Historia

André pasó la noche despierto. El fuego del hogar se consumió lentamente hasta quedar reducido a pedazos oscuros y cenizos. La mañana de ese día era fría. El sol estuvo oculto tras densas nubes negras. El viento silbó una lúgubre melodía que no ayudó a cambiar los ánimos. Ellas no le dijeron ni un "buenos días". El silencio se levantó como un muro entre él y las mujeres. El desayuno tuvo sabor a poco. La mujer y la niña tomaron los bolsos antes de que pudiera levantarse de la improvisada cama por completo. Ayudado por las muletas salió al exterior. Al salir lo estaba esperando una yegua lista para transportarlo con una montura precaria. Por orden de la mujer y consciente de que no le sería posible desplazarse con facilidad usando las muletas montó, con ayuda al animal.

A pesar de su espesa barba, el aire frio le hizo escocer aún más la mejilla golpeada. Después de sentir ese escozor, cayó en cuenta de que se mantuvo despierto durante toda la noche. En la solitaria oscuridad se pudo dar cuenta que había pasado mucho tiempo que no recordaba a sus padres. Hasta que apareció ella no los tenía tan presentes en su vida, en su memoria. Esos recuerdos poco a poco se abrieron paso hasta la conciencia. Llegó a la amarga conclusión de que casi toda su vida le pertenecía a la familia De Jarjayes. Quizás y por primera vez pudo comprender un poco a su abuela. Mientras más lo pensó, más real se hizo la posibilidad de que quizás podría haber caído en las manos de una mala persona, tras la muerte de su madre. La familia Grandier había luchado siempre por el futuro de sus hijos. La familia noble, de Oscar, no tuvo ese tipo de problemas. Los bienes heredados por los títulos nobiliarios y las convenientes uniones siempre aseguraron solvencia económica. Algo que una familia sin títulos, ni bienes heredados u otorgados no tendría jamás. Por eso su abuela quería que él aprovechara al máximo la ventaja educativa que le otorgó la familia De Jarjayes. Marrón Glase soñaba que algún día, su nieto pudiera ser algo más que un sirviente. En su juventud la abuela lo incentivo a buscar chicas de su misma condición para que tratara de olvidar a Oscar. En síntesis chicas educadas que entendiera el esfuerzo que se necesita para salir del barro. Ella quiso mucho a cada una de las hermanas De Jarjayes, en particular a Oscar. La amó tanto como a él, pero quizás , por la diferencia de casta social, nunca la consideró como la mujer indicada para su único nieto. Aunque si aceptó su amor y fue feliz por su unión, incluido el fruto de la misma. Sin contar el paso de los bienes que esa familia tenía en Arras a su nombre,trabajo muy duro, como lo hicieron sus antepasados, para darles todas las comodidades a su familia.

El hambre hizo que el estómago le rugiera, eso los distrajo de sus pensamientos. Observó el rústico calzado de la niña y no pudo evitar sentirse miserable. El calzado que consistía en unos maderos usados como suela atados a los pies (estilo sandalia)y medias de lana para evitar el frio. Ya había notado que ellas no tenían más que una sola muda de ropa. No tuvo el valor de preguntar por comida. Decidió esperar hasta cuando fuese el momento para comer.

Ese día caminaron casi sin descanso. El clima al parecer no los quiso acompañar. Para la tarde el paso se ralentizó porque iban en contra de la fuerza del viento que aumento cuanto más cerca estaban. En ese momento fue era menester llegar a algún lugar que les brindara refugio. La tormenta que se anunció durante todo el día finalmente los alcanzó. En ese momento la madre logró pedir a un hogar asilo. El dueño les rentó el establo por dos libras. El lugar no era muy limpio, ni ordenado. Solo reposaban dos animales: un caballo de tiro y un viejo burro. Allí debieron pasar la noche. La mujer lo ayudó a desmontar y lo acomodo en un montón de heno. Luego atendió a su hija; la arropó con las mantas que funcionaron de montura. Acto seguido le quitó los maderos de los pies y la medias. Frotó sus manos en cada pie para calentarlos, después volvió a abrigarlos. La yegua fue la siguiente en recibir atenciones. Una vez que el animal bebió agua, comió y fue cepillado se echó cómodamente sobre el resto de heno. Esto casi hizo caer a André. Él se sintió menospreciado por el animal. Ella miró a la yegua, esta relinchó, pero luego bufó y terminó de acomodarse. André casi por inercia sonrió pues aquello le resultó familiar. Toda su vida él había podido conversar más a gusto con los equinos que con las personas.

La única luz que tuvieron la proporcionó una pequeña lámpara. André, la niña, la yegua estuvieron arropados bajo las mantas conservando el calor entre si. La tormenta junto con el viento producían extraños sonidos que, en opinión de la niña, se oía a lamentos cuando se colaban a través de las pequeñas aberturas de la construcción. O eso supuso porque se sobresaltaba cada tanto. Los animales del propietario del lugar parecían estar acostumbrados a el precario establo.

Las heridas de André en la pierna, el pecho y el costado derecho, esta última producida antes del enfrentamiento, comenzaron a incomodarle. Incluso con esa incomodidad el sueño lentamente le venció quedando profundamente dormido. Un sonido extraño lo fue induciendo a despertar aunque no quiso hacerlo. Despacio abrió los ojos. Miró alrededor, se dio cuenta que la puerta del establo estaba entre abierta. Atento, pero cauteloso, se incorporó lentamente aunque su cuerpo protestó. Pudo notar con claridad a la pequeña acurrucada a su lado. A sus espaldas notó a la yegua y por el rabillo del ojo vio que miraba en una dirección. Siguiendo el trayecto de la mirada del animal descubrió a la mujer junto a un pequeño halcón. Enseguida notó que el caballo y el burro no estaban acostumbrados a ese tipo de visitas. Los cuadrúpedos lugareños se hallaron nerviosos ante la visita. La charla, al parecer fue breve, pues el ave rapaz se marchó pronto. El cielo estaba muy oscuro lo que indicó que estaba por amanecer.

Ella notó que él se había despertado entonces le habló:─ Debemos irnos. Estamos cerca solo unos kilómetros más y llegaremos al encuentro con nuestro enlace ─ En todo momento le dio la espalda cosa que lo sorprendió. Sintió gusto al saber que ya estaban cerca de su destino.

Sin despertar a la pequeña, organizó todo para la partida; incluso lo ayudó a montar nuevamente cosa que hizo que su cuerpo se estremeciera de dolor al acomodarse a lomos del animal. Sus músculos se hallaban algo entumecidos por el frio y la quietud con la cual pasó la noche.

Pasó una hora y media desde que el amanecer rompió cuando se encontraron con el enlace. El hombre de mediana estatura, estaba vestido de manera trabajadora, cómoda y sencilla con una pequeña diligencia esperándolos. Madre e hija subieron primero para cambiarse de ropa y colocarse vestidos de estilo sencillo, pero europeo. Después la niña bajo y él subió. La mujer lo ayudó a cambiarse las calzas, la camisa. También le ayudó a colocarse una chaquetilla y la chaqueta. Aunque André hubiese preferido la ayuda del vez cambiados, todos abordaron el vehículo que de inmediato se puso en movimiento. Había prisa pues era menester, de seguro, zarpar antes del medio día. Tardaron unos cuarenta minutos más en llegar al poblado costero. Mientras el viaje se suscitó ella tomó una tijera y peine. Con rapidez y determinación cortó la barba y puntas del cabello de André ante la negativa del mismo. Cuando el andar se ralentizo, en ese momento, ella extrajo una navaja. Aplicó una crema con olor a menta e hierba buena en su rostro. Luego lo afeitó sin quitar del todo la barba. Tal vez no quería que se notara el rostro hinchado. André quedó impactado por la osadía de la mujer, tanto que mientras ella realizó la tarea, en especial el hecho de afeitarlo, se quedo muy quieto temiendo que lo pudiese lastimar.

Cuando el carruaje se detuvo por completo habían llegado al puerto. Un teniente de la marina Inglesa los recibió. Se aproximó haciendo gala de su caballerosidad. Su intención de conquistar a la pelirroja fue muy evidente para André. El enlace le ofreció un hermoso bastón de roble lustrado para que pudiese desplazarse sin comprometer tanto su pierna. Las muletas podían ser prácticas pero el bastón le confería un aire de señorial. Ella le ofreció apoyarse en su brazo izquierdo. Él aceptó sin estar muy convencido, pero era un gesto agradable después de que le rompiera el brazalete. Así pues se desplazó poco a poco por las instalaciones oficiales del puerto.

André, la pequeña y el enlace se quedaron en la ante sala afuera de la oficina del almirante que los estuvo esperando. El galante teniente había escoltado a la mujer al interior de la oficina sin soltar su brazo. Por la forzada amabilidad que mostró la fémina André supuso que más que caminar del brazo de este deseó golpearlo. La niña se removió inquieta en su asiento. André observó la ante sala, en la cual estuvo,con cuidado viendo las exquisitas terminaciones en la estructura. Ese lugar contrastaba con el puerto en general como una mansión en el medio del océano. Trató de distraerse pero no podía imaginarse de que asuntos tendrían que hablar un alto oficial de la marina inglesa con aquella mujer. Fuera cual fuese el asunto se resolvió en unos veinte minutos que para la niña y él fueron casi eternos. El señor enlace (como más tarde lo apodaría André) se mantuvo firme mirando por la ventana al puerto sin pronunciar palabra alguna. Cuando la reunión terminó el almirante se dirigió hacia André y estrecho su mano mientras lo felicitó por la hija que tenía. Sin embargo le recomendó que el incidente quedara en absoluto secreto. Que en cuanto fuera posible el embajador británico en Francia iría a visitarlo.

─ Espero que la notificación de su heroico acto haya llegado a su familia por medio de las autoridades pertinentes; dado que lo pasado era un asunto de extrema delicadeza.─ Le dijo el almirante. André no entendió nada, pero asintió con tal de apresurar la salida de Inglaterra y volver a casa. Se dirigieron a la oficina de aduana donde ella presentó una serie de papeles que confirmaban sus identidades. Allí mismo se despidieron del Almirante y escoltados por el teniente se dirigieron a un barco comercial donde un simpático capitán los esperaba. El teniente verificó que padre, hija y nieta subieran al barco. No solo eso, estuvo en el lugar hasta que el barco zarpó y se perdió en el horizonte. Cuando el barco comenzó a moverse ya era más de media mañana. A solo tres días de navegación con el viento a favor para llegar a Francia les informaron. André almorzó, luego fue hasta el pequeño camarote (más bien le pareció una cabina improvisada) que les fuera asignado para recostarse a descansar. Allí durmió todo el día hasta la noche. Mecido con suavidad por las olas marinas que jugaron con el barco, el frescor del aire, se sumió en un dulce sueño.

El clima se volvió un poco frío después del crepúsculo pero era más tolerable e incluso agradable que el de los últimos días en Inglaterra. Miró por el ventanuco hacia afuera. El cielo y mar se unían solo las estrellas brillando a lo lejos servían de guía para distinguirlos. Sabía que las noches en mar abierto era algo frías. Se abrigo un poco, vio que a su lado en la cama más pequeña dormía la niña. Se acercó despacio y con un delicado movimiento de su mano le acarició con suavidad la cabeza a la pequeña. Con su tacto pudo percibir lo sedoso y fino del abundante cabello negro. Después comprobó con alegría que no había perturbado el sueño de la niña. Tomó las muletas, entonces tan silenciosamente como pudo salió del camarote. Pronto se dio cuenta que entre el movimiento del navío y caminar con muletas le resultaba difícil avanzar. Su estómago se sacudió un poco provocando nauseas cada tanto. Pronto escuchó risas que provenían del espacio comunitario bajo cubierta. Cuando llegó a la zona se sorprendió gratamente. La mujer estaba rodeada de hombres que la observaban y escuchaban con atención la historia que narraba. Cuando finalizó el relato los aplausos y vivores no se hicieron esperar. Ella hizo el ademan de retirarse, pero fue detenida al instante. Un hombre de aspecto mayor que parecía ser el contra maestre (era tan viejo como André pero de peor aspecto) le arrojó una moneda de plata a los pies.

─ Vamos Jun cuéntanos una historia. No hay siempre abordo alguien tan especial como tu querida Jun ─ Dijo el viejo. A ese ruego se le sumaron otras muestras de asentimiento. Entre ellos unas jarras de cerveza y algunos aperitivos, de seguro un regalo del condestable. Otros oficiales le ofrecieron chucherías para animarla a contar otra historia. En ese momento el navegante anunció el cambio de guardia. Algunos se fueron otros se quedaron y otros se acercaron para ser entretenidos. A estos últimos se les sirvió cena.

André se acercó hasta la mesa y se sentó en medio de aquella gente. Él no pudo ocultar su entusiasmo, pero no por escucharla contar una historia, fue porqué en ese momento y después de un largo tiempo supo el nombre (o sobrenombre) de la mujer. "Jun" susurró para si mismo como si intentara no olvidarlo. Si ella se disgustó o no por su presencia o por conocer su nombre no lo pudo saber. Sus miradas se cruzaron. Una corriente eléctrica lo recorrió de los pies a la cabeza. Era una emoción tan intensa que barrió con cualquier malestar que pudiera tener en ese momento.

Ella tomó un largo sorbo de cerveza, probó un bocado, se aclaró la voz entonces comenzó a relatar:

"El cuento de una diosa hija de la luna.

Hace mucho tiempo en un reino muy lejano existió un hombre que además de ser un artesano, era un hábil sabio. Él vivía en el campo, cerca de las montañas y bosques. Un día se encontraba en el bosque juntando maderas y hierbas necesarias para realizar sus trabajos cuando a lo lejos, en dirección al centro del bosque, vio algo brillar. Por curiosidad el hombre se fue acercando, con sumo cuidado atraído por el hermoso fulgor. Cuando estuvo lo suficientemente cerca del resplandor, la luz que emitía se sentía cálida. Le regaló una inmensa paz. Descubrió al acercarse un poco más que se trataba de una planta. El tallo de la misma contenía un pimpollo dorado que era el lugar de donde provenía el extraño brillo. Sin pensarlo mucho excavó alrededor. Después la extrajo de raíz. Luego la colocó con cuidado, abrigada en una cesta. Entonces se la llevo a la planta para trasplantarla en el jardín de su hogar .Con la esperanza de que la flor eclosionara.

También en ese momento una comitiva del rey, llevando a sus gobernantes paseaba cerca de la casa del sabio cuando de pronto la reina se sintió mal. Su majestad que estaba en cinta deseaba dar a luz en la provincia natal de sus padres para la buena fortuna de su bebé. Cuando de pronto vieron el extraño resplandor. El monarca creyó que aquello era una señal divina. Con la reina estando de acuerdo, pero temerosa al igual que adolorida, se dirigieron hacia donde provenía el fulgor. En otras palabras fueron a la casa del sabio.

Cuán grande fue la sorpresa del sabio al ver a las personas que llamaron a su puerta. Por compasión, al igual que por trato humanitario el dueño de casa invitó a pasar a los recién llegados. Presto acomodo de manera confortable su cama para la reina pues la labor de parto había comenzado. Él pudo ver en los ojos de la mujer el miedo que le oprimía el corazón. La luna había cambiado pues el alumbramiento se hubo adelantado…"

Jun hizo una pausa para mantener la suficiente tensión, al mismo tiempo que media de forma sutil el interés de sus oyentes. André parecía identificarse de pronto con el dolor de la reina parturienta. Una memoria antigua se abrió paso a la conciencia. Vio a su madre tratando de dar a luz a su hermano. Era un recuerdo que ni siquiera sabía que poseía. Un leve temblor lo recorrió. Sin quererlo pensó en Oscar y en Sofía. Tal vez los sucesos de los últimos tiempos sacudieron todo. Las mujeres que Jean e Isabelle ayudaron. Zephine que murió sin conocer a su hija. Sofía que quizás murió sin poder sostener a su hija en brazos. Lejos de su hogar; lejos del padre de su hija

El sonido de un vaso lleno de cerveza que fue dejado de manera brusca adelante suyo lo sacó de sus pensamientos. Ella buscó su atención. Se preguntó por qué tenía la facilidad de mover sus emociones de aquella forma. La observó moverse entre los marineros. Se percató de que a ninguno miró directo a los ojos como a él.

Jun llenó los vasos de sus oyentes antes de continuar el relato. No supo si lo observó o si tan siquiera adivinó sus pensamientos. De algo quedó seguro es que si iba a oír la historia que contaba la mujer más le valía prestar atención hasta el final. Pues eso lo vio en su rostro. Ella quería que él la oyera hasta el final.

..." El resplandor de la luna era idéntico al del capullo. Nadie podía distinguir al pimpollo de la luna. ¿Qué era real y que era un reflejo? Mientras las sirvientas se encargaban de la reina el hombre inquieto se sentó en su jardín a observar la flor. Su corazón le pedía tomar la mano de la

reina y asistirla, pero su conciencia le dictaba que no fuera tan tonto pues podía perder la vida si algo le pasara a su majestad. Mientras luchaba con su mente y corazón; comenzó la floración como una especie de danza sutil y armoniosa. La mente de los presente quedó en blanco. Sus corazones se llenaron de paz. Pues no notaron el silencio que se impuso ante tal espectáculo. Ni siquiera las aves e insectos nocturnos hicieron ruido alguno. El viento dejó de susurrar.

En el interior de la casa y presa del dolor la reina se había desmayado. una sirvienta sollozó a su lado. El rey se olvido del nacimiento de propio hijo. Luego despertó de su ensoñación y corrió al interior del hogar. Toda la comitiva real espabiló. Solo el dueño de casa se quedó afuera absorto en ese espectáculo de floración.

El pimpollo se abrió por completo. En el centro el cálido resplandor se fue atenuando poco a poco hasta que quedo expuesto el receptáculo. Cuando el fulgor se extinguió por completo, al mismo tiempo los pétalos se desprendieron marchitos y el tallo se debilitaba marchitándose como todo lo demás. El hombre curioso se acercó entonces descubrió algo que lo dejó anonadado. Nunca imaginó que presenciaría algo así. Dentro de la flor había un bebé y del llanto de la criatura se suscitó una nueva vida.

El rey sumido en su dolor corrió presto al lugar de donde venía el llanto. Miro a la tierna criatura nacida de la flor, tan hermosa como se describen a una divinidad. El pobre padre sostenía en sus brazos un bulto pequeño, ensangrentado, que no una mirada tierna al ser que tenia en sus brazos, soltó unas lagrimas, lo arropó dulcemente y besó su sien. Entonces lo dejó junto al tallo marchito. Luego tomó a la otra criatura llena de vida que lloriqueaba. El humilde hombre vio en los ojos del rey una suplica silenciosa. Entonces asintió; en la mirada del soberano apareció una inmensa gratitud. El sabio se encargó de sepultar los restos de la planta junto a ese bulto que dejase el rey.

En el interior de la vivienda todo fue una gran alegría, aún más cuando la reina despertó y vio a una hermosa princesa hambrienta. La noticia de que la reina dio a luz a una princesa se esparció por el reino. Cada lugar que visitó la comitiva real hizo una gran celebración en honor a los reyes y sus hijos hasta que llegaron a la capital donde el festejo fue aún mayor. Se realizaron las ceremonias correspondientes. Las bendiciones llegaron no solo desde los súbitos más ricos, sino también de hasta aquellos que no poseían nada. Se vivieron años muy hermosos en el palacio real.

Jun mientras relataba volvió a cruzar la mirada con André. Lo miró de una forma que lo hizo sentirse incomodo. Como si lo culpara de algo.

Sin embargo una peste llegó al reino. No solo cultivos y animales se perdieron sino también vidas humanas. El rey preocupado por su familia mando a evacuar el palacio. La princesa fue llevada a un templo en las montañas. La niña quedó a custodia de un monje ermitaño.

La princesa fue instruida no solo por maestros, sino también a través de conversaciones que mantenía con los pobladores de una pequeña aldea al pie de las montañas no muy lejos de donde habitaba con su ermitaño monje. La joven decidió dedicar su vida a ayudar a las personas. Por eso buscó a el hombre sabio, que prestó la casa donde nació, quiso ser doctora. El hombre al principio solo pudo darle su conocimiento como curandero. Le enseño a distinguir las plantas beneficiosas de aquellas venenosas; los ciclos lunares, la influencia de las estaciones en las personas.

Un día llegó el anunció oficial de que el heredero del rey ocuparía el trono razón por la cual la princesa fue llamada a volver a palacio. Grande fue la sorpresa de los aldeanos al descubrir que habían convivido con la única hija de la familia real. Tanto que el rumor de que la princesa era la mujer más bella y bondadosa del reino llegó antes que la joven a la capital.

Una vez que el príncipe asumió el reinado y lleno de orgullo decidió dar un regalo especial a cada uno de los hermanos que sobrevivieron a la peste. Con mucha humildad e incluso algo de sabiduría la joven princesa pidió que se la mandase a estudiar medicina. Los consejeros reales no estuvieron muy conformes con eso; pues consideraban que una mujer no debía dedicarse a esas actividades. Sin embargo el neo rey accedió gustoso ante el pedido de la joven hermana.

Los rumores sobre el intelecto, la belleza y coraje de la princesa se expandieron aún más. Como ya estaba en edad casadera cuando finalizó sus estudios. Varios hombres nobles de distintas partes del reino se presentaron al palacio para pedirla como esposa. El hermano de la joven princesa accedió a que ella eligiera a su esposo. Los hombres se presentaban unos tras otros, con la boca llena de poesía, las manos llenas de tesoros terrenales, con modales encantadores. Sin embargo entrevista tras entrevista; declaración tras declaración, la princesa veía la incapacidad de estos hombres de amarla como ella necesitaba. Solo iban a palacio por obtener una bella esposa, además talentosa, admirada por el reino e incluso algunas localidades de los reinos lindantes, que los emparentara con el rey. Les proporcionara condición social, fortuna, entre otros anhelos.

La princesa les pido a cada pretendiente una prueba de su amor. Algunos ante esta exigencia y viendo dificultosa la tarea retiraron su proposición. Otros fueron en busca de tesoros para probar su amor a la princesa. Sin embargo poco a poco los interesados fueron descubiertos en sus mentiras y rechazados.

Triste por la situación la princesa viajó a ver al maestro curandero para que la aconsejara. La situación en la que sus rechazos habían puesto a su hermano el rey era incomoda. Incluso para ese momento había rumores que desprestigiaban a la princesa como que no era tan hermosa, también era banal, presumida y mentirosa. Todos esos chismes no habían llegado a oídos del pueblo para ese momento. Pero eran terribles en la corte. Tanto que eran como espadas afiladas listas para matar.

Mientras tomaban un té, un hombre llamó a la puerta. Por el aspecto que presentó se supo de inmediato que no era del lugar. El hombre se presentó como mensajero de la luna. Entonces le pidió a la princesa dejar sus asuntos en orden pues su patria, su verdadera patria, la reclamaba. Le informó que en tres lunas más ella debería partir. Pues sus pecados habían sido perdonados. La princesa consternada al principio no creyó semejante disparate. Sin embargo el buen hombre decidió contarle toda la verdad. Ella había nacido de una flor. Esa flor era producto de un encantamiento. Ese fue el medio por el cual ella vino a parar a la tierra. Tras semejante revelación la princesa no quiso volver a palacio.

La joven mujer se recluyó en lo alto de las montañas para pasar su últimos días en la tierra. El viento supo que la princesa volvería a su tierra, la luna, después de que purgara sus pecados entonces esparció la noticia por las montañas. Un joven que rondaba en lo alto de una montaña volcánica escuchó el rumor del viento. Atraído por la curiosidad de saber si era la misma princesa que había hecho fama tal entre los hombres fue a buscarla a su refugio en las montañas.

En el instante en que se vieron quedaron prendados uno del otro. Sin embargo un dolor muy grande atravesó el pecho de la princesa al saber que no podía darle esperanzas a aquel hombre para luego dejarlo con el corazón roto. El joven no iba a dejarla ir de su lado y a pesar del rechazo de la mujer sabía que ella sentía igual.

La princesa le escribió una carta de agradecimiento y despedida a su hermano y su corazón se lleno aún más de dolor. El rey enterado de la situación mando a las montañas a un grupo especial de hombres para defender a la princesa e impedir que regresara a la luna. Tal era el dolor de la joven mujer que pensó en arrojarse al vacío para acabar con su sufrimiento. Si embargo su joven amante la detuvo. Le dijo que aunque fuera a vivir a la luna no existía distancia suficiente que los separase.

La fecha llegó. Una comitiva bajo a la tierra sobre una esponjosa nube. Todos venían cantando y danzando celebrando el retorno de la princesa a la luna. La música suave hizo que los fieros guardias junto a los maestros se sumieran en un placido sueño. Mientras la princesa era despojada de su voluntad para llevarla de nuevo a la luna. Miró esperando ver a su amado antes de subir al carruaje que la llevaría de vuelta a su verdadero hogar pero no lo vio. Su corazón se partió en millones de pedazos. Por último cumplió la petición de su amado de arrojar los pétalos de las flores que le regaló mientras volvía a su hogar.

Ya lejos de la tierra y cerca de la luna la princesa vio volar a su lado una majestuosa águila. Esta seguía el rastro de los pétalos de flores. Ella quedó conmovida. Para estar a su lado el amor de ese hombre hizo que se transformara en águila. Él necesitaba volar por los cielos cerca de la luna, cerca de ella. Los pétalos de las flores y las lagrimas de la princesa construían un puente para su amado. La princesa llego al palacio de la luna. Se arrojo desesperada a los pies de los dioses rogando por su tal la desesperación que intentó pecar para volver a la tierra. La diosa de la luna al comprobar el sacrificio del hombre por su hija y el amor que esta le profesaba les permitió vivir hasta el final de los tiempos uno al lado del otro. El hombre quedo convertido en águila y la princesa en un hermosa ave roja. Ambos custodian el puente que une a la tierra con la luna desde lo alto de una montaña escondida"

Por un instante el silencio pesó en el ambiente. Muchos se sorprendieron con el final abrupto de la historia, pero una nueva ronda de aplausos suscito. La chica agradeció y esa vez si se dirigió a su camarote. Sin embargo cuando André la miró le pareció que tenía los ojos brillantes, tal vez por las lagrimas contenidas.

La brisa fría del mar era deliciosa. André pensó en Oscar, esperaba que su carta hubiera llegado. O por lo menos que la palabra del almirante fuera cierta. Todo esto sucedió por Sinbad. Era algo extraño saber que era padre de una mujer a quién no pudo cuidar, ni amar.

Jun no era nada parecida a su madre. Era una mujer Grandier de los pies a la cabeza. Algo que le incomodaba pues era casi la replica exacta de su propia madre. No lo podría negar que aquella mujer fuera su hija. En cambio, su otra hija, Isabelle era mucho más parecida a su esposa Oscar.

Sofía había sido divertida, disparatada, espontanea, alegre alguien con quién no podías aburrirte.
¿Qué rayos le sucedió para desaparecer así? Verlo atento con Oscar. En aquel tiempo era solo un sirviente que velaba por su ama. Ella ni siquiera lo quería. En aquel entonces ella, pensaba todo el tiempo en Fersen. Ignorando su amor tal y como él intentaba hacerlo.

La primera vez con Sofía había sido tan exitante para un joven hombre inexperto. Oscar le ordenase retirarse de Versailles. Él se sentía ofuscado pues Oscar quería pasar tiempo con Fersen. Alli se quedaron los nobles de alta cuna jugando cartas, bebiendo durante toda la noche. Mientras tenía que volver a casa a dormir. Entonces decidió ir a buscar a Sofía. La casa del ciudad de la familia De Brenville solo contaba con la servidumbre esa noche. Al igual que los De Jarjayes todos estaban en la celebración del palacio real.

André llamó a la puerta pero la sirvienta no lo dejó pasar. Antes de que se fuera escuchó una voz que le susurró con picardía: "Por el muro detras del jardin en media hora" Entonces hizo lo que se le pidió. Le divertio escalar el muro, entrar a la propiedad y en un rincon oculto a la vista tener un picnic. Estar en uno de esos espacios dedicado a los amantes tuvo un sabor único.

André cerró con fuerza sus ojos e intento apartar de su mente imagenes de Oscar conqueteando con Fersen en un lugar apartado de los jardines en Versailles. Sofía se dió cuenta de que estaba distraido y pasó a la acción. Lo alimentó poco a poco con frutas, chocolate ,vino y queso. Ella empezó a jugar dandole vino de boca a boca. Luego escondiendo pequeños trozos de comida en lugares cada vez más atrevidos que le abrieron el apetito carnal. Al principio estuvo retraido pero pronto comenzaron a tocarse, besarse, pellizcarse aquí y alla. No recordó en que momento ella le realizó una felación. Luego él le devolvió el favor. Hicieron un rato el tonto hasta que sus sentidos inflamados los depojaron de cualquier tipo de inhibición. Despojado de voluntad y poseído por el deseo de sactifacer su adolorido miembro perdió su castidad mientras le arrebataba la virginidad a esa risueña chica.

El aire del mar lo despeino. La madera del navió crujió arrancandolo de sus recuerdos. De pronto se sintió molesto. ¿Cómo Sofía pudo ser tan egoísta? Desapareció llevándose a su hija, sin decirle una palabra. Si lo hubiera sabido habría encontrado la forma de hacerse cargo. Entonces la rabia afloró Se había comportado como un autentico idiota con Sofía pero eso no le dio el derecho a desaparecer con su bebé. Ella misma le había dicho que si rompía su corazón se vengaría de él. Se lo dijo antes de que se marchara después de que hicieran el amor. Se tomó su revancha de la peor manera, negándole el derecho de ver crecer a su hija. En nombre de todos los santo Sinbad la ayudó en su locura. La ira aumentó porque se comportó con mal con Jun rompiendo el único recuerdo que tenia de su pasado. Paseó por cubierta respirando hondo tratando de calmarse. Lo que sintió después fue peor. Sintió que Sofía junto a Sinbad le arrebataron parte de su vida , parte de su hombría.

Faltaba poco para llegar. Fracasó cuando habló con Jun tres noches atrás. Perdió el control cuando rompió el brazalete. La vida le dio la posibilidad de saber sobre su hija mayor. Sin embargo estaba lejos de crear un vinculo. No la conocía lo suficiente para saber como compensar el haberle roto el brazalete. Mientras pensó que sería mejor para su familia se dirigió a paso lento al llegó ambas estaban abrazadas descansando. Se dio cuenta que Jun fingía estar dormida. Como no tenía ni ganas ni fuerzas para otra charla. Se acostó tan silencioso como pudo