Estaban en problemas. Acababan de atacar un barco mercantil español que al parecer traía como escolta al mismisísimo Furia Roja en su navío insignia. El capitán estaba de pie en la barandilla de la proa observando a sus rivales, aquellos que lo habían atacado.
Los ojos de Arthur recorrieron al hombre de pies a cabeza. Vestía una casaca roja que probablemente le había ganado ese apodo a juego con un sombrero de plumas rojas. Su cabello castaño estaba atado en una coleta que ondeaba con el viento pero lo más intimidante era la impresionante alabarda que traía en la mano.
-Creo que acabamos de atacar un navío español-dijo Scott con una sonrisa divertida cuando su mirada chocó contra la de Antonio- Mira y aprende, gusano, no todos los días te enfrentas al Imperio Español en persona…
-¿Ese es el Imperio Español?-preguntó el menor de los Kirkland muy sorprendido. Incluso en Inglaterra se hablaba del poderoso imperio creciente proveniente de España. Al no haber salido nunca de la isla, Arthur no conocía a la personificación del país ibérico pero ahora lo tenía frente a él.
Antonio tenía los ojos puestos en el capitán pelirrojo. Era la segunda vez que ese maldito atacaba uno de sus barcos mercantiles para robarlo. Ya se habían enfrentado en ocasiones pasadas pero no lo consideraba un verdadero rival, hasta ahora. El castaño dio la orden y el poderoso galeón español atacó.
-¡Cuidado!-gritó Scott agachándose, no sin antes jalar al estúpido de su hermano para que se protegiera también, lo que menos necesitaba era que lo golpeara una bola de cañón- ¡Preparen el contraataque, ratas asquerosas!- todos los hombres corrieron a los cañones los cuales cobraron vida al unísono. Arthur estaba a punto de correr a ayudarlos cuando su hermano lo jaló- Tú te quedas conmigo, gusano…
El rubio observó a su hermano confundido, no entendía por qué debía quedarse con él. El escocés seguía con la mirada al español que también gritaba órdenes en su barco. La mano del mayor sujetaba con fuerza el brazo del inglés, no se iba a arriesgar de nuevo dejándolo sólo. Lo iba a proteger del Imperio Español a como diera lugar.
-¡Vale, preparen el abordaje! ¡Quiero que esos bastardos paguen por robarme!-ordenó Antonio mirando a sus hombres que rápidamente lo obedecieron. El ibérico sujetaba con fuerza su alabarda mientras los barcos se acercaban más y más- Alba trae un nuevo barco…- no había podido evitar notar que el nuevo barco no era tan rápido como The Glory of Alba. Sin embargo esa falta de velocidad lo compensaba el tamaño del navío- ¡A la cuenta de tres, saltaremos!
-Ahí vienen…-murmuró Escocia al ver cómo todos los tripulantes enemigos se acercaban a la barandilla dispuestos a saltar. Las balas de cañón volaban de un lado al otro sin tregua, ambos barcos estaban sufriendo daños considerables, pero el galeón español estaba más preparado para una batalla extensa.
-¡Capitán!-gritó Alfred corriendo hacia el pelirrojo el cuál no lo miró porque estaba esperando el abordaje español- ¡Este barco no resistirá mucho contra ese galeón español!-justo en ese momento, la tripulación enemiga saltó al Black Sea. Las miradas de Arthur y Alfred se encontraron un momento cuando la nación recordó las palabras del humano "No tenemos suficientes armas para hacerle frente al Holandés Volador" ¿tendrán suficientes armas para hacerle frente al Imperio Español?
Se desató el infierno en el barco británico. Antonio pisó la cubierta e inmediatamente se lanzó a atacar al escocés con su alabarda. Arthur hubiera pensado que el ibérico sería más lento al tener que maniobrar con un arma tan grande y pesada pero se notaba que el castaño llevaba décadas perfeccionando el uso de esa arma pues la movía con velocidad y fluidez.
Tras haberse enfrentado a la sanguinaria y letal tripulación de Holandés Errante, Inglaterra pudo notar la diferencia de niveles que poseía la tripulación española. Eran más desordenados en su forma de atacar y no eran tan rápidos como su capitán, definitivamente el único que representaba una verdadera amenaza era la nación ibérica.
-¡Yo quiero pelear!-exclamó Arthur cansado de ocultarse tras su hermano que lo protegía inconscientemente de los ataques de España. Scott trató de detener al menor pero el rubio bajó corriendo las escaleras, entrando de lleno en la batalla. Alfred rápidamente se paró al lado de la joven nación para ayudarlo. Inglaterra blandía su espada con mayor habilidad que antes, definitivamente le habían ayudado las prácticas y pudo hacer frente a la tripulación española.
Escocia no podía concentrarse bien en la batalla contra Antonio por estar vigilando a su hermano menor. Había sido un error garrafal volverlo a aceptar en el barco, debía deshacerse de él o terminaría siendo derrotado de nuevo. Con cada nueva batalla podía darse cuenta que ese maldito gusano era su debilidad… y alguien más iba a aprovecharla.
El Imperio Español ya se había enfrentado al pelirrojo en ocasiones anteriores y en esas batallas había podido verlo rendir al 100% pues estaba muy concentrado, pero ahora parecía distante, distraído en algo más. Obviamente aceptó esa ventaja y lo golpeó con el mango de su pesada alabarda. El capitán Kirkland cayó por las escaleras que llevaban al timón.
-¡Scott!-gritó Arthur que también había estado pendiente de la batalla de su hermano con el español y se apresuró a ayudarlo. El mayor trató de detenerlo pero no pudo empujarlo a tiempo y la espada del inglés chocó contra la alabarda del ibérico. Ambas naciones se miraron a los ojos por primera vez y se escucharon unos truenos que desgarraban el cielo. Se iba a desatar una tormenta.
- Así que tú eres Inglaterra-dijo el castaño con una sonrisa de superioridad. Ese mocoso no era rival para él, los siglos de experiencia en el mar le daban la ventaja. El nombrado no respondió sino que lo siguió mirando a los ojos mientras el viento despeinaba los cabellos de ambos. Las miradas esmeraldas de ambos chocaban intensamente. Aunque ambas eran casi del mismo tono de verde, reflejaban brillos distintos: los ojos de Antonio destilaban ira y pasión mientras que los de Arthur eran retadores y advertían peligro- No estás a mi altura, chaval…
-Eso es lo que crees…-una sonrisa retadora apareció en los labios del menor, era obvio que no sabía a quién se enfrentaba y era muy probable que perdiera pero eso no iba a evitar que lo intentara. La alabarda rasgó el aire cuando cayó violentamente sobre el rubio. El isleño retrocedió rápidamente para lanzarle al ataque pero España movió rápidamente su arma para golpearlo con el mango y hacerlo retroceder.
-¡Esta es mi batalla, gusano!-exclamó Scott poniéndose entre su hermano y su enemigo. La espada del escocés viajó de forma certera hasta hacerle un pequeño corte en la mejilla al castaño. El viento se hizo aún más fuerte y la lluvia comenzó a caer sobre ellos con fuerza. Los dos barcos se balanceaban peligrosamente al ritmo de las furiosas olas.
-¡Déjalo jugar, Alba!-respondió el Imperio Español con una sonrisa mientras regresaba su atención al capitán pelirrojo- ¿O es que el bebé aún no puede entrar a las grandes ligas?- ese comentario hizo enojar al rubio que inmediatamente se lanzó en un ataque, cegado por el coraje. Antonio lo rechazó con facilidad y lo derrumbó con un ágil movimiento de su alabarda, pero no pudo completar su ataque porque Scott protegió al menor.
Las olas se volvieron más salvajes y los barcos habían sufrido muchos daños. Ambos capitanes se dieron cuenta del peligro en el que estaban y sus miradas se cruzaron. Escocia no quería tener una deuda pendiente con el Imperio Español así que decidió lanzarse con todo. El ibérico aceptó el reto y combatió también sin importarle el destino de las naves.
Justo en ese momento, un rayo cayó sobre el mástil del Black Sea y éste se prendió en llamas. En ese momento, cundió el pánico en ambas tripulaciones. Antonio aprovechó el momento para darle el golpe de gracia al barco británico y le prendió fuego al timón.
-¡Eres una rata asquerosa!-gritó Scott furioso le soltó una patada al castaño que cayó por la borda, sin embargo, logró agarrarse de uno de los cañones de su propio barco- ¡Si nosotros nos hundimos, ustedes vendrán con nosotros!- El pelirrojo corrió a su camarote y tomó un barril. Con una piedra lo prendió en llamas y lo lanzó al navío enemigo. La pólvora dentro del barril estalló contra uno de los lados del galeón español.
Ambos barcos estaban en llamas, la lluvia había cesado pero el viento no y éste empujó los dos navíos, uno contra el otro. La colisión fue devastadora, varios hombres cayeron al mar y fueron tragados por éste. Arthur se sujetaba con fuerza a la barandilla mientras su hermano lo sujetaba para que no cayera. Debían hacer algo, ambos barcos iban a hundirse.
-Hay que saltar…-dijo el pelirrojo y el menor lo observó estupefacto. Alfred rápidamente se acercó a ellos y asintió. Inglaterra gritó horrorizado. ¡Iban a morir si los tragaba el mar! Y además, él no sabía nadar. Scott sujetó a su hermano por los hombros y lo miró directamente a sus ojos aterrorizados- Confía en mí…- el rubio tragó saliva y asintió.
Tanto la tripulación británica como la española saltaron al agua justo cuando el fuego alcanzó las bóvedas de pólvora. Ambos navíos estallaron al unísono. Las furiosas aguas se tragaron a los pocos sobrevivientes. Estaba helada, Arthur sintió una desesperación horrible mientras era revolcado por las olas, no sabía a dónde quedaba la superficie y el aire en sus pulmones se agotaba.
Una eternidad después, sintió un brazo firme alrededor de su cintura que lo jaló hacia la luz. Su cuerpo chocó contra algo duro, al parecer, la tormenta los había arrojado contra un archipiélago. El menor comenzó a respirar entrecortadamente mientras su hermano lo sujetaba contra las rocas con fuerza. Alfred también estaba ahí, pero no había señales de los españoles ni del resto de su tripulación. La tormenta había cesado por fin y el mar se encontraba en calma de nuevo.
-Espero que esas malditas cucarachas se hayan ahogado-gruñó el escocés aunque sabía que Antonio iba a sobrevivir, el maldito había sobrevivido a cosas peores. Los restos destrozados de ambos barcos flotaban cerca de ellos al igual que los numerosos cadáveres- ¡Miren, ahí hay un puerto! ¡Vamos!
Con cierta dificultad lograron llegar a tierra. El puerto era bastante sencillo pero eso no fue lo que les preocupó, en cuanto pudieron preguntar dónde estaban, el pelirrojo palideció. ¡Estaban en territorio del Imperio Español!
Gracias por leer y por sus comentarios, realmente me alegra que haya gente pendiente de este fic.
Noname: Me alegra que te guste el scoteng. Aquí está la actualización
kagerou: Sí, volví después de tanto, es que con el trabajo ya no he tenido mucho tiempo libre.
Kagerou-amoryaoi: claro que ama a Arthur sólo que nunca lo aceptará. Jeje Antonio no olvidará cómo destrozaron su barco insignia, no te preocupes.
Espero que les haya gustado y no olviden comentar
