Isabelle se aclaró la garganta y comenzó a leer.

2 SECRETOS Y MENTIRAS

"El oscuro príncipe estaba sentado a horcajadas sobre su negro corcel, con su capa de marta cibelina ondeando a la espalda. Un aro de oro le sujetaba los rizos rubios, el apuesto rostro aparecía helado con la furia de batalla y…"

-Y su brazo parecía una berenjena -masculló Clary para sí, exasperada.

El dibujo no salía.

-¿Dibujas? –preguntó Jace mirando sorprendido a Clary. La pelirroja asintió.

Con un suspiro arrancó otra hoja más de su bloc de dibujo, la arrugó y la arrojó contra la pared naranja de su dormitorio. El suelo estaba ya repleto de bolas de papel desechadas, una señal inequívoca de que sus jugos creativos no fluían del modo que había esperado. Deseó por milésima vez poder ser un poco más como su madre. Todo lo que Jocelyn Fray dibujaba, pintaba o esbozaba era hermoso, y aparentemente realizado sin esfuerzo.

-Eso no es cierto, Clary –terció su madre, pues a ella también sentía que se le iba la inspiración por momentos.

Se quitó los auriculares, interrumpiendo Stepping Razor en mitad de la canción, y se frotó las doloridas sienes. Sólo entonces se dio cuenta de que el potente y agudo sonido de un teléfono retumbaba por el apartamento. Arrojó el bloc de dibujo sobre la cama, se puso en pie de un salto y corrió a la salita, donde el rojo teléfono retro descansaba sobre una mesa cerca de la puerta

principal.

-¿Clarissa Fray?

La voz al otro lado del teléfono sonaba familiar, aunque no inmediatamente identificable.

-Sospecho que ya sé quién es. –comentó Magnus a nadie en particular.

Clary retorció nerviosamente el cordón del teléfono alrededor del dedo.

-¿Sííí?

-Hola, soy uno de los gamberros con cuchillo que conociste anoche en el Pandemónium. Me temo que te causé una mala impresión y esperaba que me dieras la oportunidad de resarcirte…

-¿En serio piensas que yo llamaría a una chica, mundano? –le preguntó Jace-. Pues no, Jace nunca llama a las chicas.

-¡SIMON!

-¡Lo sabía! –exclamó Magnus triunfal, logrando que Alec lo viera con una sonrisa.

Clary mantuvo el teléfono alejado del oído mientras él soltaba una carcajada-. ¡No tiene gracia!

-Estamos de acuerdo en eso, Clary –le dijo Jace. Clary no pudo evitar sorprenderse, al escuchar la forma tan natural, en que su nombre salía de los labios de Jace.

-Ya lo creo que la tiene. Simplemente no le ves el lado cómico.

-Estúpido.

-Otra cosa en la que estamos de acuerdo –afirmó Jace. Clary y Alec rodaron los ojos.

Clary suspiró, recostándose en la pared-. No te estarías riendo de haber estado aquí cuando llegué a casa anoche.

¿Por qué no?

Mi madre. No le gustó que llegáramos tarde. Le dio un ataque. Fue desagradable.

¿Qué? ¡No es culpa tuya que hubiera tráfico! –protestó Simon, que era el más joven de tres hermanos y tenía un sentido muy agudizado de la injusticia familiar.

Ya, bueno, ella no lo ve de ese modo. La decepcioné, le fallé, hice que se preocupara, bla, bla, bla. Soy la cruz de su existencia -continuó ella, imitando la precisa fraseología de su madre y con

sólo una leve punzada de culpabilidad.

-Clary, debes saber que todo lo que hago, lo hago por ti –le dijo Jocelyn mirando tristemente a su hija. Clary se sintió culpable de lo que pensaría de su madre en un par de meses.

-Así que, ¿estás castigada? –preguntó Simon, en un tono un poco demasiado alto.

Clary pudo oir el ruido sordo de voces detrás de él; personas que discutían entre sí.

-No lo sé aún –respondió-. Mi madre salió esta mañana con Luke, y todavía no han regresado. ¿Dónde estás tú, de todos modos? ¿En casa de Eric?

-Sí. Acabamos de terminar el ensayo.

Se oyó el batir de un platillo detrás de Simon. Clary se estremeció.

-Eric va a dar un recital de poesía en Java Jones esta noche –siguió Simon, mencionando una cafetería situada en la esquina donde vivía Clary, que en ocasiones ofrecía música en vivo por la noche-. Toda la banda acudirá para mostrarle su respaldo. ¿Quieres venir?

"No mucho, en realidad –pensó Clary, no es que le encantara la poesía de Eric"

-Sí, de acuerdo. -Clary hizo una pausa, dando ansiosos tironcitos al cordón del teléfono-. Espera, no.

-¿Queréis callaros, chicos? –chilló Simon; el débil tono de su voz hizo que Clary sospechara que sostenía el teléfono apartado de la boca; al cabo de un segundo reanudó la conversación, con voz

que sonó preocupada-. ¿Eso ha sido un sí o un no?

-No lo sé. -Clary se mordió el labio-. Mi madre sigue enfurecida conmigo por lo de anoche. No estoy segura de querer cabrearla pidiéndole un favor.

-Claro, niña, sigue ocupando esa excusa –le dijo Jace al oído, provocando que Clary se estremeciese sin que él se diera cuenta.

Si voy a tener problemas, no quiero que sea por la asquerosa poesía de Eric.

-Vamos, no es tan mala –dijo Simon.

Eric vivía al lado de Simon, y los dos muchachos se conocían de casi toda la vida. No eran íntimos del modo en que Simon y Clary lo eran, pero habían formado un grupo de rock al inicio del segundo año de secundaria, junto con los amigos de Eric: Matt y Kirk. Ensayaban religiosamente todas las semanas en el garaje de los padres de Eric.

-Además, no es un favor –añadió Simon-, es un certamen de poesía en la esquina del bloque que hay frente a tu casa. No es como si te estuviera invitando a una orgía en Hoboken. Tu madre puede venir contigo si quiere.

-¡ORGÍA EN HOBOKEN!

Oyó Clary que alguien chillaba,

-Ni se les ocurra- dijo Clary mirando a Simon con severidad.

probablemente Eric. Se oyó el estrépito de otro platillo. Imaginó a su madre escuchando a Eric leer su poesía y se estremeció interiormente.

-No sé. Si aparecéis todos por aquí, creo que le dará algo.

-Entonces iré solo. Te recogeré y así vamos juntos y nos encontramos con el resto allí. A tu madre no le importará. Me adora.

-No sabía que tenía tan mal gusto, señora –le dijo Jace a la madre de Clary, ésta lo fulminó con la mirada. Simon frunció el ceño.

Clary tuvo que echarse a reír.

-Una señal de su discutible buen gusto, si me lo preguntas.

Jace bufó.

-Nadie te lo ha preguntado.

Simon colgó en medio de gritos procedentes de sus compañeros de la banda.

Clary colgó el teléfono y echó un vistazo a la salita. Por todas partes había pruebas de las tendencias artísticas de Jocelyn, su madre, desde los cojines de terciopelo hechos a mano apilados sobre el sofá rojo oscuro, a las paredes llenas de cuadros cuidadosamente enmarcados, paisajes en su mayoría: las calles sinuosas del centro de Manhattan iluminadas con una luz dorada; escenas de Prospect Park en invierno, con los grises estanques bordeados de una fina puntilla de hielo blanco.

En la repisa sobre la chimenea había una foto enmarcada del padre de Clary. Un hombre rubio de aspecto meditabundo en uniforme militar, y con delatores trazos de arrugas de expresión en el rabillo de los ojos.

Magnus miró incómodo a Jocelyn y Clary, causando que Clary mirara a su madre interrogatoriamente y que ésta fulminara a Magnus con la mirada.

Había sido un soldado condecorado por su servicio en el extranjero. Jocelyn tenía algunas de sus medallas en una cajita junto a la cama, aunque las medallas no sirvieron de nada cuando Jonathan Clark estrelló su coche contra un árbol a las afueras de Albany y murió incluso antes de que naciera su hija.

Tras su muerte, Jocelyn había vuelto a usar su nombre de soltera. Nunca hablaba del padre de Clary, pero guardaba la caja grabada con sus iniciales, J. C., junto a la cama.

Hodge miró a Jocelyn extrañado, mas ni hizo ningún comentario.

Con las medallas había una o dos fotografías, una alianza y un solitario mechón de cabello rubio. En ocasiones, Jocelyn sacaba la caja, la abría y sostenía el mechón de pelo con gran delicadeza antes de devolverlo a su sitio y cerrar de nuevo cuidadosamente la caja con llave.

El sonido de la llave al girar en la puerta principal sacó a Clary de su ensueño. A toda prisa, se dejó caer sobre el sofá e intentó dar la impresión de estar inmersa en uno de los libros en rústica que su madre había dejado apilados en la mesita auxiliar. Jocelyn concedía a la lectura la categoría de pasatiempo sagrado, y por lo general, no interrumpiría a Clary en plena lectura de un

libro, ni siquiera para echarle una bronca.

La puerta se abrió con un golpazo. Era Luke, con los brazos llenos de lo que parecían enormes pedazos cuadrados de cartón. Cuando los depositó en el suelo, Clary vio que eran cajas, plegadas

planas. Luke se enderezó y se volvió hacia ella con una sonrisa.

Hola, ti…, hola, Luke –dijo ella.

Él le había pedido que dejara de llamarle tío Luke hacía cosa de un año, afirmando que le hacía sentirse viejo y pensar en La cabaña del tío Tom.

-¿Qué es eso? –preguntó Isabelle, interrumpiendo, por primera vez, la lectura.

-Es una novela, que se trata de la esclavitud en los 1800's –le aclaró Luke amablemente.

-Oh, gracias –le sonrió Isabelle. Simon no pudo evitar notar que la chica tenía una sonrisa muy bonita.

Además, le había recordado con delicadeza que él no era en realidad su tío, sólo un amigo íntimo de su madre que la conocía de toda la vida.

-¿Dónde está mamá?

-Aparcando la furgoneta –respondió él, estirando el larguirucho cuerpo con un gemido.

Iba vestido con su uniforme habitual: vaqueros viejos, una camisa de franela y unas gafas con montura dorada que descansaban ladeadas sobre el caballete de la nariz.

-¿Podrías recordarme de nuevo por qué este edificio carece de montacargas?

-Porque es viejo y posee personalidad –repuso al momento, y Luke sonrió burlón-. ¿Para qué son esas cajas? –preguntó ella.

La sonrisa desapareció.

-Tu madre quiere empaquetar algunas cosas -contestó él, evitando su mirada.

Luke y Jocelyn compartieron una mirada, al parecer ya sabían de lo que se trataba el tema.

-¿Qué cosas?

Él agitó la mano con aire disciplente.

-Cosas que hay por la casa y molestan. Ya sabes que ella nunca tira nada. ¿Qué estás haciendo? ¿Estudiar?

Le arrancó el libro de la mano y leyó en voz alta: El mundo sigue estando repleto de esas variopintas criaturas a las que una filosofía más sobria ha desechado. Hadas y trasgos, fantasmas y

demonios, todavía rondan por ahí.

-¿Desde cuándo los mundanos tienen libros así? –preguntó Alec.

-Si es que son mundanos –le contestó Magnus, lanzándole una mirada significativa a Jocelyn.

Bajó el libro y la miró por encima de las gafas.

-¿Es esto para la escuela?

-¿La rama dorada? No. La escuela no empieza hasta dentro de unas pocas semanas. –Clary le arrebató el libro-. Es de mamá.

-Ya me lo parecía.

Ella lo depositó otra vez sobre la mesa.

-¿Luke?

-¿Ajá? –Olvidado ya el libro, él estaba rebuscando en la caja de herramientas que había junto a la chimenea-. Ah, aquí está.

Sacó una pistola color naranja de cinta de embalar y la contempló con profunda satisfacción.

-¿Qué harías si vieras algo que nadie más puede ver?

-Eso no fue para nada sospechoso, Clary –dijeron, sarcásticos, Jace y Simon al mismo tiempo, fulminándose con la mirada al tiempo de darse cuenta; Clary rió.

Jace no pudo evitar darse cuenta de que la risa de la chica era muy bonita, nada exagerada y melodiosa de escuchar. Se fijó por primera vez en sus labios, la manera en que sus ojos brillaban cuando se reía y se preguntó qué se sentiría posar sus labios sobre los de ella. El chico sacudió la cabeza, "al parecer haber dicho lo mismo que el mundano me está afectando –se dijo Jace".

La pistola de cinta de embalar cayó de la mano de Luke y golpeó las baldosas de la chimenea. Él se arrodilló para recogerla, sin mirar a la muchacha.

-¿Quieres decir si yo fuera el único testigo de un crimen, esa clase de cosa?

-No; me refiero a si hubiera otras personas cerca, pero tú fueras el único que pudiera ver algo. Como si eso fuera invisible para todo el mundo excepto tú.

Él vaciló, aún arrodillado, con la abollada pistola de cinta de embalar aferrada en la mano.

-Sé que parece una locura

-No lo es –dijo Maia, pues a ella le había pasado lo mismo tras su transformación.

comenzó Clary nerviosamente-, pero…

Él se volvió. Sus ojos, muy azules tras las gafas, se detuvieron en ella con una mirada de sólido afecto.

-Clary, eres una artista, como tu madre. Eso significa que ves el mundo de modo que otras personas no pueden. Es tu don, ver la belleza y el horror en esas corrientes. Pero no significa que estés loca sólo que eres diferente. No hay nada malo en ser diferente.

Clary subió las piernas y apoyó la barbilla en las rodillas. Mentalmente vio el almacén, el látigo dorado de Isabelle, el muchacho de cabellos azules convulsionándose en los estertores de la muerte y los ojos leonados de Jace. Belleza y horror.

-De haber vivido mi padre -dijo-, ¿crees que también habría sido un artista?

-Lo era –dijo Jocelyn por lo bajo, de manera de nadie la podía escuchar -. Pero muy a su manera.

Luke pareció desconcertado. Antes de que pudiera responderle, la puerta se abrió de golpe, y la madre de Clary entró muy tiesa en la habitación, con los tacones de las botas repiqueteando sobre el brillante suelo de madera. Entregó a Luke un juego de tintineantes llaves y se volvió para mirar a su hija.

Jocelyn Fray era una mujer esbelta y atlética; los cabellos, unos cuantos tonos más oscuros que los de Clary y el doble de largos. En esos momentos estaban retorcidos hacia arriba en un nudo

rojo oscuro, atravesado con un lápiz de dibujo para mantenerlos sujetos. Llevaba un mono salpicado de pintura sobre una camiseta color azul lavanda y botas de excursión marrones, cuyas suelas estaban cubiertas de pintura al óleo.

La gente siempre decía a Clary que se parecía a su madre, pero ella no lo veía. Lo único que era parecido en ellas era la figura. Ambas eran delgadas, con el tórax pequeño y las caderas estrechas. Ella sabía que no era hermosa como lo era su madre.

Jace, por su parte, no estuvo de acuerdo con ese pensamiento. Está bien, Clary no era ninguna super modelo, pero era muy linda a su manera. El joven aún no estaba del todo seguro de qué era lo que pasaba entre la pelirroja y su "amigo" mundano, ni tampoco sabía porqué sentía esa atracción hacia la chica, pero de lo que sí estaba seguro era de que la chica era linda.

Para ser hermosa, se tenía que ser esbelta y alta, y cuando se era tan baja como Clary, apenas algo más de metro cincuenta, una sólo era mona. No guapa o hermosa, sino mona. Si a eso se añaden un cabello color zanahoria y una cara llena de pecas, Clary era más bien como aquella muñeca de trapo llamada Raggedy Ann

comparada con la muñeca Barbie que era su madre.

Jocelyn incluso tenía un modo de andar tan gracioso que hacía que la gente volviera la cabeza para contemplarla pasar. Clary, por su parte, siempre andaba dando traspiés. La gente sólo se volvía para contemplarla cuando pasaba como una exhalación por su lado al caer por las escaleras.

-Gracias por subir las cajas –dijo la madre de Clary a Luke, y le sonrió.

Él no devolvió la sonrisa. A Clary se le hizo un nudo en el estómago. Era evidente que pasaba algo.

-No me digas –masculló Jocelyn.

-Lamento haber tardado tanto en encontrar sitio. Debe de haber un millón de personas en el parque hoy…

-¿Mamá? –interrumpió Clary-. ¿Para qué son las cajas?

Jocelyn se mordió el labio. Luke movió veloz los ojos hacia Clary, instando en silencio a Jocelyn para que se acercara. Con un nervioso gesto de muñeca, ésta se puso un mechón de pelo tras la

oreja y fue a reunirse con su hija en el sofá.

A tan poca distancia, Clary pudo ver el aspecto tan cansado que mostraba su madre. Había oscuras medias lunas bajo sus ojos, y los párpados aparecían nacarinos por falta de sueño.

-¿Tiene que ver esto con lo de anoche? –preguntó Clary.

-No –dijo rápidamente su madre, y luego vaciló-. Quizás un poco. No debiste hacer lo que hiciste anoche. Lo sabes perfectamente.

-Y ya he pedido perdón. ¿De qué va todo esto? Si me estás castigando, acaba de una vez.

-No te estoy castigando –respondió su madre.

Su voz sonó tensa como el alambre. Dirigió una rápida mirada a Luke, que negó con la cabeza.

-Simplemente díselo, Jocelyn –dijo éste.

-¿Podríais no hablar como si yo no estuviera aquí? -inquirió Clary, enojada-. ¿Y que quieres decir con que me diga? ¿Qué me diga que?

Jocelyn soltó un suspiro.

-Nos vamos de vacaciones.

Toda expresión desapareció del rostro de Luke, igual que un lienzo al que le han eliminado toda la pintura.

Clary sacudió la cabeza.

-¿De qué va todo esto? ¿Os vais de vacaciones? –Volvió a dejarse caer sobre los cojines-. No lo entiendo. ¿A que viene todo este numerito?

-Me parece que no lo entiendes. Me refiero a que nos vamos todos de vacaciones. Los tres: tu, yo y Luke. Nos vamos a la granja.

-Ah.

Clary echó una ojeada a Luke, pero este tenía los brazos cruzados sobre el pecho y miraba fijamente por la ventana, con la mandíbula muy apretada. Se preguntó que lo preocupaba. Él adoraba la vieja granja situada en el norte del estado de Nueva York; la había comprado y restaurado él mismo hacía diez años, e iba allí siempre que podía.

-¿Durante cuanto tiempo?

-El resto del verano –dijo Jocelyn-. Traje las cajas por si quieres embalar algunos libros, material de pintura

-¿El resto del verano? -Clary se sentó muy tiesa, llena de indignación-. No puedo hacer eso, mamá. Tengo planes; Simon y yo íbamos a celebrar una fiesta de vuelta a la escuela, y tengo un montón de reuniones con mi grupo de arte, y diez clases más en Tisch.

-¿Tisch? –preguntó Alec.

-Una escuela de arte –le contestó Magnus con una sonrisa coqueta, la cual hizo que el cazador de sombras se ruborizara.

-Lamento lo de Tisch. Pero las otras cosas se pueden cancelar. Simon lo comprenderá, y también lo hará tu grupo de arte.

Clary oyó la implacabilidad del tono de su madre y se dio cuenta de que hablaba en serio.

-¡Pero ya he pagado esas clases de arte! ¡Estuve ahorrando todo el año! Lo prometiste. –Se volvió en redondo hacia Luke-. ¡Díselo! ¡Dile que no es justo!

Luke no apartó la mirada de la ventana, aunque un músculo se movió violentamente en su mejilla.

-Es tu madre. Ella es quien debe decidir.

-No lo comprendo. –Clary se volvió hacia su madre-. ¿Por qué?

-Tengo que marcharme, Clary

Luke miró preocupado a Jocelyn, después de todo, sin importar lo que pasara el seguiría enamorado de ella y estaría siempre al pendiente de todo lo que viniera con ella.

respondió Jocelyn, y las comisuras de sus labios temblaron-. Necesito paz y tranquilidad para pintar. Y en estos momentos andamos escasas de dinero.

-Pues vende unas cuantas más de las cosas de papá –replicó ella con enojo-. Eso es lo que acostumbras a hacer, ¿no es cierto?

-Eso no es justo, Clary –dijo Jocelyn, herida.

Jocelyn se echó hacia atrás.

-Eso no es justo.

-Mira, ve si quieres ir. No me importa. Me quedaré aquí sin ti. Puedo trabajar; puedo conseguir un empleo en Starbucks o algo así. Simon dijo que siempre están contratando a gente. Soy lo bastante mayor como para cuidar de mí misma.

-¡No! –La brusquedad en la voz de Jocelyn hizo dar un brinco a Clary-. Te devolveré el dinero de las clases de arte, Clary. Pero vas a venir con nosotros. No hay opción. Eres demasiado joven para

quedarte aquí tu sola. Podría pasar algo.

-¿Cómo qué? ¿Qué podría pasar? –exigió ella.

-Podría venir un extraño e intentar raptarte –dijo Jace con sorna- pero en el momento en el que comiences a hablar el pobre chico querrá devolverse corriendo.

-Ja. Ja. Ja. Qué gracioso –replicó Clary, logrando que Jace le lanzara un sonrisa y un guiño.

Alec se fijó en ésta acción cuidadosamente, una cosa era que Jace quisiera ligar con la chica, pero otra muy distinta es que la esté tratando con si de verdad quisiera algo con ella; y el chico debía reconocer que se sentía un poco celoso por esto.

Se oyó un estrépito. Volvió la cabeza sorprendida y vio que Luke había tirado unos de los cuadros enmarcados que estaban apoyados en la pared. Con una expresión claramente alterada, éste volvió a colocarlo en su lugar. Cuando se irguió, su boca estaba cerrada en una sombría línea.

-Me voy

Jocelyn se mordió el labio.

-Espera.

Corrió tras él hasta la entrada,

-Oh, oh –dijo Raphael-, pelea de amantes.

-Nosotros no somos amantes –aclaró Jocelyn.

Solo Clary y Magnus notaron la mirada triste de Luke.

alcanzándolo justo cuando cerraba la mano sobre el pomo de la puerta. Torciendo el cuerpo en el sofá, Clary consiguió apenas escuchar el apremiante susurro de

su madre:

–…Bane –decía Jocelyn-.

-¿Porqué estabas hablando de él, mamá? –preguntó Clary, ante la atenta mirada de todos los presentes.

-No es nada importante, Clary –dijo Jocelyn secamente.

Le he estado llamando y llamando durante las últimas tres semanas. Su buzón de voz dice que está en Tanzania. ¿Qué se supone que debo hacer?

-Jocelyn –Luke sacudió la cabeza negativamente-, no puedes seguir acudiendo a él eternamente.

-No creo que eso califique como nada importante –masculló Clary.

-Clarissa, déjalo ya. –le contestó fríamente su madre, sorprendiendo, no solo a ella sino que a Clary, Simon y Luke.

-Pero Clary…

-No es Jonathan –siseó Luke-. Nunca has sido la misma desde que sucedió, pero Clary no es Jonathan.

"¿Qué tiene que ver mi padre con todo esto?", se preguntó Clary,

Hodge se preguntó por millonésima vez porqué habrá inventado Jocelyn que Jonathan era el padre de Clary, podría simplemente haberle dicho que se llamaba Valentine y así ahorrarse el enredo de nombres.

desconcertada.

-No puedo limitarme a mantenerla en casa, a no dejarla salir. No lo soportará.

-¡Claro que no lo hará! –Luke sonó realmente enojado-. No es una mascota, es una adolescente. Casi una adulta.

-Si estuviéramos fuera de la ciudad…

-Habla con ella, Jocelyn. -La voz de Luke era firme-. Lo digo en serio. -Alargó la mano hacia el pomo…

La puerta se abrió de golpe. Jocelyn soltó un pequeño grito.

-¡Jesús! –exclamó Luke.

-En realidad, soy solo yo –dijo Simon-. Aunque me han dicho que el parecido es sorprendente.

-Ya quisieras, mundano –le dijo Jace. Clary y Simon lo fulminaron con la mirada.

Agitó la mano en dirección a Clary desde la entrada-. ¿Estás lista?

Jocelyn se apartó la mano de la boca.

-Simon, ¿estabas escuchando?

Simon pestañeó.

-No, acabo de llegar. –Pasó la mirada del rostro pálido de Jocelyn al rostro sombrío de Luke-. ¿Sucede algo? ¿Debería irme?

-No te molestes –dijo Luke-. Creo que hemos acabado aquí.

Se abrió paso junto a Simon, bajando ruidosamente las escaleras con ritmo rápido. Abajo, la puerta de la calle se cerró de un portazo.

Simon permaneció en la entrada, con aspecto indeciso.

-Puedo regresar más tarde –dijo-. De verdad. No sería ningún problema.

-Tu siempre tan caballero, Simon –le dijo Clary sarcásticamente.

-Hey, que esa es la única forma que tengo de ganarme a tu madre –replicó este en tono juguetón.

Jace observaba esta conversación sin darse cuenta de que tenía las manos fuertemente cerradas en puños.

-Eso podría… -empezó Jocelyn, pero Clary estaba ya de pie.

-Olvídalo, Simon. Nos vamos –declaró, agarrando su bolsa mensajero de un gancho situado cerca de la puerta.

Se la colgó al hombro dirigiendo una mirada desafiante a su madre.

-Nos vemos luego, mamá.

Jocelyn se mordió el labio.

-Clary, ¿no crees que deberíamos hablar sobre esto?

-Tendremos muchísimo tiempo para hablar mientras estemos de vacaciones -repuso ella en tono sarcástico, y tuvo la satisfacción de ver cómo su madre se estremecía-. No me esperes levantada –añadió, y agarrando el brazo de Simon, medio arrastró al joven fuera de la puerta principal.

Éste clavó los talones, mirando contrito por encima del hombro a la madre de Clary, que permanecía inmóvil, pequeña y desamparada, en la entrada, con las manos fuertemente enlazadas.

-¡Adiós, señora Fray! –se despidió-. ¡Que pase una buena noche!

-Ah, cállate, Simon –le espetó Clary, y cerró la puerta de golpe tras ellos, interrumpiendo la respuesta de su madre.

-Esa, damas y caballeros, es una salida dramática –dijo Isabelle sonriendo.

-Jesús, tía, no me arranques el brazo –protestó Simon mientras Clary tiraba de él escaleras abajo, sus Skechers verdes golpeando los peldaños de madera con cada furioso paso.

La muchacha echó una ojeada a lo alto, medio esperando ver a su madre contemplándoles enfurecida desde el descansillo, pero la puerta del apartamento permaneció cerrada.

-Lo más probable es que te haya estado observando desde la ventana, niñita –le dijo Jace a Clary.

-De hecho, creo lo mismo.

-Lo siento –masculló Clary, soltándole la muñeca.

Se detuvo al pie de las escaleras, con la bolsa golpeándole la cadera.

La casa de piedra rojiza de Clary, como la mayoría en Park Slope, había sido en el pasado la residencia individual de una familia acaudalada y restos de su antiguo esplendor resultaban aún evidentes en la escalinata curva, el suelo de mármol desportillado de la entrada y la amplia claraboya de un solo cristal de lo alto. En la actualidad, la casa estaba dividida en apartamentos separados, y Clary y su madre compartían el edificio de tres plantas con otra inquilina en la planta baja, una anciana que tenía una consulta de vidente en su apartamento. Apenas salía de él, aunque las visitas de clientes eran poco frecuentes. Una placa dorada sujeta a la puerta la anunciaba como "MADAMEDOROTHEA, VIDENTE Y PROFETISA ".

El espeso humo dulzón del incienso se derramaba desde la puerta entreabierta al vestíbulo.

-Es agradable ver que su negocio va viento en popa –comentó Simon-. Estos días es difícil encontrar trabajo estable como profeta.

-¿Tienes que ser sarcástico respecto a todo? –le dijo Clary en tono brusco.

Simon pestañeó, claramente sorprendido.

-Pensaba que te gustaba cuando me mostraba agudo e irónico.

Clary estaba a punto de responder cuando la puerta de madame Dorothea se abrió de par en par y un hombre salió por ella. Era alto, con la tez del color del jarabe de arce, ojos de un dorado verdoso como los de un gato y cabellos enmarañados. Le dedicó una sonrisa deslumbrante, mostrando unos afilados dientes blancos.

Magnus abrió los ojos como platos, preguntándose qué estaría haciendo en ese lugar.

Un vahído se apoderó de ella, proporcionándole la clara sensación de que iba a desmayarse.

Simon la miró con inquietud.

-¿Te encuentras bien? Parecía como si fueras a perder el conocimiento.

Ella le miró parpadeando.

-¿Qué? No, estoy perfectamente.

-¿Mala mentirosa? –dijo Jace- ¿Dónde?

Él no pareció querer abandonar el tema.

-Parece como si acabaras de ver un fantasma.

-Detesto esa expresión de los mundanos –dijo Alec.

-Lo sé, ¿verdad? –le contestó Jace-. No es como si alguien se pretificara cada vez que alguien ve un fantasma, de hecho, hay unos que son muy amigables.

-En serio? –preguntó Clary asombrada.

-Pues claro –le dijo Jace- si quieres un día te puedo presentar alguno, de los amables, claro.

-Me encantaría –aceptó la chica, al mismo tiempo que su madre decía.

-Claro que no.

-¡Pero mamá! ¿Porqué no? –desafió Clary

-Porque yo te lo digo y punto.

-Me gustaría ir de todas maneras –le susurró Clary al oído de Jace, de forma que solo él escuchara; y, por más que intentó, Jace no pudo contener el estremecimiento que subió por él en el momento que sintió los labios de la chica contra su piel.

Clary negó con la cabeza. El recuerdo de haber visto algo la incordiaba, pero cuando intentó concentrarse, se le escapó igual que agua entre los dedos.

-Nada, me pareció ver el gato de Dorothea, pero supongo que sólo fue la luz que me engañó. –Simon la miró fijamente-. No he comido nada desde ayer añadió -ella, poniéndose a la defensiva-. Imagino que estoy un poco fuera de combate.

Él le deslizo un reconfortante brazo sobre los hombros.

-Vamos, te invitaré a comer algo.

-Tengo hambre –dijo por lo bajo Jordan, sin embargo nadie le escuchó.

-Simplemente no puedo creer que esté actuando así –dijo Clary por cuarta vez, persiguiendo por el plato un poco de guacamole errante con la punta de un nacho.

Estaban en un local mexicano del barrio, un cuchitril llamado Mama Nacho.

-Como si castigarme una semana sí otra no, no fuera bastante malo. Ahora estaré exiliada durante el resto del verano.

-Bueno, ya lo sabes, tú madre se pone así de vez en cuando –repuso Simon-. Como cuando aspira o espira. –Le sonrió de oreja a oreja desde detrás de su burrito vegetariano.

-Vale, tú puedes actuar como si fuera divertido –dijo ella-. No es a ti a quien van a arrastrar en medio de ninguna parte durante Dios sabe cuánto tiempo…

-Clary –Simon interrumpió su diatriba-, yo no soy la persona con la que estás furiosa. Además, no va a ser permanente.

-¿Cómo lo sabes?

-Bueno, porque conozco a tu madre –respondió él, tras una pausa . Quiero decir, tú y yo hemos sido amigos durante cuánto, ¿diez años ya? Sé que se pone así a veces. Se lo pensará mejor.

Clary tomó un chile de su plato y mordisqueó el borde, meditabunda.

-¿Es eso cierto? –preguntó-. ¿Lo de conocerla, quiero decir? A veces me pregunto si alguien lo hace.

-Ahí me he perdido –repuso él, mirándola con un pestañeo.

Clary aspiró aire para refrescarse la ardiente boca.

-Quiero decir que nunca habla sobre sí misma. No se nada sobre su infancia o su familia, ni demasiado de cómo conoció a mi padre. Ni siquiera tiene fotos de la boda. Es como si su vida empezara cuando me tuvo a mi. Eso es lo que siempre dice cuando le pregunto.

-Ah –Simon le hizo una mueca-, eso es bonito.

-No lo es. Es raro –dijo Clary en un susurro.

-No, no lo es. Es raro. Es raro que yo no sepa nada sobre mis abuelos. Quiero decir, sé que los padres de mi padre no fueron amables con ella, pero ¿tan malos son? ¿Qué clase de gente no quiere conocer a su nieta?

-Quizás ella los odia. Tal vez fueron groseros o algo así –sugirió Simon-. Tiene esas cicatrices.

Clary le miró sorprendida.

-¿Tiene qué?

Él tragó un bocado de burrito.

-Esas cicatrices pequeñas y finas. Por toda la espalda y los brazos. He visto a tu madre en bañador, ya lo sabes.

Todos los nephilims, excepto Hodge, coltearon a ver sorprendidos Jocelyn, pero ésta tenía la mirada fija en el libro, por lo que nadie dijo nada.

-Jamás me he fijado en que tuviera cicatrices –repuso ella con seguridad-. Creo que imaginas cosas.

-Tienes un muy fuerte glamour puesto en ti, niña –le dijo Raphael a Clary-. Es tan fuerte que ni siquiera te das cuenta de los que tienes en frente tuyo.

-¿A qué te refieres? –preguntó Clary con cautela.

-Oh, pues no lo sé –le contestó el vampiro-. Creo que tendrás que descubrirlo por ti misma.

-¡Mamá! –casi gritó Clary, exasperada-.¿Qué significan esas líneas que menciona Simon? Que, por cierto, todos parecen saber de qué son menos yo.

Al ver que Jocelyn mantenía silencio, Luke se adelantó.

-¿Ves esas marcas que tienen Jace, Alec, Isabelle y Hodge en los brazos? –Clary asintió-. Bueno, pues esas marcas se llaman runas, y sirven para distintas cosas, como ver en la oscuridad, sanarte, ser más rápido, más ágil, etc. –Clary lo observaba atentamente-. El punto es que una vez que ocupas las runas, éstas desaparecen y se convierten en esas marcas que menciona Simon en el libro.

-¿Lo cual significa que eres una cazadora de sombras? –preguntó Clary a su madre.

-Sí. –le contestó ésta.

-¿Y tú? –le preguntó a Luke.

-Lo era.

-¿Y ahora que eres?

-Creo que eso lo tendrás que averiguar a medida que el libro vaya avanzando.

Él la miró fijamente, y parecía a punto de decir algo cuando el teléfono móvil de Clary, enterrado en su bolsa, empezó a sonar estridentemente. Clary lo sacó, contempló los números que parpadeaban en la pantalla e hizo una mueca.

-Es mi madre.

-Me he dado cuenta por la expresión de tu cara. ¿Vas a hablar con ella?

-No en estos momentos –contestó ella, sintiendo el familiar mordisco de culpabilidad en el estómago, mientras el teléfono dejaba de sonar y se ponía en marcha el buzón de voz-. No quiero

pelearme con ella.

-Siempre puedes quedarte en mi casa –ofreció Simon-. Todo el tiempo que quieras.

-Bueno, veremos si se tranquiliza primero.

Clary pulsó el botón del buzón de voz de su móvil. La voz de su madre sonó tensa, pero estaba claro que intentaba most rarse desenfadada: Cariño, lamento haberte soltado de sopetón los planes para ir de vacaciones. Ven a casa y charlaremos. Clary cortó la comunicación antes de que finalizara el mensaje, sintiéndose aún más culpable y al mismo tiempo todavía enojada.

-Quiere hablar.

-¿Quieres hablar con ella?

-No lo sé. –Clary se pasó el dorso de la mano por los ojos-. ¿Todavía vas a ir al recital poético?

-Prometí que lo haría.

Clary se puso en pie, empujando la silla hacia atrás.

-Entonces iré contigo. La llamaré cuando acabe.

La correa de la bolsa de mensajero le resbaló por el brazo, y Simon se la volvió a subir distraídamente, dejando que los dedos se entretuvieran sobre la piel desnuda de su hombro.

En el exterior, el aire resultaba esponjoso debido a la humedad, humedad que rizaba los cabellos de Clary y le pegaba a Simon la camiseta azul a la espalda.

-Y bien, ¿cómo le va al grupo? –preguntó ella-. ¿Algo nuevo? Se oían muchos gritos de fondo cuando hablé contigo antes.

El rostro de su amigo se iluminó.

-Las cosas van la mar de bien –respondió-. Matt dice que conoce a alguien que podría conseguirnos una actuación en el Scrap Bar. Estamos buscando nombres otra vez.

-¿Sí? –Clary ocultó una sonrisa.

En realidad, el grupo de Simon nunca tocaba nada. La mayor parte del tiempo lo pasaban en la salita de Simon, discutiendo sobre nombres y logotipos potenciales para el grupo. En ocasiones, Clary se preguntaba si alguno de ellos realmente sabía tocar un instrumento.

-¿Qué hay sobre la mesa?

-Estamos eligiendo entre Conspiración Vegetal Marina y Panda Inmutable.

Clary e Isabelle estallaron en carcajadas, recibiendo así una mirada inquisidora de Jace y Alec, y una fulminante de Simon.

Clary meneó la cabeza.

-Los dos son terribles.

-Eric sugirió Tumbonas en Crisis.

-Tal vez Eric debería seguir con los videojuegos.

-Pero entonces tendríamos que encontrar un nuevo batería.

-Ah, ¿es eso lo que hace Eric? Pensaba que se limitaba a gorrearos dinero y a tratar de impresionar a las chicas de la escuela diciendo que pertenece a un grupo.

-Nada de eso –respondió Simon con toda tranquilidad-. Eric se ha reformado. Tiene una novia. Llevan tres meses saliendo.

-Prácticamente casados –dijo Clary, rodeando a una pareja que empujaba a una criatura en una sillita: una niña pequeña con pasadores de plástico amarillo en el cabello, que tenía agarrada firmemente un hada de juguete con alas color zafiro con listas doradas.

Pro el rabillo del ojo, a Clary le pareció ver moverse las alas. Volvió la cabeza a toda velocidad.

-Tienes una buena vista, niñita –le dijo Jace.

-Que no soy una niña –le dijo débilmente Clary, aun no del todo recuperada de la, recién descubierta, noticia sobre su madre.

-Lo que significa –continuó Simon-, que soy el único miembro del grupo que no tiene novia. Lo que, como ya sabes, es precisamente lo que se pretende al estar en un grupo. Conquistar a las chicas.

-Pensaba que se trataba de la música.

Un hombre con un bastón se cruzó en su paso, encaminándose a la calle Berkeley. Clary desvió rápidamente la vista, temiendo que si miraba a alguien durante demasiado tiempo, le crecerían alas, brazos extras o largas lenguas bífidas como las de las serpientes.

-De todos modos ¿a quién le importa si tienes una novia?

-A mí me importa –respondió Simon con melancolía-. Muy pronto, las únicas personas que no tendrán novia seremos yo y Wendell, el conserje de la escuela. Y él huele a limpiacristales.

-Siempre estará Sheila Tanga Barbarino –sugirió Clary.

Clary se había sentado detrás de ella en clase de matemáticas de noveno, y cada vez que a Sheila se le había caído el lápiz, lo que sucedía a menudo, Clary había disfrutado de una vista de la ropa interior de Sheila subiendo por encima de la cinturilla de sus vaqueros superbajos.

Jace arrugó la nariz al imaginarse la escena. Nunca había entendido cual era el afán de las mujeres de mostrarle a cualquiera su ropa interior, ¿no se suponía que ese derecho estaba reservado para el novio de la chica?

-Es con ella con quien Eric lleva saliendo los últimos tres meses –repuso Simon-. Su consejo fue que simplemente debía decidir qué chica de la escuela tenía el cuerpo más rocanrolero y pedirle para salir el primer día de clase.

-Eric es un cerdo –sexista afirmó Clary, no deseando, de repente, saber qué chica de la escuela pensaba Simon que tenía el cuerpo más rocanrolero-. Quizá deberíais llamar al grupo Los cerdos sexistas.

-No suena mal.

Simon no parecía haberse inmutado. Clary le hizo una mueca mientras su bolsa vibraba bajo la estridente melodía de su teléfono.

Lo sacó del bolsillo con cremallera.

-¿Es tu madre otra vez? –preguntó él.

Clary asintió. Veía a su madre mentalmente, pequeña y sola en la entrada de su apartamento. La sensación de culpabilidad le llenó el pecho.

Alzó la mirada hacia Simon, que la contemplaba con los ojos sombríos de preocupación. Su rostro le era tan familiar que podría haberlo bosquejado dormida. Pensó en las solitarias semanas que se extendían ante ella sin él, y volvió a meter el móvil en el bolso.

-Vamos –dijo-. Llegaremos tarde al espectáculo.

-Aquí termina el capítulo –anunció Isabelle.

-Según mi punto de vista -comenzó Jace-, este ha sido el peor capítulo hasta ahora.

-¿Y eso porqué? -preguntó Alec.

-Porque yo ni aparecí, por supuesto -le contestó Jace, egocéntrico.

-De acuerdo -dijo Hodge, ignorando a los jóvenes-. ¿Qué les parece si les mostramos sus habitaciones y mañana por la mañana continuamos con la lectura?

Todos asintieron en acuerdo y se levantaron rumbo a los pasillos del instituto.


¡Hola!

Siento mucho la tardanza, pero estaba estudiando para unos exámenes y por fin pude conseguir un tiempo en el computador. De hecho ahora mismo estoy en la playa, así que espero que les guste el hecho de que actualicé en mis pequeñas "vacaciones" xD. Sin más que decir, es hora de contestar los reviews:

: Jajaja, gracias :3 espero que este capítulo igual te haya gustado, y sip, no me gusta cuando cortan los capítulos, y en parte por eso me tardé en subir este, porque aparte del colegio lo tuve que editar harto, so... aquí está. Saludos.

Guest: Gracias. Aquí está el segundo/tercer capítulo, espero que te guste. Slaudos.

monikako2010: jajaj lo sé, el ego de Jace es enoooooorme y tienes razón los Herondale ganarían xD. Actualicé lo más rápido que pude, espero que eso haya contado de algo(?). Saludos.

Abrilday15: gracias:) aquí la actualización. Saludos.

¿Review? Si me das un review, Jace y Will aparecerán hoy en tu habitación ;)