Ya han pasado dos meses desde que ese joven misterioso llego para avisarnos sobre la llegada de los androides.

Y han pasado muchísimas cosas, una de ellas y la más reciente es que, Piccolo obligado por Milk tendra que aprender a conducir.

Cuando me lo dijo estaba tan apenado por dejarse manipular por esa terrícola.

-¡Deja de burlarte!.- Me tomo de los hombros y me agitó levemente, claramente estaba desesperado.

-No puedo, simplemente no puedo.- Solté una risita burlona algo que lo enfureció.

-Deja de burlarte y ayúdame.- Soltó un gran suspiro.- Prefiero entrenar a estar perdiendo el tiempo con esos sujetos.

-Pues habla con Milk.- Desde mi punto de vista, tuvo un gran escalofrío.

-Estas loca.- Se cruzó de brazos y dejando de verme.- No puedo porque…

-¿Por qué….?.

-¡Me da miedo!.- Un leve tono morado tenía en sus mejillas.- Es que, con ese carácter a quien no le daría miedo.

-A mí no me da miedo.- Me miró con una gran esperanza, pero se la arruiné.- No hablaré con ella, me alegra que no le faltes al respeto porque si por ti fuera la podrías dejar en el suelo, pero, tienes que encontrar la forma de enfrentarla.

-¿Cómo cual?.- Aún tenía esperanza.

-No lo sé.- Nuevamente me tomo de los hombros, agitándome un poco más rápido que la anterior vez.- Simplemente no te presentes a la prueba de conducir, y ya no vayas a entrenar con Goku para no verla.- Sabes, te estás convirtiendo muy dramático.- Una de sus manos ya se encontraba rodeándome.

No me contestaba, aproximadamente en cinco minutos nadie dijo nada. Maldita sea, porque tanto drama.

-Tienes razón, simplemente no iré. Gracias.

Por fin lo miré, su cara ya era la misma de siempre. Su típico semblante serio y frío había regresado. En serio me estaba preocupado.

Al día siguiente…

Hoy decidí entrenar con Piccolo, ayer me pasé el día con mi hermano, explicándome todo lo que pasó en el espacio. Nada preocupante, supongo.

Mi hermano no sé lo tomo a mal, algo muy extraño de Vegeta. Y Fukai no se ha aparecido desde ayer, un gran alivio por cierto.

Entrenamos por un buen rato hasta que mi estómago comenzó a rugir avisando que ya era hora de la comida.

Mientras yo comía, Piccolo solo bebía agua en una botella. Era la primera vez que comía como una auténtica saiyajin, incluso me llegó a faltar alimento.

-¿Qué tienes hoy? Has comido demasiado.- No dejaba su postura de meditación.

-Lo sé. Me levanté.- Aún no me lleno, necesito ir a corporación cápsula por más comida, es como si no hubiese comido nada.

-¿Es en serio? Me estás preocupando.- Ya por fin levantándose y mirándome.

-En fin, ¿me acompañas o me esperas?.- Cruzó sus brazos.

-Claro que si, es la primera vez que actúas así.

-Te juro que no me pasa nada, tal vez ya saqué mi instinto de saiyajin, es todo.- Aún no estaba convencido.

Volamos lo más rápido posible, con mis rugidos de estómago de fondo. No tardamos en llegar pues tampoco estábamos lejos de la casa. Yo inmediatamente busque algo de comer, en especial algo dulce pues también tenía un antojo.

Piccolo solo me veía comer, estaba boquiabierto. Hasta yo estaba sorprendida ya que no era de mi comer tanto. Ya era mi quinto emparedado, mi segundo bote de helado de cinco litros, unos pastelillos que trajo la madre de Bulma y una botella de refresco de dos litros. Sin contar lo que comí fuera de casa.

-¿No me digan que Vegeta vino a comer?.- Bulma recién había llegado de comprar algunas prendas para Vegeta.

-No, fui yo quien comió todo eso.- Está tiro las bolsas de la sorpresa.

-Kai, ¿estás bien?.- Levantando las bolsas que a ella se le cayeron segundos antes. Me sorprende que hayas comido tanto.

-Lo sé, no eres la única sorprendida.- Me sentía tan apenada.

Para acabar, mi hermano también llegó a la cocina sudado por el entrenamiento que tuvo en la máquina de gravedad que le construyó mi amiga. Vegeta le cayó de raro, simplemente me dijo.

-Si tienes otro síntoma raro, avísame.- Este se sentó en una silla del comedor.- ¿Qué hay de comer? Kai, prepárame algo.

-Ni que fuera tu criada, tu también tienes manos como para prepararte comida. Además necesito juntar todo lo que comí.

-Es que tú comida es deliciosa, creo que Bulma te enseño a cocinar ya que la primera vez que cocinaste para mi, sabía horrible.- Bulma soltó una pequeña risita burlona.

-Yo cocinare, tu lava lo que has ocupado.- Comenzando a sacar ollas para cocinar.- De todas formas yo también tengo que comer, ¿Piccolo tu también quieres comer?.

-No gracias, solo un vaso de agua.- Como siempre se encontraba con los brazos cruzados.

Mi amiga y yo conversábamos como siempre, como nos ha ido día a día pues aunque vivimos en la misma casa no siempre nos logramos ver.

Yo ya sin hambre, mientras ellos comían lavaba los platos que desocupaba mi hermano por cada minuto. Aún así el me seguía superando, y por mucho.

Ya una vez que Vegeta termino de comer, llamo a Piccolo para hablar solo ellos dos.

Dos horas después…

-Piccolo aún no llega a dormir.- Yo recién había salido de bañarme.

Decidí ponerme mi pijama rápido e ir a ver qué estaban haciendo esos dos, sabía que estaban juntos pues sus presencias estaban cercas una a la otra. No estaban entrenando, eso estaba más que seguro pues estaban tranquilos.

Salí de mi habitación y comencé a caminar por los pasillos lentamente buscando a los hombres, creo que ya tenía una idea dónde se encontraban.

Al llegar a la habitación donde según yo estaban, toque la puerta y apenas si escuche una voz que no se entendía absolutamente nada. Supongo que la voz era de Vegeta.

-¿Qué están haciendo?.- Abriendo la puerta.

Ambos estaban en suelo, tirados en forma de estrella, botellas que alcohol regadas por toda la habitación.

-Jai, do es lo que padece…- Apenas si se les entendía lo que decían.

-Cállate Piccolo.- Reí un poco, era la primera vez que lo veía de esa manera y se lo dejaría pasar.- Vámonos querido.- Lo levanté, haciendo que se recargara en mi hombro.

-Jai te amo musho.- Reí levemente.

-Yo también, por cierto, más te vale no vomitarme encima.

Sus pasos eran tan torpes, no me quiero imaginar cómo caminaría sin que estuviera recargado en mi. Por fin al llegar a la habitación, lo tiré en la cama, ya estaba casi dormido.

Me acosté a su lado tapándome con las cobijas, a los pocos segundos el ya estaba roncando y al parecer yo tampoco tardaría mucho.