Tardé un poco y esto quedó muy largo, pero espero que les guste. Dedico este capítulo especialmente a tres personas: Daena Fuegoscuro, mi Jay, porque ella me ayudó a crear toda esta historia, e inventó los apodos que Jason utiliza con Tim y además construyó un Jason precioso que después se trasformó en el de este fanfic. Juneii porque es una amiga increíble y una artista estupenda que merece toda la atención a su arte (pueden verlo en sus redes) y porque le empezó a gustar el JayTim por Daena y por mí. Timdrake66, un buen amigo nuestro de Instargam que siempre está atento a las actualizaciones y me anima a seguir.

¡Gracias totales!

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Capítulo N° 3:

Tim le sacó por tercera vez un objeto puntanzante a Damian. El niño tenía una increíble habilidad para encontrarle utilidades maléficas a los objetos con tal de mortificar a su amiguito. Esto de ser niñero no estaba funcionando bien, menos mal que nunca pensó en eso como un buen trabajo de verano. Además Damian no era cualquier niño, era uno bastante especial y cuando se juntaba con Jon Kent, era aún más incontrolable.

Esa tarde Dick y Bruce habían salido, nada de compromisos de Wayne Enterprise, ni tareas diarias de Dick como detective de Gotham, solamente una cita en el teatro, una cena en un restaurante exclusivo y el adolescente de la casa cuidando del bebé. Al menos tenía a Conner para hacerle compañía. Fue idea de Dick invitar a los hijos Kent, así que Tim se sentía acompañado por su amigo y Damian no hacía tanto berrinche porque sus… ¿padres? se fueron.

—¡Basta, Damian! ¡No puedes usar la cola del dinosaurio de plástico para molestar a Jon! —espetó Tim quitándole el juguete y buscando una tijera para cortar la puntiaguda cola del dino.

Conner reía de la cara de espanto de Jon que miraba a Damian desde la alfombra de la sala de estar y alzaba los brazos para que volviera, sin amenazas. Esos dos niños tenían una relación muy complicada para tener sólo cuatro y seis años.

—¡Déjame, Dake! —protestó Damian, zafándose del agarre de Tim y corriendo hacia el sillón donde estaba Conner.

Se trepó con toda la fuerza en sus bracitos y se paró, ondeando la camisa de Bruce que tenía atada de las mangas al cuello como si fuera una capa.

—¡Soy el rey de este sillón! —gritó señalando a Jon que seguía mirándolo sorprendido en el suelo—. Tú, granjero, obedéceme.

Tim se preguntó cómo podía decir palabras tan difíciles como esas correctamente y pronunciar mal su apellido. Quizá el maldito enano solamente quería molestarlo, ya nada le sorprendería de esa pequeña cabecita que creó Bruce Wayne.

Jon comenzó a reír con entusiasmo, y se paró de la alfombra para llegar al sillón también. Le parecía tierno verlo contento por Damian y pensó que quizá era el único niño al que le hacía feliz estar cerca de él. En el colegio todos le temían al pequeño demonio.

—Alfred va a preparar algo para comer Kon, ¿qué te gustaría? —preguntó parándose frente a su amigo que seguía sentado en el sillón, al lado del Rey del Sillón y su súbdito favorito.

—Lo que sea está bien Tim —respondió él con una sonrisa—. Algo que los enanos puedan comer.

Tim miró a Damian que seguía parado en el sillón con el porte elegante y sonrió.

—Ami —gritó Jon—. ¡Yo también quiero ser rey!

—¡No Jon, no puedes, yo soy el rey! —exclamó Damian.

—Pero puede ser un príncipe, Dami —dijo Conner sonriendo suavemente para calmar los ánimos.

—O un rey consorte —agregó Tim riendo cuando Conner lo miró negando con la cabeza.

—¿Consote? —preguntó Jon, que no terminaba de entender el significado de esa palabra. Damian lo miraba atento, evidentemente tampoco la conocía y quería saber qué era.

Tim sonrió con cierta malicia.

—Es el cónyuge del rey —explicó, sabiendo que ninguno de los dos conocía esa palabra tampoco—. Tiene el mismo puesto, pero las obligaciones son del rey "verdadero"

Conner sonrió divertido y quiso agregar una cucharada al relato.

—El cónyuge del rey es como… el acompañante —dijo reprimiendo una sonrisa y Jon asintió emocionado.

—¡Eso!, ¡yo también soy rey! —gritó alzando las manos para que su hermano lo subiera al sillón—. Somos los reyes del sillón.

—Oficialmente —murmuró Tim y le hizo una seña a Conner para ir un poco más lejos—. Dejemos a los reyes del sillón en su castillo y vamos a poner la mesa, ¿de acuerdo?

Conner se levantó y lo siguió hasta el comedor, donde Alfred ya había dejado los platos. Tim trajo una de las sillas que Damian usaba cuando era más chiquito para Jon y distribuyó la vajilla con Conner.

—Nuestros hermanos van a terminar saliendo juntos en el futuro —mencionó Conner riéndose y Tim volvió la vista hacia el salón donde los Reyes del Sillón se habían sentado y hablaban vaya a saber de qué.

—Damian es difícil, Jon tendrá que armarse de paciencia —dijo Tim con una mueca graciosa.

Conner no dijo nada durante unos instantes y Tim volvió la vista a su amigo preocupado, pensando que quizá le molestó su comentario.

—¿Kon? —pasó una mano por su cara y lo miró intrigado—. ¿A dónde se fue tu mente?

—Lo siento —se disculpó—. Me quedé pensando en… cosas.

Tim sabía qué cosas pensaba. Sobre todo, porque hablaban de sus hermanos juntos, lo cual recordaba a ciertos episodios de sus vidas.

—Ey, dime, ¿qué pasa? —insistió, sabiendo que tenía que aclarar los ruidos en su relación si no querían alejarse.

—Yo… sólo pensaba que hace un año todos creían que íbamos a ser pareja —comentó él sin mirarlo.

Lo sabía. Tim conocía la forma de pensar de Conner casi tanto como la suya.

—¿Te molesta? —preguntó, pero se dio cuenta de que no especificaba qué—. Qué no haya sido así, quiero decir.

Cuando Tim y Conner tenían quince, hacía aproximadamente un año, algo había sucedido entre ellos. Se conocían desde que Tim había sido adoptado por Bruce, a los ocho, y él había sido el único testigo de sus amigos que vio la transición oficial de Tim hacia el género masculino. Durante los años de la infancia se llevaron muy bien, eran como uña y carne, pero cuando la adolescencia llegó, Tim tuvo que admitir que quizá tenía sentimientos por su mejor amigo.

El problema central era que Conner era heterosexual. A él le gustaban las chicas y Tim ya no formaba parte de ese género, ni nunca lo formó si le preguntaban. Tuvo ese sentimiento por Conner desde los catorce, hasta que a los quince, en una fiesta a la que fue con sus amigos, Kon lo acorraló contra una pared en un pasillo solitario y, borracho, le confesó que le gustaba.

El peor drama de su adolescencia fue ése. Todos notaron que entre ellos había… algo. Conner era muy chico y no entendía bien cómo sentirse al respecto. Era hetero pero le gustaba un chico trans. Técnicamente aún tenía vagina. Pero no era así como Tim se percibía. La crisis de identidad sexual que tuvo Conner no le dejó disfrutar de su enamoramiento adolescente y lo volvió loco durante un tiempo, volviendo loco también a Tim, que no terminaba de entender qué le pasaba a su amigo, por qué un día lo besaba y al otro desaparecía.

La culmine de esos sentimientos se dio una noche en la que Conner se quedó a dormir en la casa de Tim. Se habían besado y habían tenido relaciones. Fue tierno y suave, y la primera vez de ambos. Se cuidaron porque Tim aún podía concebir, y eran conscientes de los peligros del sexo adolescente.

Sin embargo, al otro día pelearon por el tema, y Conner se fue a su casa. Después de eso, tuvieron varias idas y vueltas y algunos meses de no verse, hasta que el verano los unió como amigos y ambos acordaron olvidarse de todo lo que sucedió. Fue en una de esas reconciliaciones amistosas que fueron al bar donde Tim conoció a Jason.

—No le des vueltas al asunto, Kon —murmuró sin mirarlo, ordenando la mesa aunque ya estaba ordenada—. Fue hace como un año, ninguno de los dos estábamos preparados para algo así.

—Lo sé, pero si yo… si no hubiese sido tan idiota las cosas podrían haber salido mejor. Al menos podía no haberte hecho sufrir —dijo en voz baja—. Me arrepiento siempre de eso, Tim. No quería que la pasaras mal.

Tim lo miró con una sonrisa sincera y se sentó en la mesa.

—Lo sé, sólo estábamos confundidos. La adolescencia es una mierda —dijo riendo suavemente y Conner lo acompañó.

—Seguimos siendo adolescentes, ¿sabes?

—Eso es subjetivo —bromeó Tim.

Alfred sirvió la cena y Conner fue a buscar a los Reyes del Sillón, que habían abandonado el castillo y jugaban en la alfombra. Por suerte no se negaron a sentarse en sus sillas altas y comer. Conner se puso al lado de Jon que, por tener cuatro años, necesitaba más ayuda que Damian.

—Steph me contó que conociste a alguien —dijo Conner casualmente, mirándolo con cautela.

Tim giró los ojos. Steph boca suelta, pensó con la vista fija en su plato y algo avergonzado. Conner sabía que Tim había tenido un crush con el bartender, pero esa noche en el bar cuando Jason le dio su número no lo había visto y por lo tanto asumía que no estaba enterado.

—¿A quién más se lo contó? —preguntó apoyando su cabeza en su mano en un gesto cansado.

—Sólo a mí, por lo que sé, ¿es verdad?

No tenía por qué mentirle y Conner no se lo preguntaba de mala forma o como reclamo. Una parte de él dolía por todo lo que había pasado entre ellos, más que nada porque luego de tantos años de conocerse y de tanta confianza ganada, sentía que tenían que empezar de nuevo.

—Sí —admitió con una sonrisa tímida—. Es… el bartender de Outlaws. Se llama Jason.

La boca de Conner se abrió impresionado. Quizá le sorprendía saber que Tim había conseguido el número de ese chico, más aún cuando era tan tímido y le costaba entablar conversaciones con personas que le gustaban. Conner había sido una excepción por ser su amigo.

—Y… ¿pasó algo? —preguntó inclinando su cuerpo sobre la mesa con intriga.

—Bueno… —dudó unos instantes—. Tomamos un café y estuve en su casa.

Por más que no había pasado nada, recordar esos besos calientes y húmedos le hacían hervir el rostro y la vergüenza explotaba en sus facciones. Conner pareció entender eso como una confirmación de que algo ocurrió y su boca se abrió aún más, haciendo que Tim tuviera que corregirse.

—¡No, no! No es lo que estás pensando —exclamó, aún más avergonzado y Conner lo acusó con la mirada de una forma que le daría risa si no fuera un momento tan penoso para él.

—No me queda claro —musitó Conner riendo suavemente—. Pero de todos modos me alegro Tim. Estoy contento de que encuentres a alguien y espero que él te trate bien… como yo no hice.

Su voz se hizo un susurro y Tim sonrió de lado alzando la mano para tomar la de Conner y mirarlo a los ojos.

—Ya pasó Kon —murmuró volviendo a su lugar y comiendo—. Eres mi mejor amigo y seguiremos siendo cercanos siempre.

Conner le regaló una sonrisa brillante y Tim se contagió de ese gesto. Sí, quizá entre ellos no pudo pasar nada, pero ahora, un año después, la amistad que siempre les perteneció, seguía intacta y lista para retomar con normalidad.

—Basta Dake —gritó Damian con el ceño fruncido, sintiendo que amenazaban la atención de su hermano.

Damian siempre celaba a la familia y más con Conner ahí, robándole la atención de Tim y Jon. Que niño posesivo.

—No estoy haciendo nada, enano —murmuró inclinándose a darle un beso en la cabeza del que Damian renegó.

Lo que Tim no sabía era que Damian no estaba mal por Conner, sino porque no le gustaba ese Jason y cómo hablaba Tim de él, aunque no entendiera la mitad de lo que decía.

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Se recostó en su cama con el libro de historia y pasó algunas páginas buscando lo que tenía que estudiar. Aún faltaba para ese examen, pero quería prepararse cuanto antes. Aún tenía puesto el uniforme de Gotham Academy, la camisa blanca y la corbata color vino desarmada alrededor de su cuello.

Su celular vibró al lado de su libro y Tim lo tomó porque una parte de él esperaba que fuera Jason. Sin embargo, era Steph que le pedía resúmenes de geografía y le prometía llevarlo a Outlaws con condones a manos cuando terminaran los exámenes. Se puso rojo al leerlo, pero de alguna forma no le molestaba la idea.

Se decepcionó de que no fuera Jason, hacía un par de días que no se veían, él le había dicho que tenía muchos días de trabajo nocturno seguido esa semana y que por eso era complicado verlo con su reloj biológico cambiado. Aún era temprano, pero el bar ya estaba abierto, así que Tim imaginó que estaría trabajando. Quizá podría responder algunos mensajes.

Tim: Hola Jay, ¿cómo andas? Perdón por molestar en tu trabajo, pero estoy aburrido…

Jason estaba en línea y vio el mensaje a los pocos minutos, lo que emocionó a Tim gratamente.

Jason: Hola preciosa. Acá estoy, trabajando. Hoy está bastante tranquilo por suerte.

Tim: Qué bueno, quizá puedas volver temprano y dormir más esta vez

Jason: Sí, de hecho, estaba pensando que podíamos vernos mañana. Es raro que no trabaje un viernes, pero con la semana intensa que tuve, me dieron este día libre. ¿Te gustaría que nos veamos?

¡Sí, absolutamente!

Tim: Sería genial. ¿En tu casa?

Jason: Esta vez te puedes quedar, si quieres.

Se mordió los labios, imaginando los múltiples escenarios donde eso podría terminar. Ni que hubiera muchos…

Tim: Me gustaría mucho, puedo arreglar con Dick así no me espera en la noche.

Jason: ¿Le vas a mentir a mami? qué chico rebelde.

Tim: Tengo ganas de ser un poco travieso…

Tim no tenía cómo logró decir eso, cómo se atrevió a ser tan descarado y sexy y a una parte de él, además de asustarlo, le gustó. Mucho.

Jason: Ay pastelito… no está bien lo que estás haciendo conmigo. Me gustaría ver que tan travieso te pones, porque la última vez te recuerdo todo sonrojado y entregado a mis brazos.

Tim: ¡Ey! Eso era porque me sentía abrumado… no tiene nada que ver con lo que puedo llegar a hacer si me dejas.

Jason vio su mensaje al instante, pero no respondió. Tim se quedó pegado al celular esperando y a los minutos volvió.

Jason: Perdón bebé, vino un cliente justo.

Cierto, se había olvidado que seguía en el trabajo.

Jason: Tengo muchas ganas de probarte, pastelito rico.

Dios, lo iba a matar completamente.

Tim: También quiero que me pruebes… todo.

Jason: Me encantaría estar ahí dándote besos en la boca, en el cuello, en otros lugares.

¿Esto calificaba como sexo telefónico? Tim no tenía ni idea, pero no podía dejar de sentir como el espiral de excitación se enroscaba en su estómago haciéndole sentir un poco más húmedo de lo normal.

Tim: Mi piel agradecida, arde cada vez que la tocas…

Jason: Y eso que aún no te mostré todo lo que hago con mis manos y mi boca, preciosa.

Quiero saber que tan mojado te pongo…

Apretó con fuerza el teléfono y sintió que su corazón y su cuerpo no podían con tanto, pero se recordó que al día siguiente estaría ahí mismo con él, viviendo todas esas promesas calientes que ahora se hacían.

Tim: ¿Ahora mismo? Bastante.

Jason: No me digas eso que quiero ir allá a comerte. Nunca odié tanto estar en mi trabajo.

Tim: Si fuera por mí, te dejaría todo. Siento mis pantalones de dormir húmedos.

Jason: Vas a matarme preciosa…

Mañana no te me escapas.

Tim: No quiero escaparme. Vamos a cumplir las promesas que estamos haciendo ahora.

Su corazón latía fuerte y apretó sus piernas con emoción y ansiedad, esa sensación en la boca del estómago de nervios y anticipación que lo embargaba hasta el punto de sentirse incapaz de pensar. Quería contarle a Stephanie lo que sentía, porque ella siempre sabía más de estos temas que él, pero esta experiencia, tan íntima y sentida, correspondía a sus sentimientos con respecto a Jason y era intransferible. Por más que intentara explicarlo, no podría describirle a Steph su miedo, sus nervios, su ansiedad y exaltación.

Dejó el teléfono en la mesita de luz y la incomodidad, o más bien el espiral placentero en su estómago, seguía allí. Tendría que hacer algo al respecto, sin saber que Jason tenía el mismo problema, pero detrás de la barra del bar, imposibilitado de resolverlo.

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Dick había salido de la ducha hacía unos instantes y estaba secando su cabello húmedo y brillante. El día había sido agotador. Tim se había portado bien como siempre, y Damian… hacía sus cosas como todos los días, pero ir a la reunión de padres de su jardín había sido una tortura. El rol de hermano abnegado que asistía a las reuniones a las que Bruce no podía era espantoso. Primero, porque todas las madres solteras aprovechaban para sacarle información del "soltero" más codiciado de todo Gotham City, ignorando que hablaban con su pareja.

Además, las maestras siempre tenían algún comentario sobre lo antisocial que parecía Damian y sus caras enojadas cada vez que alguien se le acercaba. ¿No podían dejar a su monstruo ser feliz solo? Él ya tenía a sus amiguitos que lo visitaban en la casa.

—¿Qué pasa Dick? —preguntó Bruce, sentado en la cama, quitándose la corbata.

Al parecer su ceño fruncido era más fuerte que su percepción de sí mismo en el espejo.

—Nada —respondió suspirando, dándose vuelta para verlo—. Estaba pensando en la reunión de padres de hoy. Es insoportable.

Se quitó la toalla de la cabeza y se acercó a la cama para sentarse al lado de Bruce.

—Esta era una de las cosas por las cuales temía enamorarme de ti, Dick —dijo suavemente, acariciándole una mejilla—. No quería condenarte a ocultar esto todo el tiempo, a que finjas que eres mi hijo adoptivo.

Dick suspiró, cansado y sin la capacidad mental al máximo para eso.

—Lo sé Bruce, y yo aún lo quise y te lo dije —intervino, para cortar el discurso de auto culpa que Bruce tenía tan fácilmente en la boca cada vez que hablaban de eso—. Sé que esto tiene que ser así o no ser nada. No me estoy quejando de eso. Prefiero ir a miles de reuniones de padres y aun así estar contigo.

Bruce sonrió, con ese gesto austero que tenía y pocas veces mostraba. Era raro verlo así, tan suelto, tan dispuesto a verse como realmente se sentía. Ser el CEO de Wayne Enterprises le había convertido el rostro en una máscara de imperturbabilidad, pero Dick estaba feliz de ser de ese uno por ciento, además de su familia, que lograba ver en sus expresiones esas muestras de que seguía siendo un ser humano y uno que amaba.

Se recostó en la cama al tiempo que una pequeña manito golpeaba la puerta y Bruce abría para ver a Damian, con su dinosaurio, ahora sin cola, en la mano.

—¿Qué pasa Dami?, ¿no puedes dormir? —preguntó suavemente Dick cuando Bruce lo guio a su cama y lo subió.

—No —murmuró con el ceño fruncido, abrazando su dinosaurio y acurrucándose contra Dick.

Bruce sonrió al verlo y se inclinó para darle un beso en la cabeza que Damian recibió contento.

—Me voy a cambiar y vengo —dijo despacio y se retiró al baño privado de su habitación.

Damian se separó de su hermano/madre/padre/todo a la vez, y lo miró atento.

—¿Qué pasa, Dami? —preguntó él, que ya vio en su expresión los indicios de un secreto.

Damian arrugó el ceño y soltó su dinosaurio enojado.

—Estoy nojado —expresó rápido y Dick le preguntó por qué—. Porque sí. Dake es un tonto.

—¿Te peleaste con Tim? —preguntó suavemente, acariciando el nacimiento de su cabello.

—¡No!, pero… —pareció dudar por un instante y luego lo miró determinado, con la expresión enojada que tanta gracia les causaba. Se veía tan tierno—. ¡Dake tiene novio!

Dick abrió los ojos sorprendido, quizá porque el enojo de Damian era muy palpable, pero también porque no se esperaba que le dijera eso. ¿Tim tenía novio?, ¿sería Conner? Esa era la pregunta del millón en esa casa desde hacía más de un año.

—Ah, ¿sí? —dijo sonriendo y Damian asintió con un gesto que le recordó mucho a Bruce—. ¿Y quién es?

El ceño fruncido de Damian se agudizó y Dick sonrió. Seguro sería Conner.

—No sé —declaró, desconcertando y luego apretó su dinosaurio—. Se llama Jeson.

¿Jeson?, ¿J-e-s-o-n?

¿Jason?

¡¿Jason?!

—¿Qué Jason? —preguntó Dick y Damian alzó sus hombros sin decir nada, quizá porque él tampoco sabía.

Su boca cayó al piso al recordar como hacía unos días Tim le había preguntado si conocía a algún Jason, el bartender de Outlaws, su antiguo amigo el orfanato que tenía más o menos su edad, aunque él era tres años más grande.

La puerta del baño se abrió y Bruce salió con su ropa para dormir. Dick decidió no decir nada por el momento y relajó sus facciones para besar el cabello de Dami y arroparlo contra él.

¿Jason Todd está saliendo con Timmy?

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Tim miró su celular con el rostro encendido. Ya era viernes y estaba guardando sus cosas en el colegio, Gotham Academy, mientras leía los mensajes que se había mandado con Jason la noche anterior. Por culpa de trasnochar hablando con él, se había muerto de sueño durante todas sus clases esa mañana.

Sin embargo, lo peor de todo no era eso, sino la terrible vergüenza que tenía al leer de nuevo esos mensajes. ¿Cómo se atrevió a tanto?, ¿por qué lo hizo? Recordaba que en su momento sintió toda clase de cosquillas en su estómago y entre sus piernas, pero ahora, con la cabeza en frío y sin el calor que lo sofocaba, se daba cuenta de lo terriblemente vergonzoso que fue hacer eso.

¿Jason pensaría así?, ¿por qué la gente quiere cometer locuras cuando está excitada?

—Tim —lo llamó una voz femenina que él identificó como Steph—. ¿Vienes?

Sus amigos estaban en la puerta y él tomó su mochila para correr junto a ellos.

—¿Hacemos algo hoy? —preguntó Bart emocionado, como siempre.

Stephanie chilló con emoción y dijo que sí, pero Tim no podía ir. De todos modos, no sería difícil negarse frente a Bart, que siempre estaba más allá de cualquier entendimiento. Su cuerpo reaccionaba más rápido que su mente. Por otro lado, Steph… podría ser una buena coartada.

—Voy a decir que me quedo en tu casa, ¿sí? —mencionó Tim cuando los demás estaban unos metros más adelante que ellos. Steph lo miró con el ceño fruncido.

—¿No le vas a contar a Dick? Esto no parece una salida así nomás, Tim. Ya lo viste un par de veces —comentó ella y rodó los ojos ante la cara de cachorrito que le puso él.

—Sabes lo dramático que se pone con todo —espetó Tim frustrado—. Se va a volver loco cuando se entere que salí con alguien mayor.

Además, está todo el tema de Jason siendo novio de Dick en el orfanato, del cual Tim aún no sabe cómo sentirse

—Voy a decirle —cedió—. Después de hoy.

Steph suspiró, pero terminó aceptando ser su coartada, Tim se puso contento y la abrazó.

—Cuídate Tim —agregó, más seria—. No estamos aquí para ser tíos a esta edad.

El rostro de Tim se puso rojo involuntariamente y negó varias veces haciendo reír a su amiga. Al final sólo quería avergonzarlo, pero sabía que detrás de eso estaba su preocupación genuina y agradecía eso.

Saludó a sus amigos, diciendo que volvería a su casa y que no podía salir esa noche, pero que el otro fin de semana podrían hacer algo. Se subió a su auto y salió manejado del estacionamiento del colegio hacia la calle de Jason. No le gustaba ostentar su poder económico, pero había sacado la licencia hacía poco y le gustaba manejar. Disfrutaba la sensación de poder concentrarse y desplazarse por el espacio por su propia cuenta.

Estacionó en la puerta del edificio de Jason y tocó el timbre.

—¿Hola? —atendió su voz ronca.

Tim sonrió, después de tantos días de trabajo, Jason merecía levantarse tarde.

—Jay —saludó sonriendo, aunque él no pudiera verlo—. Soy yo.

—Tim —murmuró bostezando—. Me quedé dormido, ahí bajo.

Aún tenía puesto su uniforme, pero Tim había llevado ropa demás para poder cambiarse y aprovechó ese momento para buscar su celular y escribirle a Dick.

Tim

Hola Dick, estoy en la casa de Steph con los chicos. Nos vamos a quedar a comer y a la tarde vamos a salir a una cafetería probablemente. Me quedo a dormir en su casa, ¿te molesta?

Como siempre, PsychoDick respondió al instante.

Dick

¿Por qué no me avisaste antes, Tim?

Bueno, escríbeme cuando estés volviendo.

Ay, dios, su instinto de protección era demasiado fuerte. Menos mal que a Damian le gustaba rodearse de atención. Mientras le respondía rápidamente que sí, Jason había bajado y lo esperaba en la puerta.

—Hola pastelito —mencionó con el rostro adormilado.

Tim se mordió el labio, porque no estaba preparado para ver a Jason así, tan brutalmente recién levantado, con unos pantalones de algodón color gris y una camiseta mangas largas negra. Su pelo revuelto y el flequillo blanco torcido.

Se paró de puntillas y peinó el cabello rebelde con cuidado. Jason tenía una sonrisa, aún medio dormida, pero muy bella.

—¿Descansaste? —preguntó ladeando el rostro y pasó a su lado para entrar al edificio.

Jason lo llevó hasta el ascensor.

—Sí, anoche volví algo tarde del trabajo, pero me permití dormir todo lo que quisiera.

De repente, el recuerdo de la noche anterior golpeó a Tim, los mensajes sexys y el hecho de que había tenido que actuar sobre su propio cuerpo para calmarse. Se puso rojo sin notarlo.

—¿Qué pasa? —preguntó Jason divertido y Tim lo miró algo cohibido. Él pareció deducirlo y rió suavemente—. No te pongas nervioso, no voy a comerte. A menos que quieras, claro.

El cuerpo de Tim sufrió un escalofrío y Jason se rió bajando del ascensor para abrir su puerta. El primer aroma que los recibió fue de café recién hecho, lo que atrajo la atención de Tim directamente.

—Ya te doy uno, pastelito —mencionó Jason, dejando las llaves en la mesada de la cocina.

Sirvió en dos tazas y le pasó una a Tim, que lo tomó aferrando sus manos y alzándose un poco para darle un beso. Jason sonrió contra sus labios.

—Hola preciosa —murmuró y Tim creyó que esta vez, de verdad, iba a derretirse.

Se alejó sonriendo con las mejillas encendidas y Jason imitó su gesto, sentándose en la barra de su cocina.

—Quería decirte algo —comentó Tim, suspirando ante el gusto del café en su paladar—. Acerca de los mensajes de anoche…

—Tim, no pasa nada —Jason lo intervino con un gesto despreocupado—. Me imagino que nunca lo has hecho con nadie y tampoco fue algo a lo que darle mucha importancia. Nos escribimos esas cosas porque estábamos calientes y luego resolvimos el problema. No significa que vaya a suceder. No a menos que tú quieras.

El suspiro que salió de la boca de Tim, seguido de su sonrisa, demostraba lo mucho que le gustaba Jason, lo especial y respetuoso que se mostraba siempre con su cuerpo y sus decisiones. La forma de cuidarlo y preguntarle qué quería. Si bien no sabía muchas cosas, ni había tenido verdaderas relacione antes, encontrar personas así no parecía ser fácil.

—Quiero hacerlo —aseguró tomando un sorbo de su café—. Sólo… me dio un poco de vergüenza hoy leerlos. Pero me gustó.

Jason rió suavemente y miró la hora en su celular.

—¿Qué te parece si pedimos algo de comer? Estoy muy cansado como para cocinar —sugirió revisando números de deliverys.

Tim estuvo de acuerdo. No sería justo que Jason le cocinara siempre y estaba bien respetar que habría días donde se sentiría sin ganas.

—¿Pizza? —sugirió y Jason asintió presionando un número para pedir una.

Se terminó su café y lavó su taza con la de Jason que había quedado vacía en la barra. Cuando se dio la vuelta, unos brazos fuertes lo envolvieron en un abrazo y Tim se dejó sostener, recargando su cuerpo contra el de Jason y disfrutando su aroma. Era algo increíble que, a pesar de trabajar en un bar, el olor de su cuerpo distaba mucho de una noche de baile, alcohol y cigarrillos.

Cuando se separaron, Tim eligió tirarse en el sillón, esperando que Jason fuera a acompañarlo. La pizza llegaría en veinte minutos, el tiempo suficiente para una ronda de besos.

—Eres hermoso, Tim —murmuró acariciando su rostro con los pulgares e inclinándose para besarlo.

Tim se recostó contra el sillón y suspiró, contento. Embriagado de esa felicidad que le provocaba Jason.

—Tú también, Jay —agregó suavemente—. Me gusta cómo eres, tu forma de ser.

—Solo soy un chico común y trabajador —bromeó riendo—. Tú eres el pastelito suave que endulza mi boca.

Giró los ojos, pero no pudo evitar que una risa tonta saliera de sus labios.

—Quién iba a pensar que nosotros dos, con vidas tan diferentes…

—Eso no es tan así, Tim —intervino Jason recostándose contra el sillón y mirándolo de costado—. Quizá tú viviste rodeado de lujos y yo en una casa mucho más modesta, pero… creo que los dos vivimos situaciones suficientemente duras como para empatizar con el otro, ¿no?

—Quizá sea verdad —reflexionó Tim, desviado el rostro al techo de la casa—. Quizá tenemos una sensibilidad parecida.

Sí. Ésa era una buena palabra. Una que describía algo que se ligaba a lo femenino y que Tim había rechazado durante algún tiempo, pensando que tenía que buscar una masculinidad que lo mostrara como un hombre de verdad. Y sin embargo aprendió a abrazar su sensibilidad y reconocer que ésta no tenía nada que ver con el sentir sobre su género.

Y ahí estaba Jason; el chico rudo, el bartender de Outlaws, el muchacho criado en un orfanato que muchas veces peleó por su integridad física, entregándole su propia sensibilidad y demostrándole las infinitas formas que existen de ser hombre.

—Pienso igual —murmuró Jason, acercándose a besarlo nuevamente

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Cuando se separaron, el timbre del departamento sonó. La pizza había llegado.

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Comieron en la barra de la cocina y Tim le había insistido a Jason para tomar algo de cerveza. De alguna forma le gustaba beber un poco cuando estaba con él, por más de que en el día a día casi no tomara alcohol. Jason se había negado, pero ante su insistencia, terminó sirviendo un vaso grande para los dos y eso fue suficiente para él.

Las cosas quedaron allí, tanto el vaso como la caja de la pizza, porque cuando Tim hizo un ademán de querer limpiar todo Jason lo tomó entre sus brazos y lo arrastró hacia atrás.

—Déjalo, no pasará nada porque no se lave un vaso —había dicho con una sonrisa, atrapando su cintura y aplastando su cuerpo contra el de Tim.

Y por eso aún seguían sobre la mesada. El vaso vacío, con la marca de la espuma en los bordes y la caja con los carozos de aceituna. Ellos habían abandonado la cocina hacía rato, mientras el sol de la tarde estaba en su máximo esplendor, iluminando todo el departamento de Jason, pero más que nada el entretecho donde yacía su cama, y donde estaban ellos.

Tim estaba acostado sobre su espalda, con la cabeza apoyada entre dos almohadas, casi hundiéndose entre ellas. Jason se reía en su cuello, presionando su cuerpo sobre el de Tim. Él también quería reírse, pero Jason le estaba dando escalofríos con sus besos y le costaba emitir un sonido sin que se transformara en un jadeo entrecortado.

—No puedo creer que tengas cosquillas en el cuello —murmuró Jason, su boca pegada a su piel aún.

—¡Todo el mundo tiene cosquillas en el cuello, Jason! —gritó para defenderse, pero no sirvió de mucho porque sintió unos dientes morder su carne con suavidad y una lengua cálida acariciando esa zona. El jadeo fue incontrolable.

—¿Te gustó? —preguntó y Tim gritó los ojos.

—¿Tengo que responder a eso?

Jason le sonrió con un gesto divertido y siguió explorando ese cuello, blanco y suave, mientras una de sus manos sostenía la cadera de Tim contra la cama, acariciándola con el pulgar.

Tim decidió poner en marcha sus pocos conocimientos sobre contacto corporal y abrazó la espalda de Jason para acariciarla perezosamente, tirando un poco de la camiseta hacia arriba, pero sin pedirle, aún, que se la quitara. Cuando Jason se incorporó para verlo a los ojos y cerró la distancia entre sus labios, Tim se aferró a su espalda y respondió ese beso, profundo e íntimo.

Le gustaba el sabor de los labios de Jason. Era algo extraño, porque unos labios no tienen sabor en realidad, pero sus besos siempre estaban tamizados con leve sabor a café, cosa que volvía loco a Tim.

—¿Te vas a quedar a dormir? —preguntó separándose.

Tim asintió y alzó su rostro de nuevo para capturar otro beso. No quería que esos labios estuvieran fuera de su boca en ningún momento, o fuera de su piel, no importa donde sea que estuvieran.

Tim le demostró las ganas que tenía de estar juntos, de sentirlo, pero de todos modos Jason se separó para mirarlo con cuidado.

—¿Quieres esto, Tim? —preguntó, sin apodos, sin coqueteos ni ronroneos.

Tim no dudó.

—Por supuesto que sí, Jay —aseguró, aferrándose a la camiseta de Jason para quitarla—. ¿Tú?

—Diablos, sí —Jason rió besando su mandíbula, y se acomodó mejor en la cama, posicionándose sobre Tim—. Cualquier cosa, sólo dime.

Tim se incorporó sobre sus codos y lo miró con la expresión divertida.

—No eres la primera persona con la que hago esto, sabes…

El rostro de Jason cayó en una mueca sorprendente y Tim se mordió el labio para evitar reírse de él.

—¿Con quién? —preguntó aún sorprendido.

—Un amigo, el año pasado —respondió, viendo como los engranajes de su cabeza se ponían a funcionar.

—¿Es el grandote que va con ustedes al bar?

Tim asintió, riéndose.

—Pero…

—Sólo fue una vez, y fue la única de mi vida —le contó—. En otro momento te puedo contar eso, pero ahora... ¿no creer que tenemos algo más urgente que hacer?

Jason sacudió su cabeza, despertándose de la sorpresa. A Tim le causó gracia que haya sacado la conclusión de que nunca había tenido sexo, pero le pareció linda la decepción que vio en sus ojos. Le dio un beso una de sus mejillas y Jason le dedicó un gesto suave.

—Tienes razón pastelito, quedamos en que iba a probarte hoy —ronroneó en sus labios.

Las manos de Jason vagaron por la cintura de Tim y lo acomodaron mejor debajo suyo. El suéter de Gotham Academy estaba arrugado y torcido, pero no le importó demasiado. Jason aún no se había quitado su camiseta y Tim casi se la arrancó a tirones por sobre su cabeza.

—Qué impaciente —murmuró sobre su cuello, mordiendo y lamiendo esa piel con menos delicadeza que antes. La camiseta quedó olvidada a un costado de su cama.

Tim se arqueó, entregándole más espacio para besar y Jason lo aprovechó con muchas ansias. Un gemido escapó de sus labios cuando una succión particularmente fuerte le quitó el aire. Eso probablemente sería una marca que tendría que esconder de PsychoDick si quería seguir viviendo.

Jason se separó para quitarle el suéter del colegio a Tim. Debajo tenía una camisa que tuvo la intención de arrancar, pero los dedos de Tim se unieron a él para desabrochar los botones. Era la primera vez que le mostraría a alguien, además de Conner a quién conocía hacía mucho, su pecho. Cuando lograron abrir la camisa, Jason se quedó observando el sostén deportivo que sujetaba su pecho.

Y Tim se mordió los labios, nervioso y excitado por partes iguales, porque adoraba cada segundo de eso, pero al mismo tiempo sentía vergüenza de revelar un cuerpo que no coincidía con los cánones de belleza. Pero el rostro de Jason parecía alucinado con él y le dio la confianza necesaria para seguir. Acarició su cabello algo despeinado y su mechón blanco mientras lo veía observarlo.

Estaba a punto de hablar porque Jason no hacía nada, pero al final sí lo hizo. Se inclinó sobre su cuerpo y atrapó uno de sus pezones que sobresalía del sostén y Tim abrió la boca, sin saber bien qué hacer con ella. Un gemido se le escapó al sentir como se empapaba la tela de su ropa por la boca de Jason y al mismo tiempo como se endurecían ambos pezones.

—Jay —jadeó, acariciando su cabello y enterrando las uñas en él.

Inconscientemente arqueó la cadera contra la de Jason y se mordió los labios con un gemido estrangulado cuando lo sintió. Abrió más las piernas al instante y alzó la cadera, satisfecho del gruñido que emitió Jason. Sus manos seguían perdidas en su cabello, retirándolo de su rostro para que no le molestara. Un impulso de ponerle una hebilla para mantener ese flequillo blanco nació de su interior y se rió suavemente.

—¿Qué pasa? —preguntó Jason mirándolo desde su pecho. Tim negó con una sonrisa.

—Nada, sólo pensaba en lo lindo que te verías con una hebilla en el pelo —confesó sin reprimir su risa ante la mirada desconcertada de Jason.

Tim aferró sus manos a su sostén y lo subió por su cuerpo, quitándoselo. Su pechos, chicos y más redondeados que los de un hombre, se erguían frente a los ojos atentos de Jason, que lo miraba con hambre y deseo.

—¿Qué… piensas? —preguntó Tim en un susurro, mordiéndose los labios.

Jason volvió la vista hacia él y se inclinó a besarlo. Tim recibió sus labios con gusto, frotando su cuerpo contra el de ese joven tan apuesto. No pudo evitar gemir en cuanto su pecho se rozó contra el de Jason, ambos desnudos. La fricción sin ropa le arrancó sonidos que ya se había oído expeler, pero que le daban un poco de vergüenza.

—Pienso que… —susurró Jason en su oído, dándole un escalofrío de placer—, eres un pastelito precioso.

Tim rió, y su cuerpo se pegó al de Jason cuando sus manos delinearon su cadera y su cintura para acomodarlo mejor contra él. Gimió débilmente cuando la nueva posición lo hizo sentir aún más entre sus piernas a Jason. Alzó la cadera para encontrarse con él y comenzaron un lento vaivén en el que se embestían suavemente.

Cuando Tim arqueó su espalda jadeando, Jason volvió a ocupar su boca en sus pechos, rodeando su pezón con la lengua y tirando levemente de él. Tim se estremeció, abrazando su cadera con las piernas para impulsarse aún más contra él. Jason se sentía… grande y duro, y las cosquillas de excitación estaban extendiéndose por sus muslos, su estómago, su vientre, todo él.

—Ay Jay —jadeó impulsando su cadera aún más. La boca de ese chico lo estaba volviendo loco en sus sensibles pezones, delineándolos con la lengua y succionando hasta dejar alguna marca roja en el borde de uno de sus pechos.

Tim no pudo soportar mucho tiempo y se separó de Jason, alejándolo con una mano para incorporarse y ser él quien estuviera arriba. La expresión de sorpresa de su compañero lo hizo reír y se inclinó para besar sus labios como modo de compensarlo. Sin embargo, pronto se transformó en un gemido cuando sus piernas se ubicaron a horcajadas de Jason, sobre sus muslos. Al mover la cadera sobre su erección, al sentirla ahí, dura, grande y aún vestida, se arqueó, exponiendo su pecho para que Jason lo tocara rápidamente.

Tim quería seguir así, pero Jason no pareció conforme con estar acostado sin hacer nada. Se incorporó, sosteniendo el cuerpo pequeño de Tim contra él y apoyando su propia espalda en el respaldo de la cama.

—Quiero que te muevas así de nuevo —susurró en su oído—. Pero sin ropa.

Tim se estremeció, recordando que aún tenían puesto pantalones. Se separó de Jason sólo para desprenderse con desesperación su pantalón de gimnasia del colegio, exhibiendo su ropa interior, una que mandaba a diseñar exclusivamente para él. Eran unos bóxer grandes que lo agarraban bien, ajustaban sus muslos, sus glúteos y no le hacían un bulto innecesario en su entrepierna, que él no necesitaba porque bueno… no tenía nada con qué llenarlo.

Iba a darse vuelta esperando ver a Jason desnudo, finalmente, pero antes de que pudiera hacerlo, sus brazos lo rodearon por la espalda y bajaron hasta enganchar el elástico de su ropa interior.

—Te queda muy bonita —mencionó en su oído y Tim sonrió—. Pero creo que no lo necesitamos ahora.

Un jadeo nervioso salió de sus labios cuando lo desnudó, dejando a la vista su cuerpo, fuente de inseguridades de la mayoría de las personas, pero que para Tim configuraba la usina de su identidad, elegida y sostenida desde que decidió vivir como Timothy Drake.

—Eres hermoso, preciosa —agregó Jason y Tim desplazó sus brazos hacia atrás para acariciar su cabello.

—¿Te quitaste todo? —preguntó, con cierto temblor en su voz.

Jason presionó se presionó contra su espalda, haciéndole sentir su desnudez en su propio cuerpo y ganándose un gemido agudo. Tim tomó valentía y se dio vuelta para enfrentarlo.

Dios.

Jason era hermoso. Desnudo y vestido, pero desnudo era simplemente perfecto. Y grande.

Dios mío, es muy…

Internamente recordó que Conner también era grande y que él había podido tomarlo con naturalidad.

Es un músculo elástico Tim. Por ahí salen bebés.

Ok. No es momento de pensar en eso.

Se inclinó sobre Jason, volviendo a la posición anterior, a horcajadas. Se sostuvo de sus hombros con la mayor firmeza que pudo y se sentó sobre su erección.

Oh. Dios. Mío.

Con la ropa había sido muy satisfactorio, pero sin ella… el calor, la humedad, los latidos y palpitaciones, los tamaños y texturas se sentían directamente piel con piel. Tim gimió lastimeramente, aferrándose a Jason, y movió su cadera hacia adelante y atrás, mordiendo sus labios con fuerza y arqueando su espalda.

—Wow —jadeó Jason, mirando directamente entre sus piernas.

Tim se dio cuenta de que para él debería ser raro ver a un chico con una vagina en lugar de un pene y que seguramente sentiría curiosidad por saber más.

—Es… igual que la de una chica —murmuró con un jadeo suave.

Jason hizo un ademán de tocarlo ahí, pero lo miró primero, pidiendo su autorización. Tim sonrió asintiendo y cerró los ojos con fuerza cuando la mano cálida lo frotó suavemente, abriendo sus labios con cuidado para verlo bien.

—Ay, Dios, Tim —ronroneó, con la voz tan oscura que Tim abrió los ojos de inmediato—. Tan hermoso.

Las manos de Jason volvieron a recorrer su espalda, acariciando sus omóplatos, y recorriendo toda su extensión hasta llegar a sus pezones, donde hizo círculos tranquilos. Tim temblaba sobre él, sintiéndose cada vez más húmedo, más necesitado.

Chilló cuando Jason lo tomó por la cintura y lo acercó a su boca para besarlo. Fue un beso intenso, como ése que le había dado en el sillón la última vez que había estado ahí. Devorador, hambriento, profundo. Y Tim se derritió, sabiendo que ya no había nada que hacer para evitar convertirse en agua, no cuando sus piernas demostraban lo húmedo que estaba.

—Dios, estás tan mojado —susurró Jason en su boca. Tim respondió con varios jadeos cortos y entrecortados.

La presión de las manos de Jason en su cadera marcó un ritmo que lo hizo delirar, frotándose en su erección hasta que su cuerpo se arqueara y se tuviera que sostener de la cama para mantener el equilibrio.

—Ay Jay, quiero… —susurró, pero se mordió los labios.

Jason se inclinó para besar todo su rostro mientras seguía manteniendo ese vaivén desquiciante.

—¿Qué quieres, bebé? —preguntó, con la voz ronca, oscura.

—A ti —pidió, con el tono algo desesperado.

Diablos, sí. Lo quería a él, lo quería de verdad. De todas las formas posibles.

Jason se separó de su cuerpo, depositándolo suavemente sobre la cama. Tim lo vio estirarse hasta la mesita de luz y sacar de allí un paquete. Un condón.

—Había pensado que quizá necesitábamos lubricante —comentó mientras intentaba abrir el paquete—. Qué ingenuo.

Tim se sonrojó, porque era verdad. El lubricante sería totalmente innecesario cuando sus piernas eran tan débiles y él se sentía tan húmedo. Pero la idea de que Jason haya pensado en eso sólo podía responder a que dedujo que sería su primera vez y que estaría nervioso, y eso lo hacía muy tierno.

Se inclinó cerca de Jason, besando sus labios y sentándose en sus piernas, decidido a hacerlo de ese modo. Recibió una mirada sorprendida que sólo pudo responder con una sonrisa suave. Le gustó ver cómo se ponía el condón y Jason se rió de su mirada hambrienta.

—Ey, deja de burlarte —exclamó sonriendo. Jason pasó una mano por su cuello y lo trajo contra él para darle un beso que callara sus quejas.

Tim se incorporó lo suficiente para poder maniobrar su mano. Se aferró a la erección de Jason y la tocó un poco, deslizándose sobre el condón y disfrutando la sensación de sus latidos, aunque tuviera ese latex. Jason lo sostuvo de sus caderas mientras Tim lo alineaba a su entrada y se deslizó sobre él, exhalando un quejido tembloroso al sentir la intromisión.

Jason gruñó apretando la piel de Tim con algo de fuerza que le dejaría alguna que otra marca al otro día. Su espalda se arqueó contra el pecho de Jason y se quedó quieto, temblando en sus brazos cuando estuvo todo dentro suyo.

—Dios, pastelito —ronroneó Jason, avasallado por la situación—. Eres demasiado caliente para mi salud mental.

Tim se veía completamente extasiado. Sus labios rojos por besarse tanto, sus ojos dilatados, su boca entreabierta, sus extremidades temblando. Jason tampoco era ajeno a esa sensación. Ambos sentían un remolino de deseo, y sensaciones muy movilizantes al estar unidos de esa forma.

—Tan malditamente húmedo —susurró, ganándose un gemido de Tim cuando comenzó a mover sus manos para que iniciara la fricción.

Tim movió su cadera adelante y atrás, y sus piernas y rodillas le permitían flexionarse arriba y abajo. Dios, eso era tan delicioso, tan íntimo, tan perfecto. Compartir el cuerpo con otra persona era una sensación maravillosa, porque implicaba una absoluta confianza en el otro, una entrega destinada a buscar el placer mutuo, pero por sobre todo, una íntima conexión entre dos personas.

—Ay, Dios, Jay —jadeó Tim aferrándose a su cuello.

Su interior palpitaba, recibiendo a Jason con la suavidad, la calidez y la humedad características de la excitación desmedida. Sus jadeos comenzaron a convertirse en exhalaciones cortas, temblorosas y agudas. Y Jason se acercó a su oído, besando su mandíbula, y acariciando uno de sus pezones.

—La próxima vez que hagamos esto —ronroneó con dificultad—, quiero poner mi boca en sobre tupastelito rosado para probarte yo mismo.

Tim casi gritó, entre asombrado y excitado y escondió el rostro en su cuello, tan sólo imaginando esa sensación: esa lengua caliente, suave y húmeda sobre su zona más sensible, sobre el lugar que lo hacía morderse los labios en silencio o gemir desesperado si estaba solo.

La imagen lo envió por el borde, seguro de perderlo todo en ese momento. Se abrazó a Jason, escondiendo su rostro en su cuello, y apretó su interior con fuerza para hacer que él también se sintiera cerca. Logró hacerlo jadear y gruñir, y se separó de él para mirarlo con una sonrisa satisfecha. Sus piernas dolían y sus músculos estaban resentidos, cosa que Jason pareció entender al instante.

Sus manos se aferraron a la pequeña cintura de Tim y lo dio vuelta para dejarlo sobre su espalda, sus piernas abiertas de par en par. Jason se inclinó para besarlo y mordió su labio inferior.

—Tócate, Tim —pidió, desesperado, evidentemente cerca de terminar—. Tócate para mí, pero más que nada… tócate por ti.

Su cuerpo se sacudió. Jason no podía tocarlo porque el ángulo era molesto. Sus brazos estaban aferrados a la cama para sostenerlos. Pero quería verlo disfrutar, quería que se tocara por él, por su propio placer y disfrute, más que por cumplirle una fantasía a otro. Esa actitud suya le encantaba, le derretía, lo volvía una gelatina blandita.

Y cuando su mano diestra bajó hacia su intimidad y masajeó su clítoris, Tim se arqueó, atrapando a Jason dentro de él en contracciones que no lo dejaron seguir más. Su boca quedó abierta perfectamente en una "o" y sus gemidos, tan excitantes y bellos, bañaron el cuerpo de Jason que no pudo seguir resistiendo luego de esa increíble visión.

Ambos respiraron entrecortadamente. El rostro de Jason escondido en su cuello, la mano de Tim aun acariciándose suavemente, disfrutando de las pequeñas descargas que le regalaba la sensación post-orgásmica. Cuando se separaron, Jason salió de Tim y se quitó el condón haciéndole un nudo.

—¿Estuvo bien? —preguntó Tim, sintiéndose adormecido y queriendo acurrucarse entre las mantas.

Jason se acomodó a su lado, sobre su hombro y lo miró con una sonrisa.

—¿Si estuvo bien? Dios, Tim. Eso fue probablemente el mejor sexo que tuve.

Tim abrió los ojos sorprendido. Lo miró con cautela, esperando la broma, pero Jason parecía decirlo muy en serio.

—No puedo creer que mi segunda vez, fuera tu mejor vez —bromeó, volviendo a recostarse.

Jason se inclinó para besar su mejilla y se acostó frente a él, pasando un brazo sobre su cintura. Tim se acercó un poco más, disfrutando la sensación del mentón de Jason sobre su cabeza.

—Quizá tampoco he tenido tantas veces, Tim —murmuró despacio.

—Já. Sí, claro.

Jason rió y el sonido grave, ronroneando en su pecho, atravesó el oído de Tim que estaba tan cerca de esa caja de resonancia.

—Es verdad —aseguró—. Y aunque no lo fuera, aún seguirías siendo la mejor vez.

Tim giró los ojos, pero se apegó más a él. Su cuerpo caliente y desnudo estaba tan suave, que le gustó mucho la sensación contra su piel y las mantas acariciándolos.

—Duerme, pastelito —susurró Jason, acariciando su espalda—. Mañana habrá mucho café matutino para levantarte.

Y sexo matutino. Pensó Tim, pero no lo dijo, porque sabía que también estaba en los pensamientos de Jason. Cerró los ojos disfrutando como había salido toda esa noche, de lo respetuoso y amable que había sido Jason y de lo placentero y agradable que le había resultado cumplir todas esas promesas.

—Que descanses Jay —dijo Tim, antes de entrar en el mundo de los sueños, el que afortunadamente no era en el que estaba.

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Tim cargó su mochila al hombro y cerró su auto. Si sus cálculos habían sido correctos, Damian y Dick estarían en casa de Clark Kent y Bruce, trabajando antes de salir hacia allí. Nadie estaría en la Mansión Wayne por unas horas y él podría escabullirse en la casa y decir que había llegado más temprano.

Un alivio para evitar dar explicaciones de por qué se tardó tanto el volver. La historia que se había inventado era bastante buena.

Nos acostamos tarde porque salimos a tomar algo a un bar. Y después nos quedamos charlando en la habitación de Stephanie, y jugamos muchos juegos. Cuando nos levantamos hoy era bastante tarde, así que sólo comimos y nos quedamos en la casa hasta que cada uno volvió a la suya.

Mientras repasaba su historia, atravesó el jardín y pensaba algunas excusas para sobornar a Alfred. Era obvio que el viejo mayordomo estaría ahí esperándolo y que sabría bien que en realidad volvió más tarde de lo que él diría.

Abrió la puerta con cautela y encendió la luz de la entrada. Estaba todo apagado, así que confirmó su teoría de que no había nadie excepto Alfred. Dejó su mochila en el perchero y caminó hasta la sala de estar, dispuesto a buscarse algo para tomar en la cocina.

La luz de la sala se encendió sin que él tocara nada.

—Qué bueno que volviste Timmy —dijo una voz a sus espaldas.

Tim volvió a la vista hacia Dick, sentado en un sillón individual con las piernas y los brazos cruzados. Su ceño no era particularmente agradable.

—¿Dick? —preguntó suavemente.

Su hermano lo miró con los ojos entrecerrados y Tim tembló por un segundo.

—Creo que tenemos que hablar —murmuró Dick, suavizando el ceño.

Oh, Dios. Creo que subestimé que tan Psycho podría ser PsychoDick.