Disclaimer: Solo los personajes pertenecen a S. Meyer. Esta historia es totalmente mía.
Capítulo beteado por Manue Peralta de Betas FFAD. www . facebook ,com /groups / betasffaddiction /
Capítulo 4. Simples corazones.
Entro con Emmett a la prisión de Nueva York, a la misma sala donde hablé por última vez con Edward, y esperamos a que lo traigan, por suerte no tenemos que hacerlo por mucho tiempo. Lo primero que noto es que está recuperado, los golpes claramente han comenzado a sanar.
Esta vez es Emmett quien toma la palabra y yo me mantengo en silencio. Es extraño y un poco incómodo ser la que se queda en segundo plano frente a un caso, especialmente frente a Edward.
—Hola, Isabella —saluda Edward con una dulce sonrisa que le hace cosas extrañas a mi estómago. Asiento fríamente y él enarca una ceja.
—Mucho gusto, mi nombre es Emmett McCarthy y a partir de hoy soy su abogado. —Edward finalmente repara en Emmett.
—¿Qué? —pregunta Edward sorprendido. Me mira desconcertado mientras continúa—: ¿Por qué?
Emmett me mira y, cuando va a responderle, me adelanto.
—Dadas las inconsistencias en sus declaraciones…
—Te pedí que no fueras en búsqueda de mis padres —asevera Edward mientras se levanta, Emmett hace lo mismo en posición de defensa—. No le voy a hacer daño, no son necesarios los guardaespaldas que se la comen con la mirada.
Emmett me mira confundido y se hace a un lado, aunque en ese momento odio y maldigo a Jacob y sus estúpidas miradas.
—No fue necesario visitar a su padre, señor Cullen —replico—, y por la información recolectada creemos necesario que Emmett tome el caso y que vuelva a ser juzgado a la mayor brevedad posible.
—¿Creemos? —inquiere confundido.
—Mi jefe y yo.
—Isabella…
—Comenzamos mal, señor Cullen. Desde el momento en que decidió mentirme, me perdió como abogada —declaro.
—Yo no te mentí —refuta con poca seguridad—. Más o menos… —Finalmente sus hombros caen y un suspiro de derrota deja sus labios—. Conocía a James desde hace diez años, quizás más, fuimos juntos al instituto. Él, Victoria, Tanya y yo éramos los "populares" del colegio, estuvimos juntos en el equipo de básquetbol mientras que Tanya y Victoria eran porristas, por lo que pasaban buena parte del día en mi casa. Allí formábamos dos bandos, los mellizos —Jasper y Rosalie— y yo con mis amigos. Poco tiempo después Tanya y Rosalie se convirtieron en amigas; sobra mencionar que es una mujer encantadora, sonriente, educada, capaz de envolver a cualquier persona con sonrisas y palabras dulces y comprensivas. Para cuando terminé la universidad éramos Rosalie, Tanya, Victoria, James y yo. Jasper nunca se integró a la familia, siempre encerrado en su habitación y en sus cosas. Cuando fui traído aquí, él se encontraba de viaje con Victoria. Jamás nadie ha venido a visitarme, ni mi madre, mis hermanos o amigos. Pensé que James me había traicionado hasta que…
—¿Hasta qué, señor Cullen? —indago.
—Si sigues diciéndome señor Cullen dejo de contarte todo —amenaza y yo le dedico una muy imperceptible sonrisa.
—¿Qué sucedió, Edward? ¿Cómo llegó James aquí? ¿Cómo volvió a entrar a tu vida?
—Un día lo trajeron y me dijo que había entrado a trabajar con mi padre en la administración del hospital. Se le hizo fácil tomar un…unos medicamentos, al parecer Victoria estaba enferma y los necesitaba, pero no podía comprarlos así que los tomó. —Emmett y yo nos miramos. Sonaba tan seguro y sus palabras encajaban con los datos recolectados, por lo que le creímos.
—¿Qué pasó con tus hermanos, Edward? —No sabía si era imaginación mía pero me pareció ver que se relajaba cuando cambié el tema.
—Jasper se fue a trabajar a Roma y Rosalie se casó con el hijo de un socio de mi padre. Al menos eso me contó James.
—Qué casualidad que las parejas de los hijos de Carlisle Cullen se relacionan con él —musita Emmett.
Era cierto, Tanya es hija de unos amigos de Carslile y ahora su hija se había casado con el hijo de su socio.
—No es casualidad —explica Edward encogiéndose de hombros—. Tacoma es un pueblo pequeño y mi padre es un hombre respetado.
Visto de esa manera, la explicación tenía lógica. Un pueblo pequeño donde el hombre más respetado del pueblo tiene tres hijos, que además son guapos y agradables.
—Me sorprende la manera en que usted pretende eliminar cualquier sospecha dirigida a su padre —masculla Emmett.
—Mi padre no es malo —dice Edward—. Al contrario, es demasiado bueno.
—¿Demasiado buena una persona que le cierra todas las puertas a su propio hijo? —pregunto incrédula, siento que algo no concuerda en la información que me está proporcionando.
—Él quiere demasiado a Tanya, la ve como otra hija.
—Sí, Edward, pero tú eres su hijo, su sangre —insisto.
—Su juicio se ha reabierto para el día de mañana, señor Cullen —declara Emmett abruptamente. Es la primera vez que Edward lo mira sin resentimientos, al contrario, puedo ver la ilusión y la esperanza en su mirada.
—¿De verdad? —pregunta Edward y mi corazón se conmueve.
—Sí, en estos momentos Tanya Denali, la familia Cullen, Sam Ulley y Mike Newton están siendo notificados que deben presentarse a juicio mañana.
—¡Qué! —brama Edward exaltado—. ¿Por qué deben presentarse?
—Ellos son parte del caso, deben ratificar sus declaraciones frente al estrado y resolver ciertas inconsistencias dentro de las mismas. Incluido su amigo que nunca se presentó ante la corte o su abogado, el cual su deber era ayudarlo, no hundirlo más.
—Míralo de esta manera, Edward, es posible que mañana por la tarde te encuentres de camino a tu casa —intervengo de manera conciliadora.
—Si no hay otra opción —acepta resignado. Me mira—. No me dejarás solo, ¿verdad, Isabella?
—Edward, no hay nada qué temer —le aseguro—. Emmett es uno de los mejores abogados y sabe lo que hace.
—Pero tú estarás ahí. Me apoyarás, ¿cierto?
—Yo estaré dentro de los asistentes al juicio, Edward —confirmo con una pequeña sonrisa—. Somos amigos.
Emmett y yo nos despedimos poco después. Nos encontrábamos en el auto cuando Emmett habla:
—Ese hombre te manipula, Isabella. Algunas cosas no concuerdan con sus declaraciones.
—¿Como cuáles? —inquiero molesta—. ¿Lo referente a su padre?
—Exacto. —Él asiente—. A veces lo defiende y en otras lo acusa, lo cual hace que sus declaraciones pierdan credibilidad.
—Mañana en el juicio se van a esclarecer muchas cosas —apremio—. Ahí descubriremos quién miente y quién dice la verdad.
—Aun así has perdido el buen juicio que siempre te ha caracterizado —insiste y no puedo evitar rodar los ojos.
—Supongo que eso sucede cuando alguien te atrae físicamente —expreso, pero me niego a mirarlo a los ojos.
—¿Estás loca? —gruñe golpeando el volante—. Tú eres una pequeña oveja a lado de ese hombre. —Abro la boca dispuesta a replicar pero me detiene abruptamente—. Dejando de lado que quizás haya sido acusado injustamente, hay algo oscuro en él, él está ocultando algo grande.
—Es ilógico —objeto fervientemente—. Si él y su familia estuvieran involucrados en algo ilegal, por nada del mundo se habrían acercado a la policía.
Emmett gruñe nuevamente.
—Eres demasiado inocente. Piensa, Isabella…
—¿Tú crees que no estoy pensando? —lo interrumpo—. No dejo de pensar en que él jamás me verá como una mujer, solo soy un ancla de tierra firme, en cuanto salga de la cárcel se alejará de mí.
—Bella, esa familia debe estar en algo sucio —continúa Emmett—. Compran a todo el mundo, lo manipulan… Tan solo piensa en el padre, su buena imagen…
En ese momento una loca idea cruza por mi cabeza. Escuchando a Emmett comprendí que no me podía hacer una idea de cómo la gente veía a Carlisle Cullen hasta que yo lo viera con mis propios ojos.
—Emmett —lo llamo—, llévame al aeropuerto.
—¿Qué? ¿Acaso no me estás escuchando? —brama frunciendo la cara—. Además, debes estar aquí mañana a primera hora para el juicio.
—Entonces acompáñame, conoceré a Carlisle Cullen. —Sonrío hacia él—. Si no me acompañas, de todos modos lo haré yo sola, así que tú decides.
—¿Qué se supone que le vas a decir? —pregunta Emmett dos horas después mientras nos abrochábamos los cinturones de seguridad del avión.
—A partir de este momento me llamo Marie McCarthy y soy tu pequeña hermanita. —Sonrío tiernamente—. Iremos al hospital e inventaremos algo, que somos turistas y que tuve una caída o algo así, y pediremos que el doctor Carlisle Cullen nos atienda.
—Vaya, lo tienes todo pensado —susurra—, pero nos preguntará de dónde somos.
Cierto, no consideré eso. Si le decíamos de Canadá, corría el peligro de que me relacionara con Mike Newton. No podíamos decir tampoco que éramos de Nueva York.
—Forks —pronuncia Emmett con teléfono en mano, lo miro—. Según internet ese lugar es frío, lo cual explicaría nuestra piel blanca sin broncear. —Rio por su lógica—. No obstante, si quieres fingir que eres alemana…
—¡No! —gruño—. Forks es magnífico.
—Vamos a llegar a Tacoma e iremos a comer. —Ruedo los ojos dispuesta a decirle que no tenemos tiempo pero me interrumpe—. Si finges o te pasa algo en el aeropuerto, la gente sabrá que llegaste de Nueva York.
—Buen punto. —Sonreí—. Eres inteligente.
—Obvio, nena.
Seis horas y media después nos encontrábamos sentados en un restaurante de Tacoma. Llegamos a la conclusión de que saldríamos del restaurante y fingiría marearme, entonces él preguntaría por uno de los mejores médicos de la ciudad y así llegaríamos al doctor Cullen.
—¿Lista? —inquiere Emmett. Asiento y comenzamos a caminar por la acera, pero mi zapato se atora en una alcantarilla y tropiezo torciéndome el pie. Prácticamente aúllo del dolor mientras un auto se detiene a nuestro lado.
—¿Está bien, señorita? —me pregunta el hombre, quien casualmente lleva una bata de médico.
No podía responder, me dolía mucho el pie, por lo que mordía mi labio para no soltarme a llorar como una cría.
—Marie, ¿estás bien? —me pregunta Emmett y yo asiento con dificultad.
—Me duele mucho —digo con los dientes apretados.
—Permítanme ayudarles. —Se ofreció el desconocido—. Soy el doctor Carlisle Cullen y creo que soy el causante de que esta bella dama se haya lastimado.
¡No lo podía creer! Ese hombre tan amable era a quien habíamos ido a buscar.
Noté que ambos hombres esperaban una respuesta de mi parte, así que asentí y Emmett me cargó hasta el Mercedes negro de aquel hombre. Ambos nos sentamos en la parte de atrás.
—¿Se encuentra bien su novia? —pregunta el doctor Cullen a Emmett.
—No es mi novia —responde Emmett con seguridad—. Es mi hermana, somos turistas.
—¿De verdad? —curiosea—. ¿De dónde son?
—Forks, Washington —continúa mi amigo. El dolor se vuelve insoportable por momentos por lo que le aprieto la mano con fuerza—. Disculpe, ¿falta mucho? Es que creo que a mi hermana le duele bastante.
—Ya se me hacía un poco raro sus nervios —declara el hombre riendo y pisando el acelerador.
Mierda, se había dado cuenta de los nervios de Emmett. Debí venir sola.
—Es que mi hermanita es demasiado sensible y algo torpe. —Se excusó Emmett.
—¿Qué los trae a Tacoma? Después de todo, está bastante lejos de Forks.
—Mi hermana me está acompañando. —¿Era mi imaginación o Emmett había afirmado que era su hermana al menos tres veces en los últimos cinco minutos?—. Soy profesor y quiero trabajar en Tacoma Community College.
—¿En serio? —indagó el doctor Cullen sorprendido—. Mi nuera, Tanya Denali, es profesora de allí.
—¡Vaya! —exclama Emmett sorprendido—. Quizás me pueda facilitar su número, y pueda informarme un poco más sobre la universidad.
—Mejor usted puede dejarme sus datos y yo se los daré a Tanya. —Sonrió Carlisle.
—Espero que Marie no lo entretenga demasiado —musitó Emmett—. Acabamos de llegar a la ciudad y no hemos tenido oportunidad de ir a la universidad.
En el transcurso del camino el dolor había aminorado y, para cuando llegamos al hospital, era imperceptible, así que pensé en negarme en la atención médica por miedo a que Carlisle Cullen insistiera con pedirle sus datos a Emmett, aunque también temía que él pensara que nosotros solamente queríamos sacarle información, cosa que hicimos.
En cuanto llegamos al hospital, el doctor Cullen se comportó como todo un caballero, me ayudó a bajar del coche mientras una enfermera se acercó con una silla de ruedas. Esa fue la última vez que vimos al doctor Cullen. Según el resultado de la radiografía tenía un esguince —una torcedura—, por lo que me vendaron el pie y me dieron analgésicos.
Ni Emmett ni yo hablamos sobre la información obtenida cuando salimos del hospital hasta estar seguros. Emmett detuvo un taxi que nos llevó a la universidad de Tacoma, donde paseamos durante un rato para guardar las apariencias, y después otro taxi que nos llevó de regreso al aeropuerto, donde tomamos nuestro avión de regreso a Nueva York. Era medianoche cuando aterrizamos. Finalmente abordamos el tema en la seguridad de mi departamento.
—¿Dónde mierda estaban? —preguntó Alice apenas nos vio cruzar la puerta.
—En Tacoma —respondí sentándome.
—¿Qué te paso? —solicitó Alice al notar mi pie vendado.
—Me lo torcí en Tacoma —contesté nuevamente.
—¡Joder! —exclamó Emmett de repente—. Sabía que había olvidado algo.
—¿De qué hablas? —demandé confundida.
—Nunca preguntamos por qué Carlisle Cullen dijo que tu accidente había sido su culpa —explicó.
—¿Fueron a verlo? —cuestionó Alice en voz alta—. ¿Ustedes dos están locos? Emmett, dijiste que ibas a cuidarla —le reprochó furiosa.
—Te juro que si la hubiera dejado sola, de todos modos me reprocharías —se justificó—. Así que era dejarla o irme con ella.
—¿Qué les dijo? —interrogó mi amiga mientras Emmett asaltaba mi refrigerador.
—Comenzando porque a tu novio le ganaron los nervios y en menos de cinco minutos mencionó al menos diez veces que yo era su hermana.
—No seas exagerada —replicó con un trozo de sándwich en su boca—. Sí, me ganaron los nervios, pero fueron como dos…o cuatro veces que sucedió.
—Aunque debo admitir que el pretexto de la universidad estuvo genial.
Ambos sonreímos.
—Nos dijo que Tanya Denali era su nuera —continuó Emmett.
—Además —añadí—, me di cuenta que es un hombre amable al que todo el mundo le sonríe.
—¿No les preguntó de dónde eran? —insistió Alice.
—Sí. Dijimos de Forks y después inventamos que Emmett era profesor y quería trabajar ahí.
—Casi me cago del miedo cuando dijo que le dejara mis datos —comentó Emmett con una sonrisa—. Así que nos hice ir y dar la vuelta a la universidad, luego nos marchamos al aeropuerto. Me aterraba que nos siguiera alguien.
—Se arriesgaron demasiado —aseveró Alice—. Ahora, ambos a dormir, porque mañana es el juicio de señor Cullen.
—Ahora voy. —Me despido con un beso y espero hasta que se marchara.
—Ten mucho cuidado con lo que haces, Isabella —me advirtió Emmett—. Me refiero a lo que me dijiste en el auto.
Asentí y ambos nos fuimos a dormir, mañana tendríamos un largo día.
!HOLA! QUIERO AGRADECERLES EL CARIÑO QUE LE TIENEN A ESTA HISTORIA Y DESEARLES MUY FELICES FIESTAS, QUE SE LA PASEN MUY BIEN EN COMPAÑIA DE SUS SERES QUERIDOS.
SUCIO SECRETO REGRESA EL PROXIMO AÑO
