Día 3: Master Chef
P.O.V Shadow the Hedgehog
Dejar a María convencerme de esto fue un error. Se suponía que hoy debía dar cien vueltas en un circuito para que los científicos tomaran datos que pudieran analizar y concretarse en una cura para ella.
Pero no. Todo lo contrario. Me hallaba en una cocina sencilla a muchos, muchos metros de la pista; portaba un delantal blanco con corazones rosados y un bordado que decía: Master Chef of Love (quería vomitar. ¿De dónde sacó esto?).
— Hoy prepararemos un estupendo pastel. — Explicaba María como, con un traje de chef que le quedaba un poco grande, tomando los ingredientes y mostrándoselos a un niño d años llamado Abraham Tower.
Siguiendo la receta, cogió una taza de harina e iba a echarlo en el tazo; pero terminó en mi cara. Le había dicho que el delantal que tenía era muy largo,
Abraham rió al ver como mi cara quedó blanca por el polvo. Dejándome llevar, más por la molestia, tomé una tasa y se la eché. Creo que una leve sonrisa se esbozó al verlo estornudar y toser.
Viéndome fijamente, se acercó y, metiendo su mano al, tomó un puñado de harina y comenzó a lanzarla. Le dio a María sin querer. Tuvo miedo que ella le reprochara algo, pero con una sonrisa de malicia, sacó más haría y nos lo lanzó a mí y a él.
Todos nos lanzábamos la harina. María y él se reían, y yo solo me concentraba de echarle lo más que pudiera. Al cabo de dos a tres minutos, toda la baldosa del piso era blanca.
— ¿Qué está pasando aquí? — Preguntó Gerald, entrando a la cocina junto con unos compañeros científico (seis o siete).
María y Abraham agacharon cabeza, temerosos de las palabras de decepción que pronto oirían. Necesitaba hacer algo por ellos.
— Estamos tratando de hacer un pastel. — Expresé tomando el libro de recetas.
El buen doctor Gerald se nos quedó viendo, rascándose la barbilla. Yacía pensativo. Alargó la mano para que le entregara el libro.
— Creo que deberían preparar algo más simple acorde a sus grandes capacidades culinarias. — Ojeó varias páginas del libro y lo cerró. — ¿Qué tal un vaso con agua? Eso pueden hacerlo.
María rió ante el comentario de su abuelo. Los demás científicos la siguieron, riendo.
Nosotros tres servimos los vasos de agua y los pasamos a todos los presentes.
— Disfruten de nuestro mejor platillo: agua purificada salida directo del grifo. — Presentó María con orgullo, como si de una chef se tratase.
Todos levantaron los vasos y brindaron, disfrutando de la refrescante agua.
Luego de eso, limpiar el lugar no se sintió tan mal al ver sus rostros de felicidad (en especial el de María). Entendí por qué ella me trajo aquí.
A veces, salir de la rutina no era tan malo.
