Capítulo cuatro:
—Cuando cortas cebollas trata siempre de que queden finas. No...
Inuyasha casi podía sentir el cuello de Saito entre sus manos, sería tan fácil quebrarlo. Ese crió estaba ahí sentado en el mesón de en frente y observaba cada movimiento, y, cada movimiento que hacía estaba mal. Pareciera que Saito trataba de mostrar su frustración libremente sobre él.
Saito miraba a Inuyasha desde su posición delante de él con el ceño fruncido. Nunca le había gustado el trato que le había propuesto Izayoi. Su madre no había salido con un hombre en mucho tiempo. Desde que su padre los había abandonado no se había dedicado más que a él. Saito ya tenía dieciocho años recién cumplidos y tenía el título de chef principiante. Saito cocinaba desde que tenía ocho años y entró en la escuela de cocina junior de Nueva York. Sus estudios de chef profesional estaban empezando y llevaba mucha ventaja. Más, su madre le había pedido un favor, necesitaba ayudar al tal Inuyasha con la comida salada. No le había gustado nada la idea, había discutido pero al final de cuentas, había cedido. ¿Como no ceder ante su madre? Era una manipuladora.
Inuyasha empezó a asar las cebollas en el sartén y Saito siguió el monólogo.
—Cuando las verduras estén el fuego, tu...
—¿Porque has accedido a esto?
Saito miró a Inuyasha quien lo miraba con dureza. Era cierto que había dejado claro que no estaba de acuerdo en ser el instructor del ojidorado, aunque no con palabras.
—No sé de que hablas.
Inuyasha frunció los labios haciendo una línea recta. Saito hizo una mueca disgustada, ambos se estaban declarando la guerra con las miradas.
—Mi madre ha accedido a este trato que hizo con Izayoi, así que no puedo hacer menos que...
—¿Que es lo que Kagome le debe a mi madre?
La pregunta de Inuyasha esta vez sonó curiosa. ¿Porque el nombre de Kagome siempre se asociaba con el de su madre?
—Eso es algo que no le corresponde señor Taisho.
Inuyasha volvió a fruncir el ceño en disconformidad.
—¿Seguimos?
-o-
—¿Cual es mejor? ¿El azul o el rojo?
—Ya te dije que los dos me gustan mucho, Kagome.
Kaori miro ambos vestidos que Kagome llevaba en sus manos. Estaban en la mejor tienda del centro comercial de vestidos de noche. Los vestidos eran todos preciosos. El vestido azul marino era de corte simple corto hasta las rodillas y un escote corazón. Le quedaba precioso pero el rojo era un vestido strapless largo hasta los tobillos. Eran los dos mejores que Kagome había escogido y Kaori estaba segura que el azul marino era el indicado. Pero quería hacer dudar a Kagome. Era divertido.
—Creo que el azul me gusta más.
—Yo creo que el rojo es más bonito.
—Kagome, prueba de nuevo con el azul. Veremos cómo te queda.
—Muy bien.
Kaori tenía un muy buen sentido de la moda, sabía muy bien que era ella la mejor opción para ir de compras.
—¿Que tal?
—Si, me gusta más ese. –Kaori sonrió con misterio.
—Muy bien, me llevaré este.
—¿Crees que a papá le guste? –La bomba había sido lanzada.
—¿A Inuyasha?
Kagome miro extrañada a Kaori, ¿Inuyasha? De repente se había puesto nerviosa.
—Yo.. Hmm no lo sé.
—Yo digo que deberías mostrárselo. Tiene mucho sentido de la moda.
—No creo que sea buena idea, Kaori.
Ella sabía que era una muy buena idea. Ellos se gustaban. ¿Porque no darles solo un empujoncito?
—Yo digo que si, anda ¿si?
—Bien, lo haré. –Kaori sonrió triunfante. –Pero tendrás que elegir un vestido para ti.
—¿Huh?
—Sango me a mandado un mensaje diciendo que ustedes están invitadas a la boda. –Kaori quedó boquiabierta. –Creo que Rin le cayó muy bien.
Bien, eso era fácil. Además, le gustaban los gustos de Kagome, le encantaba pasar el tiempo con Kagome más que con su propia madre. Gimió ante ese pensamiento, estaba adelantando las cosas muy rápido.
—¿Estas bien, Kaori?
Kagome la saco de sus pensamientos.
—Si. –Sonrió. –Estoy bien.
—¿Que te parece?
Le enseño un vestido lila de gasa y tul en corte princesa hasta las rodillas con escote en v y gruesos tirantes.
—Es muy hermoso.
—Pruébatelo.
—Trata de que los fideos estén en su punto exacto.
—Muy bien.
Saito vio como Inuyasha sacaba los espaguetis de la cacerola y los ponía en el recipiente de vidrio. La salsa estaba hecha. Debía admitir que su madre tenía razón, el tipo aprendía rápido. Los espaguetis con salsa eran los básico, si era sincero, los hizo mejor que su madre. Sonrió ante ese pensamiento.
-o-
—Quedó perfecto.
—Gracias.
—Bien, Inuyasha. Es todo por hoy.
Saito sonrió amablemente sorprendiendo a Inuyasha.
—He decidido... —Empezó. –que si seguiré con las clases.
—Entonces era una prueba.
—Si. –Asintió. –No cometería el mismo error dos veces.
Inuyasha alzó una de sus cejas.
—Mamá no pasó la prueba inicial.
Rieron ante eso.
—Hablar de una mujer a sus espaldas no es bueno, ¿saben?
Kagome y Kaori entraron por la puerta de la cocina con el cabello totalmente alisado y con nuevos flequillos cortados.
Ambos hombres de quedaron piedra ante semejante imagen. Saito miro a Kaori con sorpresa. Esa mañana tenía el cabello suelto lleno de ondas parecía una niña mimada y pequeña. No sabía si era el flequillo o el cabello liso, pero algo había pasado.
Inuyasha sentía que su corazón saldría de su pecho. El cabello liso de Kagome parecía más largo que esa misma mañana y el flequillo le daba un aire jovial y fresco.
Kaori se sonrojo ante la mirada fija se Saito. Aunque no lo quisiera admitir, Kagome había acertado con el cabello y no sabía cómo tomar eso.
—¿Te has alisado alguna vez el cabello?
Kaori miro sus dorados cabellos rizados y negó.
—No, papá dice que mi cabello esta bien.
—Y te queda lindo. Pero una mujer necesita algún cambio de vez en cuando.
—¿Quieres alisarme el cabello?
—No, la estilista lo hará.
Entraron al Salón de belleza y el fuerte olor a productos para el cabello chocó con Kaori. Le daba vergüenza admitir que nunca estuvo en uno.
—No te avergüences. –Kaori miro a Kagome quien estaba hablando con la encargada. –Yo no vengo a menudo.
—Nunca he estado en un lugar como este.
—¿Porque no?
—Papá no es muy dado para estas cosas.
—Y un recorte, gracias. –Terminó de hablar con la chica y miro a la rubia. –Pues desde hoy podrás venir conmigo si gustas.
—¿Para ella también? –La encargada señaló a Kaori y esta la miro confusa.
—¿Que dices? ¿Un cambio completo?
—¿Completo? –Preguntó dudosa.
—Si, para ella también. –Le dijo a la encargada. –Tranquila. A Saito le encantará.
Kagome río y Kaori se sonrojo de vergüenza.
No se había equivocado en nada. Rió ante el rostro de su padre. Parecía que sus ojos se saldrían se sus cuencas.
—¿Como nos vemos?
—Hermosas.
Las dos voces masculinas sonaron en la cocina llamando la atención de un pelinegro que entraba.
—¡Cierren la boca! –Gritó. –El río de baba llega hasta la entrada.
Kohaku irrumpió el silencio en donde se habían sumido, encontrando a las dos mujeres sonrojadas y dos idiotas hipnotizados. Kohaku traía a Rin confiadamente abrazada de los hombros. Inuyasha miro severamente a Kohaku quién solo sonrió y Rin solo miro hacia otra parte sin apartar al joven.
—¿Puedes soltar a mi hija, mocoso?
Kohaku sonrió con altanería antes de responder.
—Lo haré si ella quiere.
Inuyasha miro a su hija quien le dedicó solo una sonrisa nerviosa. Estaba a punto de separarlos pero la voz de Kagome sonó en la cocina, interrumpiéndolo, otra vez.
—¿Sango no a venido contigo?
—No, Miroku dijo que la secuestraba por hoy.
Y con esa explicación zanjó el tema. Todo se había quedado en silencio, pero con Kagome el silencio nunca duraba.
—¿Cenamos?
La pregunta de Kagome los tomó por sorpresa, como todas las cosas que decía.
—¿No tienes turno hoy mamá?
—No, Kaede me ha dicho que me tome la noche por hoy. Así que quiero aprovechar. –Miró a Inuyasha. –¿Que dices?
Era impresionante la facilidad con la que lo podía convencer. Saito y Kohaku miraron a la pareja unos segundos y se lanzaron una mirada cómplice.
—Mamá, Kohaku y yo tenemos el restaurante perfecto.
—Pero Inuyasha aún no...
—Si, iremos con ustedes.
—¡Genial! –Chilló. –Miró a las hermanas Taisho y estas sudario frío. –Ustedes vienen conmigo.
Y se las llevó a las dos abrazadas de los brazos dejando tres hombres no muy felices detrás, o por lo menos dos. Kohaku estaba muy a gusto con ambos hombres.
Kohaku y Saito los llevaron al restaurante Corona de la ciudad, la cena era más que gourmet hecha por los mejores chefs de todo el mundo. Cuatro de los seis integrantes de allí estaban más que a gusto con el lugar, Kaori no podía dejar de fanfarronear su clase social ante los demás, las hermanas Taisho eran las que daban de hablar por todas partes, o al menos la rubia de mirada azul. Inuyasha no le tomó importancia a el lugar, estaba acostumbrado a esos lugares al igual que Saito y Kohaku quienes llevaban a sus conquistas a esos lugares. Más Rin y Kagome no se sentían nada cómodas. Kaori se había encargado de dejara su hermana y a Kagome como reinas, los recogidos de cabello y los vestidos de gala les quedaban más que geniales, parecían que asistirían a la alfombra roja.
Rin no podía aguantar más el recogido de su cabello, cada parte de su cuero cabelludo era tirada por las horquillas. Su cabello rebelde había sido el más difícil de peinar, más Kagome no podía aguantar los tacones que Kaori había aconsejado. Diecisiete centímetros de tacón debería ser una exageración para un par de zapatos. Ambas se miraron de reojo y suspiraron, esa solo era la parte fácil, odiaban esos lugares ostentosos donde las miradas criticonas estaban aquí y allá.
Kagome miro su alrededor y luego la comida en su plato y suspiro resignada, se levantó de la mesa formando una disculpa y salió del restaurante a tomar aire fresco. Que él estuviera allí era el colmo.
Inuyasha vio la puerta por donde salió la morena y miro a sus hijas con confusión, ellas tenían la misma mirada.
—Iré con ella...
Y se levantó también, Rin y Kaori miraron a los primos Higurashi con interrogación esperando una respuesta. Saito fue quien contestó.
—A mamá no le gustan estos lugares. –Señaló. –Pero nunca había salido así. Es extraño. –Hizo una mueca y siguió comiendo.
—¿Y porque escogieron lugar entonces?
El tono ácido de Kaori hizo que Saito le contestará de la misma forma.
—Tengo entendido que la familia Taisho es de la clase social... –Miró a Kaori duramente y esta solo frunció los labios. –...mas elevada y pensé que no se conformarían con un lugar como al que a mi mamá le gusta. –Miró a Rin un poco más suave. –Solo intentábamos ser amables.
Kaori se había quedado muda de momento, era verdad y no sabía que Kagome se sintiera incómoda por dicho dato. Frunció el ceño y miró hacia afuera. Inuyasha había llegado ya con la pelinegra y esta solo asentía con la cabeza y sonreía dulcemente.
—A papá le gusta Kagome.
El tono casual de Rin hizo que todos en la mesa la mirarán. Ella seguía comiendo como si nada pero Kohaku no tardo mucho en seguir su juego.
—Es verdad, –Coincidió. –Y a la tía Kagome no le molesta mucho su presencia.
Rin miro a Kohaku y ambos rieron cómplices.
—¿Y que con eso? –Habló Saito con el ceño fruncido. –No es como si vallan a salir.
—¿Y porque no? –Kaori arrugó la frente también. –No creo que ella te deba explicaciones.
—No, –Coincidió, sonrió para sus adentros ante el próximo golpe. –pero mamá creo que tiene mejor gusto, en mi opinión.
Kaori empezó a ponerse roja de rabia ¿quien se creía para hablar así de su padre?
—Mira estúpido, yo creo que mi padre sería la pareja perfecta para Kagome. Y si ellos quieren estar juntos no creo que deba pedirte permiso.
—¿Como estas tan segura?
Kaori sonrió con burla.
—Mira por la ventana, maldito estúpido.
Saito llevó la mirada donde la rubia señalo y Kagome reía con Inuyasha quien le había puesto su saco en los hombros, su madre tenía ese brillo en los ojos que rara vez veía con un hombre que no era él, Kohaku o su abuelo. Sonrió para sus adentros. No sonreiría frente a la fastidiosa de Kaori. Pero tenía un plan maestro en mente. Total, el imbécil de Taisho ya se notaba que estaba coladito por su madre, solo tendría que hacer que su madre se diera cuenta. Y esa sería la parte difícil.
Viernes cinco de octubre.