yo soy su madre.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Klaus. —Ella rodó los ojos—. Sé realista, ningún niño me querría como madre. Ahórrale el sufrimiento, si quieres di que morí o lo que quieras, pero no le digas quién soy yo. —Mordiéndose el labio inferior, Klaus volvió a aceptar. Eran los deseos de Angie.

—Ese bebé... —La voz de Shin comenzó a oírse, a pocos metros de ellos. Sin embargo podía apreciar el cabello castaño desde su lugar y las orejas... Los engranes de su mente se movían con rapidez, haciendo cálculos, recordando fechas, mientras se acercaba a ellos.

Ese pequeño ser era su...

—Por todos los cielos.

Angie y Klaus se voltearon a mirarlo, estaban tan metidos en su conversación que no notaron el olor a manzana. Por una milésima, el rostro de Angie pareció expresar absoluto terror pero lo cubrió bastante bien tras una mueca enfadada.

—¿Tú qué haces aquí? ¡Se supone que estarías encarcelado!

—Vladimir me ha soltado. —No dejaba de mirar al niño, alzando la vista hacia ella entonces—. ¿Cómo...cuál es...su nombre?

La morena miró a su alrededor, cerciorándose de que sólo eran ellos tres en el estanque, aunque no era tan ingenua para pensar que no estaba siendo vigilada. Desde su posición Klaus podía escuchar el acelerado corazón de Angie.

—Michelle. Se llama Michelle.

Shin avanzó hacia ella, titubeante. Sí, era un niño. Un pequeño niño. Un niño de Angie y él. Podía percibir el temblor en sus propias manos, y como la sensación de las lágrimas en sus ojos aparecían. Su hijo. Su pequeño Michelle... Por eternos segundos los tres se quedaron quietos, el momento se volvía tenso e incómodo. Angie luchaba para que su paranoia no se exteriorizaba mientras que Klaus miraba entre ambos sin saber exactamente qué hacer.

Angie enferma del suspenso entregó al bebé a Klaus apresuradamente.

—Cuídalo —le susurró antes de seguir sus pasos lejos del estanque.

Como saliendo de un leve trance, Shin dudó. Quería cargar al bebé, no, quería cargar a su hijo, pero aquella marcha tan inesperada de la chica le dejó confundido.

Él está con Klaus..., puedo volver por él en un momento, pensó, apresurándose en alcanzar a Angie. Logró atajarla antes de que se marchara, deteniéndola al haber sujetado su brazo.

—Espera. ¿Piensas irte así sin más? ¿Qué hay del niño?

Ella no volteó a verlo.

—Estará bien —dijo con voz neutra—. Klaus será un buen padre para él.

—Klaus... —repitió incrédulo—. ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de ti? —La giró hasta que estuviera frente a él—. ¿Piensas abandonarlo como si fuera poca cosa? Más allá de mi, ¡tienes algo por cual luchar y lo abandonas a la primera!

Los ojos de ella se aguaron por la acusación pero no se permitió ceder ante la culpa y la tristeza en cambio apartó a Shin de un empujón.

—No tienes ningún derecho a cuestionarme. ¡No sabes nada! —le espetó apartándose—. Si tanto quieres al renacuajo entonces ve con él. Ya yo cumplí mi parte. —Oh, dios, esas palabras sonaban mucho peor cuando las decía en voz alta. No, no. Es lo correcto, es lo correcto—. Ve con el mocoso y a mi déjame en paz.

—Él merece una madre, SU madre. Tú. —La volvió a detener, esta vez tomándola por ambos brazos—. Tienes la fuerza para luchar y el conocimiento, tienes apoyo, ¿por qué no lo tomas? ¡Qué demonios te detiene!

—No lo entiendes. ¡Maldita sea! —gritó, su coraza comenzaba a romperse—. ¿Por qué mierda no lo entiendes? ¿Por qué no entiendes que intento salvarte? —le gritó a la cara desesperada. Podía sentir el picor en su nuca, los estaban observando, tan sólo estaban esperando un pequeño movimiento en falso—. Déjame ir. Sé feliz con el mocoso...

—La única persona que en verdad necesita ser libre como el viento eres tú. —La besó, sin darle chance a hablar nuevamente, por un breve minuto—. Déjanos ayudarte...

Contrario a cualquier cosa que esperara Shin, la morena estaba llorando. Fueron aventados en direcciones opuestas, como empujados por una fuerza oscura que les quitó el aliento cuando cayeron al suelo. Entre los dos se materializó la peor pesadilla de Angie: District, con su traje blanco y ojos rojos ardiendo por la furia, taladraban a Shin con la mirada. El ambiente se tornó frío y desesperanzador, las sombras de los rincones temblaban ante la presencia del demonio, poco a poco se extendieron hasta oscurecer el paisaje.

—¿Cómo osas en desafiarme?

Shin se irguió, observando a la persona frente a él. ¿Un...demonio? No traía la pinta de uno. Más allá de esos sangrientos ojos que provocaba que su piel se erizara.

Se puso en pie.

—Dos razones: porque se me da la maldita gana y porque no te tengo ningún respeto. ¿Por qué debería tenerlo a un hijo de perra como tú?

¡Estúpido, tarado, idiota! ¡Mil veces idiota!, pensaba Angie con horror, tanto que se esforzó los últimos meses para mantener a Shin lejos del peligro y el imbécil prácticamente se ponía en bandeja de plata.

—Ah. Tenemos un valiente enamorado —dijo con burla—. No eres el primero. —Volteó ligeramente a Angie para hablarle—. Tendremos que empezar a ponerles número querida.

—¿Y a ninguno se le ocurrió usar agua bendita? —preguntó el japonés—. Quizás dándote un baño purificador se te quite toda la mierda que eres. —Con un gesto de mano le abarcó—. Déjala libre.

La morena se vio arrastrada hasta los brazos del demonio que la sujetó de la cintura, ella se quedó muy quieta, sus pequeñas manos se apoyaron en su pecho intentando alejarlo como único signo de resistencia.

—Esto es lo que ella desea. Adora que abuse de ella, sabe perfectamente que es mi muñeca y no puedes hacer nada para cambiarlo —le dijo complacido, pasando su lengua por el cuello de Angie. Un horrible escalofrío le recorrió la nuca.

Una piedra golpeó el hombro del demonio; Shin se había agachado para coger lo primero que viera fuera letal, siendo una piedra y no dudó antes de lanzársela, teniendo que cambiar su objetivo, que habría sido la cabeza, debido a Angie.

—Vete al infierno.

Cansado de la infantil actitud de Shin, el demonio desplegó su poder en contra del humano. La oscuridad comenzó a moverse como una masa viva y atrapó a Shin entre sus fauces como un animal rabioso.

—¡No! —gritó Angie, intentando luchar contra el agarre de District. Ella ya sabía lo que iba a pasar, lo había visto millones de veces; la masa cubriría todo el cuerpo de Shin rompiendo huesos y deshaciendo la carne hasta que sólo quedara un asqueroso montón de carne sanguinolento. Lo vio tantas veces que ya no le era posible soportarlo, no quería ver más gente morir así, mucho menos por su causa—. ¡No lo hagas! —dijo a District desesperada.

—¿Preocupada por él? —Se burló el demonio.

—¡No! Sólo no... —Shin gritó cuando su carne comenzó a arder y Angie se desesperó—. No lo mates.

—¿Lo amas? —District la miró a los ojos y ella los apartó por un momento.

—No. No lo amo, pero no quiero verlo morir así. —Esa era su respuesta más sincera hasta ahora. Ciertamente no amaba a Shin pero se preocupaba lo suficiente por él como para no querer verlo morir de esa manera.

—Bien —dijo simplemente—. No morirá por mí. —Las sombras se dispersaron lentamente, no soltaron a Shin pero dejaron de comer su carne—. Morirá por ti. —De su chaqueta el demonio sacó una daga que puso en las manos de Angie.

Shin se mordía la lengua hasta sentir la sangre en su boca para no dejar salir algún sonido por el dolor. Maldita sea. Era mucho peor a sentir agua caliente sobre la piel. Removió, o lo intentó, brazos y piernas, buscando zafarse de lo que sea fuera aquello que lo sujetaba.

—Maldito demonio —masculló por lo bajo—. ¡Que te den!

Angie miró a Shin, la mano en su hombro le recordó la verdadera amenaza; District estaba siendo indulgente al darle la tarea a ella, al menos será una muerte rápida, se consoló a sí misma. Apretando la daga en su mano, se acercó a Shin con paso firme, el tacón de sus zapatos haciendo eco en las piedras esparcidas por el terreno. Se paró delante de Shin, mirándolo detenidamente.

—Lo siento —murmuró antes de de clavarle el puñal.

Klaus junto a Vladimir llegaron en ese momento para ver lo que sucedía, toda la energía oscura alrededor los tenía alterados y asqueados a partes iguales. Se quedaron paralizados cuando vieron a la morena apuñalar a Shin sin titubear. Por orden de District, la oscuridad soltó a Shin, dejándolo caer al suelo como un saco de papas. Angie se negó a temblar cuando el demonio le volvió a pasar la mano por la cintura.

—Bien hecho —le susurró al oído—. Es hora de volver a casa. —Con una cruel sonrisa satisfecha, la oscuridad les envolvió a ambos, y en un pulso de energía, el par desapareció. La oscuridad se dispersó y el ambiente se aligeró considerablemente, permitiéndoles a los europeos acercarse.

Entre Klaus y Vladimir incorporaron a Shin, el castaño sangraba mucho y la daga estaba profundamente enterrada en su abdomen.

—¡Respira! —Notó Klaus, miró a Vladimir con urgencia. Pero el ruso se dio cuenta de que no había esperanza.

—Si remuevo la daga ahora se desangrará en segundo, tampoco tengo nada aquí para parar el sangrado.

—Entonces llevémoslo adentro. —Klaus intentó moverlo pero Vladimir lo detuvo.

—¡No lo muevas! Eso sólo lo empeorará.

—¿Pretendes que no haga nada? —le gritó a Vladimir.

—No hay nada que podamos hacer...

Desesperado, Klaus se levantó y corrió dentro de la casa. Si ese iba a ser el final, había una única cosa que podía hacer. Vlad, mientras, se quedó al lado de Shin intentando mantenerlo consciente, fue un pequeño logro cuando el castaño abrió los ojos.

Shin tosió, escupiendo sangre en el proceso, manchando su boca y mentón.

—No digas...te lo dije... Tú...harías...por protegerla...

—Ella intentó advertírtelo —murmuró sin mucha convicción, con la manga de su camisa limpió la sangre que escupió.

—Ella...necesita ayuda... Necesita...ser libre... No la abandonen... —No soportó seguir con los ojos abiertos, cerrándolos luego—. Cuiden...cuiden a...a Mich...

Para cuando Klaus volvió ya era demasiado tarde, Vlad notó al niño que cargaba y supuso que se trataba de Mich. El alemán se quedó muy quieto en su sitio sin atinar a acercarse.

—¿Está...? —Vlad asintió. Con cuidado dejó que Shin se recostara en el suelo. Klaus se arrodilló a su lado.

—Quería que cargara a su hijo aunque sea una vez —murmuró, viendo con dolor la figura inmóvil del japonés.

Vladimir no sabía qué decir, en cambio se quedó callado al lado de Klaus contemplando a Shin. Se quedaron unos cuantos minutos a su lado hasta que los demás notaron lo sucedido, Vladimir comenzó a hacerse cargo de la situación con ayuda de Klaus para que tradujera sus órdenes. Llevaron a Shin para prepararle un funeral y los sirvientes limpiaron el lugar. Cuando terminaron, los europeos se fueron dentro de la casa, mientras Klaus cargaba a su niña para darle algo de comer Vladimir se dedicó a examinar a Michelle.

Jim se apareció al rato en la casona, llevando una cesta con él. Le extrañó el movimiento en la casa, pero luego de preguntar por el paradero de los demás, llegó al salón donde estaban los europeos.

—¿Qué tal, caballeros? He traído unos dulces y algo para Shin... —La cara de estos le hizo sentir escalofríos—. ¿Qué ocurre...?

—Shin está muerto —dijo Klaus, terminó de darle el biberón a Irina y la acomodó para sacarle los gases.

Jim percibió un frío desagradable recorriendo todo su cuerpo, y una opresión en el pecho como nunca antes sintió. Klaus no mentía, lo veía en sus ojos. Y con la reciente visita de Angie, sabía que algo había ido mal. El picor de sus ojos y nariz le envió mensajes a su cerebro de que estaba por llorar, así que respiró hondo y se calmó, un poco tarde debido a la débil lagrima que se deslizó por su oscura mejilla.

—...Angie... Angie estuvo en el bar... Sé que iba a venir para acá pero... ¿Qué ha pasado?

Klaus no le miraba, intentaba mantener toda su atención en su hija. No había signos de lágrimas en sus mejillas, quizás el alemán ya no era capaz de llorar más.

—Sí, ella... vino a dejarme a Michelle. —Vagamente indicó al bebé en los brazos de Vladimir—. Shin apareció de pronto y cuando ella quiso irse, la siguió. Dejé a los niños al cuidado de los gemelos y busqué a Vlad. Para cuando volvimos al patio, vimos como Angie lo apuñalaba en el estómago.

—No había mucho que pudiera hacer —dijo Vlad con una voz impersonal, en ese momento estaba hablando como un médico—. La daga estaba clavada muy profundo, había hemorragia interna y si le sacábamos la daga se desangraría en segundos.

—Pero... ¿vio a Michelle? —Al recibir una afirmación, una titubeante sonrisa apareció en su rostro—. Por lo menos..., pudo conocer a su hijo.

Los dos europeos asintieron.

—Las últimas palabras de Shin —comenzó Vlad vacilante—. Sus últimas palabras fueron que Angie necesitaba ayuda, necesitaba ser libre. Me pidió que no la abandonemos y cuidemos del niño.

—Pero ¿qué podemos hacer? Ella ha dicho muchas veces que nos mantengamos alejados —negó—. En lo único que podemos ayudar es en cuidar a ese pequeño de ahí... —dijo, señalando a Michelle quien se llevó el puño a la boca y comenzó a chupárselo aunque solo dos dedos entraron en su boca. Jim sonrió.

—Angie me pidió que no le dijera a Michelle que ella era su madre. —Los dos adultos lo miraron atento—. Adoptaré a Michelle como mi hijo.

—¿Le darás tu apellido? —Klaus asintió.

—¿Le dirás quién es su verdadero padre?

—Es lo menos que podemos hacer, ¿no creen? —Vladimir se alzó de hombros y los pelinegros miraron hacia Jim, en él recaía esa decisión.

Él no dijo nada pasado un minuto.

—Creo que sería adecuado que sepa de sus orígenes, o al menos uno de ellos. Y...creo que a Shin le gustaría... Luego sería Michelle quien decidiera si restituir su apellido original o no —suspiró—. Con la muerte de Shin, los Shirayama desaparecen, excepto si Michelle decidiera tomar lo que le corresponde. Solo me queda una duda... —Apartó mirada del niño para fijarlo en los adultos—. Michelle se dará cuenta que tiene rasgos peculiares. Si llegara a ver a Angie, que los tiene como ella, ¿no podría deducir algún parentesco?

—Imagino que sí. Pero dudo mucho que volvamos a verla, pasaron casi 12 años para que yo volviera a verla. —Klaus se acercó a Vladimir poniendo a Irina en el suelo. Vlad hizo lo mismo con Michelle, la proximidad del otro bebé les causó curiosidad y ahora se miraban el uno al otro.

Jim avanzó hasta dejar la canasta en una mesa cercana, sentándose después.

—Quizás...todo esto es algo que iba a ocurrir aunque no lo deseáramos. —Miró a Klaus—. ¿Podrás arreglártelas con dos bebés?

—Eso creo. Los gemelos y las matronas me han estado ayudando, con eso de ser padre soltero se han apiadado de mi —sonrió sin humor.

—Creo que tendré que repasar mis textos de medicina pediátrica —murmuró Vlad para sí mismo.

—Gracias —le dijo sinceramente al negro, cargando a los dos niños se fue a su habitación para acomodarlos para la siesta de la tarde, Jim y Vlad se quedaron en la habitación un rato hasta que los gemelos llegaron y le solicitaron a Vlad su asistencia.

El ruso se preguntaba dónde estaría Kenshi en ese momento.


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