BRUJA, HADA

-Bella, enserio me estas poniendo nerviosa –bufo Alice mientras jugaba a cepillarme el cabello y yo intentaba no soltar risitas, en verdad lo estaba intentando. – ya me canse. – tiro el cepillo sobre de la cama

Después de salir del hospital me sentí de muy buen humor como para irme a encerrar a mi casa, así que me fui a casa de mi amiga. Pero ella, al igual que yo no acostumbraba madrugar en domingo, así que me senté con ella en su recamara, mientras que ella jugaba con mi cabello, yo intentaba contener mi alegría, pero me era demasiado difícil.

-Lo siento – reí y ella me miro enarcando una ceja. Obviamente no me creyó – amiga, me hice mil enredos en mi cabeza y todo resulto ser más romántico y perfecto de lo que parecía. Edward es el hombre más caballeroso, dulce y perfecto que he conocido en mi vida.

-No existen los hombres perfectos – bufe, mi amiga intentaba aterrizarme pero yo tenía la cabeza en otro lado - ¿no crees que vas muy rápido? ¿ya conociste a su familia?

-Alice, quiero que me entiendas, lo que siento por Edward es distinto. – insistí – no sé si pueda ser amor, soy alguien que vive aterrada del amor, mi mama se casó…

-Si, ya se me la historia de tu mama, pero eso no tiene por qué sucederte a ti.

-Entiende, empiezo a dudar si Edward… - me detuve y pensé exactamente lo que intentaba expresar – no sé si exista de verdad eso de la media naranja, pero él se está convirtiendo en alguien muy importante para mí.

-Oye, pero sígueme contando – pidió comenzando a trensar mi cabello - ¿ya conociste a su familia? ¿ya conocio a la tuya?

-Mañana va a conocer a mi mama y hoy comeré con él, con Jasper y con…una invitada suya. – me sorprendio cuando solto una fuerte carcajada.

-Asi que por fin Jasper les va a presentar a su noviecita – rio – ya se habia tardado en ponerse esos pantaloncitos.

-¿de que Carajos me estas hablando, Alice? – silbo mirando hacia la ventana y yo la golpee en el hombre – cuéntame el chisme, no seas así.

-Jasper y yo tuvimos unas pequeñas salidas, citas de amigos, si así lo quieres llamar – ahogue un gritito emocionada. –no, ni te emociones, no paso absolutamente nada, me mando directamente a la friendzone y me confeso que tenía novia, una enfermera del hospital, creo. – por algún extraño motivo comenzó a reír – lo último que supe de eso, era que le tenía miedo a tu perfecto novio.

-Amiga, del odio al amor solo hay un paso – me burle. – me pongo de ejemplo, odiaba a Edward.

-¡tú nunca odiaste a Edward! – se burló jalando mi cabello. Me queje – ambos fingían odiarse.

-¡no es cierto! – replique acariciando un poco mi cuero cabelludo, en verdad me había dolido. – aunque debo confesar que era divertido, no sé de donde sacábamos tanta tontería.

-Oye – la mire mientras terminaba la trenza - ¿Edward sabe lo insegura que eres?

-Si, aunque no creo que se haya dado de la profundidad de mis inseguridades – suspire – me disfrazo de orgullo y de niña bonita.

-Eres una niña bonita – me abrazo.

-Sabes, el día que fui con Edward al hospital, me encontré con una enfermera – le confesé – me miraba tanto que me puso nerviosa. Me hizo pensar que tuvo algo con Edward.

-Lo dudo – la mire – por cosas que me dijo Jasper, algo como que Edward no se relacionaba sentimentalmente con nadie del hospital.

-Quizás se sorprendió de verme con Edward, no lo sé y tampoco me interesa. – ambas permanecimos unos minutos en silencio, cuando una idea paso por mi cabeza – ¿oye, vamos a patinar?

-¿estás loca? Traes vestido - replico.

-Puedo ir a mi casa a cambiarme – me encogí de hombros – eso no es problema – ella rio y se dejó caer sobre su cama – pues si tu no quieres ir, yo si voy, está haciendo un sol delicioso.

-Está bien, ve a tu casa a cambiarte y ahí te veo, me visto y voy.

-Perfecto – me levante y corrí por mis cosas. No me despedí de mi amiga, dentro de algunos minutos la vería.

-Llegue a mi casa y cambie el vestido y el abrigo por unos jeans semi- rotos y un sweter rosa de mangas hasta los codos. Saque unos tacones y los deje junto a mi cama. Por la tarde solo regresaría por ellos.

-Iba a comer con Edward y su hermano, no veía la necesidad de ir tan arreglada. Con los tacones bastaría. Baje a comer algo mientras que mi amiga llegaba. Encontré un poco de fruta picada en el refrigerador y la tome para comérmela.

-Mientras la comía, pensaba un poco en mi plática con Edward, me sentía un tanto hipócrita, le decía que no quería mentiras pero era incapaz de confesarle que me dedicaba a la música. Pedía que me quisiera tal y como era pero yo no le mostraba el 100% de mí. Dejaría que pasara un poco de tiempo, que fluyeran las cosas. En cuanto a mi secreto, no tenía demasiado sentido decírselo si ahora no me dedicaba a eso. ¿Acaso estaba inventando excusas para no decirle?

Tocaron al timbre y en ese momento me di cuenta de que ya había terminado mi fruta.

Sacudí mi cabeza, tome mis patines y fui a encontrarme con mi mejor amiga. Lo raro fue encontrarla junto a un florista, pero me asuste que sostenía un arreglo con girasoles. ¡Yo era alérgica a los girasoles! Cerré la puerta rápidamente.

-entréguemelo – escuche que le dijo mi amiga.

Saque mi teléfono y le mande un mensaje a Edward. Quizás había sido él. Demasiado tierno y perfecto.

¿Cariño, tú me enviaste algo a mi casa?

Isabella

¿Algo como qué? ¿Desde cuándo te autonombras Isabella?

Edward

¿Acaso se estaba haciendo el misterioso? ¿Pero, y si no había sido él?

¿Algo como flores?

Bella

¿Cuántos admiradores tienes, Isabella? No, yo no te he enviado flores

Edward

Excelente, Bella. Le arruinaste el buen humor. ¡Yo no tenía admiradores! Pero aprovecharía para prevenirlo sobre los girasoles.

Graciosito, te lo advierto desde ahora, soy alérgica a los girasoles

Bella

¿Es broma? ¿Eres alérgica a los girasoles?

Edward

¿Qué tenía eso de extraño? Mucha gente era alérgica a muchas cosas. Me pregunto si me convenía saber que había detrás de sus palabras.

¿tiene algo de extraño?

Bella

Déjalo en broma privada, entendido mi capitán, nos vemos al rato. Por cierto, ya te mande la dirección del restaurante.

Edward

No me convenció demasiado su respuesta pero decidí dejarlo correr, sería lo mejor.

En ese momento tocaron a mi puerta. Asome un poco la cabeza y no vi rastro de girasoles, solo mi amiga sentada en el escalón de la puerta colocándose sus patines.

-¿Qué paso? – pregunte

-Algún chistosito te envió flores – se encogió de hombros – ya me deshice de ellas. Deberías preguntarle a tu novio si fue el.

-Ya lo hice – me senté a su lado – dice que él no me envió flores

-¿ósea que si te envió algo? – sonrió y yo me encogí de hombros. No le había preguntado. – a veces eres demasiado despistada.

-Esa soy yo – sonreí encogiéndome de hombros.

Antes de que se diera cuenta saliera corriendo en mis patines, dejando a mi amiga atrás. Corrí con fuerza, por la calle, girando en la esquina de mi casa y acelerando más. Amaba la sensación del aire golpear contra mi cuerpo. Cuando había avanzado dos calles, gire sobre mi propio eje buscando a mi amiga, la localice una calle detrás de mí. Estaba tan distraída que no me di cuenta que unos chicos jugaban futbol hasta que uno de ellos me golpeó fuertemente con el balón, haciéndome caer sobre mi costado, golpeándome un poco en la cabeza y en el codo donde me había pegado en la mañana.

-¡Bella! – Escuche gritar a Alice. Ella y los chicos se acercaron rápidamente a donde caí. - ¿estás loca? – me regaño y después se giró al chico que me dio el balonazo y comenzó a golpearlo – ¿y tú? ¿ acaso no te fijas lo que haces? ¿Que no viste que me amiga venia?

-¡Lo siento! – gritaba el chico cubriéndose de los golpes de mi amiga. – ¡lo siento!

-Alice, déjalo – le ordené intentando sentarme, el dolor en mi codo era fuerte, intente apoyarme en la mano de ese brazo pero era más fuerte el dolor - ¡auch!... ¡yo venía distraída!

-¿estás bien? – me pregunto mi amiga inclinándose a mi lado y ayudándome a parar junto con los chicos. No les permití que me tocaran el codo. - ¿te duele el brazo?

-Estoy bien – mentí – solo me duele un poco el codo.

-Discúlpeme señorita – pidió el chico. Parecía de unos 15 años – soy Quil.

-No te preocupes, Quil – intente sonreír pero me salió más una mueca – yo venía muy distraída.

-¿me aceptaría un helado como disculpa? – pregunto sonrojado y yo negué con la cabeza, parecía decepcionado. - ¿desea que la acompañe a su casa?

-No, estoy bien – mire a Alice – sigamos patinando.

-¿estas loca? ¿acaso el único tornillo de tu cabeza se perdió con el golpe? – rodé los ojos y los chicos la miraron mal. En especial Quil, al que no dudo en atacar. - ¿Qué, niño? ¿Por qué me miras así? Yo no tengo la culpa de que mi amiga se acabe de convertir en tu Crush.

-¡Alice! – replique, me preguntaba dónde estaba el filtro de mi amiga cuando se necesitaba. – estoy bien, solo fue un pequeño golpe, vámonos.

Comenzamos a caminar en dirección a mi casa, intentaba fingir que nada pasaba pero era obvio que no hacia tonta a mi amiga. Pasados unos minutos me detuvo.

-Mueve el brazo – me ordeno.

-Estoy bien – rodé los ojos y ella siguió esperando a que moviera el brazo.

-si no mueves ese estúpido brazo, en este instante, voy a llamar a tu perfecto novio.

-¡Alice! Deja de estarme molestando. Sí, me duele pero el golpe tiene minutos – replique – llegando a mi casa me lo voy a vendar, si cuando vea a Edward me sigue doliendo, lo dejo que me lleve al hospital.

-Odio que siempre te auto mediques – mascullo comenzando a caminar de nuevo.

-Te agradezco que te preocupes por mí – la abrace con mi brazo sano – y no me auto medico, pero enserio no me pasa nada.

-¿te da miedo? – me pregunto - ¿Por qué te niegas a ir al médico? Es más, podrías tener una sexi fantasía, tu novio es doctor.

-¿de qué hablas, Alice?

-No, no me vas a engañar – la mire sin entenderle - ¿sexys fantasías? – me miro y cuando se dio cuenta de que no le estaba entendiendo nada, bufo - ¿enserio me vas a decir que eres tan despistada e inocente? Bella, te estoy hablando de fantasías sexuales.

-¡Alice! – me sonroje y ella rodo los ojos – ¿ Edward y yo…así?

-Se dice, teniendo relaciones sexuales, coito, hacer el amor. – mascullo - ¿nunca has pensado en tu sexy novio de esa forma?

-Mira, no me da miedo – cambie de tema hacia su pregunta no respondida – es solo que tengo mucho trabajo, no me voy a dejar enyesar mi brazo o algo así.

-Vamos, no me quieras cambiar de tema. – insistió mientras yo abría la puerta de mi casa.

-Ese es un tema del que voy a hablar con Edward, llegado el momento – corte – lo siento, si quieres, cuando lo hable te aviso y vas y se lo preguntas a él.

-¡Soy tu mejor amiga! Es normal que hablemos de estos temas.

-No – fui tajante, no iba a hablar de eso con ella. –ahora, por favor, ayúdame a vendar mi brazo, yo pediré un taxi.

15 minutos después, me había tomado un antinflamatorio y me codo se encontraba perfectamente vendado. El dolor no se fue por completo pero era tolerable, mi amiga al no verme hacer muecas de dolor, se sintió más tranquila y me hizo compañía mientras llegaba el taxi. Me hizo favor de traerme los zapatos que deje junto a mi cama y me ayudo a ponérmelos.

Cuando llego el taxi, ella se fue a su casa y yo al encuentro con mi novio. No sabía exactamente con que me iba a encontrar, pero estaba segura de que no me esperaba lo que vi. Ahí, afuera del restaurante se encontraba Edward, Jasper, la enfermera que me miraba raro el otro día y un hombre que estaba casi segura que era el padre de los hermanos Cullen, era rubio, de ojos verdes y bien parecidos. Vaya, parecía que esta familia fue sacada de una película o quizás de una revista.

-¡Cariño! – me sonrió Edward apenas me vio bajar del taxi y me ayudo. Esquive que tomara mi brazo lastimado y él lo tomo como una muestra de molestia de mi parte. – compórtate, por favor – mascullo en tono muy bajo

-Yo pensé que solo comería contigo y tu hermano – me moleste un poco. – la próxima vez recuérdame no salir sin un outfit completo.

-¿sin un qué? – pregunto confundido

-Eres hombre, tu no entiendes de estas cosas – me burle y lo vi enojarse. - ¡Debiste haberme avisado!

-Yo ni siquiera sabía que mi padre vendría con Jasper - se defendió – me encontré con ellos en el estacionamiento de aquí. – me miró fijamente - ¿está todo bien?

-Bueno, aparte de que voy a conocer a mi suegro de manera sorpresiva, sí, todo está bien – sonreí - ¿Por qué?

-Ahora tenemos suegros – rio mientras nos acercábamos a ellos – no sé, te vi rara.

Mire con mayor detenimiento el lugar y me quise burlar de mi novio. ¡Era un restaurante de ensaladas! ¿Acaso el comía ensaladas? Desde que lo conozco siempre lo había visto comiendo carne, aunque pensándolo bien, las verduras no le venían nada mal.

-Buenas tardes – salude a los presentes. Jasper me miraba con una sonrisita burlona mientras que el padre de Edward me miraba fijamente. Me daba la impresión de que el señor no tenía la más mínima idea de quien era yo o que hacia ahí.

-Papa – se aclaró la garganta Edward – te presento a mi novia, Isabella Swan.

-Mucho gusto, señorita – me ponía nerviosa lo fijo que me miraba.

-El gusto es mío.

-Yo la invite, papa – aclaro Jasper – me pareció buena idea que conocieras a tus dos nueras.

-Tan impredecible como siempre, Jasper – mascullo el señor – bueno, pues mucho gusto, señoritas. Entremos.

-Cariño – tome la mano de Edward - ¿vamos a comer, o me van a comer a mí?

-Graciosa – sacudió la cabeza – entremos.

Nos asignaron una mesa en una bonita terraza. Me pareció bastante predecible y hasta poco original, ensaladas en un espacio verde.

-Demasiado verde – masculle y mi suegro y Edward se giraron a verme. Rayos, parecía que lo había dicho en voz alta. – lo siento.

-Este lugar lo escogí yo, señorita. – me informo mi suegro

-Mi nombre es Bella – Corregí.

-¿acaso usted no es una señorita? – pregunto de forma irónica.

-Claro, pero le pediría que me llamara por mi nombre – afirme – o me será muy incómodo para mi llamarle todo el rato señor Cullen.

-De acuerdo, señorita. – sonrió acomodándose en su lugar. – ya que usted desea hablar conmigo, dígame, ¿usted también trabaja en el hospital?

-No, señor Cullen. Soy arquitecta. – replique mirándolo fijamente, no le tenía miedo. - ¿usted trabaja en el hospital?

-No, soy contador – en ese momento se acercó a nosotros el mesero y nos dejó la carta.

Observe unos segundos a Edward quien se acariciaba la frente con gesto de cansancio. Cruzo su mirada conmigo y me hizo un gesto, poniendo un dedo sobre sus labios, en señal de que me callara. No sabía si me lo pedía en referencia a su padre o a preguntarle algo. Únicamente asentí.

Mire la carta, las ensaladas se veían muy ricas.

-Dígame, señorita – Brenda y yo lo miramos. No sabíamos a cuál de las dos se refería y él estaba mirando la carta. - ¿siempre hace lo que mi hijo le dice? – en ese momento me miro por un instante y supe que me hablaba a mí.

-Si le parece más cómodo, mi nombre es Isabella – afirme con voz contenida – y no entiendo de que me está hablando.

-¿Cómo se llama, señorita? – pregunto mirando a Brenda – porque a usted si le estoy preguntando su nombre.

¿Cómo se atrevía a dejarme con la palabra en la boca? Mire a Edward en busca de ayuda y vi como sacudía la cabeza y me miraba encogiéndose de hombros. Ni siquiera el entendía a su padre, al parecer.

-Brenda, señor. – respondió con timidez.

-Llámame Carlisle, pequeña – le sonrió. ¡le sonrió! - ¿trabajas en el hospital?

-Si, Carlisle.

-¿Qué vas a comer, Edward? – le pregunte a mi novio ignorando un poco la conversación.

-No sé. – susurro y me miro, fue ahí cuando encontró la burla escrita en mi cara. - ¿de qué te ríes?

-Las ensaladas no son lo tuyo – bromee y el rodo los ojos – nada más te aviso que ninguna tiene carne.

-Mentirosa – replico y reviso el menú y no encontró nada con carne. Solo huevo, pollo y atún. Se giró hacia su padre. - ¿puedo preguntar porque hemos venido a comer ensaladas?

-Vaya, pensé que se habían olvidado que no venían solos – miro a su hijo con reproche. – y deja de quejarte, te hace falta comer más verduras.

-Te acaban de decir, gordo – reí sin poder contenerme y todos en la mesa me miraron. Brenda no pudo evitar comenzar a toser, aunque me pareció que era una risa escondida en una falsa tos. – no es cierto, gordito, solo estas…pachoncito.

-Con permiso – su padre se levantó de la mesa y Jasper fue detrás de él.

-Bella – tomo mis manos - ¿puedes dejar de retar a mi padre?

-El me está retando a mí – me encogí de hombros – yo no le estoy haciendo nada.

En ese momento llego el mesero a pedir la orden.

-Voy a hacer algo, espero no te molestes – le avise a Edward y me gire al mesero. – mi novio y yo vamos a pedir una ensalada de espinacas, con lechuga, nueces, cacahuates, frutos rojos, manzana y pollo asado.

-Yo voy a pedir lo mismo – le informo Brenda al mesero – pero en mi caso será con kiwi en lugar de manzana.

-Y yo que pensaba que la madre de mi hijo se había quedado en casa – escuchamos detrás de mí. Me gire y ahí se encontraba de pie el Señor Cullen, quien ahora miraba al mesero. – van a ser tres ensaladas de la última comanda, gracias. – ósea la de Brenda – cuando mis hijos eran pequeños, su madre ordenaba por ellos.

Cerré los ojos un segundo, molesta por el comentario, me rogaba internamente no explotar, ¡es el padre de mi novio!

-Yo ni siquiera sé que voy a comer – se defendió Jasper tomando su lugar de nuevo en la mesa.

-No te preocupes – lo consoló su padre – tu hermano tampoco.

-¿Por qué me odia tanto? – me pregunte internamente. Pero fue cuando lo mire que me di cuenta de que había hecho la pregunta en voz alta.

-Repítame lo que acaba de decir, señorita. – ordeno y explote, mi filtro quedo en el olvido.

-Dije ¿ porque me odia tanto señor Cullen? Trato de ser agradable pero usted se aferra a tratarme con la punta del pie – tome mi bolsa y me puse de pie – voy al tocador, si no desea que regrese a la mesa, hágamelo saber, señor Cullen.

Entre al baño y en un acto no muy propio de mí, me senté sobre la barra para lavabos. Estaba un poquito, arrepentida con mi comportamiento. Después de todo, el señor Cullen solo había sido puesto en una trampa por su hijo menor, y el solo tenía la intención de pasar un buen rato con sus hijos. ¿Y que había ganado? Yo metiendo mi cucharota.

Quizás para él yo era una intrusa en la convivencia con sus hijos, aunque yo también había sido invitada.

No tenía demasiada experiencia tratando con "suegros". Ahora que me detenía a pensarlo, jamás conocí a los padres de Jacob, el siempre alego que ellos no Vivian en el país y nosotros teníamos demasiado trabajo para ir a visitarlos.

No deseaba arruinarle la comida a Edward ni menos causarle problemas con su padre. A mí me hubiera gustado conocer al mío y en algún momento presentarle a Edward como mi perfecto novio. Aunque se lo iba a presentar a mi mama y eso para mí era muy importante.

En ese momento entro Brenda al baño y se sorprendió al verme donde me encontraba sentada, no me importo su gesto, era el mismo de las otras 8 mujeres que ya habían entrado al baño y ponían la misma cara.

-Jasper me pidió que los dejara un segundo a solas – me informo – y me pidió que te contara, que ahorita que su padre se levantó de la mesa, fue para reírse por lo que dijiste.

-¿y porque no se rio en mi cara? - exigí.

-Porque el señor planea ponértela difícil – enarque las cejas – palabras de Jasper, no mías.

-Pues fue a darse con la horma de su zapato – gruñí y después recordé algo sobre Brenda - ¿Por qué me mirabas tanto el día que te conocí?

-Porque eres la primera mujer que se presentaba en el hospital como la novia de Edward – respondió – de hecho, eres la primera mujer que busca a Edward en el hospital.

-Por cómo me mirabas, yo pensé que habías tenido algo con él.

-¡no! – negó – es demasiado gruñón y estricto. Nada que ver con…

-¿con Jasper? – pregunte y me miro. Note algo raro en su mirada, pero me esquivo.

-Si, con Jasper.

-Edward es importante para mí – le conté sin saber muy bien porque.

-Se nota, al igual que tú para él – sonrió – tengo un mes saliendo con Jasper y apenas me presento a su padre.

-Eso no es de mucho aliento – me desanime – yo tengo una con Edward y si no hubiera sido por Jasper, aun no conocería a su padre.

-No pienses así. Tú conoces a Jasper y él sabe sobre lo suyo. Eso ya es mucha ventaja – volvió a sonreírme – los hermanos Cullen son muy herméticos sobre su vida privada.

-Sí, creo que sí. – mire mi reloj, llevábamos 10 minutos ahí. – vamos a la mesa.

-Sabes – murmuro mientras caminábamos hacia la mesa – yo jamás me hubiera atrevido a retar al Señor Cullen como tú lo has hecho.

-Ahora que lo pienso – reí – no sé cómo me atreví a hacerlo.

-Ya iba a buscarlas – me sonrió Edward cerca de la mesa y le correspondí. Caminamos juntos hasta la mesa y me ayudo a sentarme antes de hacerlo él. Guarde silencio.

-Deberías regresar al baño, Isabella – comento el Señor Cullen – parece que la valentía se te olvido allá.

-Lamento la forma en que le hable, señor Cullen.

-Dejémonos ya de tonterías – sacudió su mano – comencemos desde cero – me extendió su mano – Carlisle Anthony Cullen.

-Isabella Marie Swan – tome su mano.

-¿te llamas Marie? – pregunto Edward, sorprendido.

-Sí, es mi segundo nombre.

Estaba por ordenar algo de tomar, hablando con el señor Cullen, olvide pedirle al mesero. En ese momento me di cuenta de que había traído a la mesa agua de Jamaica.

En ese momento llegaron las ensaladas. Me hizo gracia la forma en que Edward miraba la ensalada. Si, eran un poco grandes.

-Bella – me llamo Edward y lo mire.

-Creo que se te olvido especificar el tamaño de la ensalada.

-Donde sea que vayas te van a servir una ensalada de ese tamaño – le explique y el me miro atónito. - ¿Por qué me miras así?

-¿yo solo me acabare todo esto?

-Solo imagínate que es un trozo de carne. Veras que te lo terminas.-bromee

-¿Qué necesito para que dejes de decirme gordo? – pregunto de forma irónica.

-Mira, te quiero presentar a alguien – tome las dos botellas de aderezo que habían dejado en la mesa y los balancee frente a Edward. Parecía – estos son los señores aderezo, aderezo uno y aderezo dos, ellos van a complementar tu ensalada.

-¡Bella, deja de decirme gordo!

-Pero si eres un gordito muy tierno – tome una de sus mejillas entre mis dedos y lo apretuje. Lo solté cuando su hermano dejo escapar una fuerte carcajada. Se apretaba el estómago mientras Edward se sonrojaba, bueno no solamente él se sonrojo, yo también.

En ese momento escuche mi teléfono sonar, observe quien era y se trataba de Irina, mi jefa.

-Debo contestar – me disculpe – es trabajo.

Me aleje unos metros de la mesa y respondí la llamada.

-Irina – salude – buenas tardes

-¿Dónde estás que no contestas el estúpido teléfono? – pregunto molesta – da igual, llamaba para decirte algo que creo, te interesa.

-Dime.

-El cliente quiere una cita, contigo, mañana en la oficina.

-¿Cuál cliente? – estaba trabajando en más de un proyecto a la vez.

-El que se negó a trabajar contigo, tonta.

-¿de verdad? – pregunte extrañada.

-¿Qué haces que no saltas de gusto? – pregunto, la escuche confundida.

-Así como estuvo nuestro primer encuentro, dudo que me quiera para darme rosas, menos aún para darme el proyecto.

Me había costado demasiado trabajo hacerme a la idea de que ese proyecto no sería para mí. Ahora trataba de no hacerme falsas ilusiones.

-bueno, pues vamos a esperar a ver lo que tiene que decirnos – insistió – te dejo para que sigas haciendo lo que sea que estés haciendo. Adiós.

No espero respuesta y colgó. ¿Para qué me querría el cliente?

-¿está todo bien? – me sobresalte al sentir unos brazos en mi cintura. Era Edward.

-¿recuerdas el cliente machista que vi en la semana? – le pregunte girándome aun en sus brazos y asintió – llamo a mi jefa, quiere verme.

-¿Qué haces que no saltas de gusto? – repitió las palabras de mi jefa – eso es excelente.

-No quiero hacerme falsas esperanzas. – le explique – sería demasiado bueno para ser verdad que me entregaran ese proyecto.

-Y tú eres demasiado buena en lo que haces. – acaricio el contorno de mi rostro. – estoy seguro de que son excelentes noticias.

-Sería bueno que al menos algo me saliera bien – reí – tu padre me odia.

-No te odia – toco la punta de mi nariz. – dale tiempo. Vamos.

Regresamos a la mesa tomados de la mano, gesto que no pasó desapercibido por mi suegro. ¿Soy demasiado cursi si confieso que me encantaba la sensación de nuestras manos juntas?

-¿todo bien? – pregunto sin dejar de ver la unión de nuestras manos y yo asentí.

-Todo perfecto. – le sonreí y Edward acaricio mi mano.

-¿Cuántos años tienes, Brenda? – le pregunto Carlisle.

-27, señor.

-¿y tu Isabella?

-27, también, señor Cullen. – respondí después de comer un poco.

-No te preguntare como conociste a Jasper porque me imagino que fue en el hospital – índico mirando a Brenda. Ella asintió – pero me gustaría saber cómo conociste a Edward, Isabella.

-Ambos somos amigos de Emmett – le explique – él nos presentó.

-Edward tiene años de conocer a Emmett – insistió - ¿apenas los presento?

-Lo que sucede… - comenzó Edward pero lo interrumpí.

-Lo que sucede es que yo deje de ver a Emmett bastante tiempo – complete – además yo no iba mucho por el hospital.

No le iba a decir a Carlisle Cullen que su hijo me derribo como si estuviera jugando futbol americano.

-Eso me parece más creíble – asintió y continuamos comiendo. A ratos nos hacía preguntas a nosotros y luego a Brenda o Jasper.

Así fue como me entere que Brenda era asistente del doctor Shepard y que estaba interesada en la neurología. Me llamo mucho la atención la manera en que hablaba del doctor, parecía fascinada. Supongo que así me veía yo cuando hablaba de mi trabajo.

Me provocaba risa ver como Edward picaba la ensalada, tome nota mental, mi novio no era fanático de las verduras.

Mientras Brenda y el señor Cullen interactuaban tome un poco de mi ensalada, junto con el pollo y aderezo y lo acerque a Edward.

-Abre la boquita – le pedí en voz baja pero melosa. El negó con la cabeza– tantito, te va a gustar. – se rindió y abrió la boca y yo le di. Se ensucio un poco de aderezo en la comisura de la boca y lo limpie con la servilleta. Edward me correspondió con una tierna sonrisa.

-¿te he dicho lo fácil que es enamorarse de esa sonrisa? – le pregunte sin dejar de mirar su sonrisa. Sentía la mirada de Carlisle Cullen puesta sobre mí.

-Lo mismo digo – sonrió y continuamos comiendo aunque sentía la mirada constante de su padre.

A la hora de pagar la cuenta, yo estaba dispuesta a pagar lo mío pero el señor Cullen pago el servicio de todos.

-Mi médico me indico que debo reducir el consumo de carne – comento el Sr. Cullen mientras esperábamos que el vallet parking trajera su coche – es por eso que vinimos a comer ensaladas, el lugar de carne.

-¿te has sentido mal, papa? – le pregunto Edward preocupado.

-No, pero tampoco voy a esperar a sentirme mal para cuidarme. – señalo – aún tengo tres bodas en las que estar presente.

-¡papa! – se quejaron ambos hijos al unísono mientras que Brenda y yo reímos.

¿Acaso el Sr. Cullen estaba enfermo? Yo lo dudaba, lo veía más fuerte que un árbol.

-Sr Cullen. No quiero ser indiscreta – me disculpe - ¿está usted enfermo?

-No, Bella. – me gire a ver a sus dos hijos, quienes lo miraron con reproche – está bien, sufro un poco del corazón. Nada grave.

-Qué pena, y yo que pensaba invitarlo a comer postres a mi casa – solté una pequeña risita que Edward riño con la mirada, no pude evitar rodar los ojos.

-Bella – mire al señor Cullen, estaba por disculparme por mi risita – ¿crees que la segunda es la vencida? – lo mire sin entender, y aun más sin entender lo serio que Edward se había puesto – me refiero a que si crees que la segunda oportunidad es la buena. Y no me refiero a la segunda oportunidad con la misma persona.

-Sí, pero creo más en el destino – sonreí –algo así como "crees en el amor a primera vista o vuelvo a pasar", aunque bueno, se debe de tener cuidado de no lastimar a esa persona que se le ocurre la genial idea de volver a pasar.

-Me da gusto que mi hijo haya encontrado alguien que le diera un poco de locura a su tranquila vida. – me extendió la mano. – me dio mucho gusto conocerte, Bella. Bienvenida a la familia.

Le correspondí el gesto con una sonrisa y lo vi marcharse. Me gire hacia Edward y se miraba igual de sorprendido que yo.

-¿eso quiere decir que me he ganado a mi suegro? – le pregunte. – lo sabía, siempre lo supe, soy perfecta. ¿Quién no me amaría?

Aunque no lo exprese con palabras, me sentía más tranquila con la respuesta de Carlisle Cullen. Mi intención no era dividir, al contrario, tenía toda la intención de ser un complemento importante en la vida de mi novio y yo sabía lo importante que para él era su familia.

-Espero que repitas eso cuando conozcas a mi adorada hermana. – se mofo Jasper. Edward seguía sin expresar palabra alguna, al contrario, se veía muy pensativo.

Si, aun me faltaba conocer a la temida Jane Cullen. Ya daba por hecho que no sería algo fácil, pero pondría todo de mi parte para llevarme bien con ella. Y ni hablar de la Sra. Cullen, de la cual tenía muy pocas referencias.

-Vaya – se mofo Brenda. Se notaba un poco molesta – y a mí ni siquiera me hizo caso.

-¿acaso no te basta con mi cariño? – escuche que le pregunto Jasper. Yo tenía mi mirada puesta en Edward aunque el parecía no darse cuenta. – además, la intención era que las conociera, cierto Edward.

-Cierto – susurro aunque se veía distraído- ¿Bella, quieres ir al cine?

-Claro – me gire hacia nuestros acompañantes - ¿vienen?

-Yo no puedo – se disculpó Brenda – aun debo regresar al hospital.

-Yo quede de ayudarle en algunas cosas a la pequeña Jane – se disculpó Jasper – y llevare a Brenda al hospital. Pero vayan, diviértanse.

Jasper y Brenda se estaban despidiendo cuando comenzó a llover. Brenda dio unos pasos hacia atrás con la intención de no mojarse, sin embargo no se dio cuenta – o eso quiero creer – de que me encontraba detrás de ella y me piso, haciendo que ambas nos tambaleáramos y yo me golpeara en el codo con la puerta del restaurante. ¡No de nuevo! Esta vez no pude retener el grito de dolor.

-¡auchhh! – grite fuertemente captando la atención de todos a nuestro alrededor. Mi vista rápidamente se hizo borrosa.

-Perdón – escuche de parte de Brenda, pero el dolor era tan fuerte que bloqueaba mis sentidos.

-¡Duele! – grite. Edward intentaba tocarme el brazo pero yo no dejaba de moverme.

-Déjame ver – exigió. Levanto un poco el sweter y fue ahí cuando descubrió la venda que me había puesto Alice. – vamos al hospital. Y es una orden.

Y así era como había terminado llorando debajo de una máquina de rayos X. porque, cuando mi adorado novio escucho la confesión que le hice al médico sobre la caída que tuve por la tarde, se aferró a que me hicieran un análisis completo para asegurarnos que no tenía ningún problema mayor.

Me asignaron una habitación mientras que el médico y Edward – quien nunca se nos despego – revisaron las placas y detectaron una mínima fisura en mi codo. No era necesaria cirugía, apenas un poco de reposo. Pero de nuevo Edward y su terquedad hicieron que terminara con la mitad del brazo inmovilizado, aunque solo sería por una semana.

Yo no tuve demasiadas fuerzas para discutir, porque me habían sedado lo suficiente como para apenas estar consiente, así de fuerte había sido el dolor.

Debía admitir algo, soy alguien que está en contacto movimiento porque tengo tendencia a aburrirme fácilmente. A eso debemos sumarle que con el sedante, la conexión entre mi boca y mi cabeza, era nula.

Aburrida y sin filtro, resulta una conexión peligrosa. El médico le sugirió a Edward que se quedara conmigo después de que intente ir a buscar agua y me perdieron de vista por algunos minutos, la tienda de la esquina no me pareció tan lejos.

-Eres guapo – murmure y Edward, quien estaba mirando por la ventana volteo a verme – deberías hablar con los de playboy, seguro te harían una buen oferta.

-Miedo me da preguntar quiénes son esos de "playboy" – rio – aunque te agradezco el alago.

-También está "solo para mujeres" – reí y después suspire – estás enojado.

-Si – suspiro – un poco.

-Te arruine tu domingo – gruñí y lo vi como rodo los ojos – ves, tú también haces ese gesto.

-Me molesta que no me digas las cosas cuando suceden – me regaño – me lo dices ya que se complicaron.

-Estás enojado por lo que dijo tu padre – insistí – pero no sabes lo importante que es para mí que lo nuestro funcione.

-No estoy enojado por lo que dijo mi padre. – replico – además, debería bastarte con estar bien conmigo y no mentirme.

-Tu familia es importante para ti – replique – lo que es importante para ti, lo es para mí.

-Me tienes en muy buena estima

-Te quiero – afirme – confió ti y en que nunca me lastimes.

En ese momento el medico regreso y me entrego los medicamentos y nos dejó ir. Creo que el doctor agradeció cuando por fin me dio de alta y Edward lo dejo descansar. Yo me sentía cansada, tenía muchas ganas de dormir aunque intuía que quizás era el sedante aun haciendo efecto.

-Por cierto – comento Edward apagando su coche afuera de mi casa –pasado mañana debo salir de nuevo para Chiapas.

-¿otra vez? – pregunte confundida - ¿no tiene muy poco que fuiste?

-Sí, pero debo entregar de nuevo vacunas.

-¿Emmett te acompaña? – pregunte con curiosidad.

-No, voy solo. Es cuestión de unos días. Espero estar de regreso para el fin de semana.

-Ok, oye – sonreí - ¿y si te acompaño?

-No - ¿era mi imaginación o se había puesto tenso? – debes cuidar ese brazo y yo voy a estar de un lado para otro.

-Bueno, ya será en otra ocasión. – sonreí pero no hubo respuesta de su parte. – creo que lo mejor será que entre. – me acerque a el - ¿me regalas un beso o ese también me lo vas a negar?

-Los que quieras – respondió en voz baja y paso su brazo por mi nuca atrayéndome hacia el. Disfrutaba la sensación de sus labios, la ternura con la que nos besábamos. Nos olvidamos del paso del reloj mientras disfrutábamos de esos minutos a solas. No supe si pasaron segundos, minutos u horas hasta que nos despedimos y yo entre a mi casa.

Mi mama se asustó mucho al verme con el brazo inmovilizado. Le explique lo sucedido y paso del susto a la molestia pues decía que nunca tenia cuidado y lo peor era que siempre le decía las cosas ya que habían pasado. Sin embargo me acompaño hasta mi cuarto y ahí me ayudo a cambiarme de ropa para después ayudarme a acostar y acariciar mi cabello hasta que caí profundamente dormida.

POV EDWARD

-No te entiendo – me dice Jasper mientras esperamos el elevador – ¿la quieres, sí o no?

-Te estoy diciendo que si – bufe exasperado – las cosas no van por ahí.

Estaba seguro de que quería a Isabella, no le soportaría sus berrinches, caprichos y ataques de niña chiquita si no la quisiera. La cuestión del porque discutía con mi hermano, era otra.

-Ella te dijo que no le gustan las mentiras, que eres alguien en quien confía que no le miente. ¿y tú vas y le mientes?

Cuando era un niño, vi a mi padre viajar el último fin de semana de cada mes. Me molestaba mucho pensar que tenía otra familia, que quizás mi padre le era infiel a mi madre. Nunca vi que ella lo acompañara. En varias ocasiones le pregunte a mi madre donde iba mi padre y su respuesta siempre era: "a un lugar que no está hecho para mí".

Cuando cumplí 15 años, de la mano de Kate y mi padre descubrí de lo que se trataba. Mi padre tenía una hacienda productora de Manzanas en el estado de Chiapas, México. Entendí porque mi madre decía que no era un lugar para ella, ahí no podía usar tacones ni vestidos, era un sitio donde las botas y montar a caballo era lo más común. Fue en ese momento que adquirí esa responsabilidad tan importante que se venía dando de generación en generación dentro de mi familia. Algún día, cuando tuviera un hijo y el cumpliera 15 años, esa responsabilidad pasaría a sus manos.

Ese era otro punto, mi padre siempre me inculco que mi primer hijo debía ser hombre; cosa de la cual Kate y yo siempre estuvimos de acuerdo, nuestro primer hijo seria varón.

Tampoco era un sitio para Bella. Estaba seguro que saldría corriendo apenas tocara la tierra. Adoraba a mi novia, pero ella era una mujer de oficina, usar tacones, maquillaje y detrás de un escritorio.

Anoche me había puesto muy nervioso cuando se ofreció a acompañarme a Chiapas. No le mentía, pues si pasaba a la clínica del pueblo y ayudaba en lo que podía…durante un rato.

La vez pasada que fui a arreglar la venta de las manzanas, Isabella me acribillo con llamadas telefónicas. Yo había estado demasiado ocupado en el campo asegurándome de que la mercancía saliera en perfectas condiciones; deje encargado mi teléfono con un asistente y ella fue quien estuvo viendo todos los mensajes y llamadas que mandaba Bella. Por ese motivo a ella le aparecían los mensajes como "vistos".

Cuando le conté a mi hermano que me había molestado por ese ataque de llamadas por parte de Bella me riño, me hizo ver que si yo le hubiera hablado con la verdad, quizás ella habría reaccionado de manera distinta, yo lo dudaba, era demasiado Drama Queen, pero acepte sus palabras.

Había momentos en que pensaba que en muy poco tiempo, mi hermano ya estaba encariñado de mi novia, o quizás era que Isabella tenía ese toque, una vez que la conocías, te tenia comiendo de la palma de su mano.

-Las razones de porque voy a Chiapas solo la familia las sabe. – le explico mientras entramos al elevador. - Pasados los meses o los años, se lo diré.

-Katherine en su momento lo supo, Emmett lo sabe – replico – además, tú mismo me contaste como esta con Emmett porque sospecha que le mintió.

Mi amigo estaba bastante triste porque mi novia estaba un poco arisca con él. Sinceramente en algunas ocasiones me sorprendía – y encelaba un poco – el grado de cariño y confianza que existía entre ellos dos, para Bella era totalmente normal contarle a Emmett absolutamente todo. Así que ahora que ella lo trataba con un poco de frialdad, él se deprimía totalmente.

Debía aceptar que en un principio desconfié un poco de su amistad, Emmett adoraba como un loco a Isabella y hasta llegue a pensar que estaba enamorado de ella; pero los veo y me doy cuenta de que ese tipo de sentimientos son imposibles entre ellos dos, cuando están juntos son como dos hermanos pequeños, ríen, bromean, juegan y jamás se ven como hombre y mujer.

-No le estoy mintiendo – replico con poca seguridad – solo omito información. Además, Kate siempre lo supo porque éramos vecinos, fuimos novios desde muy jóvenes, ella estuvo ahí cuando esa responsabilidad llego a mi vida.

-Creo – replica mientras llegamos a mi consultorio y entramos. – Que debes hacer el intento de olvidarte de Katherine, por tu bien y el de esta relación que empiezas.

Sabía que las palabras de mi hermano eran ciertas, sin embargo, no me veía con las fuerzas suficientes para comenzar a hacerlo. Estaba siendo injusto y lo sabía, yo le pedía a Bella que sacara de su vida y de su mente al tal Jacob y yo no era capaz de hacerlo con Kate.

-Por más que me digas no voy a cambiar de opinión – replique sin permitir que cambiáramos de tema hacia Kate – Isabella creerá que voy a atender a niños en Chiapas hasta que yo decida cambiar de opinión.

-Me sorprendió mucho papa –cambio drásticamente de tema. Pero me doy cuenta que mi respuesta le molesta, su tono frio y su gesto lo delatan – jamás me imagine que fuera a aceptar de esa manera a Bella.

Era cierto, mi padre me había sorprendido a grandes escalas al aprobar y apoyar mi relación con Isabella. Aunque en un principio parecía todo lo contrario, al final había demostrado que estaba encantado con Bella. Me impacto mucho lo que le dijo sobre las segundas oportunidades, sabía que esas palabras no habían sido solo para ella, sino para mí. Me alentaba a que me diera una segunda oportunidad en el amor. Él al igual que Jasper siempre me decía que lo sucedido con Kate no había sido culpa mía.

Al llegar anoche a la casa, me había reiterado lo feliz que era con mi relación con Isabella. Y hasta me hacía creer que mi novia ya lo tenía comiendo de su mano, también. Me dijo que Isabella le parecía una brisa de aire fresco en nuestra vida y que me daba un mes para presentarla oficialmente a mi madre y mi hermana. Mientras, el me guardaría el secreto y únicamente lo hacía porque sabía que ellas podían ser un poco complicadas.

-¿sabes una cosa? – me pregunto mi hermano sacándome de mi ensoñación – deberías hablar con él. Tal vez te pueda dar un buen consejo, algo más llevadero sobre el tema de olvidar a Katherine.

-Esta noche tengo la cena en casa de Bella – le recordé – y después saldré para Chiapas.

-¿Por qué no lo invitas a que vaya contigo? Y me refiero tanto a la cena con tu suegra como con la visita a Chiapas.

-Invitarlo a la cena con Bella me parece buena idea. – di por terminada nuestra platica – ahora, déjame trabajar.

-Antes de irme quiero hacerte una pregunta – asentí agotado por todas sus recriminaciones.- ¿a qué se dedica, Bella?

-Es arquitecta – afirme aunque luego respondí un poco dudoso ya que no sabía en específico lo que hacía, jamás le había preguntado demasiado por lo que hacía. – creo que se dedica a la decoración de interiores y ese tipo de cosas.

-¿noto duda en tu tono de voz? – pregunto mofándose

-Jasper, basta – bufe – no se en específico a que se dedica, tampoco es que le pregunto a donde va o a donde viene.

-Sí, pero es tu novia, mínimo deberías saber lo básico – sacudió la cabeza – con Katherine lo sabias. Aunque si no mal recuerdo, ella no hacía nada de su vida… a diferencia de Bella.

No me pasaba desapercibido que se refería a ellas como "Katherine" y "Bella".

-¿acaso no tienes nada mejor que hacer? – pregunte molesto y por desgracia para ninguno de los dos paso desapercibido que mi molestia era por sus ataques hacia Kate - ¿trabajar por ejemplo?

-Si, solo te diré algo – lo mire esperando – Bella no se merece que jueguen con ella por mas infantil o caprichosa que sea.

-Jasper, yo… - suspire de pronto sintiéndome agotado.

-Déjame acabar – me interrumpió con dureza – si solamente estas usándola como el clavo que saca otro clavo, entonces no la mereces, esa chica te adora, con todo y sus complejos.

-¡yo no estoy jugando con ella! – insistí mientras el sale del consultorio dejándome con la palabra en la boca.- ¡Carajo! – grito al aire.

Estaba completamente seguro de que quería a Bella, y en ningún momento la veía como un objeto para olvidarme de Kate. Mi hermano mejor que nadie sabía lo mucho que me costó decidirme a pedirle a Bella que fuera mi novia, precisamente por eso, porque no quería jugar con ella.

Con el había desahogado todo mi caos mental y al primero a quien le confié mi decisión.

Debía aceptar que al contrario de lo que todos pensaban u opinaban, Bella cada día se me metía más y más dentro del corazón. Todas sus virtudes y sus defectos llevaban a algo totalmente inesperado. Si, como decía mi padre, era una brisa de aire fresco, pero debía aceptar que también era agotador lidiar con todo lo que era ella.

y es que su valentía y su ternura me cautivaban, Bella era apasionada de las cosas, se aferraba demasiado a todo y buscaba la manera de encontrarle solución a lo que se le presentara. Además, era casi hermana de sus amigos, se entregaba totalmente a ellos.

Se preguntaran ¿Qué sucedió con Kate? A grandes rasgos fue falta de comunicación, la presione demasiado y al final ella salió corriendo sin decirme nada.

Kate fue casi mi primera vez en todo, fuimos amigos desde pequeños, fue mi primer beso aunque no mi primera novia, aunque una vez que nos hicimos novios nos volvimos inseparables, fuimos nuestra primera vez, siempre tuve una vida planeada desde muy joven, siempre fui firme ante mi ideal de casarme con ella y que tuviéramos hijos, formar una familia, tener el felices para siempre de los cuentos de hadas.

Ese fue mi gran error, aunque siempre me imagine que ella quería lo mismo que yo, intento que este error no se vuelva a cometer, soy sincero con Isabella, solamente omito lo que no está dentro de su interés, es decir, lo que no la involucra a ella.

Mire el reloj y me di cuenta que había pasado mucho hablando con mi hermano y luego pensando en un montón de cosas. Mientras me cambiaba pensé en la idea de Jasper de llevar a mi padre a casa de Isabella y decidí que no era el momento, primero quería conocer y presentarme oficialmente ante su madre y después hacerme cargo de lo demás. Un paso a la vez.

Tome respiraciones profundas varias veces, me sentía de un humor de perros y me preocupaba un poco que mis pacientes y enfermeras pagaran algo que solo Isabella y Jasper eran responsables.

Antes de salir a hacer mis rondas tome mi teléfono dispuesto a mandarle un mensaje a Isabella pero en ese momento me marco ella.

-¡Soy la arquitecta más fregona de este país! – grito apenas conteste, apenas y note la alegría en su voz, mientras que yo trataba de contener mi mal humor.

-Hola, bonita – reí de manera un poco falsa – eso ya lo sabía, pero cuéntame porque.

-Debes de sentirte importante – acoto riendo – eres el primero al que llamo para contarle este gran acontecimiento.

-Gracias… - sonreí pero me interrumpió.

-¡No tienes nada que agradecer! – grito – eres muy importante para mí, te has convertido en mi amigo, además de mi novio. – sus palabras me causaron un poco de remordimiento – y lo más hermoso es que soy correspondida.

-¿pero, porque gritas? – pregunte molesto y después me arrepentí pero no detuve mis palabras – si quieres hablamos al rato cuando no tengas que gritar.

-… - la línea se quedó un momento en silencio y llegue a pensar que se había cortado para después escucharla hablar en un tono mucho más bajo – lo siento – me di cuenta que ya no había tanta emoción en su voz – es que estoy muy contenta.

-Pues entonces dime que sucede – exigí toscamente.

-Se trata del cliente, el que dijo que no podía hacer su proyecto porque era mujer – hizo un silencio y después volvió a gritar - ¡Me dio el proyecto! ¡Fue genial!

-Ok, pero deja de gritar – al paso que iba, me dejaría sordo.

-Yo esperaba escuchar un "¡felicidades! Sabía que lo lograrías"– susurro irónica.

-Bella… - bufe – sabes que estoy muy contento por ti.

-Si, gracias – susurro – oye, sabes estoy un poco… luego te hablo, va – no espero respuesta y colgó.

Me le quede mirando al teléfono y después pensé un poco en mis palabras y me di cuenta que no había sido tan cariñoso como suelo serlo. Desquite mi mal humor en ella.

Pensé en mandarle un mensaje pero preferí ponerme a trabajar y en la noche le llevaría algún regalito o algo por el estilo. Esas cosas a ella le encantaban y estaba seguro que en cuanto viera las flores olvidaría todo. Sí, eso haría.

Por desgracia no tuve nada tranquilo el día, corriendo de un lado para otro porque mis pacientes me necesitaban, tanto que no tuve oportunidad de comer algo más allá de una gelatina que Jasper me dio sin dirigirme la palabra.

Para las 8:00 p.m. moría de cansancio y de hambre y eso no ayudaba nada a mi mal humor. Esperaba una cena tranquila en casa de Bella y que ella no estuviera con las espadas levantadas. Pase por alguna florería y compre un ramo de rosas rojas, eso nunca fallaba.

Cuando llegue a su casa supuse que algún vecino tenía alguna reunión porque la acera cercana a su casa estaba totalmente cubierta de coches. Fue bueno que afuera de su casa no había ningún coche estacionado. Mientras terminaba de estacionarme ella salió y se recargo en la puerta cerrándola, eso me dio la pista de que hablaríamos antes de permitirme entrar. Mire su rostro y no veía felicidad pero tampoco molestia. Agradecí un poco que lucía un look tranquilo, parecía un pantalón y blusa negros y encima una chaqueta de piel café. Eso significaba una noche tranquila.

Desde la primera vez que conocí a Bella me pareció una chica guapísima y a primera impresión, alguien que cuidaba hasta el más mínimo detalle de su imagen hasta llegar al punto de la frivolidad. Nunca llevaba un solo cabello fuera de su lugar.

Pero, con el pasar de las semanas me había dado cuenta de que ella era extraña, ayer cuando comimos con mi padre, por un instante me dio la impresión de que dijo algo frívolo por su vestuario porque "lo tenía que decir".

Me preguntaba que había detrás de Isabella, si en el fondo sería tan superficial como lo aparentaba.

-Hola, hermosa – sonreí sacando las flores, me correspondió un poco la sonrisa, aunque enarco una ceja al ver las flores – toma, estas son para ti.

-¿a qué se deben las flores? – me pregunto mirándolas y después a mí.

-Bueno – me rasque la cabeza – es para felicitarte por lo de en la mañana, aunque estaba seguro de que lo lograrías.

-Bueno, gracias – sonrió un poco tomando las flores en sus manos.

Fue en ese momento que recordé que era lo que me tenía aquí, frente a ella. Sus ojos, sus achocolatados ojos hicieron contacto con los míos y me sentí embrujado, mi mente no era capaz de procesar nada.

Estaba seguro de que Isabella era una bruja disfrazada de Hada que con solo mirarme a los ojos lograba convertirme en gelatina, podía pedirme un castillo o que me tirara de un barranco y con solo mirarme a los ojos lo haría sin preguntar.

Ahora veía en sus ojos un raro tono de tristeza a la vez que intentaba ocultar una furia que lograba apretarme el corazón de una forma extraña. Me dolía ver que yo había causado esa tristeza si ya me había dado cuenta de que bella era una persona sensible, además de temperamental. También actuaba en mí el embrujo de sus ojos que hacía que quisiera bajarle la luna solo con verla sonreír.

-Y…- musite

-Y… - me ponía nervioso lo fijo que me miraba, sentía que de un momento a otro iban a salir cuchillos de sus ojos. Al final suspire y me rendí.

-Y para disculparme por cómo te hable en la mañana.

-Aja… - rumio - ¿y luego?

-Perdón, ok. – me encogí de hombros - Estaba de mal humor

-Ok, Edward. ¿es todo?

-Bella, tengo derecho a estar de mal humor y tener un mal día, es todo lo que puedo decir en mi defensa – indique – perdón

-ahora vas a conocer algo nuevo de mí.

-Isa… - tomo las flores y las volvió a poner las flores en mis manos.

-Soy caprichosa, berrinchuda, terca y muchísimas cosas más pero lo que no soy es el tipo de mujer que se le compra con unas rositas, unos chocolatitos – afirmo - soy tonta, no estúpida.

-¡oye! – me queje

-¿Qué? – rio y podía ver en sus ojos como la furia crecía a cada segundo más - ¿Qué Edward? ¿esperabas que al ver las flores me aventara a tus brazos tipo telenovela, te besara y te dijera que no pasa nada?

No podía mentir, si, esperaba eso. Lo que no podía hacer era decir que parte de mi mal era por su culpa.

-Isabella tengo derecho a tener mal humor – me defendí.

-Yo no he dicho que no lo tengas – replico –así como yo puedo tener muchos complejos pero fíjate que les falto enseñarme uno – miro hacia el vacío haciendo énfasis en sus palabras - "Isabella, perdona y confórmate con unas flores, que por lo cierto siempre van a ser rosas, rojas, y si bien te va, unos chocolatitos"

-Bella… - bufe frustrado sin saber que decir. No podía decirle que me parecía que hacia una tormenta con un grano de arena.

-Estoy molesta por cómo me hablaste en la mañana, pero más me molesta que pienses que me puedes comprar con regalitos.

-¿no te gustan las rosas rojas?

-¡Me encantan, soy una glotona de los chocolates, pero no para ser la burla de nadie! – enfatizo – nunca intentes que te disculpe o perdone algo con florecitas o chocolatitos o cualquier cosa de esas, porque no lo voy a hacer y entérate que en lugar de arreglar algo, solo lo vas a empeorar.

-¿entonces cómo se logra el perdón de Isabella Swan? – pregunte enfadado, el peso del dia cayó sobre mis hombros – ¿con un viaje todo pagado a parís? – bella era muy sensible y lo recordé cuando vi como sus ojos se llenaban de agua.

-No voy a ser la burla de nadie – quise acercarme a ella y abrazarla pero no me lo permitió, se hizo hacia atrás y evito mi mirada – conmigo las cosas se solucionan hablando, pudiste haberme dicho desde en la mañana que estabas de mal humor.

-¡igual te lo hubieras tomado a mal! – replique.

-Quiero que hables conmigo y que de verdad me tengas confianza. – replico – mira, voy a…

-¡Bella! – en ese momento ambos nos giramos al escuchar que alguien la llamo. Era un muchacho como de quince años.

-¡Hey! – saludo Bella regalándole una sonrisa. Me molesto que ese niño nos interrumpiera, ¿o acaso me molestaba que le sonriera? - ¿Quil, no?

-Si – los ojos del chiquillo se iluminaron al ver que Bella lo recordaba - ¿Cómo sigues? ¿te lastimaste mucho?

-No, no te preocupes – le volvió a sonreír – es que me volví a caer después, me termine de lastimar.

-¿pero, estas bien? – pregunto preocupado

-Si, ella está bien- respondí por Bella – Edward Cullen, su novio.

-¡Oh! ¡Claro! – si idiota, ella es mía. El niño extendió su mano y yo la tome y la torture un poco – Quil Ateara, mucho gusto.

-Bueno – bella jalo mi mano – nosotros debemos irnos, nos vemos Quil.

-¡Claro! – le sonrió y siguió caminando, si, a mí me ignoro. Tome a Bella por la cintura y le señale la entrada de su casa, pero ella no se movió.

-Voy a hacer de cuenta de hoy no sucedió nada – replico – pero no me vuelvas a insultar insinuando que puedes comprarme.

-Tú fuiste quien dijo la palabra, no yo – replique – nos falta mucho por conocernos, Bella.

-No quiero que las cosas comiencen mal – pidió y recordé esa frase que dice "lo que mal empieza, mal acaba"

-No, yo tampoco – asegure – nada malo pasa, solo debemos comunicarnos.

-Estoy totalmente segura de que tu no me mientes – me sonrió y me sentí culpable – confió totalmente en ti.

-Aunque yo debo tener cuidado – cambie de tema y ella enarco una ceja – hechizas a cualquier hombre.

-El único que me interesa eres tú, no hay nadie más.- después sus ojos se volvieron burlones – estoy ansiosa porque entremos.

-Oye, espera – la abrace por la cintura - ¿acaso no se te olvidan 2 cositas?

-¿dos? – pregunto - ¿Cuáles?

-La primera – le ofrecí las flores – míralas como las flores de la paz, además, enserio las traje para celebrar como te fue hoy.

-Está bien – suspiro intentando parecer resignada aunque no perdía la sonrisa de su rostro – las tomare, ahora, ¿Cuál es la segunda?

No me detuve a dar explicaciones y solo fui y tome mi beso. Acaricie sus labios con los míos, fui rudo pero no sin dejar la ternura, mientras que Bella jadeo sorprendida pero cerro los ojos y se dejó llevar. Acaricie su cintura, abrazándola y acercándola a mí. Su mano se deslizo acariciando mi pecho y subiendo por mi hombro hasta llegar a mi cabello, el cual acaricio y se aferró a él, impidiéndome escapar, mientras yo mordía un poco su labio inferior pidiendo un permiso que sabía que no se me negaría.

Por alguna extraña razón ese beso me hizo sentir que estaba en casa, me dio tranquilidad y a la vez me recargaba de energía.

El beso se tornó más ansioso, pero sin perder la pasión, nuestras bocas se reencontraban, se perdonaban y se expresaban en silencio lo mucho que se extrañaron. Poco a poco se hizo más suave, tan solo pequeños roces.

-Te quiero. – musito mirándome fijamente a los ojos. En algunas ocasiones nos habíamos dicho "te quiero", pero este fue distinto, me hizo sentir distinto, con la necesidad de escucharlo mil veces para ver si me cansaba de oírlo, aunque presentía que no lo haría. Al no responder instantáneamente, me abrazo, apoyando su cabeza en mi pecho, cerca de mi corazón. – Te quiero, no me lastimes, no lo soportaría – me suplico.

-Yo también te quiero – respondí con sinceridad y a la vez culpa. En silencio me repetí que no le estaba mintiendo, pero ella no entendería lo que hacía.

Se alejó de mi pecho y me sonrió extendiéndome su mano. Respire profundamente y camine en dirección a su casa. Abrió la puerta de su casa y me quede en shock, ahí, en el jardín habían alrededor de 10 personas mirándonos fijamente.

-Comenzaba a pensar que ya se habían ido al hotel – insinuó un chico enorme acercándose y tomando a bella entre sus brazos y apretándola fuertemente. Por un momento quise decirle que tuviera cuidado con su brazo, pero la risa de bella me detuvo.

-Pasa muchacho – me indico la madre de Bella – no te quedes ahí.

-Edward, te presento a mi familia – sonrió Bella – este mastodonte es mi primo.

-Mi nombre es Luis – me indico el chico – esta hermosura que vez aquí – señalo a una chica pelirroja – es mi esposa, Elizabeth y nuestro hijo Robert es el pequeño… que está debajo de la mesa.

Le extendí mi mano para saludarlo pero me tomo en brazos y me apretó fuertemente para que después dos chicos se le unieron y me apretaron entre los tres, me comenzaba a faltar el aire y solo podía escuchar la risa de Bella y como protestaban mis huesos.

-Yo soy Christian – cuando me soltaron, se presentó uno de los chicos que me habían apretujado – y eso no fue nada si le haces daño a mi prima.

-Yo soy miguel y apoyo a mi hermano en la advertencia.

-Hola – se acercó una chica, pelirroja y un poco robusta – yo soy Samantha y también soy prima de Isabella.

-Tu y yo ya nos conocíamos – me saludo Phil, el padrastro de Bella – bienvenido a la familia.

-Siéntese muchacho – me animo una señora mayor que sostenía un niño de unos dos años entre sus brazos – yo soy Caroline y soy tia de Bella, él es mi esposo Marcus – indico señalado al hombre junto a ella que jugaba con el niño.

-¡Tía! – grito el niño bajándose de los brazos de la tía de Bella y corriendo hacia ella.

-¿Cómo está mi corazón? – le pregunto bella agachándose hacia él.

-¿gustas que te sirva algo? – me pregunto un chico. – me llamo Máximo, soy esposo de Samantha y papa de Alan – señalo al pequeño que jugaba con Bella.

-Si, gracias- le sonreí mientras miraba a Bella jugar con el pequeño y me acerco un trozo de carne con puré de papas.

Automáticamente mi comida se convirtió en mi centro de atención, aunque no pase desapercibido que bella me miraba. Estaba absolutamente famélico, me quise hacer a la idea de que eso era lo que me provoco confusión con Bella, pero no podía negar que comenzaba a tener sentimientos muy fuertes por ella.

-¿a qué te dedicas, Edward? – me pregunto la tía de Bella.

-Soy médico, señora. – le sonreí – pediátrico para ser exacto.

-Eso me hace recordar a tu amigo, Bella – menciono su tío y yo la voltee a ver. Ahora estaba de pie detrás de mí con el pequeño en sus brazos - ¿Cómo se llama?

-Emmett- sonrió. Observe al pequeño y jugaba con una rosa roja. – de hecho, son amigos.

-Pero míralos, que lindos se ven – suspiro su prima señalándonos – tía, así los veras algún día.

-Tu no les hagas caso y sigue comiendo – me palmeo el hombro.

-Bella… - le reprocho su madre.

-¿Qué travesura estas planeando? – le pregunte a Bella.

-Nada – se encogió de hombros de manera inocente, no le creí – bueno, quizás no quiera compartir contigo el flan que espera en la cocina.

reimos y asi avanzo la noche

!Publique! estoy muy contenta por todos sus comentarios y reviews que me han dejado.

nos vemos