Ahora no me tarde tanto en actualizar. ¡Yey! De todos modos creo que nadie me lee así que no sé porque me emociono…
¿Contenta?
Sí el camino a casa fue incomodo después de lo sucedido en la escuela, despertarse y no encontrar a Eleanor en su cuarto se sintió aun peor.
A Simón le costaba creerse que en verdad estuviera decepcionado por eso. Después de todo siempre se quejaba de que ella invadía su espacio personal, y les causaba problemas, y ocupaba su baño… Pero seguía siendo su amiga, y tenerla encima siempre sería mejor que no tenerla.
Por su parte Eleanor jamás había odiado tanto a su compañera de habitación. Y no es que estuviera haciendo nada, en realidad se comportaba bastante decente para su frivolidad común. Pero el saber que no tenía lugar a donde escapar si se hartaba la hacía sentir que las paredes eran más gruesas de lo usual.
No es como si su amistad con Simón se hubiera acabado, en verdad esperaba que no, pero no podía evitar sentir que lo estaba traicionando y no merecía estar cerca de él. Lo que era una tontería. A quien en verdad estaba traicionando era a las ardillas. Estaba traicionando a Teodoro.
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Las cosas en la escuela habían sido horribles. Los cuatro habían comido juntos, como siempre, pero era como si un bando se esforzara por ignorar al otro. Eleanor casi podía ver la típica escena en la que uno pide la sal y de algún modo todos terminan gritándose. Por buena (¿o mala?) suerte en la escuela no había saleros, así que se limitaron a tener conversaciones separadas.
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Cuando Simón vio como Jeannette se tropezó y salieron volando sus lentes tuvo que ir a ayudarla. Fue más fuerte que él. Y de todos modos, no es como si estuviera haciendo nada malo. ¿O sí?
—Gra… gracias— tartamudeo la pequeña ardilla mientras tomaba sus gafas de la mano de él.
—No hay de qué.
Se quedaron viendo un rato. Diminuto, enorme, no importaba. Se miraban… Y era cómo si los cristales que cubrían los ojos de ambos no importaran, ellos podían ver más adentro y un escalofrío ilógicamente agradable los sacudía.
Pero Simón tiene novia.
—¿Estas lista para mañana?— soltó Simón de repente.
—¡Sí!... No…— respondió ella un poco desanimada— En verdad no quiero competir con las ardillas. Quiero cantar con ellas. Y si esto va mal todo se va a arruinar. ¿Cómo se supone que los vuelva a ver a la cara? Sea quien sea que gane todo va a ser muy incómodo.
—Sí… a mí tampoco me gustaría que compitieran.
Simón se quedó pensando, haciendo que Jeannette se sintiera incomoda con el silencio.
— ¿Iras a apoyarme?
Él la miro un poco sorprendido y ella parecía a punto de desmayarse al darse cuenta de lo que había preguntado. Esa no era el tipo de pregunta que una hacía al sujeto que acababas de conocer.
—No…— contesta dubitativo— Le soy fiel a Las Ardillas.
—Sí claro, lo entiendo.
—¡Pero pienso que ustedes también tienen mucho también!— se apresuró a agregar.
—En serio, no te preocupes. Lo entiendo perfectamente.
—Mi mejor amiga si va a apoyarlas.
—¿En serió? Eso es genial. Espero…
—¡Y mi novia!— se obligó a agregar.
Entonces la expresión de Jeannette se convirtió en algo que Simón deseaba con toda su alma fuera decepción. Porque él se sentía decepcionado por haber tenido que decir eso.
—Me alegro mucho, espero que eso no cause problemas entre ustedes— dijo Jeannette… y se fue.
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A la hora de la salida los cuatro estaban en la puerta de la escuela, listos para cada quien tomar su rumbo, cuando Eleanor se dio cuenta que habían estado tan ocupados ignorándose el uno al otro que Simón y ella aún no les habían dado la gran noticia.
—Mañana no estamos castigados.
Sus amigas los miraron un momento confundidas, hasta que a Brenda se le ilumino la cara.
—¿Eso significa que podemos salir a algún lado después de clases?
—Mientras que lleguemos a casa a más tardar a las nueve y media… sí, eso significa.
—No nos da tiempo de ir a ver una película ni nada parecido por lo de la competencia, pero siempre podemos ir a comer algo— propuso Brenda.
—Yo no tengo tanto dinero— objeto Esther—. Pero siempre podemos ir a tomar un café.
—Un café suena bien— estuvo de acuerdo Eleanor—. Y nos da tiempo perfectamente de ver como las Arditas vencen.
—¿Disculpa?— pregunto Brenda indignada.
—Ya la escuchaste— Esther.
—Siete palabras: Un millón de visitas en dos días.
—Sólo porque tu viste el video al menos unas quinientas.
—¡Y tú estabas conmigo!
—¿Y si simplemente no vamos a ver la competencia y hacemos algo que no nos haga pelea?— Propuso Simón, que se había quedado pensando en lo que le había dicho Jeannette.
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Por supuesto que iban a ir a ver la competencia. No había fuerza terrenal que se los impidiera. Pero habían llegado a un trato. Podían odiarse entre sí todo lo que quisieran mientras llegaba la hora. Pero en cuanto la contienda pasara y se decidiera un ganador, fuera quien fuera, todos dejarían atrás esa estúpida pelea y apoyarían al grupo que representaría a su escuela.
Y después se irían a tomar un café.
Simón se sentó con Eleanor a un lado y Esther al otro. Tomo la mano de su novia sin mucha emoción y volteo a ver a su mejor amiga. Era estúpido lo nerviosos que estaban.
La directora pasó al frente a hablar y todo mundo se emocionó. Los gritos llenaron el auditorio y el agarre de Esther se volvió más intenso. Todos estaban expectantes, todos estaban emocionados.
Jeannette estuvo increíble. Las dos estuvieron increíbles.
Después de un rato del público aclamando por Las Ardillas la directora volvió a salir. Alvin no había llegado.
Teodoro no iba a cantar solo.
Las Arditas ya habían ganado.
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El aura de depresión que los rodeaba a los cuatro mientras tomaban su café era tan grande que parecía que habían contagiado a su mecerá. No habían dicho mucho desde qué habían salido del auditorio, pero aun así la tensión iba en crescendo.
Brenda y Eleanor tenían las miradas bajas, Esther no paraba de mordisquear las bolsitas de azúcar y Simón parecía simplemente furioso.
Furioso con Alvin por haber dejado solo a Teodoro.
Furioso con Ian por haber llevado a Las Arditas justo a esa escuela.
Furioso con Britanny y Jeannette por ser tan buenas.
Y furioso con Esther por haberlas apoyado.
Sabía que no había sido la única, y que tampoco era su culpa que Alvin hubiera sido un idiota y dejara a su hermano solo. Pero por algún motivo su rabia parecía especialmente dirigida hacia ella.
Cuando todos acabaron salieron a esperar a la mamá de Brenda que iría a recogerla. Ella y Eleanor se adelantaron un poco mientras Simón y Esther se quedaron atrás.
—Así que… ¿Estas contenta?
—¿Disculpa?— pregunto ella con el ceño fruncido.
—Sí, ganaron ellas. Eso es lo que querías. ¿No es así?
—Haces que suene cruel.
—Pues lo es.
Simón la mira con una crueldad que no debería de estar ahí. No era su culpa.
—Es la primera vez que los iba a ver en vivo— dice ella con una mueca agria en la boca—. Estaba muy emocionada por eso. Tú sabes que nunca he tenido suficiente dinero para ir a un concierto de ellos, tú lo sabes porque ustedes tampoco lo han tenido. Creo que la única razón por la que dije que quería que ganaran ella es porque no quería que Eleanor estuviera sola. Pero en el fondo siempre quise que ellos ganaran, pero Alvin no llegó.
¡Espero y les haya gustado! Este capítulo es muy importante. Así que espero que no olviden tomarlo en cuenta mientras siguen leyendo.
Los quiere: yo.
