Disclaimer: Solo los personajes pertenecen a S. Meyer. Esta historia es totalmente mía.

Capítulo beteado por Manue0120, Betas FFAD; www facebook com / groups / betasffaddiction.

Capitulo 15 Borrón y cuenta nueva

Corría por el pasillo del hospital pero sentía que mis piernas no se movían lo suficientemente rápido. Me sentía desesperada, quería gritar y llegar hasta Emmett, quien se encontraba junto con el neurólogo al final del pasillo. Los vi hablar seriamente y temí lo peor. Me detuve y miré hacia todos lados…algo faltaba. Mi bebé. ¿Dónde estaba mi bebé? Avancé hacia Emmett quien ahora me miraba.

Mi bebé musite—. ¿Dónde está?

Tranquila, la niña está con tu madre. —Lo miré—. ¿Estás bien?

Edward… ¿Dónde está Edward?

Me asusté cuando vi sus hombros caer, agotados.

Bella… —Su tono no me gustó, denotaba que esperara lo peor.

Emmett. —Lo tomé de sus anchos brazos—. ¿Dónde está Edward? Yo quedé de verlo aquí, íbamos a hablar del bautizo de la niña.

Bella, Edward… —Odiaba esos horribles silencios. ¿Por qué la gente los hacía?

¡Habla de una buena vez! —grité. Todas las enfermeras voltearon a verme con lástima. ¿Por qué?

Bella, cálmate, tienes que ser fuerte —¿Fuerte?—. Edward sufrió un accidente y está en coma.

N-No, me estás mintiendo. —Sacudí la cabeza—. Es mentira. ¡Dime que es mentira!

Estamos haciendo todo lo posible…

¡No! ¡No! ¡No! —vociferé dejándome caer al suelo—. Es mentira. Nosotros vamos a bautizar a nuestra hija, es mentira, me estás mintiendo.

Bella, por favor, levántate.

Dime que me estás mintiendo.

Edward está recibiendo el mejor apoyo médico. —Él se arrodilló a mi lado y me abrazó—. Estamos haciendo todo lo humanamente posible, no voy a permitir que a mi mejor amigo le pase algo.

No, no podía ser cierto.

Una enfermera llamó a Emmett mientras lloraba desconsolada, temí lo peor cuando lo vi correr. Me levanté y lo seguí, mis ojos ya borrosos a causa de las lágrimas. Lo vi entrar a una habitación, pero una mujer rubia —aunque tenía más apariencia de niña— me impedía el paso, tenía lágrimas en los ojos pero sonreía orgullosa, vestía un uniforme de colegio que vagamente me parecía conocido, igual que ella. Sabía que la conocía, pero no recordaba de dónde.

Ahora todo es como tiene que ser. —Se limpió las lágrimas y me empujó cuando intenté pasar.

Quítate —grazné.

Te obsequio el título de Princesa. —Sonrió altanera, escalofriante—. Ahora yo seré su caramelo.

.

Despierto sobresaltada en un mar de lágrimas. Miro a mi alrededor y me encuentro en mi recámara; había sido una pesadilla, una horrible pesadilla que ya comenzaba a desvanecerse de mi mente pero me provocaba una enorme ansiedad. No podía seguir durmiendo, así que me levanté y fui directamente a la ducha. Traté de que el agua que corría por mi cuerpo me tranquilizara, tenía que ver a Edward, ya no podía seguir ignorándolo. ¿Quizás mi sueño fue una señal?

Me puse un vestido de mezclilla junto con unos tacones cafés, me sentía extraña esta mañana, tenía la necesidad de sentirme joven y acorde a mi edad. Una pequeña sonrisa brotó de mis labios al pensar que, a pesar de todo, no dejaba esa extraña manía que había adoptado de vestirme muy elegante. Me maquillé ligeramente y ondulé mi cabello, luego tomé un abrigo largo color rojo y mi bolsa.

Apagué la luz de mi cuarto y bajé a la cocina. Me sobresalté al encontrar a mi madre sentada tomando café. Miré con sutileza el reloj, eran casi las 7:00 a.m., pero en domingo mi madre y yo no acostumbrábamos levantarnos temprano.

—No eres demasiado silenciosa —explicó en silencio—. Te escuché hace un momento y me fue imposible volver a dormir.

—Tuve una pesadilla. —Me encogí de hombros mientras colocaba mi bolsa en una silla y comenzaba a tomar algunos utensilios—. No recuerdo de qué iba, pero me puso demasiado ansiosa.

Respiré profundamente mientras intentaba quitar de mi cabeza el extraño sentimiento y pensaba en lo que tenía planeado.

—¿Vas a salir? —preguntó después de unos minutos de silencio. Yo asentí mientras que sacaba un poco de carne del refrigerador.

—Tengo pensado llevarle el desayuno a Edward y de paso aprovecho para hablar con él —expliqué poniendo la carne en el horno de microondas. Sentía la mirada de mi madre sobre mi espalda—. Deja de mirarme, me pones de nervios.

—Me sorprende tu actitud. —Se encogió de hombros—. ¿Dónde quedó tu extraño ataque de orgullo?

—¿Extraño ataque de orgullo? —Me mofé—. ¿Te refieres a que no le hablara? No sé, quizás no era orgullo, simplemente poner en orden mis ideas —mentí. Claro que tuve un berrinche, pero todo eso se fue al caño con ese extraño sueño y el ataque de ansiedad que tenía—. C-Creo que quiero a Edward, quizás más de lo que debería en tan poco tiempo.

—Bonita forma de demostrarlo, peleando con él —replicó con ironía y no pude evitar rodar los ojos, aunque me extrañó un poco la forma en que mi madre lo defendía.

—Todo lo que sucedió durante el día me superó. Simplemente no pude con todo.

—Entonces no sé qué haces yéndolo a buscar si no puedes con una relación, no lo hagas perder su tiempo. —Me sorprendieron bastante sus palabras, pero no me permitió replicar pues salió rápidamente de la cocina.

Me volví a sobresaltar cuando escuché pitar el horno de microondas, estaba demasiado nerviosa. Preparé un poco de fruta picada y yogurt de frutas. Por último preparé un sándwich de carne, lo envolví en una servilleta y acomodé todo en una maletita de comida.

Pensé en las palabras de mi madre. ¿No podía sobrellevar una relación? Sí, claro que podía. En muy poco tiempo habían sucedido demasiadas cosas, con demasiadas personas. Estaba poniendo en duda la credibilidad de todas las personas que me rodeaban, me decían una cosa y resultaba otra. Sabía que podía contar con Edward, en muy poco tiempo me había demostrado su lealtad. No quería pensar que quizás me estaba aferrando a los sentimientos que él me provocaba y por eso lo disculpaba.

En pocos meses demasiadas personas me habían mentido o hicieron algo que puso en duda la credibilidad de sus palabras. Tanya, Rosalie, Jacob, hasta Emmett, porque ahora estaba casi segura de que Rosalie y él tenían algo. También estaba en mi cabeza la idea de buscar a Jacob y pedirle que se alejara de la gente que me rodeaba.

Tomé mis cosas y salí de la cocina encontrándome con mi madre comiendo fruta en el comedor. Quise replicarle sus palabras anteriores, pero ella se me adelantó.

—Piensa bien lo que vas a hacer —dijo mirándome fijamente—, y si lo arreglan, dile que lo espero mañana para cenar.

—¿Estás invitando a Edward a cenar aquí? —pregunté incrédula y ella asintió.

—¿Pretendes seguir escondiéndote?

—Sigues molesta porque no te había dicho nada sobre mi relación con Edward —repuse y observé las mejillas de mi madre sonrojarse—. Tanto para ti como para mí sucedieron muchas cosas abrumadoras ese día, y ya te pedí perdón. Podemos ir a cenar…

—Dije aquí, Isabella —aseveró con un tono de voz que no daba pie a llevarle la contraria. Evité bufar al escucharla decirme Isabella—. Mañana.

—De acuerdo. —Me acerqué y le di un beso en la mejilla—. Te quiero.

Salí con mi cabeza hecha un panal de abejas, tenía demasiadas cosas en qué pensar. Estaba segura de que llegaría y exigiría una explicación, que me hablara con franqueza de todo aquello que me ocultaba. También estaban los nervios y el no saber qué esperar. ¿Entrar por la base de enfermeras y preguntar por él? No, esa era mala idea, lo creía capaz de negarse. ¿Pero entonces? ¿Llego directamente a su consultorio? Quizás era lo mejor.

Llegué y respiré un par de veces antes de entrar al imponente edificio. Estaba demasiado nerviosa, ignoraba qué encontraría ahí adentro y un escalofrío me recorrió la columna; eran demasiado extraños los nervios que me invadían, y mientras más intentaba recordar mi extraño sueño, más ansiosa terminaba.

Subí por el elevador hasta llegar al piso tres, donde se encontraba el consultorio de Edward. Pedí en silencio que me recibiera y pudiéramos hablar, no sabía si estaría molesto o indiferente a lo sucedido entre nosotros.

Me quedé unos minutos fuera del elevador observando todo a mí alrededor, siempre me daba gusto ver un hospital sin demasiada gente, aunque debía considerar que Edward pertenecía al área de Pediatría del hospital.

—¡Pero qué sorpresa me encuentro por aquí! —Me giré hacia mi amigo—. O quizás lo sorprendente es que tú hayas madrugado en domingo.

—¡Hola! —saludé a mi amigo, pasé de largo su broma y fui directo al grano—. ¿Has visto a Edward?

—Creo que está en cirugía.

—¿Qué? Mi cuerpo se pone en total alerta por sus palabras.

—Está realizando una cirugía. —Él me mira fijamente—. ¿Estás bien? Te pusiste pálida, parece que vas a desmayarte.

—Emmett… —En ese momento nos giramos y frente a nosotros aparece Edward, quien me mira fijamente.

—Creo que está enferma —explica mi amigo. Quiero decir algo, necesito decir algo pero soy incapaz de reaccionar y lo primero que hago es correr y abrazar al hombre que quiero—. O solo necesitaba verte.

—L-Lo siento. —Lo miro, necesito ver que está bien. Noto las ojeras bajo sus ojos y tristeza en su mirada—. Hola.

—Los dejo, par de tórtolos. —Emmett se despide riéndose y se va.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Edward en tono frío y me baja de la nube.

—Necesitaba verte y hablar contigo. —Suspiro—. ¿Estás ocupado?

—Vamos a mi consultorio. —Me toma por el codo y nos dirigimos hacia su consultorio. Me permite entrar primero y después cierra la puerta.

—¿Qué quieres, Isabella? —me pregunta sentándose en la silla detrás de su escritorio, mientras que yo me balanceo sin saber muy bien qué hacer.

—Quería disculparme por lo que pasó… No debí actuar como lo hice, me vi superada por todo lo que sucedió ese día.

—Estás disculpada. Si es eso todo lo que querías… —respondió fríamente—. No voy a permitir…

—Oh, vamos, no nos hagamos los tontos. ¿Por qué no aceptamos que hemos cometido errores? —declaro pero al instante me arrepiento, no debo provocar que discutamos, necesito controlarme; pero no me doy cuenta de que esas simples palabras han encendido a Edward y por desgracia no en un buen sentido.

—¿Vas a reprocharme de nuevo que no sabes nada de mí? Isabella, me abrí para ti; pero claro, la niña quiere que le diga las cosas en lista, con todas sus letras.

—No sé de qué me hablas… —Intento no rodar los ojos, no obstante todo se va por un tubo cuando veo brillar la furia en sus ojos y se levanta rápidamente de su silla.

—Ves, aquí la única que se está haciendo la tonta eres tú. Bien, ¿quieres que te diga…que te repita lo que te he dicho de mi pero en lista? Aquí va. Primero, te llevé a mis tres restaurantes favoritos y te mostré la comida que me gusta; segundo, te hablé sobre mi hermana; tercero, te conté sobre la adicción de mi padre hacia el trabajo; cuarto, te mostré que no soy fanático de lo dulce; quinto, te mostré que me gusta la música y hasta te relacioné con una; sexto, soy malditamente celoso, no me gusta que hablen enfrente de mi de tu ex, no me gusta que hables de él y menos que aun tenga que ver en tu entorno.

—Jacob ya no significa nada…

—¡Pues eso ve y díselo a él! —Edward se calla por un segundo, en el cual pienso en decirle que eso es lo que planeo, buscarlo y decirle que se aleje—. ¿Sabes qué? Olvida eso último, no voy a ser tan imbécil como para todavía echarte a sus brazos. Eres incapaz de ver que un extraño al que no conozco, ni me interesa conocer, me pone a rabiar de celos. —Estaba viendo una faceta de Edward que no conocía, simplemente había explotado de furia—. No quiero a ese hombre en tu vida, no quiero siquiera que escuches su nombre, que lo veas, nada.

—¿Y crees que yo sí? —mascullo pero creo que no logra escucharme. Se deja caer sobre su sillón, parece agotado.

—Y todavía le daré a la niña dos detalles más sobre mí —insiste mirándome fijamente—. Séptimo, no me gusta hablar de mi ex, está fuera de mi vida, se acabó, no me interesa dar explicaciones sobre eso; octavo, la razón porque no te he presentado a mi familia es porque mi hermana tiene un obsesivo cariño hacia mi ella y yo no quiero que te haga un comentario que te haga sentir mal.

—Edward… —No sabía qué decirle, estábamos brincando de un tema a otro tan rápido que mi cabeza era incapaz de formular una idea concreta. Lo único que pude hacer fue girarme, de espaldas a él, evitando que pudiéramos vernos a la cara, aun así me consideraba una cobarde por no ser capaz de mostrarme a él—. Es que…

—Volviendo al tema que nos concierte a ti y a mí, le voy a demostrar a la niña que yo sí supe verla y fijarme en detalles que quizás ella ni cuenta se había dado. Uno, detestas que te digan Isabella, cada vez que te dicen así, tus ojos lanzan dagas que dan la impresión de que le arrancarás la cabeza a esa persona. Dos, eres demasiado analítica. Tres, a pesar de que lo niegues, amas las sorpresas, te encanta ser sorprendida. Cuatro, eres demasiado cariñosa, a veces de modo excesivo y te gusta demostrarlo. Cinco, sueles ser muy despistada y no darte cuenta de las cosas, alguien te tiene que decir que mires para que lo veas. Seis, eres una pésima mentirosa, tus embustes solamente tú te los crees, el resto de nosotros suele fingir que te cree. Siete, aunque esta es una de tus más grandes manías, eres adicta a todo lo dulce, en especial a los postres; y ocho, eres una caprichosa de lo peor, te gusta que las cosas sean como tú quieres y tener…tenerme comiendo de tu mano. Isabella, creo que lo mejor para ambos es dejar las cosas aquí.

Hasta ese momento me di cuenta de varias cosas. Desde las menos importantes, como que tenía las mejillas bañadas en lágrimas, las cuales él no podía ver porque yo me encontraba de espaldas, hasta detalles que él, a pesar de demostrar que me había aprendido a conocer muy bien, aun no veía.

—Voy a pasar un momento a tu baño —informé. Al entrar noté que no era un baño como pensaba, sino una pequeña recámara con una cama, un mueble de ropa y una mesa donde tenía un horno de microondas.

Cerré mis ojos y pensé en sus palabras, había detalles que en muy poco tiempo él había aprendido de mí, pero también existían otros que todavía desconocía, era demasiado orgullosa para expresar lo que sentía y lo que quería, esas palabras que bullían por salir de mi boca, tan solo bastaba ver que era incapaz de mostrarle que me dolía que terminaran las cosas entre nosotros. Tenía miedo de que me lastimara, pero también de que él se asustara y saliera corriendo; aunque ya se estaba yendo, estaba terminando con esto.

¿Qué podía hacer para reparar las cosas?

Salí y lo encontré con los brazos y la cabeza apoyados sobre su escritorio.

—Intenté decirte que ese no era el baño —articuló sin levantar la cabeza.

—Y-Yo soy demasiado orgullosa e insegura p-para expresar lo que…lo que siento. —Mi cuerpo estaba temblando, era incapaz de levantar la cabeza…y también de balbucear—. Soy una princesa miedosa. Sé que quizás no quieras seguir intentándolo y menos derribar las barreras que rodean a esta princesita, p-pero quisiera seguir intentándolo. Debo decir que vale la pena, debajo de un montón de defectos, hay muchas virtudes.

—¿Qué es lo que tratas de decirme? Dilo, Isabella. —Sus ojos me miraban con intensidad—. ¿Qué te trajo aquí?

—Tuve una pesadilla, no la recuerdo, solo que era sobre ti. —Me acerqué y lo abracé fuerte—. Necesitaba verte, saber que estabas bien. Es que…

—Estoy bien, hermosa. —Dejó un beso sobre mi mejilla—. Dime qué sucede, cariño.

—En mi cabeza me puedo formar miles de frases y palabras para decirte —susurro.

—¡Entonces dilas! —Toma mi cara entre sus manos con dulzura—. Te voy a escuchar y voy a resolver el millón de dudas que retumban en esa cabecita.

—Puede que me encuentre enamorada de ti, pero estoy esperando a estar segura para decírtelo.

Qué sensato de tu parte, deberíamos buscar un papel para que hicieras una lista, una gráfica o algo.

—¡Lo leíste! —grité emocionada. Él rio y amé el momento—. De acuerdo, no, no estoy enamorada, pero estoy encaminada a eso. Estoy en una nube de burbujas… y caramelos. —Miré sus labios, su sonrisa, quería… Pero era incapaz de decirlo.

—¿Qué? Dime las cosas, Isabella, de lo contrario jamás… —Lo callé tomando lo que quería, su boca, sus labios, sus besos. Su voz, su presencia y su apoyo se habían convertido en esa luz que alumbraba la oscuridad y me daba el aliento para seguir intentando esta locura que era mi vida.

—Eso era lo que quería. —Sonreí y él rodó los ojos—. Tenme un poco de paciencia, déjame ser tu princesa caprichosa y berrinchuda que siempre estará ahí para volverte loco.

—Sobre todo volverme loco —replica—, no logro explicarme cómo pudiste durar tanto con el idiota ese.

—¿Realmente quieres saber sobre mi relación con Jacob? —pregunté enarcando una ceja.

—No, obviamente no —aseveró, pero no le creí.

—Me iba a casar con él. Jacob era quien llevaba la relación; era el cursi, el romántico…yo simplemente me dejaba llevar. —En ese momento me di cuenta de a donde me estaban llevando mis palabras. Traté de detenerme—. No voy a hablar del porqué terminamos, eso se acabó y en verdad estoy considerando la idea de ir y buscarlo y decirle…

—¡Ni se te ocurra, Isabella! —En cuestión de segundos me vi presionada entre su cuerpo y la pared, sus ojos brillaban con furia mientras que me sostenía por la cintura—. No te atrevas a buscar al perro ese.

Las palabras abandonaron mi boca, estaba en shock. No sabía que Edward podía llegar a ser tan explosivo. Y esa fue la primera vez que le permití a un hombre prohibirme algo. Es decir, era Isabella Swan, nadie me prohibía nada, yo pasaba por encima de todo aquel que se me pegaba la gana. Solamente Edward Cullen se convertía en la excepción. Por lo que únicamente pude asentir.

—¿Terminamos de discutir? —pregunté con voz melosa, mirándolo con ojos tiernos mientras que mis manos masajeaban sus tensos hombros—. Estás muy estresado, cariño.

Deseaba enormemente que mis palabras lo distrajera lo suficiente como para olvidar lo sucedido.

—No sabía que estábamos discutiendo, pensé que nos estábamos comunicando —dijo con voz suave mientras disfrutaba del masaje, podía ver sus ojos empezar a cerrarse—. Tú y el trabajo me estresan.

—Ven. —Lo tomé de la mano y lo dirigí hasta su sillón, donde continué mi masaje sobre sus hombros y espalda. En el proceso dejaba pequeños besos en su cuello y detrás de su oreja, podía notar que le agradaba la sensación.

—Estás intentando distraerme —declaró.

—Solamente pretendo relajarte un poco. —Me hice la inocente—. ¿Quieres que me detenga? —cuestioné pasando mis labios sobre la comisura de su boca sin que mis manos dejaran de masajearlo. Me senté en sus piernas y acerqué mis labios a los suyos, tan cerca que podía sentir su aliento.

—¿Ya terminaron de pelear? —Me sobresalté, cayendo sobre mi trasero y golpeándome el codo con la mesa.

Auchhh —grité de dolor. Edward se apresuró a levantarme mientras que Emmett soltaba una carcajada.

—¿Estás bien, cariño? —me peguntó Edward.

—¿En verdad te lastimaste? —inquirió Emmett preocupado, acercándose hasta donde estaba.

—¿Eres idiota o te haces? ¿Acaso nadie te enseñó a tocar una puerta? Es la segunda vez que la haces. —bramó Edward molesto. El dolor ya estaba pasando—. Llama a una enfermera, vamos a que le saquen una radiografía.

—¡No! —exclamé rápidamente—. Estoy bien, solamente me dolió mucho el golpe.

—Estaré más tranquilo cuando te hayas sacado una placa —dijo mirándome preocupado—. ¿Tú qué esperas para llamar a la enfermera?

—Edward, de verdad, estoy bien, solamente fue el golpe.

—No me regañes —dijo Emmett—. Además, ambas veces he tocado la puerta, pero ustedes jamás me escuchan.

—Voy a ir yo por la enfermera.

—No, ya pasó el golpe —insistí—. No me voy a pasar el domingo en una sala de rayos X. Mejor vamos a desayunar. —Lo vi hacer una mueca—. ¿Qué sucede?

—No me quedo tranquilo con tu respuesta de que no te revise nadie. —Rodeé los ojos. ¿Acaso no se daba cuenta de que ya estaba bien?—. ¿Tus padres nunca te enseñaron que rodar los ojos era un gesto de mala educación? Unas buenas nalgadas no te hubieran caído nada mal, aunque nunca es tarde para remediar esos detalles.

—A Isabella Swan nadie, absolutamente nadie, le pone una mano encima. —Vi en su gesto que acababa de arruinar algo, pero era tan despistada que no me di cuenta de qué era—. ¿En serio pretendes que gaste un bonito domingo en una sala de radiografías y discutiendo sobre que mis padres jamás me levantaron la mano? ¡Ya estoy bien!

—¡Tú me distraes! —expresó—. Además, no puedo salir del hospital, estoy de guardia; y menos manejar, estoy agotado. La cirugía me llevó más de media noche. —Otra vez esa ansiedad me atacó, Edward lo notó y me jaló hacia sus brazos, acariciando mi espalda.

—Hey, chicos, sigo aquí —canturreó Emmett.

—Lo que no entiendo es por qué sigues aquí —comentó Edward con seriedad pero sin soltarme.

—Vi a Bella entrar con una mochila de comida. —Se encogió de hombros—. Esperaba que se hubiera acordado de su pequeño y desnutrido amigo Emmett. —Me provocó mucha risa ver a Emmett cruzarse de brazos y hacer tiernos pucheros, inflando sus mejillas y todo. No pude evitar la ternura que me dieron sus mejillas y corrí a tomarlas entre mis dedos. Pude escuchar a Edward murmurar un tal para cual.

—¿Acaso dijiste comida? —preguntó Edward y yo asentí.

—Lo siento, Emmett, solo le traje de comer a Edward. —Él hizo otro puchero—. No sabía que estarías aquí.

—Claro, como ahora es más importante Edward —rebatió con ironía mientras yo caminaba hacia la maletita de comida.

—Deberías decirle a tu esposa que te traiga de comermurmuré demasiado bajo para que pudiera escucharme.

—¿Qué dijiste? —preguntó y me giré, de repente había palidecido. Me enfureció que no me hablara con la verdad.

—Nada. —Me encogí de hombros y retomé lo que estaba haciendo. Él salió del consultorio sin despedirse. Me senté en el sofá abriendo la maleta.

—¿Ya te dije que eres una pésima mentirosa? —dijo Edward y yo me encogí de hombros con gesto hosco. Él se acercó y se sentó a mi lado—. ¿Qué sucede?

—Detesto las mentiras, es algo con lo que no puedo lidiar. —Suspiré—. Emmett es uno de mis mejores amigos y me miente.

—Tal vez no sabe cómo decírtelo. —Acarició mi mejilla y limpió una lágrima que no me di cuenta se había escapado.

—No quiero hablar de Emmett. —Le di un beso, me había hecho adicta a ellos. Fue suave, lento y delicado—. Te traje el desayuno.

—¿Y tú? —preguntó mientras abría el sándwich.

—Traje un yogurt para mí. —Lo sacudí y él enarcó una ceja—. Estaba demasiado nerviosa, solo tomé algunas cosas del refrigerador de mi casa.

Le dio una mordida al sándwich y después lo acerco a mí para que hiciera lo mismo. Compartimos todo lo que había traído en un agradable silencio, hasta que recordé la conversación con mi madre.

—¿Comer en tu casa? —cuestionó incrédulo, luego de contarle—. ¿Con tus padres?

—Más bien con mi madre, creo que Phil regresó a su casa y Rosalie no vive aquí.

—Me gustaría conocer a tu hermana —comentó, pero yo sacudí la cabeza, negando—. ¿Por qué no?

—Tiene mucho tiempo que no la vemos, sabemos que se cambió de casa pero no tenemos idea de a dónde.

—¿Por qué se fue?

—Dijo que tenía una propuesta de trabajo muy importante, tomó la decisión sola.

—Oye —dijo. Lo miré—. ¿No trajiste jugo o algo de tomar?

—Upss. —Me mordí el labio—. Sabía que algo se me olvidaba. Tengo ganas de un delicioso y cremoso café. ¿No puedes salir por uno?

—No. —Edward miró su reloj—. Debo hacer ronda dentro de media hora y a la cafetería del hospital no me acerco ni loco.

—¿Alguna máquina para café? —pregunté y después me inundó una duda—. ¿Puedo salir de aquí?

—No, estás presa. —Rio.

—Me refiero a si no te voy a buscar un problema si tu jefe o alguien me ve por aquí. —Él permaneció callado, pensativo—. Puedo irme y regresar por la tarde —ofrecí. No deseaba buscarle problemas.

—Me encanta estar aquí contigo… —Sonrió y sabía lo que seguía, debía irme. Se vio interrumpido por unos golpes en la puerta y sin pensarlo corrí a esconderme al cuartito donde antes había entrado.

Observé el lugar por algunos minutos, se veía bastante tranquilo. Miré una botella de agua sobre la mesa y consideré tomarle un trago, yo también tenía sed.

—Ya puedes salir. —Me sobresalté y dejé caer la botella de agua—. Igual se habrían dado cuenta de que estabas aquí, tu bolsa no es muy pequeña.

—Me asustaste. —Hice un puchero y recogí la botella de agua—. ¿Puedo?

—No, no sé cuánto tiempo lleva ahí o si siquiera fui yo quien la dejó allí. —Enarqué una ceja preguntándome quien más entraría ahí—. Emmett me juega cada bromita.

—¿Te parece si vamos…

—Cariño, ya te dije que no puedo salir —me regañó.

—Me encanta que me digas cariño. —Sonreí—. Pero me gusta mucho más cuando me llamas de la otra forma.

Caramelo —susurró acercándose a mis labios. Me besó con suavidad, segundos después su lengua delineó mis labios pidiendo un acceso que yo con gusto le proporcioné. Saboreé y acaricié sus labios, impregnándome de su sabor. Podían pasar minutos u horas y jamás me cansaría de sus besos. Edward mordió mi labio inferior dando por terminado el beso, pero me acerqué a él unos en busca de otros más—. Eres una golosa.

Sonreí, lo era.

—¿Quién te vino a buscar? —curioseé mientras salíamos de nuevo a su consultorio. No pudo responderme, ya que ahí sentado se encontraba su hermano.

—Por un momento pensé que tendría que irme y regresar después —bromeó—. Se tardaron, cuñada. Eres mi cuñada, ¿verdad?

—Sí, creo que así se le llama a la novia del hermano. —Reí y ellos me secundaron.

—Le decía a mi hermano que los invito a comer, tengo alguien que presentarle y es mejor si estás ahí para ayudarme.

—Déjate de tantos rodeos, Jasper —lo riñó Edward—. Dime de una buena vez qué escondes.

—¿Cómo soportas a este desesperado?

—Al contrario —dije mirando a Edward—, creo que él tiene más paciencia que yo. —Jasper me miró como si hubiera dicho una gran blasfemia.

—¿En serio? Nadie se lo creería. —Rio—. ¿Entonces? ¿Vamos a comer?

—Bella, podrías irte y regresar a la hora de la comida —me ofreció Edward—, o nos vemos allá.

—Los veo donde ustedes me digan —accedí—, sería muy incómodo venir con mi coche. Mejor voy y lo dejo en casa.

—De acuerdo —aplaudió Jasper—. Haré la reservación y le pasaré la dirección a Edward.

—Perfecto. —Sonreí—. Entonces, ahí nos vemos, cuñado.

—¡Me encanta cómo suena eso! —La mirada de Jasper iba de Edward a mí, y no borró la sonrisa de su rostro hasta que abandonó el consultorio.

—Te acompaño al elevador —ofreció Edward pero lo detuve.

—¿Me podrías responder algo, Edward? —Él enarcó una ceja y yo respiré profundamente. Sabía que lo que quería preguntarle quizás arruinaría su buen humor—. ¿Kate era rubia?

—Isabella… —bufó molesto, me apresuré y tomé su cara entre mis manos.

—Necesito saberlo, no preguntaré más, lo prometo. —Suspiré—. Creo que ella era parte de mi pesadilla, una mujer rubia… aunque no parecía mujer, sino una niña.

—Te voy a responder, pero solo porque quiero que te olvides de esa estúpida pesadilla de una buena vez —ordenó—. Estoy bien. —Respiró profundamente—. Sí, Kate era o es rubia.

Asentí y él tomó mi rostro entre sus manos y volvió a besarme con intensidad, succionó mi boca con fuerza, haciéndome soltar un pequeño gemido, mientras su lengua jugaba con la mía. Pero sin aviso previo se separó, pude ver fuego en sus ojos el cual me provocó un nudo en la garganta.

—Cada vez que esa pesadilla venga a tu mente, piensa en mí, en mis besos. —Dejó un último beso en mi frente—. Te veo a la hora de la comida.

Asentí un poco atarantada y tomé mis cosas. Pude escuchar su risita, la cual me calentó el corazón y me hizo saber que su buen humor seguía ahí. Me acompañó hasta el elevador y nos despedimos con una pequeña caricia, un simple roce de manos pero sin dejar de mirarnos a los ojos. Le sonreí y él me correspondió.

Salí en dirección a mi coche y vi un pequeño puesto de revistas, donde me detuve y compré dos botellas de agua grandes. Tomé un trago grande de una de ellas y de la otra le despegué un poco la etiqueta, saqué un plumón de mi bolsa y le escribí:

En tus brazos se va la soledad, tu voz enciende la oscuridad, aunque todo cambie, nuestro amor siempre regresa y no hay problema, si me besas, borrón y cuenta nueva.

Acomodé de nuevo la etiqueta y entré al hospital, buscando una enfermera que le entregara la botella de agua a Edward. Pero no fue necesario, ya que me encontré con Jasper esperando el elevador.

—Jasper. —Él me miró—. ¿Puedes darle a tu hermano esta botella de agua?

—¡Claro! —Sonrió y le correspondí.

—Bueno, nos vemos. —Me despedí y salí en dirección a mi coche.

Estaba encendiendo mi coche cuando mi teléfono sonó. Era un mensaje de Edward.

Eres el más dulce caramelo que haya conocido. Sí, cariño, borrón y cuenta nueva.

!La princesa esta de regreso! les pido se detengan unos minutos a leer los comerciales ;)

primero quiero disculparme por la espera, la excusa es muy burda, pero la inspiración se había ido. se fue la mayor parte de las vacaciones. También quiero agradecerles a todas y cada una de las personitas que leen princesa, debo ser sincera, me sorprendieron bastante, gracias.

segundo, va a haber capitulo de 14 de febrero en princesa pero tardío, dado que el capitulo que sigue ya esta realizado.

tercero, quiero agradecer y hacerle una mención honorifica a mi beta hermosa, que la amo y la admiro porque no corrije errores, corrije horrores, ademas me tiene una infinita paciencia.

cuarto, las actualizaciones de princesa son los días 30, porque las de mi perdición son los dias 15. los capítulos que siguen de ambas historias ya están en beteo pero como entenderán Manuela trabaja y yo estoy en la uní.

por ultimo, contestare los reviews!

1.- Gracias Adriu por tus reviews ¿por que caramelo? porque es muy dulce, diria que es un apodo que en algun momento es de doble filo el apodo.

2.- Emmett McCartys angel que bueno que te guste cuando actualizo, poco a poco se va a saber de todos.

3.- cary gracias por tus reviews, Tanya no se dara por vencida.

4.- Vanina Iliana gracias por todos tus reviews, debo decirte que me das un poco de miedo, intuyes demasiadas cosas jajajaja.