Disclaimer: Solo los personajes pertenecen a S. Meyer. Esta historia es totalmente mía.
Capítulo beteado por Manue0120, Betas FFAD; www facebook com / groups / betasffaddiction.
PRINCESA.
Capítulo 11.
Era el mensaje de texto más extraño que había recibido en todo el día, toda la semana y quizás toda mi vida.
Hice una apuesta con Emmett. ¿Cómo se escribe tu nombre?
¿Qué más daba como se escribiera mi nombre? Aunque, si lo pensaba, una de las cosas que más odiaba era que escribieran o pronunciaran mi nombre erróneamente. Era realmente desesperante. Todo radicaba en si en la parte de "Bella" se escribía con una sola "L" o se pronunciaba con doble "L".
Me disponía a contestarle cuando escuché un molesto grito.
—¡Isabella! —Me giré y me encontré a mi jefa en la puerta de su oficina—. Necesito hablar contigo, ahora.
Guardé el teléfono y me dirigí hacia ella bajo la atenta mirada de todas las secretarias. ¡Odiaba que hicieran eso! Siempre estaban atentas a lo que sucedía en pasillos, quién entraba o quién salía. ¿Acaso no tenían trabajo qué hacer? Además, hasta donde sabía, aun se consideraba grosero murmurar sin discreción alguna.
—¿Era necesario el grito? —pregunté apenas cerré la puerta.
—Necesito saber si ya comenzaste con la propuesta para el conjunto habitacional del contrato que te pasé ayer —explicó sin responder mi queja.
—No —respondí apenas.
—Ese trabajo me urge, es para ayer —me interrumpió en tono exigente—. Tu trabajo está dejando mucho qué desear, no te contraté para que estés pegada al teléfono.
—Lo siento, pero nunca has tenido quejas de mi trabajo… —repliqué, ella continuó, ignorándome.
—Hasta ahora.
—Sera que me…
—No tengo tiempo para tus caprichos, necesito ese trabajo, ¡ya! —Volvió a interrumpirme.
—Apenas me…
—Necesito ese trabajo para mañana a las 7:00 a.m. —ordenó mientras tecleaba en su computadora—. Si no puedes, dímelo. ¿No necesito especificar que el trabajo debe de tener bocetos, cierto?
Me evité la molestia de contestarle y salí de su oficina irritada. Caminé de nuevo bajo la atenta mirada de las secretarias chismosas y me conduje a mi oficina. Afuera se encontraban Jessica y Alice.
—Entren, ambas —aseveré sin mirarlas—. Jessica, llama a Angela, dile que la quiero aquí ahora.
En ese momento mi teléfono vibró en mi bolsillo. Alice entró conmigo a mi oficina mientras Jessica llamaba a Angela.
—Hola, bonita —saludó Edward—, espero que estés teniendo muy buena tarde, te llamaba para saber si podíamos comer juntos.
—Hola, lindo. —Suspiré. Mi amiga sonrió al escucharme mientras se acomodaba—. Eso será imposible, justo ahora estoy tratando de contener mi tono de voz.
—¿Estás bien? —preguntó. Podía imaginarme su ceño fruncido del otro lado de la línea.
—No. —En ese momento entraron Jessica y Angela—. Dentro de un par de segundos tres señoritas me escucharan gritar, quizás me escuches, mi voz llegará hasta Marte.
Alice, Jessica y Angela enarcaron una ceja mientras escuchaban. Lo había dicho a propósito.
—¿Sucede algo? ¿Puedo ayudarte en alguna cosa?
Me calentó el corazón su preocupación.
—No, guapo. Gracias. Es solo trabajo.
—Bien. —Esta vez pude escuchar su sonrisa a través de la línea—. Entonces no te entretengo más, sabiendo que es trabajo y no un problema grave, me quedo más tranquilo.
—Gracias, aunque contigo también tengo un problema. —Alice me hizo una seña con sus dedos pidiéndome que colgara—. No entiendo tu pregunta.
—Cierto, lo olvidé. Solo mándame un mensaje con tu nombre escrito correctamente, es una apuesta con Emmett —dijo repitiendo lo mismo que decía el mensaje. Alice volvió a pedirme que colgara el teléfono, por lo que me tuve que despedir rápidamente.
—Vamos, Alice, sígueme encendiendo —dije irónicamente mientras colgaba. Ambas nos miramos enfadadas—. Espero que las tres hayan dormido bien anoche, porque hoy no dormirán, no si yo no lo hago.
—¿Puedes explicar qué rayos sucede que nos llamas con tanta urgencia? —bramó Angela.
Angela fue mi asistente antes de Jessica, era abogada y había llegado un par de meses después de que yo lo hiciera. Era buena persona, tranquila. Tenía un bar/cafetería bastante concurrido en la ciudad. Actualmente trabajaba en el departamento legal de la empresa.
—No sé qué rayos sucede. —Me encogí de hombros—. Ayer llegó a mis manos un contrato y mañana debe estar lista la propuesta de proyecto.
—¿Es broma? —Rio irónicamente Alice—. Eso es imposible. Son las 4:00 de la tarde.
—No es ninguna broma, debe estar para mañana a las 7:00 a.m.
—¿Cómo carajos vamos a lograr eso? ¿Cuándo te llegó el contrato? —inquirió Alice.
—¿No me estás escuchando? Te acabo de decir que ayer —contesté molesta. No sabía qué rayos le pasaba—. No sé qué sucede, pero la jefa quiere ese trabajo ¡ya!
Intenté respirar y contenerme. Alice no tenía ninguna la culpa del estrés que me estaba provocando esto. No era normal, sobre todo porque no era el único contrato que me había llegado ayer. Procuré tranquilizarme y encontrar una solución.
—Haremos una cosa. Las tres van a tomar sus cosas y nos marchamos a mi casa. Ahí vamos a trabajar las cuatro, tenemos que revisar el contrato y ver que no haya ningún problema.
Las tres asintieron, Angela y Jessica salieron de mi oficina por sus cosas, Alice, sin embargo, no se movió.
—¿No piensas ir por tus cosas? —demandé mientras le mandaba un mensaje a Edward con mi nombre.
—No, no pienso seguir ninguna de tus órdenes. —La observé con la boca abierta—. Hazle como quieras.
—¿Perdón? ¿Puedo preguntar qué rayos te pasa? —exigí levantándome—. ¿Te das cuenta de que es trabajo?
—Pasa que estoy harta de cómo me tratas —gruñó—. De cómo me trata todo el mundo.
No me dio tiempo a replicar, salió azotando la puerta de mi oficina. ¿Qué le había sucedido? Entré a la oficina tan molesta por los gritos de mi jefa que jamás me fijé si a mi amiga le ocurría algo. Suspiré profundamente preguntándome cuándo tendría un día normal.
Tomé mis cosas y salí, encontrándome con mis dos compañeras de trabajo. Noté que Jessica ya llevaba un folder, así que suponía era el contrato de trabajo. Bajamos y salimos en dirección a nuestros coches. Jessica no tenía carro, así que se fue conmigo. En el camino le pedí que comenzara a leer los contratos.
No sabía qué pensar en relación a la reacción de Alice, estaba segura que algo extraño le sucedía. Alice tenía muchas conductas, no obstante, jamás la había visto tan furiosa. Estaba de acuerdo en que en ocasiones era demasiado dura con ella, pero hoy no había motivo para que se exaltara de esa manera. Le reñí porque me estaba preguntando algo que ya había dicho, pero al parecer su cabeza se encontraba lejos de la oficina en ese momento.
Llegamos a mi casa, Angela estacionando detrás de mí. Entramos y nos instalamos en el despacho. Jessica había sacado varias copias del contrato y nos acomodamos para leerlos. Nos entretuvimos un poco por tener que explicarle a Jessica cada duda del trabajo. Cuando vimos el reloj, eran las 9:10 p.m. En ese momento tocaron a la puerta. Era mi madre.
—¿Isabella? —Me acerqué a ella—. Hay alguien afuera que te busca. No quiere pasar.
—¿Quién? —Ella sonrió, se dio la vuelta y se marchó misteriosamente.
—Ahora vengo —les informé a mis compañeras. Ellas asintieron.
Me abracé cuando salí al jardín, no había sacado alguna chaqueta y hacía un poco de frío. Abrí la puerta y me sorprendió a quién me encontré ahí.
—¿Edward? —pregunté automáticamente sonriendo, él correspondió mi sonrisa—. ¿Qué haces aquí?
—Como dijiste que tenías mucho trabajo pensé que quizás no habías comido —dijo mostrándome una bolsa con un empaque de comida—. Te traje un poco de comida china, es de mis platillos favoritos, espero te guste.
—¡Que rico! —Aplaudí—. Es verdad, no he comido y no sé si vaya a dormir.
—¿Tanto trabajo tienes?
—Mi jefa y Alice se pusieron todas locas.
—No te expreses así de Alice —me regañó—. ¿Qué sucedió con tu jefa?
—Perdón. Mi jefa se puso toda rara, me exigió un trabajo que me acaba de pasar ayer, y creo que Alice pensó que se me había olvidado, el caso es que se enfadó y me dijo que no iba a seguir mis órdenes y no vino a trabajar.
—Supongo que eso no es normal en ella. —Sacudí la cabeza negando, después miré mi reloj, eran 9:25 p.m.
—Debo regresar a trabajar. Gracias por la comida. —Él asintió y se acercó a mí, automáticamente me sonrojé y sentí cómo mi cuerpo se ponía alerta. Me sonrió y poco a poco se fue acercando a mí hasta dejar un suave beso en mi mejilla.
—Por cierto —me dijo antes de subir a su coche—, no voy a poder verte hasta el domingo. Pero paso por ti, esta vez vamos en mi coche.
Asentí un poco ida. Aún estaba algo tonta por su cercanía y su beso. Mi mente se había imaginado que él me besaba en los labios. Me preguntaba qué se sentiría darle un beso, de esos que te hacen perder el sentido y olvidarte de todo menos de la persona con quien estás. Sacudí la cabeza y observé cómo se iba, luego entré a mi casa.
Estaba caminando por el jardín cuando volvieron a tocar la puerta. Me pareció muy raro, sin embargo, me regresé. Por el visillo de la puerta observé que era Alice. Abrí la puerta.
—Hola —saludó en un murmullo—. Vine a traerte un café y, no sé, quizás me dejes trabajar.
—¿No dijiste que no seguirías mis órdenes? —pregunté molesta.
—Ando un poco mal —dijo agachando la cabeza—. Ligué los problemas laborales con los personales.
—No entiendo —murmuré tratando de manejar mejor mi tono de voz.
—Nada, solo tengo problemas personales como el 99.9% de la población mundial —respondió oscamente—. ¿Entonces? ¿Me perdonas y me dejas entrar a trabajar?
—Solamente porque me trajiste mi café favorito. —Me hice a un lado y ella sonrió.
Ella estaba siendo grosera y no mentiría si dijera que la vigilaría muy de cerca. Pero también le daría su espacio. Supongo que cuando se sienta lista me contará qué le sucede.
—Por cierto, ¿con quién estabas hablando? —curioseó y sonreí mostrándole la bolsa de comida.
—Edward muy tiernamente me trajo de comer —conté—, así que ya tengo café y comida.
—¿Al menos nos dejarás pedir pizza a las chicas y a mí? —preguntó esperanzada.
—Tú acabas de llegar —le reproché y ella hizo ojos de cachorrito y el inicio de un puchero con sus labios—. De acuerdo.
Mientras ellas pedían pizza yo devoraba la deliciosa comida que Edward me había traído. Su detalle me pareció tan tierno, ese tipo acciones te calientan el corazón. Miré los ricos rollitos primavera, el arroz, que era lo que más me gustaba, y el pollo agridulce con pimientos. Reí porque no me di cuenta que traía una soda de cola en el paquete. Casi nadie se preocupaba por si comía aparte de mi madre. Algunas veces a Alice también se le olvidaba, pero eso era porque ella tampoco tenía oportunidad de comer.
Visualicé a Alice sin que lo notara, algo le sucedía. Tenía el contrato en las manos, pero podía ver en sus ojos cómo por momentos se perdía. Era un poco obvia porque regresaba a la realidad con un sacudir de su cabeza.
Pensé un poco en Edward y en mí. Había sido algo hermoso su preocupación por mí. Cruzaron por mi cabeza mis planes para el domingo. Aunque tenía dudas. Yo le había contado el domingo anterior un poco sobre Jacob, pero él nunca mencionaba, ni por error, a su ex novia. Eso era algo que debía que hablar con él si es que pretendía que fuéramos algo más. ¿Qué había pasado con su novia de secundaria? ¿Fue ella su última novia? ¿Por qué terminaron? Aunque me preocupaba un poco, sus reacciones exageradas me incomodaron. Sin embargo, era un tema importante.
—Alice —la llamé. Ella me miró—. ¿Saldrás el domingo?
Pude observar en sus ojos que entendía a lo que me refería.
—Esperemos a ver si tendremos libre el domingo, así como estamos de trabajo, lo dudo.
Sus palabras me sorprendieron bastante, puedo decir que me sacaron de mi burbujita, era verdad. En nuestro trabajo no era muy común que tuviéramos los domingos libres. Eso me deprimió un poco, estaba algo ilusionada con mi paseo.
Continuamos trabajando casi toda la noche, turnándonos para dormir un poco. A las cinco de la mañana Angela llevó a Jessica a su casa para que pudiera bañarse y cambiarse. Alice hizo lo mismo.
Fue desesperante, frustrante y odioso la forma de actuar de mi jefa. Llegamos las cuatro a las 6:30 de la mañana para preparar la presentación. Ella llegó a las 7:00 a.m. y se sorprendió de encontrarnos ahí.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó.
—Me dijiste que querías el trabajo para hoy a las 7:00 a.m.
—Olvida lo que dije, continúen trabajando este proyecto para el lunes. —Se dio la vuelta y nos dejó ahí, totalmente impactadas.
Seguí a mi jefa dispuesta a reclamarle. Llegué a su oficina y cerré la puerta, pero algo me detuvo de comenzar mis gritos. Se veía cansada y noté que traía la misma ropa del día anterior, solamente se cambió la chaqueta.
—¿Qué quieres, Isabella? —me preguntó dejando sus cosas sobre su escritorio.
—¿Qué te sucede, Irina? —inquirí—. Nunca habías reaccionado como ayer y mucho menos hecho lo que acabas de hacer.
—Se trata de mi hermano —confesó y me quedé de piedra. Ella jamás hablaba de su vida privada—. Está enfermo y mi sobrina se encuentra lejos, no sabemos cómo contactarla.
—¿Se encuentra muy grave? —Ella asintió. Me miraba de una forma extraña, no sabría cómo describirla.
—El médico recomienda que, si logra mejorarse, lo traslademos a un lugar cerca de la playa. Estoy muy preocupada. —Asentí dispuesta a marcharme—. No quiero que porque yo no me encuentre en la empresa te sientes en tus laureles. —Me giré y la miré. Ella no me miraba—. Ese proyecto es muy importante, de los más importantes actualmente, y necesito que lo trabajen arduamente, porque en cuanto mi hermano se recupere vendré y te lo exigiré.
—Puedes confiar en mí.
—Tampoco quiero que cuentes mis problemas, esto es un mercado de chismes. —Sacudió la cabeza—. Espero sepas guardar discreción.
Asentí y regresé a mi oficina. No les di mayores explicaciones a mis compañeras, más que decirles que debíamos perfeccionar el trabajo. Tampoco le tomé importancia a las confesiones de mi jefa, esperaba que su hermano estuviera bien, por mi parte tenía cosas importantes en las cuales pensar. A eso nos dedicamos el resto de la semana, aunque todos nos dimos cuenta que en ningún momento la jefa se presentó en la empresa, sin embargo, nadie dijo nada. Me dediqué a exigirles el mayor trabajo a mis chicas, dejándolas bastante agotadas.
El domingo por la mañana me levanté muy temprano, me bañé y alisté con un pantalón verde y una blusa rosa, junto con un saco negro. Alacié mi cabello y me coloqué un poco de perfume. Mi rostro fue de colores muy naturales, aunque mi boca la pinté de un rojo fuerte. Hoy sería el día en que hablaría con Edward.
Tocaron a mi puerta y miré a mi amiga lucir un pantalón blanco y una blusa color verde, en la misma tonalidad que mi pantalón, junto con unos zapatos de tacón bajo.
—Por un momento pensé que no vendrías —murmuré mientras le daba un beso en la mejilla y un abrazo.
—Por un momento lo consideré, pero quiero ver tu cara cuando conozcas el lugar. —Se burló y le saqué la lengua.
—Estoy dispuesta a hablar hoy con Edward —le confesé y ella se sorprendió, para después aplaudir.
—Ahora menos que nunca me pierdo este paseo. —Reí junto con ella.
—¿Está todo bien? —pregunté y ella asintió sin mirarme.
Minutos después escuchamos sonar un claxon, así que salimos. Según mi amiga me dijo, mi madre había salido cuando ella llegó. Afuera nos esperaba Edward, quien lucía un pantalón y una camisa, ambos de mezclilla con unos zapatos café, junto con Jasper, quien llevaba una camisa a cuadros y un pantalón de mezclilla.
—Hola, bonita —me saludó Edward con un beso en la mejilla. Después se dirigió a mi amiga—. Hola, Alice.
—Llegaste puntual. —Reí mientras saludábamos a Jasper. Pude ver que Alice no me quitaba la mirada de encima y eso provocó que me sonrojara horrible.
—Vamos. —dije mientras caminamos hacia el auto. Edward me abrió la puerta del copiloto y le ofrecí una sonrisa, la cual borré cuando visualicé a Alice entrar rápidamente al coche dejando a Jasper con la mano extendida, lo que sorprendió bastante a los dos hombres. Cuando Jasper me miró, esquivé su mirada y me subí al coche finalmente.
—¿Están listas, señoritas? —cuestionó Edward, primero mirándome a mí y después a Alice. Ambas asentimos.
—¿A mí no me preguntas, guapo? —bromeó Jasper intentando imitar a un gay, cosa que nos dio mucha risa a todos. La mirada de ambos hombres estaba puesta en Alice.
—Edward… —Este me miró mientras emprendíamos la marcha hacia nuestro paseo—. ¿Y Emmett? Dijiste que le dirías sobre nuestro paseo para ver si nos quería acompañar.
—¿Emmett? —titubeó y miró a su hermano por el espejo retrovisor.
—Tuvo que salir de emergencia. —Se apresuró a responder Jasper—. Un problema…con unos pacientes.
—Exacto —concordó Edward. Intenté mirarlo, pero él evitaba mi cara y supe que mentía. Sin embargo, decidí no insistir, solo esperaba que todo con mi amigo estuviera bien. Toqué suavemente el brazo de Edward y el me miró.
—Si fuera algo grave, ¿me lo dirías? —le pregunté en voz baja, con la esperanza de que nuestros amigos decidieran ignorarnos. Asintió en silencio y me dio una pequeña sonrisa.
—Oye —dijo Edward durante un alto—, nunca me dijiste si te gustó la comida china.
—¡Oh! Estuvo deliciosa. —Aún la recordaba y mi boca se hacía agua—. Me encantó.
—¿Tenía arroz? —cuestionó Alice y yo hice un puchero mientras Edward asentía extrañado—. Con razón, el arroz la vuelve loca.
—¡Alice! —chillé sonrojada.
—Es bueno saberlo. —Rio Edward.
—En cuanto a comida china me gusta mucho el arroz y las verduras con carne. En postres amo las fresas, uvas y gelatina, cualquiera de los tres con crema.
—No olvides el pastel de queso que prepara tu mamá. —Me recordó Edward.
—¿Lo has comido? —indagó Alice antes de que yo respondiera.
En ese momento me percaté de que Alice estaba demasiado platicadora con Edward, mientras que a Jasper lo ignoraba. Lo observé y me di cuenta que él vio lo mismo, pues miraba con gesto extrañado a Alice al tiempo que ella estaba inclinada sobre Edward.
—No, es come sola. —Me guiñó un ojo—. Nunca ha querido invitarme.
—Bella es una excelente cocinera, su mamá le ha enseñado mucho, aunque prefiero los molletes de la tía Renée.
—Entonces a mí no me quiere —replicó Edward y lo miré—. Nunca me ha cocinado nada.
—No seas mentiroso. —Lo golpeé en el brazo—. ¿No te cociné cuando estabas enfermo? —Me volteé hacia la ventana fingiendo estar molesta.
—No es cierto, hermosa. Es broma —dijo acariciando mi brazo. Pude sentir los vellos de mi piel erizarse, cosa de la cual se dio cuenta, más no hizo comentario al respecto, tan solo continuó como si nada pasara. Me giré hacia él y me sonreía tiernamente. Nos miramos a los ojos y todo a nuestro alrededor desapareció, solo estaban sus ojos puestos en mí, nada más importaba. Tuvimos que romper el contacto visual cuando el claxon de los coches comenzaron a sonar estrepitosamente.
En un acto de valentía coloqué mi mano sobre la suya, la cual estaba en la palanca de velocidades. Me negué a mirar a Edward y a nuestros acompañantes, quienes eran testigos de todo. Solamente sentí segundos después su pulgar acariciar distraídamente la palma de mi mano.
—¡Sube el volumen! —gritó Alice sobresaltándonos a todos, no me fijé del silencio que había inundado el coche. Sin muchas ganas quité mi mano de la de Edward e hice lo que pidió—. ¿Recuerdas esa canción, Bella? Es de Selena.
"Y se emociona (y se emociona)
Ya no razona
No lo puedo controlar
Y se emociona (y se emociona)
Ya no razona
No lo puedo controlar
Y se emociona (y se emociona)
Ya no razona
Y me empieza a cantar (cantar)
Me canta así así".
—¿Te gusta Selena? —preguntó Jasper integrándose a la plática mientras que Edward volvía a tomar mi mano.
—De pequeña y hasta mi adolescencia fue una de mis artistas favoritas. Amaba sus canciones.
—¿Has visto su película? —Continuó Jasper.
—Sí, y al igual que muchos opino que Jennifer López le debe su carrera a Selena —comenté mientras sonaba "Si una vez".
"Si una vez dije que te amaba, hoy me arrepiento
Si una vez dije que te amaba
No sé lo que pensé, estaba loca
Si una vez dije que te amaba, y que por ti la vida daba
Si una vez dije que te amaba no lo vuelvo a hacer
Ese error es cosa de ayer
Yo sé que un día tú volverás
Y tú de todo te arrepentirás".
—Jennifer López también ha hecho muy buenos trabajos —replicó Edward.
—Claro, no lo niego, solo digo que se dio a conocer con esa película.
—¡Ahora cállense! —aseveró Alice—. Es la versión cuando canto en el astrodome y a mí me fascina esa versión, déjenme escuchar en paz.
Yo también amaba esa versión, pero los repentinos cambios de humor de Alice me estaban poniendo de muy mal humor. Ya llevaba toda la semana así y por más que le había preguntado qué le sucedía, ella se negaba a decirme.
Miré por el espejo retrovisor y pude ver cómo Jasper miraba fijamente a Alice mientras que ella lo ignoraba, empezaba a pensar que su raro comportamiento tenía que ver con él.
—¿Quién es tu artista favorito actualmente, Bella? —comentó Jasper.
—Son muchos —musité—. Thalía y Rio Roma me encantan. Aunque escucho de todo.
—A mí me encanta Katty Perry —prosiguió Edward—. Aunque Adele también.
—Yo soy más internacional, amo a Shakira y a Marc Anthony —dijo Jasper.
—Como si alguien te hubiera preguntado —masculló Alice en tono molesto. Todos la miramos atónitos.
—¡Mary Alice Brandon! —exclamé molesta—. Discúlpate en este momento.
—¿Quién me va a obligar? —gruñó altanera para después salir del coche. Hasta ese momento me di cuenta que ya habíamos llegado. Salí apenas notando que Edward intentó detenerme. Alice había comenzado a caminar, así que corrí detrás de ella.
—¡Alice! ¡Mary Alice! —grité llamando la atención de algunas personas. La tomé por el brazo apenas la alcancé—. ¿No estás escuchando que te estoy hablando?
—¡Bella! —Me giré para encontrarme con Jasper—. Tengo que hacer algo y me llevaré a Alice.
—¡Contigo no voy ni a la esquina! —vociferó Alice, pero fue tomada de la mano por Jasper y casi arrastrada.
Me pareció muy rara la actitud de los dos, Jasper no era el caballero de armadura oxidada de la vez pasada ni Alice era la damisela sonrojada. Pude ver Jasper le murmuró algo para hacer que caminara.
—¿Qué les sucede a esos dos? —preguntó Edward y me sobresalté cuando lo sentí a mi lado—. Lo siento.
—No lo sé. —Me encogí de hombros—. ¿Sabes a dónde fue Jasper?
—Sí. —Sonrió misterioso—. En un rato los volveremos a ver, tú me vas a acompañar a ver unas cosas.
—¿Qué cosas? —Sonreí mientras él tomaba mi mano—. ¿Podemos regresar un momento al coche? Olvidé quitarme el saco y tengo mucho calor.
—Claro. —Caminamos de regreso al coche y pude dejar mi saco.
—¿Te han dicho que eres muy bonita? —dijo Edward mientras tomaba mi mano. Comenzó a caminar y lo seguí observando el lugar.
—No, aunque creo que mi hermana es más bonita que yo.
—Eso me parece imposible —repuso—. Además, no quiero saber de tu hermana, quiero saber de ti.
—¿Qué quieres saber?
—Quiero saberlo todo. —Me volteé hacia él extrañada ante su tono.
—No entiendo qué me quieres decir. —Nos detuvimos antes de llegar a las trajineras, podía verlas a lo lejos.
—Eso, quiero saber y compartir contigo todo lo que tú me quieras dar, y un poco más.
—Edward, necesito hablar contigo de algo. —Aproveché que estábamos a solas.
—Me parece perfecto, porque yo también quiero hablarte, y perdona que en esta ocasión no sea caballeroso.
—¿Qué sucede?
—¿Qué me dirías si te pidiera una oportunidad?
—¿Una oportunidad para qué? —pregunté confundida.
—Eres buena amiga, pero me gustaría que me dieras la oportunidad…que nos dieras la oportunidad de ser algo más.
—Edward, ¿acaso tu…?
—Isabella Marie Swan, ¿quieres ser mi novia?
—No… —musité sorprendida.
—¿No? —Su tono triste me hizo salir un poco del asombro.
—No sé… —Intenté agachar la mirada, más él no me lo permitió—. No entiendo cómo surgió esto.
—Me agrada mucho tu compañía, eres una persona increíble, te me has ido metiendo poco a poco en mi cabeza y has puesto mi vida patas arriba. Supongo que yo tampoco sé cómo surgió esto.
—Me preocupa una cosa, Edward. Yo vine a este paseo con la plena intención de hablar de lo mismo contigo, pero hay algo que ronda mi cabeza.
—¿Qué sucede? Si es por los tiempos, encontraremos la forma de solucionarlo.
—Me preocupa que después tú me reproches que acepté ser tu novia apenas conociéndonos. —Él comenzó a negar con su cabeza.
—Eso nunca sucederá. —Él tomó mi rostro entre sus manos—. Yo te estoy pidiendo una oportunidad, soy yo el que está proponiendo y pidiendo esto.
—¿Valorarás lo que llegue a sentir por ti? —pregunté—. Voy a poner todo de mi parte para que lo nuestro funcione.
—Te valoraré como una muñequita de porcelana. No, como la muñeca de cristal más fina y cara.
—No eres muy romántico a la hora de comparar —me burlé un poco—. Mis padres no funcionaron juntos, nadie supo valorar a mi madre…
—Te puedo asegurar que lo haré. Cuidaré tu corazón y a cambio te pido lo mismo, que valores todas y cada una de las cosas que yo te entregue.
—Prometido…novio mío. —Reí un poco al decirlo.
—Hay algo más. —Lo miré expectante—. Quiero sinceridad, quiero que seas totalmente franca y honesta.
—Tienes mi palabra. —Puse mi mano en su pecho.
Nos miramos a los ojos y poco a poco nos fuimos acercando. Alternábamos la mirada entre nuestros ojos y labios. Podía sentir el calor emanando de sus labios.
—¡Edward! —gritó alguien sobresaltándonos. Era Jasper—. ¿Qué hacen?
—Nada —farfulló Edward molesto mientras yo evitaba la mirada de ambos. No me fijé si Alice venía con él, aunque suponía que sí.
Cuando me giré Edward tenía una mascada roja que parecía de seda en sus manos. Me extrañó bastante.
—No te muevas —dijo Edward y me hice para atrás—. Por favor, es una sorpresa.
—Ni lo sueñes, no me pondrás eso. —Retrocedí cuando sentí que alguien me ponía por detrás la mascada y me agarraban las manos—. Eso no es justo, son tres contra una.
—Vamos, bonita. —Edward me tomó de la cintura—. Te prometo te va a gustar.
—Los odio —gruñí mientras Edward reía. No era muy paciente.
Me giraron y comenzamos a caminar. Edward nunca me soltó de la cintura.
—Hay unos escalones delante de ti —anunció Edward—. Baja con cuidado, ya casi estamos llegando.
Aunque mis zapatos no eran muy altos, no pude evitar pisar mal y casi caerme. Escuché la carcajada de Alice, la cual fue callada de momento, al parecer le habían regañado. Edward me sostuvo más fuerte por la cintura y continuamos bajando los escalones restantes para después caminar unos metros más.
—¿Lista? —preguntó Edward en mi oído. Asentí mientras se me erizaba de nuevo la piel.
Me retiraron la mascada y frente a mí encontré una trajinera con mi nombre escrito con flores. Me pareció un detalle hermoso. Mi nombre estaba escrito con hermosas flores blancas y alrededor con múltiples flores de colores.
—¿A quién se le ocurrió esto? —pregunté fingiendo voz neutra. Me giré y Jasper me señaló a Edward quien se mostraba nervioso—. ¿Tú hiciste esto? —Él asintió en silencio. Lo abracé y brinqué como niña pequeña—. Esto es hermoso, se ve increíble.
—¿Te gusta? —Asentí emocionada—. Entonces súbete.
No esperé más y corrí a subirme, quise hacerlo sola pero la trajinera se movió, cosa que me asustó. Sentí a alguien sostenerme de la cintura, giré y me encontré con Edward. Me dio la mano y Jasper tomó la otra y juntos me ayudaron a subir. Después de mí siguió Alice y detrás de nosotras los dos hombres. Me senté en las bonitas sillas blancas cuando el hombre que la manejaba comenzó a desatarla. Observé alrededor lo hermoso que era, no solo este lugar, sino también México.
—¿Quieres un refresco? —cuestionó Edward. Asentí.
—¿Vamos a la isla de las muñecas? —pidió Jasper y Edward asintió. Miré a Alice, quien se encontraba en silencio mirando las otras trajineras.
—¿Dónde es eso? —pregunté.
—Es una isla donde dicen que asustan, hay muchas cabezas de muñecas —contó Alice aun mirando hacia afuera.
—¿Tienes hambre? —Cuando asentí Edward me acercó dos tacos con carne y un refresco de cola.
Xochimilco estaba lleno de cosas, era un mercado sobre agua, había Mariachis, vendían dulces, todo tipo de comida y bebidas. Estaba fascinada.
Miré a Edward sonriendo mientras él comía y comentaba algo con su hermano, este era el primer día de noviazgo más hermoso. No lo comparaba con el pasado, solo deseaba vivir el presente. Aunque nuestros amigos no sabían nada y la verdad deseaba que esperásemos un poco más entes de gritarlo al mundo. Era feliz. Anhelaba comenzar a vivir y compartirlo todo con mi lindo novio.
!Cumplimos tres meses!
muchas gracias a todos los que leen la historia. gracias a todas las lectoras silenciosas, a brenda Aline, cary, elizabeth,yoliki, Adriu, Por leerme, por sus reviews, por todo. Gracias a Manu que esta haciendo un excelente trabajando corrijiendo mis horrores.
Y pues feliz porque Edward fue el que decidio dar el paso y pedirle a bella que fuera su novia. Al final, como lo explico en el capitulo, no queria que bella se viera mal o como mujer facil. creo que va a ser muy divertido ver como se acoplan a un noviazgo por sus diferentes caracteres.
queria platicarles que dentro un tiempo, voy a alternar princesa con otra historia, es un spinn- off que ya estoy escribiendo. pero como revela muchas cosas, me voy a esperar a que este lo mas avanzada que se pueda la historia.
