Capítulo 45

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Vlad se pasó el resto de la tarde metido en el nuevo laboratorio. Estaba tan emocionado y concentrado que no se dio cuenta de las horas que pasaban, todavía le faltaban un par de instrumentos pero eso podría resolverlo luego. Para la hora de la cena ya tenía los resultados y no eran tan alentadores. Kenshi, en el examen de hierro, estaba por debajo del promedio, tendría que preguntar por su historial médico para saber desde cuando pasaba esto. Por el momento le diagnosticó anemia, lo cual, aunque no era preocupante, tenían que solucionarlo.

Durante la cena se lo dijo.

—Estás anémico.

—Desde que era niño, lo sé —respondió sin ninguna sorpresa. Ya esperaba que le dijera—. Aunque siempre lo he tenido controlado. Para que vengas a notarlo, quizás es porque me he descuidado de ello —añadió pensativo, le sonrió después—. Alégrate, eso significa que podremos hacer esos platos rusos que te gustan y son perfectos para mi estado.

—Descuidado ni se acerca. Está por debajo del promedio, en este punto ya es preocupante. —Mirando su reloj de muñeca, agradeció que faltara media hora para las 6—. Mañana te haré un examen de orina. A partir de las 6 no podrás comer nada más.

—¿Es en serio? —Kenshi frunció el ceño—. No puedes mantenerme sin comida por tanto tiempo. Alterarás mi dieta.

—Ahora me preocupa más tu salud que tu dieta. Hablando de dieta, comenzarás a comer más carne, sobre todo hígado, también remolachas, verduras de hoja verde y legumbres. Hay que compensar el hierro que te falta. —Sorbió un poco de té verde—. Además, son sólo 12 horas de las cuales 9 estás dormido, podrás comer todo lo que quieras en el desayuno. No sé de qué te quejas.

—Soy alérgico al hígado —bufó, mirándose las manos—. Se me tranca la garganta. Y las almendras hacen que me hinche. —Tomó el tazón con miso para terminarlo—. Como sea, estás exagerando. Nunca he dejado que se me salga de control. Algo más debió de haberme bajado los niveles.

Vladimir asintió.

—Voy a pedir una copia de tu historial médico.

—Puedes ir con Jim a ver al médico del pueblo. Es posible que necesites de Jim para que hable por ti.

Vladimir gruñó con descontento al no ser capaz de hacerse entender.

—Tengo que retomar el aprendizaje del japonés —dice para sí mismo.

Kenshi obedeció. Tenía que. El día siguiente le dio la dichosa muestra –que le parecía totalmente antihigiénica– antes de avisar que saldría a dar una vuelta. Claro está, recorrió la casa en busca de Klaus para avisarle que debía hablar con Vladimir, después de todo, mantener el enojo por tanto tiempo ahora que regresó era demasiado. Lo importante es que estaba vivo y allí con ellos. Le dejó a cargo de todo. Para cuando Kenshi volvió de su paseo, Vladimir tenía una marca roja con forma de mano en la mejilla derecha y el resultado de la muestra de orina. A Klaus si se le había bajado el enojo pero eso no salvó a Vladimir de un buen escarmiento y, siendo sincero corrió con suerte, ya que sólo fue una cachetada y no un puñetazo que le dejara el ojo morado. El ruso, apenas vio a Kenshi, lo abrazó y besó, si no fuera por el dolor que persistía en las costillas se habría puesto a dar saltitos de alegría.

—Enhorabuena —felicitó Klaus con una suave sonrisa.

—Vladimir, espera un...momento... —Logró separarse, respirando hondo—. ¿Qué está pasando? —Miró de uno a otro.

—¡Seremos padres! —gritó sin poder contenerse.

—¿Qué...? —Kenshi le miró sin ver. ¿Padres? ¿Van a ser padres? Un momento, eso quiere decir que él, Kenshi, estaba...— ¿Estás...seguro de eso?

—Completamente. Se me ocurrió hacerlo en la mañana con tu muestra de orina. ¡Dio positivo! —Volvió a besar a Kenshi, simplemente no podía contenerse, estaba feliz. Iba a ser padre.

Fueron solo necesarios unos minutos más para que el shock en Kenshi desapareciera; de un salto, se lanzó sobre Vladimir con un grito de emoción. No podía creerlo, no cabía en él toda la felicidad y las emociones que sentía. ¡Un hijo! ¡En verdad iba a ser papá!

—¡Au! Kenshi, Kenshi. Las costillas —dijo con la voz un poco ahogada por el dolor, aun así, cuando los pies del japonés tocaron el suelo no lo dejó separarse. Klaus, que hasta ahora estaba sentado, se acercó a la pareja para felicitarla, encerrando sus brazos alrededor de ellos en un abrazo grupal.

—¡Felicidades!

—No puedo creer que realmente... —Kenshi hundió el rostro en el pecho de Vladimir un momento. Cerró los ojos, respiró hondo y comenzó a separarse—. ¿Era eso la causa por la que yo estaba raro? Los olores, los mareos, lo de la anemia...

Los tres se separaron y se sentaron alrededor de la mesa baja, Vlad y Kenshi muy juntos el uno del otro.

—Sí. Eso explica todos tus síntomas —dijo Vlad. No podía dejar de sonreír—. Me di cuenta cuando Klaus mencionó que Yuki también tuvo mareos los primeros meses.

—Oh..., entonces... —Volteó hacia Vladimir—. Tal parece que esperar un bebé afecta el olfato si se tiene un dragón... Tienes que anotar eso en tus libros. Porque antes no me pasaba.

—Oh, vaya —gimió Klaus, resignado, sabiendo que ahora Vladimir volvería a su rutina de anotar absolutamente todo lo que le pasaba a Kenshi en un diario.

—Ciertamente, todo un nuevo descubrimiento. Me pregunto qué otro tipo de alteraciones tendrás ahora que estás embarazado y además... —Se cortó al darse cuenta de algo—. Han pasado casi 5 semanas desde la implantación del genoma. ¿Todavía no se manifiesta la otra consciencia?

Kenshi asintió.

—Fue una vez, cuando nos llegó la carta de que estabas muerto. Pero solo eso.

—¿En serio? —dijo Vlad con una mueca compungida.

—La verdad me sorprende que no saliera para darte una buena paliza. Resulta que la causa de mi enojo era Feyn —confesó Klaus a Kenshi—. Hasta que no le di la cachetada a Vladimir no me sentí mejor, entonces me di cuenta de que todo eso que sentía no era yo realmente sino Feyn.

Kenshi se removió un poco.

—No. Solo lo oí una vez. Quizás sea algo tímido —bromeó.

¿O quizás no está interesado en mí?, pensó Vladimir con tristeza. Esa era una posibilidad que contempló tiempo atrás y que ahora tomaba real forma. Se pasó la mano por la cara, haciendo una mueca cuando sus dedos tocaron la marca que dejó la cachetada de Klaus. Kenshi notó ese gesto, por lo que le palmeó el hombro.

—No te preocupes. Ya aparecerá. Por ahora, tenemos mucho por hacer. ¡Vamos a tener un bebé! —dijo ansioso—. ¿Le dijeron a Sasha? Finny se pondrá contento cuando lo sepa también.

—También hay que decirle a Jim —recordó Klaus, el negro era un gran apoyo para todos ellos, lo justo era que le dieran la noticia.

Vladimir trató de enfocarse en el detalle del nuevo bebé en vez de dejarse llevar por la preocupación.

—Hay que comprar cosas para el bebé. Y elegir un nombre.

—Quiero que sea ruso —expresó Kenshi, mirando a Vladimir—. Y espero que sea niño.

—Eso no depende de nosotros —murmuró Vlad, no muy seguro con la segunda petición.

—¿No lo querrías si fuera una niña? —pregunta Klaus con el ceño un poco fruncido.

—Sí, claro que sí, pero necesito que sea niño. —Su mirada se desvió a Vladimir—. Ya acordamos de que solo lo intentaríamos una vez.

—¿Por qué? —pregunta Klaus.

—Lo sé, lo sé —dijo esta vez Vladimir con una sonrisita cómplice—. Aunque disfrutaste mucho de mis...

—Ugh, por favor. No hablen de su intimidad. No necesito esa imagen en mi cabeza —resopla el pelilargo.

Kenshi se carcajeó.

—Que delicado eres. —Se levantó—. Será mejor colocarte algo en esa mano que tienes en el cachete. —Señaló la mejilla de Vladimir.

El alemán sonríe muy pagado de sí mismo, aunque es una mueca demasiado cruel para su rostro por lo que sólo puede tratarse del dragón satisfecho de su obra.

—¿Has pensado alguna vez en escribir todas esas medicinas caseras? —pregunta a Kenshi mientras se levanta para seguirlo.

Klaus escuchaba la conversación alejarse por el pasillo. Estaba feliz de cómo eran las cosas ahora, con sus dos bebés, Vlad de vuelta con ellos, un nuevo bebé se unirá a la familia. Suspiró deseando que Yuki siguiera con vida, el dolor sigue siendo igual de intenso que el primer día y es probable que sea de esa manera por muchos años pero no podía dejarse consumir por el dolor. Tiene una familia que cuidar, y Vlad y Kenshi son parte de ella.

—A decir verdad..., están anotados. Hay algunos que me los sé de memoria. Quizás te los anote. La medicina es tu rama ¿no? Ese es mi sueño frustrado. —Kenshi sonrió—. Y ya desinteresado. Prefiero quedarme con lo que soy.

—Técnicamente estoy especializado en la bioquímica, aunque tengo conocimientos generales de la botánica y el proceso de fabricación de drogas medicinales. —Caminaban tomados de la mano—. Aunque ahora que soy un indocumentado desempleado estaba pensando en que tengo que hacer algo. He notado que en el pueblo no hay nada parecido a una farmacéutica.

Kenshi asintió.

—Podrías desempeñarte en eso. El médico local ya está algo anciano. ¿Qué te parecería algo como eso?

—Médico local —repitió, pensando en la posibilidad—. Supongo que puedo empezar por ahí. —Continúan su camino pensando en las posibilidades. Vladimir le planteó a Kenshi la idea de montar una empresa farmacéutica, algo pequeño para empezar, donde podrían patentar la medicina casera de Kenshi y quizás en un futuro producirla en masa. No es una mala idea a gran escala.

Kenshi abrió la puerta de la habitación de ambos, yendo directamente al armario donde guardaba sus ungüentos. Indicándole a Vladimir que se sentará en la cama, le pidió que sostuviera la caja mientras que sacaba un frasco y le aplicaba, con ligeros toques, una crema de un verde sumamente claro, casi transparente. Incluso en la yema del dedo, Kenshi podía percibir el toque refrescante al contacto con el aire. Kenshi olía hierbas mojadas, pero sabía que su olor era la menta porque había extractos de ella.

—Casi en todo uso la sábila, tiene propiedades curativas muy poderosas. Hay otras hierbas y plantas también —comentó—. Klaus tiene la mano pesada, ¿eh?

—Por eso es que vine a Japón en primer lugar. Quería estudiar el potencial de las hierbas curativas y quizás incursionar en la medicina natural. —Sintió un agradable alivio por la fría crema en el área caliente del golpe—. Feyn —corrigió Vlad—. Él descargó toda su frustración en ese golpe.

—¿Feyn? —Kenshi terminó de aplicarle la pomada, cerrando el envase después—. Klaus también dijo ese nombre. No le presté gran atención. ¿Qué es Feyn?

—Feyn es el nombre del dragón. —Tomando un poco de la crema en su mejilla con los dedos, se la llevó a la nariz para olerlo. Era fascinante como incluso podía decir de qué estaba compuesta la crema y con sólo olerla; Arnica, aloe vera, jazmín, aceite de almendras...—. Yuki pensó que sería buena idea darle una identidad a esa consciencia en vez de solo llamarlo "dragón".

—¿En serio? —Kenshi sonaba curioso—. Mmh. Es una buena idea. Podríamos hacer lo mismo nosotros —sugirió, guardando el envase con los demás. Había una fila de envases en la caja, de distintos tamaños y algunos encima de otros. Solo unos pocos estaban cubiertos con una tela.

Vlad alzó una ceja.

—¿Por qué?

—Tú lo has dicho: para darle una identidad al dragón en vez de solo llamarlo por lo que es. —Rodó los ojos—. Es obvio.

Vlad bufó.

—Esa es la idea más...

Fantástica que he podido escuchar —interrumpió el dragón de repente en la conversación.

¡Jah! Te lo dije. —Le pinchó suavemente la frente—. Hay que pensar en nombres. Existe un lenguaje dracónico, una lista de palabras en vikingo. Son raros, suelen usarse en juego. Quizás Yuki lo sacó de allí. —Cubrió la caja, y la llevó al armario—. ¿Qué tal...Dovah? Si no recuerdo mal, significa «dragón». —Dejó salir una risita—. No, quizás no —se respondió—. ¿Qué opinas de "Fahdon"? Recuerdo que significa «amigo».

Ni que fuera un oso de peluche —se quejó el reptil—. Quiero algo que tenga fuerza.

—Fuerza... —repitió. Cerró el armario y volvió a su lado, sentándose en la cama junto a él—. Mmh. ¿Zahkrii? Es espada. ¡No, ya sé! —Tronó los dedos, intentando recordar—. Espera... —Volvió a pararse para ir a la estantería de una esquina. Estaba repleto de pergaminos y libros—. ¿Qué opinas de ese, Zahkirii? —Igual preguntó, revisando los estantes.

—Nyet —respondió esta vez Vladimir. Si iban a escoger nombre él también tenía derecho a opinar.

—De acuerdo. Dame un momento. —Tarareó un sonido mientras rebuscaba, al cabo de un minuto sacó un instante sacó un cuaderno delgado. Pasó un par de páginas, leyó e hizo un sonido de triunfo—. Aquí está. Bruniik..., «salvaje». —Miró al ruso—. No, quizás no. —Cerró luego de hojear un poco más y regresó frente a él—. Defínete. ¿Cómo te considerarías?

—Intelectual.

Salvaje.

—Centrado.

Imparable.

—Protector.

Celoso.

Kenshi se mordió el labio inferior para no reírse. Calmándose, lo pensó por un momento. Entonces, sus ojos se fijaron en él. Estiró la mano para pasarlo por su cabello. Aunque se veía atractivo con el pelo negro pulcro y ordenado, le gustaba alborotárselo, verlo desenfadado y cómodo.

—Cuán diferentes el uno del otro, ¿eh? —Su mano siguió hasta acariciar la mejilla que no había sido golpeada—. Creo... que Vahlok es el ideal. Significa «guardián».

—Guardián.

Guardián.

Dijeron al mismo tiempo sopesando la posibilidad. Al final asintieron.

A mí me gusta —dijo el dragón con una sonrisa.

—Por mi está bien. —Asintió el ruso.

—¿Qué hay de tu dragón? ¿Qué nombre le gustaría?

—Algo sencillo, y en japonés. Como no se ha presentado. —Se alzó de hombros—. Em... ¡Ya, lo tengo! Suoh. —Asintió—. Su significado es sencillo: dragón. —Se dejó caer en la cama.

—Suoh —rió Vladimir—. Tú no te complicas para nada. —Se acercó al menor, inclinándose hasta que su nariz se enterró en el liso cabello negro—. Hueles tan bien.

—Quisiera decir lo mismo —suspiró Kenshi—. Todo el mundo me huele raro.

—Sólo será un tiempo, no te preocupes, ya se te pasará. —Trató de consolar el mayor dejando besos en su quijada y mejillas—. ¿Me amas?

—Te amo —respondió sin titubeo—. ¿Me amas tú?

—Más que a mi propia vida —dijo con una sonrisa soñadora.

Tan sólo esperaba que el recién nombrado Suoh correspondiera con los mismos sentimientos.

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La vez que Kenshi percibió realmente los síntomas de un embarazo fue al mes siguiente, cuando los gemelos le encontraron recostado de la pared en un pasillo. Kenshi sufrió un mareo y luego se desmayó, su cuerpo deslizándose hasta caer al suelo. Fue llevado a su habitación después de eso. También presentó nauseas ante la leche de vaca y el tofu, algunas veces tenía que recostarse al sentir un ataque de debilidad o cansancio, por lo que estaba muy voluble y de fácil irritabilidad. Durante la visita que Vladimir y él le hicieron al emperador –manteniéndolo al tanto e informándole sobre lo acontecido en Rusia– Kenshi le solicitó una recomendación para alguien que le ayudara en la parte administrativa. Su estado actual no le permitía encargarse de todo salvo lo más importante. Por ello, el emperador le indicó que volviera a recurrir a Matsumoto, quien todavía estaba libre y le ayudaría. Ahora tres veces a la semana el hombre –mayor a Vladimir, de cabello oscuro y dedos pequeños, tenía una cicatriz en la nariz fina y las mejillas hundidas– iba a la mansión a echarle una mano a Kenshi.

Este volvió a practicar sacar los rasgos. Unas veces lo hacía mientras paseaba por los terrenos, otros durante sus momentos cerca del lago, unos pocos acompañado de Vladimir o Klaus. Lentamente le fue cogiendo el truco. Con más campo abierto a una temperatura agradable, pudo seguir practicando e incluso intentando volar. Nada brusco, aunque en una ocasión terminó cayendo sobre Klaus.

Bajo supervisión de Klaus, el japonés pudo aprender a revolotear, y elevarse a una altura no mayor a los 5 metros, más por paranoia de Vladimir que por otra cosa. El ruso, enfocado en su meta de ser médico local, comenzó a estudiar diligentemente japonés, el escribir estaba fuera de su alcance por el momento pero ahora podía comunicarse, tal como empezó Klaus con palabras y frases cortas. Para el ruso era toda una proeza el adaptar su modulación al japonés puesto que el ruso era un idioma bastante fuerte y gutural. Dividía su tiempo en Kenshi, aprender japonés, recolectar datos sobre el genoma –eso último incluía en estudiar a los bebés, Klaus, el embarazo de Kenshi y a sí mismo– y abastecer su nuevo laboratorio, por suerte su dinero seguía estando intacto ya que era Sasha el responsable de las finanzas, tan sólo tenía que hacer el cambio de moneda de rublos a yenes.

Una tarde que Klaus salió de paseo con los bebés, volvió feliz, haciendo bastante escándalo y enseñándole a todo el mundo el logro de Irina.

—¡Retrajo las alas y la cola! —prácticamente gritó cuando se encontró con la pareja en el estudio de Kenshi. Mientras el japonés se ocupaba de algunas cosas de trabajo, Vladimir se dedicaba a estudiar en la mesa baja en el centro de la habitación.

—¡Oye, tiene tus ojos! —Kenshi se levantó para ir hacia Klaus—. La noto un poco rara sin las escamas. Ya estaba acostumbrado a verla rosada. —Sonrió, tomando su mano entre sus dedos—. Ya no tienes que preocuparte de que el bribón de Michelle te quiera jalar la cola, ¿eh? —le dijo a la bebé.

Irina, niña adorable que era, extendió sus manitos a Kenshi para que la cargara y Klaus se lo concedió cambiándola de brazos.

—Es casi una copia al carbón de Klaus —agregó Vladimir acercándose a la bebé para observarla.

—Parece una muñequita de porcelana. —Kenshi la abrazó, un poco fuerte, y luego frunció el ceño—. En serio detesto este cambio de olores. No huele al abono para plantas, ¿verdad? —preguntó, acomodándola mejor en sus brazos.

—¡Claro que no! —saltó Klaus horrorizado—. Huele a frambuesas.

—Por eso es que siempre la viste de rosa o rojo —murmuró Vladimir a Kenshi.

—Le queda lindo ese color —se justificó el menor cruzándose de brazos.

—Hey, el bebé que llevo dentro me altera el olfato. No es mi culpa que ella huela a estiércol, este de acá a musgo y tú a tierra mojada para mí. Hay otros que tienen olores peores y extraños.

—¿A qué te huelen los gemelos? —preguntó Vladimir con curiosidad.

—No huelo a tierra mojada —se quejó Klaus en voz baja—. Michelle huele a vainilla —comentó después de un momento—. ¿Todavía no ha querido salir Suoh? —preguntó a Kenshi.

Hace un tiempo le dijeron los nuevos nombres de los dragones, darles una identidad los hacía sentir más reales, particularmente a Vahlok que no dudaba en meterse en las conversaciones. Feyn apenas y se manifestaba, respondía si le hablaban directamente pero prefería quedarse en el fondo de la mente de Klaus, acurrucado en un rincón, llorando la muerte de su tesoro. Lo más seguro es que nunca se recuperara de semejante pérdida.

—No. Ya he dicho que parece ser tímido. —Se sentó con Irina en sus brazos—. Me huelen a algo agrio. Y hablando de tímidos, Wen vendrá para la Navidad. —Acostó a Irina en sus piernas, jugueteando con las manos de ella.

—Que bien —murmuró Klaus, no muy seguro de estar feliz con la noticia. Ahora que Yuki se había ido, ¿Wen intentaría una aproximación? Esperaba que no.

—Se me hace tan raro que aún no aparezca —comentó Vlad, sentándose en la mesa de centro para continuar con su estudio—. Me da incertidumbre.

—¿Por qué? —Infló las mejillas, e hizo que las manitas de la bebé se las aplastaran—. Di "Kenshi" —susurró—. No, "buba", no. «Kenshi» —alargó un poco la 'e'—. Lo oí una vez. Ya es algo.

Vlad encogió los hombros. No le iba a decir a Kenshi la razón de esa incertidumbre en su interior.

—Es una corazonada. No le hagas caso

Estuvieron un rato allí, hablando sobre la llegada de Wen y el logro de Irina, hasta que llegó la hora de su siesta y Klaus se la llevó para que durmiera. Durante todo ese momento Kenshi miraba de vez en cuando al ruso, extrañado. Para la tarde, quiso ir al dojo a practicar un poco con el arco. No quería descuidar sus habilidades, y ese era el único deporte que podía hacer y no era tan exigente. Agradecía, por lo menos, que aún no se le notara nada. Pero, mientras, su mente divagaba. ¿Por qué él, Vladimir, estaba tan raro? Feyn no se había presentado como tal, solo en pensamientos de Klaus. Quizás hasta Suoh hacia lo mismo y él no lo notaba. Tenía que ser otra cosa. Algunas ocasiones, cuando salía el tema, le notaba algo alicaído. ¿Pensará que no le quiere?

«Pero sí le quiero» ¿Eso fue él o el dragón? No comprendía cómo diferenciar esos sentimientos si eran iguales. Cuatro flechas después, su concentración se evaporó. La siguiente vez que se vieron fue durante la cena, momento en que Kenshi estaba distraído y apenas prestaba atención.

Vladimir había bajado al laboratorio después de su sesión de estudio y como siempre, se le iba la noción del tiempo cuando se concentraba. Por lo general Sasha tenía la costumbre de bajar para recordarle las horas de comida pero con el mayordomo en Rusia desde hace varios días, se le olvidaba la hora y sólo cuando algún trabajador iba a avisarle que le estaban esperando para comer era que salía de su concentración. Todavía eso no sucedía así que su mente estaba enfocada en las notas que tenía los dragones.

La puerta se abrió y los pasos de alguien bajando la escalera resonaron débilmente en el lugar. Luego solo hubo silencio hasta que unos brazos le rodearon por detrás a Vladimir. Por el olor el ruso sabía que era Kenshi, sin embargo no habló hasta pasado exactamente un minuto.

Q-quiero que vengas a-a dormir. —La extraña voz titubeó.

Vladimir se enderezó en su silla, extrañado por el cambio de voz y la timidez de la petición. Abrió los ojos con sorpresa al caer en cuenta.

—¡Suoh! —Alzando el brazo, intentó ver al dragón pero con lo pequeño que era Kenshi apenas podía ver los oscuros mechones de pelo ocultándose tras su espalda.

El nombrado soltó un poco al ruso, permitiéndole darse la vuelta. Las mejillas estaban sonrosadas, la ahora ambarina mirada baja señal de su vergüenza. Solo pudo asentir.

—Por todos los... Estás aquí. —Sonrió aún sin poder creérselo—. De verdad estas aquí. —Impulsivamente lo encerró entre sus brazos, apretujando el delgado cuerpo—. Empezaba a pensar que tú no... —No podía decirlo—. ¿Por qué no te mostraste antes? —Logró preguntar cuando sintió que su corazón se tranquilizó lo suficiente para dejarlo pensar coherentemente.

Yo…, pues… yo… em… —Suoh titubeaba y dudaba, y le costaba mantener la mirada fija. Todo lo contrario a Kenshi, quien era directo y firme—. No veía…el caso a hacerlo…

—¿Por qué no? —Ladeó la cabeza en un gesto de incomprensión—. Tenía tantas ganas de conocerte, llegué a pensar que tu no... —No quiso terminar la frase, todavía podía ser cierto.

Suoh se colocó de puntitas, alcanzando los labios de Vladimir en un casto beso.

S-sí t-te quiero —dijo atropelladamente—. Kenshi sospechaba…que pensabas que yo no lo hacía… pero sí lo hago… solo que él ya lo demuestra por los dos… y yo estaba cómodo así.

—¿Nos consideras tu tesoro? A Vahlok y a mi —insistió. Con la personalidad de este dragón necesitaba estar completamente seguro. Él podría decir que lo quería y sabía que Kenshi lo manifestaba en todas sus formas pero si algún día llegaba otra persona que fuera el tesoro de Suoh... No quería ni pensar en lo que ocurriría.

Ya lo son. —Avanzó, encerrándolo en un abrazo—. Son… son un todo para mí. —Su agarre se apretó—. Esa vez…esa vez… creí que los había perdido para siempre.

—Perdóname —murmuró el ruso contra su oído, muy bajito, apenado—. No quería hacerlos sufrir de esa manera, ustedes dos... tres —Se corrigió recordando al niño— lo son todo para mí. No podría vivir sin ustedes. Quiero verlos felices, cada día, por el resto de mi vida.

Lo somos ahora. A-Aquí con los dos. —Alzó la mirada, fijándose en él como si ninguna otra cosa fuera digna de su atención—. Los...amo... Los amo mucho.

Totalmente enternecido, Vladimir se inclinó para besar a Suoh, el beso es como si fuera el primero y realmente lo es, es el primer beso que le da al dragón, un dragón pequeño y adorable que derrochaba ternura por cada uno de sus poros, le provocaba comérselo a besos y tenerlo siembre abrazado como un peluche muy grande. Suoh estiró los brazos para entrelazarlos tras el cuello de Vladimir, suspirando de gusto y apegando totalmente sus cuerpos. Incluso sus labios se movían tímidos sobre los de Vladimir, pero con ansia por más.

Quiero...que vengas a dormir —murmuró sobre su boca.

—Enseguida —dijo, y dejando todo encima de la mesa tal como estaba, Vladimir tomó la mano del dragón para ir escaleras aburrida había la habitación. Caminaron con pasos rápidos, ansiosos de llegar a la habitación.

Al llegar, Suoh dejó que Vladimir le recostara, arrimándose a su lado. Actuaba temeroso a su lado, intimidado por su fuerza y el poder que ejercía sobre él, pero le tenía confianza, le admiraba y le amaba. Así que cuando sus labios volvieron a unirse, su mano serpenteó desde su mejilla, por el pecho, hacia abajo...

M-me gustaría que..., em, hoy...nosotros... ¿Nosotros podríamos...? Ya sabes.

—Eres tan lindo —dijo en voz baja, acariciando su mejilla—. ¿Quieres que sea suave? Dime cómo quieres que sea nuestra primera vez —dijo con voz ronca, tentando al pobre dragón avergonzado. Una parte muy retorcida en su interior, lo más seguro es que fuera Vahlok, disfrutaba con mortificar al menor, aún más al dragón puesto que era mucho más fácil de avergonzar.

El sonrojo en Suoh fue tal, que los ojos amarillos destacaron. Su boca se movió, intentando hablar sin que ningún sonido coherente saliera.

Eh..., yo... —Carraspeó—, yo..., sí. —Aferró ambos costados de la camisa del ruso, intentando controlar su agitada respiración—. Sí..., sí..., sé suave conmigo..., por favor.

Tan lindo, pensaron Vladimir y Vahlok al mismo tiempo. El dragón estaba complacido con ésta nueva pareja tan sumisa, tan linda, necesitaba marcarla y devorarla. Comenzó con un recorrido de besos desde su cuello, dejando marcas de dientes, pasando por sus pezones, donde se entretuvo pellizcando y mordiendo, hasta llegar al premio mayor recatadamente cubierto por la tela del fundoshi. Siguió para lamer el miembro por encima de la tela con la intención de torturar a Suoh.

O-ooh... ¡Vla-Vladimir! —Una de sus manos bajó hasta enredarse en la cabellera negra, su pelvis alzándose a por más—. Vahlok... Por favor... —jadeó, su vista enfocándose en él—, los dos... —Tenía el impulso de erguirse y arrebatarle la ropa que traía, pero dudaba con vergüenza.

—Dime lo que quieres y te lo daré —dijo el ruso quitándole el fundoshi, dio una larga y lenta lamida a todo lo largo de su miembro. Para aumentar la tortura, paseó sus dedos por el pliegue que escondía el hemipene—. Sólo tienes que decirlo. —Una sonrisa predadora curvó sus labios, y para hacer más surrealista ese excitante momento, su ojo derecho se tiñó de amarillo.

Gime para mi, pequeño dragón.

Quiero... Quiero...quiero tenerlos dentro...dentro de mi... —Las palabras salieron atropelladas de su boca, señal de cada emoción bullendo en su cuerpo—. Oh, por favor... —Los ojos brillantes de deseo descendieron su mirada hacia el ruso, ansioso por él, el sonrojo extendiéndose por todo su rostro—. To...tómenme...

Dicho y hecho complacieron su pedido, se quitaron la ropa apresuradamente casi arrancando los botones de la camisa que tenía puesta, el moretón del hombre ahora sólo era una vaga mancha purpura, el torso seguía vendado pero la libertad de movimiento era mayor y cada bocanada de aire no era un suplicio para su caja torácica.

Tomando las piernas del japonés, las alzó exponiendo su trasero. Se relamieron los labios por la anticipación.

Buen provecho —dijo Vahlok con una risita. Apoyaron la cadera de Kenshi contra su pecho y apresaron su cintura, en esa posición hundieron la lengua en ese pequeño orificio del placer.

Suoh ahogó un gemido, aferrando las cobijas a ambos lados de su cuerpo. Era glorioso, el cosquilleo se extendía por todo su ser, concentrándose en su pelvis. Su mano se disponía a cubrir su boca, tenía pena de que los sonidos que salían de ella se escuchasen, pero... ellos querían oírlos, y Suoh moría por complacerlos tanto o más de lo que le complacían a él. Aunque eso hiciera que su cara se enrojeciera.

Más..., más... —suplicó.

En un hábil movimiento de dedos de su mano derecha, Vahlok sacó el hemipene de Suoh de su escondite para masturbarlo junto con el pene de Kenshi, mientras que Vladimir se dedicaba a seguir lubricando su trasero.

El ruso sintió la presión de su propio hemipene queriendo salir, a ese ritmo los dos supieron que no aguantarían mucho tiempo. Dando un último beso en la entrada del japonés halaron una almohada bajo Kenshi para elevar su cadera y así tener un buen ángulo. Se quitaron el pantalón de la misma manera desesperada que la camisa, escupieron en su mano para tener un poco más de lubricación. Suoh saboreó la tortuosa y dulce gloria en cuanto le tocaron el miembro reptil, todos y cada uno de los estremecimientos que antes recorrió su cuerpo se multiplicaron por mil. Y un gruñido involuntario escapó cuando dejó de hacerlo, dándose cuenta de la razón al mirar al ruso. Tragó duro en cuanto miró su erección, su lengua pasándose por los secos labios.

Do-dolerá ¿verdad?

—Un poco. Pero lo haremos como en Rusia, ¿recuerdas? Te dilataré con mi pene y sólo cuando estés a punto de correrte, meteré el hemipene. —Besó el interior de sus piernas para calmarle—. Así el dolor no será mucho.

Suoh asintió.

Está bien —murmuró bajito—. Es...estoy listo para ti.

Vladimir se inclinó para darle otro beso antes de comenzar a empujar en ese apretado interior, la saliva era apenas suficiente para que su pene resbalara en su interior. Jadeó apenas la cabeza entró, estaba tan apretado, fácilmente podía volverse loco de un momento a otro. Tenían que hacer lentas inspiraciones para calmar su desbocado corazón, centímetro a centímetro fue adentrándose en su interior hasta que las nalgas del japonés tocaron la base del hemipene. No esperando mucho más, Vladimir comenzó a moverse, un ritmo constante no tan exigente que los complacería a ambos. Suoh rodeó la cintura del mayor con sus piernas, controlando su impulso de cubrirse los labios. Cada vez que la punta del glande le tocaba ese punto en su interior veía estrellas de colores. Estaba colmado por el éxtasis de ser llenado por su tesoro, era una emoción enorme. Pero si tan solo... Dijo que iría uno, y luego el otro... Primero iría Vladimir y luego Vahlok. Cuanto le gustaría abarcar a los dos dentro de sí.

Un cosquilleo comenzaba a concentrarse en su pelvis al momento de sentir a Vladimir deslizarse fuera de él. Antes de que el hemipene del ruso pudiera rozarlo, le detuvo.

Yo... —titubeó— los quiero a los dos —añadió atropelladamente—. Al mismo tiempo.

El dragón ruso tuvo que detenerse para mirar a Suoh estupefactos. El hemipene de Vahlok dio un tirón que casi le hizo a Vladimir doblarse, era demasiado intenso.

—Tú... Tú quieres...

Te desgarraré —advirtió el dragón que apenas podía controlar su entusiasmo.

L-lo soportaré. Lo quiero. —Bajó la mirada, aunque al hacerlo tuvo la vista de ambas erecciones que hicieron a su corazón latir más rápido—. Quiero ser llenado por mi tesoro por completo.

Maldito niño insensato, logró pensar Vladimir después de un momento de quedarse completamente en blanco. Su objetivo era volverlo loco, ese era el plan macabro desde el principio, quería volverlo loco de placer y el dragón, condenado calenturiento babeaba con la idea, su excitación aumentaba la suya y ahora sólo tenía conciencia de sus dos erecciones pulsando tanto que dolía y necesitaba apaciguar ese dolor. Ahora mismo.

Con el poco sentido común que le quedaba, Vladimir se levantó de la cama para ir por el lubricante, vertió una gran cantidad entre las nalgas de Kenshi, metiendo los dedos hasta el fondo para lubricar todo el interior como era debido. Se puso un poco más en ambas manos y se masajeó un par de veces, apenas estaba notando que los dos penes estarían estrangulados dentro del japonés... Eso iba a doler.

—Comenzaré ahora —advirtió, posicionando las dos puntas mientras Vahlok con la mano derecha ensanchaba la entrada con los dedos, todavía se veía ridículamente apretada.

Suoh asintió, y se obligó a concentrarse para relajarse. Solo el ansia de estar a punto de tenerlos a ambos dentro no le concedía ventaja. Respiraba hondo al tiempo que podía percibir ambas erecciones abriéndose paso dentro de él. Por un instante pensó que no iba a resultar, pero entonces vino la presión que le hizo fruncir el ceño acompañada de una punzada de dolor conforme la presión aumentaba. Era desconcertante, y le hizo aferrarse a las sabanas debajo de ellos. No detuvo aquello, especialmente con esas punzadas haciéndole lagrimear.

Vladimir tuvo que morderse el labio para no gemir de dolor, era tan angustiante, tan desesperante, era el dolor y el placer en su máxima expresión. Por un momento casi olvidó cómo respirar. Las púas se clavaban en su glande y al mismo tiempo el hemipene era tan malditamente sensible que sentía que se iba a correr en cualquier momento. Vahlok, en cambio, no sabía en sí mismo de gozo, no podía esperar por más tiempo, podía ver las lágrimas de Suoh resbalando por sus mejillas pero llegados a éste punto le era imposible detenerse. Inclinándose sobre el menor le dio un largo beso para llamar su atención.

Tócate —le dijo con voz ronca, tomando el control de las caderas para empezar a moverse.

Si la vergüenza matase, Suoh podría estar a punto de desfallecer en ese momento, pero lo haría feliz. Más allá del dolor, estaba contento. Y más allá de su pena, obedeció, limpiándose las lágrimas que recorrían sus mejillas, llevándolas a sus dos miembros, despertándolos nuevamente. Mientras se masturbaba, en un arranque de osadía, sus ojos se enfocaron en los del ruso, desviándose de un ojo azul al amarillo y viceversa, y regodeándose en el sentir una clase de conexión con él.

Pasaron unos pocos minutos y el final fue inminente, aunque quisieran no podrían extenderlo por mucho más tiempo, además Vladimir está realmente preocupado por la cantidad de sangre que corría entre ambos manchando las sábanas. Vahlok, ignorando esa punzada de sensatez, continuó embistiendo rudo y fuerte, envolviendo su mano sobre la de Suoh, acelerando el movimiento, en dos, tres embestidas más todo acabó, ambos explotando y el semen manchándolos a ambos.

¡Ah! —El pequeño grito de Suoh no fue solo por el placer que le asaltó, sino también debido a, al su cuerpo tensarse y apretar los penes dentro de él, las púas presionaron sus paredes internas, aunando al escozor que el semen provocaba en sus heridas. Estaba dividido entre la satisfacción y el profundo dolor. Quería encogerse por el mismo.

Vahlok y Vladimir también gruñeron de dolor, ahora que el placer se disipaba de su calenturienta mente podían registrar el dolor correctamente. Sacaron los dos miembros cubiertos de la mezcla rosada de semen y sangre, el mismo pene de Vladimir estaba más rojo de lo que debería a causa de las púas que se le clavaron en la delicada piel y ahora que lo notaba, un dolor de cabeza comenzaba a nacer luego que el dragón se retiró dejándole completa autonomía sobre su cuerpo. Apartando eso a un lado, tenía que concentrarse en Suoh que ahora gimoteaba y continuaba sangrando.

Suoh trataba de no moverse mucho, cada vez que lo hacía su culo punzaba horrible.

No...puedo moverme... —lloriqueó.

Por todos los rayos, ¡era el peor esposo del mundo! Hacerle semejante barbaridad...

»Él lo suplicó, se justificó Vahlok, y si el dragón tuviera un cuerpo tangible que no fuera el suyo, le aplastaría la cabeza contra el piso. ¿Cómo se atrevía ese dragón inconsciente a lavarse las manos como si nada?

Ignorándolo, acunó la cabeza de Suoh en sus brazos, besando las lagrimitas que se acumulaban en el borde de sus ojos.

—Lo siento mucho. —Lo besó de nuevo—. Iré por los gemelos para que me ayuden. No te muevas. –Le dio otro beso antes de separarse y coger un kimono del armario, lo que sea para cubrirse rápido y cruzar los dos cuartos de distancia que los separaba de la habitación principal.

El ruso no tardó ni cinco minutos en volver con los gemelos, ambos con ropa de dormir y despeinados, Kaoru tenía los lentes un poco chuecos. Por órdenes de Vladimir, Kaoru fue directo al baño para llenar la tina mientras que Kuma ayudaba a Vladimir a cargar a Suoh y limpiar el desastre de sábanas. Suoh dio un gemido lastimero al ser movido, y otro quejido más cuando le limpiaron. Pero soportó estoicamente el curetaje sin mediar más palabra. También permaneció consciente, sin permitir aún que Kenshi volviera. Vladimir cargó con mucho cuidado a Suoh, se metió en la tina con él para terminar de limpiar su interior. El ruso lo trataba con mucho cuidado, como si fuera de cristal, besaba constantemente su piel y sus labios.

Kuma y Kaoru volvieron a hacer la cama y se quedaron con ellos incluso cuando Vladimir comenzó a ponerle pomadas. Kaoru le pasaba los ungüentos que tenía Kenshi en su armario, algunos picaban bastante sobre todo por estar en un área tan sensible.

Al terminar aquello, Suoh estiró la mano para que Vladimir lo tomara, sonriendo suave.

No...no quiero que te sientas mal...por esto. Ha estado increíble a pesar de todo.

—Pero te he lastimado, mucho más que la primera vez que lo hice con Kenshi, y lo disfruté. —Se sentía como una condena sobre sus hombros, explotar de placer a costa del dolor de la persona que amas... Negó con la cabeza—. Lo siento. Este tipo de sexo no creo poder volver a hacerlo.

No quiero que te sientas mal —repitió Suoh—. No me gusta verte triste. —Sus ojos se cerraron por el cansancio—. Me gusta verte contento...como cuando viste tu sótano.

—Duerme —dijo suavemente, besando sus párpados—. Mañana Kenshi va a odiarnos.

Pero yo seguiré queriéndolos igual. —Suoh sonrió sin abrir los ojos, emitió un suspiro y el sueño le fue venciendo poco a poco.

El ruso notó a los gemelos aún parados al pie de la cama con sedas caras de preocupación. Vladimir les agradeció su ayuda y ellos, al ver que todo estaba bajo control, se despidieron deseándoles buenas noches.

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La luz de la mañana que entraba por la ventana poco a poco fue iluminando la habitación. Era en esos momentos en los que Kenshi comenzaba a despertar. Sin embargo, sentía su cuerpo sumamente cansado, y su cabeza palpitaba horrible. Le costaba concentrarse en recordar si pasó la noche bebiendo, eso era peor que una resaca. No, lo peor fue al moverse. Dio tal respingo por una punzada en su culo que le hizo abrir los ojos.

—¿Qué...demonios...? Ay —siseó y masculló una palabrota.

Vladimir despertó enseguida por el movimiento en la cama y el quejido del menor. Los ojos azules recorriendo su cuerpo con una expresión preocupada.

—¿Te duele mucho?

—¿Qué pasó anoche? —Kenshi se colocó de costado, cubriéndose la cabeza con un brazo. Si no se movía no le dolía el culo, pero su cabeza era otra cosa. Le miró con ojos acusatorios—. ¿Qué carajos hicieron?

—Emm... Para resumir, digamos que tienes un lado masoquista muy convincente —dijo apartando los ojos. Se deslizó de la cama para ir al armario—. ¿Te duele la cabeza?

—¿Estás hablando de...? —Kenshi comenzó a unir piezas, el rompecabezas armándose en su mente. Sin mencionar ciertas imágenes que empezaron a filtrarse—. Dime que no hicieron eso... —Se estaba controlando de no gritar como quería—. ¡Cómo pudiste aceptar algo así! —exigió sin levantar la voz, el ceño profundamente fruncido. Ni el dolor de cabeza detenía su enojo—. Habíamos aclarado que no sucedería otra vez.

—Ya lo sé —dijo con voz culpable, el dolor de cabeza que le dio antes de dormir rápidamente se estaba convirtiendo en migraña—. No pude evitarlo, los dragones me estaban volviendo loco. —Rebuscando entre sus cosas, sacó dos analgésicos bastante efectivos. Vertió agua de una jarra que dejaron la noche anterior, se tomó la pastilla antes de llevarle la suya a Kenshi.

El japonés le hizo una mueca a la píldora.

—¿No puedes triturar eso? —Bufó—. Como es posible que me haya tocado un reptil así. Ni siquiera me di cuenta cuando apareció... —Aún así, cogió la pastilla—. Sé que me acosté a dormir..., estaba pensando en algo y entonces...no sé, fue raro... Estoy recordando cosas pero es como si las viera desde otra perspectiva. —Volvió a fruncirle el ceño—. ¡Pero dejaste que pasara "eso"! Reptil insensato y calenturiento. ¿Cuál de nosotros dos tiene 36 años, ah? Los dragones de los dos son crías que se comportan como adultos, y se aprovechan de nosotros. Tarado. —Y se tomó la pastilla.

—Entonces la próxima vez dame un golpe en la cabeza, es muy difícil pensar cuando tienes la polla tan dura como una piedra. —Se encogió enterrando la cara entre las manos—. No quiero hacerte daño.

—No me hiciste daño, le hiciste daño a mi culo que es distinto. —Rodó los ojos—. En castigo dormirán en el sofá del salón. Es lo menos que se merecen. Y si escucho quejas, los mandaré donde Jim.

Tú lo pediste —se quejó Vahlok en voz alta—. De hecho, nos rogaste —dijo con un satisfecho tono malicioso.

—Cállate de una vez —reclamó Vladimir a su lado irracional.

—Yo no lo pedí, fue el reptil que hicieron estuviera en mi cabeza. —Dándose cuenta de lo que dijo, suspiró—. Eso nunca dejará de sonar raro. Pero no fui yo. Solo accedí a tus púas una vez y fue suficiente. Suoh y ustedes dos fueron en contra de mi orden. Fin de la discusión. Irán al sofá.

Vladimir frunció el ceño y sacudió la cabeza, aparentemente discutiendo con Vahlok. Cuando pareció llegar a un acuerdo, el ruso volteó a mirar a Kenshi, la culpabilidad se reflejaba en sus ojos y se inclinó para darle un beso en la frente.

—Llamaré a Kuma y Kaoru para que vengan a ponerte más ungüento. —Se levantó de la cama para ponerse algo más decente que sólo un kimono a medio cerrar—. Te recomiendo no comer cosas sólidas por unos días.

Kenshi le quedó mirando.

—Y yo te recomiendo usar ropa así más seguido. Te hace ver tan sexy como un dios griego. —Se le escapó una sonrisa—. Pero igual sigo molesto con ustedes —recordó ceñudo.

—Cuando te sientas mejor hablaremos de cumplir fantasías… —dijo con una camisa medio abotonada, se acercó a darle otro beso—. Estaré en mi laboratorio, hoy le toca chequeo a los bebés.

Kenshi asintió. Medio movió su cuerpo a una postura más cómoda, resoplando algo frustrado por el pequeño movimiento fuera una punzada que recorría todo su ser. El ruso se fue y poco tiempo después entró el par, dedicándole al japonés la misma mirada preocupada de la noche anterior.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Kuma.

—¿Te duele mucho? —secunda Kaoru.

—Mientras no me mueva, estaré bien. —Pero, claro está, se movió para quedar boca abajo. Si bien eso no le hacía apoyarse en su culo, le costó un par de quejidos—. Alguien debe hacerse cargo de mis tareas, busquen a Matsumoto. Tengo hambre, Vladimir dijo nada de sólidos. Y asegúrense esta noche que el ruso duerma en el sofá, está castigado hasta nuevo aviso.

Los dos se quedaron viendo fijamente a Kenshi hasta que fue Kuma quien rompió el silencio. Se arrodilló al lado del japonés para estar en su campo de visión.

—¿Desde cuándo eres un masoquista?

—No lo soy. —Kenshi fijó su mirada en ellos—. Es Suoh, la otra consciencia que tengo. Es algo que también tengo como Vladimir y Klaus junto con los demás rasgos de reptil. Él es el culpable de todo esto.

»No..., no lo soy.

—Sí lo eres. Reptil imprudente, eres una vergüenza. Compórtate.

—¿Estás seguro de que es normal? —preguntó Kaoru visiblemente preocupado.

—Claro que no es normal, pero aparentemente ni el ruso lo esperaba. ¿Pueden creerlo? —resopló con fastidio—. Y dejen de mirarme como si estuviera loco.

—Técnicamente lo estás —dice Kaoru con tono condescendiente mientras que Kuma está conteniéndose para soltar una risita burlona.

—Sólo a ti se te ocurre enamorarte de un extranjero.

—En mi defensa, él se enamoró primero. Yo solo le coquetee.

—Lo que tu digas masoquista — se burló Kuma, despeinando el cabello de Kenshi—. Iré por el desayuno y unos papeles que tienes que firmar —avisó levantándose del suelo.

—Ruso-kun dijo que debía ponerte ungüento —dijo Kaoru una vez que estuvo solo con Kenshi.

—De acuerdo. Pero con cuidado que lo tengo sensible. —Hundió la cabeza en la almohada—. ¿Tendrás que meterme el dedo, Kaoru-kun? —preguntó con diversión.

—No lo diga. —El pelinegro se pasó la mano por la cara desacomodándose los lentes—. A lo que hemos llegado —se lamentó al ir por todo lo necesario, incluso fue por una toalla húmeda para limpiarle.

Cuando Kuma volvió con los papeles y el desayuno, también le trajo una infusión de valeriana a Kenshi para los nervios y el dolor. Tuvo que hacer un real esfuerzo para mantenerse estoico ante tan indecorosa imagen de ver a su gemelo metiéndole los dedos a su jefe.


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