Momentos
By Nikky Nikosa
Playa
Para Javier, Yuuri fue como esas cosas que llegaban sin aviso, pero que luego terminabas necesitando a un punto de no retorno. Porque ahora no se imaginaba una realidad en la que aquel japonés no estuviera en su día a día.
Y no tenía pensado dejarlo ir.
No sería tan idiota como la persona que había estado antes de él, eso era seguro. No sería como Viktor Nikiforov.
Miró a Yuuri mientras jugaba con la pequeña Agustina de cuatro años y construían un castillo de arena.
Sabía, sin embargo, que el nombre de Viktor era aún un fantasma que rondaba alrededor de ellos, al igual que sus propios fantasmas, sus propios demonios que él quería eliminar. Pero todo se hacía mejor cuando había alguien al lado con el que avanzar hombro a hombro. Quizás eso era una relación de pareja, de las que él tanto había huido en su momento. Con alguien al lado todo se hacía más llevadero.
Y ellos se complementaban de una forma interesante.
Su forma de ser desvergonzada y tan chilena solía contrastar con la sobriedad japonesa de la que Yuuri solía hacer gala, y esa diferencia hacía que cada día fuera algo nuevo y diferente.
―¿Qué tanto piensas? —cuestionó Yuuri sentándose a su lado.
Javier se alarmó al verlo llegar sin su hija, y antes de responder preguntó por ella.
—Está con Sarina. Sabes que busca cualquier momento para acapararla.
Javier sonrió, porque en eso tenía razón.
Suspiró y se estiró un poco, para luego apoyar su cabeza sobre el hombro desnudo del japonés. Un poco más adelante, las olas golpeaban contra la orilla una y otra vez, deshaciendo el castillo que su hija había formado con Yuuri.
—Estaba pensando en esa noche en Barcelona.
—¿Cuando te acriminaste con ese vino?
No puedo evitar soltar una carcajada. Al parecer Yuuri aún no olvidaba su desfachatez de aquella vez.
—Fue un delicioso jote.
—Era un buen vino.
—No pensé que años más tarde estaríamos acá, al otro lado del mundo formando una pequeña familia.
Pudo contemplar con cierto regocijo cómo las orejas del japonés se volvieron rojas.
—Y yo nunca pensé que te volverías tan cursi con el paso del tiempo.
Javier se encogió de hombros.
—Alguien debe serlo, sobre todo considerando que de ser por ti todavía estaríamos en la fase de amistad.
Y puede que accediera a tomar ese papel más expresivo solo para ver la cara roja del otro hombre.
Sus labios de pronto se vieron atrapados por los de Yuuri, quién se apoderó de su boca sin piedad, hasta dejarlo casi igual de abochornado.
—¿Consideras esto amistad?
También debía admitir que amaba esas venganzas, y que pese a su vasta experiencia, Yuuri lograra sacarlo de balance hasta ese punto. Buscó sus labios nuevamente y lo tomó de la nuca, queriendo profundizar el contacto. No era suficiente.
—¡Papá, suelta a papi Yuuri! ¡Lo vas a ahogar!
De mala gana se separó del otro hombre, que hacía un intento por controlar las carcajadas ante su cara de hastío, que obviamente intentaba moderar ante su adorable hija.
—No lo estaba ahogando, lo estaba besando.
La niña negó.
—¡Claro que no! Los besos son así —hizo el gesto de tocar su mano con los labios—, pero tú parecías un pulpo, papá.
—Eso lo hacen las personas cuando se quieren.
—¿Ser un pulpo?
—¡Besarse!
—Tío Jorge me dijo que eras como un pulpo, y que además a veces atacaba la anaconda.
—¡JORGE! —Esta vez Yuuri se unió al regaño hacia el joven que se mantenía un poco más atrás de la niña, con la cara roja de tanto aguantar la risa.
—Agus, ¿quieres que caminemos buscando pokémon? —cuestionó el muchacho de dieciocho años, que cada día más se parecía a sus hermanos mayores, en un intento por huir del regaño.
Cuando se quedaron nuevamente solos, Javier suspiró.
—Recuérdame restringir las visitas de Sarina. Agustina se está transformando poco a poco en una versión de ella en miniatura.
Yuuri rio, aunque la mirada que le dirigió hizo que el deseo volviera a correr por sus venas.
—¿Sigue pareciéndote buena idea haber hecho este viaje a la playa? —cuestionó Javier con un tono burlesco, adivinando el deseo insatisfecho en aquellos iris chocolate.
Yuuri suspiró.
—Es el cumpleaños de Jorge, no podíamos no venir.
Javier suspiró, porque en eso tenía razón. Sin embargo, resistir hasta la noche se le hacía una tarea titánica, y más si se consideraba que tendrían que ser cuidadosos para no despertar a la niña.
Yuuri al parecer pensaba lo mismo, porque se apresuró a proponer una solución.
—Piensa otro día en la mala influencia de Sarina, y le pedimos que la cuide hoy a la noche.
Y Javier no pudo estar más que de acuerdo.
.
Notas de autora:
¡¿Qué demonios acabo de escribir?! Jajajajaja, espero que te haya gustado Coni, y que gozaras este pequeño momento Javiuuri. ¡Feliz cumpleaños!
