El punto inconcluso.

Había una niña pequeña perdida en las calles. Estaba sola, sucia, muy menuda, raquítica y lloraba. André estaba al otro lado de la calle. No pasaban personas, pero la calle era un rio rojo y algo espeso. Al principio no entendió donde se encontraban. Luego supo que se trataba de la calle que conducía a la plaza de La Concordia. Intentó llegar hasta ella pero no la alcanzaba. Lo intentaba con todas sus fuerzas, pero no podía llegar aunque cruzara el rio. Cada vez que a travesaba el cause sanguinolento volvía a estar en el lugar de inicio. Al final la niña se derrite transformándose en sangre. Se despertó envuelto en sudor. Esta vez esta junto a Oscar, sin embargo un vacío se extiende por su cuerpo. No era la primera vez que tenía esa pesadilla. Se volvió recurrente en el último tiempo.

Se sentó en el amplio sillón del salón de estar. Era verano y las ventanas permanecían abiertas intentando atraer hacia el interior la brisa fresca de la noche. Tan solo pasó unas semanas desde su llegada.

La brisa movió la llama de la vela. Un destello carmesí cruzó por sus ojos. Un poco más de unas semanas atrás la conoció.

"Jun había bajado del barco de Sinbad a finales de la primavera anterior. Su pelo contenía restos verdosos. Un tonto intento en ocultar esa espectacular cabellera roja. Su familia, el esposo y sus dos hijas. Ella tiene ese aire europeo, pero él y las pequeñas no. El ropaje era sencillo pero tan diferente". Así describió el capitán portugués, a André, la primera vez que viera a Jun

─ ¿Necesitas una copa?─ La voz de Oscar irrumpió sus pensamientos. Él ni siquiera notó transcurrir el tiempo perdido en sus recuerdos.

─ Si la necesito ─ Ella traía dos copas y una botella de vino abierta. Sirvió generosamente cada copa.

─ A tu salud ─ Dijo André y ella no pudo evitar sonreír.

─ ¿No puedes dormir?

─ No. Pero quizás podrías ayudarme.

─ Bien te ayudaré; pero creo que necesitaremos más vino.─ André lleno nuevamente la copa ─ Antes cuéntame ¿De dónde conocías a Madame Le Blanche?

─ ¿Madame Le Blanche? La mujer que casi me manda para el otro mundo.

─ Exacto esa misma.

─ Hace muchos años, en París, ella y un grupo selecto de personas se dedicaban a realizar negocios peligrosos. Tráfico de joyas e información. Aparte de un muy buen ponderado prostíbulo de bellezas exóticas.

Su amante murió en el rio Sena. Sinbad y él lucharon en su huida de la guardia real. Si has oído hablar de él y la casita de los retoños sabes a quien me refiero.

─ El sanguinario. Pero eso ¿Qué tiene que ver contigo?

─ Sinbad en aquel entonces no solo vino a Europa por negocios. Sentía la imperiosa necesidad de vengar, o no sé hacer, justicia por una mujer que era su prometida. Sin querer lo ayude o lo ayudamos.

Tu padre, el general De Jarjayes, me encomendó vigilar de cerca a un grupo de personas que solían tener, una amistad con el duque de Orleans. Sofía trabajaba en aquel lugar, el Palais Royal. Ella se mudó a París con la esperanza de tener una vida mejor. Ganó algunas libras haciendo mandados. Sin embargo uno de los recados contenía una cabeza cercenada. En un descuido el paquete se le cayó. El frasco que contenía la cabeza se trizó. Sofía desesperada lo abrió para comprobar que no se había roto nada. Temiendo que no le pagaran las dos libras de plata prometidas.

─ Supongo que ese fue un grave error

─ Si. Varias veces intentaron matarla.

Sinbad, su hermano, uno de sus hombres de confianza y también yo nos turnábamos para mantenerla con vida. Sofía consiguió encontrar las pruebas de traición. El duque junto a otros nobles fueron absueltos. El general volvió de aquel juicio abreviado a puertas cerradas muy disgustado.

─ Supongo que no convenía el escándalo. ─ Añadió apretando el puño. No quería hacer reproches. No era el momento. A demás de aquellos días había pasado mucho tiempo.

─ Eso creo. No se podían dejar cabos sueltos. El duque delató a sus compinches fingiendo que estaba siendo chantajeado. Le contó a su familia un historia muy convincente, donde él era el héroe que se sacrificaba por sus seres queridos.

─ ¿Por qué... Quiero decir ¿Y Sofía? ─ Añadió rápidamente para salvar su error

─ Lo recuerdas no te enteraste de nada hasta el momento en que se dieron las ordenes de padre tenía razones de peso para que no te involucraras en el asunto.

Sofía ─ Continuó. ─ dejó el Palais Royal. Sinbad, o el general le dio asilo en un bonito barrio. Mientras ella buscó trabajo...─ Trago duro. De pronto el peso de los recuerdos le quitaba el aire. Aun así se obligó a continuar. Por alguna razón el hablar en este momento le resultaba más fácil ─ Oscar sufriste aquel horrible ataque. Cuando volví de nuestro descanso en el campo Sofía al igual que Sinbad ya no estaban en París.─ Su esposa notó el temblor en las manos de André. Él dejó la copa en el suelo y pasó nervioso las manos por su cabeza. Evidencia de la culpa que siente por no saber sobre ese embarazo.

Espera un momento a que él se tranquilice. Sabía de primera mano cuanto le importan sus hijos a su marido. Ella también le había ocultado un embarazo. Lo peor era que por su terquedad había abortado de forma involuntaria. Reprime las lagrimas que se formaban en sus ojos. La situación es bastante delicada. Teme que André se encierre en su coraza y no hable más sobre ello.

André prosigue con el relato ─Jun viajo en el "Nomada" (el barco mercantil más grande de Sinbad) junto a su esposo y dos hijas. Eso me contó el capitán de aquel barco de bandera portuguesa. Era un desastre su cabello que contenía restos de tinte. Al parecer en oriente las pelirrojas no son populares. Sinbad nos la presentó como su hija

Ken y Jun, no sabían hablar el idioma. Contrastaban terriblemente con todo. Solo tres personas hablan su idioma Sinbad, su hermano y un sacerdote cristiano. Este último sufría por que le costaba enseñarles ingles También añadió que una joven en varias ocasiones práctico con ellos el idioma. Jun tiene un acento nasal y algo estridente. Sin embargo se le da bien hacerse entender.

André hace una pausa y recuerda:─ "Ellos no parecían interesados, por nada. Salvo quizás por apañárselas ellos mismos"Le había comentado.─Toma un trago largo de vino, esta vez de la botella. ─ Es igual a mi madre. ─ Comenta con los ojos acuosos

─ Es una pena que...─ Se da cuenta de que es una tontería decirlo. Por primera vez Oscar siente genuina curiosidad respecto a la mujer que fuera la madre de André. ─ Quieres servir más vino por favor

─ A este pasó terminaremos borrachos al amanecer ─ Inquiere André

─ ¿Y eso tiene importancia?─ Él deja la estancia pero luego regresa con tres botellas más ─
Alguien la ayudó a llegar hasta Madame Le Blanche para que averiguara quien era el joyero que pudiera hacer unas joyas como las que tenía.

Le Blanche se hacía pasar por la mejor organizadora de presentación en sociedad. Una señora experimentada en diversos campos. Cobraba bien sus servicios. Quizás la persona que la ayudó no sabía que ella era la viuda del sanguinario. Jun tenía ese par de aros de plata que evidentemente nunca usó. Sus orejas no están perforadas. ─ André imaginó a cuales aros de plata se refería. Los que la duquesa de Chartres (aquel entonces duquesa de Orleans) le regaló a Sofía por su discreción. ─ Lady Katherina, como se hacía llamar, al parecer reconoció de inmediato el par de joyas. El detalle era único una fina joyería francesa. Le pidió unas semanas para tratar de averiguar que artesano realizó los aros.

─ ¿Cómo es que ella te encontró? Digo LeBlanche

André se dirige a la biblioteca. Abre el cajón que tiene con llave y de una funda de cuero extrae el diario de Sofía. El papel le quema las manos. Al regresar se lo alcanza a Oscar ─ Por esto. En ese cuaderno Sofía escribe sobre Sinbad, de su bebé y de mí.─ Su esposa apenas lo ojea. No tiene interés en leer su contenido. No cuando los celos pudieran traicionarla.

─ Durante los años más oscuros, en el tiempo de la imprenta en París. Muchos de mis clientes era simpatizantes del movimiento revolucionario. Supongo que alguien de ellos fue su compinche en otro tiempo y le hizo saber sobre mí. Con ese dato tal vez no le fuera muy difícil saber donde me mudé.

─ ¿Por qué no te mató en aquel entonces cuando supo que vivías en París? Eran tiempos agitados. A nadie le hubiera extrañado tu muerte.─ Le sonó extraño poner el pensamiento en voz alta.

─ No le convenía venir a París. Muchos de sus antiguos aliados la hubiesen delatado de inmediato.─ Añadió con amargura

─ Usó a Jun para hacerles pagar la muerte de su amante.─ Se dijo Oscar para si misma.

─ Pero por fortuna la muerta es ella...─ Otro silencio se extendió mientras bebían. Este era uno cómplice. ─ No lo sabía ─ Continuó André con resentimiento y amargura en la voz.─ Nunca pensé que una sola vez dejaría en cinta a una mujer. Quiero decir en ese entonces cuando era un joven inexperto. Me siento un canalla porque me aproveche de Sofía a sabiendas de que ella me amaba. Pero yo no le correspondía. Sinbad si estaba, digamos, que enamorado. Sin embargo a pesar de sus esfuerzos por enamorarla, Sofía me prefirió a mí. Él me dijo claramente que no me perdonaba el hecho de conquistarla cuando en realidad amaba a otra. Me animó a que fuera por lo que deseaba. Incluso me dio ideas para seducirte que nunca lleve acabo. Lo cierto es que nunca hice nada para que Sofía se enamorara de mí. Eramos muy buenos amigos y solo eso. La quería mucho, en verdad ─ Oscar se mordió la lengua, ella no era mejor que André. Ella y Axel se habían consolado mutuamente. Aunque lo suyo no fue un amor tan intenso. Aún se querían muchísimo y eran muy buenos amigos. Apuró otra copa de vino.

─ Madame Le Blanche o Lady Katherina como prefieras descubrió todo. Mandó a unos hombres a averiguar donde vivía y que era lo que hacia. Me tendió una trampa convenciendo a un bien intencionado hombre burgués sobre mis animales para que los comprará. Viaje a Caen. Al regresar sus compinches me emboscaron. Mataron a los trabajadores que contrate. Me golpearon y secuestraron. Estuve encerrado bebiendo agua y comiendo pan adulterados. Dormía la mayor parte del día. Cuando estaba despierto me sentía mal. No supe donde me encontraba hasta varias semanas después cuando desperté en aquel refugio con mi hija a mi lado. ─ Sonó raro hablar de Jun como su hija frente a Oscar. La única hija que ambos tenían en común era Isabelle.

─Durante día y medio no comí, ni bebí nada. Me llevaron ante madame Le Blanche. De seguro deseó que estuviera en todos mis sentidos. ─ André fijo la vista en un punto, como si estuviese mirando su propio recuerdo.─ Allí volví a ver a Sinbad. Obligado a estar a mi lado de rodillas frente a esa mujer. Atados los dos de pies y manos con una mordaza en la boca. ─ Oscar aprieta un puño. Muerde con disimulo su labio para no protestar.

─Esa bruja maldita se hizo mofa de los sentimientos de Sofía, revelándome cuanto ella me había amado. Disfrutó contar como Sinbad me había arrebatado a mi hija. Incluyó como ella mató a Jun de un golpe en la cabeza. Añadió, también, que había arrojado su cuerpo al mar esa misma mañana. Estaba aturdido. Sinbad a mi lado ni siquiera me miraba solo se encogía. Luego nos mando a ese pozo inmundo para que muriéramos ahogados. Ese era el precio por el disparo que le di al sanguinario, provocando que su cuerpo cayera al Sena. Por fortuna Jun nos rescató usando a su yegua.

─ Ella ─ Continuó André ─ Se salvó por su esposo que la rescató de morir ahogada. Ken esa noche fue a casa de un militar ingles y lo alertó del peligro. Dejó a sus hijas al cuidado de los criados del lugar. El almirante que conocí, organizó la redada. Él reunió una cantidad de soldados para hacer frente a esos traficantes. Mientras Ken fue a buscar los hombres más confiables de Sinbad. Fue ella quien me salvó la vida.─ Refiriéndose a jun─ Supe, por boca de otra persona, que las primeras noches tenía fiebre muy alta. Se quedó a mi lado a penas dormitando vigilando que no me fuera. Cuando la fiebre bajó nos trasladaron a aquel refugió. Velo por mí todo el tiempo.─Suspira André. ─ Si tan solo las cosas hubiesen sido diferentes

─ Lo hecho, hecho esta. Nada cambia el pasado─ Y acaricia el brazo de su esposo

─ Quisiera haberla tenido a mi lado. Al menos estar con ella un poco más. Conocer a mis nietas. Ver a mi yerno ─ Oscar aunque no lo dice entiende que es más que eso lo que quiere André.

Amanece. Han bebido dos botellas y medias de vino. El silencio es reconfortante. Él mira sus se recuesta en el duro sillón. Ella observa como la luz se filtra poco a poco por la ventana de la estancia. La hacienda cobra vida. Pronto todos estarán despiertos listos para un nuevo día.

André se lleva las copas y las botellas. Al pasar por la cocina ve las brazas rojas del fogón. Ese color de la braza encendida le trae recuerdos de su hija, Jun. Vuelve a la sala, toma el diario ve a su esposa dormitar de cara a la luz. Encamina a la biblioteca, guarda otra vez el diario. En sus ojos persiste el color rojo. Los cierra un momento entonces las imágenes se ven nítidas en su mente. Puede ver la larga cabellera roja encendida a la luz del sol, ondeando en el viento. Es como ver bailar el fuego.

… Ni bien se despertó el camarote se encontraba vació. La cabeza le daba vueltas. André Grandier jamás imagino que en su primera experiencia sexual había concebido una hija. No cualquier hija sino un enigma en su totalidad. Por empezar la noticia de su existencia llegó con casi treinta años de retraso. No se encontró con un bebé o una niña pequeña, todo lo contrario. Conoce a una mujer ya realizada. Aquella pelirroja demasiado parecida a la madre de él ya tenia hijas propias. Su cabeza le daba vueltas en tantos sentidos y direcciones que simplemente se le dificultó actuar con resolución. Fue incluso privado de estar presente cuando nacieron sus nietas.

Con algo de pesar se incorporó al completo. Se dirigió al comedor, pero no le apeteció comer. Escuchó el alboroto en cubierta; Salió pues a saber a que se debía tanto jaleo. Casi por no contar que toda la tripulación estaban reunidos en la mitad de la cubierta superior. El capitán estaba junto a su nieta observando desde un lugar seguro el espectáculo. Jun en ese momento peleaba con diversos oponentes. La pelea se desarrolla cuerpo a cuerpo. Por instinto su cuerpo se tensó listo para intervenir si hiciera falta. Resultó que Jun era muy hábil en el arte del combate. Una oleada de orgullo paternal lo sacudió. Una vez acabado los encuentros los apostadores comenzaron a recibir o a pagar. La pelirroja consiguió un buen lote de monedas. El capitán le hizo una reverencia a la niña pequeña corrió al lado de su madre. André se quedo de pie con una sonrisa en los labios. Ambas se acercaron a él. Pudo notar a Jun calmada, su cuerpo emitía calor. No había rastros de sudor o del esfuerzo por el ejercicio físico. Al menos eso podía apreciarse a simple vista. Otra vez cayó en cuenta que no sabía nada relevante sobre ella.

¿Quién la crio? ¿Qué penurias pasó? ¿Dónde aprendió a combatir de esa forma? ¿Cómo aprendió a cuidar heridos?
Jun lo condujo de vuelta al camarote. Una vez allí comenzó a inspeccionar las heridas. Ella realizó la tarea con precisión y celo, como siempre. Sin embargo algo había cambiado. Mientras ella desinfectaba y cambiaba vendas André se arriesgó

─ ¿ Cómo supiste combatir así?─ Preguntó de manera casual. Ella siguió con su labor en silencio. Él no se dio por vencido e intentó una vez más entablar conversación.─ Fui soldado, pero ahora me dedico a la venta de caballos. Tengo una bonita hacienda. ¿A qué te dedicas?

─ Listo las heridas están cicatrizando bien. Parece que no hay peligro de una infección.

André a penas le rozo la mano antes de que ella abandonara la estancia. Una voz interna le aconsejo que dejase de insistir. Era mejor seguir sin saber nada. Sinbad había ganado. Sofía se vengó. Pero contrario a toda lógica la sensación de perdida acompañada de impotencia e injusticia clamaban en él. Eso lo alentaba a querer estar más cerca de Jun. Aun cuando el viaje en barco estaba por finalizar guardaba la absurda esperanza de que ella se fuera con él. Quizás, pensó, que si le contara sobre Augustin e Isabelle tendría motivos para viajar a Arras con él.

Era extraño ser padre de una mujer adulta. No sabía como acercarse ; pensó en ello a diario. Ni siquiera se conocieron lo suficiente. El sentimiento de ser abuelo atrajo a André. Eso era mucho más sencillo. Sin mucha responsabilidad. Había llegado a esa conclusión en una ocasión mientras comía con la niña. El viaje en barco era una especie de bendición. Le gustaba estar con la pequeña a pesar de que no podían charlar. En cambio con Jun se sentía fatal, cada intento de acercarse terminaba en un desastre. Entendía perfectamente que se sintiera ofendida con él.

André y la niña reían jugando con figuras viejas de un ajedrez en el comedor del barco. Las acomodaban según lo que le pareció a la niña haciendo diversas formas. Círculos, cuadrados, triángulos; por tamaño, color o forma. Jun se unió a su juego y el ambiente tensó entre padre e hija había desaparecido. Ella sonreía, sus ojos reflejaban ternura. Él supo en ese momento, que debajo de esa fachada dura se escondía una mujer dulce y tierna. Maldijo que los tres no hablaran el mismo idioma. Eso le hubiese facilitado la tarea de acercarse a ellas. Entonces se dedico a disfrutar al máximo ese momento

Era la última noche de viaje. Estaban a horas de llegar a Francia. Apoyado en baranda del costado izquierdo de la proa miro al horizonte. André intentó responderse una única pregunta: " ¿Cómo iba a seguir?"Quizás por segunda vez en su vida se vio atrapado entre dos deseos: El de volver a Arras con su familia o Aventurarse con Jun. Le pediría que lo acompañara. No se engañaba a si mismo. Probablemente no lo acompañaría hasta ía que ella también deseaba volver a su vida.

─ A veces no sirve pensar ─ Le había dicho el contramaestre

─ A veces pensar ayuda a encontrar soluciones

─ Las soluciones son para cierto tipo de inconvenientes. El pasado no tiene solución

─ Es cierto ─ Había admitido con pesar

─ ¿Puedo confesarle algo personal?

─ Adelante

─ Los hijos son criaturas deseadas. No existe un hijo sin que haya un padre que lo quiera. Cuando se decide ser padre ya no se ve la vida igual

─ Tiene razón … Pero ella también es mi hija y en verdad deseo ser su padre. Soy su padre y no se como serlo ─ Admitió frustrado

─ Entonces dele tiempo. De todas formas las historias tienen algo de verdad. En especial la de la princesa que venia de la luna

─¿Algo de verdad?..

─ Si así es. Tal vez no lo sepa. Los cuentos de hadas se usan para transmitirle valores y verdades a los niños.

Miró al contramaestre algo desconcertado. El hombre lo miró con una pizca de compasión ─ Buenas noches ─ Le deseo. ─ Buenas noches ─ Le contestó mientras lo vio irse al interior. Disfrutó un rato más del frio marino antes de irse a dormir.

Llego al camarote en el momento que la madre peinaba a su hija. André se sentó observando la escena. Cuando la tarea finalizó la niña tomó el peine. Parecía algo insegura sobre donde comenzar. André le indicó con un gesto por donde podía empezar a deshacer el niña entonces le sonrió, se acercó y le puso en sus manos el levantó de la cama y luego se coloco detrás de Jun. Con facilidad deshizo el nudo que sostenía el cabello. Ella se tensó. André respiro profundamente sin hacer ruido exhalando con suavidad. No te haré daño le susurró. Entonces se preguntó si alguna vez le hicieron daño. La sangre rugió en sus venas y el corazón se le estrujo un poco. Con sumo cuidado desarmó el peinado. Experimento el placer de tener entre sus manos aquel cabello rojizo Deslizo el peine con cuidado, desenredando poco a poco. Ella despacio se fue relajando disfrutando. Eso le produjo una gran satisfacción. Experimentar el contacto físico con su hija a través de esa sutil caricia. Aunque ambos disfrutaron la tarea acabó. Jun le brindo una sonrisa dulce con los ojos brillosos por las lágrimas que no dejo caer. André a penas pudo devolver la sonrisa tenía un nudo en la garganta.

La pequeña tomó el peine de las manos de su abuelo. Palmeó la cama y lo instó a que se sentara. Entonces se colocó por detrás y comenzó a peinarlo a él. Ese gesto disipó esa sensación de André reemplazado por alegría.

Ninguno a excepción de la niña podía dormir. André salió de la cama al rato que se marchara Jun. Salió para que el frescor nocturno lo despertara por completo. Había tenido una pesadilla. Su hija tenía cicatrices en su cuerpo como la que tenía en el le había retirado el cabello para observar esa curiosa cicatriz. Aquella línea fina que iniciaba en la coronilla termina más abajo cerca de la espalda. Cuando la peinó pudo percibir dos o tres pequeñas cicatrices en la cabeza. A causa de ello se sintió impotente. De igual manera se contuvo para no preguntar por ello. No quiso echar a perder ese pequeño acercamiento. De manera autómata fue en busca de la yegua de su hija. Allí estaba ella hablándole al animal. André hubiera dado toda su fortuna incluso su vida por saber que le dijo al animal. No pudo evitar asociar esa imagen con la de su hermana Isabelle. Ambas sienten un profundo amor por los caballos. En ese instante un deseo intenso nació en él : Quería ver a sus hijos juntos antes de morir.

A la mañana siguiente y luego del desembarque Jun alquiló una diligencia para André. Él hubiera preferido montar. Ella había podido pagar tres cuartas partes de la renta total. Él se comprometió a pagar el resto.

Intentó infructuosamente convencerla de ir con él a Arras. Vio en sus ojos la pena que le causa no estar en su brazos le dolieron por el deseo de abrazarla y prometerle que todo estaría bien. A penas si pudo rozar sus dedos. Le explicó donde encontrar la hacienda. También le pidió que le prometiera que alguna vez lo visitaría. Sin embargo ella se ofreció a escoltarlo unas cuantas millas. André con le corazón estrujado en su pecho comprendió que no debía presionarla. Sin querer se quedo dormido en el carruaje. Cuando despertó estaba solo él y el cochero. Una sensación profunda y dolorosa de perdida sintió.

Llegó un día y medio después. La diligencia solo se había detenido para el cambio de caballos. Oscar lo estaba esperando. Sus hijos también. Un representante de las autoridades de Caen se encontraba allí para verificar el arribó del señor Grandier. La milicia inglesa había enviado la información pertinente sobre su paradero. Fue raro ya no pudo sentir esa dicha de felicidad completa como cada vez que regresó a casa.

Una carta anónima, que más tarde sabrían envió Loulou, le había avisado que se encontraba con vida. Un sirviente de la familia de su sobrina se encargó de llevar la carta. La ex condesa De Lourancy le mostró un cuadro de las hermanas De Jarjayes. No fue ni muy difícil, ni muy fácil encontrar a un familiar de André con los datos que aportó Sinbad.

─ Papá ─ Lo llama Isabelle sacándolo de sus pensamientos ─ El desayuno esta listo

─ Gracias. ─ Ambos dejan la biblioteca para ir al comedor. André ve la mesa a la cual durante muchos años se sentó junto a su familia y personas queridas. Desea que alguna vez una de esas sillas la ocupe Jun (Marie Margarite para él).