-Y desde entonces se ha buscado la cueva donde pueden estar los restos de ese legendario barco junto con el inmensurable tesoro-comentó Alfred con un gesto pensativo mientras miraba la vela que iluminaba la estancia-Me imagino que solo un verdadero pirata con un gran sentido de la aventura y bastante suerte logrará hacerse con semejante tesoro.

-¡Eso es!-exclamó Arthur sentándose en la cama, asustando al humano- ¡Así es como le probaré a Scott que soy un gran pirata, que seré el mejor de todos! ¡Encontraré el tesoro perdido de Roma!

-¡¿Qué?!-exclamó el mortal horrorizado pues definitivamente no era esa su idea cuando le contó sobre la leyenda del tesoro perdido- ¡¿Estás loco?! No puedes simplemente ponerte a dar vueltas por el Mar Mediterráneo, necesitas un navegante, tripulación, mapas, provisiones y, por supuesto, un barco.

-¡Alfred!-exclamó el adolescente con sus ojos verdes brillando de emoción. ¡Tú irás conmigo! Eres un excelente navegante y me ayudarás a conseguir todo eso ¿verdad?

-Pero Arthur…-el humano se removió incómodo en la cama pues se imaginaba la cara que pondría su capitán si se iba de viaje con su hermano menor- tal vez cuando seas mayor podamos planearlo mejor y quizás Scott pueda venir con nosotros y ayudarnos…

-¡Yo no quiero la ayuda de ese bastardo!-dijo el chico de ojos verdes cruzándose de brazos-¡Quiero hacer esto solo para demostrarle que soy un verdadero pirata!

-Pero aún no puedes considerarte un pirata, Arthur-dijo el humano con una leve sonrisa notando como el menor hacía un suave puchero- necesitas preparación, conocimientos y, sobre todo, experiencia.

-Pero tú puedes ayudarme ¿verdad?-preguntó la joven nación cambiando su puchero por una amplia sonrisa. Alfred suspiró derrotado y asintió- Bien, entonces me quedaré con Scott y contigo para aprender a ser pirata antes de lanzarme en busca de mi destino.

-Que el cielo me ampare-se lamentó el hombre de ojos azules, pasando una mano por sus cabellos. El capitán Kirkland iba a lanzarlo al mar en cuanto se enterara, definitivamente era hombre muerto.

Con la ayuda de Francis, el escocés logró conseguir un barco y una modesta tripulación de 3 hombres para poder cruzar el Canal de la Mancha y conseguir provisiones en Inglaterra.

Arthur estaba decidido a convertirse en el mejor pirata de los 7 mares y comenzó a observar todos los trucos y mañas que usaba su hermano en el puerto y durante el viaje. El pelirrojo daba sus órdenes acompañadas de insultos y sus pasos autoritarios resonaban en la cubierta.

-¡Qué tengan un buen viaje!-dijo Francia con una sonrisa muy amplia mientras los británicos se preparaban para zarpar. Antes de irse, el escocés le dijo un par de palmadas al galo en la espalda, sacándole un gemido de dolor, al parecer a Francis le dolía mucho la cadera y Arthur no entendía por qué- ¡Agh! Eres un salvaje, Scotty honhonhon~

-Esa rana es muy rara-se dijo el inglés mientras observaba como la nueva tripulación comenzaba a subir el ancla principal para zarpar. El barco comenzó a moverse lentamente rumbo al norte, alejándose del puerto. El capitán Kirkland comenzó a repartir trabajos rápidamente al resto de los tripulantes antes de acercarse a su hermanito.

-Arthur, tenemos que hablar-el pelirrojo lo miró con severidad antes de caminar hacia su pequeño camarote. El rubio suspiró y lo siguió. Desde luego ese modesto barco francés era muy pequeño comparado con The Curse of the Sea y obviamente su hermano había perdido todos sus objetos personales cuando su navío naufragó, por eso, el camarote del capitán estaba prácticamente vacío, tan solo había dos sillas y una hamaca así como un baúl con ropa en un rincón. Los dos Kirkland tomaron asiento, uno frente al otro- Bien, quiero que te hagas a la idea de que no quiero que vayas conmigo cuando salgamos de Inglaterra ¿entendido?

-¡Pero yo quiero ir!-exclamó Arthur molesto, poniéndose de pie antes de cruzarse de brazos. Su airada mirada esmeralda chocó contra la del capitán mientras respiraba entrecortadamente- ¡Me lo prometiste! ¡No puedes simplemente llevarme a Londres y dejarme ahí!

-¡Deja de gritar, gusano infértil!-gruñó el mayor mirando fijamente a su hermano pero el rubio obviamente no iba a ceder tan fácilmente por lo que se quedó de pie- No te estoy dando un "no" definitivo, solo creo que debes crecer un poco más, tal vez el siglo que viene puedas viajar conmigo. Quizás cuando ya tengas 300 años, ya sepas nadar haha!

-¡¿Me quieres abandonar todo un siglo?!- el inglés palideció ante la idea de estar encerrado en Inglaterra por 100 años más. No, no podía, no después de ver las maravillas del océano. Algunas lágrimas se arremolinaron en los ojos del menor que soltó una patada al suelo- ¡No quiero! ¡No quiero! ¡Yo quiero ir contigo y ser un verdadero pirata!

-Bloody hell!-Scott se puso de pie súbitamente y sujetó a su hermano por los hombros. Los llorosos ojos del menor lo observaron y las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Arthur temblaba de ira y de tristeza, las lágrimas comenzaron a rodar por sus ojos y el mayor tuvo que desviar la mirada. No podía verlo llorar, simplemente no podía- Tienes que entender, Arthur… podrías morir…

-… pero… soy una nación ¿no?-murmuró el rubio antes de morder su labio inferior para dejar de llorar pero irónicamente, las lágrimas fluyeron con mayor libertad. Su mirada buscó la de su hermano pero el escocés se negaba a verlo y a soltarlo- No puedo morir si soy una nación ¿verdad?

-Nadie lo sabe, Arthur- dijo el pelirrojo mirando el tranquilo mar que se extendía más allá del horizonte desde una pequeña ventana- El Imperio Romano murió y él era más nación que todos nosotros juntos. Quizás seamos inmortales en edad pero pueden asesinarnos…

-… ¿es en serio?-Las palabras de Escocia hicieron estremecer al menor, nunca había pensado en el Imperio Romano, pero era cierto, él había desaparecido después de tantos siglos de esplendor y grandeza. La idea de desaparecer de la nada como el Imperio Romano hizo que un creciente miedo escalara por su cuerpo- ¡Pero eso significa que tú también puedes morir!

-¡Claro que yo también puedo morir, idiot!-dijo Scott mirando finalmente a su hermano notando como las lágrimas rodaban por las suaves mejillas de Inglaterra con mayor frecuencia. Era obvio que el rubio temía por la vida del pelirrojo- ¿Acaso estás preocupado por mí, conejo?

-¡Claro que no lo estoy, git!-gruñó el más bajo pero no podía contener los escalofríos que recorrían su espalda al pensar que tal vez un día no volvería a ver a su hermano. Entonces pasó algo que lo dejó helado. Scott secó sus lágrimas suavemente con sus dedos antes de darle unas palmadas en la cabeza.

-No te preocupes por mí, tonto-le dijo el pelirrojo con una sonrisa de superioridad antes de abrir la puerta del camarote para que su hermano saliera- ¡Nadie puede contra el capitán Scott Kirkland! ¡Ni siquiera el Holandés Errante!

Arthur salió del camarote de su hermano mientras se secaba las lágrimas. El mar brillaba bajo el suave sol y una ligera brisa despeinó sus cabellos. La verdad es que nunca había pensado realmente en la posibilidad de morir, pero ahora que lo tenía en mente, tenía aún más ganas de viajar con Scott. Su hermano era lo suficientemente idiota como para matarse luchando contra el Holandés Errante, definitivamente tenía que volverse un pirata para ayudarlo.

-¿Arthur? ¿Estás bien?-preguntó una voz. Alfred notó como el menor tenía los ojos rojos, claramente algo había pasado en el camarote del capitán y el inglés había llorado- ¿Tuviste problemas con Scott?

-No, solo me dejó pensando-dijo el más bajo y lo miró a los ojos con una determinación que hizo que el humano sintiera un escalofrío- Quiero que me enseñes a luchar con la espada, quiero ser un pirata…

El mortal observó a la joven nación notando el anhelo en sus palabras y la firmeza en su tono de voz. Sus ojos verdes brillaban por la determinación y Alfred notó que el rubio no era el mismo que había conocido tan solo unas semanas antes, había cambiado y estaba más determinado que nunca a ser un pirata.

-Bien, te enseñaré todo lo que sé-dijo el más alto y Arthur no pudo evitar saltar de la emoción antes de lanzarse a los brazos del mortal que lo observó sorprendido- vamos, calma, no es la gran cosa en verdad, solo que no sé si a tu hermano que agrade la idea de que te enseñe a luchar.

-Nah, no te preocupes, Scott no tiene que enterarse-dijo divertido y Alfred puso los ojos en blanco pues era obvio que el pelirrojo se iba a enterar porque era el capitán pero no comentó nada- Entonces ¿cuándo empezamos?

-Ehm… podemos empezar mañana-dijo el humano con una leve sonrisa antes de que el pelirrojo saliera de su camarote para anunciar la hora de comer. La tripulación se dirigió a la cubierta para comer antes de regresar a sus actividades.


Una vez que cayó la noche, todos se dirigieron a los dormitorios para descansar pero el capitán que quedó en la cubierta junto al timón mientras observaba como luna brillaba encima del mar. Estaba tan ensimismado pensando en lo que había pasado que no escuchó cuando su segundo al mando se acercó a él.

-¿Se encuentra bien, capitán?-preguntó y el pelirrojo se sobresaltó antes de mirarlo- Lamento haberlo sacado de sus pensamientos, señor. No era mi intención

-No te preocupes, no importa-comentó el escocés con una leve sonrisa antes de volver a mirar al horizonte nuevamente- Estoy bien, solo estoy preocupado.

-¿Por su hermano, capitán?-preguntó Alfred y la nación lo miró sorprendido- Es obvio, capitán, pero no debe preocuparse, ese chico será todo un pirata…


Gracias por leer y por sus comentarios

Chiara: Claro que le saldrán canas jeje

hana: Jejeje así es el ScotEng jajaja

Espero que les haya gustado y no olviden comentar