RECUERDOS
CAPÍTULO: DORMIR
Una cama demasiado blanda no fue el único motivo por el cual Adora terminó en la cama de Glimmer, como bien dijo, nunca había dormido sin gente alrededor suyo, pero no se refería solo a los compañeros con los que compartía cuarto, más bien pensaba en Catra.
Cuando eran pequeñas, Catra había comenzado a dormir en su cama, se acurrucaba a sus pies o en cualquier otro lugar que le pareciera cómodo, siempre cerca de ella.
En ese momento, sentada en la orilla de su cama, le vino a la mente la primera noche que durmieron juntas.
Ya era tarde, pero Adora seguía despierta, el cuerpo le dolía mucho por culpa de los entrenamientos, y además, afuera había una tormenta cuyos truenos no le permitían conciliar el suelo, no les temía, le ponían tensa.
Se removió entre su cobija intentando no hacer ruido, hacía intentos por quedarse dormida, sin éxito, entonces, al volver a abrir los ojos, vio que había alguien viéndole fijamente, habría reconocido esos ojos donde sea, aunque no brillaran tenuemente en la oscuridad.
-Hola, Adora-. Saludó de forma casual, en voz baja. -¿No puedes dormir?-. Subió a la cama.
-A veces es difícil-. Admitió. -¿Qué haces aquí, Catra? Te regañaran si…
-No importa-. Sabía que si le veían le pondrían una buena reprimenda, solo si le veían, y ella podía ser más rápida. -Supe que estabas despierta-.
-¿Cómo?-. Le gustaba tener a Catra cerca, así los truenos no eran nada. -Tienes unos ojos tan bonitos-. Habló inconscientemente.
-Gracias…-. No acostumbraba a recibir cumplidos, puso toda su fuerza de voluntad en seguir como si nada. -Y respectó a tu pregunta-. Movió sus orejas. -Puedo oírlo todo-. Sonrió.
-Eres asombrosa, Catra-.
-¿En serio lo crees?-. Su sonrisa creció.
-Por supuesto-. Para ella, no había un ser más genial en la tierra.
Catra mostró una mueca pensativa. -¿Si me quedo aquí, crees poder dormir?-. Quería ayudarle, como pudiera.
Ni siquiera tuvo que pensarlo. -Sí-. Estaba segura de que con ella a su lado, podía conciliar el sueño en un santiamén.
Con esa respuesta, Catra se recostó a su lado derecho, recargando su cabeza en sus brazos, con la mirada hacia ella. -Descansa, Adora-. La rubia le ofreció su cobija, mejor se pegó más a ella. -Teniéndote cerca es suficiente-. El de Adora era todo el calor que necesitaba.
Ambas se quedaron dormidas.
Cuando despertó, Catra ya no estaba, por un instante se preguntó si lo había soñado, supo que no fue así al hallar un poco de cabello castaño en su cama, entonces entendió que su amiga había regresado a su propia cama para evitar que las regañaran.
Sonrió.
Y limpió el lugar antes de que los demás despertaran.
Después de desayunar, el par fue al dormitorio, Adora había conseguido unas crayolas. -¿Estás segura?-. A Catra le parecía una acción desconcertante viniendo de su mejor amiga, quien casi siempre se esforzaba por seguir las reglas lo mejor que podía.
-¡Sí!-. Le tendió una de las crayolas. -Por mí, Catra, ¿sí?-. Esa sonrisa era su debilidad, también sonrió, con ese toque burlón que iba adquiriendo con el paso del tiempo.
-Por ti-. Tomó la crayola.
En el respaldo de la cama de Adora, dibujaron la representación de sus caras, no eran obras maestras, pero tenían un encanto especial para las dos.
Un par de noches después, Catra regresó a la cama de Adora, a la noche siguiente también, luego lo siguió repitiendo, al final se les hizo costumbre. El dolor de los entrenamientos no importaba tanto, tampoco el frío de la Zona del terror, cuando estaban cerca una de la otra incluso lo peor parecía no ser tan malo.
Al ir creciendo, conforme el repudio a las reglas de Catra aumentó, dejó de importarle que pudieran regañarla por encontrarle en una cama que no era la suya. Que le gritaran cuanto quisieran, no iba a dejar de dormir con Adora.
Adora suspiró con tristeza, todas las noches le pesaba estar sola, no se atrevía a decir que Catra estaba ausente, porque sabía que más bien era al revés, ella era la que se había ido, ella era la ausente.
Se puso de pie, preguntándose si Catra la extrañaría así fuese un poco.
-Ojalá algún día me perdones, Catra-. Salió de su habitación.
Podía hacer más amigos, pero nadie, ni en un millón de años, reemplazaría a su mejor amiga.
