Disclaimer: Solo los personajes pertenecen a S. Meyer. Esta historia es totalmente mía.

Capítulo beteado por Manue Peralta de Betas FFAD. www . facebook ,com /groups / betasffaddiction /

SUCIO SECRETO

Me mentiste. Me usaste para esconder el fracaso de toda tu vida. Juraste que yo era tu salvación, el amor de tu vida y solo me hiciste sentir tu…sucio secreto.

Capítulo 1.

No debería estar aquí, no debería estar aquí, me repito molesta una y otra vez mientras ingreso al Centro Correccional Metropolitano de la ciudad de Nueva York.

Alice Brandon, mi mejor amiga, colega y compañera de piso, le llamaron del Centro Correccional para informarle que su cliente había sido parte de una disputa. Pero debido a la resaca monumental que se gastaba debido a su salida de anoche con su novio, Emmett, me veo obligada a ocupar su lugar.

Rápidamente me conducen hacia el área forense. Allí me guían hasta un cadáver con una gran estocada en el estómago. Siento la bilis subir a mi garganta.

—¿Qué le sucedió? —pregunto al médico que en ese momento entra.

—Intentó defender a un preso y lo mataron. —Se encoge de hombros como si fuese algo que presenciara todo los días, haciendo que me pregunte qué tan frecuente sucede este tipo de asaltos. Noto que trae una torta en las manos.

—¿Va a comer aquí? —inquiero incrédula y horrorizada. Él asiente burlón.

Decido que no puedo continuar ahí y corro fuera con ganas de vomitar, no me importa parecer una primeriza en estos tipos de casos. Respiro un poco intentando calmarme. Minutos después llegan hasta donde estoy el médico y el guardia.

—Quiero conocer al preso que defendió mi cliente —asevero. Ambos se miran incómodos antes de asentir.

Nos encaminamos por los pasillos del centro. Pienso enviarle un mensaje a Alice, pero recuerdo que mi bolsa se ha quedado en resguardo en la entrada. Llegamos hasta lo que parece ser una enfermería, vislumbro las paredes sin pintar, no hay ventanas y las lámparas no iluminan lo suficiente, nada que ver con los blancos y limpios hospitales de la ciudad.

Me guían hasta una cama donde se encuentra un hombre, aunque apenas lo parezca. Está golpeado por todas partes, la cara, los brazos, las piernas. En cuanto nos ve acercarnos intenta levantarse, pero es detenido por una enfermera de muy mal humor.

—¿C-Cómo está James? —articula con dificultad al oficial, pero éste lo ignora.

—¿Usted conocía a mi cliente? —interrogo.

—E-Era mi amigo, él me d-defendió.

—¿Quiere que la deje un momento a solas? —me pregunta el guardia, asiento y él se retira. Este hombre es incapaz de levantar una mano, mucho menos de atacarme. Agarro una silla cercana y tomo asiento.

—¿Quién es usted y de qué lo defendía mi cliente?

—M-Mi nombre es Edward —musita mientras jadea de dolor—. Fui acusado injustamente y n-no tengo un solo centavo…lo demás intúyalo sola.

Claro, en la cárcel hay que pagar por todo, especialmente por protección.

—Usted no tiene dinero, le pegaron para exigirlo y James se defendió —relato y él asiente—. ¿Y su familia o su abogado? ¿Sí sabe que por ley tiene derecho a un abogado?

—U-Usted hace demasiadas preguntas —murmura—. Mis padres y mis hermanos m-me dieron la espalda cuando fui e-encerrado aquí. M-Mi padre es… Mi padre le pagó a mi abogado para que me hundiera aquí.

¿Qué padre es capaz de hacer algo así?

—Mi padre…mi padre no es malo —aclara supongo que al ver mi cara de horror, aunque, no me mira y yo lo atribuyo a su dolor por los golpes—, él quería…quiere como una hija a la mujer que me encerró aquí.

Me parece increíble todo el enredo de este caso.

—Usted ya no tiene de qué preocuparse —declaro mientras abro mi cartera y saco 500 dólares. Los pongo en su mano—. A partir de hoy, usted ya no está solo, yo lo ayudaré.

—No… —protesta mientras rechaza el dinero.

—El guardia va a informar que usted tiene nuevo abogado. —Coloco nuevamente el dinero en su mano—. Estoy segura que vendrán nuevamente por el dinero, y me niego a tener que reconocerlo como lo hice con James. —Él desvía la mirada, entre los moretones creo ver brillar unas cuantas lágrimas—. El destino me ha hecho conocerlo, no desaprovechemos la oportunidad.

Dicho esto me levanto y comienzo a caminar hacia la puerta.

—Edward Cullen. —Me vuelvo hacia él—. Mi nombre es Edward Cullen.

—Isabella Swan. —Le sonrío—. A partir de hoy, tu abogada y amiga.

Salgo de la enfermería dirigiéndome al archivo de la prisión donde pido el expediente de Edward junto con un lápiz y una pluma.

Mientras buscan el expediente, pienso en lo que me contó Edward y me parece increíble, casi imposible que un padre pueda creerle más a una extraña que a su propio hijo. ¿Cuál sería el delito que cometió? A lo mejor asesinato o secuestro.

Lo reviso y me entero que fue acusado de violación por su novia Tanya Denali. Ella argumentó haberse bañado y quemado la ropa luego del abuso. Edward no había logrado presentar ninguna defensa a su favor y, aunque no había pruebas del delito, fue condenado a diez años de prisión, de los cuales ya llevaba cinco. Su abogado había sido Mike Newton.

Recordaba a ese abogado, escuché a Alice comentar que había perdido un caso y su cliente fue condenado. Extrañamente ese fue su último caso en la ciudad de Nueva York.

Todo me parecía demasiado absurdo.

Me retiro de allí con los datos, paso por mis cosas y me dirijo al buffet de abogados de mi padre. Creo que él puede orientarme mejor. Me sorprendo cuando me encuentro a mi madre ahí.

—Mamá —saludo abrazándola—. ¿Qué haces aquí?

—Le he traído algo de comer a tu padre. —Se encoge de hombros y yo la miro escéptica, nunca le trae de comer a la oficina y ni siquiera es mediodía.

—Sabes que no te creo, ¿cierto?

—De acuerdo. Tu padre se enteró de lo que sucedió hoy por la mañana en la cárcel y pensó que quizás vendrías.

—Sí, el caso no era mío. Aun así he venido por un consejo.

—Deberías parar de preocuparte tanto por el trabajo… —No, por favor. No el rollo de los hijos otra vez—. No sabes cuánto me gustaría tener unos nietos para malcriar.

—Mamá, tienes a Seth. —Mi hermano menor por 2 años—. Pídeselos a él.

—Isabella, sabes que no es lo mismo.

—Mamá, de verdad lamento no poder hablar de eso ahora, tengo mucho trabajo y aun no paso por el buffet.

—Vamos, mujer. —Me sobresalto al sentir a mi padre detrás de mí—. Déjala tranquila. ¿Por qué no pasamos a mi oficina, Isabella? —Asiento. Al entrar tomo asiento y espero pacientemente la frase…—. Hasta cuándo seguirás con la necedad de no trabajar para mí. —Lo repetí junto con él.

Suspiro. —Conozco la frase de memoria, papá.

—No te burles de mí, jovencita —reprocha—, yo no sé qué haces trabajando para Black.

—He venido a pedirte un consejo de trabajo, pero creo que se lo pediré a Billy.

Hago el ademán de levantarme de la silla con el propósito de marcharme.

—¿No te das cuenta que hieres mis sentimientos? —Papá finge estar dolido por mis palabras mientras se apoya sobre mis hombros y me obliga a sentarme de nuevo.

—Tú eres el que no se da cuenta de que estoy haciéndome de un nombre sola. ¿Crees que puedas ayudarme con unas dudas?

—¿No dices que puedes tu sola?

—Te comportas como un niño —reprendo levantándome y caminando hacia la puerta—. Le pediré ayuda a Billy.

Salgo de ahí sin despedirme de mi madre, aunque sé que está mal, no estoy de humor para dramas. Adoro a mis padres, junto con Seth, siempre me dieron el amor, cariño y protección que necesité, pero en estos momentos pongo primero mis prioridades y deseos antes que los de ellos.

Billy Black es un viejo amigo y colega de mi padre, quien cuando comencé a estudiar leyes me ofreció trabajo, muy contrario a mi padre que prefería esperar a que terminara la universidad. Con Billy aprendí a moverme en el mundo legal y, después de graduada, no dudé en continuar trabajando con él.

Al llegar al despacho me encuentro con mi jefe, el Sr. Black, Alice y Emmett.

—¿Cómo te fue? —me pregunta Alice apenas me ve. Sin embargo, la ignoro y me dirijo al despacho de mi jefe. Sigo molesta con ella, pues por su culpa caí en este enredo.

Billy me sigue y cierra la puerta detrás de mí.

—¿Qué sucede? —demanda sentándose al frente.

—Muchas cosas, la más importante: murió James —informo sin perder el tiempo. Él no se inmuta, porque lo que digo—: Billy, ¿crees que soy buena abogada?

—Pues no eres tan mala. —Ambos sonreímos—. ¿A qué se debe la pregunta?

—He decidido tomar un caso, aunque el hombre no tenga ni un centavo para pagarme.

—¿De quién se trata? ¿Qué te ha dicho su familia?

—A ese hombre lo defendió James. Es un caso muy extraño, fue acusado de violación por su novia y, según me contó, fue puesto en la cárcel por su padre.

—El padre de la novia, es obvio. —Se encoge de hombros y se acomoda en su silla—. Quizás él lo acusó.

—No, el padre de él. Sin embargo, no hay rastros, huellas…nada. Únicamente el testimonio de la víctima.

—Esto es un caso para La ley y el orden —dice Alice. Me giro y tiene la cabeza metida junto con la de Emmett—, unidad de víctimas especiales.

En el sistema de justicia criminal, las ofensas de origen sexual se consideran especialmente perversas —recita Emmett la frase de la serie—. En la ciudad de Nueva York, los detectives que investigan estos terribles delitos son miembros de un escuadrón de élite conocido como: Unidad de Víctimas Especiales.

—¡No se burlen! —exijo—. El hombre fue condenado a diez años de prisión, su familia le dio la espalda y lo golpean horriblemente en la cárcel porque no tiene dinero para pagar siquiera por protección.

—Emmett tomará el caso —declara Billy.

—Bella… —Alice sonríe y yo la miro molesta—. Golpean a todos los presos en las cárceles.

—¡No le cederé el caso a él! El caso es mío, yo lo encontré —asevero, no le dejaría mi trabajo a Emmett.

—Vamos, Bella, no estamos hablando de una moneda en la fuente de los deseos, es un hombre.

—Yo soy la mejor abogada de esta ciudad, por lo tanto la mejor decisión para llevar este caso.

—Pero yo quiero jugar a ser de Unidad de Víctimas Especiales —protestó Emmett, a lo que Alice rodó los ojos.

—Muy bien, Bella, el caso es tuyo —aceptó Billy—. Esto no es un juego y te tendré vigilada, en cuanto vea que te pones en riesgo te quito el caso y lo tomo yo.

—Hecho. —Sonrío—. De mi cuenta corre que ese hombre sale de la cárcel.