Capítulo seis.
Habían pasado cuatro meses desde que había conocido Kagome y toda su familia, excepción de su padre. Sango era la sobrina de Kagome y por lo que le había contado su hermano Sota, el padre de Sango y Kohaku, había muerto junto a su madre en un accidente de auto quedando tan solo su padre y ella al cuidado de una Sango de nueve años y un Kohaku bebé. No quería tocar mucho el tema, sabía que seguía siendo doloroso para ella. Sin embargó, tenía la necesidad de saber TODO sobre ella. Y lo que más curiosidad le daba era la historia con el padre de Saito, ella nunca lo había mencionado y cuando le preguntaba ella simplemente evitaba el tema con una risa forzada y un "No es un tema relativamente interesante" y acaba allí el tema. Pero esa noche sería distinta a las demás, esa noche conocería a la Kagome que se escondía detrás de esa coraza de alegría y felicidad donde escondía todo. Suspiro rascando su cuello, estaba nervioso, sus manos sudaban ¡Maldición! ¡No era su primera cita y se sentía como un crío de quince años!
—Tranquilízate, todo saldrá bien.
—No es posible que tu me veas en este estado.
Rin rió a carcajadas mientras arreglaba la corbata de su padre, era gracioso verlo nervioso y tener el privilegio del secreto entre ellos era muy gratificante. Había prometido que no se lo diría a nadie hasta que Kagome lo aceptara. No se lo había pedido con esas palabras exactas pero eso fue lo que entendió. Nadie lo sabía, ni siquiera su hermana que, si lo pensaba bien, le reclamaría el porque no la incluyó a ella y la simple respuesta era que arruinaría la sorpresa. Kaori cuando se emocionaba era una boca suelta maestra. Miro a su padre en el carísimo traje de Dior y sonrió.
—¿Tengo algo? ¿Esta algo fuera de lugar? ¡Dime hija!
—¡Cálmate! Estás muy tenso. –Lo miro. –Estás guapísimo, papá y si ella te rechaza es porque esta ciega.
No, que Kagome lo rechazara no era una opción. Haría todo lo que estuviera a su alcance para que la noche fuera perfecta.
-o-
—Ok, ¿y para que tengo que usar esto?
Kagome miro el vestido negro suelto que estaba tendido en la cama. Sango sonrió con alegría. Kohaku y ella sabían el plan de Inuyasha para esa noche. Sería una sorpresa pero Kagome no era tonta. Bueno, no tanto. Se daba cuenta de las cosas rápidamente pero Sango era una de las personas más insistentes que conocía así que no ser rendiría muy fácil. Esa tarde había merendado en una cafetería juntos con padre e hija Taisho quienes le contaron el plan. El patriarca Taisho había estado muy nervioso en toda la tarde y ella solo pido sonreír ¡Inuyasha estaba enamorado se Kagome! Si bien su tía-hermana había dedicado la mitad de su vida a su hijo no era escusa para no salir. Saito ya prácticamente era adulto y, además de eso, estaba en total acuerdo con ello, cosa que sorprendió a la castaña. Sango se sentó en la cama hundiendo parte del colchón para mirar a su tía desde esa altura.
—Ya te dije, Miroku me invitó salir.
Kagome rodó los ojos.
—¿Y yo que tengo que ver?
—Que irás con nosotros.
La peli negra alzó una ceja. ¿Ella cenando con Sango y Miroku? No era una invitación muy atractiva, recordo que una vez aceptó una invitación de ellos para salir a cenar y terminó volviendo a casa con un viudo de cincuenta deprimido por su esposa. No había sido una linda noche aquella. Hizo una mueca al recordarlo y un escalofrío paso por su espina. Cuando Sango y Miroku la invitaban era una cita a ciegas, por lo menos para ella.
—No, Sango. No iré.
Sango bufó, ¿estas eran los agradecimientos de años buscando pareja para ella? Valla que si era testaruda, admitía que el jefe de Miroku no había sido la mejor opción pero esta vez iba a ir Inuyasha. No podía decir que no, había hecho una promesa.
—Anda, ¿si? No ira nadie más que nosotros.
—¿Y yo que iría hacer allí con ustedes? –Hizo otra mueca pero esta vez de asco. –No quiero ir a observar como se demuestran su amor.
Sango enrojeció y Kagome rió. Su pequeña sobrina siempre le costaba hablar de su relación con Miroku. Aun con cinco años juntos no eran de las parejas que se exhibían en público. O por lo menos en frente de la familia. Sango carraspeó un poco antes de volver a hablar, si todo salía bien se las cobraría más tarde.
—Sa-sabes que no hacemos es... eso frente a ti.
Kagome alzó una ceja y sonrió divertida. Una sonrisa pervertida que sabía bien que hacían cuando ella no los veía. Ante esa insinuación Sango volvió a enrojecer y Kagome rió.
—¡Basta! No es gracioso...
Kagome se calmo y miro a su sobrina con una sonrisa suave.
—Ya cálmate, no dije nada además.
—¡Pero lo pensaste! –Sango suspiro antes de seguir gritando si seguía así no podría con ella y no iría. –Además, nos fuimos de tema.
—Ya te dije, no iré.
Kagome salió del cuarto dando por terminada la conversación ahí, pero para su sorpresa Sango siguió insistiendo. Ella frunció las cejas, algo olía mal.
—¡Por favor! Te veras preciosa con el vestido y con unos lindos tacones será...
—¿Quien irá?
Kagome se cruzó de brazos en medio del pasillo encarando a su sobrina. Sango nunca era tan insistente, a menos que algo fuera realmente importante o quisiera ayuda. Sango quedó piedra en medio del pasillo mirando a su tía, aunque ella fuera de su misma estatura aún así era intimidante. Kagome clavo sus oscuros ojos en los marrones de Sango. Esta trago duro.
—Dime Sango porque tu actitud no es normal. ¿Quien irá? Porque esto de salir solo Miroku, tu y yo no me la creo.
Sango suspiro, no la dejaría así nomás, así que contestó dando solo la información necesaria.
—Ya, es una sorpresa ¿vale?
Kagome bufó, odiaba las sorpresas, siempre salían mal, por lo menos para ella.
—Eso no es lo que pregunte.
—Es... hmm un hombre.
Kagome rodó los ojos y solo suspiro, era obvio pero nombres no tendría de su boca, jamás y más si era una sorpresa. Kagome lo sabía así que no insistió en el tema. Pero no iría a una cita a ciegas con un vestido que prácticamente no le había gustado en nada, aunque fuera un precioso Dolce, no era su estilo.
—¿Lo conozco al menos?
Sango asintió con lentitud.
—Bueno... diría que hipotéticamente si.
Kagome suspiro, bien si lo conocía no debería ser tan malo ¿no?
—Ok, –Suspiro la palabra y Sango sonrió triunfal. –Pero...
Sango borro su sonrisa y frunció el ceño.
—No usaré esa cosa que esta arriba. –Dijo como ultimátum.
Sango quedó boquiabierta.
—¿¡Que!? ¿¡Porque no!?
—Primero: porque sabes que no me gustan esas cosas. –Apuntó. –Segundo: porque ese vestido requiere ir a un restaurante como el de la última vez y no quiero otro espectáculo. Y por último: nada de cuarentones.
Sango casi... casi rió pero tendría que pensar como haría que Inuyasha cambiará los planes. Suspiro, era justo. Y, aunque fue su idea lo del vestido, Inuyasha sabía bien que no le gustaban esas cosas pero tenía la pequeña esperanza de hacerla cambiar, cosa que no pasó claramente.
—Bien, tu ganas. Pero no te salvarás, pasaré por tu a las siete y más te vale estar lista.
—Hecho.
Kagome sonrió y siguió caminando fuera de la casa, tenía que ver que haría esta noche y quien cubriría su puesto. Las vacaciones de verano estaban terminando y todos tendrían que volver a casa, lo único que la tenía nostálgica era la despedida de los Taisho.
-o-
—Si, no hay problema. Fue como te dije ¿cierto? Lo sabía, si. Tengo todo controlado, cálmate Sango. –Inuyasha rió ante la rabieta que estaba haciendo Sango a través del teléfono.
—Es que es tan... ¡Uhg! Difícil que... –La escuchó suspirar. –Estas seguro que tienes todo bien, te juro que intente convencerla pero...
—Yo te dije que no resultaría, pero bueno, ya, tengo un plan b. –Dijo divertido.
—Ya, te llamaré en cuanto ella este lista, tu solo dime el lugar y la llevaré hasta ahí. –Inuyasha se extraño ante el tono. –Si la dejó sola no irá.
Ahora si, solo una carcajada. Se despidieron y colgó el teléfono. Bien tenía todo listo, era de saber que Kagome no querría ir al restaurante en el centro uno de los más lujosos de la ciudad, pero con la última reacción cuando fueron con los chicos no creía ser la mejor opción, pero la insistencia de Sango había sido tanta que había cedido. Rió y llamó al restaurante de Totosai. A diferencia del anterior este no tenía que hacerse reservación. Así que solo mando las mismas instrucciones y los preparativos al lugar. Suspiro, ya tenía todo, su traje, el restaurante, la cena y la aceptación de Kagome. La sorpresa estaba en curso, solo tenía que esperar hasta la noche y tener todo preparado.
Bajo las escaleras con rapidez, sus hijas ya hacia un mes que habían empezado la escuela y para él también las vacaciones de verano ya habían terminado. Subió al coche dirigiéndose a la empresa con velocidad moderada. El teléfono sal auto sonó y tocó un botón en el volante para poder contestar.
—Taisho.
—Tengo que hablar contigo, Inuyasha.
Inuyasha suspiro al escuchar la voz de su ex esposa. Kikyo no era de llamarlo seguido a menos que sea un tema relacionado con las niñas.
—Estoy conduciendo ahora, Kikyo. Si quieres hablamos mañana, en la casa. –Sugirió.
No tenía ganas de hablar con ella, la verdad, ya no tenía ganas ni de verla, pero era la madre de sus hijas y, mal que mal, la vería toda la vida. Kikyo maldijo por lo bajo y bufo antes de contestar.
—¿No puede ser en la noche? Enserio es importante.
—¿De que se trata?
Inuyasha no quería por nada del mundo posponer la sorpresa para Kagome así que fue al grano, mientras más rápido lo resolviera Kikyo no iba a interrumpir.
—Un problema judicial, mis padres están redactando el testamento y quieren poner a las niñas en el. –Explicó. –Tenemos que hablar para ver cuando nos reuniremos los cuatro y papá no está en modo paciente.
Kikyo no se llevaba bien con sus padres, siempre tuvieron una fachada familiar intachable al venir de una buena familia, pero ellos preferían salir del país a diario para no estar en la casa. Cuando Kikyo quedó embarazada de las gemelas ellos la despojaron de todo. Cuando las gemelas nacieron ellos no la visitaron ni una sola vez pero, como Kikyo era su única hija, debían dejarle a alguien sus tierras y empresas y, para ellos, Kikyo no era su mejor opción. Suspiro con fastidio, esa familia era exasperante pero no podía negarles a las niñas, total, eran sus nietas después de todo.
—Iremos allá la semana entrante, esta noche no puedo. Tengo un compromiso.
Kikyo aceptó sin peros y se despidió. Inuyasha aparcó su coche en el estacionamiento del edificio y subió a su oficina, luego de las vacaciones el trabajo era el triple de pesado así que no tendría tiempos libres.
-o-
Kagome salió de la casa vestida con unos jeans oscuros con una camiseta blanca de cuello redondo combinada con una chaqueta de cuero negra con unas botas cortas de color caqui, en su cuello un pequeño pañuelo la cubría del frío. El viento de otoño había llegado justo a tiempo dejando los calurosos días de verano atrás. Aunque sólo habían pasado unas semanas el frío era latente, por lo menos de noche. Escucho la bocina del auto de Sango quien la esperaba afuera en el coche, Kagome suspiro. Contaba con que la chica tuviera confianza en ella y la dejara sola ir a la cita ciega con su supuesto "admirador" cosa que si la hubiera dejado sola no habría ido, pero tal y como prometió Sango se había presentado a las siete en punto. Bajo los pequeños escalones de la casa que rentaba en aquella ciudad y camino hasta el auto. Decidió dejar su cabello suelto pero se lo había vuelto a alisar totalmente escondiendo sus rizos del mundo. Subió al coche y Sango la inspeccionó de arriba a abajo.
—Nada mal. –Dijo con desdén.
Kagome alzó una ceja.
—¿Nada mal?
—Lo siento. No me hagas caso. –Rió.
Sango prendió el motor empezando a conducir hacia el centro donde Inuyasha le había indicado el restaurante.
—Veo que estas muy entusiasmada.
Sango rió.
—Son cosas tuyas.
Kagome ya no dijo nada más y el resto del viaje lo pasaron en silencio. Kagome miro por la ventana y las calles no se le hacia conocidas.
"Extraño"
Pensó, había trabajado varios años en aquella ciudad y podría decir que conocía cada rincón como la palma de su mano, sin embargo, sus suposiciones quedaron nulas ante las nuevas rutas. Miro a su sobrina quien iba sonriente mirando al frente. Hasta parecía que ella iba a la cena y no ella.
—¿Sabes donde estamos?
—No.
Kagome se tenso arrugando la nariz.
—Pero el GPS si, así que podremos volver si no encontramos el lugar, relájate.
—Claro, solo porque no eres tú la que irá a cenar con un desconocido.
Sango rió. Su supiera quien era se desmayaría de la emoción, bueno, contaba con eso. Llegaron a un restaurante que quedaba a las afueras de la ciudad, era italiano, las paredes estaban pintadas de un lindo bordo y dos puertas negras le daban un aire elegante al lugar. Kagome lo observo con detenimiento, no era ostentoso pero tampoco tan sencillo, agradecía llevar un atuendo acorde al lugar. Kagome bajo de coche sin saber que hacer bien.
—Solo entra y di tu nombre. Te dirán en donde esperar.
La voz de Sango se escuchó desde el auto. Kagome se dio vuelta y la miro con desconfianza. Repetía, odiaba las sorpresa. Empezó a caminar con lentitud pero paro y sin darse vuelta le dio una última advertencia a su sobrina.
—Sango si llega a estar ese hombre de nuevo aquí te mataré.
Sango rió y con un tranquilo "cuídate" arrancó el auto dejándola sola. Kagome suspiro con fastidio y entró en el restaurante. En la recepción estaba una mujer morocha con unos ojazos verdes claro brillantes. La castaña mujer la miro y pido su nombre con aburrimiento, ¿así que ella no era la única?
—Kagome Higurashi.
La chica abrió sus verdes ojos y se levantó de la silla pidiéndole que la esperará antes de salir rápidamente. Kagome quedó sorprendida ante ese comportamiento pero decidió esperarla como le pidió, luego de diez minutos, un hombre de cabellos blancos y unos marrones ojos le sonrió. Vestido de etiqueta le sugirió que lo siguiera. Kagome aún anonadada por la actitud asintió y empezó a seguirlo por detrás. Con el porte que tenía sabía que era el chef del lugar, el jefe de todos ellos.
"Doblemente extraño"
Frunció el ceño ante el pensamiento, un chef no salía a recibir a nadie, a menos que fuera una figura pública importante y ella, no era importante en lo absoluto. El chef la guió escaleras arriba hacia la terraza del lugar, el hombre no había cruzado palabra con ella llegaron a la entrada de la terraza y, literalmente, se le cayó la quijada ante la escena. En medio de la terraza había una tienda tipo egipcia que cubría la redonda mesa para dos que se encontraba debajo de ella. Los postes de la tienda estaban en enfundados en una tela blanca que volaba con la fuerza del viento. Desde la entrada de la terraza hasta la mesa había un camino iluminados por velas blancas y pétalos de rosas esparcidos por el mismo. El chef observo la cara estupefacta de la chica y sonrió.
—¿Quiere que le traiga algo de tomar mientras espera, señorita?
Kagome tardo un par de segundos responder al hombre detrás suyo. Las palabras estaban atascadas en su garganta.
—N-no, es-estoy bien así, gra-gracias. –Tartamudeó.
Totosai le dio las buenas noches y se despidió de ella empezando a bajar por las escaleras.
Kagome no podía mover ni un músculo, estaba anonadada ante la imagen frente a ella. Quien quiera que fuera el responsable se había tomado muchas molestias por ella.
—Demasiadas diría yo...
—Espero que eso que estas pensando sea algo bueno.
Si antes estaba tensa ahora había quedado piedra. Inuyasha le había hablado por detrás de ella justo al lado de su oreja. Sus vellos se erizaron ante el cálido aliento de Inuyasha golpeo su cuello.
—¿Inuyasha? –Dijo dándose media vuelta encarando los dos soles frente a ella. –Pero que...
Inuyasha le sonrió ante su reacción.
—Sorpresa.
Inuyasha le extendió una rosa color roja frente a ella e hizo una reverencia. Kagome trago duro mientras sentía como su corazón latía con fuerza.
—Hermosa dama, en esta bella noche quiero disponer de su presencia a cenar. –Jugó con las palabras. Las bromas entre ellos siempre la hacían reír, pero esta vez Kagome no se movió. –¿Me permite que la invite a cenar?
Kagome salió de su trance, no podía estar concentrada, por lo menos no con Inuyasha al frente. Estaba vestido un hermoso traje informal, pantalones negros de vestir y una camisa azul marino. Su cabello largo y plateado estaba atando con una coleta baja dándole elegancia y estilo. Debía por lo menos pensarlo.
"Esta realmente sexy"
Inuyasha estaba guapísimo, salió del trance ante la última pregunta, estaba nerviosa. Hacia mucho tiempo no salía con un hombre y estar con Inuyasha la ponía de los pelos.
—Yo... claro que si. –Se relajo, no debía arruinar la noche.
Inuyasha sonrió y Kagome tomó la rosa frente a ella con una sonrisa. Inuyasha la guió a la redonda mesa, en la mesa había un enorme ramo de rosas colocadas en un fino florero de cristal. Las rosas eran blancas esta vez y le daba a la mesa un aire elegante y romántico. Raramente a Kagome le atraían las esas cosas pero había un detalle que lo cambiaba, Inuyasha lo había hecho para ella.
Suspiro cuando quedó sentada en la mesa con Inuyasha en frente. Ahora que lo pensaba, si sabía que saldría con el se hubiese puesto el vestido sin chistar.
—Estúpida...
—¿Que?
Inuyasha la miro con una sonrisa suave en los labios. Kagome en ese momento sintió sonó su estómago se encogía.
"¿Que esta pasándome?"
Ignoro su propia pregunta y le sonrió a Inuyasha antes de contestar.
—Nada, es solo que, hubiese preferido estar más... ya sabes presentable.
Inuyasha la observo y le dio una sonrisa, esta vez coqueta, sabía que estaba nerviosa. La había observado desde que había pisado el lugar, su jean se ajustaba deliciosamente a sus piernas y la camiseta marcaba cada curva de su cuerpo haciéndola deliciosa a su vista. Pronto comería el postre aunque lo quisiera ahora.
—Yo creo que estas preciosa así.
Kagome, como nunca antes luego de diez años enrojeció. Sentía como cada palabra de Inuyasha la había afectado en demasía, su corazón latía fuerte y le costaba hablar. Inuyasha la observo colorada y rió. Estaba preciosa. Pidieron la comida, más bien Inuyasha; les sirvieron unos espaguetis con albóndigas y queso parmesano con especias. No mentiría, estaba delicioso. Inuyasha la observo comer con delicadeza, como cada cosa de ella, quería saber más, quería saberlo todo sobre ella. Quería ser la persona en la que ella pudiera confiar. Kagome lo descubrió mirándola y alzó una ceja.
—¿Inuyasha?
Lo llamó pero el no dejó de mirarla.
—Me di cuenta. –Empezó tranquilo. –Que tu sabes todo sobre mi. –Kagome rió pinchando su albóndiga. –Pero yo no se nada sobre ti.
Kagome limpio sus manos con la servilleta en su regazo y le sonrió.
—¿Y que es lo que quieres saber?
"TODO"
Se contuvo a preguntar eso en específico.
—Háblame de ti.
—¿Y que quieres saber? –Volvió a preguntar esta vez riendo, estaba de buen humor.
Inuyasha percibió el toque de burla en la pregunta pero estaba claro que quería evitar el tema. Así que hizo su siguiente movimiento.
—No lo se, no se nada de ti.
Kagome sonrió, parecía un juego de Ajedrez donde tenían que pensar bien lo que dirían. No porque se molestara si no por el simple hecho de no hacer sentir mal al otro.
—Bueno, tengo treinta y cuatro años, soy maestra de repostería, trabajo en los hoteles de Nueva York por turno, tengo una camioneta Ford de los años noventa y soy divorciada. –Rió al ver la cara de Inuyasha ante su resumen. –Nada interesante. No soy importante. –Bromeó y tomó su copa con vino.
—Eres interesante.
Asintió, Kagome rió, no había quedado satisfecho con la información, su rostro lo decía.
—Tu aquí eres el interesante. –Afirmó e Inuyasha hizo una mueca. –Cuéntame de ti.
—No creo poder contarte cosas que no sepas. –Aseguró. –Mamá seguro que te informo bien.
—Veamos. –Hizo una mueca pensativa. –Izzy solo nombró a su hijo dueño de las más grandes empresas de autos con dos hijas, divorciado de una loca controladora hace seis meses. Que es arrogante, ególatra, muy orgulloso y un inútil para cocinar. Un tal Inuyasha Taisho.
A Inuyasha casi se le cayó la mandíbula. ¿Eso había dicho su madre de él?
—Así que mamá te dijo eso.
—Izayoi solo quería que estuviera preparada, eso me dijo.
—Creo que quería espantarte. –Ambos rieron ante la afirmación del hombre. –Pero ya, dime algo ¿de donde la conoces?
Kagome empezó a mover su dedo en la boquilla de la copa y lo miro. Inuyasha esperanzado la observo con atención.
—Izzy fue mi maestra de repostería en la escuela de gastronomía de Washington. Ella fue un pilar más en mi vida.
Inuyasha quedó sorprendido ante eso, al parecer su madre y Kagome tenían una relación muy estrecha. Frunció el ceño, luego le reclamaría el porqué no se la había presentado antes.
—Cuando mi madre y Sota murieron en aquel choque papá quedó devastado y la familia se había roto. –Hizo una pausa.
Inuyasha sabía que en ese momento no tenía que interrumpir, Kagome estaba lejos con sus recuerdos.
—Mi madre era la vida entera de mi padre al igual que Sota y yo, Sango era pequeña y Kohaku solo era un bebé. Papá había caído en una depresión severa donde los médicos tuvieron que interferir y ahí es donde yo me di cuenta que ya no podía solo. –Lo miró. –Tomé las riendas de la familia salvando lo poco que nos quedaba. Creo que tenía quince en esos momentos. –Dijo pensativa.
—¿Te obligaste a crecer con quince años? –No aguantó sus ganas de preguntar sorprendido.
Kagome asintió.
—Mamá tenía una pequeña pastelería el la casa, vivíamos en Washington, y estaba cerrada por el duelo hasta que los gastos médicos ya se hicieron más severos y tuve que intervenir una vez más, a lo largo de las semanas mi pasión por la cocina... dulce. –Rió haciendo que Inuyasha hiciera lo mismo. –Hizo más fácil el trabajo. Cuide de Kohaku con ayuda de Sango quien era la más vulnerable de las dos. –Rió. –Luego de largos meses papá pudo reponerse y con las cuentas ya pagas pudimos retomar nuestra vida. Y bueno, luego con mis alocadas hormonas adolescentes dos años después quede embarazada. Pero no creo que ese sea un tema para hablar ahora. –Dijo zanjando el tema.
Inuyasha frunció el ceño. El tema que más le interesaba estaba ahí pero ella no quería decirlo. No era que lo anterior no le importara pero el tema del padre de Saito lo tenía de los pelos. Quería saber que había pasado.
—Pues yo si, esto parece un dorama coreano y no puedes dejarme con las cosas a la mitad. –Bromeó haciendo que riera.
—Lo vuelvo a repetir, te he dado mucha confianza Inuyasha Taisho. –Ambos rieron. –Bueno... en el último año de secundaria conocí a Bankotsu, mi ex esposo. –Inuyasha casi olvidó respirar. –Estábamos a punto de graduarnos en unos meses pero ya sabes, no aguantamos. –Trato de bromear, sin embargo, imaginar a Kagome con otro hombre fue un pensamiento que no le agradó en nada a Inuyasha.
–Quedé embarazada de Saito al mes de graduarnos, Bankotsu no estaba muy conforme con la idea pero no me dejó sola, cosa que agradezco aún hoy, de verdad estaba asustada. —Aclaró en Inuyasha asintió serio. –Cuando Saito nació fue el día más feliz de mi vida, –Dijo sonriendo. –Bankotsu y yo nos casamos y vivimos juntos cuatro años.
Hizo una pausa. Esa parte de la historia no le gustaba pero ya que Inuyasha le pidió que le contara no podía negarse. La verdad, no podía negarle nada.
—Luego, él me había dicho que ya no podía seguir con eso y que la familia no era para un hombre libre como el. Bueno, lo dejó escrito en una carta. –Kagome río sin darse cuenta de los apretados puños de Inuyasha. –Al dejarme sola tuve que volver con mi padre a Washington quien me recibió muy bien al igual que Sango y Kohaku. Pero yo no sabía que hacer e Izayoi llegó a mi como un ángel.
—¿Un ángel, mi madre?
—Cállate, no hables así. –Bromeó y ambos rieron aligerando la tensión. –¿Quieres que siga?
—Estoy escuchando cada palabra.
Tomó aire y siguió jugando con la copa y sus dedos.
—Izzy me encontró cocinando en la pastelería y me recomendó una escuela de respotería no muy lejos de mi casa, ella era la profesora principal y me había ofrecido muchas cosas, en ella, cuidar a Saito. Sango tenía que terminar el Instituto al igual que Kohaku y mi padre estaba muy viejo para cuidarlo. –Rió. –No le digas eso, me matara si lo sabe. –Bromeó. –Izzy cuidaba a Saito mientras yo estaba en clase, ella fue mi consejera y mi apoyo en eso días. –Sonrió con nostalgia. –Luego de cuatro años me volví maestra repostera y tenía varias ofertas de trabajo. Saito ya estaba en la escuela así que pude mantener la casa de mi padre y refaccionarla un poco.
Inuyasha la miró cuando ella se quedó callada, la vista de Kagome quedó en un punto indefinido de la mesa y lo volvió a mirar.
—Y creo que eso es todo. –Sonrió.
Inuyasha hizo una mueca. Ante toda la información sabía que Kagome confiaba en él y se aseguraría de no romperla. Pero algo faltaba, quería saber que había pasado con el maldito de Bankotsu.
—Y... ¿que pasó con Bankotsu?
Kagome quien había estado con la vista pérdida en las luces de la ciudad lo miro con el ceño fruncido.
—Bueno, ese no es un tema rela...
Inuyasha le envió una fulminante mirada que le advertía no decir esa frase para salvarse. Kagome suspiró.
—El volvió un par de meses después de que empezará a trabajar. –Hizo una mueca que Kagome no se percató. –Quería redimirse y volver a la casa, decía que estaba arrepentido, el divorcio se había hecho dos años atrás en ese entonces pero había un problema que no dejaba que las cosas volvieran a lo de antes. Saito lo odiaba.
Inuyasha se atragantó con su saliva ante la información y tosió un poco. Kagome lo observo preocupada.
—¿Te encuentras bien?
—Si, si. No te preocupes tu... tu solo sigue.
Kagome asintió extrañada.
—Bankotsu trató por todos los medios acercarse a Saito pero el solo lo ignoraba o ni siquiera quería respirar el mismo aire que él. Cosa que no a cambiado en nada. –Reflexionó en voz alta, Inuyasha suspiró ante ello, un obstáculo menos si Saito estaba de su parte, cosa que no creia. –Y bueno, Saito creció sin su padre, yo había decidido que mi hijo era lo más importante así que solo veía a Bankotsu cuando él me llamaba solo para insistir. Se había dado por vencido un par de meses después dejando en claro que me enviaría dinero todos los meses para Saito. Yo no lo necesitaba pero gracias a él Saito tiene todo un pozo bancario para la Universidad.
Suspiró fuerte, hacía mucho tiempo que no hablaba con alguien, sentía como si hubiese dejado caer una enorme mochila. Miró a Inuyasha quien estaba pensativo. Inuyasha se encontraba en una encrucijada, había quedado anonadado ante la información. Kagome lo saco de sus pensamientos con la única palabra que podía decir.
—Gracias. Gracias por escucharme, Inuyasha. Eres un buen amigo.
Inuyasha sintió como su orgullo fue herido justo en su parte sensible. Pero no se dejaría vencer. Quería a Kagome más que una amiga y haría todo lo posible para que ella lo viera como algo más, una posible pareja y un futuro esposo. Sonrió y tomó su mano para besarla.
—Me tienes para lo que sea, Kag...
Kagome sonrió y se levantó para rodearlo con sus brazos, Inuyasha sorprendido por el repentino abrazo sonrió con felicidad y lo correspondió estrechando su pequeña cintura contra el, no quería dejarla ir, la quería con él.
Para lo que sea... Le obsequiaría todo y más...
Martes seis de noviembre.