Capitulo 3.

Disclaimer: Love Live! Pertenece a su creadora Sakurako Kimino y a ASCII media works junto con Sunrise.

NdelA: ¡Feliz Cumpleaños Tenshi Everdeen! Mijita, retrasadas pero llegamos. Ya sé que parece que solo publicamos cuando hay cumpleaños xD pero es lo único que anima a mi querida esposa a editar, así que hay que aprovechar esos ataques de inspiración y buena voluntad. Te enviamos un mega Hagu ~.

PD. Este es el último capítulo de la historia, restando tan solo el epílogo. Espero podamos publicarlo ya prontito y apuraré las cosas para publicar en este año, aunque sea un capítulo más de OMS. Mantengamos los dedos cruzados para que Mag Max no me mande al cuerno con tantas ediciones pendientes. Eleven una plegaria por mi (?) XD


—Estaba pensando si te gustaría…

Al entrar a la habitación Dia se detuvo de golpe al ver el lugar vacío, no estaba Hanamaru a la vista y supo de inmediato que algo no estaba bien. Se sintió nerviosa y ansiosa en extremo y agudizó la vista para notar algo extraño y lo primero que llamó su atención fue el libro abierto sobre su escritorio y la carta sobre él.

Un sudor frío recorrió su espalda. No tuvo que acercarse para saber qué era lo que había pasado pues ya se había hecho mil historias en su mente.

Buscó algún rastro de Hanamaru en la habitación pero no había nada y entonces supo que ese ruido que había escuchado mientras se vestía en el baño, era de hecho la puerta siendo cerrada por Maru.

El pánico se apoderó de ella como un rayo. Tenía que buscar a Hanamaru donde quiera que se hubiera metido. Trató de pensar frío y calmarse, no había forma que saliera del edificio si nadie le abría la puerta de abajo, ¿cierto? Tal vez si tenía suerte, ella aún estaría ahí y podrían hablar de ello. Necesitaba explicarle, ahora se sentía arrepentida de no haberlo hecho antes cuando tuvo oportunidad. Cualquier cosa que Maru estuviera pensando para irse de esa manera, no estaba bien y ella tenía que arreglarlo.

Escuchó que la puerta de la entrada se abrió y de inmediato salió corriendo de la habitación pues pensó que era Maru volviendo al no poder salir del edificio, pero para su mala suerte, su alma se fue al suelo cuando la cabellera rubia de Mari apareció en su campo de visión en lugar de la castaña.

—¡Diachii! —la llamó desde la entrada saludando sin tener mucha idea de que estaba pasando en su departamento—. ¿Qué sucedió? Acabo de encontrar a la niña del café, Kunikida-san, allá abajo…

—¡¿Dónde está?! ¡¿Le abriste la puerta?! —inquirió Dia bombardeandola con preguntas toda preocupada y desesperada, pero Mari no le decía absolutamente nada—. ¡Tengo que alcanzarla!

No se detuvo a esperar la respuesta de Mari pues al ver la cara de confusión de su amiga supo que no entendía nada de lo que estaba pasando. Maru se había ido en medio de la tormenta sin importarle nada más.

—Pues… si, ella se veía muy mal y no la pude detener sweetheart —dijo antes de que Dia se colocó los zapatos a prisa y salió corriendo a toda velocidad para tratar de alcanzar a Maru.

Con la tormenta desatada, Dia confiaba que Maru no pudiera ir muy lejos. La alcanzaría y la traería de regreso a casa, para que aclararan las cosas entre ellas.

No se esperó a tomar el elevador, necesitaba correr lo más rápido que sus piernas le permitieran y sin pensarlo mucho, tomó las escaleras. Cuando llegó al lobby del edificio, apenas con el aliento suficiente, tecleó rápidamente con desesperación la contraseña en el monitor para que la puerta fuera abierta.

Había pensado que Maru iría a la estación más cercana, que estaba solo a un par de cuadras de distancia, pero a esa hora y con todo oscuro, temía que la chica se hubiera perdido. Lo cual era muy probable siendo Maru tan mala para ubicarse.

Caminó lo más rápido que pudo en dirección de la estación, y casi pasó de largo la parada de autobuses pero un oportuno rayo iluminó la calle y pudo ver a Hanamaru, sentada bajo la pequeña parada, tratando de no mojarse y luchando con su celular. No se le veía nada bien.

Dia corrió hasta ese lugar casi resbalando en el pavimento, pero afortunadamente no lo hizo aunque sí llamó la atención de la chica que volteo a verle.

—¡Hanamaru! ¡Hanamaru-san!

Tan pronto como Maru se percató de quién era, se levantó como si tuviera un resorte y tomó sus cosas para comenzar a caminar hacia el sentido contrario de donde Dia corría.

—¡Espera! ¡Espera por favor! —le suplicó Dia, alcanzandola y deteniendola del brazo—. Déjame explicarte.

Maru no reaccionó ni la apartó, simplemente se quedó detenida mientras Dia sostenía su brazo.

—¿Qué quieres explicar? —habló finalmente Maru después de algunos segundos, su voz sonaba dura y muy dolida, Dia trato de hablar pero las palabras no salieron de su boca quedándose atoradas en su garganta—. ¿Quieres explicar qué te has estado burlando de mí todo este tiempo? ¿Qué no fui más que un juego para la gran escritora? ¿Una diversión? ¿Querías ver hasta dónde podías engañar a la tonta fanática que ama tu trabajo?

Un rayo iluminó nuevamente la calle, seguido por un fuerte estruendo producto de los truenos que estaban a la distancia. Dia se mojó los labios.

—No… no es así, no fue así Maru-san…

—¿Acaso me vas a decir que no sabías quién era yo? ¿Qué no sabías que yo era la estupida que te buscó por cielo, mar y tierra cuando desapareciste? —Maru bufó de coraje deshaciendo el agarre—. Ni siquiera sé con quién estoy hablando ahora, no sé quién eres.

Dia busco tomar la mano de la chica y la levantó colocándola en su pecho.

—Soy Dia, la misma con la que has estado carteandote todo este tiempo, la misma que ha estado hablandote todos estos días, la misma con la que hace unas horas estabas riendo y con la que dijiste que te gustaba estar, soy la misma persona, nada ha cambiado —la voz de Dia temblaba a causa de los nervios y el frío que había comenzado a sentir por la lluvia y la mirada de Hanamaru hacía que su corazón se encogiera todavía más, no podía dejarla ir sin que aclaran las cosas.

Maru retiró su mano, no con enojo, más bien con decepción, y desvió la mirada dejando que un silencio se hiciera entre ellas. Este silencio sólo fue roto por el sonido del agua estrellándose contra la calle en el fondo y los truenos de los rayos en el suelo que sonaban ocasionalmente.

—No es así... no se siente bien, yo no sé lo que siento, pero —tragó pesado—, no puedo estar aquí, necesito pensar, mi mente es un caos en este momento.

—No te vayas por favor... hablemos, sé que si me escuchas podrás entender mis razones —suplicó intentando acercarse solo que se arrepintió cuando Maru se giró a verla.

—Lo siento, pero en este momento no puedo, yo… me iré a casa zura~ —dió un paso atrás.

El corazón de Dia dió un vuelco al escuchar esas palabras, sabía que si Maru se iba, no había marcha atrás y ella no se iba a perdonar no haber hecho todo lo posible por arreglar las cosas en ese momento.

Haciendo acopio de toda su determinación, Dia tomó a Maru de los hombros por sorpresa y se acercó para unir sus labios con los de ella. Su corazón martilleaba más rápido que nunca, los labios de Maru no eran cálidos, aunque eran muy suaves pero era una suavidad helada, fría, algo indescifrable. El sabor y la sensación del beso no era para nada como lo esperaba o había imaginado siquiera. Maru simplemente se quedó rígida, una estatua de hielo, ante el contacto y después pudo sentir un empujón que la separó con fuerza de ella.

—¡No! ¡No hagas eso zura~! —la voz de Maru se quebró y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas—. Estoy confundida, no sé qué sentir, no sé quien eres y ni siquiera sé cómo comportarme, sólo quiero que me dejes pensar, y esto no me está ayudando.

—Pero es que... Maru-san, necesitamos hablar… —nuevamente trató de acercarse pero esta vez Maru la rechazó tajante.

—¡No, ahora no! Estoy tan molesta y dolida que no quisiera decir algo de lo que me arrepintiera después… Sólo déjame ir a casa, quiero estar sola.

—Pero…

—No fuerces las cosas, por favor. Dame tiempo.

Por mucho que le doliera, lo que Maru estaba diciendo tenía sentido. Si forzaba más la situación podía echarlo todo a perder, y si Maru pedía tiempo, era porque, tal vez no todo estaba perdido, había aún un rayo de esperanza al final de todo el caos que había desatado por sus tonterías.

—Esta bien, tienes razón, si necesitas tiempo para aclararte, lo entiendo —las palabras le supieron a hiel y no hizo nada por disimularlo—. Sólo te pido que cuando lo pienses mejor y estés lista, me permitas explicarte todo. No es como estás pensando, yo nunca quise engañarte ni abusar de tu confianza, fue sólo que… —suspiró— soy una cobarde, sólo eso.

Maru titubeó un momento debatiéndose entre darle la oportunidad de escucharla o simplemente irse a casa sin oír más explicaciones. En ese momento se sentía con la mente nublada, no lograba identificar sus sentimientos entre todo el embrollo que era su cabeza y su corazón, toda ella estaba cubierta con una especie de neblina que no la dejaba sentir o pensar con claridad. En realidad en ese estado, poco podría comprender por mucho que Dia le explicara y terminarían peor de lo que ya estaban.

—¿Me puedes decir hacia dónde está la estación zura~? Estoy algo perdida —dijo finalmente Maru, dejando que la razón tomara el control de sus acciones—. Mi celular no responde porque se ha mojado con la lluvia.

—Es muy tarde para que vayas a casa en tren, la única ruta que queda es peligrosa incluso en esta zona —explicó Dia—. Peor aún si no tienes cómo comunicarte con alguien. Porque no te quedas esta noche y...

—Necesito llegar a casa —la interrumpió— y en tren es la única manera zura~, si no me explicas como hacerlo, de todas formas me iré, sólo que me será más difícil llegar a casa —la voz de Maru sonaba plana, y Dia supo que no tenía caso seguir con la discusión, la chica había tomado su decisión y ella necesitaba cumplir su palabra para darle espacio.

—Tienes que caminar por esta calle —señaló a su derecha—, dos cuadras y despues doblas a la izquierda, ahí encontrarás la estación en la esquina —explicó—. Pero iré contigo, no dejaré que vayas sola a esta hora de la noche.

—Puedo llegar yo sola...

—No tenemos que hablar si no quieres —agregó rápidamente Dia—, sólo me quiero asegurar de que llegues bien a casa, es lo menos que puedo hacer.

Maru vaciló un momento.

—¿Y qué si me niego a que me acompañes zura~? —se mantuvo con la voz plana.

—Iría de todas formas —respondió Dia, sabiendo que su respuesta podría hacer enojar a la chica—. Es de noche y no es seguro. Independientemente de los problemas que podamos tener, no quiero que te pase nada malo.

Maru lo pensó otro poco y no tuvo mucho tiempo para deliberar, la lluvia aunque ya no caía a plomo, si se mantenía constante con una ligera brisa y el viento que le calaba en los huesos debido a su ropa húmeda.

—Bien —dijo con simpleza.

Maru comenzó a caminar en la dirección que Dia le había indicado. No dijo nada más y no espero a Dia, quien supo interpretar su silencio y comenzó a caminar detrás de ella sin buscar nuevamente iniciar la conversación.

El viaje fue bastante tenso. Dia sentía la necesidad de decir tantas cosas pero sabía que en el momento en que abriera la boca, Maru se cerraría por completo y no le daría la oportunidad de nada. Tenía que ser fuerte y ordenar sus ideas antes de actuar por impulso.

Eran alrededor de la una de la madrugada cuando por fin llegaron al departamento de Hanamaru. Estaban heladas, cansadas y con el espíritu en el suelo, además de Maru aún enojada. El lugar era un complejo de edificios que en su mayoría albergaba estudiantes de la universidad. Así que lucía un poco descuidado al ser de uso común de chicos y chicas foráneos que apenas sobrevivían los semestres lejos de casa y con una dieta pauperrima a base de latas de atún y sopas instantáneas, al menos ese hubiera sido el caso de Yoshiko si no tuviera a Hanamaru y su gusto por la comida casera. Eso realmente la había salvado de ser un estudiante promedio malnutrido. El ambiente era muy distinto al que reinaba en los departamentos en donde Dia vivía, pero de alguna forma, se le hizo acogedor, una verdadera experiencia universitaria promedio.

Maru se detuvo de golpe en la entrada del edificio y sin voltear a ver a Dia, le habló.

—Puedo seguir sola desde aquí zura~, gracias por acompañarme —dijo con una seca amabilidad antes de abrir la puerta.

—Espera, Hanamaru…

Dia trató de detenerla, decir algo más pero Maru simplemente le cerró la puerta en la cara. No había nada más que decir entre ellas y esa era su manera de cortarla de tajo, al menos por el momento tenía que darle el espacio.


El transcurrir de los días se volvió una verdadera tortura para Dia.

Al principio, cuando les contó a Mari y Kanan lo que había pasado, ambas le recomendaron darle tiempo a Maru. Había una conexión entre ellas que iba más allá de la atracción, simplemente Maru necesitaba asimilar todo para darse cuenta de que eso era más importante, aunque claro, era más fácil decirlo que hacerlo.

La primera semana transcurrió y Dia no se despegaba del café, apenas y acudía a sus clases y si lo hacía su mente se la pasaba pensando en Hanamaru. Se pasaba las tardes atendiendo el café y abriendo los ojos y deteniendo su corazón cada vez que alguien entraba en el local, para luego sus esperanzas caer como si fueran una bola de acero contra el concreto. Incluso You y Riko se preocuparon por la actitud extraña de su jefa.

Para la segunda semana, Dia estaba al borde del colapso mental y la desesperación hacía trizas su razón, pero tenía la esperanza de que pronto podría ver a su castaña atravesando la puerta e iluminando el lugar con su sonrisa. Sin embargo, la semana terminó y no hubo señales de Hanamaru por ningún lado.

Para la tercera semana, Dia moría de ansiedad. Literalmente tal estrés estaba haciendo mella en su salud y había comenzado a perder algo más que la cabeza. El peso y su cabello parecían huir de su cuerpo. Estaba a nada de salir corriendo a buscar a Hanamaru y ni las pláticas motivadoras de Kanan le ayudaban, estaba en su peor momento. No dormía bien, comía poco, ni siquiera tenía ganas de escribir nada, apenas y se aseaba lo suficiente para estar presentable. Lo único que deseaba era saber que Hanamaru estaba bien y que la iba a perdonar. Estaba consciente de que era un sentimiento demasiado egoísta pero poco le importaba para esos momentos en que su cordura no existía.

Una tarde, en la que la desesperación ganó y no tuvo a Kanan o a nadie sensato junto a ella, decidió que si Hanamaru no iba al pan, ella con un pan sería la que iría a Hanamaru. Afortunadamente para Dia, la dirección de la chica se había grabado en su mente por la noche en que la acompañó hasta su departamento; que usando esa información y viejas cartas que había recibido de Maru, porque sabía que edificio era, más no el número del departamento, pudo llegar hasta el sitio para su buena suerte.

Tenía tantas cosas que decir y a la vez se sentía con la mente en blanco, nerviosa y ansiosa, un manojo espantoso de locura y desasosiego, pero confiaba en que su cerebro se inspiraría y diría las palabras adecuadas en cuanto pudiera ver el rostro de Hanamaru de nuevo. Ella era su pequeña luz y sin ella, su mundo se había vuelto un caos.

Al llegar a la puerta que indicaba la dirección de la carta, Dia se tomó algunos segundos para escuchar si había algún ruido proveniente de su interior, y para acomodarse un poco porque estaba descompuesta aún. Para su fortuna, se escuchaba música venir del interior del departamento, música que no lograba identificar pero que al menos le decían que el lugar no se encontraba vacío. Tomó aire y reunió el valor para tocar a la puerta.

Un toque.

Dos toques.

Tres toques.

No había respuesta. Aunque la música se había dejado de escuchar, indicativo que ya se habían dado cuenta de la presencia de alguien en la puerta. La expectativa iba creciendo conforme escuchó que pasos se acercaron hasta ella y solo la madera de la puerta las dividía. Sus manos comenzaron a sudar, su saliva se atragantó en su boca pues tenía un nudo en la garganta y su corazón no dejó de latir muy rápido. Sentía que se estaba quedando sin aliento y apunto de desmayarse, y entonces, la bendita puerta se abrió…

El rostro de Hanamaru fue lo primero que pudo ver... pero no era la misma de siempre.

Tenía amplias ojeras bajo sus ojos, su rostro se veía más afilado, había perdido parte de sus esponjosos cachetes, los cuales ya ni siquiera tenían ese tono rosáceo que tanto le gustaba. No pudo ver más allá de la cara de sorpresa que puso la chica al verla, cuando la puerta le fue cerrada en la nariz, por segunda vez.

Dia sintió que todo había pasado en cámara lenta y a la vez tan rápido que su cerebro no había reaccionado aún y no atinó a decir o hacer nada hasta que salió de estupor.

—¡Hanamaru! Espera por favor… —quiso empujar la puerta, pero el cerrojo había sido colocado impidiéndole entrar—. Sólo quiero que hablemos, por favor —dijo suplicante golpeando la puerta.

—Vete zura~, no quiero verte —fue la respuesta que obtuvo.

Aún siendo palabras duras, el corazón de Dia sintió alivio al escuchar la voz de Hanamaru. No había medido realmente el cuánto la extrañaba. Tocó la puerta nuevamente para tratar de conseguir que le hablara de nuevo aunque sólo fuera para rechazarla, estaba consciente de que era algo masoquista hacer algo así, pero no le importaba.

—Por favor, hablemos, ha pasado mucho tiempo ya —dijo lo más fuerte que el nudo en la garganta se lo permitió—. No puedo seguir así, no sin arreglar las cosas.

—No estoy lista —su voz sonó quebrada—, tienes que irte ya zura~.

—Si no me dejas explicarme, no vas a poder entenderme Maru-san, por favor —la poca dignidad que le quedaba, quedó olvidada en algún lugar de ese edificio—. ¡Por favor! —a Dia no le importaba si tenía que ponerse de rodillas si con eso podía conseguir hablar con Maru.

—No... lo siento, no quiero saber más de lo que ya sé —se oyó ruido dentro pero Dia no le prestó atención—, me duele el pecho cuando pienso en ello zura~.

—Por favor abre la puerta...

Su súplica se vio interrumpida porque se escuchó una especie de conversación o más bien discusión del otro lado de la puerta. Maru no estaba sola, estaba hablando con alguien o alguien le estaba hablando a ella. Escuchó empujones y algunas quejas y finalmente, la puerta se abrió, pero en esta ocasión, no fue Maru quien estaba parada frente a ella. Era una chica de cabello oscuro con mirada escarlata que parecía muy molesta.

—Zuramaru dijo que te fueras, ¿no lo puedes entender o es que eres retrasada? —soltó la mujer molesta.

—¿Disculpa? —toda la acción había tomado a Dia por sorpresa, pero no quería perder los estribos. Sabía bien que la mujer que tenía enfrente era la mejor amiga de Hanamaru y no quería tenerla de enemiga, aunque estaba segura que ya era demasiado tarde para ello.

—Lo que oíste, ¿eres una idiota o quieres un mapa para que te ubiques? —exclamó con saña—. Maru no quiere verte, fin de la historia.

Pudo ver que la puerta se movía de manera extraña, lo que la hizo suponer que Maru estaba detrás, así que no caería en provocaciones de ninguna índole, tenía que ser más inteligente que eso.

—Escucha, sé que soy una idiota, sé que lo que hice estuvo mal, pero hay una explicación para ello y lo único que quiero es que Hanamaru me escuche —dijo, lo más calmada que pudo poniendo un pie delante para evitar que volvieran a cerrarle la puerta.

—Zuramaru está mejor sin ti, así que es mejor que respetes sus deseos —se detuvo meditando un segundo—. ¿Sabes orar? —Dia no entendió la pregunta pero asintió más por inercia que por otra cosa—. Pues órale, lárgate de aquí —intentó cerrar la puerta pero Dia no se lo permitió.

—¡Espera! Mira, ya te dije que lo que hice estuvo muy mal, sé que merezco que ella no me vuelva a dirigir la palabra —ejerció presión para abrir un poco—. En verdad, si me permitiera explicarme y si aún después de oírme ella decide que no quiere saber nada de mi, yo lo aceptaré y me alejaré, pero por favor, sólo permíteme hablar con ella —ambas forcejearon empujando de cada lado.

—¡Por los mil demonios del Averno! —gruñó enfurruñada—. ¿Cuántos árboles has tenido que cortar para hacer el papel de estúpida?

—¡Deja de insultarme! —respondió alzando la voz, ya también estaba molesta.

—Está bien, está bien —le ofreció una tregua a regañadientes—. Déjame consultarlo. Tienes agallas chica pingüino.

Yoshiko escondió su rostro tras la puerta intercambiando algunas palabras con Hanamaru.

—Lo siento, ella no quiere —le dijo, con sinceridad—. Es mejor que lo dejes por ahora, cuando Zuramaru esté lista, ella te buscará.

Dia estaba descorazonada. Cómo era posible que no pudiera ni siquiera tener la oportunidad de hablarle.

—Hanamaru, sé que estás ahí… Te extraño, extraño hablar contigo, extraño nuestras cartas también. Seguiré esperando, hasta que estés lista para hablar, pero por favor, no me saques de tu vida sin darme una oportunidad más —suplicó por última vez.

Las palabras de Dia hicieron que Maru rompiera en llanto, desmoronándose detrás de la puerta. Ambas estaban rotas y no sabían cómo arreglarlo.

—¡Vamos, vete ya! —Yoshiko cerró la puerta de golpe cortando toda oportunidad.

Dia tuvo que rendirse, al menos por ese día, aunque no sabía cómo volver a intentar acercarse a Maru sin que fuera rechazada nuevamente. Justo cuando caminaba hacía fuera del edificio, pensando en la fatalidad de la vida, una idea vino a su mente. Probablemente no funcionaría, pero era mejor hacer eso que quedarse de brazos cruzados viendo como el tiempo se iba entre sus manos.

Si bien la raíz del problema había sido su falta de honestidad con Hanamaru, sabía que eso mismo podría sacarlas a flote. Maru seguía amando su poesía o al menos amaba la de Ms. Pen y ella era Ms. Pen, entonces lo único que necesitaba era conseguir la manera de hacerle llegar los poemas a Hanamaru, para de esa manera, dejar una puerta abierta entre ellas.

Con esta resolución regresó a su casa y esa noche, por primera vez desde que tuvo la pelea con su padre, Dia plasmó sus sentimientos en poemas, que cuando estuvieron terminados, haría llegar a Hanamaru. Trabajo toda esa noche y la noche siguiente y se olvidó del día y la noche, incluso de comer. Si no hubiera sido por Mari, podría haber pasado sin comer, beber o siquiera asearse en esos días con tal de terminar lo que estaba trabajando para Maru. Después de cuatro días, con las ojeras prácticamente tatuadas a la cara, el semblante demacrado y un par de kilos menos, finalizó su pequeño compendio de poemas dedicados enteramente a su amor y a la búsqueda del perdón de Hanamaru. Un boceto para un nuevo libro si se lo proponía.

Acudió nuevamente al departamento de Hanamaru y aunque sabía bien que era muy probable que si ella era la que entregaba el manojo de hojas de su manuscrito, Maru se negaría a leerlas. De pronto se sintió acorralada sin saber qué hacer. ¿Cómo asegurarse de que Maru pudiera tenerlas? Lo pensó y decidió optar por dejarla en la correspondencia del edificio, confiando en que de alguna forma le llegará a su destinatario.

—Estás aquí de nuevo —una voz agria con fastidio la sacó de sus pensamientos y casi tira el manojo de hojas.

—Eso no te importa —le respondió a la defensiva volteando a mirar a Yoshiko que tenía cara de pocos amigos.

—¿Otra vez vienes a lloriquear por tus errores? —la chica se cruzó de brazos.

—No… bueno si, pero se oye mal si lo dices de esa forma —dijo Dia haciendo que Yoshiko virara los ojos.

—Realmente son iguales, como que su rata no corre bien en sus cabezas —soltó el aire con aburrimiento—. ¿Qué tienes allí? —señaló el paquete de papeles.

—Nada que te incumba —Dia ocultó sus manos detrás de ella.

—Mira chica pingüino, ya estoy harta de toda esta situación, no me agradas mucho, ni me agrada lo que le hiciste a Zuramaru, pero sé que ella te ama y tú también la amas a ella y la verdad se ven lindas juntas aunque tenías que cagarla de manera monumental —se llevó una mano al puente de la nariz malhumorada—. Así que solo voy a repetirlo una vez más y hay de ti si decides desperdiciar esta oportunidad. ¿Qué tienes ahí? —la vio con intensidad y furia.

—Yo… este… —lo pensó—, es algo para Hanamaru —dudó un poco pero al final comprendió que realmente necesitaba pasar ese puente para llegar hasta Maru y le mostró las hojas.

—¡Vaya! —alzó ambas cejas—. Yo se lo entregaré —Yoshiko extendió las manos para tomar el puño de hojas pero Dia fue reticente a entregarlas y por unos momentos ambas forcejearon con ellas hasta que las soltó y Yoshiko se quedó con ellas.

—¿En verdad se las vas a dar? —preguntó con temor.

—Largo ahora antes de que me arrepienta —exclamó con voz lúgubre.

—Pero…

—¡Largo! —la calló.

Dia se enojó internamente y ya iba a contestarle pero se detuvo cuando la joven simplemente se dió la vuelta para dirigirse a las escaleras del edificio. La había ignorado completamente. Tuvo el impulso de ir tras ella y darle su merecido por tanta grosería, pero se detuvo. Cerró los ojos con fuerza y volver atrás, aunque le costará, sabía que debía ganarse el corazón de Hanamaru una vez más.


Yoshiko llegó al departamento dejando sus cosas tiradas en el sofá de la sala y mirando las hojas garabateadas de la pingüina, fue hasta la habitación de su amiga. Sabía que la iba a encontrar allí porque era el lugar a donde se escapaba cuando no estaba ella para obligarla a salir. Abrió de golpe la puerta y Maru pegó un salto hasta el techo por lo abrupta llegada y casi se cae de la silla de su escritorio.

—¡Zu-ra-ma-ru! —gritó enojada—. ¿Por qué carajos faltaste a tu última clase?

La chica rápidamente se compuso y se encogió de hombros guardando la libreta donde estaba garabateando algunas frases.

—No es una clase importante después de todo y…

—Ahórrate tus excusas —la silenció tajante—. Si en esta casa alguien ocupa el puesto de peor estudiante de la universidad, soy yo. Así que deja de robarte mi lugar porque ya me estoy cansando de ser la alumna modelo.

Maru sonrió ligeramente ante la broma de Yoshiko, era tierno ver cómo la chica se esforzaba por tratar de ser responsable cuando ella estaba actuando tan fatal.

—No, ni siquiera te atreves a mirarme así —se acercó a ella poniendo el montón de hojas sobre el escritorio frente a Maru—. Ya estoy hasta la coronilla de esto. Siempre estás dispersa, no asistes a clases si no te obligo a ir a la universidad, te encierras a leer y leer olvidándote del mundo y así no puedo vivir. ¿Quién rayos crees que va a alimentarme? ¿La santa Trinidad diabólica? ¡Basta! —golpeó la mesa con el puño y Maru respingo.

—¡Zura!

—Ya estoy cansada de darte sermones, no soy mi madre y tú no eres yo —exasperada tomó la primer hoja del montón y comenzó a doblarla—. ¿Sabes? Voy a hacer un origami con tu papel de víctima.

Maru no entendió nada pero algo ganó su atención con fuerza. La hoja estaba llena de letras formando palabras y oraciones completas y se sorprendió al reconocer la caligrafía. La conocía bien, había visto a Dia escribir muchas veces su nombre en la taza de café y en los documentos que manejaba.

No había duda.

Con rapidez le arrebató la hoja a Yoshiko y la desdobló para encontrarse con el inicio de un poema de su adorada Ms. Pen.

—¡¿De dónde sacaste esto?! —se exaltó casi en la histeria.

—¡Ah, por ahí! —dijo como si nada.

Los ojos ambarinos de Maru se bebieron el contenido de la hoja y reconoció todo el estilo de Ms. Pen en cada estrofa pero la diferencia radicaba en el final, donde no aparecía la firma de Ms. Pen sino la de Dia.

—¡Yoshiko-chan! ¿Quien te dió esto? ¿De dónde lo obtuviste? —preguntó mientras revisaba el resto de las hojas sobre su escritorio.

—Quizás si te decidieras a salir un poco de tu encierro, ir a la escuela, caminar por allí, qué sé yo —habló en tono irónico—, podrías toparte con cierto pajarraco antártico y este te podría entregar sus cursilerías.

—¿Dia estuvo aquí? —la encaró frunciendo el ceño pero Yoshiko se encogió de hombros.

—No lo sé y si quieres averiguarlo tendrás que salir de aquí —se escabulló por la puerta dejándola abierta antes de que Maru replicará algo.

Así como estaba en realidad poca atención le prestó a Yoshiko y por el contrario se centró en lo que había en su escritorio.


Dia se dedicó en los siguientes días a escribir, estructurando y puliendo más los textos de su manuscrito para darles forma y presentárselos a su editora, además de comenzar a redactar cartas contándole a Hanamaru todo el proceso, su día a día, casi como si no hubiera pasado nada y sus viejas charlas escritas hubieran regresado otra vez. Si Yoshiko no había entregado su manuscrito a Maru, esperaba que publicando un libro nuevo pudiera llegar a la chica si o si. De manera esporádica iba al café a atender su negocio e incluso a la universidad, pero sin falta por las noches pasaba al edificio de departamentos donde vivía su amor para dejar la carta de ese día en el buzón y mirar desde la calle, las ventanas encendidas del edificio guardando la esperanza de que en una de ellas estuviera Hanamaru. Realmente no tenía idea de si Maru había recibido su escrito o recibía sus cartas, pero esperaba que así fuera y se aferraba a eso, pues era lo único que le ayudaba a contrarrestar la incertidumbre y ansiedad de los días.

Tenía la cuenta de los días transcurridos en un gran calendario en la barra del café donde marcaba desde que había empezado a escribir los poemas y las cartas, los había entregado tanto a Hanamaru en el original del manuscrito, como a su editora después, algo más pulido y trabajado. Estaba distraída terminando de limpiar la barra del café, levantando y acomodando, lavando los trastes, preparándose para cerrar el negocio, cuando el sonido de la campana en la puerta la sorprendió.

—Ya estamos cerrados —dijo sin levantar la mirada y murmurando molesta si You no había puesto el cartel de cerrado en la puerta cuando salió.

—Sólo será un momento zura~.

Al escuchar la voz de Hanamaru, su corazón se detuvo y la taza que estaba en sus manos casi se escapa de ellas. Se quedó helada por un segundo antes de decidirse a voltear. Tenía miedo de que al girarse, todo fuera una mala broma de su trastornado cerebro necesitado de la chica.

Sin embargo tenía que ser valiente y enfrentar la realidad, debía darse la vuelta. Tomó aire y acomodo la taza en su lugar para al fin dar la vuelta y ver a su hermosa chica. El rostro de Hanamaru era tan perfecto como lo recordaba, incluso a pesar de las ojeras en sus ojos, del tenue maquillaje intentando ocultarlo y del brillo discreto que vestía sus labios. Aquella imagen vieja que tenía de ella, había desaparecido y en su lugar fue reemplazado por la imagen actual que era mucho más linda. Toda Hanamaru era aún más perfecta de lo que podía recordar.

—Ha… Hanamaru… Hola —dijo, cuando recuperó el habla, producto de la impresión y de su corazón que se había detenido.

—Hola… —sus mejillas se ruborizaron apenada—, vengo a devolverte la pijama que me prestaste zura~ —dijo la chica, entregándole una pequeña bolsa con la ropa.

Dia no reaccionó a la primera y cuando lo hizo fue de manera torpe.

—¡Oh, si! Pues... gracias —Dia tomó la bolsa entre sus manos sin saber muy bien qué hacer con eso.

El ambiente estaba tenso, demasiado espeso por las emociones. Dia no atinaba a hacer reaccionar su cuerpo y su mente para decir algo coherente, pero tampoco quería perder la oportunidad de hablar con la chica.

—¿Me preguntaba si recibiste mi manuscrito y mis cartas? —se aventuró a preguntar de pronto y Maru abrió los ojos descolocada, no pensó que Dia fuera directo a eso tan pronto.

—Los recibí ~zura —respondió Hanamaru—. Los he estado leyendo todos los días —confesó.

—Ya veo… —Dia quería saltar por encima de la barra que las separaba y abrazar a la pequeña lo más fuerte que podía para agradecerle que hubiera leído sus palabras—. Me… —Dia se aclaró la garganta viendo una oportunidad—, me gustaría hablar contigo.

—Aún no zura~ —la detuvo Maru abrazándose a sí misma.

—Es… esta bien… —se mordió los labios, ya sabía que no iba a ser tan fácil, pero el hecho de que ella estuviera ahí, parada frente a ella, le daba toda la esperanza del mundo para esperar—. ¿Cuándo podremos hacerlo? —se aventuró a preguntar.

—No lo sé, pero aún no es tiempo —dijo Maru, con honestidad mirando a los ojos a Dia—. Me tengo que ir, tú ya estabas cerrando y he venido a interrumpirte.

—No tienes porqué —trató de detenerla—, puedo prepararte una leche con café como tanto te gusta.

—Muchas gracias, pero creo que es mejor que me vaya zura~ —declinó su oferta.

—¡Espera! —exclamó y busco entre las bolsas de su ropa hasta encontrar lo que quería.

Dia tomó la carta de su bolso y la colocó en el mostrador, llevándola hacia adelante hasta Hanamaru sin retirar la mano.

—Es mi carta de hoy, quisiera entregártela personalmente —quitó la mano de encima del sobre.

Maru la vio de nuevo a los ojos esperando algo más pero Dia dió un paso atrás dejando que fuera la chica quien tomara la decisión de si cogerla o no. Finalmente lo hizo y la llevó a su pecho con algunas lágrimas comenzando a formarse en la comisura de sus ojos ámbar.

—¿Cuánto tiempo más seguirás enviandolas zura~? —apretó el sobre contra ella.

Dia desvió la mirada hacia el techo o iba a ser ella quien comenzará a llorar si seguía mirando a Maru.

—El tiempo que sea necesario —respondió sin verla.

—¿Vas a incluir estas cartas en el libro de poemas zura~?

—No, el manuscrito con todos los poemas será para mi nuevo libro, sin embargo las cartas las he escrito sólo para ti, no quiero que nadie más las lea —aquello era verdad, si bien en las cartas había incluído fragmentos de sus poemas para su libro, estos eran más íntimos, pues le contaba en ellas todas sus ideas y sentimientos para crearlos—, son sólo entre nosotras, como siempre, como antes.

Para ella, en su cerebro, había dicho las palabras adecuadas. Se dió cuenta que Maru se había quedado sin habla, no quiso empujar su suerte demasiado, pero aún así añadió.

—Estaré esperando, eres alguien muy importante para mí, tal vez no tengas idea cuanto, pero confió en que me dejaras explicartelo en algún momento —sonrió ligeramente con la opresión en el corazón.

—Algún día zura~, pero ese día no será hoy —Maru le correspondió la sonrisa y ella también sintió esa misma opresión en el suyo.

Ambas mujeres tenían un agudo dolor en el pecho que era prácticamente insoportable, pero aún así, se aferraban a la posibilidad de arreglar sus diferencias en un futuro, Hanamaru ya no estaba cerrada en lo absoluto a ello y eso era algo bueno.

Dia no quiso decir nada para no hacer más difícil todo, pero su plan estaba funcionando, Maru había acudido a verla, era sólo cuestión de tiempo hasta que pudieran arreglar las cosas.

—Nos vemos pronto —se despidió Dia.

—Nos vemos pronto zura~.

Vio salir a la chica del local y en cuanto la perdió de vista, prácticamente corrió a sacar la ropa que Hanamaru le había entregado de su bolsa. Quería sentir una vez más el olor de la chica, no le importaba si eso era algo raro. Sólo que cuando extendió la pijama, un sobre cayó de su interior llamando su atención.

Rápidamente lo abrió y por un segundo su corazón dejó de latir. La perfecta caligrafía de Hanamaru apareció ante ella, no pudo evitar sentirse emocionada casi hasta la euforia.


"Querida Ms. Pen:

Me es difícil escribir estas líneas porque, honestamente, no estoy segura para quien las estoy escribiendo. Aún así trataré de explicarme lo mejor posible.

Durante todo este tiempo, en mi mente, existían dos personas que eran completamente diferentes, ajenas la una de la otra. Por un lado, estaba mi escritora favorita, aquella a quien por un golpe de suerte pude contactar y quien por un golpe de suerte aún mayor, también, recibí una respuesta. De repente comenzamos a platicar y fui descubriendo a la persona que había detrás de las letras, una persona que como yo, tenía temores, dificultades, dudas, pero que sobre todo tenía muchas virtudes, que yo, una simple aficionada de su trabajo, era capaz de conocer. Sin embargo, justo cuando pensaba que de alguna manera nos habíamos acercado y había una especie de conexión entre nosotras, Ms. Pen desapareció. Inesperadamente dejó un vacío en mí. Extrañaba sus cartas, sus palabras, sus confidencias. A lo mejor para ti no sean la gran cosa, o bueno, para ella. (Por si no se nota, es aquí en donde comienza mi confusión). Es sólo que para mí era algo muy especial. Las cosas que compartí con ella, jamás las hablé con nadie más. Fue gracias a ella que pude luchar por venir a Tokio y seguir mi sueño de convertirme en escritora y así, de ese modo, agradecerle por todo lo que había hecho por mí, pero entonces, ella desapareció sin dejar rastro. Simplemente se fue. ¿Y sabes? Me dolió, me dolió muchísimo, porque en mi mente, ella era una persona muy importante para mí, y yo creí que yo lo era para ella.

Entonces, la dejé ir. Me convencí a mí misma que no tenía caso seguir aferrada a alguien que me había sacado de su vida sin decir adiós. Que probablemente nunca signifiqué algo para ella, por más que sus cartas dijeran lo contrario y por un momento encontré algo de paz.

Pero sucedió al mismo tiempo que estaba viviendo mi proceso de duelo, que apareció una pequeña luz en mi vida. Fue algo breve, pero intenso. Cuando te ví la primera vez, pensé que eras una persona antipática y algo amargada, sólo que había algo en tu mirada que me ponía nerviosa, por más que intentaba desviarla, me era imposible hacerlo, me veía irremediablemente atraída hacia ti aunque no lo entendiera, y me sacabas de quicio las primeras veces que nos cruzamos, me irritabas y atraías en partes iguales.

Después, comenzamos a hablar en lugar de pelear y me sorprendí. Teníamos tantas cosas en común, gustos similares aunque algunas veces opuestos, y eso fue como encontrar a esa amiga que siempre quise tener pero nunca había logrado encontrar y ahora deseo que ojalá todo se hubiera quedado así, sin que me diera cuenta. Porque cuando al fin comprendí, ya te habías metido bajo mi piel, y de repente, ya no era sólo tu amistad lo que buscaba.

Como tal vez ya sepas porque se lo conté a Ms. Pen, yo tuve un intento de relación fallido con Yoshiko, y eso me llevó a pensar que esas cosas no eran para mí. Amaba leer sobre ellas. Las novelas de romance eran simplemente mis favoritas, esa emoción cuando las protagonistas se dan cuenta que se gustan, la forma en que de alguna forma se conectan entre ellas y empiezan a enamorarse una de la otra sin darse cuenta y tú con ellas. Yo nunca pensé en vivir algo así, nunca, pero… ahí estaba, esperando nuestra ¿cita? Con ansiedad y muchas esperanzas e ilusiones.

Sí, tuvimos una cita. Y fue el día más feliz de mi vida o hubiera sido el día más feliz de mi vida, no puedo evitar la hiel al escribir estas palabras al recordarlo, pero cuando aún pensaba que era el día más feliz de mi vida, estaba más que emocionada porque conocí esa parte de tí que no habías mostrado antes y que simplemente terminó de convencerme que las historias de amor si existen y que las almas gemelas son algo real y que… probablemente yo había encontrado la mía.

Pero tristemente no fue así. Al final todo había sido una ilusión, un sueño, y que la razón por la que sentí que tuvimos una fuerte conexión se debió a que tú ya me conocías. Tú sabías cosas de mí que yo no sabía que ya te había contado y que probablemente habías utilizado para sacar ventaja pues al final todo era un juego de una famosa escritora tratando de buscar una nueva inspiración.

¿Y sabes? Si eso era lo que había pasado, estaba contenta, de haberte podido ayudar. De que mi corazón roto te hubiera servido para algo, de que por fin había sido de utilidad para alguien. Eso pensé cuando recibí tu manuscrito y debo ser sincera, te odie y te ame al mismo tiempo por eso. Porque eran hermosas tus palabras, eran bellos tus poemas y lloré sobre ellos anhelando que realmente me amarás como habías escrito.

Aún así, no quería verte más. Estaba convencida de que era lo mejor alejarme de ti, pero entonces sucedió algo inesperado. Me seguiste buscando, y esas hermosas cartas comenzaron a llegar a mi buzón de correo. Fue como estar de nuevo en aquel sueño distante, pero ahora, las cartas estaban firmadas con tu nombre, "Kurosawa Dia", pero no podía dejar de leer a Ms. Pen en cada una de ellas.

No sé si estas palabras tengan algún sentido para ti, porque para mí ahora mismo nada tiene sentido. Tengo esto que me está quemando dentro del pecho y de lo cual tengo miedo de saber que es. ¿Puedes ayudarme a entenderlo?

Kunikida Hanamaru."


El corazón de Dia latía más rápido que nunca, había terminado de leer la carta con lágrimas en los ojos. Ella no había perdido a Maru, al menos no del todo. Aún tenía forma de recuperarla. Sus piernas comenzaron a moverse incluso antes de que su cerebro terminara de procesar todo lo que había leído. Tenía que hablar con ella, tenía que alcanzarla, no podía seguir perdiendo el tiempo, si Hanamaru estaba confundida, sólo ella podía librarla de esa confusión.

Era muy tarde ya, pero si se daba prisa, había una posibilidad de alcanzar a la chica. Su casa no estaba lejos y por lo general Maru regresaba a pie a su departamento.

Apenas y logró tomar las llaves y cerrar el local de café. Corrió, corrió tan rápido como pudo, como si su vida dependiera de ello, sin detenerse a pesar de la falta de aire y del dolor en su pecho y piernas. Su meta era alcanzar a Maru antes de que entrara al edificio donde vivía. Tan concentrada estaba en eso, que no se dió cuenta en su desenfrenada carrera, que Maru estaba sentada en una banca en el pequeño parque localizado frente a su edificio, ella estaba leyendo su poema.

Se quedó helada al verla y se detuvo de pronto casi yéndose de bruces. Maru estaba sentada en la banca abrazando sus piernas, con el rostro escondido sin que ella pudiera ver qué es lo que estaba pasando.

Se fue acercando despacio, temiendo que si se acercaba demasiado rápido, Maru podría saltar y salir corriendo.

—Hana… Hanamaru —le habló, con la voz temblorosa por los nervios y la respiración entrecortada alertando a la chica de su presencia.

Cuando Maru levantó el rostro, Dia pudo ver el estrago que las lágrimas habían hecho en él.

Maru no parecía sorprendida de su presencia, al contrario, su rostro se veía aliviado.

—Sentir… —comenzó a hablar, con la voz trémula—. Sentir que tu mano es mi caricia, sentir que tu sueño es mi deseo, sentir que tu mirada es mi descanso —hizo una pausa para apreciar el rostro de Dia, y continuó—, sentir que tu nombre es mi canción, sentir que tu boca es mi refugio, sentir que tu alma es mi regalo. Sentir que el amor lo es todo.

Dia reconoció eso como el poema que le había escrito ese día. Un nudo se formó en su pecho. Una cosa era escribirlo y otra escucharlo de los labios de la mujer que tenía su mundo de cabeza. No pudo evitar sentirse avergonzada y su rostro lo demostró por ella. Sólo que Maru no había terminado de leerlo, el poema estaba incompleto.

—Sentir que existes junto a mí… sentir que vivo para ti, sentir que solo vivo para amarte —concluyó, haciendo acopio de todo el valor que le quedaba.

—¿Qué… qué significa esto zura~? Yo… no lo entiendo —preguntó Maru, con un hilo de voz sorbiendo la nariz.

Dia se acercó hasta donde estaba ella, y tomó su mano acunandola entre las suyas.

—Significa que yo te… —Dia tragó duro, no podía cometer ningún error, no cuando era su última oportunidad—. Que yo te amo —dijo con firmeza, depositando un beso en el dorso de la pequeña mano de Maru.

—¿Tú me amas? ¿Pero cómo puedes amar a alguien a quien apenas conoces zura~?

Dia estaba por responder pero Maru continuó hablando sin darle oportunidad.

—Eso es lo que me llevo preguntando todos los días desde que descubrí quien eras en realidad. He tratado de encontrarle lógica a estos sentimientos que me carcomen por dentro —la voz de Maru temblaba como si el frío del invierno estuviera azotandola—. Apenas han pasado unas semanas desde que te conozco, pero… me dolió, me dolió tanto —sollozó—. Y por más que trato de encontrar una explicación a todo esto, no puedo encontrar algo razonable para ello. No cuando hay una llama en mi pecho que me pide a gritos que vaya a buscarte, que la única forma de aplacarla será confesandote esto que siento y abandonarme en tus brazos para volver a sentirme feliz, pero al mismo tiempo me pregunto, ¿de qué sirve? Tú no eres quien yo pensaba, sólo eres una embustera de quien ni siquiera estoy segura de con quien estoy hablan...

Dia no pudo resistirse más y abrazó a Maru tomándola por sorpresa. El cuerpo de la chica se puso rígido al contacto, pero Dia no la soltó y la afianzó con más fuerza, aún cuando en un inicio de resistió, no aflojó su agarre hasta que pudo sentir que Maru se relajaba.

—Lo que sucede es que tú me conoces, lo haces tanto como yo —depositó un beso en su coronilla—. Creo que es momento de que te de la explicación de porque hice todo esto, y si después de contártelo las cosas puedan quedar un poco más claras entre nosotras estaré feliz, incluso si me rechazas.

Maru se separó de ella con suavidad, se limpió las lágrimas y se aclaró la voz, estaba lista para escuchar lo que Dia tenía que decir.

—Entonces dime zura~, ¿por qué me engañaste? ¿Por qué dejaste de escribirme? ¿Supiste desde el principio quién era yo? ¿Por qué no me lo dijiste? —exclamó la chica apresuradamente soltando una pregunta tras otra.

—Está bien, está bien, tienes derecho a saber todas esas cosas —Dia tomó su mano, con delicadeza y se sentó a su lado en la banca—. Te lo contaré desde el principio.

Hanamaru se acomodó bien en el asiento dándole lugar a Dia. Hasta ese momento no era consciente de lo mucho que su alma necesitaba esa explicación que se había negado a escuchar por terquedad.

—Creo… —suspiró—, creo que tengo que comenzar a contarte desde quienes son los Kurosawa, para que puedas entender la raíz del problema.

Hanamaru asintió.

—La familia Kurosawa proviene de una larga tradición de políticos y empresarios. Recientemente han adquirido mayor renombre porque los puestos que han alcanzado son mucho más codiciados tanto en los negocios como en la política de este país. Mi padre actualmente está a la cabeza de un grupo político muy poderoso que toma decisiones importantes aún por encima de la voluntad del primer ministro, y como tal, no hay lugar para escándalos dentro de la familia que puedan mermar su imagen frente al resto.

El rostro de Maru denotaba preocupación, recordando el terrible hombre con el que tuvo aquel encuentro cuando estaba en la búsqueda de Ms. Pen.

—Cuando le dije a papá que no quería seguir sus pasos en la política, como era de esperarse, no lo tomó nada bien. Ya tenía asegurada mi entrada a la mejor universidad del país y planeado el comienzo de mi carrera política que él se encargaría de formar para hacerme llegar hasta la más alta instancia para demostrar su poder, pero no era lo que yo quería. Como bien sabes, mi pasión siempre fue la escritura, y no me importó luchar contra él para poder lograrlo. Al final mi abuelo me respaldó y fue su última voluntad que mi padre me dejara ingresar a la universidad de mi elección y seguir mi propio camino —su voz se había tornado triste al contar esa última parte, lo cual fue muy notorio para Maru.

—Lo siento mucho zura~, por lo de tu abuelo —le dió un apretón en su mano como señal de empatía.

—Le debo mucho —continuó Dia—, creo que si no fuera por él, mi padre nunca me hubiera dejado en paz.

—¿Y así fue como te hiciste escritora zura~? —preguntó Maru.

—Umm… eso fue cuestión de suerte —se rascó la barbilla—. En el primer año en la universidad, hicieron un concurso de "nuevos talentos". Yo no quería participar, pero Mari, ella tomó mi cuaderno de poesía y lo envió a mis espaldas. Le debo mucho de hecho. Ella y su novia Kanan han sido mis mejores amigas desde la infancia.

—¿Y por eso viven juntas? —interrumpió Maru. La verdad es que esa pregunta se la había estado haciendo desde que visitó la casa de Dia. Por alguna razón, necesitaba saber cómo es que encajaba la rubia en la vida de Dia.

—Umm.. vivo con ella porque mi papá me corrió de la casa y me cortó toda ayuda externa —dijo Dia con simpleza—. Apenas pude rescatar algo de dinero de la herencia de mi abuelo y la familia de Mari es lo suficientemente influyente como para que mi padre no los quiera de enemigos. Aún así, Mari jamás me abandonó aunque las cosas se pusieron realmente mal y luchó conmigo para conseguir algo de independencia. Le agradezco que hubiera enviado mis poemas al concurso de novatos, no gané, sin embargo mi poesía llamó la atención de una joven editora que creo ya has conocido, Sonoda-senpai —una sonrisa apareció en el rostro de Maru, al darse cuenta cómo las piezas poco a poco iban acomodándose en su lugar, el rompecabezas que había hecho en su mente, poco a poco tomaba sentido.

—Me parece que así fue zura~, y también la escuché muy muy enojada la última vez que hablamos —agregó Maru.

—Pobrecilla —rió Dia, al recordar a su editora—. Tengo aún temas pendientes con ella, a los que llegaremos después. El punto es que, cuando iba a salir mi primer libro, mi nombre estaría en él, y el apellido Kurosawa saldría a relucir obviamente —continuó entristecida—. No quería sentir el peso de mi familia en lo que escribía o las amenazas de mi padre y lo que pudiera hacer en contra de la editorial de Sonoda-senpai, así que pedí que hiciera un cambio. Lo que me propuso fue aparecer con un seudónimo y mantener mi identidad oculta, fue así como adopté el nombre de Ms. Pen.

—¿Ms. Pen? ¿Por qué ese nombre zura~?

Las orejas de Dia se pintaron color escarlata. Le daba pena recordar la razón por la cual eligió su nombre ficticio, era algo un tanto ridículo e infantil.

—Eso es porque… —desvió la mirada—, yo no me decidía por ninguno y le pedí ayuda a Mari, cediéndole ese derecho por haber sido ella quien, en primer lugar, me empujara a ese mundo literario. Me arrepentí en un inicio por haber hecho semejante tontería. ¡Ella dice que yo parezco un pingüino! Y por eso me coloco ese nombre. ¿Puedes creerlo?

El puchero que hizo Dia fue tan adorable, que por un segundo Maru sintió la necesidad de picar sus cachetes, pero se aguantó. Aún no sabía cómo se sentía con toda la historia. Habían cosas que había platicado con Ms. Pen que no había logrado entender en su momento pero ahora tenían perfecto sentido.

—¡Yoshiko-chan tenía razón! —exclamó Maru decepcionada—. No puedo creer que seas un pingüino zura~.

—¡No soy un pingüino! —rebatió Dia roja de vergüenza—. Sólo… me gustan —reviró los ojos, esperaba que no tuviera que contar esa experiencia en particular, pero Maru no parecía dispuesta a dejarlo ir—. Es porque de niñas Mari y yo ayudabamos a Kanan en el acuario de su familia y yo pasaba mucho tiempo cuidando a los pingüinos y pues así… —se pasó una mano por la cara para tratar de apartar el bochorno—. Mari lo recordó y en la presentación de mi primer libro, siendo ella la encargada de presentarme, aunque me opuse rotundamente al seudónimo y había estado dudando en si ella debía hacer esa presentación y Mari me aseguró que todo estaría bien —Maru realmente miró que aquello le producía mucha vergüenza a Dia pues había comenzado a divagar—. Cuando se supone que iba a decir mi nombre, en lugar de decir… ya sabes, "Kurosawa Dia", ella dijo: "Ms. Penguin", ya sabes, con su acento y todo, pues se quedó "Ms. Pen" —suspiro resignada—. A mi editora le gustó la idea y lo demás… supongo que ya lo sabes.

—Si zura~, después siguieron los demás libros y te convertiste en la poetisa más prometedora de la década —exclamó Maru emocionada de conocer esa nueva parte de Ms. Pen o más bien Dia.

—Yo no iría tan lejos como eso —Dia se encogió de hombros—, pero supongo que a mucha gente le gustó lo que escribía.

—Como a mí —sonrió Maru mostrándose más relajada.

—La cuestión es que me dejé llevar por mi ego. Me sentía tan bien escribiendo. Como te diste cuenta, muchas cosas de mi vida están plasmadas en mi poesía, y bueno, justo después de publicar el último libro, un enemigo político de mi padre, que estuvo investigándolo por años sin encontrar nada relevante sobre la familia Kurosawa —suspiró—, descubrió que la hija heredera del inmaculado e inalcanzable Kurosawa, era en realidad una degenerada lesbiana que lo arruinó todo. Lo destrozaron dentro del partido, atacándolo sin piedad y al final, terminó perdiendo la candidatura que tanto añoraba y su lugar en el poder, hice trizas todos los años de trabajo de mi padre, por no haber sabido medir mis palabras. Si no hubiera publicado eso… —se recriminó, soltando la mano de Maru y golpeando la banca.

—No es tu culpa zura~, eso que pasó, no es justo —un nudo se había formado en la garganta de Maru, los dramas de los ricos si que eran bastante intensos—. Tu padre no tenía por que hacer algo así.

—Si tenía que Maru-chan, él tenía que borrarme de su vida para poder enmendar un poco del daño que le hice. Después de que me corrió de la casa, cortó toda comunicación conmigo y me despojó de lo que el abuelo había dejado para mí. No me interesa el dinero pero es abrumador de pronto quedarte sin nada de un momento a otro, de no ser por Mari no sabría que haber hecho para levantarme. Así que me arme de valor gracias al apoyo de mi amiga y sin querer tener nada que ver con mi padre y el resto de mi familia, tomé todo el dinero que había recibido por las regalías de mis libros, que era lo único propio que poseía, y lo invertí en la cafetería. Él amenazó con incluso quitarme eso, pero hasta ahora se ha alejado gracias a que no he vuelto a publicar o a destacar. Yo realmente necesitaba apartarme de la poesía y de todos, sólo manteniendo mi mente ocupada en otra cosa iba a ser capaz de hacer eso. Estaba abrumada.

—Fue algo bastante difícil que no puedo ni imaginar —comentó con honestidad, nunca había poseído nada más allá de sus libros como para pensar en que sería tener cosas mucho más caras o una familia que quisiera destruirte así.

—Mari se asoció conmigo ya que no tenía el dinero suficiente para emprender el negocio a pesar de mis regalías, los abogados son muy caros, y es por ello que parte del café le pertenece, aunque ella diga que no. Después de toda la pelea legal para que mi padre dejara de acosarme y de quedarme sin dinero, Mari se ofreció a darme un espacio en su casa mientras el café comenzaba a funcionar y bueno —se encogió de hombros—, ahora vivo con ella. Al menos así tengo un poco de tranquilidad, pero quisiera poder vivir por mi parte, Mari tiene a Kanan y sé que desearían tener más intimidad.

—¿No la tienen? —preguntó Maru por impulso, sintiéndose un poco avergonzada después de haberlo hecho.

—No, si la tiene, pero sé que se limitan —dudó Dia—. No es lindo verlas dándose amor por toda la casa. Quisiera poder tener mi propio espacio sin sentirme culpable o intrusa, pero tampoco quiero estar sola del todo. Tal vez eso es un poco egoísta y contradictorio...

Ciertamente ya contaba con los medios para poder costearse un lugar para vivir por sí misma pero realmente no estaba en la labor de vivir sin su mejor amiga, hasta ese momento en que una idea cruzó por su mente pero la descartó con rapidez.

—Oh… ya veo zura~ —un silencio incómodo se instaló entre ellas, hasta que Maru recordó lo que realmente quería saber—. ¿Esa fue la razón por la que dejaste de escribirme? Tenías mi dirección, pudiste continuar escribiéndome —exclamó, sin molestarse en disimular su reclamo.

—Eso fue porque soy una idiota. Antes de irme mi padre dijo cosas… horribles, muy desagradables y no quise arrastrarte en mi depresión. Corté con todos mis lazos como Ms. Pen y eso lamentablemente te incluía también. Fue una cosa muy egoísta de mi parte de la que me arrepentí en el momento en el que te reconocí en la cafetería. Lo siento —agacho la cabeza—. Hablé con mi editora sobre que no escribiría más e incluso me deshice de todo el material que tenía adelantado para el siguiente libro. Estaba decidida a desterrar la poesía de mi vida.

—¿Y teniendo una librería-café repleta de libros lo ibas a lograr zura~? —Maru levantó una ceja enojada—. Me parece que no pensaste bien las cosas.

—Era mi manera de mantenerme inmersa en lo que amo, sin comprometer a mi familia —Dia se llevó las manos a la cabeza, frustrada—. Ya sé que suena como una locura o una estupidez ahora, pero cuando lo hice, todo tenía mucho sentido. Era para evitar más dolor recordando lo que no podría volver a ser.

—Apuesto que sí —Maru colocó una mano en su hombro en señal de apoyo—. Y después llegué yo, a recordarte que no podías dejar de ser Ms. Pen tan fácil, ¿no zura~? Supongo que debió ser duro ser golpeada con una dosis de realidad.

—Fue aplastante y agobiante. Había estado huyendo por algunos meses de todo lo que me recordara a Ms. Pen. —suspiró abrumada—. Mari ya se había cansado de decir que no tenía caso la locura que estaba cometiendo y me había dejado tranquila con el tema, pero entonces cuando llegaste tú y pediste con tanta insistencia los libros de Ms. Pen en la cafetería, yo simplemente… No lo sé, me sentí acorralada y en pánico.

—¿Y por qué no me dijiste simplemente quien eras zura~? Creo que eso hubiera sido más fácil —le reclamó enfadada.

—¿Por qué? No lo sé. Supongo que una mentira llevó a la otra y antes de que me diera cuenta ya tenía una enorme bola de nieve rodando trás de mí lista para aplastarme. Simplemente tuve miedo —tragó duro—. Cuando me acerqué a ti y pude ver esa parte que me habías mostrado en las cartas, yo en verdad, caí en el pánico total, temía que te alejaras de mí por haberte mentido y no quería perderte. Fue un círculo vicioso entre mentiras y miedo a que me alejaras como lo hiciste al final.

—Yo no… —Maru se aventuró a querer decir que no iba a alejarla pero la mirada de Dia la detuvo, era obvio que eso era lo que había hecho todos esos días—. Creo que… si, eso pasó zura~, pero sólo por que no fuiste honesta desde un principio —fue el turno de Maru de soltar un sonoro suspiro—. La verdad es que… me hiciste sentir cosas zura~, cosas que yo no creí se pudieran sentir. No podía explicar tanta felicidad y era aún más increíble que el motivo de ella fueras tú... Dia. Me sentí culpable y traicionera frente a mis sentimientos por Ms. Pen, así que cuando supe que no eras sólo Dia, que tambien eras Ms. Pen, muchas cosas pasaron por mi mente. Una de ellas fue pensar que tú habías jugado conmigo, que lo habías hecho para divertirte.

—¡Claro que no! —interrumpió Dia—. Yo nunca haría algo como eso Hanamaru, y menos a ti… yo… —Dia desvió la mirada, tratando de ocultar su sonrojo—. Yo tambien siento cosas… desde hace mucho tiempo, solo que he sido cobarde.

—¿Qué sientes zura~? —Maru tomó su mano para animarla a hablar.

—Ya lo sabes, lo dije en mi poema —Dia se mantuvo apenada mirando al suelo.

—Lo leí —Maru suspiró, Dia realmente está temblando de miedo—, pero… quiero escucharlo de ti.

—Yo te… te quiero Hanamaru, te amo desde hace mucho tiempo —Dia apretó el agarre de la chica—. Sé que no estuvo bien lo que hice, pero en verdad quiero enmendarlo, quiero que me des la oportunidad de demostrarte quien soy en realidad. Hasta ahora has sido la única persona que ha conocido una parte de mí que nunca le había mostrado a nadie, sólo que no sabías que lo hacía y quisiera poder mostrarte todo lo que soy sin más mentiras —Dia llevó la mano de Maru hasta su boca y depositó un beso en ella, sus ojos habían comenzado a llorar—. Hay tanto de mi que quiero que veas, sólo necesito que me des una oportunidad, aunque hice las cosas mal —concluyó con la voz entrecortada.

El corazón de Maru jamás había latido a tal velocidad. Sabía que estaba sonrojada hasta las orejas, pero por alguna razón, no quería desviar su mirada; dentro de los ojos de Dia, yacían las respuestas que llevaba tanto tiempo buscando. Por fin supo cuál era su lugar, por fin sintió que había encontrado a la persona que estuvo buscando durante tanto tiempo.

—No… —dijo Maru con un hilo de voz, Dia perdió el color del rostro al imaginarse perdiendo su última esperanza, pero Maru prosiguió—, las dos hicimos las cosas mal zura~, es hora de que ambas nos demos la oportunidad de mostrarnos lo que verdaderamente sentimos la una por la otra. Yo te amo zura~, no sé desde cuando. Aún estoy empezando a entender hasta que punto estoy enamorada de todas las partes de ti y que haberme alejado fue la cosa más estúpida que pude haber hecho —acarició la mejilla de Dia que recibió el contacto gustosa—. Lo que estoy diciendo es que, quisiera… quisiera que nos diéramos esa oportunidad zura~.

Los ojos de Dia brillaron al escuchar las palabras de la boca de Maru y fue como si el cielo de pronto bajará hasta sus pies.

—¿Eso quiere decir que me perdonas? —preguntó invadida por la emoción.

—Sí… creo que con las cosas aclaradas pues… ya no tengo mucho que perdonar zura~, quisiera que dejáramos este episodio atrás y sólo nos movamos al siguiente capítulo, si así le podemos llamar.

—No escribo novelas, pero creo entender a lo que te refieres —Dia se puso de pie y ayudó a Maru a incorporarse—. ¿Quisiera saber si a usted, señorita Kunikida Hanamaru, le gustaría tener una verdadera cita con todas las versiones de mí: Kurosawa Dia por el día y Ms. Pen por las noches?

—¿Sólo eres Ms. Pen por las noches zura~? —Maru frunció el ceño enfurruñada tratando de hacer una broma para aligerar todas las lágrimas—. Pero yo pensé que…

Maru no pudo terminar de hablar porque fue sorprendida por un beso que Dia plantó en sus labios.

Al principio se tensó por lo sorpresivo del contacto, pero poco a poco se dejó inundar por el sentimiento de calidez que era transmitido por su poetiza. Todo el nerviosismo, las lágrimas y el dolor quedó disuelto, las palabras que quedaron pendientes por decir se disolvieron en el aire. En ese momento ya nada parecía importante, sólo quería transmitir en ese beso todas las emociones que había estado conteniendo por tanto tiempo, tanto a Ms. Pen como a Dia.

Dia colocó las manos en las caderas de Maru y la jaló hacia ella, cerrando el espacio que las separaba pues anhelaba sentir más de la pequeña chica y Maru llevo sus brazos alrededor del cuello de la mayor dejando que sus cuerpos se fundieran.

Maru no podía dejar de notar los avances de Dia y realmente no estaba en la labor de detenerlos, por el contrario, su cuerpo parecía estar tomando las decisiones por sí mismo gustoso de seguir adelante. Con su cerebro en ese momento fuera de servicio, sus neuronas se habían derretido por completo y le pedían más.

Su boca se abrió ligeramente y la lengua de Dia no perdió el tiempo abriéndose paso entre sus labios arrancando un suave gemido que la hizo temblar. Era una sensación desconocida pero altamente placentera y parecía que ninguna quería terminarla. El tiempo de repente, se detuvo, solo eran ellas dos y el universo girando a su alrededor, sin embargo Dia detuvo el beso. Ambas estaban sonrojadas, jadeantes y con el ánimo de continuar.

—Eso fue…

—Alucinante zura~ —dijo Maru, aún mareada por la intensidad del momento que compartieron. Maru aflojó el agarre del cuello de Dia y ésta recargó su frente contra la de Maru.

—Quiero hacer las cosas bien, me importas demasiado como para arruinarlo de nuevo —explicó Dia, con una ligera sonrisa de felicidad en el rostro.

—Me gustaría eso zura~, yo te quiero… Di-a-chan —dió un suave beso juguetón en su mejilla—. Y definitivamente, quiero tener una cita contigo, mi traviesa pingüina.

—¿Dia-chan? ¿Traviesa pingüina? —Dia hizo un mohín que Maru correspondió con una risa más suelta—. ¿Que clase de influencia Yoshinesca es esta?

—Calla o comenzaré a cantar Jappari Park —la besó de nuevo para silenciarla y Dia la recibió gustosa.

—Ni siquiera lo menciones KabanMaru —le devolvió la broma y ambas se rieron alegres.

La declaración de Maru la había tomado por sorpresa, ella había dicho "mi traviesa pingüina" y Dia no pudo evitar sentir a las mariposas dentro de su estómago, revoloteando. Cualquier cosa que le deparará el futuro, estaba lista para enfrentarlo, porque no iba a permitir que su bella flor se separara de su lado, nunca más.