Capítulo 41
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Fue al día siguiente en que Kenshi comenzó la operación "hurgar". Luego del desayuno tuvo que colocarse las insoportables capas de ropa encima para poder salir y dar una vuelta por el exterior de la casa. Se llevó una gran sorpresa al ver que había un lago, eso quizá no le hacía extrañar tanto su propio hogar. Algo. Lo rodeó por entero, antes de ir a las caballerizas. Se mantuvo un rato allí dentro, luego fue a la casa.
Tenía que haber algo interesante en aquel lugar, se dijo mientras subía los escalones. No se fijó cuando algo chocó contra él.
—Hey. —Dirigiendo la mirada a ese algo notó que era el tornado de ayer—. Oh..., eres tú. Finnian, ¿cierto?
—Señorito Ottori —saludó el rubio con una sonrisa resplandeciente. El oji-azul se agarró las manos para contener el impulso de abrazarse a su cuello. Teniéndolo tan cerca, Kenshi notó que eran de la misma estatura—. Puede llamarme Finny.
Kenshi hizo una mueca.
—Dime Kenshi. Eso es muy formal. —Pensaba seguir de largo pero una idea se le ocurrió. Pasó un brazo por sus hombros—. Dime, Finny. Debes tener mucho tiempo acá, así que debes saber de algún lugar interesante que explorar ¿a que sí?
—¿Explorar? —Alzó las rubias cejas, desconcertado—. El bosque alrededor es muy bonito, aunque esté cubierto de nieve todavía se pueden ver conejos.
—¿El bosque? —Kenshi frunció el ceño—. Eso no es divertido. Está frío. Debe haber algún lugar secreto, algo interesante en esta casa...
—En el sótano está el laboratorio del amo Volsk, la biblioteca en el primer piso y... —Se quedó callado pensando—. Arriba está el ático pero sólo hay cajas viejas agarrando un montón de polvo.
—Mmh. —Kenshi lo pensó—. Vamos a ver ese ático. Quizás encontramos algún tesoro —dijo, instándolo a caminar.
—Ese no es lugar para el señorito. Está sucio y mohoso —dijo un preocupado Finny siguiendo a Kenshi por las escaleras.
—Vamos, no seas gallina. ¿No tienes sentido de aventura? —Llegaron al tercer piso—. ¿Ahora dónde?
Caminando hasta el final del pasillo, Finny le hizo una seña a Kenshi para que subiera por una escalera en espiral que llegaba al ático. Como dijo Finny, el lugar estaba repleto de cajas apiladas, muebles y baúles antiguos, había dos ventanas redondas en los laterales y un tragaluz en el techo.
El rubio se sacó un pañuelo del bolsillo que también tenía bordado un tulipán naranja y se lo ató en la cara a Kenshi para cubrir su nariz y boca.
—Espero que no sea alérgico al polvo como la señorita Lena.
—Por supuesto que no. —Kenshi se acercó a una caja apilada, bajándola y procediendo a abrirla—. ¿No se te ha ocurrido venir aquí antes?
—El señor Sasha a veces me pide que suba o baje algún mueble, también ayudo con las decoraciones de navidad. —Aparentemente era muy parlanchín—. Al amo Volsk no le agrada la navidad pero el señor Sasha lo ignora y de todos modos nos ordena decorar.
—¿En serio no le gusta? —Kenshi le miró horrorizado—. ¿Pero cómo? ¡Hay regalos! —Comenzó a hurgar en la caja—. Que ruso tan bobo. A ver, qué hay aquí.
—Creo que es más lo que representa lo que no le gusta. —Se asomó por sobre el hombro de Kenshi para ver lo que encontraba.
En inicio, Kenshi sacó lo que parecía ser unos cuadernos. Eso le aburrió, aunque también le interesó. Al abrirlo, descubrió que eran aquellos diarios de campo o como se llamen. Era lamentable que estuvieran en ruso, al abrirlo en una página cualquiera.
—Esto debe ser de Vladimir. Grita "científico ruso" por donde sea. ¿Qué dice? —preguntó a Finny.
Revisando, el rubio achicó los ojos para entender la letra distorsionada y pegada.
—"Diario 1. 15 de Julio de 1887. Estudio de las lombrices de tierra" —leyó—. Vaya. El amo Volsk tendría 7 años cuando escribió éste. —Sonrió Finny—. Su letra no ha mejorado mucho.
Kenshi bufó.
—Sigue causándome dolor de cabeza. Debió reprobar caligrafía en la escuela. —Lo cerró, colocándolo donde estaba y sacando uno de más abajo—. Veamos este otro… Mmh…, aquí… Diablos, sigue igual de terrible. ¿De qué fecha es esto?
Verificando las primeras páginas, lo encontró.
—1890. Tenía 10 años. —Finny frunció el ceño, había algo raro en esa letra—. Ahora que lo pienso, la inclinación es diferente. —Agarrando otro de los diarios, encontró uno de cuando Vladimir tenía quince años. Efectivamente la letra, aunque seguía siendo una cursiva muy pegada, el trazo era más prolijo y no temblaba, entonces Finny se dio cuenta—. Ah. Aquí empezó a escribir con la izquierda. El señor Sasha me contó que a Vladimir no le dejaban escribir con la izquierda.
Kenshi suspiró.
—Ahora que recuerdo, me pregunto qué habrá sucedido con su madre. Deberé preguntarle al viejo que sucedió luego de que regresara de Japón. —Guardó ambos diarios y los sacó para ver qué más encontraba—. Puedo decir que mi padre era un imbécil, pero el suyo se lleva el primer premio. Mmh, aquí no hay nada más que diarios. —Volvió a guardar todo para revisar otra caja.
—El amo Volsk no suele botar papeles, incluso guarda las servilletas en las que escribe una idea. Una vez le boté una servilleta con una formula muy importante. Se enojó conmigo. —Puso una cara tan triste y culpable que parecía uno de esos perros de largas orejas y cara tristona.
Kenshi dejó salir una risita.
—Aún sigues vivo. —Abrió otra caja, encontrando ropa infantil e incluso un viejo oso de peluche—. Oh, esto debe ser de él cuando niño. —Sacó una prenda—. Me pregunto qué tan adorable debió de haber sido de niño. Por cierto, ¿cómo llegaste tú aquí? ¿Cuál es tu historia?
—No me gusta que se moleste conmigo —murmuró el rubio. Ante la pregunta de Kenshi, el rubio se sentó en el suelo de madera con las piernas pegadas a su pecho. Su mirada bajó y su rostro dejó de ser la siempre expresión sonriente para tornarse en una melancólica—. El amo Volsk me encontró en Inglaterra. Yo estaba huyendo cuando por accidente lo tropecé, varios hombres me llevaban de vuelta al edificio del que escapé. Fue pura casualidad que el amo Volsk tuviera que ir a ese mismo edificio. Lo volví a ver cuando entró al laboratorio con el hombre que estaba a cargo de mi. De todos los hombres que me habían visto, el amo Volsk fue el más amable. Pasaron los días y lo siguiente que supe fue que ahora pertenecía al amo Volsk, fue muy bueno conmigo. Me cuidó y me dio todas las medicinas que necesitaba, no permitió sentir más dolor e incluso me dio una habitación y ropa bonita. —Tocó con cariño la camisa tres cuartos con el tulipán bordado—. El señor Sasha también es amable, aunque siempre me dice que soy torpe. Me enseña muchas cosas.
—¿Laboratorio? —Eso sonaba igual que Klaus—. ¿Por qué estabas en un laboratorio? —preguntó, mientras doblaba la ropa que había sacado y la volvía a guardar.
—El hombre que experimentaba conmigo me compró en el mercado negro. No sé cuál era su objetivo pero pasé varios años en el laboratorio. Todos los días venían a hacerme pruebas. Me inyectaban cosas muy dolorosas que me dejaban el cuerpo entumecido por días. —Se paró un momento del suelo para buscar una caja que se veía bastante pesada y Finny la levantó como si no pesara nada para ponerla cerca de Kenshi. Buscando dentro, sacó lo que parecieron varios álbumes viejos. Del fondo sacó uno recubierto de cuero. Una de las primeras fotos de un ojeroso Finny, tenía el cabello sucio, los brazos y el cuello vendados y una deprimente mueca triste—. Esta me la tomaron en el laboratorio, se la dieron al amo Volsk con el resto de mi expediente. —Pasó las páginas y salía otra: eran Vladimir, Sasha y Finny, el rubio todavía se veía algo temeroso pero estaba mucho mejor cuidado, y lucía el conjunto que ahora tenía puesto. Pasaron las fotos y Vladimir se veía más adulto en cada una de ellas, Finny continuaba igual en todas, la diferencia es que su expresión era cada vez más alegre. Hasta que llegaron a una donde salía un pequeño niño de cabello largo negro recogido en una coleta, los grandes ojos parecían afligidos. Vladimir tenía agarrada una mano del niño—. Esta es de cuando el amo Volsk trajo al niño Klaus. Recuerdo que en esa época el niño Klaus no era muy feliz. Su mamá murió y él fue vendido al amo.
Kenshi silbó levemente.
—Es lamentable. —Kenshi no prestó mucha atención a lo dicho sobre Klaus—. ¿Qué hay de tu familia? ¿No tienes? —Pasó las páginas para seguir observando más fotografías—. Casi en todas te ves igual. ¿Usas alguna crema rejuvenecedora?
—Mi familia son el amo Volsk y el señor Sasha. —El rubio se acomodó al lado de Kenshi con una sonrisa viendo las fotografías—. Al parecer no puedo envejecer, no sé cuál era el objetivo de ese hombre pero me he dado cuenta que no envejezco. Todos cambian de alguna manera menos yo.
Kenshi volvió a preguntarle algo, pero recibió una respuesta muy vaga, como la anterior, lo cual le hizo pensar que ya le había exprimido todo al chico. Chistó, tendría que preguntarle al mero-mero. Siguieron viendo aquellas fotografías, y buscando en las cajas. No encontraron gran cosa que les llamara la atención. Libros viejos, otros diarios de campo, ropajes antiguos, reliquias, y no fue sino en una de las cajas más llenas de polvo, apilada de última, que encontraron algo.
De ahí, el japonés extrajo un paquete de cartas, también un crucifijo y un álbum de fotografías, debajo de ellos, un cuadro. Optando por ver el álbum primero, Kenshi pudo reconocer el rostro de la madre de Vladimir en una fotografía. Supuso que el hombre a su lado debía ser el padre.
—Tiene cara de general —murmuró—. Para ser un pastor, es muy intimidante.
—El señor Dimitre —dijo Finny con voz temblorosa—. Tiene un fuerte carácter. Las pocas veces que vino, Sasha me decía que bajara al sótano para no encontrármelo de frente. Me da un poco de miedo.
—¿Venía para acá? —preguntó Kenshi al rubio, pasando página—. Aww. ¡Qué lindo! —Se carcajeó. Había una fotografía de un pequeño bebé y del que no dudaba quien era—. Lo sabía, hasta de bebé era gordo.
—Iba a la casa de la ciudad —especificó—. Se presentó un par de veces, esas visitas nunca terminaban bien.
—¿Sabes dónde viven? —Kenshi tenía curiosidad. Si no lo hacían en la casa de la ciudad, ¿entonces dónde? Seguía pasando páginas con más fotografías. Se detuvo en una en la que estaba Vladimir, aún de niño, junto al tal Dimitre. Ver al hombre en su traje de pastor no lo hacía agradable, y se preguntaba quienes serian los feligreses que asistían a sus misas. No le extrañaba que Vladimir se haya alejado de ellos, ni el temor de Aniuska hacia él.
—Ellos están en San Petersburgo —dijo escuetamente. No sabía mucho más que eso.
Kenshi tampoco insistió. Dejó de ver las fotografías cuando llegó hasta la de un joven Vladimir vestido como aquellos pastorcitos que ayudan en las iglesias, en su caso serian sacerdotes pero recordaba que allí le decían monaguillos. Como aquella fotografía de Klaus, no traía una mirada feliz. Tomó el fajo de cartas.
—¿De quienes son estas? —le preguntó a Finny, señalándole el remitente en el sobre.
Finny tomó algunas para hojearlas. Separó las cartas en pequeños montones.
—Estas son de la señora Aniuska —dijo señalando un gran montón de al menos 10 cartas—. Las del señor Dimitre. —Apenas llegaba a un montoncito de 3 cartas y estaba un tercer montoncito, algunas tenían sello lacrado y parecían hechas con un buen papel, grueso—. Aquí hay cartas de los militares, y creo que ésta pertenece al laboratorio en que trabaja. —Abrió un par de cartas para ver de qué se trataban—. Una es de su aceptación en la milicia y otra indicándole a cuál escuadrón pertenecía. Ah, aquí hay una de cuando lo aceptaron en la universidad —dijo sonriendo pero cuando la abrió se dio cuenta de que no era la que esperaba—. Dice que lo aceptan en la carrera de teología.
Teología, teología... ¡Ah! Ya recordaba cuál era.
—La ciencia sobre Dios —recordó. Tomó el cuadro que estaba en la caja—. ¿Qué es esto? —Le limpió un poco el polvo.
—Es su título de grado certificándolo como teólogo. —Con los guantes de jardinería que llevaba puestos la mayor parte del tiempo, le pasó una mano a la placa limpiando un poco el polvo que tenía encima—. Es el único que está guardado, los otros están exhibidos en su oficina.
—No es algo de lo que sentirse orgulloso si no era lo que querías. Esto solo significa que realmente asistió a esa universidad —pensó Kenshi en voz alta—. Creo que no me sorprende si lo tiene todo aquí acumulando polvo. —Acomodó todo para volverlo a guardar. Luego, se mantuvo allí sentado. Suspiró.
—Supongo que...es comprensible que no desee saber nada de su padre con todo esto.
—La última vez que el señor Dimitre vino hubo una horrible discusión. El amo Volsk estaba triste y la señora Aniuska lloró —le confesó el rubio, ayudando a Kenshi a guardar todo y ponerlo en su sitio.
—¿En serio? —Kenshi le miró—. ¿Sabes qué sucedió?
—No es algo que yo deba decirle, señorito Kenshi. —Negó suavemente, sonriéndole—. Algunas cosas es mejor preguntárselas al amo Volsk directamente.
Kenshi torció el gesto pero asintió. Terminaron de acomodar todo, bajando las escaleras luego.
—¿Qué haces cuando no hay flores? Vladimir me dijo que te encargabas del jardín. Pero imagino que con tanta nieve no debe haber mucha flor que cuidar... Es aburrida tanta nieve...
—Las flores deben cuidarse aún cuando estén cubiertas de nieve. —Cerrando la puerta del ático, Finny siguió a Kenshi escaleras abajo—. Para mí no importa si es verano, invierno o primavera mientras pueda estar afuera. Pasé mucho tiempo aislado y todos los días agradezco la libertad que me da el amo Volsk para permanecer afuera tanto tiempo como yo quiera.
—Ah —suspiró sonoramente—. ¿Cómo puedes divertirte aquí con flores? Sí son hermosas, mi favoritas son las prímulas, pero imaginé que habría algo divertido que hacer aquí.
—Prímulas. —Asintió el rubio. Pensó en pedirle a Vladimir que comprara algunas semillas para plantarlas en primavera. Quizás la próxima vez que el señorito Kenshi volviera tendría algo lindo que darle—. ¿Divertido como qué?
—No lo sé. —Iban bajando por el segundo piso—. Hasta un burdo juego de mesa me distraería.
—En la biblioteca hay algunos juegos. El amo Volsk los guarda por si llegan visitas. —Cuando llegaron al rellano del segundo piso, se encontraron con Klaus. Estaba cargando a los dos bebés, uno en cada brazo—. ¡Klaus! —gritó Finny para llamar la atención del alemán. En cuando divisó a Kenshi, se acercó a él.
—Hola Finny —saludó al rubio con una sonrisa mientras Finny le hacía carantoñas a los bebés—. Kenshi... —El alemán parecía un poco incómodo—. ¿Podemos hablar?
Inconscientemente, Kenshi puso a Finny entre ambos.
—Mmh. Supongo.
—Finny, Sasha mencionó algo de que pronto sería hora de tu tratamiento. —El rubio abrió grandes los ojos y buscó un reloj. Por suerte en la pared estaba colgado uno y pudo constatar que era cierto.
—¡Que tarde! —Se alarmó el rubio—. Lo siento, señorito Kenshi, tengo que irme. —Dio un último arrumaco a los bebés antes de correr por las escaleras al primer piso. Casi tropieza con un mueble pero se detuvo a tiempo.
Kenshi y Klaus quedaron solos en el pasillo, el menor hizo una inclinación de cabeza.
—Acompáñame.
Kenshi no se movió enseguida, la verdad estaba a punto de llamar a Finny e incluso decirle que podrían hablar más tarde. Tragó grueso y siguió a Klaus a un cuarto cercano. Siempre mantenía una breve distancia entre Klaus y él mismo. Así que cuando entraron, no cerró la puerta al total sino la dejó un poco abierta. Por si las dudas.
Carraspeó.
—¿Qué quieres?
Al parecer, ese era el cuarto del alemán. Al entrar lo primero que hizo fue acercarse a la cama donde depositó a los bebés en el centro de ésta y usó las almohadas de la cabecera para hacerles una cuna y que no rodaran al suelo. Luego, él mismo se sentó al borde de la cama e invitó a Kenshi a sentarse en una mecedora que estaba cerca de la ventana.
—Vladimir me ha mencionado que me tienes miedo —dijo al principio pero no dejó que Kenshi hablara—. Lo comprendo y quería disculparme por mi comportamiento irracional. En ese momento, cuando supe lo de la droga, estaba enojado y actué sin pensar. Lo que dijiste es cierto, a pesar de que fuiste el que me dio la droga, soy responsable de mis propios actos.
Vladimir soplón, fue lo primero que pensó. Sabía que había sido mala idea contarle.
Se pasó una mano por la nuca.
—¿Qué pretendes que diga con todo esto?
Michelle hacia sonidos y jugaba con sus pies.
—No necesito tus disculpas. No me debes nada ni yo a ti. Punto y final.
—Imagino que no pero me gustaría estar bien contigo, como antes. Cuando me arrastrabas por todo el pueblo presentándome gente o charlábamos. —Se encogió de hombros—. Fue un tiempo muy agradable. —Se pasó la mano por el pelo, mirando a los bebés de reojo—. La verdad es que quiero pedirte algo.
—¿Qué cosa? —cuestionó. También miró de reojo a los bebés, no podía evitarlo aunque quisiera. El que era de Shin y aquella mujer tenía un pie alzado y se lo intentaba llevar a la boca.
Klaus siguió la mirada del japonés justo a tiempo para ver el intento de Irina de agarrar la cola de Michelle. Se inclinó en la cama para evitar eso.
—Vladimir va a iniciar esta tarde la segunda fase del genoma D. Estaré un par de días convaleciente y quisiera que tú cuidaras de Irina y Michelle.
Ah, así que el nuevo renacuajo se llamaba Michelle. Interesante nombre aunque...
—¿Qué? ¿Yo, hacer de niñero? Debes estar loco. No limpio babas.
—Todos los demás están ocupados. Kaoru podría darte una mano, es quien siempre me ayuda con los bebés además de las matronas en la casa de Japón. —Mordió su labio inferior. Acordándose de los dientes filosos, dejó de hacerlo, más de una vez se hizo sangrar el labio por eso mismo—. Por favor, será sólo durante el fin de semana.
Kenshi miró nuevamente a los bebés. La verdad él no tenía ni idea de cómo cuidar a un bebé, ya lo había dicho Klaus: para eso estaban las matronas e incluso tenían sus propias niñeras.
—Bueno..., supongo que podré —cedió. No tenía nada bueno que hacer, exactamente.
—Te lo agradezco. —Sonrió el menor. Miró a Kenshi no sabiendo qué más decir, suponía que algunos consejos no estarían demás—. Michelle es el más inquieto. Ninguno de los dos llora a menos que tengan hambre o necesiten un cambio de pañal. —Se levantó de la cama, pasándose las manos por el pantalón—. Mantén un ojo sobre Irina, a veces trata de halarle la cola a Michelle para llevársela a la boca.
Kenshi se mordió el labio para no reírse.
—Entendido. —Se levantó también. Acercándose solo un poco, pudo notar que el renacuajo Michelle tenía cola y orejas de gato. Era extraño—. ¿Por qué tiene cola?
—Angie las tiene. —Estiró una mano para acariciar una diminuta oreja peluda de Michelle—. Imagino que nació con ellas. Al igual que Irina. —Con su otra mano acarició la mejilla de la niña donde se podían ver las suaves escamas rosas.
—¿Aquella mujer tiene cola de gato? —preguntó para sí mismo. Se preguntaba por qué Shin se fijaría en ella—. ¿Es todo?
—Tiene las mismas habilidades de los felinos; sentidos agudos, es sensible a las vibraciones, siempre cae de pie. —Eso último fue una broma—. También es bastante arisca.
—No eso. No me interesa lo que haga ella. —Rodó los ojos—. ¿Algo más que quieras decirme?
—Oh, eso. —Se sintió torpe al malinterpretar la pregunta. Un suave sonrojo que hizo resaltar las escamas negras le cubrió la cara—. No, yo..., bueno. Tal vez sea un poco pronto para esto pero... Espero que podamos ser amigos.
Kenshi mantuvo su mirada en él un poco más, dándose la vuelta y encaminándose a la puerta. La abrió, no obstante, antes de salir dijo.
—Puede ser. —Y cerró la puerta tras él.
Klaus asintió conforme con esa respuesta, era mucho mejor que un rotundo no. Aprovechó ese tiempo para dormir a los bebés antes de que tuviera que bajar al sótano. Sentía un hueco en el estómago de sólo pensar que iría voluntariamente a que le clavaran alguna aguja. Primero durmió a Michelle y después a Irina, la cual abrazó un largo rato antes de dejarla al lado del niño. Los arropó con el mismo cubrecama y se aseguró de que varias almohadas los rodearan para que no se cayeran. Kenshi regresó unos minutos después, traía otra ropa más ligera pero igual llevaba pantalón. Estaba detestando llevar pantalón. Y el cabello un poco húmedo. Se había dado un ligero baño. Más le valía a Finnian darse uno también o los demás se enterarían de que habían hurgado en el ático. Mejor que no lo supieran aún.
—Bien, ya te puedes ir.
—Gracias, ya los hice dormir. Más tarde despertarán para su biberón. Kaoru sabe sus horarios. —Les dio un último beso a los niños antes de salir de la habitación, dejando solo a Kenshi.
Kenshi miró a su alrededor. Acercándose a los bebés, los pudo observar más de cerca. Ambos eran el total reflejo de los padres. Eso le hacía preguntarse a quien se iría a parecer más el hijo que tuviera con Vladimir... ¿Al ruso o a él?
Como sea. Justo ahora tenía un largo fin de semana por delante.
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La tarde comenzó con el llanto de los bebés. Kenshi dio un salto en la mecedora en el cuarto de Klaus, bastante distraído con un libro que le trajo Finny –le pidió un libro cualquiera que estuviera en inglés. Dudaba de alguno en japonés allí y no iría a solo ver símbolos y hojas siendo ruso–, que el objeto se le cayó y se acercó espantado a las criaturas.
—Ay, ya despertaron. A ver, renacuajos, cálmense. Que no cunda el pánico. Em. —Dudó. ¿Cómo iba a cargar dos a la vez? ¡Y dónde demonios estaba Kaoru!
—¡Abubaba! —Lágrimas recorrían las mejillas de Michelle, quien se movió hasta quedar de espaldas, mirando a su alrededor buscando la figura de Klaus.
—Ya, ya. —Irina solo gimoteaba, así que Kenshi optó por cargar a Michelle—. Cálmate, saco de babas, cálmate. Maldita sea, Kaoru, aparece de una buena vez —dijo, fulminando la puerta con la mirada.
Para su alivio, el gemelo apareció a los minutos con los dos biberones. Cargando a Irina, se encargó de darle de tomar mientras Kenshi lo hacía con Michelle. Falló a la primera, provocando que el bebé se ahogara un poco pero con la ayuda de Kaoru pudo hacerlo mejor al siguiente intento. Ambos bebés apenas dejaron poco menos de un cuarto de leche en los biberones, y luego tocó sacarle los gases. De Irina salió un pequeño eructo que hizo reír a Kenshi y decir:
—Eso no es propio de una señorita.
Después, se volvió a ver solo con los bebés. Los tenía acostados en la cama, ambos mirándolos con enormes ojos. Se sintió cohibido por alguna razón y por primera vez en mucho tiempo. Los dos bebés le observaban como si fuera una cosa rara..., y quizás para ellos lo era.
Carraspeó.
—A ver, enclenques. Me llamo Ottori, Kenshi. Pueden decirme Gran Señor o Kenshi-sama. Pero como solo saben babosear, que sea solo... —Pensó en algo que sea fácil—. Kenshi... Ustedes pueden decir "Eshi" sí quieren. —Vio a Michelle mirar hacia otro lado—. Óyeme, renacuajo, mírame cuando les estoy hablando. —Le señaló, frunciendo el ceño y su labio haciendo un puchero. Vio a Irina sonreír—. ¿Ves? Aprende de ella, es una dama y sabe comportarse. —Michelle le seguía ignorando, volviendo a querer llevar sus pies a la boca. Al hacerlo, un sonido salió de su trasero. Kenshi abrió mucho los ojos, observado a Michelle que sonreía ahora—. ¿Te acabas de lanzar un pedo? ¡Y hacia mi persona! ¿Pero qué falta de respeto es esa? A tu padre tenias que salir, claro. —Arrugó la nariz—. Este niño está podrido por dentro, que peste. —Abanicó el aire un poco. Luego se dio cuenta de lo que iría a ocurrir. Lo que más temía, lo que menos quería hacer en el mundo.
Cambiar pañales.
Primera fase: salvaguardar a Irina –y su propio pellejo– de que cayera al suelo. Listo.
Segunda fase: quitar la ropa a Michelle. Listo.
Tercera fase: buscar el cambio de pañal, unas toallas húmedas, polvo para bebés...y jabón con agua para él. Listo.
Cuarta fase: abrir la bomba. Listo.
—Esto es lo más asqueroso que estoy haciendo en toda mi vida.
Había cubierto su boca y nariz con un trapo, así como haber buscado guantes. Comenzó a limpiar al bebé, Michelle tenía una mano en la boca y se chupaba entre dos a tres dedos, observando a Kenshi. Para horror de Kenshi, un chorrito salió directo hacia él mientras hacía el trabajo de limpieza.
—¡Ah! ¿Esto es la venganza, jodido mocoso?
Michelle dejó salir una risita, Kenshi tenía un tic en la ceja.
—Esto no se quedará así. —Qué humillación. ¡Qué humillación! ¡Él, degradado a limpiar babas y mierda!
Cuando Kaoru le suplantó para que fuera a almorzar, y Kenshi vio que iría a decirle algo sobre el estado de su ropa...y olor, Kenshi solo alzó una mano:
—Cállate. Dices algo y te despellejo vivo. —Miró hacia los bebés. Irina estaba boca abajo y Michelle jugueteaba con las alas de ella, sentado a su lado—. Ya verán ustedes cuando vuelva.
Salió del cuarto por un muy, muy, muy profundo baño.
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Ya era su segundo día desde que Vladimir le aplicó la segunda dosis del genoma D. Estaba muy lejos de ser tan doloroso como lo fue la primera vez pero Klaus se sentía muy débil y febril, apenas podía estar un par de minutos despierto antes de volver a caer en un estado de semi consciencia. Siempre estaba acompañado, cada vez que abría los ojos, Vladimir, Sasha o Finny estaban a su lado. Finny sólo le hacía compañía y le hablaba de lo que pasaba en la casa y sobre todo le decía como iba Kenshi con el cuidado de sus bebés pero Sasha y Vlad cuidaban que no se deshidratara y comiera adecuadamente.
Cuando Vladimir bajó a ver como se encontraba Klaus, se encontró con Sasha poniéndole una tercera cobija encima.
—Comenzó a temblar —explicó el mayordomo. Vlad se acercó para tomarle la temperatura a Klaus. El alemán se encogió en la cama al sentir los dedos fríos del ruso.
—Estará bien. Es normal, esperemos que para mañana comience a regularse su temperatura. —Se inclinó en la cama para estar a la altura de Klaus, destapándolo un poco –ya que Klaus estaba cubierto desde la cabeza hasta los pies–, Vladimir pudo observar el progreso del menor. Las escamas de su cara eran casi inexistentes—. Abre la boca. —Vagamente escuchando y sin abrir los ojos, Klaus abrió la boca. Los dientes se veían más humanos, los colmillos eran los únicos que se veía aún muy puntiagudos y la lengua se estaba uniendo, sólo la punta se veía bífida.
Vladimir optó por ver los demás progresos, las uñas ya no eran mortalmente puntiagudas, y las escamas de la espalda al igual que las de la cara desaparecía lentamente, retrayéndose bajo la dermis.
—V-Vlad... —dijo Klaus con voz baja y temblorosa. El ruso volvió a cubrir al joven con todos los cobertores.
—Ya falta poco. —Acarició su cabello y lo dejó seguir descansando. Luego se giró a Sasha para hablar con él en susurros—. Está progresando bien. Continuaremos como hasta ahora. Mucho líquido y descanso, espero que para mañana deje de tener tanto sueño.
—Entendido, señor. Tengo que retirarme, ya casi es...
—Hora de la cena, ¿no? —Revisó el reloj en su muñeca—. Le diré a Finny que acompañe a Klaus un rato. Subiré a ver a Kenshi.
—Esperaré al joven Finnian para continuar mis labores —anunció Sasha. Vladimir asintió. Con una última mirada a Klaus salió de la habitación.
Al llegar al primer piso detuvo a Olga indicándole que lo buscara y le dijera a Finny que debía bajar al sótano. Cuando la mujer de cabello negro se alejó hacia el patio, Vlad subió las escaleras para ir con Kenshi.
En el cuarto, Kenshi había dejado a Kaoru a cargo de Irina mientras que él estaba en el baño con Michelle. Con solo el fundoshi puesto, tenía al bebé apoyado en un brazo mientras le daba un baño de agua tibia con esponja. Al principio le había costado el cómo bañarlo adecuadamente. Kenshi murmuraba una suave canción en japonés mientras terminaba de darle una última enjuagada, pasándole la esponja por todo el cuerpo antes de salir y tomar el paño para envolver al bebé.
—Y el último está listo —dijo al salir. Lo acostó y se enrolló luego una toalla alrededor de la cintura antes de proceder a secar a Michelle y vestirlo.
Vladimir sonreía desde el marco de la puerta donde estaba apoyado admirando la escena tan paternal.
—¿Quién diría que eso de ser padre sustituto te quedara tan bien? —le dijo como saludo. Se acercó para darle un beso en los labios. Pellizcó la regordeta mejilla de Michelle y luego fue a donde Kaoru, el japonés depositó a la niña en sus brazos para que la cargara. Irina ya estaba vestida con un adorable vestidito rosa muy abrigado.
—No se acostumbren —dijo Kenshi, enfocado en secar bien la cola de Michelle hasta que quedó esponjosa por la fricción. Luego comenzó la tarea de colocarle el pañal y el resto de la ropa— ¿Cómo va Klaus?
—Está débil y tiene fiebre pero ya no parece el eslabón perdido. Yo diría que va bien. —Se sentó en la cama. Cruzando la pierna, apoyó a Irina en su muslo—. ¿Te preocupas por Klaus? —Sonrió el mayor.
—No, solo no quiero seguir limpiando culos y babas durante mi supuesta luna de miel —dijo, terminando de colocarle la ropa al niño. Tomó un cepillo, pasándolo suave por el cabello, las peludas orejas y después por la cola.
—Los niños te adoran y por lo que me ha contado Finnian, ésta lindura de acá siempre quiere que la cargues. —Tomando a Irina con mucho cuidado para que Kenshi la viera, extendió los bracitos de la niña haciendo parecer que ella quería un abrazo—. Cuando llegue nuestro bebé serás un excelente padre.
Las mejillas de Kenshi se sonrojaron un tanto, aunque podría decirse debido al clima. Finalmente terminó de arreglar a Michelle, dejándolo jugar con una maraca.
—Échale un ojo mientras me doy un baño. Entre los dos me han mojado todo.
—Tengo una mejor idea. —Tomó la muñeca de Kenshi antes de que se alejara—. Encárgate de ellos —ordenó al gemelo de lentes. Kaoru se acercó para tomar a Irina y entonces Vladimir pudo llevarse a Kenshi fuera de la habitación hacia el tercer piso. En la habitación de Vladimir, el ruso puso a llenar la bañera mientras besaba a Kenshi y se quitaba la ropa. Su esposo le llevaba mucha ventaja en las escases de prendas.
—¿No tienes un...paciente que atender? —cuestionó, aunque igual le ayudaba a despojarse de toda la estorbosa ropa que llevaba encima.
—Finnian le está echando un ojo. —Besó y mordió los hombros del menor, dejando varias marcas de dientes a todo lo largo. Desesperado, ayudó a Kenshi a quitarse la camisa y los pantalones, ni siquiera tuvo cuidado se sacarse los tirantes de los pantalones o la corbata correctamente, la corbata medio floja se le quedó guindando del cuello y los tirantes arrumados junto a los pantalones en el suelo—. Antes de la cena iré a ver como sigue. —Trazó un camino de besos desde los labios de Kenshi, bajando por su torso hasta llegar a su ombligo donde se entretuvo lamiendo mientras sus manos apretaban los apetecibles glúteos aún cubiertos por el fundoshi.
Kenshi enredó los dedos en la cabellera negra, tirando ligeramente.
—¿Cuánto tiempo permanecerá él allá abajo?
Terminó de hacerle un chupetón cerca de la tetilla antes de responderle.
—Para mañana estará mejor, podrá subir a su habitación y no tendrás que hacer de niñero. —Se inclinó para cerrar el grifo antes de que el agua de la bañera se desbordara. Puso algunas sales con olor a jazmín en el agua antes de quitarse lo que le quedaba de ropa y el fundoshi a Kenshi para meterse en la bañera. Suspiró de gusto al sentir el agua tibia.
Kenshi se sentó frente a él, agarrando una esponja para exprimir el agua sobre los hombros del ruso.
—Vuelvo a tener que bañar a alguien —bromeó.
—Lo haces estupendamente —continuó la broma. Con sus manos movía el agua para mojar los costados de Kenshi y sus hombros—. Es la primera vez que hacemos algo como esto.
—Siempre podremos hacerlo cuantas veces lo desees. —Pasó la esponja por el cuello y nuca, recorriendo el resto del torso.
—Sí. Habrá muchas oportunidades para eso —ronroneó de gusto cuando el agua tibia le cayó por el cuello—. Kenshi. ¿Pensaste en tu decisión sobre el genoma D?
La esponja se le resbaló a Kenshi de la mano, cayendo entre las piernas de Vladimir. La tomó de nuevo.
—Decisión… —repitió—. No, en realidad.
—¿Todavía te asusta? —Pasó las manos por sus costados, intentando calmar al japonés—. Como te dije esa vez, podemos tener un hijo con o sin intervenirte pero sinceramente, me sentiría mucho más tranquilo sabiendo que el bebé no te consumirá durante el embarazo.
Kenshi cogió la barra de jabón para pasarla por el torso del ruso, sin responder a sus palabras. Tenía la mirada distraída en lo que hacía. Ser dragón, como Klaus y él. Tener escamas, alas, cola.
Apretó tanto el jabón que se le resbaló hacia arriba, cayendo con un chapoteo en el agua. Suspiró mientras sumergía la mano para cogerla.
—No lo sé. Klaus huyó de ti por lo que le hiciste, su otro yo casi me despelleja, no eres exactamente el mejor amigo de tu dragón. ¿No son razones validas como para no aceptar? —Encontró el jabón—. Klaus fue obligado por ti. Tú eres lo suficientemente loco para aplicártelo a ti mismo. ¿Se supone que debo ser yo el valiente con huevos de acero que acepte tamaña propuesta?
Vladimir inclinó la cabeza hasta apoyar la frente en el hombro de Kenshi. Trató de continuar sus caricias para que se relajara, lo logró lentamente hasta que el menor se sentó encima de su regazo.
—Entiendo tus dudas y tu miedo. Yo estaré a tu lado, haré todo lo que esté en mis manos para que nada te duela.
—En verdad quieres que sea como ustedes, ¿no? —Kenshi alzó una ceja—. ¿Seguro que solo es por el futuro bebé?
Vladimir lo miró, su mirada era una mezcla de tristeza y preocupación.
—¿Tan grotescos te parecemos?
La expresión de Kenshi se aplacó.
—Oye, sin ofender, quieres convertirme en una bestia. ¿Crees que es fácil de aceptar? Escucha… —Alzó la vista al techo, lanzando un largo suspiro, retomando nuevamente la tarea de pasar el jabón por todo el cuerpo de su esposo—, te daré una respuesta definitiva esta noche, ¿entendido? Y será definitiva, sea no… o sea sí.
Vladimir asintió suavemente, aceptando sus palabras.
—Está bien. —Alcanzó la botella de champo la cual esparció por el cabello de Kenshi mientras el menor continuaba enjabonando su cuerpo.
Luego de un largo baño, y descansar un rato, Kenshi volvió a su tarea de cuidar de los bebés en tanto Vladimir regresaba al sótano.
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El japonés jugó un rato con los pequeños, haciéndoles cosquillas para hacerles reír. A la hora de la siesta de los niños, Kenshi se acostó con ellos; no esperaba que también se quedaría dormido, con un bebé a cada lado de él. Despertó con el llanto de Irina, y al minuto entró Kaoru con el biberón.
Para la noche se vio liberado de volver al cuarto que compartía con Vladimir, cayendo, boca abajo, pesadamente en la cama. Apenas tuvo energía para quitarse zapatos y pantalones, faltando a su educación de colocar la ropa en su lugar, poco importándole donde caía en ese momento. Apenas notó cuando alguien entraba en la habitación. Era Vladimir, acompañado de Tanya quién dejó una bandeja de comida para dos en la mesilla cerca de la ventana. Le dio una reverencia a Vlad tomando sus faldas antes de salir de la habitación deseando buenas noches.
El ruso se inclinó sobre Kenshi dejando un beso en su cuello.
—Hora de comer.
—Mmh. Come tú —murmuró contra la almohada—. Estoy muerto. —Se giró para verlo—. Irina es tranquila..., pero el renacuajo de Michelle es otro caso.
—Igual de insufrible que su papá —bromeó el mayor, le dio una suave palmada en la nalgas—. ¿Quieres que te dé de comer como a un bebé?
Kenshi lo pensó un momento y asintió.
—Aliméntame.
Tomando uno de los platos se sentó en la cama, se palmeó la pierna con una gran sonrisa.
—Venga acá, bebé.
Kenshi, riéndose, se incorporó y obedeció, sentándose en la pierna del ruso.
—Te lo tomas a pecho —dijo, luego de darle un sonoro beso.
—Eres tú el que no quiere comportarse como un adulto. —Tomando de la comida, acercó el cubierto a Kenshi, dándole de comer, entre bocado y bocado le robaba un beso—. Buenas noticias —le dijo después de quitarle un poco de la comida—. A Klaus le está bajando la fiebre, para mañana espero que su temperatura se regule.
—Que bueno. En poco tiempo estaré libre —dijo, bebiendo un poco de agua—. ¿Cuándo debería estar saliendo de allá abajo?
—Mañana, espero. Después de que le dé un chequeo médico —le acercó otro bocado a Kenshi haciendo ruido de tren.
—Luego dices que soy el inmaduro. —Kenshi rodó los ojos, dándole un golpe en el brazo. Tomó la cuchara y se llevó el bocado a la boca, tomando él otro poco para darle a Vladimir.
—Nunca tuve oportunidad de ser inmaduro. —Un poco de la salsa le cayó en la comisura del labio. Limpiándose con el pulgar, se lo acercó a Kenshi para que lo lamiera—. Contigo puedo relajarme. No ser el doctor Volsk, ni el General de Brigada Volsk. Contigo puedo ser Vladimir.
Kenshi sonrió, inevitablemente, un poco. Su lengua limpió la salsa del dedo, haciendo sonido de gusto. Aún con la cuchara en su mano, tomó un poco de la comida para dirigirla al ruso.
—Abre la boca, bebé grande.
Comió el bocado que Kenshi le dio, estuvieron otro rato de esa manera entre besos y comida hasta que se terminaron el plato.
—Sólo falta una taza de chocolate y podré dormir satisfecho esta noche.
Abrazándose al cuerpo del mayor, Kenshi apoyó su cabeza en su hombro.
—Creí que... irías a preguntarme sobre qué decidí respecto al genoma...
Vladimir abrazó al menor y se reclinó un poco más en la cama.
—Dijiste que me tendrías una respuesta esta noche. Pensé que no querrías que te presionara.
—Pues..., la verdad sí la tengo. —Se apretó al ruso, respirando su olor—. Yo, bueno..., sí lo pensé. Y..., ah, sí. Acepto la propuesta.
—¿De verdad? —Vlad se veía realmente sorprendido—. ¿Qué fue...? ¿Por qué?... ¿Cómo llegaste a esa decisión?
—Fue... —Kenshi se alejó un poco para verlo—. En realidad, creo que fue más el miedo a acabar como el enclenque a ser una bestia.
—... Entiendo —dijo lentamente— Sabes. No es tan malo como crees. Tiene muchas ventajas.
—Espero que no sea el volar —dijo irónico—. Mira, debes aceptar que para el punto de vista mundano, no representa una buena idea... pero no quiero terminar medio muerto como Yuki.
—No te preocupes, estoy seguro de que le encontrarás sus ventajas. Lo de volar no es obligatorio, con ese miedo que le tienes a las alturas...
Kenshi tomó una almohada y se lo lanzó.
—¡Batalla!
—¡Ah! —Agarró otra almohada y también se la lanzó de vuelta, incluyendo algunos cojines de los sillones.
Ambos iniciaron una guerra de almohadas, las risas resonando en la habitación hasta que una de las sirvientes vino por la bandeja con los platos. Luego Kenshi se lanzó sobre Vladimir, los dos cayendo sobre la cama. El japonés comenzó una batalla de besos y cosquillas. Después de un rato, Vladimir logró atrapar a Kenshi bajo su cuerpo. Se calmaron poco a poco, dándose lentos besos, Vladimir tenía una gran sonrisa en el rostro.
—Te amo.
—Y yo a ti. Te ves muy guapo sonriendo. —Sus dos manos enmarcaron el rostro de Vladimir—. Aunque cuando estás serio te ves sexy también. —Le dio un beso largo.
Acostándose al lado del menor, se acomodaron para que Kenshi descansara su cabeza en el pecho de Vladimir. El ruso acariciaba el cabello negro de su esposo mientras veía al techo.
—El tratamiento tomará un tiempo. ¿Quieres empezar mañana?
—Prefiero esperar a que Klaus pueda encargarse de los niñitos.
—Te has encariñado con ellos —notó Vlad.
—No es eso. —Se sonrojó—. Solo que Klaus me dijo que los cuidara hasta que volviera.
—No me vengas con eso. He visto como te desvives por esos niños y sólo tienes dos días con ellos. —Le dio un beso en la coronilla—. Sabes, yo creo que a Klaus no le importará que pases tiempo con ellos incluso después de que le dé el alta.
Kenshi se incorporó y atrajo la cara del ruso por un sonoro beso.
—No seas molesto con eso. Vine para celebrar mi luna de miel, no limpiar traseros.
—¿Qué me dices de besarlos? —preguntó con voz pícara, bajando sus manos hasta agarrar los glúteos de Kenshi y estrujarlos—. Podría besarte hasta perder la razón.
—No, no, quiero tenerte consciente. —Kenshi se movió hasta sentarse a horcajadas encima de Vladimir, comenzado a quitarle la camisa—. Quiero que me tomes esta noche, hasta que ya no puedas. —Enarcó una ceja—. ¿Podrás satisfacer mis demandas, ruso?
—Se lo puedo asegurar, joven señor Ottori —dijo Vladimir con voz ronca, también desabotonando la camisa de Kenshi. Esa sería una larga noche de placer.
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