Capítulo siete.
Inuyasha abrazó la cintura de Kagome con fuerza. No quería soltarla, muy a su pesar ella se separó y le beso la mejilla, frustrado, miró como tomaba asiento de nuevo. La cena fue ligera y trivial. Las risas de parte ambos no se hicieron de esperar ante las anécdota del otro. Terminaron los platos con una sonrisa. Kagome nunca pensó que alguien hiciera algo así por ella, nunca. Y, que ese alguien hubiese sido Inuyasha mejoraba las cosas a un nivel más alto. Sintió un calor reconfortante al pensarlo, si bien sabía que Inuyasha era un buen amigo no quería confundir las cosas, el se había divorciado hacia solo un año y no sería bueno ni para él, ni para ella.
Siguió con la conversación amena hasta que la noche se hizo más fría. Kagome deseaba con todas sus fuerzas que la noche no acabará, que se congelara en ese instante, pero sus deseos no fueron escuchados e Inuyasha se levantó de su silla. Se acercó a ella con una sonrisa y le extendió su mano, ella la recibió con gusto y empezó a caminar justo a él. Bajaron por el pasillo escalereado por donde subió con el chef al entrar y bajaron a la recepción. El mismo hombre que la acompaño a la terraza los miro con una sonrisa y se acercó a ellos.
—Señor Taisho, ¿no se quedará para el postre?
Kagome miro al albino con curiosidad.
—No, de eso me encargaré yo, gracias Totosai.
Totosai asintió deseándoles una buena noche y se alejó de ellos. Inuyasha guió a Kagome afuera del establecimiento. En el estacionamiento un porche compacto negro los esperaba, Kagome hizo una mueca de asombro ante el auto que no había visto hasta ahora e Inuyasha rió.
—No pensabas que la noche terminaba aquí ¿verdad?
—Bueno, ya que lo mencionas...
Inuyasha jalo de ella para que no dijera algo estúpido. Sabía que estaba nerviosa pero no tendría que estarlo con él, nunca más. La subió al auto con delicadeza, el monto el asiento del piloto y empezó a conducir lejos del lugar. La carretera fue lo único que pudo ver en varios kilómetros, después de varios zigzag pudo divisar la parte más transitada de California, Inuyasha aparcó fuera de lo que parecía un club, miro por el parabrisas y si, era un bar.
Inuyasha bajó del auto y le abrió la puerta a su acompañante, Kagome bajo del coche y lo siguió a la puerta. El lugar era muy agradable. La gran barra de madera oscura era lo primero que veías al entrar, a la derecha estaba lleno de mesas para dos y tres personas y a la izquierda sillones de color ocre decoraban otras mesas más grandes. Inuyasha la guió a la barra.
—¡Inuyasha! Hace mucho tiempo no te vemos por aquí.
Un anciano bajito con bigote apareció detrás de la barra. Kagome casi rió ante la graciosa presencia del hombre, giro el rostro para que no la vieran pero era demasiado tarde, Inuyasha la había cachado.
—¿Como estas Myoga?
—Bien, bien, aquí ando. Ya sabes, hay que mantener el negocio.
Inuyasha empezó a hablar con Myoga de los años en que no se veían, Kagome no muy interesada en la conversación le hizo una seña para avisarle que se iría a sentar, no quería estorbar entre ellos cuando no entendía nada. Inuyasha la siguió con la mirada hasta que desapareció de su vista y sonrió. Myoga limpiando la barra observo al muchacho con atención.
—¿Y quien es ella?
Inuyasha miro a su viejo amigo detrás de la barra quien le sonreía con picardía.
—Es una amiga.
—Pues, como la miras no parece una simple amiga.
Inuyasha rió al ver la mirada pícara del viejo Myoga. Pidió dos cervezas y empezó a caminar por el lugar buscando la melena azabache de Kagome quién se encontraba en los sillones al lado de la
—Tu quieres engordarme. –Lo acusó.
Él bufo.
—Solo imaginas cosas.
Le extendió la cerveza y se sentó en frente de ella. Kagome gimió ante el amargo gusto ¡Hacía mucho tiempo no tomaba cerveza!
—¿Tambien quieres embriagarme?
—Es una opción.
Ella rió e Inuyasha sonrió ante eso.
—¿Sabes que mi temporada termina en unos días, no?
Él asintió ella ladeó el rostro.
—Entonces esto es una despedida.
Inuyasha pudo ver la mueca disconforme de ella ante sus palabras dichas. El negó y antes de que pudiera hablar otra vez una voz llamó la atención de ambos.
—Inuyasha. –El nombrado cerro los ojos. –Hace tiempo no te veo por aquí.
Kagome hizo una mueca disconforme, Kikyo Tama estaba parada justo detrás de ella con una sonrisa arrogante en su rostro. Inuyasha las miro a ambas, Kikyo no lo miraba a él, tenía sus afilados ojos en su acompañante quien miraba por la ventana.
—Vaya, entonces es cierto que las ratas salen de su madriguera solo de noche.
—Hola a ti también, Kikyo.
Inuyasha miro a ambas mujeres con curiosidad. Iba a preguntar lo obvio pero su ex mujer lo volvió a interrumpir.
—¿Estan juntos? –Preguntó. –Creo que te tomaste muy enserio lo de comer mis sobras, Kag.
—Hazme un favor y deja de decir estupideces. –Gruñó. No le daría explicaciones a una arpía.
Lo que le faltaba, encontrarse con la ex mujer de Inuyasha. Suspiro con fastidio pero no la miro. Kikyo por su parte hizo una mueca al ver el semblante molesto de su ex esposo, poco le importó.
—Hola, Inuyasha.
—Kikyo. –Saludó tajante.
—¿Quedamos para mañana entonces? –Cuestionó.
Inuyasha asintió tenso. Solo esperaba que Kagome no pensara cosas erradas. Kikyo sonrió al ver como Kagome apretaba la botella de cerveza con fuerza y se la llevaba a la boca.
—Los dejaré disfrutar lo que resta de la noche. –Dijo con sorna. –Nos vemos.
Kikyo desapareció por la puerta principal del lugar y Kagome suspiro y masajeó sus sienes.
—Lo siento, yo no quise...
Inuyasha levantó una mano para que no hablará. ¿De que estaba disculpándose? Era él quien debía hacerlo.
—No, tu disculpa a Kikyo, a veces es algo...
—Irritante. –Terminó ella en un gruñido.
Inuyasha sonrió, era gracioso verla molesta, apretaba los dientes y arrugaba la nariz de forma tierna para sus ojos.
—Ya, debo saberlo ¿De donde se conocen?
Kagome como otro sorbo de cerveza antes de contestar.
—Ella y yo fuimos compañeras en la secundaria. –Hizo una mueca. –Días oscuros. –Trató de bromear.
—¡Demonios! –El gruñido molesto de Inuyasha la hizo sobre saltarse. –¿Porque todo el mundo te conocía de antes menos yo? ¡Es injusto!
Kagome rió ante la rabieta de Inuyasha. Inuyasha la miro con atención, amaba verla reír. Amaba todo de ella.
—Solo tu sales con esas cosas. –Tomó otro sorbo de cerveza pero se dio cuenta que la botella estaba vacía. –¿Te importa si pido otra?
—¿A eso vinimos, no?
Inuyasha levantó su mano al aire y el mozo se acerco a ellos. Una vez más, las risas inundaron el establecimiento y la conversación amena que tenía con Inuyasha no quería que acabase, nunca. Inuyasha observaba cada movimiento de la peli negra con atención, ella no era normal pero tampoco un robot, era espontánea e impulsiva, ella no era de las que caían en provocaciones fácilmente, lo había probado con Kikyo. Los gestos con las manos era una de las cosas que hacia para enfatizar algo que necesitaba explicación gráfica, cosa que le resultaba gracioso, los gestos que hacia cuando algo le parecía desagradable, todo de ella le encantaba. Kagome sabía que hablaba demasiado, pero no le importaba, con Inuyasha podía ser ella misma, podía ser la mujer madura que aparentaba en otros lugares y la madre inmadura que era con su familia. Pensaba a veces, que Inuyasha era la persona indicada para ella, que ella podría hacerlo feliz y él a ella, mucho más de lo que ya lo hacía. Sin querer, Inuyasha se había vuelto indispensable en su vida. El encantaba todo de él, le encantaba la forma en que su sonrisa se agrandaba con cada tontería que ella decía, que sus ojos brillaran cuando nombraba a su familia, que sonriera como solo él sabía hacerlo. Ya lo había admitido una vez, le gustaba Inuyasha. Sin embargo, estaba pensando que ese sentimiento era un poco más fuerte de lo que pensaba, pero trataba de no hacerse ilusiones, ya habría tiempo para ello, ahora, solo disfrutaría.
Salió del bar tambaleándose y riendo de todo a su alrededor. Luego de siete cervezas Inuyasha supo que ese era el límite, no quería que perdiera la conciencia, por lo menos no aún.
—Creo que será la última vez que te saque a beber.
Kagome rió con fuerza. El viento corría helado en la calle, su pañoleta se agitaba con fuerza en su cuello al igual que su cabello. Miro el cielo negro sin estrellas, llovería. Caminando, llegaron a un parque, no quería que la noche acabara, miro a su alrededor y la fuente estaba apagada pero los faroles encendidos iluminaban la poca agua de ella. Pudo ver el cielo negro una vez más reflejado en el agua.
—Lloverá.
Inuyasha estaba detrás de ella observando con detalle el blanco rostro de Kagome.
Ella decidió sentarse en la orilla de la fuente teniendo cuidado de no caerse, levantó la vista y los soles de Inuyasha la miraban con atención. Ella le sonrió con dulzura y suspiro. Inuyasha le tendió la mano y ella la agarro con fuerza para levantarse del lugar.
Inuyasha la abrazo sin decir nada por la cintura y cerro sus ojos. Kagome hizo lo mismo, ambos lados deseaban, ambos lo anhelaban, sin palabras, sin escusas. Inuyasha acercó sus labios a los rosados de Kagome y la beso, con lentitud y dulzura. Kagome respondió el beso de igual forma, apoyo sus pequeñas manos en sus hombros y movió sus labios al compas y ritmo lento de Inuyasha. Si tuviese que describir ese beso con una palabra sería.
Perfecto.
Inuyasha la acercó más a él y fue rompiendo el beso con lentitud, ninguno quería terminarlo pero al fin se separaron. Inuyasha abrió sus ojos observando las orbes marrones de Kagome entre abiertas. Dejó un último beso en su comisura y ella sonrió abriendo sus perlas marrones. Inuyasha observo el rostro tranquilo de la mujer frente a él, no tenía que decir nada en lo absoluto, ella lo había deseado tanto como él. Tocó acarició su mejilla con suavidad y ella cerro nuevamente los ojos ante el contacto, disfrutando. En años, se había sentido así de bien con un hombre. Ella tomó con ambas manos el rostro del ojidorado en frente de ella sonriendo, él por inercia cerro sus ojos esperando el contacto pero este jamás llegó, lo que sintió fue como una gota fría caía en su frente. Kagome miro al cielo quien había dejado caer su manto lluvioso sobre ellos.
—Te dije que llovería...
Inuyasha bufo y maldijo por lo bajo su mala suerte. Kagome trato de soltarse de su abrazo pero el lo afianzó más. Kagome lo miro confundida.
—Deberíamos irnos, parece que empeorará.
—No sabía que predecías el clima. –Bromeó y ella frunció el ceño. –Anda no te enfades. –Le dio otro beso en la comisura y apoyo su frente en la de ella con los ojos cerrados. –Quiero mostrarte un último lugar...
Abrió sus dorados ojos y la observo cuando ella los abrió también.
—¿Me acompañas?
Ella asintió y con un último beso la soltó para empezar a caminar. Subieron al auto e Inuyasha empezó a conducir. Kagome no podía borrar la pequeña sonrisa que adornaba su rostro, por fin sus deseos se habían realizado, había pasado, había besado a Inuyasha, se sentía como una niña cuando su madre le hacia su postre favorito. Suspiro risueña, no sabía que pensar. Inuyasha no estaba muy diferente, la ladeada que adornaba su rostro desde que la beso, sus labios eran igual o mejores de los que nunca había probado, mucho tiempo había pasado ya desde que no se sentía así, la miraba de reojo de vez en cuando, sus rosados labios se arqueaban hacia arriba dejando su hermosa sonrisa a su vista, él miro al frente de nuevo, estaba feliz, eso era sentirse enamorado. Kagome miraba por la ventana con atención, el trayecto que estaba tomando Inuyasha le era desconocido, se había alejado ya bastante de la ciudad que podía observar a lo lejos las pequeñas luces alejándose. Observo a Inuyasha quien conducía con tranquilidad por la oscura carretera.
—¿A donde vamos?
—Es una sorpresa. –Le dijo casi en un susurro.
Ella otra vez arrugó la frente, ya eran muchas sorpresas para una sola noche. Ya no sabía que esperar. Inuyasha observo el semblante de ella e hizo la pregunta del millón.
—¿Confías en mi?
—Si.
No dudó, casi al instante en cuanto el término la frase ella contestó. Inuyasha suspiro aliviado y siguió conduciendo. Luego de un par de minutos se detuvo. Kagome miro a su alrededor y solo pudo divisar árboles y oscuridad.
—¿Inuyasha?
—Te dije que sería una sorpresa. –Anunció. –Así que necesito que cubras tus ojos.
—No juegues. –Lo miro con curiosidad. –Es una broma ¿no es así?
—No. –De su bolsillo saco un pañuelo negro y se lo mostró. –¿Me permites?
—¿Es necesario?
—Si.
Suspiro y se dio media vuelta para que él le colocara el pedazo de tela. Él sonrió con triunfo y le colocó el pañuelo a la altura de sus ojos para luego estacionar el auto entre los árboles y bajar de él. Kagome sintió su estómago encogerse ¿esa era la sorpresa?
Inuyasha abrió la puerta del acompañante y tomó las manos de Kagome entre las suyas y la ayudó a salir del vehículo, Kagome tuvo un escalofrío, ya no sabía que pensar. Era más de lo que esperaba. Inuyasha la guió por entre la maleza, Kagome no podía ver nada más que la negro de la tela. Inuyasha llegó a su destino, un enorme lago se alzaba orgulloso en frente de él, la luna era reflejada en el agua y a lo lejos podía verse una pequeña cabaña, justo del otro lado del lago. Siguió caminando hasta la lancha que los esperaba a la orilla del mismo lago y la subió con cuidado.
—¿Inuyasha?
—Falta menos, relájate.
Kagome suspiro, todo ese misterio la estaba enervando pero trato de tranquilizarse. Inuyasha guió la lancha hasta el muelle que tenía aquella casa. La bajo por las escaleras de madera y se pozo detrás de ella ya en la puerta. Kagome lo sintió abrazar su cintura y apoyar su mentón en el hombro.
—Quítatelo.
Kagome lo obedeció y la tela se le resbaló de las manos ante lo que tenía en frente. Las puertas de cristal de la casa estaban abiertas dejando todo a la vista el piso de madera cubierto de pétalos de rosas blancas, las velas cubrían cada mueble del lugar todas encendidas, el ambiente olía espectacular y la luz de la luna hacia del ambiente más romántico de lo que esperaba, todo había sido mucho más de lo que espero jamás. Su lengua no podía moverse, se había quedado piedra, muda.
—Inuyasha yo... –Hizo una pausa para mirar todo una vez más. –...yo no se que decir.
Kagome se dio media vuelta mirando sus soles dorados con atención, Inuyasha la admiraba con ternura y todo el amor que quería transmitirle. Acunó su rostro entre sus manos y Kagome suspiro antes el contacto.
—Di que me quieres. –Pidió con una sonrisa. –Di que me quieres y vas a quedarte conmigo, –Sus ojos se posaron en los oscuros de Kagome. –porque yo haría todo y más por ti.
Kagome sintió su corazón latir con fuerza, lo miro a los ojos buscando la respuesta que ella misma no sabía. Ella quería Inuyasha, si, el cariño que había crecido entre ellos era obvio, pero quiso ignorar sus sentimientos, quiso poner una vez más los sentimientos de los demás ante de los de ella, pero ahí estaba él diciéndole lo que jamás esperó, él la quería pero ella lo amaba.
—Te quiero, Inuyasha.
Tal vez, solo algún día y con paciencia él podría llegar a amarla tanto como ella a él, por ahora, disfrutaría todo lo que él estaba dispuesto a darle.
Inuyasha sonrió ante la respuesta inmediata de ella, se acercó a ella aún acariciando su rostro y la beso, con dulzura, con ternura y con amor. Quería transmitir todos sus sentimientos en ese beso que era la llave para la noche perfecta.
Su primer noche de muchas.
La abrazo por su espalda con ambas manos y Kagome paso sus brazos alrededor de su cuello, disfrutando el contacto con el hombre que amaba. La hizo entrar a la casa caminando hacia atrás, el beso no cambio en ningún momento, cada paso de Kagome hacia atrás de eran dos hacia adelante de Inuyasha. Ella estuvo a punto de caer hacia atrás por la alfombra pero Inuyasha en un rápido movimiento a alzó por las rodillas haciéndola enredar las piernas alrededor de su cadera. El beso empezó a abrir nuevas fronteras haciéndose más desenfrenado. Kagome tomó el rostro de Inuyasha con ambas manos y pudo sentir la dura pared en su espalda, él acarició cada rincón de su espalda y bajo a sus piernas. La ropa ya le estaba estorbando en demasía, necesitaba llegar al cuarto antes de perder lo que le quedaba de cordura.
La tomó una vez más por los muslos y la guió hasta el cuarto principal, la dejó apoyada en el suelo una vez en la habitación y sus besos bajaron al níveo cuello de ella, Kagome suspiro su nombre cuando el metió sus manos debajo de la camiseta que llevaba, las manos heladas de Inuyasha recorrieron la suavidad y calor de la espalda de Kagome, quitó la camiseta de ella pasándola por sobre su cabeza dejando su pecho semi desnudo.
Kagome sonrió y lo abrazo por el cuello una vez más esta vez bajando también sus manos, los botones de la camisa blanca fueron sediento uno por uno a través de los dedos de la repostera mientras Inuyasha recorría sus manos por la espalda blanquecina de ella sin descanso, Kagome beso el cuello masculino con lentitud torturando con cada beso al hombre delante de ella, siguió el recorrido hasta llegar al cinturón para volver a subir, besó los labios masculinos con lentitud y lujuria, era un beso que decía todo lo que sentía, amor, deseo y anhelo por el hombre delante de ella. Inuyasha apoyo la espalda femenina en el colchón sin dejar de besarla, bajo sus grandes manos al botón y cierre del pantalón haciéndolo ceder y lo deslizó por sus piernas besando el recorrido que el mismo dejaba desnudo a su paso, llegó a los pies y sus besos empezaron a subir por las piernas al mismo tiempo que acariciaba con sus dedos sus costillas. Se incorporó frente a ella, la vio allí, semi desnuda para él, era perfecta, para él lo era. Sonrió cuando ella le estiró el brazo para besarla, Kagome en un giro sorpresivo lo dejó bajo suyo y el, sumiso a ella rió cuando ella se mordió el labio con diversión. Kagome recorrió con sus manos la áspera piel de Inuyasha pasando sus manos por cada rincón de su pecho y vientre hasta llegar a su pantalón. La respiración tranquila de Inuyasha se aceleró ante la cercanía del contacto de la mano de Kagome con su erección. Ella rió divertida y saco el pantalón junto al boxer en un brusco movimiento dejando al orgulloso mini Inuyasha erguido ante ella.
Antes de que ella hiciera su primer movimiento quedo debajo de él una vez más siendo besada de la manera más salvaje que había experimentado jamás. Inuyasha llevó sus manos al broche del sostén y en un rápido movimiento sus pechos quedaron expuestos y sus bragas fueron por el mismo camino. Kagome quedó desnuda ante sus ojos, quedo entre sus piernas y sonrió cuando ella lo beso de la misma manera que el lo había hecho con anterioridad. Se frotó con ella y bajo sus besos a sus pechos. Kagome gimió su nombre y se aferró a su espalda con fuerza.
—Inuyasha...
—Hoy seré yo quien tenga el control. –Subió a su boca y rozó sus labios.
Kagome abrió sus orbes marrones y los opacos ojos de Inuyasha nublados por el placer. Lo sintió entrar con lentitud tomándola por completa sorpresa, sus dedos de hundieron en la tostada piel de él e Inuyasha ahogo un gemido. Volvió suspirar su nombre cuando lo sintió ya completo dentro. Inuyasha la beso con fuerza y ella respondió con la misma intensidad enredando sus dedos en las hebras plateadas de Inuyasha. Inicio un vaivén lento y pausado, queriendo sentir cada reacción de ella. Sin embargo, la peli negra bajo el no estaba satisfecha con el ritmo, empezó a mover sus caderas acelerándolo y el sonrió acatando la silenciosa orden. Los fuertes gemidos de Kagome llenaban los rincones de la habitación, Inuyasha la sentía respirar a entrecortada en su oído, se aferró a su cintura acelerando aun más el ritmo bajo y empezo a besar y morder los pechos de la peli negra con fuerza, Kagome gimió alto y acerco aún más la cabeza de Inuyasha a ella. Inuyasha sintió las paredes internas de Kagome apretarse deliciosamente, estaba a punto de culminar y el no estaba muy diferente. Kagome sintió la deliciosa opresión bajo un vientre y luego la explosión del orgasmo. Gimió, casi grito el nombre de Inuyasha, sus cuerpos bañados en sudor agitados e Inuyasha aún en ella seguía penetrandola. Inuyasha dio un par de estocadas más sintiendo también el clímax de placer en su cuerpo, pudo sentir cuando su esencia fue derramada dentro de Kagome y se dejó caer a su lado, tratando de recobrar el aliento.
Kagome levantó la cabeza y apoyo su menton en el pecho desnudo de Inuyasha y lo observo con los ojos cerrados. Inuyasha la sintió moverse y abrió los ojos para encontrarse con las lagunas de chocolate de su Kagome, sonrió y bajo su rostro para dejar un suave beso en sus labios que Kagome respondió cansinamente, suspiro cuando el rompió el beso y volvió a apoyar su mejilla en el pecho masculino mientras el sueño la venciendo. Inuyasha sintió la respiración pausada de Kagome y supo que ya se había dormido, sonrió y la estrecho en sus brazos para susurrarle al oído las palabras que no tenía el coraje de decirle de frente.
—Te amo.
Beso su frente y cerro los ojos dejando también que la noche lo arropara sin saber que la peli negra había escuchado las palabras antes de caer en el manto del sueño.
Jueves ocho de noviembre.
