Voltron: Legendary Defender y todos sus personajes, pertenecen enteramente a sus respectivos autores y son usados aquí con meros fines de entretenimiento.

No sé exactamente quién creó el UA de detectives, pero quería probarlo desde hace rato, aunque adaptándolo a mis necesidades y gustos. Advertencia de Shiro/Keith y posible OoC.

¡Nuevo capítulo! Espero lo disfruten.


Si pudieras elegir un solo lugar para vivir, ¿cuál sería?

Keith miró a Shiro de soslayo mientras continuaba lavando los platos de la cena. El mayor, por su parte, estaba bastante concentrado en una pila de libros que tenía sobre la mesa, con uno abierto sobre sus piernas mientras tomaba notas: Shiro siempre fue así, sabiendo un poco de todo. Había ocasiones en las que Keith se sentía como un completo inculto a su lado, pero el otro siempre se encargaba de tranquilizarlo con esa sonrisa y sus brazos rodeándole la espalda.

No lo sé —contestó Keith, sincero —. Nunca me lo he preguntado. Supongo que… el desierto, quizá.

Shiro alzó una ceja.

¿El desierto? ¿Por qué el desierto?

Keith se encogió de hombros.

Yo qué sé, seguro está silencioso, no tienes que soportar ruidos fuertes y cosas así. Y las noches son oscuras y eso provoca que las estrellas luzcan mucho más brillantes que aquí.

Shiro sonrió al escuchar eso para enseguida asentir con la cabeza, claro que dicho gesto no fue visto por Keith.

Suena genial. ¿Cuándo nos vamos?

De nuevo esos sueños. Keith gruñó en lo bajo antes de colocar la almohada contra su rostro en un desesperado intento de ahogarse, desde luego que no funcionó y se rindió al poco rato, dirigiendo la vista al techo de su departamento. Frunció el ceño después de unos minutos: ya no podría volver a dormir, así que no tenía caso perder el tiempo, por lo que se incorporó de la cama y se dirigió a la ducha.

Al buscar la ropa que se colocaría, hizo una mueca al percatarse de que sólo le quedaba un pantalón limpio, pero últimamente no tenía ni el tiempo ni las ganas de hacer cualquier tipo de tarea del hogar: las tazas de café estaban apiladas en el lavabo de la cocina al igual que la sartén con restos de comida. Seguro las cucarachas se estuvieron dando un festín con ella, por lo que se arremangó la camisa antes de empezar a lavar todo lo que estaba pendiente, terminando algunos minutos después. Hizo el ademán de sentarse en una de las sillas de la cocina pero se detuvo al recordar que Pidge, seguramente, ya lo estaba esperando. A su mente llegó el recuerdo de cuando Shiro era el que lo esperaba para salir a algún sitio, y apretó los párpados: ya no debía pensar más en el asunto, a pesar de que, con suerte, lograría volver a verlo si lograba encontrar a la familia de Pidge. Keith sólo estaba cien por ciento seguro de una cosa: no esperaba que volvieran a tener una relación o algo así, simplemente deseaba que le dijera el por qué, por qué lo había abandonado después de una agradable vida juntos, sin ninguna explicación y limitándose a decir adiós para enseguida desaparecer de su vida. ¿Tendría que ver con su trabajo junto a los Holt? Sólo había una manera de averiguarlo.

En la oficina y justo como lo pensó, Pidge ya lo estaba esperando, sentada frente a su computadora y tecleando rápidamente. Ni siquiera se volteó al oír la puerta abrirse.

—Llegas tarde, de nuevo —dijo, y Keith rodó los ojos —. Busqué información sobre ese tal Coran, pero no conseguí nada: de hecho, ni siquiera hay fotografías de él. Es como si no existiera.

—Así que nosotros tenemos la única foto del mayordomo de Allura —comentó Keith, acercándose para observar también la pantalla de la laptop. Pidge asintió.

—Considerando lo que acabamos de hacer, he pensado que la mejor forma de encontrarlos sería asistir a algún evento donde estuvieran ellos, como una fiesta o algo así.

Keith volteó a verla con los ojos muy abiertos.

—¿Estás loca? No nos dejarían ni acercarnos —respondió y tenía razón: viendo el estilo de vida que tenía Allura, era claro que la encontrarían únicamente en los eventos más exclusivos de Ciudad Garrison, ahí donde se codeaba la crema y nata de todo el lugar. Ellos no pintaban en el cuadro para nada.

—Lo sé, pero podríamos entrar de otra manera —explicó ella, mientras una sonrisa maliciosa se formaba en su rostro. Keith alzó una ceja: debía admitir que la jovencita tenía ideas creativas pero que podían resultar disparatadas y, pensándolo bien, un tanto peligrosas —. Es cuestión de que planeemos bien todo y listo. Por el momento debo pensar, así que déjame sola.

Keith la miró indignado.

—¿Disculpa? Estás en mi oficina —respondió, ¿de cuándo acá se tenían esa confianza como para incluso correrlo de su lugar de trabajo? No pensaba permitirlo.

—Hablo en serio, no puedo pensar contigo aquí —dijo la castaña, con calma —. No te lo tomes personal, sólo es un rato, ¿sí? Además… —no terminó la frase, y desvió la vista a otro sitio, insegura de decir lo que quería decir.

—Hace días que no tomo un baño —agregó después de un rato de molesto silencio. Keith alzó una ceja.

—¿Y pensabas hacerlo en la fuente del parque o algo así? —preguntó, y pese a que el tono no era burlón, sonaba como tal —. Como te habrás dado cuenta ya, aquí no tengo ninguna ducha, pero… —se mordió el labio: sabía que se arrepentiría de decir lo que iba a decir —. Puedes venir a mi casa.

Pidge volteó a verlo, con la mirada brillante de emoción.

—¿Hablas en serio? —preguntó. Keith torció la boca ante su repentino entusiasmo.

—Ya te dije que sí, ¿no escuchaste? Vamos, no está lejos. Toma tus cosas y deja que los ratones se alimenten de papeles viejos con tranquilidad.

Pidge no tardó en obedecerlo.

OoO

En efecto, el departamento de Keith no estaba lejos de su oficina: tres largas cuadras caminadas a buen paso y listo. Entendió que Pidge no estaría cómoda con su presencia, por lo que le entregó las llaves y le dijo que en cuanto terminara (y que fuera pronto porque ni el agua ni el gas eran gratis) fuese a verlo a la oficina. También tuvo que prestarle una playera porque el olor de su sudadera lo hacía percatarse de que hacía mucho tiempo que no se la quitaba de encima, y la dejó a solas, regresando a su trabajo a pensar en la forma más adecuada de llevar a cabo el plan de la menor porque, muy a su pesar, era el único plan que tenían para acercarse a Allura. Apenas había pasado la esquina de la calle para llegar a su destino, cuando su vista topó con la de un lujoso automóvil color plateado estacionado enfrente del edificio. A su mente llegó el recuerdo de la fotografía a pesar de que el modelo era distinto (aunque era obvio que Allura tendría más de un automóvil a su disposición) y que, en lugar de que saliera el nombrado Coran, apareció una figura más fina que abrió la puerta trasera del vehículo. Un hombre descendió de este: alto y delgado, vestido con un impecable traje negro que, estaba seguro, costaba más de lo que ganaba en un año. El cabello era de un rubio muy claro tirándole a blanco, y lo traía suelto por lo que le caía en la espalda en mechones largos y levemente desordenados. Traía los ojos cubiertos con gafas oscuras, mismas que se apartó para colocárselas en el bolsillo del traje.

A su lado venía el que había abierto la portezuela y que reparó en que era nada menos que una mujer un poco más baja que el recién llegado, de aspecto más delgado y de facciones menos puntiagudas. Vestía también con un traje oscuro, pero ella no traía lentes y pudo apreciar el azul casi morado de sus pupilas pero, sobre todo, lo fiero de su mirada: parecía estar alerta en todo momento y lista para atacar cuando fuera necesario. Se mantuvo atrás de su jefe (ya que era lógico que se trataba de su empleada) en una distancia respetuosa, y Keith alzó la vista en cuanto los tuvo enfrente, o más bien al hombre que lo miró largamente antes de hablar:

—Detective Kogane —dijo. No había sido una pregunta sino una afirmación, y Keith entrecerró levemente los párpados: aquel tipo era sospechoso hasta decir basta. La voz de la mujer lo devolvió a la realidad.

—¿Te atreves a no responderle al príncipe? —preguntó, y Keith supo por la manera en que lo veía y su tono de voz, que si por ella fuera ya estaría muerto en el suelo. Pese a todo, el recién llegado pareció divertido de la situación y alzó la diestra para indicarle a la mujer que guardase silencio.

—Vamos, Acxa —empezó a decir él. Bien, al menos Keith ya sabía el nombre de su, al parecer, futura asesina —. Esa no es la manera de tratar a alguien que trabaja por el bien de nuestra sociedad, atrapando criminales y resolviendo lo que la policía no es capaz de hacer… una labor muy noble, sin duda.

Acxa pareció dispuesta a responder, pero se contuvo y se limitó a ver a Keith con desprecio antes de asentir con la cabeza a su jefe. Éste, por su parte, le dedicó una suave sonrisa.

—Creo que este no es el mejor sitio para entablar una conversación —dijo —¿Podríamos continuar hablando en su oficina?

—Depende sobre lo que quieras hablar —respondió Keith. Ahora sí Acxa lo miró con furia, después de todo le estaba hablando en un tono insolente a su jefe y más todavía, lo había tuteado, pero aquello no pareció ofender al hombre quien continuaba con esa sonrisa en el rostro.

—Le aseguro que es algo que nos interesa a ambos, detective —contestó, y Keith supo que no tenía nada que perder: no se veían con intenciones de matarlo (excepto esa mujer, pero estaba seguro de que no le pondría un dedo encima a menos de que su jefe se lo ordenara), por lo que sacó las llaves del bolsillo y procedió a abrir.

Ya adentro, Acxa hizo una mueca de asco al ver la colchoneta sobre el suelo y el estado tan deplorable de la oficina. Keith decidió ignorarla y concentrarse en el hombre, quien ya había tomado asiento en la silla que usaban los pocos clientes que llegaban ahí.

—Ansiaba conocerlo, detective. Mi nombre es Lotor —se presentó el tipo. Bien, al menos tenía nombre: no pensaba dirigirse a él con esa tontería de "príncipe".

—Ya veo —respondió Keith mientras se sentaba de igual modo frente al escritorio. Acxa, por su parte, permaneció de pie atrás de su jefe, lo cual era bueno porque no pensaba ofrecerle ninguna silla.

—Para ser sincero, me enteré recién de su existencia. Pero creo que es bastante eficaz, si tiene una oficina propia y no trabaja para la policía…

—Qué coincidencia, yo también me vengo enterando de que tú existes —respondió Keith: no le había gustado nada la forma en que ese tipo le había hablado, y no tenía ningún reparo en demostrar su molestia y que no le daría un trato especial sólo por tener dinero. Ignoró de nueva cuenta a Acxa y su casi segura mirada de odio, pero Lotor pareció divertido de ese comentario: una risa corta y seca se lo confirmó.

—¿Sabe? Me agrada, detective. Hay muy poca gente que tenga el valor suficiente para hablarme así. Un poco de sinceridad es agradable de vez en cuando.

—¿Vas a decirme a lo que vienes o vas a seguir con tu palabrería?

—Claro, por supuesto. Me enteré por ahí que usted quiere saber todo lo relacionado con Allura y sus "negocios" …sobre Altea, para ir al punto. Bien, detective, estoy dispuesto a decirle todo lo que sé.

Keith parpadeó, atónito: ¿cómo sabía eso? Bueno, era de esperarse que andar con Pidge preguntando directamente por Allura iba a provocar algo así. Entonces, Lotor era de la policía… no, de ser así la presencia de esa mujer no tenía sentido alguno. Además, esa forma tan elegante de expresarse, ese automóvil estacionado afuera… después de un rato, un nombre llegó a su mente: Galra. Lotor tenía que ser miembro de la mafia rival de Altea, no encontraba otra explicación. Ahora la pregunta era otra, ¿por qué había llegado hasta ahí y afirmaba que hablaría? Algo no andaba bien.

—¿Qué es lo que sabes? —preguntó Keith después de un rato. La sonrisa que le dedicó Lotor no le dio buena espina, era distinta a las demás, ahora más parecía un cazador que veía recompensada su paciencia: había atrapado a su presa.

—Sé cosas que nadie más sabe, detective. Pero su oficina no es el sitio más adecuado para decírselas —explicó —. Preferiría tratar este asunto en privado, así que… ¿podría invitarlo a cenar?

Aquella propuesta tomó completamente desprevenido a Keith. Miró a Lotor con los ojos muy abiertos, pero este no dio señales de sentirse incómodo por ello, estaba tan tranquilo como desde que llegó y continuaba sonriendo, cosa que, no quería admitir, pero le empezaba a dar escalofríos.

—Tomaré eso como un sí —dijo Lotor mientras se incorporaba de su asiento —. Le haré llegar la dirección para nuestro encuentro lo más pronto posible.

Aquella confianza hizo que Keith reaccionara: frunció el ceño de forma notoria y lo miró con furia.

—En ningún momento recuerdo haber aceptado —respondió. Odiaba a las personas así, que llegaban de repente y se creían con la autoridad suficiente para hacer y deshacer a su antojo. Sin contar que, a pesar de la promesa de información, Lotor le daba muy mala espina y mientras menos interactuaran, mejor —. Además, no tengo tiempo para esa clase de cosas… estoy seguro de que tú tampoco —agregó, haciendo un esfuerzo por controlarse y que esas palabras sonasen como si de verdad tuviera consideración con ese tipo, aunque fueran más falsas que nada: después de todo, parecía ser la primera y única pista que tendrían en mucho tiempo. Pidge no le perdonaría que lo dejara escapar.

Eso último tuvo un resultado inesperado: Lotor le dirigió una fija y larga mirada, casi como si lo estuviera atravesando con ella, antes de sacar las gafas oscuras de su bolsillo y colocárselas de nueva cuenta.

—Es una lástima, entonces —respondió —. Aunque debo decir que se equivoca: siempre tengo tiempo para alguien atractivo.

Los ojos de Keith se abrieron de par en par. Acxa abrió la puerta para que su jefe pudiera salir de la oficina y él, por su parte, volteó hacia Keith.

—Que tenga buen día, detective.

OoO

Pidge llegó algunos minutos después de que Lotor se hubiese marchado. Su semblante de alegría gracias a ese necesario baño desapareció al ver el rostro desencajado y pálido de Keith.

—¿Estás bien? ¿Pasó algo? —preguntó, sin poder evitarlo, preocupada. Éste pareció reaccionar al escuchar su voz y volteó a verla, dudando de responderle con la verdad.

—Sólo necesito un café —contestó después de un rato. Claro que no podría obtenerlo a menos de que fuese a la tienda y, al menos de momento, no estaba dispuesto a eso porque no sabía si Lotor y su empleada estaban cerca, por lo que la castaña salió a comprarle uno y también un sándwich que apenas mordisqueó: se había quedado sin apetito.

—¿Ya me dirás lo que te pasa? —dijo, no le encontraba la razón de estarle dando más vueltas al asunto. Keith dio un sorbo largo a su vaso antes de responderle:

—Acabo de conocer al demonio.

OoO

Acxa conducía el flamante automóvil mientras, en el asiento trasero, Lotor miraba el paisaje citadino a través de la ventanilla: realmente no había mucho que ver o algo que le agradase. Sincerándose consigo mismo, debía admitir que nunca le gustó la ciudad, pero era su destino permanecer en ella y podría acostumbrarse… siempre y cuando las cosas se hicieran a su manera.

—¿Qué significó lo de hace rato? —preguntó la mujer después de unos minutos. Lotor la sintió observándolo por el espejo y se limitó a encogerse de hombros.

—Significa que fui rechazado, nada más —respondió con calma. Aquello no pareció satisfacer a Acxa, quien continuó con la charla:

—Sabes que eso no es cierto —dijo, y aquello hizo que Lotor riera —. Y no es por adularte. Pero, ese tal detective Kogane… no me da ninguna confianza.

Lotor volvió a dirigir sus ojos a la ventanilla del coche. Agradecía la sinceridad de su empleada, por algo era de su entera confianza, su mano derecha y asistente personal. Tenía suerte de tener a su lado a alguien tan fiel, aunque había ocasiones en las que sencillamente quería que guardase silencio, justo como en esa.

—A mí tampoco, pero quiero saber por qué anda rondando y haciendo tantas preguntas. Probablemente no sea nada de qué preocuparse, pero igual… cuando estaba mi padre no sucedían estas cosas.

La mención de aquel hombre provocó que Acxa torciera los labios mientras que Lotor, en cambio, permaneció inalterable. Suspiró después de un rato.

—Será mejor que cambiemos de tema. ¿Qué ha dicho Zethrid sobre el asunto con Throk? ¿Aceptó dejar su tonto orgullo de lado y hacer caso a lo que yo diga, por el bien del Imperio y de nuestros negocios?

La mujer asintió.

—Según ella, respondió que sí y, además, jura reconocerte como el dueño de todo. Lo único que pide es servirte del mismo modo en que sirvió a tu padre.

Lotor sonrió satisfecho.

—Muy bien —fue su respuesta. Se mantuvieron en silencio un rato más hasta que Acxa habló:

—¿Y las ordenes son…? —preguntó. No tardó mucho en recibir la respuesta de su jefe:

—Si ya tienen su dirección, dejen de perder el tiempo: prendan fuego a su edificio hoy mismo. No quiero que nadie salga vivo de ahí.

—Como tú digas —respondió ella, y apenas iba a dirigirse a la entrada de la mansión donde ambos vivían, cuando Lotor la detuvo.

—Hay un sitio al que quiero ir primero —comenzó a decir —. Hace mucho tiempo que no veo a mi padre.

Acxa asintió con la cabeza y se dirigió al hospital.


Nuevo capítulo y también aparecen nuevos personajes que tendrán relevancia en un futuro uvu quería poner algo de Lotor/Keith porque, bueno, AMO a Lotor, es mi favorito ever y ya se imaginarán que incluirlo aquí era necesario. Al menos para mí (?) como dato curioso, además de que es un UA, este capítulo fue escrito mucho antes que las dos últimas temporadas de la serie, por eso la ausencia de Lotura y demás detalles.

El próximo capitulo será publicado a principios de noviembre, porque tendré unos días libres. Lamento la demora pero dudo tener tiempo antes :c en fin, quejas, sugerencias o cualquier cosa, un review será bien recibido.